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Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador

Volumen III

El arte en las fundaciones de los conventos de Santo Domingo, La Recoleta, el antiguo colegio de San Fernando (hoy de los Sagrados Corazones), San Agustín, Santa Catalina, La Concepción, Santa Clara, y los dos monasterios de Carmelitas

José Gabriel Navarro



Portada



[Indicaciones de paginación en nota1.]



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ArribaAbajoPrólogo

Con los estudios de los Conventos de Santo Domingo, la Recoleta, el antiguo Colegio de San Fernando (hoy de los Sagrados Corazones), San Agustín, Santa Catalina, La Concepción, Santa Clara y los dos monasterios de Carmelitas, sale este Volumen III de nuestras Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador.

Siguiendo nuestro programa en la exposición de la materia, nos hemos limitado a dar a conocer el resultado escueto de nuestras investigaciones de primera fuente, a unirlo con otros documentos o trabajos ya publicados y a describir con alguna minuciosidad los edificios conventuales, sin entrar a calificaciones y clasificaciones, que sólo podrán hacerse en plenitud, cuando se conozca completamente todo el foco artístico quiteño. Fieles siempre al propósito de proceder con orden y sin ninguna precipitación en nuestra tarea, hemos buscado, sobre todo, el documento, para que no se divague con cálculos y comparaciones, sino que se cimenten los estudios históricos del arte quiteño sobre base sólida: única manera de contribuir con seriedad a su conocimiento y a la formación de su historia.

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Sabemos que estos libros de exposiciones documentales son áridos y secos para muchos paladares; pero son fundamentales para los historiadores. Hay que tener presente que nuestra historia del arte está por hacerse y que su realización depende del resultado de las investigaciones en un campo todavía desconocido. Poseemos un arte tradicional interesante; pero no tenemos todavía una historia de ese arte. Para formarla, hay que aportar documentos y, para dar con estos, hay que investigar. A esa tarea, que es lógicamente la primera en el orden del conocimiento histórico, hemos dedicado nuestra actividad.

No creemos que nuestra investigación sea completa. Pero con ella y con la que contribuyan otros a reforzarla, nuestra historia del arte aparecerá, algún día, digna y seria, no fundada en divagaciones y en opiniones inescrupulosas de escritores indiscretos que no tienen recelo de desviar el criterio público del camino de la verdad, sino basada en el cimiento sólido de realidades probadas.

La lógica exige que primero se conozcan las cosas y los hechos en todos sus detalles de gestación y desarrollo para clasificarlos en su especie y escribir su historia. Claro que tratándose de la historia del arte no se debe descuidar el arte y contentarse con sólo lo arqueológico, sino también ligar y unir la técnica con la historia, la crítica de arte con la arqueología. Pero para eso hay tiempo, y ello se hará en ocasión oportuna. Recuérdese que hemos sido los primeros en buscar materiales para la historia de nuestro arte, hasta hace poco carente de documentos con los cuales sólo era dado escribirla seriamente. Y como la tarea investigadora es ardua, nos hemos limitado, exclusivamente a ella en el capítulo que a la arquitectura se refiere. Por eso hemos titulado nuestro estudio: Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador, es decir, reunión de materiales en el que priman fechas y nombres relacionados con las obras de arte existentes en   —VII→   nuestro país, cuya clasificación, ordenación y examen se han de hacer, como ya lo está haciendo en su Historia del Arte en América, el por mil títulos ilustre historiador español de arte, don Diego Angulo Íñiguez.

Si en los dos volúmenes anteriores pusimos en circulación un cúmulo interesante de materiales para la historia de las fundaciones franciscanas y mercedarias en el Ecuador y su influencia en la arquitectura religiosa de la América del Sur, en este hacemos conocer mejor las figuras de fray Antonio Rodríguez, ese lego franciscano quiteño que fue famoso arquitecto del siglo XVII y de fray Pedro Bedón, religioso dominicano quiteño, eximio pintor del siglo XVI; rectificamos el nombre de Sánchez Galque, nuestro gran pintor del siglo XVI, a quien le bautizamos de Adrián en vez de Andrés; revelamos a fray Diego de Escarza, religioso agustino, natural de Tunga, (Colombia) como autor del claustro principal del monasterio y de la fachada del templo de su Orden, añadimos el nombre del Maestro Ruales, en la lista de nuestros arquitectos, como autor del primer convento de las carmelitas; situamos en su verdadera época al hermano Marcos Guerra, arquitecto quiteño coadjutor de la Compañía de Jesús, revelamos la curiosa organización arquitectónica de las viejas casas conventuales de la Concepción y Santa Clara, como verdaderas casas de vecindad y muchas otras novedades que los archivos monástico no habían todavía revelado.

