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ArribaAbajoViaje a la Literatura Infantil Universal


ArribaAbajo Actores, actantes y destinatarios infantiles y juveniles en el discurso de Gerald Durrell

Juan José Vinagre Inés8



Introducción

La Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil solicitó mi colaboración sobre el tema que aparece en el título, a lo que gustosamente accedo por varias razones. En primer lugar, por ser uno de los temas tratados en mi Tesis Doctoral Variedad de discursos en la obra de Gerald Durrell. En segundo lugar, por mi devoción a este escritor y zoólogo británico que me ha proporcionado divertidos y relajantes momentos de lectura. Finalmente, porque responde a mi identidad profesional de educador juvenil.

La modernidad de los temas tratados por G. Durrell (defensa del medio ambiente, conservación de las especies en peligro de extinción, etc.); los modelos y el sistema de valores (familiares, sociales, morales, etc.) tan desprestigiados en nuestros días, ofrecidos a los más jóvenes en forma de ritos, mitos y leyendas; las valiosas ideas sobre la psicología del adolescente y del profesor, el proceso de enseñanza y aprendizaje, metodología, etc.; la riqueza informativa sobre animales, pueblos y países; y finalmente, el vehículo utilizado para la transmisión de estos temas, e.d., el humor y la ironía, que garantizan el disfrute lúdico e intelectual del lector, convierten la obra de G. Durrell en uno de los recursos de lectura más recomendable para los jóvenes y sus educadores.



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Producción literaria de Durrell especialmente relacionada con niños y jóvenes

Permítaseme decir que, de una u otra forma, al menos desde el punto de vista pragmático, prácticamente todos los escritos de G. Durrell están relacionados con la infancia y la juventud, bien porque los niños y los jóvenes aparecen como actores y actantes de la fábula, bien porque se dirige a ellos como receptores de la acción, o bien, finalmente, por ser ellos los destinatarios últimos de este producto literario.

Sin embargo, y en aras de la concisión, vamos a centrarnos en aquellos escritos más directamente relacionados con la infancia y la juventud. Podemos citar: la Trilogía de Corfú: My Family and Other Animals (1956), Birds, Beats and Relatives (1969) y Garden of Gods (1975).

Relacionados con la Función Referencial y Conativa de la lengua, e.d., en cuanto orientada hacia el contexto en que ocurre la comunicación en la que aparece manifiestamente la intención por parte del escritor de comunicar conocimientos, influyendo así en los destinatarios, podemos citar, aparte de la antedicha Trilogía de Corfú:

-Island Zoo (1961): Una guía para los niños, con fotografías sobre los primeros animales que llegaron al zoo de Jersey.

-Look at the Zoos (1961): Una guía del zoo para los jóvenes.

-The New Noah (1954): Una colección de historias para los niños sobre las expediciones de G. Durrell al Camerún, Guayana y Paraguay.

-The Amateur Naturalist (1982): Se trata de una guía con abundantes ilustraciones sobre cómo llegar a ser naturalista.

-How to Shoot an Amateur Naturalist (1984): Narración de sus experiencias mientras filmaba la obra anterior.

G. Durrell ha publicado además libros de cuentos infantiles, como:

-The Donkey Rustlers (1968)

-The Talking Parcel (1975)

-The Fantastic Flying Journey (1987)

-The Fantastic Dinosaur Adventure (1989)

-Keeper (1990)

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Cito los títulos en inglés, pero existen traducciones al español prácticamente de todos los títulos citados y de fácil adquisición, sobre todo en tiendas especializadas en literatura inglesa.




El discurso durrelliano

La obra de G. Durrrell presenta una multiplicidad de discursos que hace difícil su catalogación. Aunque en términos generales, podríamos afirmar (si exceptuamos los textos estrictamente literarios) que estamos ante un tipo de literatura catalogada como libros de viajes, lo cierto es que los escritos de G. Durrell presentan notables diferencias con los modelos clásicos de este género.

