Saltar al contenido principal

Ramón de la Cruz

Las zarzuelas, comedias y tragedias

Las zarzuelas de Ramón de la Cruz

No sólo desempeñó Ramón de la Cruz un papel fundamental en la historia del teatro breve, sino que también contribuyó a la evolución del género creado por Calderón con El jardín de Falerina y cultivado luego por varios autores, entre los cuales destaca José de Cañizares, autor de poco menos de la tercera parte de las zarzuelas representadas durante la primera mitad del siglo XVIII; la ópera italiana, género predilecto de los monarcas de aquella época -Felipe V sobre todo-, había influido mucho en la zarzuela, no sólo musicalmente sino en los temas y personajes, sacados principalmente de la mitología o de la Antigüedad.

En 1757, en el prólogo de Quien complace a la deidad acierta a sacrificar, subrayaba Cruz la inverosimilitud del teatro lírico, burlándose del desajuste entre el canto y cierto tipo de situaciones: ¿cómo puede tolerarse ni creerse que al encontrar un padre al hijo difunto, el galán a su dama en brazos de otro, la dama al galán solicitando ajenos favores se expliquen los afectos de la más molesta pesadumbre en un aria?[1]; por eso no llamó su obra «zarzuela» -así la suelen considerar los estudiosos, sin embargo-, sino que la calificó de drama cómico-harmónico, porque pretendió conservar la parte de música, pero reduciendo su importancia: siendo desde luego dos los objetos del drama, que son representar una fábula y adherirle un episodio harmónico para mayor deleite del concurso, era, a mi parecer, muy propio cumplir con ambos, y desde luego asegurar a los que se informan del título y cartel que no era todo música, como las óperas, ni la mayor parte de las zarzuelas, sino una pequeña parte para los de buen gusto sin faltar a la precisa ilusión[2].

Quien complace a la deidad acierta a sacrificar es original, pero las zarzuelas de las temporadas 1764-1765 a 1767-1768, con excepción de El tutor enamorado que procede del teatro francés[3], son adaptaciones de obras italianas, casi todas de Goldoni. El caso más interesante es indudablemente el de Los portentosos efectos de la naturaleza, estrenada con éxito en 1766, porque se inspira en un dramma giocoso cuyo tema es sin lugar a dudas el resultado de una reinterpretación de La vida es sueño, y Ramón de la Cruz inserta en el texto de su zarzuela elementos directamente sacados de la obra de Calderón -y que no figuran en la versión italiana-, devolviendo así lo suyo al teatro español.

El periodo más creador se abrió con la nueva organización de la temporada de verano en los teatros madrileños, es decir con la posibilidad para las dos compañías juntas de representar por la noche en el coliseo del Príncipe, durante la semana (excluyendo los días de fiesta), obras «de teatro»[4] a beneficio exclusivo de los cómicos. Así se estrenaron en 1768 Briseida y Las segadoras de Vallecas, ambas originales, con música del compositor español Antonio Rodríguez de Hita, y con tanto éxito que se repitió la experiencia en 1769 con La linda esclava (que gustó menos) y Las labradoras de Murcia, y en 1770 con El buen marido.

Si bien el tema de la Briseida, sacado de la Ilíada, no constituía ninguna novedad, Las segadoras de Vallecas, en cambio, representó un cambio notable en la concepción de la zarzuela, por la adecuación entre el sexo de los personajes y el de los actores que los interpretaban, recitando y cantando el texto -aunque fuera de manera burlesca-, mientras que en Briseida, por ejemplo, el único actor masculino era Ambrosio de Fuentes y eran mujeres las que hacían los papeles de Aquiles, Agamenón o Patroclo. Pero lo más novedoso era la escenificación en una zarzuela de una realidad española, con tipos y costumbres populares, como en los sainetes[5], con un texto sin afectación y de fácil inteligencia. Parece ser la única zarzuela que se libró de la excesiva severidad de los enemigos de Cruz, pues hasta el autor de las Cartas del Sacristán de Maudes al barbero de Foncarral, después de zaherir Briseida, confiesa que fue a ver varias veces Las segadoras, porque le gustó, a pesar de algunas imperfecciones, y reconoce: la zarzuela es buena, y me hace creer que el autor tiene un genio verdaderamente cómico[6].

