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Francisco Gálvez

Semblanza crítica

Francisco Gálvez (Córdoba, 1945), desde un principio -allá por el año 1972-, sentirá como preocupación y ocupación la cultura de su ciudad y la de la propia Andalucía. Como proyección de esta inquietud, su quehacer estará presente en el conjunto de la poesía española, primero desde esa emblemática y representativa revista de la generación del 70 que supuso Antorcha de Paja (1973-1983), fundada por él en 1973 y que dirigió junto a los poetas Rafael Álvarez Merlo y José Luis Amaro, y después, entre 1983 y 1991, mediante las colecciones de libros de poesía Suplementos y de ensayo Trayectoria de Navegantes, donde publican nombres primeros de la poesía española contemporánea; y más recientemente La Manzana Poética, revista de literatura y edición de libros. Tales empresas y facetas complementan la personalidad de este poeta y cifran una labor constante de impulso a la literatura y la poesía, que alcanzará constatable resonancia andaluza e hispánica, al margen de su obra escrita y publicada.

Asimismo Francisco Gálvez, dentro de su actividad literaria, ha prologado el volumen recopilatorio del Aula Poética «Casa del Inca» de Montilla, 25 poetas en la Casa del Inca (2001), como también el dossier Córdoba en la poesía en el último cuarto del siglo XX, editado por Marché des Lettres en París (2005). Y es autor en solitario del Diccionario general de las revistas literarias españolas del siglo XX (1903-1983) (2007). Además, junto con Álvaro García ha traducido Tregua, de la poeta inglesa Ruth Padel; y, con Leila Makki y Rosa Romojaro, Gaviota de polvo, del poeta marroquí Mehdi Akhrif.

Su primer libro de poemas, Los soldados, está fechado en 1973 y lo publica «El Toro de Barro», en Cuenca. Nada tiene que ver este volumen inaugural con las propiedades de un realismo anterior, bien conocido en la historia de la poesía española. Y es que Los soldados, en contra de lo que parecería sugerirse desde el mismo título, no es un libro social o de denuncia al uso, ni se acomoda su expresión al sentido estricto y estructural que nos es familiar. Ello no impide que el poeta se reubique radicalmente ocho años más tarde al dar a la luz Un hermoso invierno (1981), libro al que seguirán Iluminación de las sombras (1983) y Santuario (1986), entregas todas ellas que prosiguen ampliando el abanico de propuestas estéticas a la par que ahondan en la consecución de una expresión individual, propiciando en el proceso nuevas aristas de irradiación cognoscitiva para su creación.

La concesión a Francisco Gálvez del premio «Anthropos» de 1993 por su libro Tránsito abrirá otra vía adicional para su poesía, exponiéndola además a un caudal más amplio de experiencias lectoras. Su voz se volverá más conocida y, desde entonces, ninguno de sus libros volverá a editarse ya en la semiclandestinidad típica de las colecciones minoritarias. Años después, la concesión del premio «Ciudad de Córdoba Ricardo Molina», en 2004, por su obra El paseante no vendrá sino a corroborar dicha trayectoria creciente del poeta.

La primera reunión de su obra poética tuvo lugar en 1998, bajo el título de Una visión de lo transitorio (1973-1997), con estudio introductorio de Juan M. Molina Damiani. En ella se recogían los primeros libros: Los soldados (1973), Un hermoso invierno (1981), Iluminación de las sombras (1983) y Santuario (1988), al lado de otros poemas. Posteriormente, y en la segunda etapa que se acaba de glosar, coincidente con una primera madurez, han ido publicándose, como se ha adelantado en parte, Tránsito (1994, 2008), El hilo roto (Poemas del contestador automático) (2001), El paseante (2005) y Asuntos internos (2006).

La poesía de Gálvez se define, pues, lógicamente en su variedad temática, si bien hay que resaltar sobre todo un fondo de arraigada coherencia. Son rasgos esenciales de la misma la cercanía a todo lo que rodea al poeta en cada etapa, así como la manifestación de un tenaz sentido crítico respecto a lo uniforme y lo conforme que nos viste, y ello desde una poética impersonal, en la que el yo del personaje se encuentra sagazmente diluido. Estamos con todo ante una escritura que se vuelca, con gozo e indignación, en la transformación de lo visible, de lo más inmediato, dinamismo que no hace sino evocarnos, con acusadora persistencia, la naturaleza transitoria de la realidad. Vislumbrar será así una palabra particularmente útil si hemos de dar nombre al ímpetu de una obra que persigue de continuo ir más allá de lo que se nos da, no sin ambigüedad, en lo más próximo y aparente. La memoria juega aquí un papel preponderante, y se nos revelará más constatablemente en lo autobiográfico, sobre todo en libros recientes como El paseante y Asuntos internos, que abren el horizonte de expectativas de su poesía a la promesa de nuevas vibraciones e intereses.

Una selección de su obra publicada ha sido traducida al italiano en el libro Fragile vaso, en Bari, Italia (1993), y parcialmente han aparecido traducciones de poemas suyos al sueco, francés, inglés y portugués en revistas y otras publicaciones.

Bernd Dietz

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