Saltar al contenido principal

Autores y libros raros y olvidados

Presentación del portal

El portal Autores raros y olvidados nace como un proyecto abierto y continuo porque ingenios, escritores y libros raros siempre los ha habido desde tiempos remotos; los dos primeros por ser excepcionales, brillantes, pero también menores, desconocidos, o marginales; los segundos por ser escasos o de contenido oscuro. Estas raras avis se documentan en el ámbito bibliográfico y literario en la lengua castellana desde el Renacimiento[1]. Con el tiempo el calificativo raro fue sustantivándose hasta constituir la categoría que hoy, en parte, da nombre a este portal.

A los raros ingenios ya dedicaba Cervantes el Canto de Calíope en La Galatea (1585) en el que celebraba el haber dado a conocer a numerosos «ingenios que en nuestra España hoy viven», algunos muy poco valorados, y reprobaba la poca atención que a todos ellos prestaban en general tanto los príncipes como el vulgo. La crítica ha considerado además La Galatea como un texto clave en el desarrollo del concepto de sociabilidad literaria en el que destacan el papel de las academias y la figura del escritor. Siguiendo la tradición de Orlando el furioso de Ariosto, el Canto de Calíope reúne una serie de elegías modernas a contemporáneos que se distancia de las relaciones e inventarios que fijaban las autoridades clásicas, lo cual, es un testimonio de la aparición durante el Renacimiento en España de nuevas modalidades discursivas y genéricas para la fijación del yo del escritor. Se trata de un escritor en su presente. Está vivo y no forma parte todavía de los elegidos -clásicos o canónicos-, pero sí de los actuales, nacionales o extranjeros, que escribe en lengua vulgar y que, ante su incipiente profesionalización, está desarrollando una nueva conciencia autorial. Todo ello, en las fluctuantes fronteras entre la literatura elegíaca y la encomiástica, el floreciente retrato y las modernas vidas y biografías. Desde entonces, pensar literariamente ya no residirá exclusivamente en la enumeración, la evocación o la recreación de modelos conocidos del pasado, sino en notas biográficas de autores que ni siquiera han accedido a la fama gracias a la aparición de nuevas categorías asociadas a la transformación histórica y a la actualidad nacional. Así, aquellos raros ingenios en su razón histórica configuraron los nuevos parnasos, constituidos por eruditos y escritores ocasionales, aficionados o desconocidos, junto con los autores a quienes el público lector había concedido relevancia. Para adquirir visibilidad en la sociedad los escritores desarrollaron dos estrategias complementarias, una colectiva y otra individualizadora. El colectivo o parnaso se presentaba como un orden corporativo fácil de identificar, que promocionaba lo más sobresaliente mediante la canonización individual.

La categoría de raro literario es fruto por lo tanto de una tradición multisecular. Sus rasgos esenciales fueron parcialmente evolucionando a través del tiempo, desde la élite erudita de la Ilustración al genio creador y demiurgo romántico. De raros hablaron autores tan diversos como el padre Benito Feijoo, Bartolomé José Gallardo, Benito Pérez Galdós o Azorín. Durante la Modernidad lo raro alcanzó su paroxismo debido a los cambios políticos, al desarrollo industrial y a las transformaciones sociales, económicas, y técnicas. La percepción que el propio escritor o la sociedad tenían de su figura y de su producción se fueron modificando debido a la profesionalización y a la implicación social del escritor, al desarrollo de la educación y del público lector, a la democratización de la literatura y la mercantilización de las creaciones o lo que Bordieu denominó proceso de autonomía del campo literario.

De la mano de Verlaine y los retratos de sus Poètes maudits (1884-1886) en el Simbolismo francés y después de la de Rubén Darío en Los raros (1896) en el Modernismo hispánico, el escritor raro se diversificó. Raros fueron el maldito, el heterodoxo, el excéntrico, el extravagante, el refinado, el melancólico, el original, el innovador, el desconcertante. El raro encarnaba la imagen del genio, propenso a singularizarse. El escritor poco convencional, el dandy, el bohemio, la mayoría personalidades individualistas, formaron la nueva grey: la Gente joven, la Santa Bohemia, los hijos del Fin de Siglo, los Anarquistas literarios…, los cuales, adoptaron la disidencia como gesto y habitaron en la marginalidad antiburguesa. Ni la calidad de la obra ni la popularidad fueron criterios entonces excluyentes en esa condición de raros, que no fueron raros porque el público lector los enrareció, sino porque se enrarecieron ellos mismos. Por ello convirtieron el rechazo y el conflicto con la sociedad en signos de identidad, con el pensar y el sentir, ya fuese desde una visión decadentista del arte, ya fuese desde el compromiso político liberal. El retrato siguió siendo el mejor modo de dar visibilidad individual y abierta del yo, como nexo entre el presente y el pasado, lo biográfico y lo modernista.

Ahora bien, las circunstancias históricas hicieron que este elenco de raros requiriese una nueva categorización selectiva, la de olvidados y no sólo porque una selecta nómina de escritores lograra ver «a los veinte años de iniciado el afanoso esfuerzo renovador», como afirmaba Salinas en 1943, «campear claramente su cosecha» y «traspasan esa zona de escritores raros»[2]. Bien se sabe que lo que en los años cuarenta pasó a ser «zona» de raros por las circunstancias políticas españolas era antes, para muchos, en su presente histórico, podio de la popularidad y de la fama. Con el Franquismo, aquellos inconfundibles «anormales» que gozaron del reconocimiento del público lector pasaron a ser raros que cuya singularidad quedó trastocada en un taxonómico rango menor, corroborado por el impuesto silencio y por el olvido. El Franquismo, por lo tanto, los enrareció, aunque también el tiempo en general, que borra la memoria. Recuérdese así la colección de Raros y olvidados que Federico Sáinz de Robles quiso promocionar con El Cuento Semanal, los trabajos de José Luis Granjel, recuperando algunas figuras y las memorias que a estos raros con quienes compartieron su juventud les dedicaron Azorín y Pío Baroja.

Dada la importancia que el concepto de raro adquiere desde finales del siglo XIX, en una primera etapa, este portal se centrará de modo especial en aquellos escritores que quedaron eclipsados por múltiples circunstancias en el Fin de Siglo, y en particular, en aquellos que quisieron hacer públicas sus voces y conocidos sus textos: la Gente Nueva y el Grupo Germinal. Tras esta primera etapa, el portal se enriquecerá con otros autores que contribuyeron a que aquel período fuese no una Edad de Plata, sino una Segunda Edad de Oro para la literatura española. Otros autores y épocas seguirán para que el patrimonio literario español quede reflejado con todo su dinamismo y riqueza. El portal recoge asimismo estudios críticos sobre dichos autores y, en especial, sus obras, algunas de ellas empiezan a ser difíciles de localizar. El lector podrá completar su información con materiales visuales y los enlaces propuestos.

Puesto que lo raro también es muchas veces «una forma de comprender insuficientemente»[3], esperamos que con las aportaciones de este portal, aquellos escritores modernos, doblemente alienados, puedan ser definitivamente exhumados.

[1] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. <http://www.rae.es>.

[2] Salinas, Pedro, «La literatura española moderna» (1943), Ensayos de literatura hispánica, Madrid, Juan Marichal, Aguilar, 1958, p. 302.

[3] Salinas, Pedro, «Góngora. La exaltación de la realidad», en Ensayos de literatura hispánica, Ibid., p. 196.

Subir