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Dolores Medio, noveno premio «Nadal» (1952)

José María Martínez Cachero1





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ArribaAbajoI. Una convocatoria concurrida y disputada

A la altura de su novena convocatoria -1952- el premio de novela «Eugenio Nadal» había conseguido prestigio y asentamiento nada desdeñables en la república literaria española; algunos de los nombres y libros galardonados y el progresivo aumento del número de participantes en el certamen creo constituyen prueba fehaciente de ello. La confianza producida entre los noveles e inéditos y, también, entre los narradores maduros y conocidos -pues el «Nadal», aunque creado con el pensamiento puesto en los primeros2, no estaba cerrado a los segundos3- fue, sin duda, el motivo primordial de que los 26 originales presentados en 1944 (primera convocatoria) fueran después 36 (año 1945), 82 (en 1946), 112   —478→   (en 1947), 122 (en 1948), 148 (en 1949), 120 (en 1950) y 123 (en 1951). Había subido la dotación económica desde las 5.000 pesetas iniciales a las 15000 (de 1946), las 25000 (de 1948) y las 35000 (del año siguiente). La difusión y la venta4, y los testimonios críticos5 iban asimismo en alza.

En la convocatoria de 1952 el premio estuvo dotado por primera vez con 50000 pesetas y fueron 107 los originales presentados, de los cuales el jurado (que formaban: Ignacio Agustí, Juan Teixidor, José Vergés, Juan Ramón Masoliver, Néstor Luján, Sebastián Juan Arbó y Rafael Vázquez-Zamora, como secretario) seleccionó diecisiete, objeto de su atención a lo largo de siete votaciones con el resultado final de dos votos a favor de La ciudad sin horizontes, obra de Severiano Fernández Nicolás, y cinco para Nosotros los Rivero, de Dolores Medio. Según los cronistas consultados fueron unos setecientos los comensales reunidos en la cena (Hotel Oriente) y bastantes más las personas llegadas a sus salones en el momento del café para conocer directamente el desenlace de la fiesta social-literaria.

Si se repasa con algún despacio la lista de las novelas que entraron en la selección y fueron después votadas, concluiremos (habida cuenta de la histona presente y futura de algunos concursantes) que esta novena edición del «Nadal, no estuvo desprovista de interés y que la novela de Dolores Medio superó (al menos en el parecer de los jurados) a otras llamadas a conseguir envidiable nombradía; tal es el caso de Vicente Risco y de Jesús Fernández Santos6, autores bien clasificados pues fueron cuarto y tercero,   —479→   respectivamente. El conocido intelectual gallego del grupo «Nos», escritor en castellano y en gallego, cultivador de varios géneros literarios, había presentado La puerta de paja, novela harto distinta a lo entonces más acostumbrado entre nosotros, «con la fuerza de un apólogo medieval, donde [se expone] un problema de un gran alcance filosófico» o (dicho con otras palabras) «un gran libro, fantástico, conciso y arrollador»7.

Fernández Santos formaba parte de una generación más joven (la segunda de la post-guerra, cronológicamente), sin denominación expresa por entonces, que por primera vez comparece en el «Nadal» y que en años posteriores de la década de los 50 se revelaría en buena parte merced a este premio8. Se presenta con Los bravos, que es «una novela perfectamente construida sobre un tema eterno de la novelística española: la tristeza de los pobres pueblos españoles [...]», y algunas de sus páginas «poseen una grandeza heroica»9; sabido es cómo andando el tiempo esta novela de Fernández Santos será considerada jalón inicial de una tendencia narrativa (el llamado social-realismo) y, en cualquier caso, título relevante en la historia de la novela española de post-guerra.

Viniendo ahora a la autora y novela galardonadas cabe decir que Dolores Medio era, a diferencia de algunos de sus competidores, una completa desconocida acerca de cuya biografía se preguntaban en la noche del 6 de enero de 1953 así los jurados como el público asistente a la cena. Algunos periodistas (horas después de conocido el fallo) darían con ella   —480→   en el número 48 de la calle Bretón de los Herreros (Madrid), donde vivía muy modestamente, realquilada en una habitación; a partir del encuentro comenzarían su tarea fotógrafos y entrevistadores10 en cantidad abundante, con preguntas y respuestas reiteradas hasta el cansancio.11 Nosotros los Rivero es obra que «incide, dentro de la sensibilidad de la novela moderna, en la temática y la técnica de las grandes novelas clásicas», con un personaje central relevante por «su sensibilidad y su afinada humanidad»12.




