Hay dos figuras
retóricas que constituyen la piedra angular sobre la que se
eleva la poesía de Rosalía: son la repetición
y el contraste. La primera constituye una especie de entramado o
estructura conceptual o rítmica en la que se engarzan los
distintos recursos expresivos. De ellos, el más empleado y
del que ahora nos ocuparemos es el contraste.
El contraste como
figura con valor expresivo grande comienza a cobrar relieve a
partir de Cantares gallegos. Antes (y después
también, pero los despreciamos) hay contrastes de escaso o
nulo valor poético por constituir tópicos literarios
o por tratarse de contrastes visuales, de color, también
poco originales: así el contraste entre los estados de
ánimo de la joven que espera al amante que se retrasa
(O. C. 230 y ss.) o entre el color negro de un ataúd
y la palidez del cadáver (O.
C. 246).
Desde Cantares
gallegos el contraste adopta formas mucho más
originales y sutiles, algunas de una gran efectividad
retórica. Muchos de estos contrastes escapan a los moldes
rígidos de una clasificación y constituyen cada uno
de ellos un ejemplo de técnica independiente. Sin embargo,
—438→
aun a sabiendas de que desbordarán el esquema, hemos
procurado dividirlos en unos grupos muy generales y, dentro de
ellos, comentar, cuando es necesario, los casos más
sobresalientes.
Distinguiremos dos
grandes grupos:
Contrastes cuyo efecto principal es destacar significados
opuestos.
Contrastes cuyo efecto principal es producir sorpresa.
Los primeros son
los más abundantes, y los subdividimos a su vez en los
siguientes grupos:
Contrastes entre
apariencia y realidad
Veremos en primer
lugar los que llamaremos contrastes entre la apariencia y la
realidad. Algunos adoptan formas muy claras. Por ejemplo, al poeta
le interesa señalar las diferencias entre lo externo y lo
interno: unos ojos claros de mirada serena pueden cubrir las
tinieblas del pecado, en las que vive el espíritu
(C. G. 29). Otras veces lo
que se pretende poner de relieve, para que el oyente saque
consecuencias, es la diferencia entre la situación supuesta
y la real:
Meniña ben
vestida,
meniña ben
calzada,
que ten roupa de
cote,
que ten roupa de
garda;
meniña que
ben folga,
meniña que
anda maja,
i é probe,
malpecado,
como unha triste
araña...
(C.
G. 88)
—439→
El contraste entre
la supuesta pobreza y la situación de bienestar (buena ropa,
buen calzado; holganza...) abre el camino a conclusiones
evidentes.
Más
interesante y más original es el contraste que presenta
Rosalía entre la categoría de un personaje y su forma
de hablar. Así una santa, a la que una joven va a pedir un
favor, le contesta en términos de un desgarro popular, de
una picardía, y de una hiriente ironía que nada
tienen que envidiar a cualquier verdulera rencorosa. La joven, que
es costurera, le dice que las de su profesión tienen
«boca de reina, cuerpo de
dama», que les va bien la seda y huyen del fango
(refiriéndose con esto último a que no necesitan
trabajar fuera de sus casas, manchándose en el barro de los
caminos). Y la Santa le contesta:
Realmente es
difícil decir más cosas insultantes en tan pocas
palabras: el teo es en sentido estricto una enfermedad cerebral
que padecen las ovejas y que se aplica en sentido despectivo a las
personas para indicar que están mal de la cabeza. La frase
«sedas as que dormen
antre o centeo» alude a relaciones
eróticas non
sanctas de la costurera. Finalmente, la alusión a su
bajo nacimiento (nacer en el —440→
fango o en la calle) no es precisamente un prodigio de
caridad cristiana.
Pero sobre la
costurera y la santa volveremos más adelante, porque
todavía hay en el poema otro contraste que
señalaremos en su grupo correspondiente.
En la línea
de los contrastes entre lo interno y lo externo, lo real y lo
aparente, es un bonito ejemplo el del Cantar XXIV. En él
contrasta la rudeza y simplicidad del mozo soldado, su falta de
refinamiento en muchos detalles, con la finura y la delicadeza de
su sentimiento amoroso. No duda el soldado en alabar su majeza
vestido de uniforme y en decirle a su novia cómo otras
chicas lo miraban:
¡Si me viras
queridiña,
cal outras que eu
sei me viron!
