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Discurso1 económico sobre los medios de promover la felicidad de Asturias dirigido a su Real Sociedad2 por Don Gaspar Melchor de Jovellanos3

[Madrid, 22 de abril de 1781]4

Gaspar Melchor de Jovellanos



Felices nitius5 populi, queis prodiga tollas6
fundit opes adosta7 suas.
Vanier: Praedium rust
.8



Señores: desde el punto en que esta ilustre Sociedad me agregó al número de sus individuos, he reconocido la obligación en que estoy de contribuir con todas mis facultades a los fines de su instituto, para no llevar inútilmente el honroso título de amigo del país de Asturias.

Si mi actual situación lo permitiese, yo desempeñaría con presentes y continuos servicios una obligación tan estrecha y tan gustosa; pero precisado a vivir fuera de mi patria y9 consagrar el principal fruto de mis tareas a las funciones de mi empleo, juzgo que no puedo hacer a nuestra Sociedad otro servicio que el de dirigirle mis reflexiones acerca del modo y los objetos en que debe ejercitar su celo.

Ésta es la causa que me mueve a escribir el presente discurso, y no la vana presunción de pasar por miembro10 de un cuerpo de quien yo mismo espero recibir nueva11 enseñanza. Por tanto, si en lo que aquí expusiere hallase la Sociedad alguna idea, que mejorada con su meditación y con sus luces, pueda producir algún bien a mi país, yo me tendré por muy dichoso y habré logrado cuanto apetezco; pero si esto no sucediere12, el honrado deseo que me sirve de estímulo servirá también de disculpa a mis defectos.

Pero cuando tomo la pluma para exponer mis reflexiones acerca de los medios de promover la felicidad de mi patria, ¡qué cúmulo de ideas y de esperanzas no atrae a mi imaginación un objeto tan grande y provechoso! Inflamado por el patriotismo, quisiera llegar de un vuelo hasta la cumbre de la felicidad que es mi objeto; quisiera franquear el inmenso espacio que hay desde el conocimiento hasta la posesión de un bien tan grande; quisiera, en fin, venciendo las dificultades y tropiezos que se oponen siempre a los altos designios, caminar por una senda breve y espaciosa hasta el dichoso término de nuestros deseos.

Sin embargo, señores, la prudencia me advierte que voy a tratar una materia digna de la mayor circunspección. Conozco que el patriotismo tiene también sus ilusiones. Muchas veces su impulso lleva al mal por las mismas sendas que al parecer conducen al bien y a la facilidad13; y cuando la prudencia y la observación no son sus guías, anda más cerca de los errores que de los aciertos.

Por lo mismo, sólo propondré a nuestra Sociedad aquellos medios de promover el bien de su provincia, cuya utilidad y posible ejecución está indicada por la razón o confirmada por la experiencia. Sin aspirar al título de economista tan apetecido en estos tiempos, expondré sencillamente mis ideas sobre una materia tan provechosa; pero no trataré de adornarlas con el aparato de la erudición y la elocuencia, que no sabrían acomodarse al fácil y sencillo lenguaje de la amistad patriótica.

Para proceder, pues, con orden y claridad, dividiré este discurso en dos partes. En la primera, trataré del espíritu con que debe proceder nuestra Sociedad en sus operaciones, y en la segunda, de los objetos en que debe ocupar su celo y sus tareas. Indicaré en la primera las máximas que debe seguir para que el impulso de estas mismas operaciones venga siempre del deseo de promover la felicidad pública; y en la segunda, los bienes en que esta misma felicidad está cifrada. ¡Ojalá que mis reflexiones puedan conducirla al alto y sublime fin que voy a proponerle!






ArribaAbajoParte primera. Máximas que debe observar la Sociedad en su conducta y operaciones


ArribaAbajoDel verdadero y aparente patriotismo

Si la Sociedad ha de corresponder a su nombre e instituto, no debe admitir en su seno más que a las personas que merezcan el nombre de amigos del país, esto es, a los verdaderos patriotas. El amor de la patria debe ser la primera virtud de todo socio. Pero por amor de la patria no entiendo yo aquel común y natural sentimiento, hijo del amor propio, por el cual el hombre prefiere su patria a las ajenas. Estoy seguro de que esta especie de patriotismo no falta en parte alguna; pero los asturianos lo tienen con más razón, o algunos14 con más disculpa.

