—276→
Rosalía no estaba siempre triste. Esto es algo que casi llegamos a olvidar, que muchos olvidan. Es cierto que predominan en su obra los tintes sombríos, es cierto que su visión del mundo es en muchas ocasiones desoladora. Pero no siempre. Podíamos pensar que en Cantares gallegos Rosalía ha realizado un esfuerzo por salir de sí misma, por reír y cantar con el pueblo que ama. Pero no es así, o, por lo menos, ésa no es toda la verdad. A Rosalía, a veces, el mundo le parece un espectáculo divertido, y con gracia, o con humor, nos habla de él. Es cierto que su humor es con frecuencia la cobertura formal del dolor, una forma de hablar de cosas que duelen, echándoles encima el velo de la sonrisa, pero en muchas ocasiones vemos claramente cómo Rosalía se divierte con lo que está contando.
En Cantares gallegos predomina la visión optimista de la vida, y no faltan ejemplos de sana alegría. En Follas novas, más que alegría, hay humor. Vamos a ir viendo ambas actitudes.
La vieja mendiga
habladora y sabia es tema que complace a Rosalía; nos la
presenta con todo lujo de detalles y se extiende
—277→ en los largos discursos de la vieja,
llenos de exclamaciones, de palabras halagadoras, de expresiones de
agradecimiento. En el poema que comienza «-Dios bendiga todo, nena»
(C. G. 28), nos presenta, a
través de este personaje, una visión del mundo
absolutamente optimista: cordialidad, simpatía,
resignación, caridad, providencia...
Rosalía se divierte enfrentando a la costurera y a la santa en la glosa del cantar «Miña Santiña, miña Santasa» (C. G. 36). Una joven costurera le pide a una santa que le enseñe los puntos de la muiñeira. La costurerita desde el primer momento le habla a la santa con palabras halagadoras: «cara bonita» la llama, y le ofrece en préstamo sus pendientes y su collar. La santa le contesta, como una vecina malhumorada, gruñona y no muy bien educada, que se vaya a trabajar la tierra y se deje de bailes. Las palabras de la santa tienen un cierto desgarro popular y un desdén tan poco caritativo que más parecen de verdulera viva y coleante que de santa beatífica. No cabe duda de que Rosalía se está divirtiendo al crear una santa tan poco ortodoxa. Por su parte, la costurerita insiste en su empeño, pasando por alto con gran espíritu diplomático las palabras desdeñosas, hasta que, convencida de la inutilidad de sus ruegos, comienza ella también a insultarla:
|
(C. G. 40) |
El poema entero respira gracia y demuestra una actitud optimista y divertida por parte de Rosalía, que se complace en los animados diálogos de tono popular.
—278→La misma actitud
encontramos en el poema que comienza «Díxome nantronte
o cura»
, que hemos citado al hablar del
amor. Las cuitas de la joven enamorada y no correspondida, sus
problemas morales a propósito de lo que el cura le dice, la
expresión clara y sincera de su deseo, la evocación
del mozo, feo para todas pero hermoso para ella, se cuentan con una
mezcla de ternura, de burla cariñosa, de picardía. De
nuevo Rosalía se divierte, se complace ante el
espectáculo de la vida.
Picardía y ternura hay también en la glosa del cantar popular:
|
(C. G. 65) |
Desarrolla en primer lugar la idea del cantar, el deseo de un hombre, la necesidad que la mujer tiene de él; pero fijémonos en que cambia el matiz de la petición popular y, en vez de pedir un hombre aunque sea malo («aunque me mate, aunque me arranque la piel»), pide un hombre aunque sea feo o contrahecho o pequeño:
|
Para terminar, la joven cuenta lo que lleva en dote. Fijémonos con qué gracia y con qué optimismo se nos da la imagen de su penuria económica:
—279→
|
Puede haber amores no correspondidos, jovencitas pobres, pero la vida es algo que despierta una sonrisa.
Rosalía
cambia la letra de un cantar popular para ofrecer una imagen amable
al par que divertida de la estancia en el ejército,
cumpliendo el servicio militar, de un mozo gallego. El cantar
decía: «Si
me tuveras amor / e me tuveras cariño, / escribírasme
unha carta / nas alas dun paxariño»
.