Cada ollada me
botaban
xa de
través, xa de fito...
Tampoco tiene
inconveniente en recordarle el precio del pañuelo que le
regaló:
dime si gárdalo
pano
que che din por
San Benito,
que o
merquéi na quinta feira
por doce cartos e
pico.
Y, contrastando
con esto, palabras que revelan una gran sensibilidad para el amor y
la naturaleza:
As amoriñas
maduran
nas silveiras dos
camiños,
nasen as
froriñas brancas
por antre as canas
do millo,
o río pasa
que pasa,
cantan nas ponlas
os xílgaros...
[...]
sólo
nós, Rosa, faltamos
naqueles verdes
campiños.
(C.
G. 102)
—441→
Contrastes entre
personajes
Otro grupo
importante es el que podemos hacer con los contrastes entre
personajes. Aquí volvemos a la costurera y la santa. Gran
parte de la gracia del poema se basa en el contraste entre las
actitudes y las palabras de los dos personajes: melosa,
cumplimentera, diplomática, la joven; ruda, seca, tajante y
despreciativa la santa.
Dice la
costurera:
Miña Santiña,
miña
Santasa,
miña
cariña
de
calabasa:
hei de
emprestarvos
os meus
pendentes,
hei de
emprestarvos
o meu
collar;
hei de
emprestarcho,
cara
bonita,
si me
deprendes
a
puntear.
(C.
G. 36)
Le contesta la
santa, como una vieja gruñona y desapacible, que no se deja
camelar por los cumplidos:
-Costureiriña
comprimenteira,
sacha no
campo,
malla na
eira,
lava no río,
vai
apañar
toxiños
secos
antre o
pinar.
—442→
Así a
meniña
traballadora
os
punteados
deprende
hora.
(C.
G. 36)
El contraste puede
darse entre la situación anímica de dos personajes;
así contrasta el apasionamiento amoroso de un joven con la
frialdad de la mujer:
És garrido
e lanzal i os teus ollos
nos meus coma
estrelas fixos,
dormentes, din que
o amor neles
pousa o seu dedo
divino.
Eu
contémprote en tanto serea,
dura coma os
seixos fríos,
e do teu
corazón conto
os turbulentos
latidos.
(F.
N. 282)
El contraste se
presenta muchas veces entre la misma Rosalía y otros
seres:
Todos sospiran, todos,
por algún
ben perdido.
Eu só non
digo nada,
eu só nunca
sospiro...
(F. N. 167)
Otras veces es el
contraste, típico de la poesía de Rosalía,
entre el triste y los dichosos: «A sus
plantas se agitan los hombres» (O. S. 385); «Vosotros que lograsteis vuestros
sueños» (parte tercera del poema «Los
tristes», O. S.
328); «Camino blanco, viejo
camino» (O.
S. 346), etc.
—443→
Contrastes dentro de
un mismo personaje
Otro grupo posible
es el contraste entre actitudes, situaciones o sentimientos de un
mismo personaje:
En contraste con
la actitud mantenida a lo largo de todo el poema, la costurera
cumplimentera, irritada por las negativas de la Santa a sus
peticiones, la insulta descaradamente:
-¡Ai, qué
Santasa!
¡Ai,
qué Santona!
Ollos de
meiga,
cara de
mona.
(C.
G. 40)
En el poema
«Castellanos de Castilla» contrastan las situaciones
del campesino gallego antes y después de su estancia en
Castilla:
Cando foi iba sorrindo
cando veu,
viña morrendo.
En ese mismo poema
es más interesante el contraste entre las distintas
actitudes de la mujer en cuya boca se ponen las palabras del poema.
Contrasta la violencia del insulto, el odio, el rencor hacia
Castilla, con la ternura y la suavidad con que habla de su amor
muerto (C. G. 122-6).
Para
señalar el carácter extraordinario de una fiesta se
busca el contraste entre la actitud habitual de una señora y
la que tiene en esos momentos:
Mais ela decote
tan grave e soberba,
tan fina de
oído, tan curta de mans,
xordiña
quedara, falando por sete,
con probes e
ricos, con porcos e cans.