ArribaAbajoII. La recepción ovetense de la noticia del premio y de la escritora premiada

Primero fue la noticia dada por la prensa y transmitida por la radio, noticia que llenó de alegría a los parientes, amigos o conocidos de Dolores Medio; un periódico de la ciudad («La Nueva España» del 7-I-53) titulaba así la referencia de lo sucedido la noche anterior en Barcelona: «Tras reñidísima lucha, el premio Nadal de literatura fue otorgado a una novela de la escritora ovetense D. M.», al tiempo que recordaba el comienzo de su carrera literaria (1945, premio «Concha Espina» a su cuento Nina) e informaba de la edad actual de la novelista: treinta y siete años. Otro camino para saber cosas acerca de Dolores Medio, un camino indirecto y familiar (a diferencia del directo y personal de casi todos los entrevistadores), fue el seguido por Juan Luis Cabal Valero que visita en Oviedo (donde la noticia del premio «cayó como una bomba que trajera un mundo de sorpresas agradables») a doña Dolores Estrada, tía materna de la galardonada, «una viejecita cordial, pulcra, simpática» que le contó13 muchas cosas de la familia, infancia y adolescencia   —481→   de su sobrina, una muchacha inteligente y estudiosa que comenzó a emborronar cuartillas, con gran afición a escribir, desde muy pronto.

Queda constancia, dentro de esa extendida alegría ovetense, de un acuerdo tomado por el Ayuntamiento de la ciudad dos días después del fallo (el 8 de enero) que, por aclamación, hace suya la moción suscrita por el teniente de alcalde Vallaure y Fernández Peña (don Julio), de cuyo texto me permito escoger los párrafos que siguen14: «El acontecimiento, de actualidad, que hoy registramos [la concesión del premio] subraya más aún, el realce y la categoría culturales de nuestra querida ciudad»; «al transmitir a Dolores Medio Estrada los aplausos y felicitaciones más cordiales [propone] se le informe de que Oviedo se honrará al cumplir oportunamente y con el mayor gusto el deber de que figuren en la Biblioteca y Archivo municipales algunos ejemplares de dicha novela, una vez que ésta sea editada». Acaso el entusiasmado edil se adelantaba demasiado a los acontecimientos (caso de que no conociera particularmente la novela) pues, cabe preguntarse, ¿qué hubiera ocurrido si, publicada ésta, la visión de la ciudad de Oviedo en ella ofrecida resultase próxima en el tono de sátira y burla a la Vetusta clariniana? Algo barruntaba a este respecto la autora cuando Juan Antonio Cabezas, su entrevistador15, pudo afirmar aquello de que «Dolores tiene cierta prevención. Teme la reacción de Oviedo frente a su obra. No olvida la violencia que tuvo con Clarín cuando se publicó La Regenta». Temor, a lo que parece, sin mayor fundamento porque la presunta reacción no se produjo.

Y por fin viajó a Oviedo Dolores Medio: llegó el 5 de febrero y regresó a Madrid el día 11. «La Nueva España» del 6 ofrecía en su primera página dos fotografías de la escritora ya en el andén de la estación y, como pie a las mismas, unos párrafos de inequívoco sabor a crónica de sociedad, los cuales decían así:

«Sonriente, emocionada y bastante nerviosa, descendió ayer del TAF, Dolores Medio, la triunfadora del premio «Nadal». Casi un centenar de   —482→   personas, entre las que figuraban maestros, periodistas, amigos y curiosos, acogieron su presencia en la ventanilla del tren con una cariñosa ovación, y poco después saltaba al andén entre los fogonazos del «flass» y los primeros saludos de bienvenida.

Dolores Medio viene a pasar unos días con sus familiares y a descansar -si la dejan- de tantas jornadas vividas intensamente entre reporteros, locutores de radio y amistades obsequiosas.

Cuando apareció en el andén cubría su cabeza con un fino casquete, del que se desprendió poco después. Este, un abrigo de pieles marrón y un bolsillo colgado al brazo con elegante naturalidad, eran todos sus adornos.

Modestamente, la joven novelista recibió la cordial bienvenida de los presentes, que la acompañaron hasta el automóvil que había de conducirla a su hogar, y expresó su satisfacción por encontrarse de nuevo en Oviedo.

