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Retórica y Poética

Introducción a la Retórica y a la Poética Griegas

José Antonio Hernández Guerrero
María del Carmen García Tejera

Aunque desde hace siglos la Retórica y la Poética han estado estrechamente vinculadas, nacen y se desarrollan en ámbitos diferentes y con propósitos muy distintos: mientras la Poética supone una reflexión sobre el arte de la palabra (posee, por tanto, una finalidad estética), la Retórica surge como disciplina dedicada al estudio del discurso oral con fines persuasivos. Esta distinción se hace patente en el mundo griego, cuna de ambas.

Sin embargo, insistimos en la relación que, incluso en el ámbito griego, han mantenido estas disciplinas desde sus orígenes. Como indica López Eire, Ambas artes coinciden en el estudio y recomendación del empleo de determinadas e idénticas estrategias lingüísticas, fundamentalmente de índole cognitiva, psicológica y estética, que favorecen tanto el propósito de una como el de la otra (2002: 24). A partir del siglo V a. C. se observará una «retorización» de la poética, o absorción de la poética por parte de la retórica.

La Oratoria y la Retórica en Grecia

La importancia de la práctica oratoria y de la teoría retórica griega es reconocida por la totalidad de los críticos y de los historiadores. Las ideas y las normas helenas constituyen una referencia permanente a lo largo de toda la tradición, y la fuente original en la que ha bebido el pensamiento occidental. Su trascendencia no estriba solamente en su amplia extensión temporal ‑desde el siglo VI a. de C. hasta el VI d. de C.‑ sino, sobre todo, en la intensidad y en la profundidad de su influencia. Muchas de sus nociones aún no han envejecido, y los principales conceptos aristotélicos siguen siendo operativos, no sólo en las doctrinas medievales y renacentistas, sino también en las teorías modernas.

La normativa y la reflexión griega sobre la eficacia de la palabra, originada por hechos económicos, sociales y políticos, abarcó la mayoría de las cuestiones teóricas y prácticas que en la actualidad plantean las relaciones que se establecen entre el lenguaje y el pensamiento, el arte, la moral, la política y, en general, las actividades específicamente humanas.

El resumen histórico que a continuación presentamos da cuenta del origen y del desarrollo de la Retórica en Atenas, y señala cómo la práctica oratoria generó, primero, una normativa y, después, una teoría. Con el esbozo siguiente podremos comprobar cómo progresivamente, a partir de la constatación de la influencia social del discurso persuasivo -tanto oral como escrito-, los filósofos adquieren conciencia del carácter instrumental del lenguaje y reconocen la atracción, a veces irresistible, de la palabra y su capacidad para perfeccionar o para degradar al hombre, y para construir o para destruir la sociedad. Los textos griegos más antiguos muestran hasta qué punto los autores griegos aprovechan la capacidad persuasiva de los recursos emocionales y el valor expresivo de los procedimientos ornamentales.

Como es sabido, la formulación de los principios explicativos y la sistematización de las normas reguladoras de los lenguajes científicos, artísticos y técnicos se efectúan, de ordinario, con posterioridad al desarrollo de sus respectivas prácticas. Las teorías se elaboran, generalmente, después de que las experiencias se han extendido y se han integrado socialmente como rasgos culturales.

La literatura griega atestigua que en el mundo helénico se había desarrollado una conciencia retórica -incluso a partir de las creaciones literarias-, ya en el siglo V a. C., y que la oratoria alcanzó notable importancia en la sociedad helena, varios siglos antes de que fuera elaborado el primer manual teórico‑práctico de Retórica. Las preguntas retóricas que los maestros del bien hablar dirigían a los héroes, los discursos y los debates que se relatan en los poemas homéricos (sobre todo en la Ilíada, escrita antes del 700 a. C.), en las obras de los dramáticos griegos (en Las Euménides, de Esquilo, 458 a. C.), en la comedia Las Nubes, de Aristófanes 423 a. C., y en las obras dramáticas de Eurípides, (480‑406 a. C.), en las historias de Herodoto (484‑428 a. C.) y de Tucídides (471-400 a. C.), y en los poemas de Hesíodo, proporcionan un valioso instrumento para el conocimiento de las prácticas retóricas de la Antigua Grecia, y muestran cómo el discurso persuasivo ocupó un puesto importante dentro de la producción literaria, y ejerció una continua influencia social casi desde el comienzo de su civilización.

