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Volumen 8 - carta nº 390

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Bruselas, 20 mayo 1887

Querido amigo mío Menéndez: Acabo de recibir la grata y, como todas las de Vd., deseada carta del 16. Yo las necesito y las pido de vez en cuando, siempre que no roben a Vd. mucho tiempo para sus trabajos y diversiones, pues le aseguro que, con harta frecuencia, a pesar de mi premeditado optimismo, el abatimiento y la murria me asaltan y se apoderan de mi espíritu, y las palabras de Vd., aunque de lejos y encomendadas al papel, me consuelan y me animan.

Bien está que haya dado Vd. a la Revista de España la primera carta sobre El budismo esotérico, y aun que todas ellas salgan en dicha Revista. Yo no sé de otra, y me someto aunque no me paguen.

Bien está también que dejemos, escueto y mondo, el título de El budismo esotérico, por más que exista ya libro con ese título. Está escrito por Sinnett, en un principio discípulo de la Blavatsky, aunque hoy está en comunicación misteriosa y sobrenatural con el mahatma, o sabio esotérico tibetano, Kut Hoomi, el cual le va enseñando algo de su ciencia y haciéndole entrar un poquito en el Mundo oculto.

He estado mal de salud en estos días y además con más quehaceres y distracciones que de ordinario. Esto ha impedido que escriba yo la segunda carta sobre El budismo y las cosas que, con ocasión del budismo, se me ocurren; pero las cartas irán saliendo. Tengo muchísimo, muchísimo que decir. La cuestión está en el arte y en la inspiración para decirlas, porque en medio de las bromas y las burlas es menester que resalten la verdad y lo sentido y creído sobre la certidumbre de doctrinas y de principios que están por cima de la experiencia y más allá de toda imaginación, de todo ensueño y de toda farsa.

Paulo minora canamus. Hablemos ahora de la edición neoyorquina castellana de Pepita Jiménez.

Es asunto que no me interesa sólo a mí, sino a todos los autores y editores de España.

Halaga mi amor propio, y aunque nada me valga, daré siempre mi venia para que me traduzcan en cualquier lengua, y más aún en inglés, pero no me tiene cuenta que me impriman en castellano. Yo no he dado mi venia a los Appleton. Ellos se la han tomado en esto. Y no quepa a Vd. duda, si Venden bien Pepita Jiménez, imprimirán novelas de Alarcón, Galdós, Pereda, etc. Con esto nada ganaremos pecuniariamente. Para darse tono y hacer creer que no nos roban, dirán, y dicen ya en el prólogo editorial de Pepita, que nos darán royalty, derechos de autor, pero será un 6 ó un 8 por 100; y asimismo, si venden mil, supondrán que venden quinientos, y de todos modos seremos burlados.

Como no hay tratado que lo impida, los Appleton u otros editores imprimirán lo que gusten, y mientras más se vaya despertando el gusto a leer en castellano allá en América, más seguro será esto.

Yo creo que dentro de poco, Vd. lo verá; yo no, porque estoy muy viejo; América, no sólo la española, sino los Estados Unidos, será gran mercado para nuestros libros, como lo serán también los demás países de Europa, si no escribimos tonterías, como lo espero, y si somos originales.

Para que se vendan los libros, impresos ahí, es menester imprimirlos y darlos baratos y enviarlos por todas partes.

No puede Vd. figurarse la de libros españoles que, desde que yo estoy aquí, vende un librero alemán, a quien yo no he hecho más que indicar el negocio. Él hace venir sus libros de Madrid y de Barcelona.

Otro remedio para autores y editores es pedir que no entren ahí sino los libros españoles que no sean ya de nadie, o cuyo autor o propietario pida que entre; y si no, no.

Creo que en las Cortes se debía hacer una ley sobre esto; ningún libro en castellano, impreso en país extranjero, debe entrar en España, si el autor mismo no pide permiso para que entre, o si no pide este permiso el propietario del libro, si el autor vendió la propiedad, o ha muerto.