No hay duda de que la Función Referencial típica en los libros de viajes, e.d., el deseo del escritor por comunicar a su lector todo tipo de informaciones halladas en su recorrido, ejerce también un papel preponderante en el discurso de G. Durrell, pero éste pronto se desmarca del modelo clásico mediante el recurso a la Función Poética y a la clave en la que G. Durrell comunica su discurso.

Mediante el recurso a la Función Poética, el viaje se convierte en un recurso literario, en lugar de un viaje real, en el espacio y en el tiempo. Los viajes narrados por G. Durrell están más próximos al viaje de Alicia al país de las maravillas que a una crónica. Pero G. Durrell no recurre, como sucede en Alicia, a personajes cronosinclásticos porque para él, la maravilla de las maravillas no reside en lo fantástico, sino precisamente en el hecho mismo de que los animales, la naturaleza exista. Además, desde el punto de vista semántico, G. Durrell utiliza diversos elementos retóricos, especialmente la Metáfora y la Sinestesia, para construir una Utopía, la Utopía de un mundo infantil donde todo es bueno, y los animales se convierten en paradigma del comportamiento humano. Es el Paraíso.

La segunda gran diferencia con los libros clásicos de viajes reside en la clave en la que G. Durrell transmite su discurso. Todas sus aventuras están narradas en clave cómico-irónica, lo que constituye uno de los elementos de intertextualidad más representativos de su obra, y más atractivos para sus lectores.

Finalmente, el destinatario postulado en los escritos de G. Durrell se diferencia notablemente del que aparece en la producción clásica del género. Tanto el Lector Modelo previsto por el texto durrelliano como el destinatario   —26→   pragmático del mismo presenta características absolutamente diferentes a los modelos clásicos. La concepción de un lector destinatario y participante de unos recursos estéticos que conforma el discurso literario de G.- Durrell, con el que se ofrece al lector la posibilidad del disfrute artístico, y la consideración de niños y jóvenes como objetivo educativo y consumidores últimos de su producción literaria, están muy lejos de los modelos clásicos.

Estamos, pues, ante un texto resbaladizo, una literatura fronteriza, una mezcla de discursos. No sabemos hasta qué punto la producción literaria de G. Durrell es un manual de Botánica y Zoología, un libro de viajes, una colección de anécdotas más o menos divertidas. Pero, con todo ello, G. Durrell construye, como hemos dicho anteriormente, una Utopía, la Utopía de un mundo feliz. Se trata, pues, últimamente, de una literatura de evasión, basada en la vida de los animales y fundamentada en el mito del Paraíso Perdido.




El espacio y el tiempo de la aventura

Niños y jóvenes se convierten en los habitantes del Paraíso. Estamos ante una de las coordenadas del discurso: el espacio narrativo. El espacio es un elemento deíctico o anafórico que permite la localización de las personas, procesos, acontecimientos y actividades en un enunciado (elementos deícticos), o en un enunciado que hace referencia a otro proceso enunciativo (elementos anafóricos o catafóricos). Tanto uno como el otro proceso enunciativo se definen desde el sujeto de la enunciación, bien simulando un espacio ajeno a quien lo describa, o bien suscribiendo su subjetividad en la situación espacial descrita (como sucede normalmente en G. Durrell).

Sin embargo, analizado de esta forma, el espacio no superaría el nivel morfosintáctico. G. Durrell consigue superar la Función Referencial e incluso la Función Poética, convirtiendo el espacio empírico de la aventura, primeramente en un espacio literario y, posteriormente, ya a nivel semántico, en un espacio mítico, el espacio de la infancia, de la inocencia. En una palabra, el cuadro intertextual del Paraíso.

Aunque los paraísos descritos por G. Durrell presenten evidentes rastros intertextuales bíblicos, no se trata de un concepto unívoco. Existen de hecho en su producción literaria, tres paraísos diferentes. Y aunque en el plano morfosintáctico (acciones y funciones) presenten un mismo desarrollo, desde   —27→   el plano de vista estructural y lingüístico, en el plano semántico se pueden distinguir tres procesos diferentes de semantización. Se trata de la isla de Corfú, las zonas vírgenes del planeta y el zoo de Jersey.