A pesar de que la influencia de los retóricos latinos fue dominante en el siglo I a. C., algunos trabajos griegos ejercieron una significativa influencia en el desarrollo de la Retórica. En esta época, la enseñanza de la Retórica alcanzó considerable importancia como lo prueba la existencia de cátedras en Roma y en Atenas. Algunas ciudades de Asia contaban con gran número de rétores y de gramáticos en sus bibliotecas públicas, sobre todo en Esmirna y en Éfeso (Kennedy, 1972: 565‑566). Las escuelas de Retórica facilitaban, sobre todo, una formación literaria y los grandes autores clásicos eran leídos, aprendidos de memoria e imitados con fidelidad. La Retórica perdió la orientación práctica que tenía en la época clásica y se convirtió en objeto de estudio por sí misma.

Los inicios de la Poética en Grecia

Podemos encontrar ciertos atisbos de reflexión en torno a la creación artístico-literaria en muchas de las manifestaciones épicas y líricas griegas: así, en las obras de Homero, Hesíodo, Solón, Arquíloco, Anacreonte, Píndaro o Safo encontramos esbozadas cuestiones como el origen y la finalidad de la poesía o sus relaciones con el bien, la verdad y la belleza (Carmen Bobes y otros, 1995, I: 31). Casi cuatro siglos antes de que Platón se refiriera a la «inspiración» como origen de la creación poética, Homero nos hablaba del poder de las musas, y Hesíodo hace referencia a la capacidad de contar mentiras que parezcan verdades (Manuel Asensi, 1998, I: 35). También son dignos de mención ciertos ejercicios de crítica literaria que llevan a cabo algunos autores dramáticos al enjuiciar el estilo o el contenido de obras de otros, anteriores o coetáneos: Eurípides criticó en Electra la forma en que Esquilo escribe Las Coéforas; Aristófanes mostró gran admiración por Esquilo y por Sófocles, pero se mostró muy duro con Eurípides y con los sofistas.

No podemos olvidar la actividad de estos últimos que, aunque atacados por algunos filósofos contemporáneos, ejercieron a menudo como críticos y, sobre todo, convencidos del poder que ejerce la palabra sobre el ser humano, se dedicaron afanosamente a estudiar la lengua y sus recursos expresivos: el valor de los sonidos y del ritmo de las frases; la descripción de diversas combinaciones sintácticas o la importancia de la precisión en el uso de las palabras.

Así pues, aunque Platón y, sobre todo, Aristóteles, constituyen los puntos de partida para el establecimiento de la Poética, encontramos tanto en las obras de diversos poetas como en otros pensadores griegos más antiguos una serie de ideas y de reflexiones que ponen de manifiesto la existencia de una conciencia artístico-literaria, que en muchos casos configuran la Poética actual. En general, hay en ellos una seria preocupación por la relación entre contenido y expresión en la obra literaria, un marcado interés por clasificar y ordenar motivos y asuntos estéticos, así como una clara intención de adecuar los rasgos métricos a las sensaciones que experimentan sus autores y que pretenden trasmitir a los receptores. También encontramos ya en este periodo menciones a la inspiración (como origen de la creación poética), a la relación de la literatura con otras manifestaciones humanas, a conceptos claves en la constitución de la teoría literaria aristotélica (como mimesis o catarsis) o a la doble finalidad (didáctica y deleitosa) de la obra literaria (Carmen Bobes, 1991, I: 57).

Bibliografía

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