Una provincia retirada al norte de España, distante de sus primeras capitales y separada del comercio con ellas por su distancia, por la aspereza de sus puertos y por la fragosidad de su terreno, debe ser muy amada de sus naturales15, cuyos recíprocos intereses están tanto más reconcentrados en su recinto, cuanto tienen menos relación y dependencia con los intereses generales de la nación. Por otra parte, las glorias y antiguos timbres del Principado, las ventajas de su constitución particular, sus privilegios, usos y antiguas costumbres, la varia16 y hermosa amenidad de su terreno, el genio vivo y alegre, y las17 inclinaciones de sus naturales, todo contribuye a hacer más intensa esta especie de amor a la patria que los corazones asturianos tienen en un grado eminente.

Pero yo no hablo de este amor patrio, que es alguna vez impuesto18 y por lo común estéril e ineficaz. Hablo, sí, de aquel noble y generoso sentimiento que estimula al hombre a desear con ardor y a buscar con eficacia el bien y la felicidad de su patria tanto como el de su misma familia; que le obliga [a] sacrificar no pocas veces su propio interés al interés común; que uniéndolo estrechamente a sus conciudadanos e interesándolo en su suerte, le aflige y le conturba en los males públicos, y le llena de gozo en la común felicidad. Hablo, finalmente, de aquella virtud que en los buenos tiempos produjo a España tantas glorias, tantos héroes y tantos célebres patriotas.

Sólo un patriotismo de esta clase puede servir de apoyo a las Sociedades Económicas. Como las obligaciones de sus miembros son del todo voluntarias y sus funciones puramente gratuitas, sólo el patriotismo podrá19 dar impulso a su celo y a su actividad, y sin él todo será desorden, inacción y pereza. El ciudadano que sienta su corazón animado de esta virtud social, será precisamente activo y celoso, y buscará con el mayor desvelo el bien de su país; mas quien no sienta tal estímulo será un individuo tibio, perezoso e inútil, y más que de provecho, servirá20 de estorbo a la Sociedad y a sus ejercicios21.




ArribaAbajoDe los vicios que se oponen al patriotismo, y medios de evitarlos

Por22 esta virtud tan provechosa está cercana a muchos vicios políticos que la destruyen del todo, o frustran al menos sus saludables efectos. La Sociedad debe desterrar de su centro estos vicios si quiere ser autora del bien del Principado. Irelos23 apuntando brevemente para que, siendo conocidos, pueda la Sociedad precaverlos o combatirlos.




ArribaAbajoDe la vanidad y el orgullo

La vanidad es el primero de estos vicios; y es tanto más temible cuanto suele abrigarse a la sombra del patriotismo. Los hombres tienen una especie de derecho a que sus buenas acciones sean recompensadas con la estimación y la alabanza ajena; pero el amor propio abusa muchas veces de este derecho. El que se considera más útil en un24 cuerpo quiere dominar en él; el talento quiere ser preferido a la ignorancia; el celo a la indiferencia; la laboriosidad a la desidia. De aquí nacen las emulaciones25, envidias y desórdenes que destruyen la unión y la concordia y, produciendo divisiones y partidos, rompen los vínculos que debieran unir estrechamente a los que son miembros de un mismo cuerpo y de un mismo Estado. ¿Cómo es posible entonces caminar de un acuerdo al bien y a la prosperidad?

Es, pues, forzoso desterrar de nuestra Sociedad la vanidad y el orgullo, y hacer que entre sus miembros se observe una perpetua e inalterable igualdad. No hay individuo alguno que no pueda trabajar útilmente por el bien general. Unos pueden promoverlo con su celo, otros con su liberalidad, otros con su aplicación y talento, otros, en fin, con mil especies de auxilios necesarios para el logro de los comunes deseos. ¿Quién será el que podrá lisonjearse de ser el único autor del bien que se procura ver26 en estos cuerpos patrióticos? Toda pretensión, pues, de preferencia es injusta; toda idea de dominación, funesta y perniciosa.