Sobre todo este material, ya pueden los literatos escribir su literatura, los sociólogos, sus reflexiones sociológicas, los historiadores, su historia y hasta los necios pretenciosos, sus divagaciones inocuas.

Ahora quedamos preparando el último volumen de estas contribuciones, que comprenderá el estudio de la Catedral, El Sagrario, el Hospital, y las iglesias parroquiales de San Sebastián, San Blas, San Marcos, El Robo,   —[VIII]→   Santa Bárbara, El Consuelo, Guápulo y las iglesias pueblerinas, con lo que daremos por terminada nuestra tarea. Y, para terminar, cúmplenos agradecer la ayuda que nos han prestado el Excelentísimo e Ilustrísimo señor doctor don Carlos María de la Torre, dignísimo arzobispo de Quito, y las superioras y abadesas de los monasterios de religiosas, al permitirnos el registro de sus archivos conventuales.

Quito, junio de 1949.





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ArribaAbajoConvento de Santo Domingo

El convento de Santo Domingo fue el tercero fundado en la ciudad de Quito para ayudar a la obra de la civilización cristiana que se había propuesto España realizar en el continente que para ella descubriera Colón.

Según Herrera2 y Meléndez3, el adelantado Benalcázar dio al padre Alonso de Montenegro, su capellán, una casa para la Religión de Predicadores y fray Alonso la aceptó, dando, en ese mismo año de 1534, comienzo a la fabricación de su convento.

Según el padre Agustín Hidalgo Vásconez, que se apoya en los papeles del Archivo del Convento de Quito, la iglesia primitiva que hizo el padre Montenegro estuvo, desde 1534 en el mismo sitio que la actual; pero la casa conventual, que era cubierta de paja, estaba en la esquina de la plaza Sucre, en la intersección de las calles Guayaquil y Rocafuerte4. Sin duda alguna, el terreno dado por Benalcázar al padre Montenegro fue ese solar en donde edificó la casa conventual; mas, como en la delineación de la ciudad quedaba flanqueado por otros solares, tal vez se le adjudicó un solar del frente, al otro lado de la plaza, para que edificara la iglesia, y sólo más tarde, cuando se constituyó la Comunidad con varios religiosos, el padre Zarazo pidió en 1541 al Cabildo, los solares que ahora tienen los dominicanos.

En el Libro primero de Cabildos de Quito, llamado Libro Verde, en el acta de la sesión del 1.º de junio de 1541 se ha consignado el hecho siguiente:

Este dicho dia entro en el dicho cabildo el muy reberendo padre fray gregorio de çaraço frayle de la orden de señor santo domingo de los predycadores e dixo que pedia e pedio en nombre   —4→   de la dicha horden e por virtud de vn poder e comysion que tiene el señor thesorero rrodrigo nuñez de bonylla de la dicha horden que le den solares e sytio para donde haga su monesterio de la dicha horden por la falta que hay en esta tierra e a avido de la palabra de dios en no aver avido hasta aora monesterio y asy mismo le suplica si bacaren algunos yndios sus merçedes hagan merçed de darselos al dicho monesterio lo qual dixo que pedia e pedio en nombre del dicho monesterio e que suplicava a sus merçedes hagan relacion dello a su magestad para que visto lo confirme.

E luego los dichos señores justiçia e rreguidores dixeron que para el primero cabildo que se hizieren aya memoria donde pide el dicho sytio e solares y que siendo syn perjuyzio se le probeera y que en lo demas que pide se le scriva a su magestad sobre los dichos yndios quellos escribiran a su magestad e al juez que agora viene a estas provinçias sobrello para que de los primeros que vacasen se les probea5.



