¿Conque ya no soy rey? ¿Ya no soy nada? | |
¿En un momento se acabó mi imperio? | |
¿Ya desaparecieron mis amigos | |
cual veletas que mueve el fácil viento? | |
Sí, todo se acabó. ¡Qué cruel fortuna! | 5 |
Toda tu elevación ha sido un sueño. | |
Ayer era un monarca respetable, | |
a cuya faz humilde acatamiento | |
me hacían los potentados y los sabios, | |
los ignorantes, pobres y plebeyos, | 10 |
y hoy estos mismos, sin rubor ninguno, | |
me llenan de baldones e improperios. | |
¡Oh, Agustín Iturbide! ¡Oh, alma débil! | |
¡Oh, corazón de joven inexperto! | |
Tú te dejaste guiar de aduladores, | 15 |
sin oír de tus amigos los consejos. | |
Tú que concluiste la obra majestuosa | |
de los grandes Hidalgos y Morelos | |
en siete meses, con fortuna rauda, | |
y fuiste de tu patria el embeleso, | 20 |
hoy yaces abismado en el olvido, | |
lleno de execración y hecho el objeto | |
de la ira, la venganza y el encono | |
de tu misma nación... Sí, de la misma | |
que supe libertar del yugo férreo | 25 |
de la España opresora, con mi espada, | |
con mi combinación y mi talento. | |
Entonces... ¡Ah! ¡Recuerdos infructuosos! | |
Entonces... ¡Qué dolor! ¿Y yo me atrevo | |
a traer a la memoria los aplausos, | 30 |
las felicitaciones, los obsequios | |
que esta misma nación agradecida | |
me tributa con sincero pecho? | |
Sí, que es un lenitivo en la desgracia | |
de las pasadas glorias el recuerdo. | 35 |
Yo liberté la amada patria mía | |
de la dominación del suelo ibero. | |
Me coroné de honor. Héroe me aclaman, | |
padre y libertador todos los pueblos. | |
Por doquiera que paso me celebran | 40 |
con cánticos, con himnos en mil metros. | |
Las sencillas pastoras, las aldeanas | |
salen a los caminos al encuentro, | |
y arrebatadas de su patriotismo, | |
su genio tutelar reconociendo | 45 |
en mi persona, con fragantes rosas | |
orlan mis sienes y valiente pecho, | |
cantándome la gala con ternura, | |
con entusiasmo tal, con tal requiebro, | |
que a la diosa de Chipre, si la viera, | 50 |
en ese instante causarían mil celos. | |
En medio de estas glorias y alabanzas, | |
cercado de placeres lisonjeros | |
entré en la capital... ¡Oh, veinte y siete | |
de setiembre del año de ochocientos | 55 |
veinte y uno!, tu memoria siempre grata | |
me será, aunque en momentos pasajeros. | |
¡Con qué magnificencia!, ¡con qué fausto | |
esta triunfante entrada previnieron | |
todos los mexicanos! A porfía | 60 |
inundaba las calles todo el pueblo. | |
Yo vi, sí, no me engaño, los semblantes | |
llenos de gratitud y de respeto | |
al héroe del Anáhuac, que tal nombre | |
entre otros muy honrosos me dijeron. | 65 |
Las calles adornadas de cortinas, | |
flámulas, gallardetes, dulces versos | |
que dictara el amor y el entusiasmo | |
a su libertador; del bello sexo | |
los homenajes recibí más dulces, | 70 |
tan cariñosos como siempre honestos. | |
En los balcones todas colocadas, | |
realzando su hermosura trajes nuevos, | |
galanes y graciosos, derramaban | |
sobre el entonces tan feliz guerrero | 75 |
flores diversas; tantas, que bastaron | |
a labrar una alfombra en todo el suelo | |
que mis tropas pisaron; los cañones | |
que fueran de la muerte el instrumento, | |
con salvas repetidas anunciaban | 80 |
mi victoria, mi triunfo y vencimiento. | |
Las campanas alegres con repiques | |
llenaban de alegría los tibios pechos | |
de los capitulados o enemigos | |
de nuestra libertad aún encubiertos. | 85 |
En fin, todo era gozo, todo aplauso, | |
todo vivas, elogios y contento | |
