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Volumen 8 - carta nº 21

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Bruselas, 21 julio 1886

Mi muy querido amigo Menéndez: Anoche vine a esta ciudad para asistir hoy al solemne Te Deum por el advenimiento de esta dinastía al trono de Bélgica; pero de asiento estoy y seguiré en Ostende (Villa Boudonin, rue de Paris, 13) hasta fin de agosto. Allí está toda mi familia.

Muchísimo agradeceré a Clarín que escriba un artículo detenido sobre mis versos. Vd. sabe cuán inclinado soy yo a la duda. A veces imagino que no soy poeta; que a despecho de las Musas he escrito todas las coplas que he escrito y que mis coplas no valen nada; pero las leo y las releo poniéndome como crítico y me parecen entonces muy bien, y sobre todo, comparándome con Grilo, Campoamor, Ayala y otros así, suelo caer en el extremo contrario: se me figura, al ver el desdén del público español conmigo, que la barbarie, la grosería y la ordinariez son en España irremediables. Los periódicos españoles no sólo no me han bombificado; ni siquiera me han anunciado.

No crea Vd. que este desdén me quite las ganas de escribir. Ahora las siento mayores que nunca. Este desdén es para mí, aguijón, espuela, estro que me pica y que tal vez me haga sacudir la pereza. Si me pasan las calenturas, si se disipa este malestar extraño que siendo en todo mi ser y si vivo aún sano seis u ocho años, voy a ver si escribo más que hasta aquí; escribiré Metafísica a la ligera, Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas , donde trataré la cuestión del naturalismo; escribiré dos o tres novelas más, la primera La Joya , y lo que es más, por lo mismo que me niegan el ser de poeta (¿qué quieren que sea yo, si no soy poeta?) tengo comezón de hacer un tomo nuevo de Poesías , cuyo título será Romancero peregrino .

Es singular y lamentable y cómico lo que me sucede. Yo soy modesto en muchas cosas. Me creo encogido después de tantos años de diplomatiquería y de recorrer el mundo; me considero tan mal orador que no me atrevo a desplegar los labios; mi felicidad suprema sería, si no tuviese mujer e hijos, casas de mantener, o si hallase modo de ganar algo de otro modo, no ser diplomático ni nada; la política me apesta, y veo sin envidia que docenas de mis amigos han sido ya Ministros de la Corona y yo no; es más, no deseo serlo. Mi sueño dorado sería vivir en Madrid seis meses al año, literateando, y en Cabra otros seis meses entre mis libros. En suma, mi única pretensión es ser poeta, en prosa y en verso, porque no es coquetería ni ironía, es la pura verdad de mi sentir, me parece que no sé nada y que sólo puedo y debo dar forma a mis ensueños y fantasías.

Me pregunta Vd. en su última carta si recibí y leí los tomos de la Estética del siglo XVII. Vd. lo ha olvidado, porque yo los leí y además escribí a Vd. encantado de su lectura.

Es lástima que Cánovas tenga tanta vanidad, soberbia y aspiraciones de gran literato. Con la importancia política que ha adquirido, con la sublimidad bismarkiana a que se ha elevado, con el respeto que infunde y con el servilismo que hay en España, pudiera ser nuestro Mecenas si no pensase en ser nuestro rival o nuestro superior y maestro; pudiera valernos e imponernos para con el público. A veces en mis ratos de abatimiento he penado en esto; pero, en fin, mejor es desechar pensamiento tan ruin y no ser nada o ser algo sin Mecenas alguno.

Otras veces se me ocurre una idea noble, pero irrealizable de puro disparatada. Ya está duro el alcacer para zampoñas. Si no, yo aseguro a Vd. que me lanzaría a aprender el inglés con tal furia que le había de aprender al cabo y había de escribir en inglés en vez de escribir en mi lengua.

Mi hijo Luis tiene talento; no sé si aparecerán en él más tarde fuerzas y energías de buen escritor; pero, si esto ocurre, yo le excito a que sea autor inglés o francés y no castellano. Hasta ahora él escribe mejor lo que escribe en francés o en inglés que en la lengua de su padre, y de ello me alegro. No lo digo por pique ni enojo. Muéveme a decirlo una mezquina aunque sustancial consideración económica. Quiero suponer que como autor inglés no hubiera yo adquirido sino la décima parte de la reputación que como autor español se me concede; pero con esta décima parte me bastaría para estar seguro trabajando un poquito de ganar mil libras esterlinas al año, con las cuales ahorcaría los hábitos, colgaría el uniforme diplomático y no le volvería a poner en lo que me queda de vida.

Adiós. Escríbame y créame su afmo. y buen amigo.

J. Valera

 

Valera-Menéndez Pelayo, p. 279-281.