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ArribaAbajoCalle Mayor

Ofrecemos hoy una secuencia del guión de Calle Mayor, original de Juan Antonio Bardem. La película ha sido rodada durante este invierno en Madrid y en diversas capitales de provincias. Agradecemos a su autor las facilidades que ha dado a nuestra revista universitaria para la publicación de esta secuencia clave en el desarrollo del film. Esperamos que esta realización sea un paso más del buen cine español.



(Ese salón larguísimo del Círculo Recreativo Artístico y Cultural, está ya a punto para el baile de esta noche, el Gran Baile de Otoño. Estudiadas cadenetas y colorines y banderitas de papel con los colores de todas las naciones, grandes cocardas con la bandera nacional y cintas y farolillos de papel. Todo esto, pende del techo, lo cruza, lo recruza, llega a todas partes, a todas las esquinas, a todos los rincones. El suelo está bruñido como metal, limpio y reluciente. Adosadas a lo largo de toda la pared, sillas y sillas variando de modelo por lotes. Un estrado adornado con maceteros y flores. En el estrado, el mejor plano de la ciudad, la madera curada del contrabajo, el brillo caliente de las trompetas y trompas, la plata de los saxos, el timbal dormido aún en su caperuza de tela. Detrás del estrado, en otro salón, la larga mesa blanca para el buffet, y las copas dispuestas. En la mejor pared, el tapiz del Círculo con su escudo y el anagrama de sus iniciales, y un retrato).

433.- Una puerta de cristales se abre y entra Isabel.

Todo el gran salón está sumido en una dulce penumbra. Fuera, en la calle, aún es de día. Empieza a atardecer.

Las maderas de las largas ventanas están entornadas y se filtra el sol. Flota un polvo dorado.

El silencio es total y cálido, y en ese silencio una nota constantemente vibra.

Todo tiene ahora para Isabel un encanto mágico. Isabel entra, cierra la puerta.

434.- Mira arrobada a todas partes.

Avanza lenta, silenciosamente, girando.

435.- Girando a veces sobre sí misma, viéndolo todo, sonriendo a todo. Es como si Isabel viviese ahora en un cuenta de hadas y estuviese pisando el Palacio Encantado. La nota esa sigue vibrando como un pequeño latido.

Isabel se acerca hacia el estrado, hacia el centro del salón.

Y a medida que avanza, la vibración va en aumento.

Isabel se ha parado.

A sus espaldas suena ahora como una cascada de notas.

436.- Isabel se da vuelta rápidamente.

437.- Sobre el estrado, surgiendo detrás de la tapa del plano, un hombre viejecito, con el pelo blanco, con lentes le sonríe. Lleva en la mano unas herramientas. Es el afinador. El autor de esa vibración que continuará durante toda la escena, marcando su ritmo.

Iluminado por esa bombilla portátil medio escondida en la caja del plano, el hombrecito tiene un aire irreal.

Todo alrededor de Isabel, ahora, tiene un aire irreal.

438.- Isabel está en medio del salón, mirando esas guirnaldas que se pierden en el alto techo.

De pronto todo se ilumina. Alguien ha encendido todas las luces del salón, todas las lámparas.

439.- Una puerta al fondo se abre.

Aparece Federico.

440.- Isabel le reconoce desde esa distancia Se ha vuelto hacia él. Le pregunta con ansia:

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Un encuadre de Calle Mayor

Un encuadre de Calle Mayor.

Isabel: ¿Y Juan?

441.- Federico se va acercando hacia Isabel. Sus pasos sobre la madera, las voces de él y de Isabel resuenan en ese vacío.

Federico: No lo he visto. Lo estoy buscando.

Isabel no se ha movido de su sitio. En el centro de ese gran salón. Cuando habla de Juan, no puede disimular esa inquietud que la embarga, ese oscuro presentimiento.

Federico seguía avanzando hacia ella.

Isabel: ¡¿Usted también? No ha venido a casa. Tampoco está en la pensión. Creí que iba a encontrarle aquí!

Federico ya había llegado junto a ella. La miró gravemente.

Isabel le sonreía.

Federico estaba dispuesto a decirle la verdad. Pero, ¿cómo?

Federico: No tiene que preocuparse por Juan.

Isabel no podía comprender la oscura advertencia de esas palabras. Las interpretó a su modo, al modo que quería su esperanza. La angustia de Isabel empezó a disiparse.

Isabel: No, ¿verdad?... Estaba un poco intranquila... Seguramente querrá darme una sorpresa...

Federico tragó saliva. Decir la verdad, ¿cómo? La angustia de Isabel se había disipado por completo.

Ahora volvía a gozar de todo lo que prometía ese gran salón que los envolvía. La nota del piano continuaba, suave, dulce. Como una cajita de música. Isabel te señaló todo lo que les rodeaba.

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Isabel: ¿Ha visto?... Mire... Mire... Y fíjese...

