La lengua
utilizada por Rosalía en sus versos fue el gallego hablado
en las partes de Galicia donde residió más
largamente: Compostela y orillas del Sar. Es un gallego dialectal
-con seseo- y con fuerte influencia del castellano; es,
además, una lengua poco fija en cuanto al vocabulario y la
morfología ya que coexisten formas muy distintas.
Rosalía tomó, pues, espontáneamente el
instrumento que tenía a mano y con él compuso los
Cantares, para lo cual se ajustaba perfectamente. En
cuanto a Follas
novas, señala Carballo Calero70
que la escasez o ausencia de términos abstractos en el
gallego oído la llevó a emplear castellanismos con
mayor frecuencia.
No vamos a tratar
del léxico, ni de la morfología y sintaxis de este
lenguaje ya que nuestro estudio no es lingüístico, pero
sí vamos a ocuparnos de sus manifestaciones sociales en la
medida en que Rosalía lo recoge. Veremos, pues,
fórmulas de tratamiento, alabanzas, maldiciones, saludos y
expresiones conversacionales empleadas por el pueblo.
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Hay que
señalar que en muchas ocasiones la actitud de Rosalía
frente a los elementos populares y vulgarismos de la lengua es la
de una persona culta a quien la incorrección o el tipismo de
tales expresiones, le hace gracia. Hay, indudablemente, mucho de
cariño hacia unas gentes que hablan así; pero
también mucho de la diversión del culto ante la
incultura. Algo similar a las gracias del sayagués en el
primitivo teatro castellano. Así hablamos de
imitación cuando Rosalía no emplea una lengua que oye
para expresar sus sentimientos, sino que reproduce el modo de
hablar de determinadas personas -mozas, viejos, mendigos,
soldados-, en parte para dar color y tipismo a los cantares, y en
parte como recurso de comicidad frente a un público que
emplea ese lenguaje de forma diferente.
Veamos en primer
lugar los ceremoniosos saludos de dos viejas a sendas mozas
aldeanas, sus expresiones de agradecimiento y buenos deseos:
-Dios bendiga todo, nena:
rapaza, Dios te
bendiga,
xa que te dou tan
grasiosa,
xa que te dou tan
feitiña
que, anque andiven
moitas terras,
que, anque andiven
moitas vilas,
coma ti non vin
ningunha,
tan redonda e tan
bonita.
¡Ben haia
quen te paríu!
¡Ben haia,
amén, quen te cría!
(C.
G. 28)
-Santas i
buenas
noites
teñan mis señores...
[...]
De hoxe nun ano
aquí os vexa.
Diolos bendiga...,
el Señor
lles dé
fertuna ás mancheas
e
saudiña...
(F. N. 259)
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Obsérvese
en el segundo ejemplo la abundancia de castellanismos «santas
y buenas», «mis señores», «el
Señor». De una parte, se debe a que el léxico
religioso o para-religioso sufre más que ningún otro
la influencia de la lengua oficial, ya que sermones y rezos se
hacían en castellano. De otra parte, el hablante gallego
consideraba el castellano como lengua de respeto y por ello
procuraba emplearlo en la medida que le era posible cuando, a su
juicio, la ocasión lo requería. De los dos ejemplos
el segundo está mucho menos elaborado poéticamente,
es una reproducción más cercana a la realidad.
Podemos comprobarlo comparándolo con otro fragmento del
primer poema citado:
O
Señor che dé fertuna
con moitos anos de
vida;
¡vólvanseche as tellas de
ouro,
as pedras de prata
fina,
e cada gran seu
diamante
che se volva cada
día!
(C.
G. 32)
En ambos casos se
desea fortuna y salud. Pero, partiendo de esa base realista,
Rosalía desarrolla hiperbólicamente en este caso los
buenos deseos. Notamos además la diferencia «O
Señor», «El Señor», más
frecuente esta última en el lenguaje hablado para designar a
Dios.
La expresividad de
la lengua popular que se desborda en multitud de exclamaciones,
admiraciones e interjecciones tiene amplia representación en
la obra de Rosalía.