ArribaAbajoDe la ignorancia y la preocupación

La ignorancia es otro vicio que deben desterrar las Sociedades. Un socio debe procurar aquellos conocimientos que son indispensables para promover el bien del público, pues que27 ésta es una empresa que nunca podrá acabar la ignorancia. No pretendo yo que la Sociedad sea una academia, ni todos sus miembros sabios consumados; pero deseo que el estudio de la economía política haga familiares a la Sociedad y a los socios las buenas ideas de administración y gobierno; sin este estudio se pueden cometer mil errores, y con él se pueden inventar y verificar muy útiles establecimientos.

Al contrario, la ignorancia siempre es ciega. No conoce el bien para seguirlo, ni el mal para evitarlo. Deja de hacer muchas cosas por temor de hacerlas mal, y cuando quiere obrar, ni sabe buscar caminos nuevos, porque no los conoce, ni huir de las sendas comunes y trilladas, porque desconoce los errores y males a que le han conducido. La preocupación, su inseparable compañía28, levanta a todas horas el grito contra toda novedad, sin examinar si es útil, y declama continuamente en favor de las máximas conocidas29, por más que sean erróneas y funestas. Ambas prefieren el mal conocido al bien por conocer. Finalmente, el vulgo de los ignorantes y preocupados va siempre, según el dicho de Séneca, non qua eundum30, sed qua itur31 [no por donde se debe ir, sino por donde se va].




ArribaAbajoDel estudio que conviene a los socios

He dicho que quisiera que nuestros socios supiesen la economía política, que es la ciencia del ciudadano y del patriota. Por fortuna esta facultad es accesible a todo hombre que quiera aplicarse a estudiarla, aunque carezca del conocimiento de otras ciencias. Mejor sería que hubiese algunos individuos consumados en ella; pero me contentaré con que haya muchos que conozcan sus elementos y principios, y a quienes no sean extrañas las buenas máximas que enseña, pero32 repito que sin este conocimiento la Sociedad podrá incurrir en muchos errores perniciosos al bien del público, y aun a su propia estimación.

Como este estudio no ha sido frecuente entre nosotros, creo que haré algún servicio a mis paisanos indicando los libros en que pueden hacerlo. La Sociedad me perdonará esta digresión en favor del buen33 deseo que me obliga a hacerla.




ArribaAbajoDigresión acerca de las obras a34 que se debe hacer este estudio

Para aprovechar en toda facultad es preciso empezar a estudiar sus elementos. Por desgracia no hay libro alguno que reúna completamente los de la economía política; pero mientras su estudio produce unas buenas instrucciones35, hay otras obras que puedan36 útilmente suplir su falta.




ArribaAbajoObras elementales de economía civil o política

Yo señalo con preferencia para este estudio el tratado que publicó últimamente el célebre abate Condillac, que anda traducido del francés en las Memorias instructivas de don Miguel Jerónimo Suárez con este título: Del comercio y el gobierno considerados con relación recíproca37. Ésta es la obra que debería leer y meditar todo socio, y en ella encontrará los principios de la ciencia económica sólida y concluyentemente establecidos. La lástima es que su autor no pudo completarla como había ofrecido. La muerte le arrebató antes que desempeñase esta deuda que había contraído con el público.

El Ensayo sobre el comercio en general, atribuido a monsieur de Cantillon, es digno también de ser leído por los socios38. Yo he traducido esta obra del francés hace muchos años ha39 para mi uso particular, y la hubiera preferido a cuantas conozco si la de monsieur de Condillac, publicada después, no hubiese adelantado mucho en orden y en claridad a la de Cantillon.

También deberán leer los socios la célebre obra del marqués de Mirabeau, intitulada El amigo de los hombres, donde las materias económicas se hallan más abundantemente explicadas40. Los que carezcan del conocimiento de la lengua francesa o no puedan hacer un estudio tan detenido, bastará que lean los buenos extractos que ha hecho de esta obra un individuo de la Sociedad Vascongada, y corren ya impresos desde el año anterior.41

Pudiera42 poner aquí una larga lista de los buenos libros económicos que han publicado en el presente siglo los ingleses y franceses; pero mi ánimo no es otro que indicar los más precisos en que nuestros socios deben estudiar los elementos de la esencia43 económica, porque a los que quieran hacer un estudio más profundo les será muy fácil hallar estas obras, que andan en manos de todos los curiosos.