-No olviden ustedes, dijo al despedirse, que vengo a descansar. Sean buenos conmigo».



Pero los ovetenses no hicieron demasiado caso de este deseo y durante los cinco días de estancia trajeron de acá para allá a la escritora. Fueron, primero, los maestros, sus compañeros de profesión, reunidos en torno suyo cosa de un centenar, convocados por el Sindicato Español del Magisterio (SEM), el domingo 8, en una comida «que se deslizó en medio de un franco y sincero optimismo»16. Fueron, después, los periodistas, también sus compañeros porque Dolores Medio había cursado estudios en la Escuela Oficial de Periodismo y venía ejerciendo la profesión en el semanario «Domingo»17; homenaje asumido por el diario «La Nueva España» y que consistió en un almuerzo («todo él presidido por un clima maravilloso de cordialidad y camaradería»)18 celebrado en un hotel de la ciudad el martes día 10.

Esa misma tarde hubo un coloquio con Dolores Medio en el Hogar del Sindicato Español Universitario (SEU), donde varios centenares de   —483→   estudiantes porfiaron por entrar, preguntaron cosas muy diversas a la novelista y, finalmente, la asediaron en petición de un autógrafo. «Puede decirse que ayer tuvo [D.M.] un éxito personal extraordinario», afirmaba Interino («La Nueva España», 11-II-53). Y con el buen sabor de tamaño éxito regresó a Madrid Dolores Medio a mediodía del 11 de febrero; allí la esperaban las primeras pruebas de Nosotros los Rivero.




ArribaAbajoIII. La recepción ovetense de «Nosotros los Rivero»

Llegó a Oviedo el tan esperado libro de Dolores Medio más o menos coincidiendo con la Fiesta del Libro (23 de abril) y enseguida se agotó en las librerías de la ciudad19; los ovetenses se pusieron a leer la novela, dedicada «a la inmortal Vetusta» y en la que (se curaba en salud su autora) «todo parecido con personas o hechos reales es pura coincidencia». Pronto llegaron los comentarios, de entre los cuales destacó una curiosa encuesta -¡Señorita Dolores Medio: a juicio!- a «seis ovetenses de buena fe» (un funcionario del Instituto Nacional de Previsión, dos industriales, dos abogados y un profesor universitario) que o están leyendo la novela (y por eso no opinan), o la han leído ya y estiman entonces que se trata de una obra valiosa (ninguno echa las campanas al vuelo) y que es preciso esperar a que se afiance el talento narrativo mostrado por la escritora. En la misma página20 que da cobijo a la encuesta mencionada, aparece un comentario firmado por el catedrático Alfredo Robles quien no se pronuncia resueltamente y repara como lector de la novela en que, vgr., «es autobiográfica en una importante proporción» y «a diferencia de La Regenta, cuya sombra está presente en muchas páginas del libro, no recoge   —484→   el ambiente de esta ciudad, tan cargada de literatura, que es Oviedo»; estima, en cuanto a los personajes, que Lena Rivero resulta «bien vista, aunque no excesivamente interesante» y que los demás «no tienen demasiado interés»; retrato, en suma, Nosotros... de cierta «clase media baja» cuyos usos y costumbres, afortunadamente, «va[n] desapareciendo, sustituidos por un mundo más ágil y más alegre».

Días más tarde (21 de mayo) y en el diario «La Voz de Asturias», «Robín» (seudónimo habitual de Roberto Velázquez Riera) se manifiesta más elogiosamente ya que reconoce a Dolores Medio como «una excelente escritora, ágil, clara, tersa, pulcra y correcta de estilo [...]», que «sabe infundir emoción, ternura y fuerza a los pasajes y episodios que lo exigen».

No todo fueron aplausos más y menos calurosos pero, en definitiva, aplausos y por ello es oportuno recoger aquí dos testimonios discrepantes. El primero de ellos en fecha es una brevísima gacetilla anónima21 que contiene un reparo de carácter moral a Nosotros..., aunque reconociendo que la novela «está, sin duda, muy bien escrita»: «¿Por qué se ha de traer a la mayor parte de la literatura actual, espíritus tan complejos y desequilibrados y las miserias de un mundo que podemos presentar más bello y llevadero? [...] Es pena que, como en el cine, y en todos los libros de este género, aparezcan esos fuertes contrastes de las almas inmersas en un fondo desconcertante y haciendo ciertas concesiones a un público ávido de sensaciones morbosas, aunque sólo sea en breves escenas, como en el libro referido».