(C.
G. 138)
—444→
Para indicar la
necesidad y a un tiempo el temor a la soledad se presenta el
contraste entre dos actitudes de la poeta: primero aleja de
sí a las personas que la rodean, después pide
compañía a los pequeños seres que ve u oye: la
mosca, el ratón, incluso el ruido de la leña verde en
el fuego. Primero dice: «Ivos e non
volvás». Después: «¡Por Dios... non
vos vaiás!» (F.
N. 171).
Contrastes
temporales
Grupo numeroso es
el de los contrastes entre sensaciones o sentimientos, en los
cuales el tiempo tiene un papel importante. El tiempo es, muy
frecuentemente, el elemento que provoca el contraste:
¡Ai!, que os anos correron
e pasaron
auroras,
e menguaron
as dichas,
e medrano
as congoxas.
(F. N. 185)
Agora cabelos negros,
máis tarde
cabelos brancos;
agora dentes de
prata,
manan chavellos
querbados;
hoxe fazulas de
rosas,
mañán de coiro
enrugado.
(F. N. 244)
Muchas veces,
referidos a la autora, son contrastes entre un pasado dichoso o
ilusionado y un presente triste y desengañado. A fin de no
multiplicar innecesariamente los ejemplos, citamos solamente
algunos títulos: «Lévame a aquela fonte
cristaíña» (F. N. 188),
«Aún parece que asoman tras del Miranda altivo»
(O. S. 347),
«Ansia que ardiente crece» (O. S. 388), «Tú para
mí, yo para ti, bien mío» (O. C. 657).
—445→
Otras veces se
trata de un contraste entre el presente esperanzado de un personaje
y un futuro previsto por el poeta:
¡Ánimo,
compañeiros,
toda a terra
é dos homes!
[...]
Mañán é o
día grande, ¡á mar, amigos!
¡Mañán, Dios nos
acoche!
¡No
sembrante a alegría,
no corazón
o esforzo,
i a campana
armoniosa da esperanza,
lonxe, tocando a
morto!
(F. N. 280)
Contrastes de
situaciones, sucesos u objetos
Los contrastes
más frecuentes son las contraposiciones de situaciones,
sucesos u objetos, entendidos en sentido amplio. Así
Rosalía destaca las diferencias entre Galicia y Castilla
contraponiendo elementos de los dos paisajes:
¡Trocar campiños
frolidos
por tristes campos
sin rego!
¡Trocar tan craras
fontiñas,
ríos tan
murmuradeiros
por seco polvo que
nunca
mollan as
bágoas do ceo!
(C.
G. 124)
Por la misma
técnica de contraste señala las peculiaridades del
valle y la montaña:
Aló enriba o «sun sun» dos
pinos bravos,
en baixo, a dose
paz.
Na cima, crara
luz, aires purísimos...
[...]
—446→
en
baixo amante calma, cariñosas
brisas
[...]
(F. N. 285)
Un efecto
interesante consigue Rosalía al contraponer dos objetos muy
distintos, una luciérnaga y un astro, destacando al mismo
tiempo sus diferencias y una profunda identidad en su fondo:
Una
luciérnaga entre el musgo brilla
y un astro en las alturas
centellea;
abismo arriba, y en el fondo,
abismo:
¿qué es al fin lo que
acaba y lo que queda?
(O. S. 320)
Muy frecuente es
el contraste entre objetos insertos en una reiteración. En
el ejemplo que citamos, la brevedad del huerto en el que juegan los
niños contrasta con la grandeza de la tierra, del espacio,
del mar con que sueñan, y que van realzados por la
reiteración de la partícula ponderativa
cuán:
En su cárcel se duermen
soñando
cuán bello es el mundo cruel
que no vieron,
cuán ancha la tierra,
cuán hondos los mares
cuán grande el espacio,
qué breve su huerto.
(O. S. 341)
Notemos que dentro
del contraste citado hay otro más entre la apariencia y la
realidad: bello-cruel.