Rosalía suprime los dos versos iniciales, que implican una
duda, y cambia el sentido de los dos restantes. Queda convertida la
glosa en una carta imaginaria, verbal, donde el quinto le cuenta
sus andanzas a la novia (C.
G. 100). Después de haber presumido un poco con
ingenua vanidad de su uniforme y de la admiración que
despierta en otras mujeres, el mozo da rienda suelta a su saudade y
mezcla a sus declaraciones de amor detalles y recuerdos de la vida
cotidiana. Como en todos los poemas que estamos viendo, el mundo
que aparece reflejado en éste es amable, tierno,
esperanzador y divertido.
En el cuento de Vidal (C. G. 114) es un mundo donde, además, acaba imponiéndose la justicia: el pobre bueno es recompensado, y los malos avariciosos castigados por su mal corazón. Se trata de un cuento popular que Rosalía versificó. Narra la historia de un hombre muy pobre que vivía de la caridad pública en un pueblo rico y próspero. Sus vecinos le daban lo indispensable para vivir, pero nunca —280→ lo invitaron a algo tan tradicional como a proba do porco. Cuando llega la matanza, los vecinos acostumbran a invitarse unos a otros; se regalan chorizo, morcillas, hígado o sangre, etc. El que recibe el regalo queda obligado a corresponder a su vez cuando hace la matanza. Pues bien, Vidal jamás participó de esa generosa costumbre: sus vecinos sabían que él no mataría cerdo y no podría corresponder. Pero la muerte de un pariente en las Américas convierte a Vidal en rico propietario y le da la oportunidad de vengarse. Mata un cerdo para él solito, prepara unas varas con morcillas y se lanza a peregrinar por el pueblo, diciendo ante cada casa:
|
En Follas novas seguimos encontrando historias de este tipo, divertidas, tiernas, alegres, que transparentan una visión del mundo muy distinta a la que es habitual en este libro de madurez de la autora.
De nuevo nos
encontramos con la vieja mendiga lista, que ahora no hace alarde de
sabiduría sino de astucia: se finge sorda para conseguir
todo lo que se propone. Tanto como su picardía nos sorprende
su confianza en la vida, su apego a ella a pesar de la pobreza, su
forma de disfrutar del presente despreocupándose del
porvenir: una vez saciada y con lecho seguro, sólo piensa:
«a dormir y que amanezca»
(F.
N. 253).
Es éste el
único poema en que la alegría no se mezcla con gotas
de humor amargo. Lo típico de Follas novas, más que la pura
alegría, es el humor. Con gracia, logrando que nos divierta
la historia, Rosalía habla de realidades que en el fondo son
tristes. Así la historia del pobre Juan, oprimido por su
mujer, que lleva una vida regalada mientras —281→
él realiza todas las tareas domésticas.
Rosalía se apresura a advertir lo excepcional del caso, ya
que «no hay más que un
atormentado entre mil que dan tormentos»
(F.
N. 262). Rebosa humor la historia de la vieja
viuda que no quiere reunirse con su marido después de
muerta. Se han odiado tanto en vida, que él murió por
no verla y ella está dispuesta a ir al infierno si él
se encuentra en el cielo. El humor está en que sucede lo
contrario, la vieja se empeña en ir al cielo para huir de la
odiada presencia del marido, que está en el infierno. San
Pedro la manda ir al lado del esposo, y ella le contesta con
palabras que no se refieren ya a su caso particular, sino que son
una diatriba contra el matrimonio:
|
Los dardos del humor de Rosalía tuvieron como blanco el matrimonio varias veces. En realidad, lo que ataca es el tópico que considera el matrimonio como algo bueno en sí. La opinión suele proceder -piensa Rosalía- de los que no disfrutan de tan santa y buena institución. Ni los santos, ni los padres de la iglesia quisieron meter sus pies en «aqueses lodos» -argumenta sofísticamente, pues no ignora que hubo santos casados-. El matrimonio es una pesada cruz, es un dogal, una tentación del infierno, pero... hay que casarse porque -dice picarescamente- ¡no tener quien le caliente a uno los pies en el invierno!...:
|
(F. N. 244) |
Las infidelidades amorosas se miran también, a veces, bajo el prisma del humor («Eu por vos e vos por outro», F. N. 216), poniendo de relieve la situación ridícula del marido que duerme confiadamente mientras su mujer abandona la casa, y la del enamorado platónico decidido a defender a la dama de los peligros nocturnos, hasta que se da cuenta de que ella va a una cita con otro hombre.