Es evidente que el espacio mítico que aquí directamente nos interesa es Corfú. Se trata de un paraíso de la infancia, un paraíso por descubrir, donde el niño Gerry, ayudado por sus tutores, especialmente por el Doctor Theodore Stephanides, lleva a cabo una aventura de descubrimiento de la naturaleza, de la fauna y la flora de la isla.

Algo semejante sucede con la coordenada temporal. G. Durrell sitúa el tiempo de la aventura en un calendario real pero como sucede con el espacio, el tiempo sufre también un proceso de semantización, elevándose a niveles mítico-simbólicos. El espacio se sacraliza y el tiempo se detiene y se inserta en la eternidad.

Como consecuencia, la aventura adquiere un sentido que va más allá del morfosintáctico para introducirse en el mito, en el propio misterio. El lector ya no es un mero lector, sino un «recreador» y partícipe en la aventura mediante el ejercicio de su lectura. Y el texto no es ya simplemente una obra literaria sino un mito de iniciación. Más que aprender, Gerry se maravilla de los misterios de la Naturaleza. Corfú no es un tratado de Botánica o de Zoología, sino un cuento de hadas. El Doctor Stephanides se convierte al mismo tiempo, en el «thesaurus» que encierra todos los conocimientos, pero también el catequista, introductor de Gerry en ese mundo maravilloso.




Actores, actantes y destinatarios del discurso de Gerald Durrell

Niños y jóvenes llevan a cabo dos funciones bien diferenciadas en los escritos de G. Durrell. Por un lado, aparecen como los sujetos del discurso, e.d., llevan a cabo el desarrollo de la fábula y la trama, tanto en cuanto personajes (ACTORES) como en cuanto sujetos de diferentes funciones del discurso (ACTANTES): narrador, etc. La «historia», en cuanto narrada, se convierte en una abstracción, ya que no existe en sí sino en cuanto contada por alguien. Y aunque desde la perspectiva semiótica del discurso narrativo, lo que realmente interesa es el estudio de las acciones más que lo que tradicionalmente se conoce como personajes, los agentes del discurso narrativo de G. Durrell hacen referencia   —28→   directa a personajes de la vida real y son susceptibles de ser estudiados como tales antes de que se hayan convertido, por el arte de la palabra, en héroes de ficción.

Por lo tanto, cabe siempre la posibilidad de hacer una disyunción y el estudio correspondiente, entre los personajes o actores de la «historia» y los actantes del discurso.

Siguiendo la terminología de Brémond, encontramos en las obras de G. Durrell, por un lado, un héroe, que es el mismo G. Durrell en cuanto sujeto del enunciado y de la enunciación, con quien intercambian una serie de «socios solidarios» y a quien se oponen una serie de «opositores».

La Trilogía de Corfú está amueblada por personajes humanos (además de los animales y las plantas) perfectamente diferenciados. En primer lugar, encontramos el círculo familiar formado por la madre y los hermanos (Larry, Leslie, Nargo y el mismo Gerry). Se trata de un verdadero Olimpo, sagrado y cerrado. Cada miembro de la familia actúa como un diosecillo. No tienen obligaciones ni están sometidos a leyes; éstas se han sustituido por una especie de locura divina que no es otra cosa que la más absoluta libertad para hacer lo que a cada uno le apetecía en cada momento.

Por supuesto, los dioses mantienen relaciones con los mortales porque necesitan sus servicios. Estos mortales entran y salen del Olimpo pero nunca se quedan. Larry actúa como gran sacerdote que pone a los mortales en contacto con la divinidad.

El círculo de «socios solidarios» está formado por los diferentes tutores de Gerry y los servidores de la familia, especialmente el Doctor Stephanides, Spiro y Lugaretzia. Estos dos últimos son utilizados en numerosas ocasiones como elementos de comicidad, para divertir al lector y obtener con ello, su participación en la aventura literaria y, desde el punto de vista de la pragmática del discurso, para ayudar económicamente y participar de esta manera en la aventura vital de G. Durrell.

En este Paraíso de la infancia, apenas se puede hablar de «opositores». Las pequeñas escaramuzas familiares de Larry no pasan de meras anécdotas, y son utilizadas de nuevo por G. Durrell como recurso humorístico.