que no sabrá explicar sino el que entrara | |
triunfante en Roma, vencedor soberbio. | |
No al Capitolio fui, ni prosternado | 90 |
a Júpiter quemé jalsos inciensos, | |
sino al sagrado templo, donde gracias | |
rendí al Dios de Sabahot. Vivas sin cuento | |
no interrumpidos recibí de noche | |
en el iluminado coliseo. | 95 |
Pasados los momentos de alegría, | |
calmando un poco el entusiasta fuego, | |
traté de organizar con una junta | |
el necesario y auxiliar gobierno. | |
Ella se dirigió por mis impulsos, | 100 |
y como era mi hechura, obedeciendo | |
hasta mis intenciones, me engrandece | |
al par de mis designios. Luego luego | |
me da el mando absoluto de las armas, | |
con nombre de almirante... ¡Qué inexpertos! | 105 |
Sin contar con un buque, jefe me hacen | |
de mar y tierra del soñado imperio, | |
haciéndome ridículo a los ojos | |
de cuantos tal absurdo conocieron. | |
Los escritores, sin prudencia alguna, | 110 |
guiados de gratitud, y uno previendo | |
que si nos dominaban los Borbones, | |
a los que el plan de Iguala pasó a viento, | |
dejaba de volver a esclavizarnos, | |
me invitaron por dos y más impresos. | 115 |
Con la corona, sí, con la corona | |
del opulento Mexicano Imperio. | |
Las monjas, que apreciaban mi visita, | |
fiestas me prevenían en sus conventos; | |
llenas de adulación o de simpleza | 120 |
me hicieron mil regalos, mil obsequios | |
demasiado costosos. ¡Cosa extraña | |
en las santas que habitan monasterios! | |
Y todas de consuno proclamaban, | |
no con palabras solas, sí con hechos, | 125 |
a su Iturbide el Agustín Primero, | |
poniéndome doseles y cojines, | |
coronas ofreciéndome con cetros. | |
En este tiempo, la interina junta, | |
junta de personajes lisonjeros, | 130 |
levantaba mi nombre a las estrellas | |
y muy más mi amor propio envaneciendo, | |
con título de Alteza me prepara | |
para subir al trono del Imperio. | |
Llegó, por fin, el caso prometido | 135 |
de convocar a Cortes, y el Congreso | |
se reunió constituido, las mismas bases | |
jurando sostener. Con tanto empeño | |
algunos procuraban que viniese | |
un príncipe Borbón, que tuve celos | 140 |
de que llegase a dominar la patria, | |
mi gloria obscureciendo, un extranjero. | |
Consulto a mis amigos: me aconsejan | |
no según la virtud ni el juicio recto | |
de toda la nación, sino adulando | 145 |
mi gusto, mi opinión y mis deseos. | |
¡Oh, ministros perversos! ¡Oh, malvados | |
amigos intrigantes, lisonjeros, | |
que me ocultabais la verdad! Yo, beodo | |
con vuestra sumisión y acatamiento, | 150 |
engañado pensé que me estimabais | |
por mi persona, no por el bien vuestro. | |
Con este error, por enemiga tuve | |
toda la parte sana del Congreso; | |
choqué con el Poder Legislativo, | 155 |
procuré malquistarlo, inspiré celos, | |
dando lugar a malas providencias, | |
asegurado bien de que en su seno | |
borbonistas había e iturbidistas, | |
ricos y pobres, necios, de talento, | 160 |
con opinión, sin ella, que ayudaban | |
mis intenciones sobre mis deseos. | |
Con el mayor ardor, del Plan de Iguala | |
quisieran sostener el llamamiento | |
de los Borbones, unos, y anularlos | 165 |
otros que liberales se dijeron. | |
La división entonces se declara | |
en el salón de Cortes, en el pueblo. | |
Todo era confusión y desconfianza; | |
todo temores, sustos y recelos. | 170 |
Eran estos instantes muy preciosos | |
para que se lograran mis intentos; | |
confianza me inspiraba la fortuna, | |
con semblante mirándome risueño; | |