ArribaAbajoObras económicas de autores españoles

Pero sobre todo deberían44 leer los socios las obras de nuestros economistas españoles, porque en ellas hallarán tratadas las materias económicas con respecto a los intereses de nuestra nación.

Entre ellas el Navarrete, el Moncada, el Argumosa, el Uztáriz, el Ulloa y45 el marqués de Santa Cruz, son de un precio inestimable. Las de Álvarez Osorio y Martínez de la Mata, publicadas e ilustradas por nuestro conde de Campomanes, son tanto más provechosas cuanto las notas de este sabio asturiano descubren los errores políticos y las falsas máximas que dominaron alguna vez entre nosotros y andan mezclados en aquellas obras a la más útil y sólida doctrina46.

Tampoco puedo dejar de recomendar estrechamente a mis consocios la lectura del Proyecto económico de don Bernardo Ward, cuya publicación se debe también al celo de nuestro Campomanes por el adelantamiento de estos47 estudios. Es48 obra llena de noticias y conocimientos muy estimables49.

La lectura de los extractos y memorias que han publicado las Sociedades del País Vascongado, de Madrid y Sevilla, será tanto más útil cuanto en ellas hallarán nuestros socios no sólo muchos discursos sabios, sino también frecuentes ejemplos de los esfuerzos que hace el patriotismo por promover la felicidad pública en todas las provincias50.




ArribaAbajoObras del ilustrísimo Campomanes

Acaso me acusará ya la Sociedad de que no propongo a sus individuos la lectura de otras51 obras económicas de nuestro consocio el ilustrísimo Campomanes. Pero yo reservaba para este lugar hacer memoria de sus sabios discursos y apéndices sobre la industria y sobre la educación popular52, obras excelentes a quienes España deberá algún día su esplendor y su prosperidad, y a quienes deben ya su existencia tantos cuerpos patrióticos, tantas escuelas públicas y tantos establecimientos útiles, que son las más seguras prendas de esta misma prosperidad. ¡Ojalá me fuera lícito hacer el elogio de las máximas contenidas en estos escritos53! ¡Ojalá que arrebatado del entusiasmo que inspiran la amistad y el patriotismo, pudiese profetizar a España los bienes que están cifrados en la observancia de estas máximas! Pero la modestia de su autor me obliga a guardar silencio, y la prudencia me dice que el tiempo de gloria y de celebridad no ha llegado a su sazón todavía.

Las respuestas fiscales de este mismo autor sobre el libre comercio de granos y sobre la preferencia de la agricultura a la cría de ganados trashumantes, que andan impresas54, son dignas también de ser generalmente meditadas y leídas. En ellas verán los socios combatidos dos viejos errores que fueron tanto más funestos a España cuanto estaban más autorizados por sus leyes. Gracias a Dios que hemos desterrado de entre nosotros el primero, y que vamos a ver levantada una barrera contra55 los daños con que nos amenaza el segundo.

Estas obras, que deberán ser frecuentemente repasadas por nuestros socios, harán que las resoluciones de la Sociedad procedan de unos mismos principios y se funden sobre unas propias máximas. Es posible que algunos individuos, envueltos en graves ocupaciones o dedicados a otros estudios, no puedan o no quieran gastar el tiempo en la lectura de tantos libros; pero en tal caso convendrá que tengan bastante docilidad para56 las ideas de los más instruidos en la economía civil. Si así no sucediere, si hubiere alguno que obstinadamente pretenda que sus preocupaciones se prefieran a los más cuerdos dictámenes, la Sociedad deberá dejarle en su error, y mirarle antes con compasión que con desprecio. Tales gentes hallarán luego en su conducta el desengaño o el castigo de sus errores, porque cuando la ignorancia levanta el grito contra la ilustración, y creyendo insultarla la señala con el dedo, el hombre moderado la mira con lástima, pero todos los demás con odio y menosprecio.