En cuanto a los DESTINATARIOS de su discurso, hemos de decir que G. Durrell dirige su discurso a una amplia gama de destinatarios, entre los que   —29→   se cuentan de forma especial los niños y los jóvenes. G. Durrell es un magnífico educador y un excelente hombre de negocios. Por un lado, sabe que la mejor forma de salvar los pocos paraísos que aún quedan en el planeta Tierra, es la educación de los más pequeños. Niños y jóvenes realizan frecuentemente en sus obras, la función de Lector Modelo, e.d., aquéllos a quienes se dirige el discurso y participan en su desarrollo generativo.

Pero además, los niños y los jóvenes son los sujetos de la función pragmática del discurso. Es decir, G. Durrell sabe que son ellos los que en un futuro próximo tienen que contribuir a la salvación de los animales, y al mantenimiento económico de su zoo de Jersey.

En general, podríamos decir que todo producto literario, si quiere tener éxito, debe acomodarse a las características que se estime posee el presunto lector. Pero además, la obra literaria, especialmente la dedicada a un lector en período de formación, como es el adolescente, debe contribuir al desarrollo pleno de su personalidad. En otras palabras, la creación literaria concebida para el consumo de los adolescentes debe partir del cuadro psíquico que éstos presentan y, a través de modelos, reflexiones y críticas, contribuir a su plena maduración.

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Il. de Mabel Álvarez para Los secuestradores de burros de Gerald Durrell, (Madrid: Santillana, 1992, p. 85)

En este sentido, la literatura para adolescentes debe presentar las siguientes características:

1. Debe ser un tipo de literatura que, aunque en forma de narrativa, colme el deseo de actividad del joven.

2. Debe ser una literatura que fomente la curiosidad intelectual e imaginativa del adolescente.

3. Debe ser una literatura de iniciación en el sentido más amplio de la palabra, es decir, en el plano del pensamiento,   —30→   en el plano de la afectividad, en el plano de la moralidad y en el plano de las relaciones sociales.

Pues bien, en mi opinión, la obra de G. Durrell cubre con creces estos tres requisitos de la literatura juvenil.

1. El lector adolescente necesita y despliega una inusitada actividad. Necesita esta actividad para descongestionar las presiones externas que conllevan los frecuentes enfrentamientos familiares, y las presiones internas que provocan su evolución física, especialmente en el aspecto sexual.

La obra de G. Durrell ofrece al adolescente los modelos de actividad que éste necesita. Es la autobiografía de un cazador, en el buen sentido del término. Se trata, pues, de una aventura. Esta aventura presenta tres facetas que requieren a cuál más una entrega total por parte del protagonista; tan total que con frecuencia se llega al agotamiento físico: el viaje, la caza propiamente dicha y la conservación de las especies en cautividad.

Las primeras lecturas de los jóvenes han sido siempre libros o tebeos en los que predominaba la aventura. Estos textos son frecuentemente ficciones literarias, pero no hay duda de que la realidad supera muchas veces la más calenturienta imaginación. En este sentido, las obras de G. Durrell, a pesar de la importancia de la función referencial y el discurso científico que con frecuencia conlleva, encaja perfectamente en este tipo de lecturas. Pero no es solamente esto. Además el joven encontrará en las obras de G. Durrell una forma de trascender la materialidad de las cosas y elevarse a niveles superiores mítico simbólicos. Los viajes de G. Durrell no son solamente una traslación en el espacio y en el tiempo, sino que, en todo momento, este espacio y este tiempo están trascendidos. Los viajes de G. Durrell no son solamente una aventura espacial y temporal, sino un intento por penetrar en lo desconocido, una oferta de iniciación en el misterio. Las obras de G. Durrell son una epifanía de la naturaleza con todos sus misterios: vida, amor y muerte. Es un camino que desemboca en el mito, una aventura de descubrimiento y de iniciación que atrae poderosamente al adolescente.

