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Volumen 10 - carta nº 133

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   JUAN VALERA

Santander, 4 septiembre 1889

Mi querido amigo D. Juan: Recibí días pasados su carta de Vd. del 21 de agosto, tan grata como todas las suyas. No contesté antes porque me ha tenido muy ocupado la terminación del discurso inaugural de la Universidad. Al fin le he terminado, aunque malamente y a trompicones, y ya está camino de Madrid. No puedo acostumbrarme a estos

trabajos de día fijo y de plazo fatal, no serviría yo para periodista. El discurso versa sobre las vicisitudes de la filosofía platónica en España , y falto de otros méritos, tendrá el de contener muchas noticias y observaciones que tengo por nuevas. Las notas son más interesantes que el cuerpo del discurso. Éste me ha salido algo incoherente y desordenado y además tiene un larguísimo exordio -nada enlazado con el asunto- en que hago la apoteosis de Camús y García Blanco, maestros de la Facultad, muertos el año pasado.

Fuera de esto, nada he escrito este verano, pero como todavía quiero estar aquí hasta el 20, procuraré cumplir un compromiso que tengo con Luis Navarro, escribiendo el prólogo para el primer tomo de la colección de Líricos castellanos , que va a publicar en su Biblioteca. Esta colección o antología va a resultar, si no me engaño, muy diversa en plan y criterio de todas las anteriores. Mi objeto es incluir todo lo que tenga valor positivo -tenga o no tenga fama- y también todo lo que, valiendo poco bajo el aspecto estético, sirve, no obstante, como documento histórico para conocer el gusto reinante en las diversas épocas y las costumbres literarias de cada período. Así es que pienso poner algo de lo más saliente y absurdo de los poetas culteranos y algo también de los poetas prosaicos y ramplones del siglo pasado. La colección no bajará de diez o doce tomos, incluyendo de este siglo a los que hayan muerto. A los americanos habrá que dedicarles un par de volúmenes.

La parte de la Edad Media ocupa dos tomos. He procurado entresacar del fárrago de los cancioneros todo lo que puede leerse, prefiriendo, naturalmente, las composiciones de carácter y tema histórico y procurando al mismo tiempo dar muestras de todas las combinaciones métricas. A estos dos tomos sirven de complemento otros dos en que van los llamados romances viejos conforme al texto de la Primavera y Flor de Wolf, que es posterior al de Durán y mas correcto, e incluye algunos romances que Durán no conoció.

He recibido ayer el número de agosto de La España Moderna. Muy flojo viene. Lo mejor que trae es un pedazo de

novela de Clarín. Si esa Revista no se levanta un poco, me temo cualquier fracaso.

Mucho nos hace Vd. aguardar sus cartas al bueno de Mera. La última es deliciosa. Tengo la Lira Ecuatoriana y la Nueva Lira Ecuatoriana, y no he visto esperpentos semejantes. Cuanto usted dice de tal poesía es inferior a la realidad.

El único poeta que vale algo en el Ecuador, aunque es ampuloso, rimbombante y apocalíptico como él solo, es Numa Pompilio Llona, de Guayaquil, que supongo que habrá mandado a usted sus obras en tres o cuatro grandes cuadernos. Es una especie de Tassara americano; tiene mucha fantasía y hace versos muy sonoros y rutilantes. Tampoco era malo del todo -a lo menos en sus últimos tiempos- Julio Zaldumbide, que tradujo muy bien el Lara de Byron y medianamente los Sepulcros de Pindemonte, dedicándomelos a mí, como traductor de los de Fóscolo. El mismo Mera ha hecho algunos versos agradables, aunque es mucho mejor su prosa, especialmente en Cumandá, que deseo ver elogiada dignamente por Vd.

Otero del Rey, pueblo donde Laverde suele pasar los veranos porque su mujer tiene allí una casa, pertenece a la provincia de Lugo. Escríbale usted allá.

Suyo siempre

M. Menéndez y Pelayo

 

Valera - Menéndez Pelayo , p. 425-427.