En una
ocasión hemos observado que el contraste entre objetos tiene
un efecto similar al de la técnica de la pintura
impresionista: manchas de distinto color producen un efecto
óptico de conjunto distinto al de los colores
independientes. En el poema «Cenicientas las aguas»
(O. S. 343) contrasta
el negro de las charcas y de los cuervos con el blanco de la
—447→
gaviota produciendo un efecto de gris, que es el color
predominante en la composición.
Frecuentísima es en Rosalía la coexistencia de
contraste y reiteración. Una forma de realizarse esta
simbiosis es la reiteración de un elemento que sirve para
contrastar sucesos o situaciones muy distintas. Por ejemplo: las
campanas, las mismas campanas, tocan en los bautizos y en los
funerales de los miembros de la familia (C. G. 143). En el capítulo de las
repeticiones hemos estudiado más ampliamente la
relación entre estas dos figuras retóricas.
La tristeza de la
muerte queda realzada por el contraste con la alegría
primaveral, con el renacer de todos los seres:
Mas... ni aun la
muerte complacerla quiso,
cruel también con ella;
perdonóle la vida en el
invierno,
y, cuando todo renacía en la
tierra,
la mató lentamente, entre
los himnos
alegres de la hermosa
primavera.
(O. S. 391)
En los contrastes
de situaciones son frecuentes las que enfrentan el pasado con el
presente, que hemos visto al hablar de los contrastes temporales.
Pero puede darse también un contraste entre situaciones
totalmente coetáneas: el bienestar del hogar, con la
inclemencia del exterior:
Cuando sopla el
Norte duro
y arde en el hogar el fuego...
(O. S. 355)
Contrastes entre la
naturaleza y el hombre
Encontramos muy
frecuentemente en Rosalía el contraste entre la naturaleza y
el hombre, ya sea de ambas reálidades —448→
tomadas en sentido global, ya sea de algún aspecto
concreto de ellas.
Motivo constante
de meditación es la caducidad, el carácter
irreversible del vivir humano frente a la perennidad y el eterno
retorno de la naturaleza. El contraste es la forma más
normal de presentar esta diferencia:
Natureza fermosa,
a mesma
eternamente,
dille ós
mortáis, de novo ós loucos dille
¡que eles
nomáis perecen!
(F. N. 182)
El contraste
muchas veces se personaliza, comparándose el mismo poeta (no
ya la humanidad) con la naturaleza:
Mientras el hielo
las cubre
con sus hilos brillantes de
plata,
todas las plantas están
ateridas,
ateridas como mi alma.
Esos hielos para
ellas
son promesas de flores
tempranas,
son para mí silenciosos
obreros
que están tejiéndome
la mortaja.
(O. S. 376-377)
Cuando no se trata
de una naturaleza vegetal, lo que se destaca no es el perenne
renovarse, sino la mayor caducidad del hombre. Así
Rosalía medita:
Os
homes pasan, tal como pasa
nube de
vran.
I as pedras
quedan..., e cando eu morra,
ti,
catredal,
ti, parda mole,
pesada e triste,
cando eu non sea,
ti inda serás.
(F. N. 193)
—449→
Una forma de
destacar la tristeza del hombre es hacerla contrastar con una
naturaleza risueña. Así se resalta el dolor de la
mujer del emigrante en medio de la belleza y la serenidad de un
paisaje que parece invitar a la paz y al descanso (F.
N. 309). Así la mujer sola vive su
tristeza en la suavidad y la alegría de la naturaleza.
Eran
crárolos días,
risóñalas
mañáns,
i era a tristeza
súa
negra coma a
orfandá.
(F. N. 200)
Muy frecuentemente
este tipo de contraste aparece enlazado con la reiteración;
en el poema que citamos a continuación se repite tres veces
el mismo tipo de contraste: dos veces referido a la naturaleza, una
a las gentes que rodean a la poeta.
Reproduzco
sólo la primera estrofa a fin de no multiplicar
innecesariamente los ejemplos:
No
ceo, azul crarísimo;
no chan, verdor
intenso;
no fondo da alma
miña,
todo sombriso e
negro.