El Cabildo le dio lo que el religioso pedía y el Rey, por su parte ordenó dar al Convento un ornamento, una campana y todo el vino y el aceite necesario para el culto divino, por el primer año, tomando los dineros de la real hacienda6.

Es curioso, que a pesar de haber sido un dominicano -el padre Alonso de Montenegro- compañero de Pizarro desde España, cuando vino a la conquista de Perú, y de Benalcázar en la conquista de Quito, pues llegó con la primera expedición que trajo este Capitán, es curioso, decimos, que los dominicanos no hubieren fundado su convento de Quito sino cinco años después, bajo la advocación de San Pedro Mártir. El padre Montenegro, como el padre Granada, mercedario, fueron los religiosos primeros que recorrieron con Benalcázar el territorio ecuatoriano. El padre Montenegro gobernó casi diez años el Convento de Quito y luego le sucedió en el gobierno de todos los conventos dominicanos de este reino, el padre fray Francisco Martínez Toscano7.

Como todos los conventos de Quito, en la primera edad de su fundación, el dominicano fue pobre, de modo que los edificios de su pertenencia, así la casa de los religiosos, como la iglesia, fueron provisionales, edificados con adobes y hasta cubiertos con paja, al menos en parte. Por eso el licenciado Pedro Rodríguez de Aguayo, decía en 1570: «Hay en la ciudad de Quito tres monasterios: San Francisco, bien labrado, con buena iglesia de piedra y la casa comenzada; hay muchos frailes; Santo Domingo, más humilde en edificios, pocos frailes; la Merced, pobre edificio, pocos frailes»8. Y en la Relación anónima a «La ciudad de Sant Francisco de Quito» hecha en 1573 y existente en la Real Academia de la Historia, se añade: «Los monasterios que hay son de San Francisco y Santo Domingo y Nuestra Señora de las Mercedes. Sólo en San Francisco hay un cuarto labrado como está dicho; los demás monasterios es mucha pobreza lo que está hecho y edificado»9.

Debían pasar algunos años más, como pasaron, para que, aumentadas las rentas de estos religiosos, pudiesen levantar los edificios   —[Lámina I]→     —5→   que hoy poseen y, sobre todo, que viniese un fraile de las condiciones de fray Rodrigo de Lara, a regentar el Convento como Provincial, para levantar esos edificios.

Quito.- Iglesia de Santo Domingo

Quito.- Iglesia de Santo Domingo

[Lámina I]

Poco a poco fueron aumentando las propiedades y las rentas del Convento. Ya en 1583, Lope de Atienza en su Relación de la Ciudad y Obispado de San Francisco de Quito, habla del «mucho número de capellanías» que tenían «fundadas en sus casas con bastante dotación»10 a las que hay que añadir las Doctrinas de indios a su cargo que, con las capellanías, le producían, en 1650, más de 3500 pesos de a ocho reales y los estipendios de misas, funerales y fiestas extraordinarias11, que no eran pocos.

Diego Rodríguez Docampo, al hacer la enumeración de las Doctrinas que tenía la Comunidad dominicana en el reino de Quito, dice que el Convento de Latacunga era de españoles; el de Riobamba, curioso y rico; el de Guayaquil, muy adornado y el de Pasto, muy adornado y rico.

Además de todos estos estipendios, ya para entonces tenían una estancia de pan sembrar, con cría de mulas, en Chillo, valle cercano a la ciudad de Quito, otra estupenda en Cayambe con vacas y ovejas, y unas huertas y un trapiche de caña de azúcar en Guaillabamba12.

Como todas las Comunidades religiosas, la de Santo Domingo, tampoco tuvo situación económica holgada desde los primeros tiempos de su establecimiento. Hasta principios del siglo XVII tuvo que vivir a expensas de lo poco que le asignaba la Corona y de las limosnas, donaciones y capellanías de los ricos colonos. Fue en 21 de octubre de 1604 que adquiere el primer lote de tierras en Cayambe, por compra a Domingo de Pertiguís, en 104 pesos de a ocho reales, lote que unido a otros cuatro comprados a Diego Ramírez en 30 de diciembre de 1623, en 4410 pesos; al Cabildo Municipal de Quito en 16 de enero de 1686 en 2428 pesos un real; al Rey, en 25 de mayo de 1696 en 50 pesos, y al sargento don Melchor Rodríguez en 1663, en quinientos pesos, constituyó más tarde la gran hacienda de Santo Domingo de Cayambe.

