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Biblioteca de Literatura Infantil y Juvenil

Ricitos de oro - videoteca Ficha de la obra

Hace ya mucho tiempo, en el bosque vivía en una casita una familia de osos. Los osos iban todas las mañanas al bosque a dar largos paseos.

Un día, Ricitos de Oro paseaba por el bosque y al ver una casa preciosa pensó: «Qué curiosidad, voy a entrar a ver la casa». Se acercó hasta la puerta de la casita, y empujó. Allí vio una mesa con tres sillas diferentes. Continuo acercándose y descubrió que sobre la mesa había tres tazones: uno grande, otro mediano y otro pequeñito. Como no se sentía cómoda con el tazón grande y tampoco con el mediano, se decidió a probar lo que había en el pequeño.

Se sentó en la silla más pequeña y comenzó a comer la rica sopa hasta que la terminó.

Estaba tan llena que la silla se rompió y Ricitos de Oro cayó al suelo.

-«Vaya, se ha roto», pensó Ricitos. «Pero estoy tan cansada... Necesito descansar. A ver, dónde... Ah, en la habitación».

Entró en un cuarto que tenía tres camas. Una era grande, otra mediana y la otra pequeña.

«Me tumbaré en la más pequeña», pensó. Y al poco rato se quedó dormida.

En el bosque, los osos terminaban ya su paseo diario y al volver a su hogar, nada más abrir la puerta, se encontraron con la silla pequeña que estaba rota. El osito pequeño dijo:

-El tazón como mi sopa está vacío.

Es verdad, vamos a ver en la habitación, contestó su padre. Y los tres se acercaron a la habitación donde vinieron que había dos camas vacías y, en la cama más pequeña, se encontraba Ricitos de Oro profundamente dormida. Papá oso volvió a hablar:

-Hay una niña acostada en tu cama.

-Es verdad, contestó el osito pequeño. Acerquémonos.

-Vamos, dijo el padre. Y todos se aproximaron a la cama chiquita.

Uno de los osos intentó despertar a Ricitos de Oro con una palmadita en el hombro;  como no se despertaba insistió. Y al abrir los ojos la niña se asustó tanto, tanto, que salió corriendo de la casa hasta perderse a lo lejos por el bosque.

Los osos vieron cómo corría desde la puerta y el más pequeño se quedó muy triste, porque quería que Ricitos de Oro jugase con él. Allí estuvo un buen rato mirando por la ventana a ver si la veía.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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