Y es con humor como Rosalía nos habla de una de las realidades más serias: su dolor de vivir, el dolor enraizado en lo íntimo de su ser y para el cual «no hay remedio entre los humanos» («Teño un mal que non ten cura», F. N. 245).
Su humor es a veces macabro; se imagina lo que sucederá cuando muera, y le divierte la idea de que, aunque no tenga dinero, tendrán que enterrarla:
(F. N. 182) |
El interés de los clérigos, que sólo cantan responsos cuando les pagan, es tema repetido en Rosalía. Lo hemos visto —283→ en el poema anterior comentado humorísticamente; en otras ocasiones su tono es serio, pero la crítica es semejante en ambos:
|
(F. N. 228) |
En el entierro del rico, por el contrario, no hay lágrimas ni gemidos, pero sí tañer de campanas y clérigos que cantan un réquiem soberbio («Todas las campanas con eco pausado», O. S. 361).
Su nacimiento irregular debió de crear problemas sociales a Rosalía, o por lo menos psicológicos. Con la agudeza de quien lo sufre en su propia carne, Rosalía percibe que la vergüenza sobre el origen es sentimiento muy común. Por unas razones u otras, el tema despierta recelos. Su sentido del humor la hace descubrir lo ridículo de una situación en la que nadie quiere darse por aludido:
|
(F. N. 246-7) |
Vemos que el humor de Rosalía revierte frecuentemente sobre ella misma o sobre circunstancias que la afectan de cerca. Veamos cómo comenta su forma de versificar:
|
(F. N. 247) |
No dice que se refiera a ella misma, pero así lo parece por las características de los versos: irregulares, pedregosos, llenos de altibajos, como un camino de la montaña. En otras ocasiones, donde ya no cabe duda de que se refiere a ella, dice que sus versos son hirsutos, como ramas secas, amargos, fieros. Creemos que unos y otros están en la misma línea, y lo que cambia es el tono. Aquí, humorísticamente, se burla de su falta de academicismo.
En Follas novas hay pobres, ya no resignados a su suerte como los de Cantares, sino deseosos de mejorar. Con la misma ingenua esperanza de la lechera clásica, una mujer hace planes sobre el futuro; el hombre, frente a ella, aconseja disfrutar del presente bebiéndose un cuartillo de vino («Teño tres pitas brancas», F. N. 206).
—285→En la tercera edición de Cantares gallegos, hecha en 1909, encontramos dos relatos humorísticos que sobrevivieron a la quema que Rosalía mandó hacer de sus inéditos poco antes de morir y que responden al mismo espíritu que anima los de su primera época.
Rosalía se divierte y nos divierte con la historia de la mujer holgazana, que se pasa la semana alabando a los santos y sólo trabaja un ratito el sábado por la noche. Su holgazanería es justamente castigada: muere sin tener una manta con que cubrirse (O. C. 381).
En el otro poema Rosalía nos presenta a dos viejos borrachines empeñados en averiguar quién tiene mejor vino. La vejez, que tantos y tan amargos versos inspiró a Rosalía, está tratada aquí humorísticamente: los viejos hablan de sus achaques, pero lo que queda de relieve es su gusto por el vino («compadre, desque un vai vello», O. C. 382).
En el primero de estos dos poemas Rosalía empleó varios elementos folklóricos: un dicho popular que va al comienzo y un cuento que incluye los argumentos de la mujer para no trabajar y su triste final52. Del segundo no conocemos la fuente folklórica. La no inclusión de estos poemas en la segunda edición de Cantares (1872) ni en Follas novas (1880) hace pensar que son posteriores y que quedaron inéditos por estar escrito en castellano el último libro de Rosalía. En Follas novas, en la parte subtitulada «Da Terra», hay relatos muy similares, entre los que no hubieran desentonado. Si son poemas posteriores a 1880, demostrarían el apego de Rosalía a esos relatos divertidos, alegres, que contrastan tan violentamente con la triste visión del mundo de su etapa final.
—286→En todo caso, estos poemas son bastante numerosos como para enriquecer la imagen de Rosalía con la gracia de una sonrisa que, si a veces es humorística, otras veces es de franca y serena alegría.