La hacienda de los Chotas la formaron así mismo los religiosos comprando seis lotes a diversos dueños en 1676, 1677, 1682, 1701, 1708 y 1729, costándoles el todo la cantidad de cuarenta y cuatro mil treinta pesos.

La de Santo Domingo de Conocoto les costó nueve mil quinientos cincuenta sucres, la compra de cinco de sus lotes y el sexto les donó don Pedro de Ortega Valencia con el gravamen de una Capellanía perpetua de misas. El primer lote lo compraron al canónigo   —6→   Pedro Mejía en 1549, en doscientos pesos de oro y el último en 1759, en remate público.

La hacienda de Ichubamba de Píntag fue formada de 1653 a 1695 con la compra de cuatro lotes que les costó la cantidad de 17290 pesos.

Pululagua es el producto de dos lotes comprados en 1623 a doña María de Valdivieso en 4000 pesos de a ocho reales y el otro en 1879 a don Rafael Santos Angulo, en 5000 pesos.

Las tierras que forman la hacienda de Guaica las compraron a Fernando Suárez de Contreras, en 8 de abril de 1635 en mil pesos.

La Casa de la Virgen, situada junto al templo de Santo Domingo, en la calle de la Loma Grande, la compraron al maestro don Francisco Javier de Montesdeoca en 2500 pesos, el 8 de febrero de 1738, por medio de don Francisco de Nogales, Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Españoles13.

Fue, pues, el padre fray Rodrigo de Lara, criollo, hijo de esta ciudad de Quito, y Provincial de su Provincia, quien hizo la actual iglesia, desde sus cimientos hasta su terminación. Así lo dice terminantemente Rodríguez Docampo en su Crónica tantas veces citada.

El interés del padre Lara por la construcción de su Convento, se demuestra en esta orden que consignó en las Actas Capitulares de aquel tiempo:

Nuestro convento de San Pedro Mártir de Quito es la cabeza y seminario de nuestra madre la Provincia de Santa Catalina Mártir. Por lo mismo mandamos, mediante la presente ordenación, que para la construcción de su iglesia contribuyan el Convento de San Pablo de Guayaquil con el estipendio de una doctrina, el Convento de Santo Domingo de Loja con los estipendios de dos doctrinas, el Convento de Santa María del Rosario de los Pastos con el estipendio de una doctrina, el Convento de Santa María del Rosario de Baeza con los estipendios de dos doctrinas, el Convento de Santiago de Machachi con los estipendios de todo el priorato y todo el estipendio de la cátedra de la lengua general, llamada vulgarmente del inga14.



Sabemos ya que la iglesia fue trazada por el arquitecto extremeño, Francisco Becerra, quien llegó en 1580 a Quito, desde México en donde había trabajado algunos años diversas obras, a trazar y levantar las iglesias de San Agustín y Santo Domingo. Becerra trazó la iglesia muy sencillamente, en planta de cruz latina inscrita en un rectángulo, de una nave y con cinco pequeñas capillas a cada uno de los flancos, fuera de las grandes en la cabecera y en los extremos de los dos brazos de la cruz, cuyo crucero, de planta cuadrada y arcos apuntados, lo cubrió con una techumbre cupular octogonal de lazo morisco, que luego se la decoró con hermosas telas pintadas. La nave principal tiene artesonado mudéjar, de pares y nudillo; los dos brazos del crucero, con artesonado plano, a paneles rectangulares de tracerías geométricas y las de las capillas laterales, con bóvedas pequeñas de cañón en sentido perpendicular   —7→   al eje de la iglesia. Luego le dotó de un hermoso coro alto sobre bóveda de arista apoyada en las pilastras de las cuatro primeras capillas laterales, formando un narthix parecido al de San Agustín. El ábside, hoy reformado, era rectangular. Las capillas laterales, aisladas unas de otras, sin más comunicación entre ellas que una pequeña y angosta puerta.

