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Volumen 8 - carta nº 187

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   JUAN VALERA

Santander, 21 diciembre 1886

Mi muy querido amigo D. Juan: Escribo a Vd. desde esta casa, adonde he venido a pasar las vacaciones de Navidad. Estaré aquí hasta el 7 de enero.

La Revista de España publicó al fin, aunque muy tardíamente, el artículo 8.º de los referentes al naturalismo. Es de los mejores de la serie, aunque a mí el último que leo me parece siempre el mejor, el más ameno y el más discreto. En éste se amalgaman dichosamente lo profundo, lo bien sentido y lo chistoso. Me han parecido de grande alcance las reflexiones sobre la grandeza de nuestro siglo y sobre su duplicidad y miseria. El cuadro sintético que se traza al principio es muy vigoroso y muy brillante, con algunos toques de feliz humorismo. Lo que se dice del romanticismo y de sus diversas influencias es muy exacto. Encuentro muy bien que salga Vd. a la defensa de la novela histórica, y especialmente de Walter Scott, a quien tengo particular cariño y considero como uno de los hombres que más sanamente han influido en la Humanidad deleitándola. Lo que Zola y D.ª Emilia dicen de él es injusto a la par que grosero. Siempre divertirán más a todo lector sincero y desapasionado Waverley y Rob-Roy que la serie interminable y soporífera de los Rougon-Macquart. Yo he creído ver en el libro de D.ª Emilia una falta grande de sinceridad. Se empeña en persuadirse a sí misma y en persuadirnos a los demás que se recrea mucho leyendo libros que es imposible tragar enteros sin un poderosísimo esfuerzo de voluntad o imponiéndoselo uno por penitencia.

No acabaría si me pusiese a enumerar todos los primores que hay en este artículo. Pero nada tan excelente y tan valeroso como lo que se dice de Rousseau, de Chateaubriand y de la última detestable obra de Renán, especie de delirio o de chochez que pasma en un espíritu tan delicado y que apenas llega a hacerse tolerable ni por la misma limpieza del estilo. Es preciso que en Francia se haya perdido totalmente el sentido estético y hasta el sentido común para que sean posibles tales extravagancias y aberraciones.

Mi opinión es que debe Vd. continuar estos artículos con el mismo brío y constancia que hasta ahora, dándoselos a la Revista (si es que la Revista no muere) porque de esta manera se obliga Vd. mismo a escribir y no siente tentación alguna de suspenderlo o dilatarlo. Acuérdese Vd. de lo que pasó con la Metafísica a la ligera, que está a medio imprimir desde hace cinco años. Vd. necesita el estímulo de la publicidad para no cansarse ni distraerse a otro asunto. Tenga Vd. en cuenta, además, que los artículos se leen mucho y gustan muchísimo. Al llegar aquí me ha hablado de ellos con el mayor entusiasmo nuestro novelista Pereda, manifestándose conforme de todo punto con la doctrina y admirado del primor con que Vd. la expone y desentraña. Ya sabe Vd. el juicio de Alarcón, del P. Mir, de Gabriel Rodríguez, de casi todos los que tienen buen gusto en Madrid. Siga Vd., pues, escribiendo artículos para la Revista, aunque no le paguen y aunque tarden tanto en imprimir los artículos. Vd., que conoce de tantos años a Albareda, debía de estar curado de espantos en esta materia.

Siento que esté Vd. mal de salud, aunque lo atribuyo, en parte, a la crudeza de la estación y a la especie de soledad en que Vd. vive. Verdaderamente Bruselas es tristísima. En primavera debe Vd; dar una vuelta por Madrid.

No olvide Vd. el prólogo a las Poesías del Duque de Almenara. Por cierto que estos días ha muerto el Marqués de Albranca, con lo cual Gabino Martorell habrá quedado riquísimo. ¿Qué le parecen a Vd. los versos de mi hermano? A lo que yo recuerdo, tiene composiciones amorosas bastante apasionadas y tiernas y la forma suele ser elegante y castiza.

La Memoria de Monseñor Namèche sobre Luis Vives se insertó en el tomo XV de las Memoires couronnées de l'Academie Royale des Sciences et Belles Lettres de Bruxelles (1840-41). Quizá sea posible encontrar este tomo, ya que no parece la Memoria suelta.

Otro día contestaré a Vd. sobre varios puntos de los que toca en sus dos últimas. Entretanto créame, como siempre, su mejor amigo

M. Menéndez y Pelayo

 

Valera-Menéndez Pelayo , p . 334-336.