La caza es la parte más atractiva de la aventura pero conlleva igualmente un tremendo esfuerzo físico, además de los evidentes peligros que entraña. El cazador debe primeramente, descubrir el rastro de los animales, lo que supone con frecuencia largas caminatas a través de la selva, los pantanos,   —31→   la pampa, etc. Una vez colocadas las trampas, hay que conseguir que los animales caigan en ellas. Pero los animales no son estúpidos y su finísimo instinto les anuncia el peligro y procuran, por todos los medios de que les ha dotado la naturaleza, burlar a los cazadores. Y cuando al final caen definitivamente en las redes, se defienden con todas sus armas. No es la primera que un diminuto y, en apariencia, inofensivo animalito deja muestras del filo de sus garras, dientes o pezuñas en la carne de G. Durrell o de sus ayudantes. El cazador tiene que ser valiente, superar las situaciones imprevistas, tener infinita paciencia, etc., si quiere que caigan en sus manos los animales que desea. Todas estas virtudes se convierten en un maravilloso paradigma digno de ser imitado por el joven en período de formación.

La tercera faceta de la aventura de la caza es el cuidado de los animales. Una vez que los animales han sido capturados, parece que el cazador puede ya tomarse su merecido descanso. Pero es precisamente ahora, nos informa repetidas veces G. Durrell, cuando empieza la etapa más difícil. No solamente hay que construir jaulas donde acomodar a los animales capturados, sino que hay que limpiarlos, curarlos si caen enfermos y, sobre todo, hay que alimentarlos.

A esto hay que añadir las dificultades para que una especie animal se reproduzca en cautividad. Y cuando, después de superar todas estas dificultades, se ha conseguido un número suficiente de individuos, los problemas siguen porque no resulta tan sencillo como parece a primera vista, devolverlos a su hábitat natural. Hay que educarlos de nuevo para que aprendan a valerse por sí mismos en libertad.

No hay duda de que la aventura del cazador y la aventura de la conservación de las especies en peligro de extinción es lo suficientemente ardua y amplia para llenar toda una vida. Y no hay duda de que la literatura que transmita esta aventura alimentará la necesidad de actividad física y mental que el desarrollo del adolescente solicite.

2. En segundo lugar, la literatura juvenil debe alimentar la natural curiosidad, tanto intelectual como imaginativa de los jóvenes.

A esta edad, se observa en el joven una capacidad de «confirmar» las realidades externas en el espacio, y la habilidad combinatoria para estructurar los datos dispersos en el tiempo, organizando todo ello en unidades de sentido.

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Junto a esta actividad intelectual aparece en el joven la curiosidad intelectual que le lleva a recoger el máximo de información con el deseo de asimilar en forma vital, cualquier modelo de conducta que le resulte llamativo.

La imaginación juega un papel importantísimo en este deseo de conocer cosas. Cuando al joven no se le ofrecen modelos convincentes a través de la actuación de los adultos, a través de la lectura o a través de las imágenes televisivas o cinemórficas, se refugiará en los mundos de su propia imaginación, con el peligro que esto conlleva, creando aquellos modelos que la literatura, el cine, la música, la televisión o la vida misma no le han proporcionado. O peor aún, incapaz de discernir modelos dignos de imitación, asimilará su forma de proceder a modelos carentes de entidad o los modelos corrompidos de los adultos.

En este sentido, la obra de G. Durrell ofrece al lector juvenil un amplio abanico de personajes, de modelos culturales, de situaciones (tiempos y espacios), de información, etc., que pueden aplacar su curiosidad, aparte de dirigirle en esta elección. La obra de G. Durrell es la narración de una aventura física pero esta aventura se transciende, en alas de la imaginación, en espacios atemporales, eternos. Por ello, el discurso de G. Durell es inmejorable para suministrar posibilidades de actividad y expansión imaginativa al superactivo adolescente.