En 1604, Melchor de Villegas, alarife, informaba sobre la construcción del monasterio, como sigue: «Este testigo ha visto y mirado toda la casa y sitio del dicho convento en la obra de la iglesia que van haciendo y sabe que solamente tienen las partes de la dicha iglesia altar y hechas algunas capillas menores, porque la principal y eslaterales están por hacer y también tienen por alzar la frontera de la puerta principal y claraboya de ella y todo está por cubrir». En cuanto al Convento «tienen un cuarto alto acabado que es el que cae a la plaza... y para acabarlo de labrar y poner todo en perfección conforme pide el cuarto que tienen acabado, le parece a este testigo que si ha de hacer desde los cimientos, no lo harán con más de diez y será mil pesos»15.

En la misma información, practicada a solicitud del padre fray Andrés Romero, otro declarante, el Regidor don Miguel Fernández de Sandoval, asegura que la iglesia se había comenzado a edificar hacia treinta años, es decir, en 1514.

Después del padre Lara, dice fray José María Vargas, fueron grandes impulsadores de la construcción de la iglesia y del convento, los padres Pedro Bedón, Francisco Aponte, y Gabriel de Navarrete. Ya para entonces las caleras de Panzaleo, propias de los dominicanos, comenzaron a proveer del material necesario a la fábrica, en forma que la iglesia pudo darse por terminada el año de 1623.



El padre fray Pedro Bedón, el insigne pintor quiteño del siglo XVI, y fundador de la Cofradía del Rosario, comenzó la construcción de una capilla para su asociación, aquella a que se refiere Docampo en su Relación y que no avanzaba más allá del primer tramo de la actual. Esta capillita obtuvo naturalmente el apoyo, no sólo de los cofrades, sino de los devotos de la Virgen del Rosario, uno de los cuales, don Benito Cid, rico vecino de la ciudad, contribuyó con buenas cantidades de dinero al adelanto de la construcción durante el Provincialato de fray Juan de Amaya (1621-1624).

Los trabajos de la edificación del monasterio se aceleraron durante toda la mitad del siglo XVII y ya, hacia 1640, como nos lo hace saber el padre José María Vargas, la iglesia y el tramo principal del convento estaban concluidos, apoyado en el testimonio del visitador fray Miguel Martínez que lo consignó en su informe de aquel año: «Es el Convento de Quito -escribe- Convento que tiene iglesia de cal y canto muy bien acabada, dos dormitorios muy buenos, con todas las oficinas necesarias»16.

Para hacernos cargo más completo y mejor de la iglesia trazada por Becerra, veamos cómo fue a mediados del siglo XVII, según la detallada descripción que hizo de ella Rodríguez Docampo en 1650:

