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ArribaAbajo Viaje a la Literatura Infantil Universal


ArribaAbajo Onelio Jorge Cardoso: de la imaginación o la libertad

Jesús Ángel Remacha2



El germen

«Al niño Fulano de Tal que vaya a la Escuela y aprenda ortografía». Cuando a la edad de doce años, Onelio Jorge Cardoso, mandó su primer cuento a un concurso de redacción, recibió del jurado calificador esta asombrosa respuesta. Él, lejos de desanimarse, continuó escribiendo, cuentos y guiones cinematográficos de una calidad tal que hicieron exclamar a Pablo Neruda, eximio poeta chileno muerto a los pocos días del Golpe de Estado fascista del general Pinochet: «Es uno d e nuestros mejores cuenteros: sus cuentos son hermosos, rápidos y precisos.»

El autor nació en Calabazar de Sagra, provincia de Las Viñas, en 1914, cuando se cumplía el veinticinco aniversario de la publicación de La Edad de Oro de José Martí, uno de los libros más hermosos escritos, en lengua castellana.

En este pequeño pueblo del sur de Cuba, aprendió a vivir con la gente sencilla que más tarde sería la protagonista de sus libros. Una gente sencilla que durante siglos había trasmitido oralmente su vida, sus temores, su historia... de padres a hijos (una costumbre muy arraigada en Cuba, todavía hoy). Estas gentes, le mostraron su forma de entender el mundo. Una visión que más tarde manifestaría en sus cuentos. Su padre, capitán mambí, -insurrecto partidario de la Independencia de Cuba, enfrentado a la Corona   —20→   española-, le sentaba desde muy pequeño en su regazo. Allí le contaba historias de los animales, de flores o de las gentes de la Cuba rural, le dibujaba con la palabra retazos de la sabiduría popular, y le narraba historias y leyendas de vida y muerte, amor y guerra... De este modo, brotó en Cardoso, un irresistible interés por la lectura y por la escritura (no quiso que aquellos personajes se perdieran en el olvido).

Comenzó sus estudios de Bachillerato en un Instituto de su provincia natal. Pero las nulas posibilidades educativas que ofrecía la isla, inmersa en aquellos años en la dictadura de Gerardo Machado, y los escasos recursos económicos de los que disponía su familia, hicieron que los abandonara cuando iba a ingresar en la Universidad.

Más tarde tuvo diversos oficios: vendió productos farmacéuticos y de quincallería, trabajó en un laboratorio fotográfico... Mientras recorría su país, supo de su pobreza y su folclore, lo que le ayudó a escribir sus primeros cuentos: El Cuentero, Los carboneros. Algún tiempo después se hizo maestro rural: así se relacionó con campesinos y pescadores, los más desposeídos y pobres de Cuba. Con ellos estableció una relación afectiva que ya nunca abandonaría. Fue en esta época, cuando comenzó a crear un magnífico Bestiario, tan hermoso, como los que fabularan Cortázar o Borges, y que está poblado de tojositas, sinsotes, romerillos, lechuzas ambiciosas, sabios murciélagos, o abusadoras serpientes.




El bestiario y los niños

Cardoso en todos sus libros muestra un acercamiento especial al mundo de los niños, descubriéndonos algunas características de éstos: la frescura de su razonamiento, su capacidad de asombro, el descubrimiento de lo hermoso... Preocupado por su mundo va criticando en su obra a aquellos adultos que no respetan la idiosincrasia de los pequeños: Crecimiento o Los nombres; las consecuencias de un hogar infortunado: El hilo y la cuerda; o la educación sexual: El pavo.

Las distintas profesiones que fue ejerciendo a lo largo de su vida, le obligaron a ir de pueblo en pueblo. Así, conoció los mitos y leyendas de la

 
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imagen

Il. de Horacio Elena para Caballito Blanco, de Onelio Jorge Cardoso (Salamanca: Lóguez, 1987, p. 15).