Así vemos
la admiración de las gentes del pueblo ante un hermoso
ejemplar porcino:
-¡Alabado sea Dios! -¡Dios cho
bendiga!
¡San Antonio
cho garde!...
(C.
G. 113)
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Y el elogio que
del vino hacen dos viejos:
-¡Ten un piquiño!
-¡Qué noria!
Con pique ou non,
compadriño,
dempois de Dios
¡viva ó viño!
-¿E
haberá viño na groria?
¡Coló, coló! -¡Cousa
boa!
¡Cólase como
xarabe!
(O.
C. 383)
La forma en que
una joven intenta desechar los malos pensamientos que la
asaltan:
Canto máis digo:
«¡Arrenegado!
¡Demo
fora!»,
máis o demo
endemoncrado,
me atenta
dempóis i agora.
(C.
G. 53)
Tampoco las
maldiciones y los insultos podrían faltar en esta
galería de la expresividad popular:
-Premita Dios que
te vexas
cal as
cóbregas a rastro;
que a iaugua que a
beber vaias
che se volva
xaramagos;
que pidas e non
atopes
pousada, acougo ni
amparo;
e que inda morto
de fame
quedes ó pe
dun valado.
(F. N. 245)
Además de
las que aparecen en el poema «Castellanos de Castilla»
(C. G. 122), citaremos esta
maldición a la que no falta sentido del humor: una mujer
enojada por la negativa de un hombre le desea que le coja en el
camino un viento fuerte cuando vaya cargado con un haz de tojo. Si
tenemos en cuenta que el volumen de estos haces es muy considerable
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en relación a su peso, se verá la comicidad de
la situación que la mujer le desea:
Xa que non
qués,
no camiño
che colla
vento de
vira
cun saco de
molla.
(C.
G. 132)
La inagotable
verborrea de una mujer de pueblo queda magníficamente
representada en estos fragmentos:
-Turra,
turra,
Xan, pola
burra!
Mira que
Pedro
a cadela che
apurra.
[...]
¡Churras!,
¡churras!
¡Churriñas,
churras!
Cas-qui-tó,
que
escorréntalas burras.
Pica,
pica,
suriña,
pica,
lévalle un
gran
ó teu fillo
na bica.
[...]
¡Gachí, gachi,
qué dencho
de gato!
¡Cómo
se farta
no prebe do
prato!
¡Inda
reventes,
larpeiro
rabudo!
¡Que inda na
gorxa
che aperten un
nudo!
Truca,
perico,
no gato
rabelo
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hasta
deixalo
quedar sin un
pelo.
[...]
Isca de
aí,
galiña
maldita,
isca de
aí,
non me
mátela pita.
Isca de
aí,
galiña
ladrona,
isca de
aí
pra cás
túa dona.
(F. N. 1324)
Ejemplos de este
lenguaje popular pródigo en exclamaciones e interjecciones
son los poemas «Si a vernos, Marica,
nantronte viñeras» (C. G. 137), «Compadre, des que un vai
vello» (O.
C. 382) y «Tanto e tanto nos
odiamos» (F. N. 270). Un ejemplo
precioso de lenguaje popular es el monólogo inicial del
poema «¡A probiña,
que está xorda!». Una sutil
elaboración artística pone de relieve las notas
características: el uso del tú referido a
sí misma, las exhortaciones a su cuerpo, las repeticiones,
las invocaciones a la divinidad, la exageración al imaginar
los bienes futuros, la exclamación final...
Alá enriba
da a montaña,
sai fume das
chamineas...
Valor, meu
corpiño vello.
Leváime
aló, miñas pernas.
Paseniño,
paseniño,
aquí para,
alí te sentas,
irás
chegando, Xuana,
adonde as casas
fomegan.
¡Dios
diante, a Virxe che valla!
Que hoxe,
seica..., seica..., seica...,
has de comer sete
cuncas
de bon caldo, coa
da cea,
e máis
compango de porco
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ou de
sardiñas salpresas,
que os
montañeses son homes
que cando dan, dan
de veras.
