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Florencio Sánchez

Apunte biográfico

Sin embargo, habrá que matizar este mito de «despreocupado eterno» que el  autor parece haberse creado él mismo, por ejemplo en una carta a su novia Catita de 1901 (1968: I, 136). Por el contrario, en otra carta de 1907 recomienda a su amigo Luis Scarzolo, no perder su tiempo en «camarillas, grupos, cenáculos o escuelas» (id.: I, 146). Aunque puede tratarse de una evolución del autor e incluso de un pesimismo puntual (el descubrimiento de una dolencia de corazón) es cierto que últimamente la crítica está de acuerdo en revisar el estereotipo de un Florencio bohemio, que escribe inspirado a vuelapluma entre el barullo de los cafés. Podría ser prueba de lo contrario su fatigante trabajo periodístico en aquella época. Colabora en varios periódicos porteños, por ejemplo en el semanario anarquista El Sol, dirigido por Alberto Ghiraldo, en La protesta humana y en Caras y Caretas; es además cronista teatral para El País, periódico fundado por Carlos Pellegrini (presidente argentino de 1890 a 1892) y, simultáneamente, envía notas a la revista literaria montevideana, La alborada. Es precisamente la precariedad económica el tercero de los tres elementos que constituyen el «mito Sánchez», siendo los otros dos su espontaneidad creadora y su militancia anarquista (W. Rela, 1967: I, LI). No obstante, varios críticos han demostrado que el autor no ganaba poco como periodista y cobraba por sus obras de teatro mucho más que otros dramaturgos reconocidos, por ejemplo, Enrique García Velloso quien embolsó por nueve obras suyas nada más que $ 800 mientras que Florencio se hizo pagar Barranca abajo con nada menos de $ 2000 (J. Imbert, 1954: 108, 114).

Pero volvamos a 1903, año que le depara varios éxitos: la publicación del mencionado ensayo «El caudillaje criminal en Sudamérica» en la revista de su amigo José Ingenieros, el estreno exitoso de su primera obra dramática de envergadura, M'hijo el dotor y, directamente relacionada con éste, la boda con su novia Catita. Expliquémonos: a la vuelta a Buenos Aires, los padres de Catalina («Catita») Raventós, entrerriana de buena familia que incluía un bisabuelo que fue Gobernador Intendente de Buenos Aires, ante la indecisión del joven después de cinco años de noviazgo con su hija, exigen que el joven o bien legalice la relación o bien deje de verla. Ante este dilema, Florencio se esfuerza y termina en poco tiempo, tal vez en sólo seis días, la obra mencionada, estrenada en Buenos Aires el 13 de agosto del mismo año con tal éxito que se mantiene en cartel durante 28 representaciones. En una conferencia posterior, el propio dramaturgo atribuyó el éxito sorprendente a «la verdad y la sinceridad» de la obra y vio en ella no sólo un punto de inflexión en su propia dramaturgia sino para todo el teatro rioplatense: «El público no toleró más paisanos declamadores ni más costumbres falsificadas. Denme verdad como ésa y la aplaudiré» (1968: I, 173). Más tarde, a finales de 1905, gracias a la venta tan afortunada del manuscrito de Barranca abajo, Sánchez comprará una casita en Bánfield, en las afueras de Buenos Aires, la que compartirán con su prima Isabel y con su hermano menor («el gurí») Alberto, quien con el tiempo será igualmente dramaturgo y sainetista y se casará con una hermana de Catita. En la vida laboral continúa con sus contribuciones a La Opinión y como secretario para La Tribuna y prepara colaboraciones ocasionales, por ejemplo para El gladiador.

En 1904 se siguen varios estrenos de obras suyas; la compañía de Jerónimo Podestá, la que ya estrenó M'hijo el dotor, representa Canillita en el Teatro Comedia de Buenos Aires y el 1 de agosto, la misma compañía pone en escena su nueva obra en un acto, Cédulas de San Juan, basada en un viejo  relato «La serenata», publicado en El Teléfono en junio de 1898. El 1 de octubre del mismo año, la Compañía de Angelina Pagano estrena la obra en dos actos, La pobre gente y otro tanto hace con La gringa el 21 de noviembre.