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Cuba rural y los maravillosos seres que pueblan la fauna cubana: bibijagua, cachuca, caracatey, jíbaro, jutía... Y estos animales junto a otros como las cigarras, las lechuzas, los cangrejos, y sobre todo con dos de los animales que más han entusiasmado desde siempre a las niñas y los niños: el caballo y el perro, dieron lugar a un hermoso y complejo Bestiario... El caballo es un mítico animal del folclore cubano y una presencia esencial de la mitología hispana. Este animal es una constante en los cuentos de su primera época y tres de sus más espléndidos textos le tienen como protagonista: Caballo de Coral, escrito en 1959, Caballo, en 1970 y Caballito Blanco, en 1984.

Para Onelio el caballo representa una prolongación mágica del cuerpo. Una punta de lanza del pensamiento. De ese pensamiento divergente que busca continuas respuestas a cada pregunta. De ese pensamiento autónomo que avanza entre las dificultades. En el libro Caballito blanco, lo expresa de esta forma:

«Usted no sabe lo que es el hambre, señor. Y no el hambre del estómago vacío como un cartucho y sin ninguna cosa dentro, no más que viento. Esa no, esa la sabemos todos. Yo digo la media hambre de una vida entera. La que se puede entretener todo el tiempo con algo que le caiga al cartucho de vez en cuando y aunque no crezca uno los palmos que debía crecer. Esa es la que yo digo, la que se empata con ni una letra aprendida, ni una patente al alcance de la mano, ni dos botones iguales en la misma camisa. ¡Esa no tiene guarismo, señor!»



En Caballito de coral, escrito en 1959, año de la Revolución Cubana, dibuja la imagen de «un caballito rojo como el coral, encendido de las orejas a la cola. Un caballito que galopa por el fondo del mar y que hace aún más dura la propia realidad». Terminando con la siguiente reflexión:

«no sé si pasó galopando bajo el barco o si lo vi en sus ojos, creado por la fiebre de su pensamiento que ardía en mi propia frente. El caso es   —23→   que mientras que más vueltas le doy a las ideas, más fija se me hace una sola: aquella de que el hombre siempre tiene dos hambres».



El perro, es el compañero por excelencia de niñas y niños. ¿Qué niño o niña no ha deseado tener un perro como compañero de sus juegos? En Negrita, un grupo de mozalbetes, rodeados de una miseria ancestral juegan con su perra. Entre ellos se establece una fuerte relación. Los niños la hacen tan suya, que la perra empieza a formar parte de ellos mismos, a ser ellos mismos. La enseñan mil y un trucos y mil formas de vida. Todas las formas de vida que ellos conocen: saltar, correr, coger una piedra,... morir.

«Bastaba con que dijeran: “muere Negrita” para que se echara boca arriba completamente inerte, fingiéndose muerta. Entonces venía el “entierro”. Le tiraban de las patas hasta que le ordenaban de nuevo: -¡Vive Negrita!

Inmediatamente abría los ojos y de un salto se ponía de pie, moviendo la cola como si aplaudiera su propia gracia.»






Su obra

Cardoso nos hace llegar las penalidades o las ilusiones de sus personajes, desde los personajes mismos que actúan como actores o testigos de la acción. A veces, como cuenteros de hechos reales o imaginarios. Así sus cuentos son sencillos de leer: poseen una estructura lineal.

Estos personajes, pertenecientes a la Cuba rural que tanto conocía, gracias a su familia y a su trabajo como maestro rural, resultan creíbles, por lo cercanos y vitales: con sus dudas, sus angustias, sus fantasías... Una fantasía liberadora que les permite transcender y modificar su propia realidad. Esta idea se hace más notoria en los libros que escribe en los primeros años de la Revolución cubana: sus personajes viven y sueñan en un mundo nuevo que empieza a cambiar: Gente del pueblo, La otra muerte, El gato, Iba caminando, Abrir y cerrar los ojos...

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En este sentido, destaca la importancia que Cardoso da al nuevo papel de la mujer. Algunos de sus mejores cuentos tienen a ésta como protagonista. Y no a una mujer sumisa, esclavizada del hogar, sin más horizonte que su familia y su casa, sino a una mujer dueña y segura de sí misma. Una mujer que empieza a abrir camino en la vida. Una mujer que resuelve salir de su casa y que transcendiendo el mundo, mísero mundo, en el que vive, ser más que nunca ella misma. Mujeres como: «Leonella», «Meme» o «Visia».

