Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

Cinema Universitario. Núm. 3, mayo 1956

Portada





  —1→  

ArribaAbajoUn doncel, una espada


ArribaAbajoUn cine español

Ocurre que a veces vemos: «Triunfo del cine español», en algún titular.

Ocurre que antes de pasar adelante y enterarnos de la letra menor, nos preguntamos: ¿De qué cine español?

Ocurre que el cine que triunfa es uno de los cines españoles. Ahora triunfan fuera muchas películas que al estrenarse interesaban muy poco a las mismas revistas que se frotan las manos.

Ocurre también que -como siempre ocurrió en la literatura, en el arte- hay un cine valiente y con inteligencia y un cine ignorante, torpe, facilón. Un cine para gente normal y un cine para tontos. En algunas ocasiones se dan premios. En algunas ocasiones hay certámenes internacionales. De aquí que ciertas películas se hagan oficiales, se proyecten bajo un pabellón y viajen en valija diplomática.

Y pasa que en el mismo certamen una película española -sin pabellón- es la que triunfa. Es posible que lo mejor sería una identificación y que la no oficial fuera la oficial. Es lamentable que al tener que elegir entre un cine y otro se elija al otro.




ArribaAbajoObjetivo: estudiantes

Estamos todos tratando de ver -con los ojos en la encrucijada del actual cine español- la realidad. Frecuentemente, nos cansamos utilizando esta palabra, la realidad. Pensemos, discutamos, escribamos o soñemos, esta palabra aflora constantemente a nuestra preocupación: la realidad. Lo malo es saber qué realidad estamos mirando cada uno. Por lo pronto, cada uno miramos nuestra realidad.

Y nuestra realidad somos nosotros. Nosotros, estudiantes.

El estudiante ha sido mal tratado en nuestro cine. Aquellas imponderables La casa de la Troya o estas irreverentes Facultad de Letras o La ciudad de los sueños, nadie dirá que son películas sobre los estudiantes. Si hay una parcela de la realidad española que conocemos bien es la de los estudiantes. La estamos viviendo día a día. Y los despropósitos antes citados nada tienen que ver con ella.

Desearíamos que algún día se nos diera una película sobre estudiantes, sobre sus conflictos y sobre sus preocupaciones. El ser estudiante es un modo de estar entre la gente. Hay un argot estudiantil. Hay un dolor estudiantil. Hay una experiencia estudiantil. Debemos conocer todo esto y dárselo a conocer a los demás.

Ésta es nuestra realidad. La universitaria de buenas familias, el «señorito» estudiante, los Colegios Mayores, los fines de curso, las vacaciones, la beca para la Universidad de Verano en el extranjero, los tardes de los domingos con la soledad a cuestas, los profesores, la salida de la Universidad. Todo esto que nos rodea.

Cada uno se queja de lo que le duele.

Querríamos que alguien pensara en un estudiante como posible protagonista de una película del cine español. Querríamos que la Universidad española apareciera en el cine español alguna vez, tal como es. No es mucho pedir.



  —2→  

ArribaAbajoPremios = Merde

Como es costumbre, el Sindicato Nacional del Espectáculo ha dado a conocer a últimos del mes de enero el fallo de su concurso anual de películas, dotado de importantes premios en metálico.

El resultado es el siguiente:

1.º Marcelino, pan y vino, de Ladislao Vajda.

2.º Historias de la Radio, de José Luis Sáenz de Heredia.

3.º El canto del gallo, de Rafael Gil.

4.º Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem.

5.º Los peces rojos, de José Antonio Nieves Conde.

6.º Orgullo, de Manuel Mur Oti.

Accésit: Congreso en Sevilla, de Antonio Román.