ArribaAbajoDel celo indiscreto

Cuando la Sociedad hubiere alejado de sí el orgullo y la ignorancia, deberá combatir otro vicio que suele disfrazar57 con máscara de virtud. Tal es [el] celo indiscreto y temerario en que declina muchas veces el patriotismo. Cuando éste no camina acompañado de la prudencia, suele precipitarse en empresas ridículas o imposibles. Unas veces quiere enmendarlo todo y no hace nada; otras emprende muchas cosas y no acaba ninguna58. A esta especie de fanatismo político nada le parece difícil, nada impracticable. Pone siempre59 los ojos en el fin, y no se detiene en los medios. Arrebatado de la manía de reformar de un golpe una provincia entera, o no repara en los inconvenientes, o no los examina, o sin detenerse en ellos, abandona el cuidado de evitarlos o vencerlos pero60 el tiempo en que sus mismos esfuerzos le han debilitado y consumido.

Un patriotismo tal, si se le puede honrar con este nombre, no será el consuelo, sino el azote del público61. Le tendrá siempre lisonjeado con vanas promesas y esperanzas, pero no llegará jamás a realizarlas. Consumirá en obras imperfectas los mismos socorros que, bien distribuidos, pudieran causar un bien inestimable. ¡Dichosa la Sociedad donde la moderación y la prudencia lleven siempre de la mano al patriotismo!




ArribaAbajoDe la prudencia y la moderación

Estas virtudes morales son las que deben refrenar los ímpetus del indiscreto celo por el bien común. El patriotismo, guiado por ellas, examinará con reposo todos los objetos a que puede62 aplicarse. Se dirigirá primero a los más útiles, y de ellos elegirá los más asequibles. No empezará empresa alguna que no acabe y nunca pasará a la segunda sin haber perfeccionado la primera. Sabio dispensador de los medios que el público deposite en sus manos, nunca sobrará63 sino cuando esté seguro de recoger el fruto. Nunca desperdiciará sus desvelos, nunca malogrará sus trabajos, y la gloria de haber hecho algún beneficio a la patria será siempre una cierta y segura recompensa de sus fatigas.




ArribaAbajoDe la justa confianza

Pero esta moderación de que hablamos no deberá tocar en el opuesto extremo, esto es, en la timidez y desconfianza, que son tan funestas a los cuerpos patrióticos como la indiscreción y la arrogancia. La Sociedad, cuando trabaja por el público, debe obrar como un prudente general que no abandona las empresas gloriosas por arduas, sino por impracticables. Debe caminar con espíritu hacia el bien, evitar con destreza los inconvenientes que se le64 opongan a65 luchar valerosamente con las dificultades que le salgan al paso, sin perdonar desvelo ni fatiga hasta llevar su empresa al último punto de perfección. Esta conducta llenará a la Sociedad de gloria, y la hará acreedora a la benevolencia y gratitud del público.




ArribaAbajoDe la confianza en el trabajo y las persecuciones66

Yo no propongo a la Sociedad unas máximas inútiles. Esta constancia de que he hablado le será tanto más necesaria cuanto es forzoso que sus operaciones hallen al principio en todas partes estorbos y tropiezos. Esta asociación que nace ahora, debe experimentar la falta de fuerzas y de auxilios a que está condenada la infamia67 de los cuerpos políticos como la de los naturales. Muchas más68 le faltarán luces y conocimientos para ordenar sus ideas; muchas veces carecerá de medios y de fondos para realizarlas, y algunas tendrá que combatir con la envidia, la pereza y la ignorancia para poderlas establecer sólidamente.

La Sociedad debe tener también sus persecuciones. Apenas se ha establecido alguna en España que no haya tenido contradictores y enemigos. Muchas personas respetables por su estado y sus empleos se han aliado con el vulgo de los ignorantes para hacerles guerra. Unos han dudado de su utilidad; otros se han burlado de su celo, y algunos han procurado desacreditarlas sin más razón que la de ser unos establecimientos nuevos debidos a las luces de los presentes tiempos. Qué constancia no necesita una Sociedad naciente para despreciar las hablillas y las sátiras de tantas gentes opuestas por sistema o por capricho a sus loables fatigas.