y en una feliz noche..., ¡ah, buen Pío Marcha!, | 175 |
de mi desgracia triste compañero, | |
tú sabes que esa noche, convocando | |
con tu sagacidad y tu talento | |
unos cuantos soldados y unos barrios, | |
me proclamasteis Agustín Primero. | 180 |
La sorpresa, el terror, el sobresalto | |
se apoderó del mexicano pueblo, | |
viéndose amenazado con la grita | |
y el trueno del cañón, quizá creyendo | |
que tal alarma, a una hora intempestiva, | 185 |
del partido borbón era el efecto. | |
Los repiques y salvas le anunciaron | |
lo extraño que ignoraba del suceso. | |
Sorprendiose la tropa y adunose, | |
no se puede negar, al bajo pueblo. | 190 |
Con esta fuerza, en el siguiente día | |
emperador me proclamó el Congreso. | |
De mi coronación se trata al punto, | |
y cuando todo estaba bien dispuesto, | |
cercado de lucida comitiva | 195 |
y numerosa tropa, voy al templo, | |
en donde me esperaban los obispos | |
y los capitulares placenteros | |
para hacerme ridículo a los ojos | |
del hombre pensador, y a los de necios | 200 |
punto menos que santo... ¡Qué ignorancia | |
y qué ridiculez en este tiempo! | |
Yo mismo me engañaba. Sí, yo mismo. | |
Desde que mi brazo con el óleo ungieron, | |
creí que mi inmunidad era segura | 205 |
y Dios juraba eternizar mi imperio. | |
¡Qué insensatez! ¡Qué error! Yo me sonrojo. | |
Si tal pude abrigar un día en mi pecho, | |
me debiera acordar de Bonaparte, | |
que desfanatizado hizo lo mesmo | 210 |
por la cabeza de Iglesia Santa | |
y para alucinar al bajo pueblo; | |
aunque no le valió, ni a mí tampoco, | |
pues las ritualidades de los templos | |
muy inútiles son en estos casos, | 215 |
si una nación conoce sus derechos | |
y quiere reclamarlos. De este día | |
interrupción no hubieron los obsequios, | |
las felicitaciones, los aplausos | |
y las adoraciones que los necios | 220 |
me tributaban. Todos, mi apoteosis | |
me hicieron sin cesar: ruines inciensos | |
quemaron a mi vista y de rodillas | |
me hablaban estos viles embusteros. | |
Tan repetidas fueron sus lisonjas | 225 |
que no oí de la Verdad los dulces ecos | |
con que me aconsejaba cariñosa, | |
y aún me parece que la vide en sueños; | |
al poder absoluto aspirar quise, | |
creyéndome inviolable. Lo pretendo; | 230 |
se me oponen algunos de las Cortes; | |
los hago reclusar en los conventos. | |
Aún quedan otros firmes que contrastan | |
con valor indecible mis proyectos. | |
Entonces, poderoso y vengativo | 235 |
destruyo de una vez todo el Congreso, | |
dejando de aparato un juntilla | |
de la mi devoción, que obedeciendo | |
humilde mis preceptos decretara | |
lo que había sancionado yo primero. | 240 |
Todo se trastornaba cada día, | |
porque todo lo guiaba el desacierto. | |
Yo me hice aborrecible y lo ignoraba. | |
¡De mis amigos tal era el empeño | |
que tenían en perderme!... ¿Mis amigos | 245 |
yo he podido decir? ¿Estoy despierto? | |
¿Qué amigos han de ser los egoístas | |
sin valor, sin talento, lisonjeros, | |
que por no disgustarme me engañaban | |
por conservar sus sueldos y sus puestos? | 250 |
¿Qué amigos han de ser esos traidores | |
a mi persona y a su patrio suelo, | |
cuando procaces, imprudentes, ruines, | |
virtudes le llamaban a mis yerros; | |
y cuando me amagaba la cuchilla | 255 |
del odio general, en el momento | |
que libertad Santana proclamaba | |
en Veracruz y era mayor mi riesgo, | |
vosotros me cantabais dulcemente | |
porque no despertara yo del sueño? | 260 |
Viles: ¿os acordáis de vuestros carros, | |
