¿Qué
pensaba Rosalía de sí misma como poeta?
¿Qué significaba para ella escribir? ¿Fue o no
consciente de la importancia social que tuvo su poesía?
Rosalía
publica un librito de poesía, La Flor, cuando tiene
veinte años. Pero sabemos que su marido tuvo que vencer una
gran resistencia para lograr que se publicasen los Cantares
gallegos. En el prólogo a este libro encontramos las
primeras palabras de Rosalía justificadoras de su quehacer
poético. Su propósito es reivindicar para Galicia los
méritos que injustamente le son negados, y para ello
hablará de sus costumbres, de sus paisajes, del
carácter de las gentes, y lo hará en lengua gallega
-dialecto, dice ella- «doce
e sonoro e tan a propósito como o pirmeiro pra toda clase de
versificación». No faltan las
palabras, casi de rigor en esta clase de prólogos, en las
que declara sus escasas cualidades para llevar a feliz
término la tarea de dar a conocer Galicia tal como es, pero
confiesa también el buen deseo que la anima:
...naide ten menos
que eu teño as grandes cualidades que son precisas pra levar
a cabo obra tan difícile, anque naide —288→
tampouco se pudo achar animado dun máis bon deseo pra
cantar as bellezas da nosa terra naquel dialecto soave e mimoso que
queren facer bárbaro os que non saben que aventaxa ás
demáis linguas en dosura e armonía
(C.
G. 15.)
En el primer poema
de los Cantares insiste en su carácter de
intérprete de Galicia: ella es la meniña gaiteira que ha de cantar
a Galicia en la lengua que habla, porque «así se lo
pidieron»:
Cantarte hei,
Galicia,
teus dulces
cantares,
que así mo
pediron
na beira do
mare.
[...]
Que así mo
pediron,
que así mo
mandaron,
que cante e que
cante
na lengua que eu
falo.
(C.
G. 24-25)
En el cantar final
de la primera edición Rosalía se hace ella misma la
autocrítica:
Eu cantar, cantar,
cantéi,
a grasia non era
moita.
¡Mais
qué faser, desdichada,
si non
nacín máis grasiosa!
(C.
G. 154)
Con mucha gracia
comenta un rasgo de su estilo; dice que al principio cantaba
dándole vueltas al asunto como el que no sabe una cosa,
mediante circunloquios:
Cantei como mal
sabía
dándolle
reviravoltas,
cal fan
aqués que non saben
direitamente unha
cousa.
—289→
Pero poco a poco
se fue animando a dejar correr libremente su
inspiración:
Pero
dempóis paseniño,
i un poco
máis alto agora,
fun botando as
miñas cántigas
como quen non quer
a cousa.
Y de nuevo insiste
en su amor a la patria, en la abundancia del sentimiento que
impregna sus canciones:
Non me
espriquéi cal quixera
pois son de
espricansa pouca;
si grasia en
cantar non teño
o amor da patria
me afoga.
(C.
G. 153-4)
Casi veinte
años más tarde, en el prólogo a Follas novas ,
Rosalía vuelve a declarar su repugnancia a publicar sus
versos. Viejos compromisos la obligan a editarlos, violentando lo
que parecía ser su deseo de mantenerlos inéditos.
Encontramos aquí expresada una idea que repetirá
también en sus poemas; los publica sin saber para qué
y no le importa tampoco saberlo:
Gardados estaban, ben podo decir que para
sempre, estes versos, e xustamente condenados pola súa
propia índole a eterna olvidanza, cando, non sin verdadeira
pena, vellos compromisos obrigáronme a xuntalos de presa e
correndo, ordenalos e dalos á estampa. N'era esto, en
verdade, o que eu quería, mais n´houbo outro remedio;
tuven que conformarme co duro das circunstancias que así o
fixeron. «¡Vaian en boa hora -lles dixen estonces-,
estes probes enxendros da miña tristura!; ¡vaia antre
os vivos o que xa é, pola súa propia natureza, cousa
dunha morta ben morta!». E fóronse, sin que eu sepa
pra qué, nin me faga falla o sabelo
(F. N. 159).