Señalaba todo. Los adornos, el estrado de la orquesta, el suelo.

442.- Se miró en él y se vio con cierta claridad.

Isabel: ... Parece un espejo... Y suave...

Y resbaló un pie sobre esa superficie pulida.

Isabel: ... Hasta se puede patinar...

443.- Isabel, como un crío feliz, se dejó resbalar sobre el suelo como si fuese una pista de hielo.

444.- Federico no se movió de su sitio. La miraba. Pensó que lo que estaba buscando era el momento, propicio para asestar a Isabel el golpe mortal.

Isabel se había alejado de Federico. Se alejaba cada vez más, tarareando una música maravillosa para ella. Gritó a Federico:

Isabel: ¿Usted baila bien?

Federico no contestó. La miraba solamente.

Isabel dando vueltas llegó hasta cerca del rincón. Se paró. Pasó una mano por las sillas, adosadas ordenadamente a la pared.

Se volvió a Federico. Dijo:

Isabel: ... Los otros bailes me los pasaba en este rincón... Toda la noche... Sentadita... Así...

Isabel se sentó en la silla del rincón. Se quedó recogida y acobardada.

445.- Desde donde estaba Federico era una figura casi patética. Estuvo así un momento, en silencio. Las notas del piano se habían alargado en un tiempo lento.

Isabel se levantó.

Isabel: ... Pero eso era antes...

Sonrió.

Venía andando hacia Federico. Era la imagen de la felicidad.

Isabel: ... Hoy bailaré toda la noche...

Y se puso a bailar.

Daba vueltas y vueltas mientras se acercaba a Federico.

Federico, la oyó decir:

Isabel: ... Con Juan...

Isabel seguía acercándose.

Girando y girando, en ese vals que ella sola sabía.

446.- Federico se dio cuenta de que la estaba hablando, de que ya la estaba diciendo la verdad... Las notas del piano se hicieran muy agudas, muy agrias.

Federico: No. No bailará con Juan. Ni con nadie.

Isabel se fue parando poco a poco.

Miraba a Federico y el miedo empezaba a asomársele a los ojos.

Federico: Isabel... Usted no debe venir aquí esta noche... No puede...

Isabel se había acercado a Federico. Era toda ella una pregunta, un ¿por qué? terriblemente angustiado.

447.- Federico la cogió por los hombros.

Federico: ... Déjeme seguir... No. No hable ahora... Escúcheme... Escúcheme...

Federico tenía miedo de no poder continuar.

Isabel le miraba.

Federico no podía soportar esa mirada. Las notas eran ahora tan agitadas como la ansiedad de Isabel.

Federico se alejó de ella unos cuantos pasos.

Isabel no le quitaba ojo.

448.- Federico, después de un siglo de silencio, se volvió para hablarla. En ese momento se apagaron todas las luces y el gran salón quedó en esta penumbra caliente, como al principio.

Federico miró al techo, por puro reflejo.

Isabel, no. Isabel le miraba a él. Las notas del piano eran ahora muy graves.

Federico: ¿Sabe?... Todo es mentira... Todo... Todo... Las cadenetas... el baile... Juan... El amor de Juan...

La voz de Federico fue haciéndose   —48→   cada vez más grave, a medida que iba soltando su carga de verdades.

449.- Isabel se fue aproximando a él lentamente, sin darse cuenta de que estaba andando, como una sonámbula, los ojos muy abiertos mirándole.

Federico: ... Es todo mentira, Isabel... Una broma de señoritos del Casino...

Federico tenía un sollozo escondido en la garganta mientras hablaba.

450.- Mientras veía acercarse a esa Isabel, con esa mirada terrible, enloquecida. La verdad iba poco a poco perforando el corazón de Isabel. Las notas resonaban como mazazos.

Federico: ... Para nada... Para reírse... De quien sea... Qué más da... De una solterona... De usted...

Bardem
durante el rodaje de Calle Mayor

Bardem durante el rodaje de Calle Mayor.

451.- Isabel ha llegado al lado de Federico. Se enfrenta con él, le mira cara a cara, al fondo de los ojos y   —49→   del corazón, convenciéndose de la verdad de las palabras de él.

Entre dos
golpes de claqueta

Entre dos golpes de claqueta.

452.- Federico comprende esa pregunta muda, desesperada, que se agita en los ojos de Isabel. Federico afirma con la cabeza.

453.- Isabel le mira. Isabel no llora. Tiene solamente los ojos un poco húmedos.

Isabel ha entendido bien. Lo que dice Federico es la verdad, esa catástrofe que su angustia confusamente presentía.

Isabel sigue caminando lentamente, suavemente. Se separa de Federico, alejándose hacia ese rincón, hacia esa silla que la espera, como todos los años.

Está rígida, un poco hundida, mirando sin ver. No pestañea. Ni siquiera parece respirar.