ArribaAbajoCine amateur

Ante el cine amateur, uno se llena de dudas. Y de preguntas. ¿Qué es realmente el cine amateur? ¿Qué papel tiene que desempeñar en el campo del cine, sin más, sin adjetivos? ¿Es tan bueno como dicen el cine amateur español? ¿Tiene que ver este cine algo con el arte o es entretenimiento de unos cuantos señores para los domingos por la tarde? A uno, naturalmente, como es lo honesto, le gustaría contestar a todas esas preguntas y alguna más. Pero no es posible. Un tópico que está a flor de labios a la menor ocasión, durante estos últimos años, es el decir que frente a un cine comercial nulo, España cuenta con uno de los mejores cines amateur del mundo. Claro que quien dice eso generalmente no ha visto ni un solo film de ese cine que tanto elogian. Y ése es el nudo de la cuestión. En España no ven cine amateur, salvo contadas excepciones, más que los mismos interesados (entiéndase los que hacen las películas, «su» limitado público y «sus» críticos). Sí, ellos nos hablan de «sus» películas, de «su» cine, pero nosotros no les entendemos, no podemos entenderlos, porque no conocemos aquello de que nos hablan y que ellos dan por sabido. En resumen, no hay más camino que ver cine amateur. Pero esto, para la mayoría, es dificilísimo, cuando no imposible. Y no debía de ser así. El cine amateur tiene su público posible: el de los Cine-Clubs. Y una entidad potente, con capacidad para distribuirlo: el Centro Excursionista de Cataluña. Entonces, ¿por qué en España no se ve cine amateur? Esta es otra pregunta -la pregunta clave- que habría que unir a las formuladas al principio. Y luego pedir a quien pueda que nos dé contestación.

Entretanto -mientras la minoría cinematográfica española no pueda conocer el cine amateur- que no nos hablen de cine amateur. Que no nos canten sus elogios. Pues hasta entonces, ni a unos ni a otros, propios y extraños del cine amateur, les tomaríamos en serio.




ArribaAbajoPelículas de interés nacional

Perdidas en los más insospechados rincones de la Península existen todavía copias, milagrosamente supervivientes, de antiguas películas de gran valor histórico. Son, por ejemplo, Cabiria, de Pastrone; M y El testamento del doctor Mabuse, de Fritz Lang; El Quijote, de Pabst; La canción de la vida; Rapto, de Kirsanoff; Napoleón, de Abel Gance; la trilogía vienesa de Willy Forst (Mazurca, Mascarada, Serenade y algunos títulos más). Todas ellas películas de valor reconocido en la historia larga en sus solos sesenta años del cine. Películas viejas copias difíciles algunas de localizar. Que está cumpliendo la honrosa misión de dar agónica vida a los escasos Cine-clubs españoles. Suponemos la existencia posible de algunas otras perdidas en los almacenes de las distribuidoras o en filmotecas privadas.

Pero todo este fondo inestimable, único que existe en España de películas antológicas está en peligro de desaparecer para siempre. Como decimos, son todas ellas copias viejísimas muchas en estado lamentable, que en manos muchas veces de personas que desconocen su importancia y proyectadas repetidamente   —3→   sin cuidado alguno, a lo largo de un año a lo sumo estarán destrozadas totalmente e improyectables.

Urge que un organismo, el que sea, recoja estas viejas películas, saque contratipos y las ponga en circulación adecuada sin peligro de su pérdida total. En España estamos escasos de películas de esta clase y antes de construir en el aire bonitos castillos de filmotecas, es imprescindible poner a salvo lo único que nos queda. No creemos que sea difícil. En un Estado que considera hasta pueblos enteros de interés artístico nacional, habrá, creemos, buenas fórmulas para recuperar para bien de nuestra cultura y de nuestro cine, estos metros de ajado celuloide que forman unas cuantas películas que bien podemos llamar de interés nacional.




ArribaAbajoSacerdocio y Curascope

En Incunable, revista sacerdotal, se publicó en uno de sus últimos números un interesante artículo. Su corresponsal en Japón -un misionero español- escribe sobre una película, El Cristo de bronce, que tiene como tema la historia de un misionero apóstata. Enjuicia la obra con una agudeza y sensatez que bien quisieran para sí la mayoría de los críticos profesionales. Pero no es ese el objeto de nuestro comentario. A quien le interese el tema, en la citada revista encontrará el artículo.

