Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

Volumen 16 - carta nº 538

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   JUAN VALERA

Santander, 2 agosto 1902

Mi muy querido amigo: Tengo hace días bastante delicada de salud a mi madre, y aunque parece que últimamente se ha mejorado algo, cualquier cosa alarma en persona de su edad y de sus achaques. Esta contrariedad me ha tenido inquieto y preocupado, y por eso contesto con algún retraso a su gratísima carta de Vd., a la cual acompañaba el tercer tomo del Florilegio y los dos tomos de las Sombras chinescas del amigo D. Luis, que de tan brillante modo empieza su carrera literaria. Había yo visto las primeras muestras de tan excelente libro en El Imparcial; llevo leído casi todo lo que no conocía y cada vez me enamoran más la amenidad de estilo, la corrección, brío y desenfado del novel autor, y sobre todo su gran talento descriptivo y su sagaz espíritu de observación. No dudo que su obra obtendrá gran éxito, tanto por la rareza de las cosas que cuenta como por el delicioso modo de contarlas.

En el tercer tomo del Florilegio he encontrado las octavas, realmente muy notables, de D. Baltasar Lirola, que nunca había visto completas. La elección de poetas o composiciones me parece bien. No reclamo mayor espacio para Zorrilla, por las razones que da Vd. en la advertencia final, aunque echo de menos alguna leyenda breve ó por lo menos un fragmento de ella, verbigracia, el final de «A buen juez, mejor testigo», que basta para caracterizar esta fase principal de su talento.

Con quien más siento que haya sido Vd. demasiado parco es con Ventura Ruiz Aguilera, que escribió mucho bueno y en muchos géneros, y es, a mi juicio, uno de los mejores y más completos poetas de su tiempo. Acaso no tuvo Vd. a mano la colección de sus obras, porque allí hay cosas mejores que las dos que se ponen por muestra en el Florilegio.

Siendo tantos los poetas que restan para el tomo 4.º no me atrevo a hacer a Vd. ninguna recomendación especial, salvo una sola, la de Amós Escalante. Quisiera yo que se tomase Vd. la molestia de repasar las varias composiciones suyas que le envié copiadas, y si le parecen bien, como a mí, que inserte el mayor número posible de ellas en el Florilegio.

He escrito casi del todo el discurso de contestación a Menéndez Pidal; sólo me faltan cuatro palabras de epílogo. En el discurso no hablo más que de él y de sus trabajos filológicos y de historia literaria, sin entrar en el tema que dilucida y sobre el cual dice, a mi juicio, todo lo que puede y debe decirse, con gran novedad y erudición.

Trabajo simultáneamente en el Tratado de los romances viejos, que va imprimiéndose aunque a paso de tortuga; y en el prólogo del tomo XIII de Lope, que camina con más actividad. Creo que podré terminar uno y otro libro antes de volver a Madrid en el otoño. Aquí la temperatura es deliciosa y convida a trabajar con método y reposo.

Pienso lo mismo que Vd. respecto del famoso Gubernatis. Siempre le tuve por un tonto erudito, una especie de Fastenrath italiano que sabe varias lenguas y pica en todo y todo lo hace mal. De su fantástica alianza heleno-latina lo único positivo hasta ahora es el pellizco de las diez liras por su insulsa Crónica, que pienso dejar en acabando este año, si para entonces persiste tal publicación, que lo dudo.

Lázaro me escribió el otro día desde París diciéndome que había propuesto a Vd. la idea de escribir sus memorias y que yo la apoyase. Lo hago con el mayor gusto porque creo que Vd., sin el menor esfuerzo y sin acudir a más archivo que el de su memoria, podía hacer un libro entretenidísimo y de grande enseñanza en un género poco cultivado en España, pero que empieza a tener muchos aficionados.

Es lástima que en España apenas escriban memorias más que los tontos de capirote, como Miraflores o Casa-Valencia, y que, en cambio, los hombres de talento y de mundo se quedan con las suyas en el tintero, con gravísimo daño de nuestra historia política y literaria. Debe Vd. animarse a emprender esta labor el invierno próximo.

De Vd. muy buen amigo y admirador y discípulo

M. Menéndez y Pelayo

 

Valera - Menéndez Pelayo , p. 580-582.