También 1905 resulta un año de grandes éxitos entre estrenos y reposiciones: el 26 de abril la Compañía de los Hermanos Podestá estrena Barranca abajo y Jerónimo Podestá repone M'hijo el dotor. El 9 de junio sube a las tablas el sainete en un acto Mano Santa y el 6 de octubre le toca nuevamente el turno a una obra mayor, la comedia en tres actos, En familia, considerada por muchos críticos de igual importancia que Barranca abajo, La gringa (J. Lafforgue 1967: 38) o Los muertos, aunque en cuanto a valoración no hay unanimidad como se deduce de la selección de títulos esculpidos en el monumento en honor del autor en el Parque Rodó de Montevideo: en una placa del mismo figuran como sus mejores obras M'hijo el dotor, La gringa, Barranca abajo, En familia, Los muertos, Nuestros hijos y Los derechos de la salud, es decir, ninguna de sus «petipiezas» que le granjearon tanto éxito entre su público.

Para el año 1906 tenemos el estreno del sainete El desalojo acerca de la miseria de la clase obrera y de El pasado, aunque es cierto que una zarzuela perdida, El conventillo, debe de haberse representado el 22 de junio en el Teatro Marconi de Buenos Aires. Igualmente se ha perdido texto y música de otra zarzuela de 1907, El cacique Pichuleo. Ya se mencionó más arriba el estreno de Los curdas para este año, al que se añaden los sainetes La Tigra y Moneda falsa, aparte de las comedias Los derechos de la salud y Nuestros hijos. El estreno de esta obra en el Teatro Solís de Montevideo en junio de 1908 termina con el arresto del autor durante un día por haber «promovido escándalo» al insistir en la postergación de la representación para favorecer el estreno de la misma obra en versión italiana en el Teatro Urquiza. El propio Sánchez explica a su manera el asunto en una carta al diario El Día, echando la culpa al director del Solís (1968: I, 150-151).

Obviamente, Sánchez no pudo mantener el ritmo tan acelerado de los últimos años y, fatigado y enfermo, se refugia en la estancia de su primo Joaquín Sánchez para descansar. Desde allí envía la carta a Scarzolo citada más arriba sobre su dolencia de corazón que puede pronto hacerle «crepar» (1968: I, 146), aunque sabemos que no fue ésta la que pronto lo llevaría a la tumba. El año 1908 se estrena únicamente el sainete Marta Gruni y, al año siguiente, la comedia en dos actos con música de Dante Aragna, Un buen negocio (simultáneamente en el Teatro Cibils de Montevideo y en el Apolo de Buenos Aires, en éste sin música). No olvidemos, que durante todos estos años sigue colaborando en los periódicos mencionados, además de otras contribuciones para La Protesta Humana, periódico anarquista; igualmente asiste a las reuniones sindicales y, el 1 de mayo de 1909, participa en la manifestación obrera de Buenos Aires que será disuelta por la policía (al mando del célebre Coronel Ramón Falcón) con un saldo de cinco muertos y varios heridos.

Este año el autor puede realizar su sueño de un viaje a Europa acariciado desde muchos años atrás. Es conocido el afán de los intelectuales latinoamericanos y sobre todo los rioplatenses (por ejemplo la «Generación del 80» en Argentina) por conocer Europa (y, a menudo, presumir de ello a la vuelta); para un dramaturgo como Sánchez los nuevos escenarios además le permitirían encontrar nuevos temas y ambientes para su teatro, aunque sin duda tampoco faltaba la búsqueda de éxitos en el viejo mundo como reconoce con júbilo en su carta a Nogueiras del 10 de octubre de 1909, que comienza: «Las Palmas, en viaje a la celebridad...» (1968: I, 152). La penuria económica le impidió durante largos años realizar el viaje y le obligó a buscar algún encargo oficial del gobierno uruguayo; éste por fin llega en septiembre de 1909, cuando es nombrado «comisionado oficial para informar sobre la concurrencia de la República a la Exposición Artística de Roma». Lleno de confianza se embarca el 25 del mismo mes. No obstante, poco dura la ilusión; ya el 20 de octubre, desde Génova, envía otra carta desesperada al mismo amigo:

La gran desgracia nacional: estoy enfermo, y a lo que parece, seriamente [...]. Estoy desconsolado y con ganas de dejarme morir [...] me siento deprimido, triste, compungido, con ganas de llorar. Cada vez que esputo sangre se me llenan los ojos de lágrimas.