vuestros arcos triunfales y embelecos | |
que ridiculizaran mi persona | |
a los ojos del sabio y los del necio? | |
Ya desde aquí mi ruina es decretada. | 265 |
La opinión crece; fáltanme al respeto | |
en Veracruz las prensas; luego todas | |
a la nación descubren sus derechos | |
tantas veces violados; se entusiasma; | |
sacude de mi yugo el fuerte cuello; | 270 |
quiérola reducir; las bayonetas | |
con tal designio en un instante muevo; | |
pero los jefes y oficiales todos | |
advierten a la tropa; no hay remedio. | |
El azar está echado; las provincias | 275 |
la acta de Casa Mata recibieron | |
como un don celestial, y en cuatro meses | |
se evaporó mi trono como el viento. | |
(Música triste, y mientras suena, el actor se sienta junto el bufete en actitud de confusión. Después de un rato, levanta la cabeza con languidez, ve la corona y dice en pie:)
|
¿Conque ayer era rey? ¿Esta diadema | |
ceñía mis sienes, y el brillante cetro | 280 |
empuñaba mi diestra poderosa | |
en el augusto trono del imperio? | |
¿Posible es, Agustín? No, yo me engaño. | |
Me ocupa un frenesí. Todo fue sueño. | |
Sí, no hay duda. Soñé, ya he despertado | 285 |
y en mí no miro más que un prisionero | |
triste, solo, abatido, sin amigos, | |
de todos infamado, hecho objeto | |
del odio y la venganza, sin asilo, | |
sin recurso ninguno y a un destierro | 290 |
por favor de la patria confinado | |
y escoltado de tropa... ¡Santo cielo!, | |
¿y aún puedo yo vivir? ¿Aún el ambiente | |
alcanzo a respirar? O estoy durmiendo | |
o debo ser de mármol insensible, | 295 |
pues con tanto dolor morir no puedo. | |
(Música; queda un rato en una actitud muy triste, de la que vuelve en sí y dice:)
|
Si tales son las glorias de este mundo, | |
¿cómo hay quien las envidie?, ¿cómo necio | |
tras ellas corre el hombre temerario, | |
sin prever los peligros y los riesgos | 300 |
a que va a exponer? ¿Cómo yo | |
sin precaución, sin juicio, sin talento | |
pude aspirar a un trono que no supe | |
adquirir con razón ni sostenerlo | |
con prudencia y valor?... ¡Terrible pena! | 305 |
¡Reflexiones ociosas! Ya no es tiempo, | |
no es tiempo, a la verdad, de aprovecharlas. | |
Ya todo se ha perdido sin remedio. | |
El imperio, la patria, mis amigos, | |
aun los que yo tenía por verdaderos, | 310 |
mi anciano padre, mi querida esposa, | |
y..., ¡qué pesar!, hasta mis hijos tiernos | |
me verán con horror. Ya no me queda | |
el más mínimo apoyo; ya no encuentro | |
ni en mi propia familia quien me aprecie | 315 |
y quiera interesarse en mi tormento. | |
¡Oh, joven insensato!, te perdiste | |
por un loco capricho, por un ciego | |
prurito de reinar, como si fuera | |
tan fácil cosa gobernar un reino | 320 |
ni abusar del poder, a lo que incita | |
la vil adulación contra el derecho. | |
¡Cuánto mejor estuve y más tranquilo | |
cuando me titulé jefe primero | |
de las bravas legiones trigarantes! | 325 |
Entonces recibí los más sinceros | |
y gratos homenajes; la lisonja | |
aún no profundizaba los cimientos | |
de mi loca ambición; aún no pensaba | |
en hacerme monarca. Satisfecho | 330 |
con la gloria interior de haber servido | |
a mi patria de apoyo e instrumento | |
para su libertad, viví seguro | |
de émulos y enemigos. Si el ejemplo | |
de San Martín, Bolívar y Washington | 335 |
yo supiera seguir, ¡oh, qué diverso | |
hoy fuera mi destino! Yo viviera | |
de mi familia en el amable seno, | |
amado de los hombres y tranquilo, | |
sin padecer el cruel remordimiento; | 340 |
mis días pasara en paz, y lleno de honra | |