Cardoso recoge la herencia que articulistas y escritores cubanos dejaron a finales del siglo XVIII. Cuba fue siempre un país eminentemente rural. La caña de azúcar y la esclavitud -no olvidemos consentida y mantenida por la colonización española hasta hace un siglo- fueron los pilares fundamentales de la sociedad cubana a lo largo de siglos y siglos. La Habana era el centro neurálgico industrial del país. En su puerto, uno de los más maravillosos y pintorescos que puedan gozarse, se daba toda la actividad comercial de la isla.

Onelio Jorge Cardoso tiene una obra tan corta como intensa. Sus primeros cuentos datan de los años cuarenta, en los que colabora con diversas revistas e instituciones culturales como Bohemia o País Gráfico. Algunos de los cuentos de esta época están entre lo mejor de su producción. Por El Cuentero escrito en 1944, recibió el Premio Nacional de Literatura «Hernández Catá».

En 1962 la editorial Gente Nueva de La Habana publica sus Cuentos completos, magna antología en la que se recogen todos los cuentos publicados por Onelio hasta ese momento. De esta época son cuentos tan fundamentales como: El caballito de coral, El hombre marinero o Los cuatro días de Mario Benjamín.

Dos años después, en 1964, publica La otra muerte del gato conjunto de seis cuentos que suponen un giro en su producción. En estos cuentos, refleja la experiencia revolucionaria que Cuba está empezando a vivir. Un pueblo nuevo, una sociedad nueva, una nueva comunidad. Pero los mismos personajes, emprendedores, soñadores y llenos de lucha.

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Ya en 1969, publica un libro de incuestionable interés Abrir y Cerrar los ojos que le sirve para reflexionar sobre la realidad de la vida y la literatura cubanas. En esta obra, al igual que en otras, que se publican este año en la isla: Paradiso de José Lezama Lima y Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, comprobamos cómo se combinan muy sutilmente la tradición y el futurismo. Con un fondo predominantemente realista y con una temática netamente social, la literatura cubana comienza, por fin, a abrirse a juegos y experiencias de corte vanguardista.

En 1974, publica el más famoso de sus libros: Caballito Blanco. En este libro, conjunto de seis cuentos, viven los más extraños personajes, de los que destaca su dimensión humana. El empleo de ciertos recursos estilísticos, sabiamente distribuidos, la acción, diálogo y descripción y la combinación de la dualidad fantasía/realidad, han contribuido a que sea la obra más conocida del autor, traducida en muchos países.

En 1982, y sobre un guión original para el cine, publica Los Indocubanos, obra de indudable valor estético y literario. La base del libro son unas preciosistas ilustraciones a plumilla del pintor cubano Modesto García, tal y como Cardoso señala en un breve prólogo. Es una visión distinta y liberadora, desde los vencidos, del llamado Descubrimiento y de la relación que se estableció entre aquellos dos mundos...

«Una raza primitiva vivía totalmente desconocida por las civilizaciones de la Vieja Europa y del Lejano Oriente. A este pueblo llegó un día la civilización de la Cruz y la Espada y los hombres de aquel pueblo dejaron de ser libres.»



En 1984, la editorial cubana Gente Nueva, edita la obra cumbre del autor: Negrita. Es la historia de una perra humilde que vive con una familia humilde, en un tiempo en el que los terratenientes disponían de la vida y de la hacienda de las gentes. Escrita con un lenguaje especialmente bien cuidado y rico, lleno de metáforas y matices. Con muchos vocablos nuevos, dando a conocer las distintas inflexiones y novedades lingüísticas del español que se   —26→   habla en la isla, dando a la literatura criolla el carácter de Literatura nacional de Cuba.

Cardoso escribe para los más pequeños igual que para los más mayores y les regala un mundo propio, lleno de vida y de imágenes. Participa, pues, de una concepción distinta de lo que es el mundo de la infancia: la que nació de la Revolución que supuso Mayo del 68. Y los niños y las niñas de diversos países del mundo, hicieron lo que otras muchas veces: tomaron como suyos esos libros que les mostraban cómo era el mundo al otro lado del espejo, allá en el reino de la imaginación, aquí en el reino de la libertad. Al leer sus libros recordamos a Cesare Pavese cuando nos decía: «La literatura es la defensa contra las ofensas de la vida».