(id.: I, 153)

A pesar de la ironía de sentirse «muy Espronceda» (ibid.), el autor tenía razón: le quedaba poco más de un año de vida. En contra de lo estipulado en el contrato -y contra la voluntad del embajador uruguayo en Roma, el conocido escritor Acevedo Díaz- Sánchez desprecia la Roma «eterna» y se establece en Milán, donde ya vivía su amigo rosarino Santiago Devic. Ahí frecuenta las cafeterías de la «Galería del Duomo», lugar de reunión de muchos latinoamericanos, entre ellos el ex presidente uruguayo José Batlle y Ordóñez con el que mantiene excelentes relaciones (cf. 1968: I, 163). Viaja a Génova con la ilusión de despertar el interés por su obra del famoso actor Ermete Zacconi. Éste, sin embargo, le hace saber a través de otra persona que no lo conoce ni ha recibido obra alguna suya. Herido, el dramaturgo exige la devolución de sus obras (id.: I, 162). A pesar de su estado físico, Sánchez tiene grandes planes, como «inmediatamente tender mis redes a España, y de allí, a París» (id.: I, 155 s.). La segunda vez que vuelve a Milán es a petición de otro célebre actor, Giovanni Grasso, quien le consigue un contrato para representar Los muertos e incluso la promesa de futuras publicaciones. Son comprensibles las expectativas de Florencio, puesto que el empresario de Grasso, Marazzi, era concesionario de obras de los «veristas» (realistas-naturalistas) Bracco, Capuana y Verga, del alemán Sudermann entre otros[5]. Dicho sea de paso, que los 3000 francos recibidos por aquella representación se fundieron en quince días de vida bohemia en la Riviera. El propio autor dejó testimonio de su derroche:

He vivido quince días una vida jamás vivida ni siquiera presentida [...]. He sido un poco Morgan y un poco apache, un momento artista y un momento ruidoso "rasta" porteño, tan pronto Don Juan como Rodolfo. [...] he experimentado, en suma, la emoción jamás superada de sentir arrastrada mi alma virgen y simple por el torrente del alma caótica de esta cosmópolis única [Niza].

(id.: I, 158-160)

No tardará en sufrir la desesperación ante el empeoramiento de la enfermedad; en su última carta antes del desenlace fatal, clama: «Querido Teófilo: Vende mis obras vendibles; véndeme a mí, busca en la tierra o en el cielo. Es necesario que me hagas un giro de 1500 francos inmediatamente [...] por razones imperiosas de salud, de subsistencia y de decoro» (id.: 163). El dinero tan ansiosamente esperado debía servir para un mes de reposo absoluto en un sanatorio de Suiza. El 1 de noviembre, tras un largo errar por diferentes hoteles donde los directores no aceptaban a un enfermo contagioso, Sánchez y su amigo Devic salen de Génova para Suiza vía Milán. En esta ciudad deben abandonar el viaje, puesto que Florencio no resiste más. El día de difuntos lo ingresan en el hospital de caridad Fate Bene Fratelli, donde muere en la madrugada del 7 de noviembre de 1910. Fue enterrado en el cementerio Mussocco de Milán, pero, en 1920, sus restos son exhumados y en enero de 1921 reenterrados en el Panteón Nacional del Cementerio Central de Montevideo.

Rita Gnutzmann

[5] En carta del 22/12/1909 escribe al amigo Minelli: «[Marazzi] se compromete, por contrato público, a hacerme traducir al italiano y dialectos [...] aquellas de mis obras ya escritas que resulten adaptables a estos escenarios; hará imprimir en libro esas traducciones, hacerlas representar en Italia por compañías de primer orden, corriendo con todos los gastos de traducción, edición, etc.» (1968:I, 155).

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