(F. N. 189)
Contrastes cuyo efecto
principal es la sorpresa
Más
interesante que todos los grupos anteriores, en los cuales el
contraste cumple la función de destacar las realidades
enfrentadas, me parece otro grupo heterogéneo de contrastes
en los cuales el efecto principal es de sorpresa. De alguna manera
se produce un contraste entre lo que nosotros esperábamos
que iba a suceder y lo que sucede; entre —450→
el desarrollo de una idea y su conclusión; entre un
sentimiento y el objeto que lo inspira; entre el tono y el
contenido... Estos contrastes tienen en común el efecto de
extrañeza, de suceso inhabitual que producen. Vamos a ir
viendo ejemplos.
En un poema,
Rosalía hace una graciosa sátira del matrimonio; va
demostrando -con falsos argumentos, por cierto- que el matrimonio
no es cosa buena: no se casó San Antonio pese a las
tentaciones, ni hubo santos casados (sic), ni los padres de la
Iglesia quisieron «naqueses lodos meter os seus pes
benditos». Así llega a la
conclusión de que:
Do direito, do
rivés,
matrimonio, un
dogal es;
eres
tentazón do inferno.
Sin embargo,
inesperadamente, y en contraste con toda la argumentación
anterior, termina diciendo:
mais
casaréi..., pois no inverno
¡non ter
quen lle a un quente os pes!...
(F. N. 244)
El efecto
cómico procede de ese giro inesperado del final, de la
cabriola mental que ha dado el poeta, al contrastar una larga
demostración y una breve conclusión
contradictoria.
Carece de
comicidad, pero no de efectismo retórico otro poema en el
que ha empleado un procedimiento similar, aunque ahora más
complicado. Empieza alabando la belleza física de un
galán: su frente de Apolo, los ojos verdes, su manera de
mirar, para decirle a continuación que «no acaba de enamorarse» con todo
ello. Sigue otra estrofa en la línea despectiva. Y de nuevo,
al final, en contraste con la anterior, una afirmación que
enlaza con el tono de la primera:
—451→
Tes
unha frente de Apolo
i uns ollos tes
verde mar;
na miña
vida vin outros
de máis
hermoso mirar;
pero con eles non
fico,
galán, de
me enamorar.
Que
choras... galán a moitos
cal ora a ti vin
chorar:
que morres por
min...
a cantos lle
oín o mesmo cantar
e inda
están vivólos probes,
defuntos que
así falar.
Gústanme os teus ollos
verdes.
¡Cómo
no me han de gustar!
(O.
C. 1532)
Lo que contrasta
es la postura del poeta ante la realidad cantada (galán):
admiración, consideración de ser único
(«na miña vida vin
outros / de máis hermoso mirar») y
desdén, equiparación con otros («a moitos / cal ora a ti
vin chorar»), para acabar en una frase
compleja y en cierto modo ambigua, porque es resumen compendiado de
todo lo anterior (admiración, que no es enamoramiento), pero
también es una vuelta al tono admirativo inicial, dejando
abierto el camino a las posibilidades que de ello pudieran
derivarse.
Es relativamente
frecuente en Rosalía el contraste entre una realidad y el
sentimiento que ésta inspira (realidad hermosa, por ejemplo,
y sentimiento de desagrado), o, por decirlo de otra forma, el
contraste entre el sentimiento que algo inspira al poeta y el
sentimiento que inspiraría a la generalidad de los seres.
Los ejemplos serán más aclaratorios:
—452→
Formoso campo de Cornes,
cando te crobes de
lirios
tamén se me
crobe a ialma
de pensamentos
sombrisos.
(F. N. 273)
Contrasta la
realidad -campo que se cubre de lirios con el sentimiento que
inspira -el alma se cubre de pensamientos sombríos-. El
efecto es de sorpresa, de extrañeza, porque contrasta con el
sentimiento normal implícito que nosotros creemos que debe
inspirar un espectáculo así. En cierto modo es como
la ruptura de un cliché: no primavera = alegría, sino
primavera = tristeza. Absolutamente similar es este otro
ejemplo:
Ó mirar cál de novo nos
campos
iban a abrochalas
rosas,
dixen: ¡En
ónde, Dios mío,
iréi a
esconderme agora!
