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321

Ibid. ibidem [«La ejecución de obras como La tempestad y la que hoy tenemos ante nosotros [Sueño de una noche de verano] servida por un gran aparato, puede divertir como espectáculo, pero el verdadero amante de la poesía dramática [sic] no se resarcirá por estos medios de la pérdida de su propia concepción de los personajes. En las tragedias y dramas históricas, el admirador entusiasta de Shakespeare experimenta cierta dificultad en acomodar su propia visión a la forma precisa que contempla en las tablas» (Trad. en Goytisolo, op. cit., p. 319)].

 

322

La relación entre la pintura y la poesía comenzó a desplazarse en Alemania en los últimos años del siglo XVIII hacia otra comparación definidora que establecía como elementos más cercanos la poesía y la música; ambas, de naturaleza inmaterial y desvinculadas de contenidos sensibles primarios (visualización), se pretendían más adecuadas a la formalización autónoma de la belleza ideal en las obras de las artes humanas (cf., Abrams, op. cit., pp. 162-173). En una carta privada de 21 de agosto de 1840, dirigida al fundador e impulsor del unitarismo norteamericano William E. Channing, introduce Blanco White algunas notas sobre la emoción musical: «[...] siento en la música un poder que no encuentro palabras para describir. Hace la música vibrar ciertas cuerdas del alma, penetra en profundidades a que ninguna otra influencia alcanza, extiende los límites de la conciencia, me deja en fin la impresión de algo misterioso, inexplicable que a nada se parece» (Apud., E. Piñeyro, «Blanco White», Bulletin Hispanique, XII (1910), pp. 72-100 y 162-200; p. 139; el subrayado es mío). La frase subrayada expresa muy claramente que para Blanco la suprema simbolización no tiene como correlato el abandono de la previsión consciente. Se conserva inédita en la Universidad de Liverpool una conferencia On musical sounds que pronunciara Blanco en Oxford en 1826.

 

323

«The Pictorial Shakspere. A Midsummer Night’s Dream», p. 43 [«En lo que concierne al ideal de Belleza, todo el que ha estudiado el tema advertirá la superioridad de la poesía en sí sobre la representación dramática y la obtenida mediantelas artes gráficas. La verdadera Belleza parece que no tenga una silueta real, sino que se funda más bien, por decirlo así, en lo indefinido, en lo infinito. Las obras maestras de la pintura y escultura producen su maravilloso efecto como símbolos, no como realidades. En el acto de contemplarlas, y cuando nuestra visión parece absorber todas nuestras demás facultades, constantemente dirigimos la mirada dentro de nosotros, en busca de una imagen más perfecta que la estampada en la retina» (Trad. Goytisolo, op. cit., p. 319)].

 

324

Ibid. ibidem [«... el movimiento, en tanto que modifica la forma, es el alfabeto y el diccionario del lenguaje del sentimiento, un lenguaje que entendemos más adecuadamente según vamos examinando sus caracteres simbólicos. La pura belleza es una simple existencia que no consiente este tipo de análisis»].

 

325

Ibid. ibidem [«Prefiero conservar mi propia sutil e indefinida belleza»]. La excesiva brevedad de los comentarios que hace el profesor Llorens al tema que venimos tratando no es óbice para su certeza: en el teatro shakespeareano Blanco «ya no ve al poeta de la naturaleza, sino al de la metáfora» (V. Llorens, Liberales y románticos, Madrid, 1979, p. 394.).

 

326

Ibid., pp. 48s. [«El intento de reducir a la unidad tales materiales heterogéneos podría parecer del todo irrealizable. ¡Cuán extraordinario entonces debe haber sido el podar de esa inteligencia que, haciendo cierta su propia gran concepción del poeta se ha apoderado tanto del mundo aparente como del de la fantasía y, con una facilidad tal que no ha dejado la más ligera marca de su labor, ha dispuesto la gracia de la sátira, el juego de la fantasía y la intensidad del sentimiento unidos en la más perfecta armonía! En Sueño de una noche de verano la inteligencia de Shakespeare [...], con una especie de omnipresencia, sabe escoger, sin el más mínimo atisbo de confusión, todo objeto de gran belleza y vigoroso interés en los vastos campos de la realidad, de la imaginación, del sentimiento»].

 

327

Ibid., p. 50 [«Así, en manos de Shakespeare, el universo real y el poético llegan a unirse mediante el sentimiento»]. Coleridge había dicho en su Biographia Literaria: «El poeta, definido en su perfección ideal [...] difunde un tono y espíritu de unidad, que combina y funde (por así decirlo) lo uno con lo otro, por esa fuerza sintética y mágica a la que hemos dado en propiedad exclusiva el nombre de imaginación. Esta fuerza se revela en el equilibrio o reconciliación de cualidades opuestas o discordantes...» (Apud., Abrams, op. cit., p. 212).

 

328

Cf., R. Wellek, «The Concept of Romanticism in Literary History», Comparative Literature, I (1949), pp. 1-23 y 147-172; passim.

 

329

E. Gil y Carrasco, El señor de Bembibre, Madrid, 1844, p. 139.

 

330

Ibid., pp. 165-166.