—290→
Para
Rosalía, vida y obra van íntimamente unidas. Sus
versos brotan de su interior y van inevitablemente teñidos
de su estado de ánimo:
Ando
buscando almíbres que almíbaren
estos meus agres
versos,
i eu non sei
cómo, nin por onde, sempre
se lles atopa un
fero.
I o
ceo e Dios ben saben
non teño a
culpa deso.
¡Ai!, sin
querelo, tena
o lastimado
corazón enfermo.
(F. N. 173)
Y la misma idea
aparece expresada en el prólogo del libro:
...as cousas teñen de ser como as fan
as circunstancias, e si eu non puden nunca fuxir ás
miñas tristezas, os meus versos menos. Escritos no deserto
de Castilla, pensados e sentidos nas soidades da natureza e do meu
corazón, fillos cativos das horas de enfermedade e de
ausencias, refrexan, quisáis con demasiada sinceridade, o
estado do meu esprito unhas veces; outras, a miña natural
disposición (que n'en balde son muller) a sentir como
propias as penas alleas
(F. N. 159.)
Advertimos que
Rosalía ha reflexionado mucho sobre su quehacer
poético, sobre su sentido. Se da cuenta de que, aunque sus
propios sentimientos sean muchas veces el tema de sus poemas, esos
sentimientos son universales:
¿Qué lle pasará a un que
non sea como se pasase en todolos demáis? ¡En min y en
todos! ¡Na miña alma e nas alleas!
(O.
C. 416.)
Es, además,
consciente de la vinculación que el poeta tiene con el
ambiente que le rodea. Expresándonos en términos
—291→
modernos diríamos que Rosalía admite la
existencia de un compromiso del poeta con su tiempo:
Galicia era nos Cantares o obxeto, a alma enteira, mentras que neste
meu libro de hoxe, ás veces, tan soio a ocasión,
anque sempre o fondo do cuadro: que si non pode senón ca
morte despirse o esprito das envolturas da carne, menos pode
o poeta prescindir do medio en que vive e da natureza que o rodea,
ser alleo a seu tempo e deixar de reproducir, hastra sin pensalo, a
eterna e laiada queixa que hoxe eisalan tódolos labios.
Por eso iñoro o que haxa no
meu libro dos propios pesares, ou dos alleos, anque ben podo telos
todos por meus, pois os acostumados á desgracia, chegan a
contar por súas as que afrixen ós demáis.
Tanto é así, que neste meu novo libro
preferín, ás composicións que puderan decirse
personales, aquelas outras que, con máis ou menos acerto,
espresan as tribulaciós dos que, uns tras outros, e de
distintos modos, vin durante largo tempo sofrir ó meu
arredore. E ¡sófrese tanto nesta querida terra
gallega!
(F. N. 161.)
Y también
era consciente de su obligación respecto a las letras
gallegas: habría que mantener y alimentar el movimiento que
ella había contribuido a iniciar de modo decisivo: el
gallego debía recuperar el rango de lengua literaria
olvidado durante siglos:
.
Creerán algús que porque, como
digo, tentéi falar das cousas que se poden chamar homildes,
é porque me esprico na nosa léngoa. N'é por
eso. As multitudes dos nosos campos tardarán en ler
estos versos, escritos a causa deles, pero só en certo modo
pra eles. O que quixen foi falar
unha vez máis das cousas da nosa terra e na nosa
léngoa, e pagar en certo modo o aprecio e cariño que
os Cantares gallegos despertaron en algúns entusiastas. Un
libro de trescentas páxinas, escrito no doce dialecto do
país, era naquel estonces cousa nova, e pasaba polo mesmo
todo atrevemento. Aceptárono, i o que é máis,
aceptárono contentos, e ieu comprendín que desde ese
momento quedaba obrigada a que non fose o primeiro i o
último. N'era cousa de —292→
chamar as xentes á guerra e desertar da bandeira que
eu mesma había levantado
(F. N. 163)
Contrastan estos
propósitos sociales con el desinterés por la
publicación de sus escritos y por la falta de sentido que
llega a verles en ocasiones. Probablemente ella quiso velar al
público aquello que consideraba demasiado íntimo, lo
que expresaba con "demasiada sinceridad" su estado de ánimo.