Pero el sufrimiento y la moderación harán triunfar a las Sociedades de todos sus contrarios. Estos cuerpos no han menester más apología que su instituto y sus operaciones. Mientras otros murmuran de ellos y los menosprecian, deben trabajar en silencio por el bien de sus mismos contradictores, hasta que llegue el día en que la utilidad debida a sus desvelos69 reúna en su favor los votos, y la confianza y estimación universal, sean su mejor recompensa.

Cuando nuestra Sociedad observare estas máximas y sus individuos procedan animados de este espíritu, el cielo bendecirá sus trabajos y Asturias se gloriará de tenerla en su seno. Si esto sucediere, la época de su establecimiento ocupará un lugar distinguido en la historia del Principado y los nombres de sus fundadores serán respetados en la posteridad entre los70 ilustres nombres de los71 buenos patriotas.






ArribaAbajoParte segunda. De los objetos en que la Sociedad debe ejercitar su celo y sus tareas

Después de haber manifestado las máximas a que debe arreglar la Sociedad su conducta, diré lo que72 me ocurre acerca de los objetos en que debe emplear su celo y sus tareas. Esta parte de mi discurso sería mejor desempeñada por cualquier otra persona que conociese más bien73 que yo la situación actual del Principado de Asturias, porque, habiendo salido de él en la edad de catorce años y no habiendo vuelto a verlo, sino muy de paso, es preciso que me falten muchas noticias sin las cuales apenas podré fijar mis ideas en un punto que está tan enlazado con su actual constitución. Sin embargo, yo aventuraré algunas reflexiones para que la Sociedad las medite y las enmiende. Como busco el bien de mi patria con ánimo puro y desinteresado, nada me detendrá en la exposición de mis ideas; y si en el conjunto de ellas hallase la Sociedad alguna que pueda contribuir al bien de mis paisanos, me daré por bien pagado de cualquiera74 fatiga.


ArribaAbajoEs preciso conocer el país antes de trabajar en favor de la75 felicidad

Para conocer la situación de una provincia no basta haber vivido en ella largo tiempo. Hay muchas gentes que son siempre forasteras en su propio país, porque nunca se aplicaron a conocerlo. Tampoco basta haberlo recorrido de un cabo a otro, si esto no se hizo inquiriendo, observando y apuntando lo más notable. El que viaje sólo por divertirse, el que atraviesa76 muchas veces un país sin más objeto que el de atender a sus particulares negocios, sólo podrá decir que lo ha visto.

El buen socio debe tener este conocimiento local, o procurarlo si no lo tiene, pues sin él estará a riesgo de equivocarse en cuanto medite o emprenda. Pero este conocimiento es casi inaccesible a los particulares; a unos, porque no pueden hacer largos y costosos viajes; a otros, porque no saben los objetos a que deben aplicar su77 observación78 con preferencia, y a otros, finalmente, porque no es dado a todos el79 poder juzgar de las cosas sin más diligencia que observarlas, ni el descubrir las causas por la simple observación de sus efectos.




ArribaAbajoProyecto de una descripción exacta de Asturias80

De aquí es que la Sociedad, antes de trabajar sobre objeto alguno, debe tomar un perfecto conocimiento del estado actual del Principado, y hacer de él una puntual y exacta descripción. Para este trabajo deberá comisionar un número determinado de individuos que, recogiendo las noticias por parroquias y concejos, las reúnan después y las ordenen en las correspondientes clases. Los socios establecidos en los puertos de mar, villas y cabezas de concejo, podrán81 servir muy útilmente a este objeto; pero la Sociedad deberá cuidar mucho de elegir solamente aquellos que, por su talento y conocimiento práctico del país, puedan desempeñar cumplidamente sus encargos. En la historia natural y médica de Asturias, escrita por el doctor don Gaspar Casal, hay muchas noticias relativas al conocimiento de las tierras, minerales, aguas, árboles, plantas y otras producciones de nuestro Principado82. La Sociedad pudiera83 aprovechar estas noticias; pero no deberá contentarse con ellas, sino trabajar una descripción más individual y completa, sin la cual nunca podrá adquirir el perfecto conocimiento de la provincia que debe ser objeto de sus tareas.




