Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

Volumen 4 - carta nº 29

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Biarritz, 27 agosto [1879]

Mi querido amigo D. n Marcelino: Días ha que recibí la carta de Vd. del 16, pero la pereza se ha apoderado aquí de mi persona tan por completo que ni para escribir una carta sirvo. No crea Vd. que me paseo ni me divierto mucho. El tiempo se me pasa no sé cómo. Algo leo. Esto es lo único que hago de provecho.

Entre los libros que he leído se cuenta la novela de Perez Galdós titulada La familia de León Roch . Nada de Perez Galdós había yo leído hasta ahora, no sólo por desidia, sino por ese extraño recelo que solemos tener los españoles, hasta los más amantes de la patria, entre quienes me cuento, de que va a ser una tontería o un reflejo contrahecho de literatura de otros países todo libro nuevo español que leamos. Como autor yo también de novelas, tenía miedo además de encontrar malas las de Perez Galdós, pues no hubiera sabido callármelo y hubiera parecido a muchos mi censura nacida de la envidia. Por fortuna La familia de León Roch me ha parecido inmensamente mejor de lo que yo me había figurado. El autor, a vueltas de grandes defectos, tiene prendas de verdadero valor. No es muy cursi , aunque apenas conoce la sociedad elegante que describe; tiene más saber del que yo me imaginaba; y aunque imita a Dickens y a otros autores, lo hace como se debe, poniendo en lo imitado el sello propio y no copiando desmañadamente. Algo ha satisfecho mi vanidad, si no es engaño de mi vanidad misma, el notar yo en esta novela que he leído el influjo y como huella de las mías. León Roch y María Egipcíaca, aunque son distintas criaturas, son hijos espirituales de Doña Blanca y el Comendador Mendoza, salvo que los míos se emplean más en sus negocios que en probar una tesis con los propios actos de su vida, por donde los míos son más reales y humanos. Pero este mismo empeño de probar tesis, que engendra a mi ver no pocos defectos, es el fundamento de gran parte de la extraordinaria popularidad de Perez Galdós. En él hay una calidad que da calor y brío e inspiración, que a mí me falta: el espíritu de partido. Mi benignidad hace que yo reprenda poco: yo tengo la manga ancha. Perez Galdós es un Caton censorino. En nombre de su moral absoluta y filosófica echa terribles sermones a sus personajes. Por lo demás yo creo que Perez Galdós es un novelista de mérito. En el estilo hay, no obstante, sobre todo en los diálogos, una desarmonía que nace del prurito de parecer natural. A lo mejor, hasta en los momentos de más pasion y de más elevado estilo en los discursos de sus personajes, ingiere palabras bajas y feas de puro familiares: lo cual podrá ocurrir, pero no es arte todo lo que ocurre. El lenguaje es fácil y a veces rico, si bien con algunos galicismos, y aun con faltas de gramática de las que más me cargan, como, por ejemplo, usar el dativo del plural del pronombre relativo masculino en lugar del acusativo, diciendo comerles, amarles, dominarles, en lugar de comerlos, amarlos, dominarlos. También me carga tanto afrontar en lugar de arrostrar , que es como yo digo. Hay menudencias que, para el que sabe algo, destruyen la ilusión artística.

Convertir un apellido alemán ilustre, llevado por una familia que vive aún y que tiene casa en Augsburgo, en apellido de un español castizo y dárselo a la heroína del cuento, porque es hija de un banquero español, no me hace gracia. Por qué Pepa no había de llamarse Pepa Fernández o Pepa Gómez y no Pepa Fúcar? Dejemos ya a Perez Galdós, que me voy poniendo pesado.

Otra novela he leído aquí que me ha descorazonado para seguir mi Zarina . Es una novela alemana, su autor Jorge Ebbers, titulada La hija de Faraon . Está escrita con mucho talento y fantasía; inspira el mayor interes, y es un prodigio de erudición. La flor de la poesía nace allí del conocimiento de los clásicos griegos, de la egiptología, de las escrituras cuneiformes, del Zend-Avesta y de cuanto se ha escrito en estos últimos tiempos sobre el antiguo Oriente. El novelista es ademas, un anticuario y tiene sin duda un museo en su casa y ha visitado todos los museos y no pocos de los sitios donde su novela pasa. Por esto me he descorazonado y no he escrito una sola cuartilla de Zarina ...

Otro libro que también he leído y me ha excitado a escribir un artículo, si bien el escribirle se quedó en proyecto, es uno de Víctor de Laprade: El sentimiento de la Naturaleza antes del Cristianismo y entre los modernos.

Es, desde dicho punto, una historia crítica a grandes rasgos, de toda poesía. Es también como una Estética. Y aunque en mucho estoy conforme, sobre todo en que es poeta el estético y escribe como poeta, discrepo en no poco y anhelo contradecir. Asimismo anhelo completar, pues Víctor de Laprade habla mucho y bien de griegos, latinos, indios antiguos, persas, alemanes, franceses é ingleses, y á los italianos y á los españoles más aun, apenas nos tiene en cuenta.

Me alegro en el alma de ver la actividad de Vd. Vaya Vd. preparándose para la Historia del desenvolvimiento intelectual.

Pensé ir a París a pasar una temporada y luego a una quinta que tiene mi hermana en un lugar de Normandía, pero he desistido por razones largas de poner aquí. Me quedaré, pues, en Biarritz hasta el 15 de s. bre Entonces me volveré a los Madriles.

Adiós. Consérvese bueno. Mi carta no pide ni necesita contestación. Escríbame sólo cuando tenga humor de escribirme, seguro de que me agradan mucho sus cartas.

Cariñosas expresiones a D. n Amós Escalante. Si tiene V. de sobra o sin que le haga mucha falta un ejemplar de su Epístola eucarística a los santanderinos, envíemela aquí.

Créame siempre su amigo

J. Valera

 

Valera-Menéndez Pelayo , p. 56-59.