Quizá a este deseo obedeció su petición de que
quemasen sus inéditos al morir.
Rosalía
tenía muy clara la idea de la libertad creadora del artista,
y así, cumplida la que consideraba una obligación con
su patria, anuncia su intención de no emplear en adelante la
lengua gallega:
Alá van, pois, as Follas novas,
que mellor se dirían
vellas, porque o son, e últimas, porque pagada xa a deuda en
que me parecía estar coa miña terra, difícil
é que volva a escribir máis versos na lengua
materna
(F. N. 163.)
Rosalía se
interroga a sí misma sobre su vocación
poética: ¿por qué escribo? Lo que ella piensa
lo han pensado otros antes; lo que ella siente es común a la
humanidad. Sin embargo, escribe. El hombre, como la naturaleza,
parece estar inmerso en un eterno retornar. A ella le ha tocado
repetir lo que antes repitieron otros:
E ben,
¿para qué escribo?
E ben, porque
así semos,
relox que
repetimos
eternamente o
mesmo.
(F. N. 165)
Percibe la
monotonía de su condición de poeta: ¿es vicio,
pasión, o enfermedad del alma? ¿Por qué
añadir otra gota al inmenso mar? Pero también percibe
el carácter natural —293→
de su canto: como el sol, como el agua, como el ave, el
poeta deja oír su voz:
Aún otra
amarga gota en el mar sin orillas,
donde lo grande pasa de prisa, y lo
pequeño
desaparece o se hunde, como piedra
arrojada
en las aguas profundas del
estancado légamo:
vicio,
pasión o, acaso, enfermedad del alma,
débil a caer vuelve siempre
en la tentación,
y escribe como escriben las olas en
la arena,
el viento en la laguna y en la
neblina el sol.
Mas nunca nos
asombra que trine o cante el ave
ni que eterna repita sus murmullos
el agua;
canta, pues, ¡oh poeta!,
canta, que no eres menos
que el ave y el arroyo que en ondas
se desata.
(O. S. 393)
Rosalía
sufre como todo poeta la dificultad de utilizar un instrumento que
no obedece exactamente a sus deseos: entre la idea, entre el
sentimiento y la palabra hay un abismo que en vano se intenta
superar:
La palabra y
la idea... Hay un abismo
entre ambas cosas, orador
sublime;
si es que supiste amar, dí,
cuando amaste:
¿no es verdad, no es verdad
que enmudeciste?
[...]
Mas la palabra en
vano,
cuando el odio o el amor llenan la
vida,
al convulsivo labio
balbuciente
se agolpa y precipita.
¡Qué
ha de decir! Desventurada y muda,
de tan hondos, tan íntimos
secretos,
la lengua humana, torpe, no
traduce
el velado misterio.
(O. S. 384)
—294→
Las palabras son
muchas veces la pantalla que oculta los verdaderos sentimientos que
agitan el alma del poeta, y de nuevo Rosalía se pregunta:
¿para qué escribir?, ¿para qué intentar
volcar sobre el papel sus dudas, su dolor, sus deseos, sus
rencores? En todo caso, será inútil. Sobre él
sólo quedará el fruto hueco de las palabras:
Mollo na propia
sangre a dura pruma
rompendo a vena
hinchada,
i escribo...,
escribo..., ¿para qué?
¡Volvede
ó
máis fondo da ialma,
tempestosas
imaxes!
¡Ide a morar
cas mortas relembranzas!
¡Que a man
tembrosa no papel só escriba
palabras, e
palabras, e
palabras!
Da idea a forma
inmaculada e pura
¿dónde quedóu
velada?
