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Juan de la Cueva

Presentación de Juan de la Cueva

<em>Retrato de Juan de la Cueva</em>. Preliminares de <em>La Conquista de la Bética.</em>La obra dramática de Juan de la Cueva (Sevilla, 1543-Granada, 1612) destaca en el denso panorama que presenta la dramaturgia española en el último tercio del siglo XVI, en el que conviven el teatro religioso y universitario y una gran variedad de géneros teatrales, con especial relevancia de la comedia y la tragedia, y varios focos dramáticos. En concreto, Juan de la Cueva pertenece a la generación teatral que ha sido llamada «de los ochenta», cuyo deseo fue devolver al teatro la dignidad que tuvo en la Antigüedad, alejándose del teatro anterior e intentando satisfacer los gustos del público de su tiempo al que también pretendía instruir doctrinal y moralmente. La actividad dramática de Cueva se ubica en la capital hispalense, que todavía gozaba por aquellos años de una importantísima salud cultural y específicamente teatral, pues contaba con destacadísimas figuras del mundo artístico y literario y, en concreto, con varios corrales de comedias y una destacada presencia de comediantes y dramaturgos, lo que facilitó la explotación comercial de sus comedias.

En el breve pero significativo corpus teatral de Juan de la Cueva se puede señalar la presencia de una serie de elementos, cuyo uso sistemático, además de ofrecer un perfil definido y una imagen singularizada de su dramaturgia, tendría, sin duda, un papel decisivo en la evolución del proceso colectivo de configuración de la comedia nueva que culminaría Lope de Vega: la reducción a cuatro actos; el olvido de las tres unidades; la tipificación de personajes; la variedad de cauces métricos y estróficos adecuada a la situación dramática; la riqueza poética, genérica y estilística; la ausencia de coros; las intrigas episódicas; la mezcla de elementos trágicos y cómicos, aun sin distinguir teóricamente entre comedia y tragedia; la dramatización de una temática histórico-nacional extraída de las crónicas medievales, del romancero y de los acontecimientos coetáneos; el planteamiento de problemas políticos, como el tiranicidio; la aparición de un teatro propagandístico de signo providencialista de la monarquía hispánica...

El nombre de Juan de la Cueva podría ser recordado cuando cualquiera de estos elementos fuera identificado en las comedias del XVII. Y, sin embargo, no por esto tendríamos que pensar que sólo nuestro dramaturgo fue el inspirador de todos y cada uno de estos elementos, ya que es cierto que a su creación escénica contribuyeron otros muchos poetas dramáticos, entre los que destacaron los dramaturgos valencianos y los trágicos finiseculares, pero casi nadie los utilizó como él de forma tan reiterada en su variado repertorio teatral.

Juan de la Cueva formó parte de la generación llamada «trágicos filipinos» (Jerónimo Bermúdez [c. 1530-1606], Lupercio Leonardo de Argensola [1559-1613], Andrés Rey de Artieda [1544-1613], Cristóbal Virués [1550-1609], Gabriel Lobo Lasso de la Vega [1559-1615], Miguel de Cervantes [1547-1616]) —por pertenecer a la época de Felipe II—, que intentó renovar el género trágico, distanciándose de la tradición clásica, con el empleo de los procedimientos citados anteriormente; pero, como los poetas dramáticos que la integran, fracasó al no conectar con el gusto del público, entre otras cosas, por el estilo excesivamente retórico y campanudo de sus dramas, por el protagonismo de unos personajes demasiado planos y desequilibrados y por destacar por encima de cualquier otro fin la intención moralizadora de sus obras.

Ahora bien, Juan de la Cueva podría ser considerado como un poeta dramático —cuya obra tal vez no sea mejor ni peor que la de sus coetáneos— que se nos revela —como dijera Ruiz Ramón— como un «típico representante de este período de transición que adivina muchas cosas, pero que no acierta plenamente ninguna». Su aportación o innovación en el campo escénico parece que fue más fruto de su audacia e intuición que de su reflexión, razón por la que quizás sus obras dramáticas no presenten el grado de perfección que sería deseado y haya que situarlas en el umbral de la comedia barroca o, si se quiere, como un producto teatral del Renacimiento tardío español.

Juan Matas Caballero

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