De pasada, el escritor habla de que, de esta película próxima a distribuirse en Europa, «probablemente no ha de faltar una copia para la católica España». Aquí es donde queremos llamar la atención. Porque nosotros, que sólo conocemos la película por referencias, apostamos contra el articulista de Incunable que esa película no se distribuirá en España. Como no se distribuyeron antes otros films que abordaban con autenticidad y hondura los problemas del sacerdote. Por ejemplo: Dieu a besoin des homes y Journal d'un cure de campagne, y hasta la fecha, Le défroqué. Se lo impediría -interpretando el sentir, en ente caso, de la sociedad española- la vigilante censura. Hasta probablemente habría un enérgico voto de quien más interesados debían de estar en lo contrario. Y supongamos que no ocurriera así, entonces obtendría el film una repulsa casi absoluta. Lo que, para nuestro caso, es lo mismo. El escritor aludido llega a la misma conclusión: «Y, posiblemente, causará una impresión deplorable en muchas personas». Tenemos por un lado una película, El Cristo de bronce, que trata con dignidad, a pesar de ligerísimas desvirtuaciones, el tema de la Fe, la Gracia, el Martirio, a través de la historia personal de un misionero apóstata. Tenemos, de otra parte, el convencimiento de que esa película no llegará al público español y en todo caso no será admitida por éste. Se pueden sacar conclusiones. Una primera es que nuestro público no admite curas apóstatas. Otra más sutil e importante es un hondo anticlericalismo del cine español (aquí en sentido amplio: producción, distribución, público) que niega al sacerdote lo que no debe negarse a nadie: la comprensión y... podríamos continuar pero tememos ir más lejos de lo que nuestra condición de simples comentaristas cinematográficos y el reducido ámbito de estas notas nos permitan. Suponemos que siempre habrá quien lleve las conclusiones a su término.

Pero lo que no cabe duda, esto nos interesa, es que hay una equivalencia público-películas (alguien dijo: tenéis el cine que os merecéis) y en nuestro caso una correspondencia entre el público que hemos aludido y ese deleznable cine religioso del «curascope» de Aspa Film. Y que el problema del cine religioso, cuando se aborde, ha de hacerse desde ese doble punto de vista. Entretanto, a soñar. Y en honor del artículo que motiva este comentario, vamos a reproducir unas últimas frases: «La apostasía de Ferreira -uno de esos casos históricos, ni pocos ni muchos, que se han dado- entra a saco en este museo de ideas versallescas y habla broncamente de las incidencias inherentes a la vida del misionero; a esa vida real que con frecuencia se ha escamoteado». Y pensamos la falta que nos está haciendo un cine bronco, áspero, que nos hable de las incidencias de la vida -del misionero, del sacerdote, del hombre-, que derribe el museo de ideas versallescas y nos lleve a esa vida real que siempre, hasta la fecha, nos ha escamoteado el cine religioso español.

  —4→  

Mientras llega el momento, esperemos. No se sabe por qué extraña asociación de ideas al ver la fortuna personal de ciertos «productores católicos», pensamos que todavía hay muchos mercaderes que echar del templo.




ArribaAbajoMirando al tendido

Si una persona tiene algo que decirle a otra y están solos, lo hará seguramente, con autenticidad, en voz baja. Pero otra cosa, sucede si hay gente alrededor, si tenemos espectadores. Entonces suele ocurrir que se engola la voz, se afecta el ademán y pierde importancia el, de verdad, hacer comprender a nuestro interlocutor lo que queremos decirle. Pasa lo que en términos taurinos se llama «mirar al tendido». El problema que preocupa es que vean que lo hacemos muy bien. Y esto ocurre, en cierto modo, en un tipo de Cine-Club muy abundante entre los escasos que nos quedan en España. Cine-Clubs con programas muy bonitos, de muchas páginas, muy agudos que, naturalmente, se envían a una lista muy larga de personalidades de Madrid. Luego sucede, a lo mejor, que el público, los socios del Cine-Club, patean la película proyectada. O que al terminar la sesión, el patio de la sala está alfombrado de esos programas tan bonitos, tan agudos, que nadie lee. Y uno piensa si muchos Cine-Clubs no están hechos mirando al tendido; si muchos Cine-Clubs no son, sino pretexto, para el comienzo de una carrera cinematográfica. Partiendo, claro, de lo que para nosotros es evidente, que un Cine-Club no es sino un público al que hay que educar. Muchos de nuestros anémicos Cine-Clubs están no cabe duda, «enfermos de presunción».

No sabemos si en los toros, que no nos interesan ni como fiesta nacional, estará bien eso de mirar al tendido. En nuestro caso, por lo menos, es poco honesto. Y honestidad es lo que está necesitando el cine español.