(F. N. 275)
Igualmente, el
sentimiento de odio que le inspira un paisaje hermoso tiene un
efecto de sorpresa. Incluso la justificación final de esa
reacción la sentimos extraña. Intuimos que le inspira
recuerdos dolorosos, de desengaño, de desilusión, y
por ello odia aquella naturaleza que antaño amó. Pero
la forma en que lo expresa no hace sino poner de relieve el
contraste entre ambos sentimientos:
odióte, campo
fresco,
cos teus verdes
valados,
cos teus altos
loureiros
i os teus
camiños brancos
sembrados de
violetas,
cubertos de
emparrados.
[...]
—453→
E ti
tamén, pequeno
río, cal no
outro hermoso,
tamén
aborrecido,
és antre os
meus recordos...
¡porque vos
améi tanto
é porque
así vos odio!
(F. N. 274-5)
En otras
ocasiones, al poner de manifiesto una reacción
anómala -un contraste entre una realidad y su efecto en la
poeta- la misma Rosalía saca consecuencias: o es
hechicería o son presagios de muerte:
Ó sol fun quentarme
doume
escallofríos
cal si o Norte
bravo
me arrastrase
arisco.
Sentín unha
gaita
de alegre
sonido
y os cabelos
todos
puñéronseme
hirtos;
Miña alma dorida,
meu corpo
inxeliño,
faivos mal a
gaita,
dávos o sol
frío.
Miña alma,
meu corpo,
se non é
feitizo,
é que a
morte querme
para o seu
enxido.
(F. N. 297-98)
Y también,
a veces, se da cuenta de lo anómalo de su reacción, y
reflexiona sobre la relatividad y el subjetivismo con que cada uno
vive la realidad (O. S.
323).
En algunos poemas
encontramos un contraste entre el tono de la composición y
el contenido de la misma. Se produce un efecto semejante al que
experimentamos ante una —454→
persona que sabemos llena de indignación y que habla
muy sosegadamente: la suavidad y el sosiego contribuyen a resaltar
muchas veces la agresividad de un contenido. En esta línea
están los contrastes que ahora vamos a señalar. Hay
un caso muy peculiar y realmente extraordinario en la obra de
Rosalía: el poema comienza en tono de canción de
cuna, ritmo ligero, de heptasílabos, y cuatro versos en los
que sólo se señalan sensaciones agradables:
día apacible, ambiente templado, lluvia mansa y silenciosa.
Y en el mismo tono suave, dulce, de arrullo, se cuenta el suceso:
la muerte del hijo:
Era apacible el
día
y templado el ambiente,
y llovía, llovía
callada y mansamente;
y mientras silenciosa
lloraba yo y gemía,
mi niño, tierna rosa,
durmiendo se moría.
(O. S. 318)
Más
frecuentemente, el contraste tiene lugar entre el sentimiento
manifiesto -alegría, esperanza, valor- y el sentimiento
latente -dolor, desilusión, miedo-. Este tipo de contraste
es característico de la parte quinta de Follas
novas: «As viudas dos vivos e as
viudas dos mortos». Citemos a título de
ejemplo el poema que comienza «O forno
está sin pan, o lar sin leña»
(F.
N. 283). Se describe primero la triste
situación del campesino y después las palabras de
esperanza que él mismo se prodiga. A través de estas
palabras se sigue viendo el fantasma del hambre y de la miseria; el
dolor del hombre que, pese a todo, se resiste a abandonar la tierra
que ama.
—455→
El mismo contraste
encontramos en «Tú para mí, yo para ti, bien
mío». Después de confesar su desilusión
amorosa, de preguntarse «¿Y
aún vieja encina resististe?», Rosalía se
dirige a sí misma palabras de ánimo, de
energía, que contrastan con la desolación espiritual
que esas mismas palabras evidencian:
No sueñes,
¡ay!, pues que llegó el invierno
frío y desolador.
Huella la nieve, valerosa, y
cante
enérgica tu voz.
¡Amor, llama inmortal, rey de
la Tierra,
ya para siempre
¡adiós!
(O.
C. 658)
Además de
ser recurso frecuente, el contraste tiene en Rosalía riqueza
de matices notable y suele darse más de un tipo de los
señalados en un mismo poema. Es rasgo característico
su vinculación a la repetición: repeticiones y
contrastes aparecen unidos en toda su obra y dan un tono muy
peculiar (un poco monótono, machacón) a su
poesía.