Dempóis,
quentaráste a un lume
grande coma unha
fogueira,
e cando xa
estés ben quente,
¡a dormir...
e que amañeza!
(F. N. 253)
Tienen
también cabida en la obra de Rosalía los vulgarismos
del habla que reflejan la clase social de los personajes. El mozo
que cumple el servicio militar se expresa de modo que no deja lugar
a dudas sobre su escasa cultura:
Saberás como a Dios gracias
i ó escapulario bendito
non afogamos no
mare
como coidaba
Xacinto
que é tan
valente, abofelas,
como os alentos
dun pito.
[...]
e logo
todos xuntados,
inda máis de vintecinco,
nos paseamos polas
calles,
que era mesmo un
adimiro...
[...]
Eu xa lle
perdín o medo
a
escribiduras e
libros...
[...]
Adiós, espresiós che
mando
polo burro de
Camilo...
(C.
G. 100-3)
Emplea participios
incorrectos propios de la lengua vulgar: de xuntar, xuntadosxuntos; y derivaciones
inusitadas como escribiduras; la forma más vulgar de la
interjección abofé, tópicos y lugares comunes:
«saberás»,
«a Dios gracias»,
«espresiós che
mando»; además de la calificación
de burro aplicada al intermediario.
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En el habla de una
de las mujeres maldicientes que antes hemos visto aparecen
también frases que podemos considerar vulgarismos:
Rica
figueira,
que Dios te
bendiga,
que hasme,
abofé,
de fartar a
barriga.
(C.
G. 131-2)
Para expresar la
calidad de su sed un viejo dice que tiene «secos los untos»:
mide seis netos,
Manoela,
que traio
enxóitolos untos.
(O.
C. 383)
En ocasiones el
tono popular de la narración contagia al narrador. No es
frecuente, pero podemos citar varios ejemplos en los que
Rosalía emplea frases o palabras que no corresponden a su
condición de hidalga y tampoco al tono empleado por la
meniña
gaiteira que en el primer poema de Cantares
gallegos anuncia su intención de cantar «na
lengua que eu falo». Son expresiones populares
pero extraídas de las capas más bajas de la
sociedad:
Cando mirar te miro
tan limpa e tan
peinada,
loitar cos
rapaciños
hastra que en ti se fartan...
(C.
G. 89)
¡Coma e
fártese!... Aquí ten
talladas e
viño...; beba,
beba pola
miña conta
a salú das
montañesas
-dixo a dona, e
doulle un plato
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de callos como
unha cesta
á probe, e
viño, e pan branco
canto quixo;
fartóuse ela
mesmo hastra que tuvo a tripa
coma un pandeiro. Raventa
por
pouco...; mais o pelexo
tiña duro, e nin siquera
lle arregañóu, i ó outro
día
xa estaba tan
peneireira.
(F. N. 261)
...¡Qué
comenenceira
parece!... -lle di
outro probe
cunha cara de desteta
nenos...
(F. N. 260)
Esto unha vella
viuda,
e terca como un carneiro,
falaba do seu
difunto
xa dos bichocos comesto.
(F. N. 270)
Todos los ejemplos
que pudiéramos citar nos parecen obedecer a un contagio,
quizá con la excepción del primero. La
reproducción del habla vulgar de los personajes que
están interviniendo en el poema arrastra al narrador a
emplear su misma lengua. En el primer ejemplo citado pudiera ser
intencionado el uso de la frase vulgar para poner de relieve la
clase de juegos a los que se entrega la mujer casada.
Estas vulgaridades
que hemos señalado en la lengua que escribe Rosalía
llaman más la atención porque contrastan con lo que
es tono y modo de hablar general en su obra. Aparte de la
reproducción del modo de hablar de algún personaje
concreto, el estilo del narrador consigue su propósito de
convertir el gallego hablado en lengua literaria.
—510→
Podemos decir,
como resumen de este capítulo, que es más frecuente
la elaboración artística partiendo de una base
realista que el emplebeyecimiento como consecuencia de una
imitación demasiado fiel de la realidad.