Contra Las labradoras de Murcia, de la misma vena, y En casa de nadie no se meta nadie o El buen marido, originales las dos, se desató la crítica, como se ha visto, y a través del consejo absurdo que da el Erudito al autor Manuel Martínez -Usted ha de hacer zarzuelas / que tengan menos defectos / que las mejores tragedias- en El poeta aburrido, evocaba Cruz de modo burlesco los términos de la contienda que le opuso a su adversario del momento, Tomás de Iriarte[7].

El éxito más duradero -y más provechoso para los cómicos- lo obtuvo El licenciado Farfulla, zarzuela en un acto sólo, pero siempre representada como elemento principal de la función que solía ser una miscelánea, tipo de espectáculo muy en boga en la época. La misma obra, por su concepción, reflejaba el principio de la miscelánea, según se infiere de lo que dice el propio Cruz en el prólogo de su Teatro a propósito de la zarzuela, una operilla bufa, que en vez de arias se adornara con música de todos los aires españoles; así lo entendió Cotarelo: Una de las razones del grande éxito de la zarzuela y quizá su verdadera novedad debió de consistir en la música, que al parecer era lo que hoy suele llamarse un potpourrí; una mezcla de aires españoles, como dice el autor, y por la letra se ve había coplas de caballo, seguidillas, tonos de folías y de jácara, alguno de ellos de carácter paródico, como el aire patético que canta D. Lesmes, el viejo ridículo y enamorado[8]. Se representó El licenciado Farfulla con mucha frecuencia, a veces con las mujeres sólo -y otras veces con los hombres únicamente- ofreciendo el carácter burlesco de la zarzuela varias posibilidades de interpretación. Al imprimirla Cruz en el tomo VI de su Teatro, cambió el autor el desenlace que le había merecido una crítica severa publicada en el Memorial literario[9], castigando a su protagonista que antes se burlaba de la justicia y quedaba impune a pesar de sus delitos.

El extranjero, zarzuela en el catálogo de Sempere, «comedia con música» como Clementina en la versión impresa, compuestas las dos obras para la casa de Osuna, son la última faceta del teatro musical de Ramón de la Cruz.

[1] Nuevo drama cómico-harmónico. Intitulado: Quien complace a la deidad acierta a sacrificar. Madrid, Antonio Muñoz del Valle, 1757, p. XIX. La música era de Manuel Plá.

[2] Ibid., p. XVIII; también conviene recordar que era una obra de encargo, y había tenido Cruz que encontrar un término medio entre lo que le pedían y sus convicciones.

[3] De una comedia de P.-R. Lemonnier. Para más informaciones sobre las fuentes extranjeras del teatro español de la época, véase F. Lafarga (ed.), El teatro europeo en la España del siglo XVIII, op. cit.

[4] Es decir, con una escenografía espectacular, y unas tarifas más altas.

[5] En realidad, ya había intentado la fórmula el año anterior en El tío y la tía, zarzuela en un acto representada como sainete, precisamente.

[6] Cit. por Cotarelo, Don Ramón de la Cruz. Ensayo biográfico y bibliográfico, op. cit., p. 134.

[7] Véase al respecto Mireille Coulon, Le sainete à Madrid à l'époque de don Ramón de la Cruz (Pau, PUP, 1993, cap. V) y «Don Ramón de la Cruz y las polémicas de su tiempo», Ínsula, 574 (octubre de 1994), pp. 9-12.

[8] Cotarelo, op. cit., p. 169.

[9] Cotarelo, ibid., p. 168.

Las comedias y tragedias 

Volver al índice de vida y obra 

Subir