Tenemos la esperanza, concretándonos a los Appleton, de que son tan ricos como archijudíos, y necesitan ganar muchísimo para interesarse en un negocio. Así, pues, como no vendan Pepita Jiménez a millares y millares, no imprimirán otro libro español.

El que se prohiba la entrada de la Pepita yankee en España interesa, pues, además, a los demás autores, que si sale bien Pepita, serán impresos también.

Los Appleton han estado mezquinísimos conmigo. De la edición inglesa de Pepita no quedó revista americana, ni periódico importante, que no hablase, y muy bien los más.

En América se lee mucho, y después de tanto ruido, no puedo yo persuadirme de que los Appleton no hayan llegado a vender 6.000 ejemplares. De éstos, hasta llegar a 2.001, no cobro yo derechos de autor, y del 2.001 en adelante, cobro el 10 por 100. De aquí que la Pepita Jiménez yankee no me valga ni 4.000 reales.

En cuanto a la castellana, aunque ellos, los editores, se dan el charol de que pagarán royalty, no espero ni 50 dollars, al cabo de un año.

Bueno será que esto se sepa ahí. Un autor español podrá sentir lisonjeada su vanidad si en Nueva York le reimprimen; pero su bolsa no ganará nada, ya le impriman en inglés, ya en castellano.

En inglés, con todo, me alegraría yo de que los Appleton imprimiesen otros libros míos, por vanidad de autor, pero perdidas ya las ilusiones crematísticas. A mi ver está probado que todo editor yankee es cien veces más bandido que el más bandido de los editores españoles.

Repito, con todo, que las traducciones convienen, aunque no produzcan, a fin de darnos a conocer y de mover a las gentes a estudiar nuestra lengua. Además, y aun siendo tan miserable mi ganancia por la Pepita Jiménez inglesa-yankee, todavía he ganado algo con ella, y nada he ganado en otros países. Hay traducciones de Pepita, que yo sepa: en tomo, además de la adaptación francesa archideplorable, en portugués, en inglés, edición de Londres; en alemán, tres traducciones: una, de una Biblioteca popular, que se vende a 50 céntimos aquí en Bruselas; otra en polaco, otra en bohemio y otra en italiano.

Ahora están traduciendo Pepita Jiménez en griego moderno. Por medio de mi primo Joaquín Valera, que está en Atenas, me han pedido permiso. Para traducirme en los demás idiomas, salvo en inglés, nadie me pidió permiso, ni nadie me dió un ochavo, salvo la Betzon, la adaptadora francesa, que tuvo la conciencia de enviarme 1.500 reales.

Don Joaquín Rubió y Ors me ha enviado su discurso sobre Milá con carta muy amable.

En estos días, por recomendación y préstamo del Secretario del Nuncio aquí, he leído los versos de una poetisa italiana novísima, Alinda Brimamonti. Se los recomiendo a Vd., a mi vez, porque me parecen preciosos.

Hágame Vd. el favor de dar a Clarín un ejemplar de Cuentos, diálogos y fantasías, y excítele a que me envíe ese su nuevo tomo de artículos.

Dígame Vd. lo más fijamente que pueda hasta cuándo estará en Madrid, por varias razones, y entre otras para enviarle la segunda carta budística, o bien enviársela directamente a Calvo Muñoz, si Vd. se va a Santander.

Espero con ansia el primer tomo de esa nueva edición de la Ciencia Española.

Roulens ha sentido mucho que no hayan querido enviar de ahí el Atlas de Deventer. A la verdad, yo no me explico la negativa, cuando aquí darían todas las garantías imaginables de que no se perdería, ni se extraviaría, ni se mancharía nada.

Adiós. Créame su afmo. y buen amigo de siempre

J. Valera

¿Y Cánovas hace mi prólogo? ¿Ha leído Vd. el que yo puse a las poesías de Almenara?

 

Valera-Menéndez Pelayo , p . 379-382.