ArribaAbajoEl realismo del niño Juanito

Donde menos lo esperábamos, en un libro de Derecho, hemos encontrado unas palabras sobre el repelente niño protagonista de los libros de lectura de nuestros padres, escritas por un jurista que nunca pensó asomarse a una revista de cine. Dice:

Juanito no podía ir de paseo, ni subirse a un árbol, ni jugar a sus anchas, ni contemplar las maravillas del mundo en su realidad milagrosa a través de la realidad, aun más maravillosa, de su fantasía. Un burro no era un burro, no era ese divertido juguete que sirve para caerse de él, sino que era la lección 17. Un árbol no era un soporte de un columpio, o una torre para subir a las estrellas o el palo mayor de un barco pirata. Un árbol era la lección 23. Y así sucesivamente. Juanito no pudo nunca «ver» ninguna cosa real, porque para él las cosas eran... documentos: cosas que enseñan, no cosas que son: representaciones de lecciones.

Ante ciertas derivaciones de los seguidores de una de las posturas más honestas del Cine Español, habría que pensar en colocar estas palabras en el frontispicio de nuevo cine español. O declararlas obligatorias como cita inicial en todos los escritos sobre realismo cinematográfico. Pues corremos el peligro de tanto repetir las mismas cosas una y otra vez, sin pararnos a pensar, que nos ocurra lo mismo que al niño Juanito, y en vez de ver la realidad, la estupenda y maravillosa realidad, veamos documentos o representación de lecciones. Todo puede ocurrir.




ArribaAbajoMarcelino, ese cielín

En España, Marcelino, pan y vino ha sido un éxito de público. No hay que ser ciegos; no hay que empeñarse en ver lo que no hay, no hay que cerrar los ojos ante lo que es evidente. A la gente le gusta Marcelino; paga por verlo; se divierte con sus jugarretas; comenta sus atrevimientos; se conmueve   —5→   con sus sonrisas y se reblandece con su simplicidad y su atractivo; alaba el realismo de la película porque el niño tiene las uñas sucias -hay un momento en que de verdad se ve muy bien que tiene las uñas sucias-. Más tarde la gente se nota un nudito en la garganta y después, cuando ya ha acabado, siente una flojedad en los músculos una laxitud, una dejadez veladamente reconfortante. Luego la gente recuerda la película. Marcelino es un cielín de niño.

Fácilmente nos explicamos su éxito en España. Conocemos -padecemos- la sociedad española. Vivimos dentro de ella, dentro de nuestra familia, de nuestros primos, de las amigas de nuestras primas, de nuestros vecinos. Conocemos a la gente que nos acompaña en las cafeterías, a la que llena con nosotros la calle, a la que se sienta con nosotros en el cine. Conocemos nuestra sociedad, la gente nuestra, la que nos vende los calcetines, la que nos cobra las pólizas, la que nos espera los domingos al salir de misa y la que nos asalta desde las emisoras de radio. Nos explicamos el éxito de Marcelino, aquel cuento de un fraile.

Lo que no nos explicamos es el éxito de Marcelino fuera de España. Puesto que creemos que Marcelino no es folklore, ¿qué es lo que a los extranjeros les gusta de él? ¿Por qué la gente fuera de España va a ver esa película? ¿Es que abundan por ahí las maternidades frustradas? ¿Es que van por el niño? ¿Es que es cierto que la gente de por ahí va a ver a Marcelino? O ¿es que en todos los sitios cuecen habas, quiero decir, que son tan tontos como nosotros?




ArribaAbajoBanda sonora

Decimos: Nuestro cine ha logrado su mayoría de edad técnicamente. Puede que sea verdad. Entonces, no sabemos por qué el sonido es prácticamente nulo en nuestras películas. El sonido es mucho más que un diálogo. Es mucho más que unos ruidos planos pegados a la imagen. Creo que todos sabemos lo que debe ser. Él solo puede crear un ambiente, puede darnos un mundo diferente del que vemos, un mundo para otro sentido.

El público está perdiendo con este cine sin matices sonoros, capacidad para notarlos. Solamente le llega al oído música fuerte en los momentos de emoción o violines como fondo de besos. Gracias al doblaje que destruye las bandas de las películas que vienen de fuera, el público no tiene punto de referencia. Dentro de unos años el sonido será increíblemente perfecto y España -una vez más- quedará como un islote atrasado de hombres que no pueden oír en una película el ruido del campo con árboles en los ojos o campanas en cielo azul penetrando por una ventana o un pregón o las voces de unos niños o un tren lejano o qué sé yo cuántas maravillas más.

Imagen

  —6→     —7→  

Un plano de Calle Mayor

Un plano de Calle Mayor, el último film de J. A. Bardem





IndiceSiguiente