(F. N. 173)
En varias
ocasiones Rosalía intentó una justificación
del tono triste y dolorido de sus poemas. En el prólogo de
Follas
novas, cuando habla de los males ocasionados a Galicia
por la emigración, afirma:
Historias dinas de ser cantadas por mellores
poetas do que eu son. e cuias santas armonías deberán
ser espresadas cunha soia nota e nunha soia corda: na corda do
subrime, e na nota da delor
(F. N. 162.)
De modo que en su
opinión, es el tema quien impone, en determinadas
circunstancias, el tono de dolor a sus versos. En todo un poema que
hemos visto anteriormente («Ando buscando
meles e frescuras») confiesa que es su propio
espíritu dolorido el que tiñe de tristeza sus versos.
Y en otra ocasión, burlándose sarcásticamente
del título del libro, nos dirá que sus poemas son
duros, amargos, secos, porque brotan de la gándara de su
espíritu:
—295→
¡Follas novas!, risa dáme
ese nome que
levás,
cal si a unha
moura ben moura,
branca lle
oíse chamar.
Non Follas
novas; ramallo
de toxos e silvas
sós:
irtas, como as
miñas penas;
feras, como a
miña dor.
Sin olido nin
frescura,
bravas
magoás e ferís...
¡Se na
gándara brotades,
cómo non
serés así!
(F. N. 166)
De todas formas,
reivindica para el poeta la libertad de cantar como le plazca: sus
versos serán alegres o tristes según los dicte su
sentimiento y no el gusto de la masa:
Y a mi
corazón le dije: «si no es vano tu ardimiento
y en ti el manantial rebosa del
amor y el sentimiento,
fuentes en donde el poeta apaga su
sed divina,
sé tú mi musa, y
cantemos sin preguntarle a las gentes
si aman las alegres trovas o los
suspiros dolientes,
si gustan del sol que nace o buscan
al que declina».
(O. S. 376)
Rosalía se
hace la crítica de su propio estilo; unas veces en tono
burlesco («Fas uns versos...
¡ai qué versos!», F.
N. 247). Otras, seriamente, analiza las
características de sus versos; nos habla de la
insólita armonía que poseen, y en verdad que
juzgó acertadamente, ya que la musicalidad de los poemas de
Rosalía era insólita por sus combinaciones
métricas en la poesía de la época. Nos habla
también del carácter vago y confuso de sentimientos e
ideas:
—296→
Diredes destes
versos, i é verdade,
que tén
estraña insólita armonía,
que neles as ideas
brilan pálidas
cal errantes
muxicas
que estalan por
instantes,
que desparecen
xiña,
que se asomellan
á parruma incerta
que voltexa no
fondo das curtiñas,
i ó susurro
monótono dos pinos
da beiramar
bravía.
Y, de nuevo, da a
su poetizar el carácter de algo natural, como el rumor que
brota del bosque. Y afirma la espontaneidad: sus poemas son tal
como salen «en confuso» de su alma:
Eu diréivos
tan só que os meus cantares
así
sán en confuso da alma miña,
como sai das
profundas carballeiras
ó comenzar
do día,
romor que non se
sabe
si é
rebuldar das brisas,
si son beixos das
frores,
si agrestes,
misteriosas armonías
que neste mundo
triste
o camiño do
ceu buscan perdidas.
(F. N. 166)
Parece claro que,
para Rosalía, la poesía desempeñó dos
funciones fundamentales. Le sirvió para ensalzar a Galicia,
para luchar contra las injusticias que sufría su pueblo,
para expresar los problemas de la tierra donde nació.
Cumplió, pues, una función de testimonio o denuncia,
una función social. Por otra parte, la poesía era un
desahogo de los sufrimientos de su vida; escribía, en cierto
modo, para liberarse, y por ello se resistía a la
publicación; sólo en la medida en que sus dolores le
parecían comunes a los demás, —297→
en que el sufrimiento de su alma podía expresar el de
otras, justificaba el dar a la luz pública los «pobres
engendros» de su tristeza. Esas son las dos respuestas que
Rosalía se daba a sí misma cuando se preguntaba:
«e ben, ¿para
qué escribo?».