Isabel, ahora, sólo sufre. Se está quedando como vacía por dentro.

Federico: Isabel... Isabel... No vaya a odiarle... él sólo no tiene la culpa... No. Hay otras cosas... La Calle Mayor... Los amigos... No sé, la ciudad... Toda la ciudad... Toda...

Federico oye ese sollozo de Isabel.

456.- Un sollozo que la sacude todo el cuerpo, como una descarga eléctrica. Un sollozo terrible, seco. Porque Isabel no llora. Continúa en ese estado de postración, de quietismo. Las notas del piano son ahora, otra vez, agudas, rápidas, continuas.

457.- Federico se ha acercado unos pasos a Isabel.

Ni siquiera está seguro de que ella le vea. Su voz debe llegarla como a través de un sueño:

Federico: Isabel... Tiene que perdonarme... Había que decir la verdad... Juan no ha podido...

458.- Federico se acerca aún más a Isabel. Se inclina ante ella, luego se sienta a su lado. Las notas son ahora muy rápidas.

Federico: Isabel... Isabel... ¿Me oye?... ¿Me oye?... No se quede aquí, en la ciudad... Huya... Salga de aquí... Escape... Véngase a Madrid... Yo puedo acompañarla, si me deja... Me voy ahora... Debe conocer a alguien... Algún amigo... un pariente... ¿No?... Váyase con ellos... Si no, yo la llevaré con   —50→   los míos... Pero huya, Isabel, huya... Que no se rían...

Es inútil.

459.- Isabel no reacciona.

Federico había tomado una de sus manos. Están como agarrotadas. Frías.

Federico vuelve a abandonar esa mano en el regazo de Isabel. No sabe qué hacer, no sabe qué puede hacer por ella.

Se levanta. Las notas han vuelto a ser graves otra vez.

Federico: Isabel... ¿Quiere que la acompañe a su casa?...

460.- Pasa un siglo hasta que Isabel dice que no, levemente, con la cabeza.

Federico: ¿Se encuentra bien?... ¿Se encuentra bien?

Ha tenido que insistir y levantar la voz un poco más.

Isabel afirmó maquinalmente. Parece un sueño, un muñeco con la cuerda saltada.

461.- Federico le pone una mano en el hombro.

Preparando una toma de Calle Mayor

Preparando una toma de Calle Mayor.

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Federico: Procure pensar en lo que le he dicho... Escape... Huya... Estaré en la Estación... ¿Ha oído? ¿Ha oído, Isabel?... En la Estación.

Isabel afirma otra vez.

462.- Federico está un momento aun delante de ella. Da unos pasos hacia atrás.

Isabel no se da cuenta de nada.

Federico se vuelve y cruza el salón rápidamente hacia esa puerta de salida.

463.- Isabel no se ha movido.

464.- Federico abre la puerta. Desde el umbral mira una vez más a Isabel. Luego, sale.

Isabel está allí, al fondo del gran salón, sentada en una silla, casi en el rincón.

El último rayo de sol que entra por los ventanales nimba su figura.

Está inmóvil, absolutamente inmóvil. Pasa un tiempo.

465.- Isabel levanta muy lentamente la cabeza.

Sus ojos, por primera vez desde un buen rato, pestañean, se mueven, los tiene arrasados en lágrimas.

466.- Es como si Isabel oyese todo el ruido -la música, las risas, el movimiento, de los bailarines- en esa fiesta que su corazón ansiaba tan fervientemente, de ese Gran Baile de Otoño.

O también, como si llegasen ahora, después de todo, después de mucho tiempo, las palabras de Federico. La verdad.

467.- Los ojos de Isabel se inundan de lágrimas.

468.- Seguramente, ni siquiera ve delante de ella todo ese salón vacío, preparado para la Gran Fiesta.

Seguramente, ni siguiera oye esas notas cada vez más agudas y rápidas que produce en el piano ese hombre viejecito y afable: el afinador.

469.- Isabel se ha levantado.

Se ha quedado quieta delante de su silla.

Luego ha echado a andar.

470.- A cada paso se acelera la velocidad de Isabel. Y el ritmo de las notas.

A cada paso se enciende una nueva luz fría en los ojos de Isabel.

A cada paso el rictus contraído de su rostro se acentúa.

471.- Isabel camina ya muy deprisa, nerviosamente, mientras atraviesa de punta a punta ese gran salón.

472.- Vienen hacia ella, cada vez más rápidamente, todas las guirnaldas y cadenetas y banderitas.

473.- Todos las reflejos que brillan en el suelo pulido:

Las paredes bien adornadas.

Las sillas tan bien colocadas.

474.- Isabel, los ojos fríos de Isabel, están devorando el salón. Las notas del piano son muy veloces y agudísimas.

Isabel camina muy de prisa, muy segura, muy resuelta.

475.- Desesperada.

J[UAN]. A[NTONIO]. BARDEM