En motivos estéticos (que no morales) fundamentaba el profesor Jesús Cañedo22 su desencanto -«he sido defraudado»; Nosotros... «me aburre, no me interesa, no me dice nada»-. Ello porque en este libro de apariencia ovetense no se ofrece al lector, nativo o forastero, una imagen cabal de cómo sea la ciudad de Oviedo que, cubierta o no por la niebla, «permanece [a los ojos de quien lee la novela] extraña, en un plano oscuro, borroso, sin que sea posible descubrir el perfil neto de las calles y de   —485→   las plazas» y, también, porque no es posible conocer a quienes protagonizan la acción sólo a base de caracterizaciones anticipadas por la autora como «encantadores» o «buena chica».

Con todo lo que hubo de discrepancia y de reserva en algunos comentaristas ovetenses de Nosotros..., cuando Dolores Medio vino a Oviedo para intervenir en un breve ciclo de novelistas españoles actuales organizado por la Universidad, la velada en el paraninfo (día 9 de setiembre de 1953), lleno de bote en bote, resultó apoteósica para su protagonista.




ArribaAbajoIV. «Nosotros los Rivero», fuera y lejos de Oviedo

No pasó desapercibida por los críticos literarios de periódicos y revistas la novela de Dolores Medio y es natural que así sucediera dado el prestigio que ya poseía el «Nadal» y habida cuenta, asimismo, de la curiosidad que en su día despertaran las circunstancias biográficas de la escritora. Examinemos algunos testimonios.

No es muy favorable la impresión de Celso Collazo23 para quien, de entrada, «lo pretencioso suplanta a lo sincero más de lo que debiera, lo artificioso cede a lo espontáneo raramente y todo se funde en un relleno amorfo e inerte, apenas de cuando en cuando conmovido por algún chispeante fragmento de verdadera y espontánea gracia novelesca». Insistiendo en lo negativo e imperfecto de la novela, el crítico concreta así: diálogo redicho, falta de la oportuna ambientación local -«Oviedo es aquí como una ciudad cualquiera»-, defectuosa composición, expresión demasiado fácil y no vigilada -«las palabras fluyen a torrentes, lo inundan todo. Es muy arduo descubrir detrás de ellas el verdadero relieve de las cosas [...]»-; pero, junto a esto, algunos méritos también: personajes logrados como «el Aguilucho» («un gran tipo, el mejor del libro») y situaciones bien animadas como las que cierran la novela, «de gran calidad literaria»24.

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El académico Melchor Fernández Almagro comienza su reseña en ABC (12-V-53) señalando la incorporación de Nosotros..., por el escenario geográfico donde ocurren las peripecias referidas, a un nutrido e ilustre conjunto de títulos novelescos -obra de Leopoldo Alas, Palacio Valdés, Pérez de Ayala y otros autores- relativos, en desigual proporción, a la ciudad de Oviedo; tras ello, apunta otra reducción, de índole argumental ésta: «nos da la impresión [la novela de Dolores Medio], en determinados pasajes, de una crónica local, y aún del reportaje que tuviese por asunto la visita a los monumentos de la ciudad o el relato de la intentona revolucionaria de 1934»; para concluir con un elogio a la expresión que es «ágil, capaz de fluir, haciendo ameno el relato» pero la autora necesita realizar (pensando en su futuro literario) un mayor esfuerzo «si quiere preservarse contra la tentación del tópico».

Dos posibles influjos o impregnaciones librescas adivinables en Nosotros... traen a colación otros tantos críticos: Eusebio García Luengo y Enrique Sordo25. El primero de ellos alude al tremendismo, corriente estética que había tenido boga no escasa en la narrativa española de los años 40 y que aún coleaba26; si respecto de Nada, la primera novela de Carmen Laforet, había sido invocado el nombre de las hermanas Brönte y el título de Cumbres borrascosas (en cuanto a un cierto desquiciamiento anormal de los personajes y a la terribilidad de algunas situaciones), también ahora estábamos ante uno de esos «casos presuntamente terribles pero, al mismo tiempo, vacíos. No se explican ni se justifican ni, en consecuencia, satisfacen al lector riguroso. Así Dolores Medio nos habla con frecuencia, por ejemplo, de odiosa tara, pasado borrascoso, curiosa leyenda, etc., de los Rivero. Pero la verdad es que no vemos nada de ello por ninguna parte». Junto a semejante anormalidad o enormidad tremendista quedaba sitio en Nosotros... para gentes normales y situaciones más cotidianas, lo cual hace que Sordo (el otro crítico) afirme que el libro de Dolores Medio es a manera de «una epopeya de la clase media española», cuya lectura lleva a pensar en Galdós   —487→   -«cuando vamos leyendo, experimentamos una vaga presencia de Galdós, el intérprete máximo de la burguesía nacional, envuelto en las sombras vulgares y precisas de Doña Perfecta o de Jacinta. Este mundo que nos desvela Dolores Medio es un poco galdosiano; un mundo de prejuicios pequeños, de valores reales abrigados por una capa de mediocridad»-.

