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Hubo, justo es reconocerlo, algunas escuetas y atinadas noticias, que se limitaban a lo que, en realidad, pasaba, y lo dijeron con exactitud. Por ejemplo, la información aparecida en Hoja del Lunes, Madrid, 27-VI-74.

 

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Una pluma, también femenina y dotada de exquisitas cualidades, la emplea noblemente en una de sus novelas: «-Menudo braguetazo... Hecho un as con el dinero de su mujer...» (Elena Quiroga, La careta). Añado otro testimonio de Ignacio Aldecoa, el delicado escritor desaparecido: «Los compañeros le habían dicho cuando se casó: Buen braguetazo, Paulino, ahora la mar para los pobres» (Gran Sol).

Por otra parte, braguetazo y dar braguetazo están atestiguados en casi toda Hispanoamérica. Con gran sorpresa mía, es circunstancia que jamás aparece tenida en cuenta cuando de bromear sobre la Academia se trata. Y ya es hora de que nos vayamos enterando de que las cosas no son solamente como son en nuestro pueblecito bonito, chiquitito y tal. ¿O no? La responsabilidad académica frente al mundo hispanoparlante impone muchas y nobles exigencias.

 

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Algunas de estas voces existían ya como quehacer masculino tan solo. Otras se incorporan ahora en su doble forma, como nuevas entradas: alergólogo, -ga; bromatólogo, -ga; cancerólogo, -ga; cardiólogo, -ga; dermatólogo, -ga; estomatólogo, -ga; hematólogo, -ga; neurólogo, -ga; nefrólogo, -ga; odontólogo, -ga; oftalmólogo, -ga; osteólogo, -ga; otorrinolaringólogo, -ga; patólogo, -ga; proctólogo, -ga; psicólogo, -ga; quinesiólogo, -ga; reumatólogo, -ga; sifiliógrafo, -fa; tisiólogo, -ga; tocólogo, -ga; toxicólogo, -ga; traumatólogo, -ga; urólogo, -ga; venerólogo, -ga. (La lista se encuentra en Boletín de la Real Academia Española, LIV, enero-abril, 1974, pp. 7-16).

 

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Véase atrás, pág. 90.

 

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Jamás hubo la menor vacilación cuando se trataba de las presidentas de ciertas corridas de toros. Quizá ahí se exageraba voluntariamente la condición femenina, en una sociedad en la que las mujeres representaban muy poco. Quizá en ellas pensaba Rafael Alberti cuando dice:


    blonda negra, partida por dos bandas
de amor injerto en oro la cintura,
presidentas del cielo y las barandas.

(Suma taurina, 1963, p. 20).                




Pero ya Jovellanos, personaje poco dado a la guasa o a la ligereza en general, decía, hablando de la Envidia, una Envidia muy deciochesca, con mayúscula y todo:


      Presidenta
del congreso infernal, la fiera Envidia
venía, de serpientes coronada
la frente...

(Biblioteca de Autores Españoles, XLVI, p. 38 a).                




 

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Archipiélago es «parte de mat» o «mar grande». Significó «parte de mar con islas», pero, para nosotros, hoy, es el «conjunto de islas», próximas, apiñadas en una zona del mar. El paso de un valor a otro podemos verle patente en estos dos ejemplos, el primero del valor clásico y el segundo con el actual: «Era un ancho archipiélago ['mar'] poblado / de innumerables islas deleitosas» (Ercilla, Araucana, Biblioteca de Autores Españoles, XVII, p. 131). «Detúvose en la de Santiago, que es la principal del archipiélago de Cabo Verde» (Alarcón, Novelas cortas, 1881, p. 370).

 

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Algún ejemplo nos lo aclarará. Véase edic. 1956, sub voce Golondrino. En la acepción 2.ª dice: «Golondrina, 2ª acepción». Esto obliga a buscar en golondrina esa acepción segunda, y allí nos enteramos que golondrino equivale a: «Zool. Pez teleósteo...», etcétera. Veamos ahora en la edición de 1970: «Golondrino: 2.ª golondrina, pez». Esa breve definición aclara más que el sistema anterior y hace desistir de nuevas búsquedas a quien no necesite el valor pez.

Otro ligeramente más complicado: 1956: Nido, 3.ª acepción: «Nidal, 1.ª, 3.ª y 4.ª aceps». Buscamos en 1970: «Nido, 3.ª acepción: Lugar donde ponen las aves, nidal. // 4. Sitio donde se acude con frecuencia. // 5. Principio o fundamento de una cosa».

Este último ejemplo revela hasta qué punto se ha querido evitar el fatigoso e inútil volteo de páginas a la vez que la profunda alteración del meollo léxico.

 

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Todo el mundo lo emplea, aunque la cargue de un sentido diverso. Para unos, algo leiditos, es un arma que se «envía» o «manda» (se ve que saben sus latines). Otros, saben que es un cañón o un cañonazo, o un arma de esas muy eficaces. Por último, para otros es un chisme muy bueno para atizar leña. Indudablemente, misil, después de esta encuestita, debe figurar en el Diccionario, no faltaba más.

 

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Por cierto, he aquí una provincia del idioma que espera a la puerta del Dicionario, muy cachazudamente, a que alguien la empuje hacia adentro, antes de que sea suplantada por otra. Sirvan de ejemplo algunos casos: fardar, «presumir, aparecer con lujo externo, tener fachada»; petardo, «cosa mala, aburrida, sin calidad»; rollo, «conferencia, lección», que tuvo, en un principio la connotación de aburrido, pesado», es ahora, además de eso, simplemente «intervención académica». Ya no se dice apenas catear, «suspender», «perder una asignatura», sino que ha sido sustituida por cargar, con igual valor. ¿Quién se acuerda ya de frases como cambiarle el agua a las aceitunas? Y, sin embargo, estas frases y estas voces se han dicho y hasta han tenido uso literario. Y otras muchas análogas. Acabarán por entrar en el Diccionario. No hay que olvidar tampoco que, en este aspecto, es fundamental el movimiento de las generaciones. Siempre hay una sanción reprobatoria de los viejos hacia los jóvenes, aparte del conflicto que acarrea la polisemia. Pero... Paciencia, que ya entrarán, ya.

 

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Desde 1980, el número de académicos se ha elevado a 46.