ArribaAbajoObjetos que debe comprehender84 esta descripción

Esta descripción contendrá primero una idea de la situación topográfica de Asturias, con expresión de sus límites, extensión y figura, para lo cual podrá aprovecharse el mapa que últimamente ha publicado don Tomás López, dedicado al serenísimo príncipe de Asturias, nuestro señor85. A esto se seguirá la división de todo el Principado en concejos, valles y86 jurisdicciones, y la subdivisión de éstos en feligresías y parroquias, con los vecindarios de cada una, divididos en sus clases; y el cálculo general de la población de cada concejo y de todo el Principado, el estado actual de la agricultura, la extensión y calidad del cultivo, la naturaleza de las tierras, montes, breñas87, bosques y valles, las producciones de cada uno de estos terrenos, las de sus ríos y mares adyacentes a sus costas deben estar también exactamente averiguados y separadamente contenidos en esta descripción. Lo mismo sucederá respecto de la industria, tráfico interior, y comercio activo y pasivo de cada concejo y de todo el Principado, pues la descripción deberá contener una puntual noticia de todas sus manufacturas bastas y finas, de las ferias y mercados en que se consumen, y de las que por medio del comercio exterior se extraen, ya por tierra a Castilla u otras provincias confinantes, o ya por mar desde los puertos del Principado a otros de la Península o al extranjero.




ArribaAbajoUtilidades de esta descripción

Una descripción como ésta presentaría el estado actual de cada uno de los ramos a cuyo adelantamiento debe aplicar la Sociedad su atención. Por ella vería cada socio de una ojeada dónde necesitaba de fomento y auxilios la agricultura88, y dónde se podría extender y adelantar el comercio. Por ella se facilitarían los cálculos sobre la población general del Principado, sobre las artes89 y ocupaciones de sus habitantes, sobre la porción de frutos y materias necesarias para el consumo y las sobrantes para destinar al comercio. Finalmente, esta descripción sería para la Sociedad y los socios de una utilidad más fácil de concebir que de explicar.




ArribaAbajoMedios de asegurar el acierto en la formación de la descripción

Como del acierto de esta operación penderá90 en gran parte el de todas las demás, convendría que la Sociedad, antes de proceder a ella, formase una instrucción donde clara, metódica y específicamente se señalasen los artículos que debe contener, y a ella se habrían de arreglar los individuos encargados de recoger y ordenar las noticias. En este punto, ninguna diligencia, ningún cuidado deben parecer excesivos. Tengo alguna esperanza de que se encargue de este trabajo un ilustre individuo que ha dado ya a nuestro cuerpo otras pruebas de lo mucho que se interesa en sus aciertos. Si así sucediere91, nada nos quedaría que apetecer.

Cuando la Sociedad, por el medio propuesto, haya adquirido un exacto conocimiento de su provincia, se podrá aplicar a promover por partes su felicidad. Voy a dar una idea de los objetos a que debe dirigirse; pero hablando siempre con generalidad, que es cuanto92 puedo hacer en la penuria de noticias prácticas con que me hallo.

Cuando digo que la Sociedad debe procurar la felicidad de Asturias, ya se ve que no tomo esta palabra en un sentido moral. Entiendo aquí por felicidad aquel estado de abundancia y comodidades que debe procurar todo buen gobierno a sus individuos. En este sentido la provincia más rica será la más feliz, porque en la riqueza están cifradas las93 ventajas políticas de un Estado. Así pues, el primer objeto de nuestra Sociedad debe ser la mayor riqueza posible del Principado de Asturias.

Esta riqueza se puede adquirir de tres modos: primero, aumentando las producciones de Asturias por medio del cultivo; segundo, dando más valor a estas producciones por medio de la industria; tercero, aumentando y haciendo efectivo este valor por medio del tráfico. Estos tres puntos merecen ser tratados en tres diferentes artículos.





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