Años más tarde, cuando ya había otros dos escritores distinguidos con el «Nadal» y, consiguientemente, la actualidad de Nosotros... era sólo un recuerdo, desde Norteamérica, el catedrático Emilio González López se ocupaba27 con elogio de este libro, pieza perteneciente a «un renacimiento del arte novelesco de España en el que las mujeres han tenido y siguen teniendo notable participación»; «amor al paisaje de su tierra natal», «delicado espíritu lírico», «la más noble objetividad artística» frente a sucesos políticos contemporáneos de algún modo presentes en la novela eran, a juicio del exiliado republicano, sus méritos más notables.




ArribaV. El año 1953 en la novela española de post-guerra

1953, el año de salida de Nosotros..., fue un año próspero en la historia de la que solemos llamar novela española de post-guerra; cuando sólo iba mediado y ante algunos de los títulos recientemente aparecidos, José Ángel Valente aseguraba28 que «este año nos ha traído con Los cipreses creen en Dios y La puerta de paja, tan diferentes en ámbitos y sentido, las dos primeras obras plenas -no ya intentos más o menos valiosos- de la novela española desde la guerra -por poner un hito claro- hasta hoy».

Tanto la novela de Gironella como la de Risco tuvieron crítica abundante y favorable y, por lo que a Los cipreses... atañe, buen número de lectores y el premio «Miguel de Cervantes». Pero no fue solamente este par de títulos lo relevante en el período que nos ocupa. Recordemos también, entre los novelistas todavía jóvenes pero ya consagrados, a Zunzunegui -con La vida como es- y a Cela -con Mrs. Caldwell habla con su hijo-; o la segura continuación de Manuel Halcón: La gran borrachera,   —488→   novela que, al decir de J. L. Cano29, «confirma sus admirables dotes de finísimo narrador, dueño de una prosa elegante y ceñida, en la mejor tradición de la prosa andaluza»; o los pasos adelante de algunos recién llegados al cultivo del género como Luis Romero -Carta de ayer, su segunda novela- y Tomás Salvador -con Cuerda de presos, uno de sus libros más leídos y valiosos dentro de una obra abundante y desigual-.

Acaso ahora, con libros como el de Risco y el de Romero, vgr., se ande ya por un camino nuevo y distinto al predominante (y agotado) en la década anterior y otro período vaya, por tanto, a abrirse, tímida y brevemente30, en la novelística española. Yo mismo he señalado31 cómo en 1951 parece advertirse un cambio de rumbo, corroborado en 1952 con la siguiente significativa propuesta: «Ese instalarse en la renunciación y en la angustia desmelenada, tan de moda hoy, me parece puro afeminamiento y cobardía. [...] Sabemos que el sol alumbra, que el mar es hermoso, que el amor es dulce, que es bueno ser valiente, justo y amigo de los amigos. Rodeados de misterio, vivamos32 nuestra vida con dignidad y alegría»; reforzado, finalmente, en 1953 cuando pudo hablarse de la «belleza nueva y decisiva, emanada de cosas profundas» (respecto de La puerta de paja33, o de la «insólita y agradable excepción en el nutrido ejército de novelas tremendistas» constituido por Carta de ayer, «una historia de amor contada con sencillez extrema»34.

¿No quedaría, entonces mismo, Nosotros... un tanto fuera de juego, apegada en algunos aspectos a modos y maneras en trance de sustitución? Tal vez sí, y quizá fue el lejano parecido con Nada -de nuevo, la historia de una familia- y el recuerdo de su gran éxito lo que ¿desorientó? ahora -en 1953- a los (por otra parte, muy beneméritos) jurados del premio «Eugenio Nadal».





 
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