Y esta Iglesia se fabricó, hace más de cuarenta años, de madera   —8→   de cedro y artesones, bien labrado; toda la cubierta dorada y pintada de imágenes al óleo de curiosas hechuras, con portada toda ella costosa y rica, con crucero en la Capilla mayor de gran arte y bien dispuesto. El retablo es superior, que ocupa todo el lienzo con muchos Santos de su Orden, rico Sagrario, y por colateral, al lado del Evangelio, capilla aparte de Nuestra Señora del Rosario, imagen de bulto que se trajo de España al principio de la fundación. Está colocada en su retablo dorado con imágenes y los Santos y Corona de la Sacratísima Virgen y su Hijo, preciosos y muy costosos, y a un lado de la capilla, diestro de ella, un altar con retablo de reliquias traídas de Roma, con santos pintados de pincel. En esta Capilla está fundada la antigua Cofradía del Rosario de Nuestra Señora, muy venerada, y la procesión de la Soledad los Viernes Santos, devota y autorizada por sus 24 cofrades de los principales de la ciudad; y dentro de dicha Capilla está otro retablo con más reliquias magnas y Bula de Su Santidad, que trajo el Mro. fray Marcos Flores; y al otro lado de la Capilla, en la Epístola, como se mira del altar mayor, hay una Capilla de San José y en ella está su imagen de bulto y otra del bienaventurado Santo Domingo, excelentes hechuras, memoria de un ciudadano Juan de Munoa Ronquillo, ya difunto, y de sus herederos, que la dotó con la fundación de Capellanía cuantivos; y después de ella, corriendo la nave pequeña hasta el Coro, están la Capilla de Santo Tomás, fundada su Capellanía principal por Juan de Vera Mendoza y doña Clara de Bonilla, su mujer, por cuya muerte han sucedido en este patronazgo doña María de Vera y Mendoza su única hija y las suyas y del general don Nicolás de la Raspuru, del Orden de Santiago, su marido ya difunto; a que se sigue otra Capilla del Santo Crucifijo, devotísima y milagrosa imagen, la cual está de ordinario con las de la pasión de Nuestro Señor y demás adornos convenientes, donde se celebran cada viernes misa cantada de la pasión breve, por la intención de... depositario general de esta ciudad, ya difunto, y sus herederos; y prosiguiendo, esta otra Capilla de Nuestra Señora, Cofradía de mulatos y negros, con otra imagen hermosísima de bulto, a donde hacen fiestas y procesiones sus cofrades; y a la otra nave que prosigue después de la Capilla del Rosario, está la que dotó e hizo Capellanía Melchor de Villegas Santa María, regidor que fue de esta ciudad, a honor de la Madre de Dios; y después de ésta, está la del Bienaventurado San Vicente Ferrer, cuya imagen es de bulto, de quien se ha experimentado milagros en partos de mujeres, en enfermedades de los deshauciados ya, de que se hace mención en la historia general a gloria de Dios Nuestro Señor; tiene retablo rico, dorado, que lo dio un devoto que confiesa haber recibido por intercesión de este gran Santo, particulares favores y mercedes de nuestro gran Dios y Señor. A esta Capilla se sigue otra de San Isidro Labrador, con Cofradía de los labradores; y la última Capilla es de los morenos, de Nuestra Señora del Rosario, con imagen mediana traída de España, hermosísimo retrato de bulto a que acuden los cofrades, unos y otros con mucho cuidado.

El coro de este convento es grande, con sillería dorada, y por las paredes, Santos de mediana talla, sobre tablas de madera, dorados. Tienen campanarios bien dispuestos con campanas mayores y menores.

Además de lo referido está fundada muchos años ha, cofradía distinta y separada de la de los españoles a devoción de Nuestra Señora del Rosario, en Capilla diferente de la Iglesia, con mucho adorno, ornamentos y cera, donde se celebran las misas y festividades   —[Lámina II]→     —9→   con la autoridad y música que se requiere. Es hermandad de los naturales y demás gente de la república, fuera de la esencial. Esta hermandad ha lucido y permanecido muchos años ha incesablemente, como se ha demostrado en las procesiones generales de los Miércoles Santos, cuando salen en procesión con insignias y cruces de la pasión de Nuestro Señor con gran número de penitentes, a donde se llevan más de 1500 luces de cera con mucha devoción, sermones y demás oficios divinos, solemnidad y silencio, que lleve Dios adelante, juntamente con la gran procesión de la Soledad de Nuestra Señora, Cofradía de españoles, que se ha hecho de muchos años a esta parte con la devoción, reverencia, luces, silencio, insignias de la pasión, sepulcro con la imagen de Nuestro Redentor difunto, que ha dado memoria en todo este reino de la veneración con que se ha celebrado y celebra cada Viernes Santo. Los ornamentos y demás servicios del culto divino es precioso y rico, así en piezas de plata como en ornamentos en que ha mostrado esta Comunidad el efecto de su religión en el Culto Divino. El costo de la Iglesia, coro, claustro y demás oficinas, a perfecto Convento, ha costado y costará hasta en su última perfección más de trescientos mil ducados, porque es la mejor, más fuerte y más bien formada y dispuestos que debe haber en todos estos Reinos17.



Quito.- El claustro principal del convento de Santo Domingo

Quito.- El claustro principal del convento de Santo Domingo

[Lámina II]

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