Una de las manifestaciones externas de esta capacidad recién estrenada de configurar la realidad en unidades espaciotemporales es la fluidez verbal. Los adolescentes se pasan la vida hablando de cualquier cosa, sobre todo por teléfono. Hoy día, sin embargo, debido a la evolución social y a la liberación de la mujer de las tareas domésticas, los jóvenes no encuentran interlocutores en sus hogares, lo que trae como consecuencia la pérdida paulatina de amplitud de vocabulario, el desinterés por la lectura y consiguientemente la disminución de la actividad intelectual. Los jóvenes de hoy no leen, ni hablan, simplemente contemplan lo que el mundo de los mayores les ofrece. Desgraciadamente los modelos que el mundo de los adultos les ofrece deja mucho que desear, lo que conlleva una irreparable desviación de su desarrollo psíquico. Muchos jóvenes son ya viejos a los catorce años: fuman, beben y tienen novia formal.

La obra de G. Durrell podría ser un remedio a esta situación. En primer lugar, su estilo desenfadado, la comicidad de las situaciones y de los personajes   —33→   la hacen particularmente atractiva. En segundo lugar, los temas tratados son fácilmente digeribles; no se tratan problemas de gran profundidad temática sino las sencillas circunstancias en que se desarrolla la vida humana. En tercer lugar, a pesar de la aparente sencillez, G. Durrell presenta una riqueza de vocabulario semejante a los mejores escritores de todos los tiempos. No es solamente la cantidad de nombres de plantas y animales que aparecen en sus obras, sino las matizaciones de colores, luces, sonidos, movimientos, etc., que hacen de la obra de G. Durrell un verdadero tesoro literario. Finalmente, la obra de G. Durrell es una puerta abierta al mito, a los eternos misterios de la vida, el amor y la muerte. En este sentido ofrece al adolescente un escape del materialismo de la sociedad moderna.

3. La literatura juvenil debe ser, finalmente, una lectura de iniciación, tanto en el plano intelectual como en el de la afectividad, la moralidad y en el de las relaciones sociales.

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Il. de Mabel Álvarez para Los secuestradores de burros de Gerald Durrell, (Madrid: Santillana, 1992, p. 82)

Durante estos años, el joven comienza a realizar proyectos de vida futura; el adolescente está comenzando a configurar su ideal de vida. Es el momento de los grandes ideales, de los sueños por realizar grandes empresas. De aquí la importancia de ofrecerles unos modelos dignos de ser imitados, de iniciarlos en el camino de unos valores universalmente válidos.

Todo esto lo puede encontrar el joven en la obra de G. Durrell. Desde el punto de vista intelectual, G. Durrell ofrece al adolescente, el modelo del niño y   —34→   del adulto biólogo al servicio de una gran causa: la salvación de los animales en peligro de extinción.

En el plano de la afectividad, el joven descubrirá en las obras de G. Durrell, un verdadero manual de iniciación a los misterios de la vida. La sensibilidad y al mismo tiempo la naturalidad de la narración de aquella escena de amor entre dos vacas marinas, podría tomarse como manual clásico de cómo deben ser estas relaciones.

En cuanto a la moralidad, se puede decir que, en la obra de G. Durrell, no tienen cabida el egoísmo, la mentira, la calumnia, la soberbia. Personajes como Sir Khan, el jefe de policía del Chaco, incluso su hermano Larry son satirizados y ridiculizados sin piedad. Por el contrario, las personas buenas son presentadas como modelos a imitar.

Finalmente, las relaciones sociales tienen gran relevancia en la obra de G. Durrell. La importancia de las reglas en una comunidad de personas, el trabajo en equipo, etc. juegan un papel importantísimo en la vida de un cazador y un científico. Durante la adolescencia, el joven hace los primeros ensayos en sus derechos y obligaciones y construye su ideal social. La obra de G. Durrell puede significar una gran ayuda en su diseño.

Aparte de los temas arriba tratados, encontramos otros numerosos aspectos cuyo tratamiento no nos permite la limitación del espacio de que disponemos. Son temas muy puntuales como los factores que intervienen en el aprendizaje (el alumno, los profesores, la familia), ideas sobre metodología y didáctica, e incluso interesantísimos apuntes sobre temas tan de moda como la interdisciplinaridad (las famosas transversales de la LOGSE), etc.

No hay duda de que todas estas facetas hacen de los escritos de G. Durrell uno de los productos literarios más recomendables para la lectura de los jóvenes.