al sepulcro bajara después de ellos. | |
Pero yo me olvidé que la fortuna | |
nunca hace sus favores duraderos. | |
Pensé, ¡qué mal pensado!, que los reyes | 345 |
afianzaban su trono con el cetro. | |
Después del grito aciago de Santana, | |
aún no supe temer el fin funesto | |
que se me preparaba, y por lo mismo | |
el modo no advertí de precaverlo. | 350 |
Me fie de los amigos..., ¡qué insensato! | |
Sí, me arrojé en los brazos de los necios | |
que, al tiempo de adularme, al precipicio | |
me acercaron con bárbaros consejos. | |
Contribución directa e indirecta, | 355 |
papel moneda y auxiliar derecho, | |
con otras violaciones criminales | |
de mi pacto social, odioso hicieron | |
mi trono, mi poder y mi persona, | |
y en un instante, sí, en un momento | 360 |
todo despareció; ya no soy nada; | |
soy un humilde y triste prisionero | |
de mi feliz nación. Aprended, reyes, | |
los que tiranos domináis los pueblos; | |
los que soberbios, vanos y arrogantes, | 365 |
llenos de orgullo y de confianza llenos, | |
abatís y ultrajáis vuestros vasallos, | |
apurando su humilde sufrimiento; | |
aprended hoy en mí: ved un monarca, | |
que si bien no lo fue, mereció serlo, | 370 |
pues nadie, nadie negará que libre | |
hice a mi patria del dominio ibero. | |
Ved a un emperador que, circundado | |
de aplausos, homenajes y respetos, | |
creyó cual realidad lo que soñaba, | 375 |
pues creyó que su Imperio fuese eterno. | |
Pero ved a este rey, a este monarca, | |
a quien áulicos viles sedujeron, | |
sin opinión, sin trono, sin asilo, | |
sin patria..., ¡qué dolor!; sin patrio suelo, | 380 |
porque toda la patria me abomina | |
y a la Italia me envía... Yo desfallezco. | |
(Se suspende confundido un rato, y en él, música triste.)
|
Esta corona, sí, esta corona, | |
(Mirándola.) |
esta púrpura infame y este cetro | |
comunes al tirano y al piadoso, | 385 |
al hipócrita rey, al cesar bueno, | |
lisonjearon mi orgullo, me encantaron, | |
mis sanas intenciones corrompieron; | |
por éstos delinquí, por estos dijes | |
que no son, bien miradlos, sino viento. | 390 |
(Tomando todo en sus manos.) |
Sí, oro maldito, sí, tu falso brillo | |
hizo toda mi ruina...; duro cetro..., | |
púrpura criminal, adornos viles, | |
de los tiranos fútiles inventos, | |
bajo cuya apariencia dominante | 395 |
esclavizaron los humildes pueblos. | |
¿De qué me habéis servido..., ¡oh, desgraciado!, | |
sino de envanecerme lisonjeros, | |
de borrar mi virtud, de prostituirme | |
y de encumbrarme al solio, para luego | 400 |
hacerme odioso y desde la alta cumbre | |
precipitarme al tenebroso averno? | |
¿Y yo os tengo en mis manos? No, os arrojo, | |
(Arrójalos al suelo y los pisa.) |
os odio, os abomino y os detesto; | |
os desprecio y mis plantas en vosotros | 405 |
ultrajen ya las sombras de los necios | |
que de vosotros fiaron... ¿Mas, qué digo? | |
¿Qué es lo que yo hago? ¿Qué discurro o pienso? | |
Estos muebles son nada, yo soy mucho. | |
Seres son insensibles, sin talento, | 410 |
sin alma ni razón... Yo..., ¡miserable!, | |
no soy oro ni trapo; lo confieso. | |
Yo, solamente yo soy el culpado. | |
En esta cruel escena soy el reo. | |
Ultrajé una nación; fuerza es que sufra | 415 |
la pena consiguiente al desacierto... | |
(Tocan las cajas.)
|
Mas ya suenan las cajas. Sí, las dianas | |
avisan que del sol los rayos tersos | |
señalan nuevo día a mi desgracia. | |
Pero este día fatal..., ¡qué pesar fiero!, | 420 |
es el de mi partida: hoy mismo salgo | |
para no volver más; ¡oh, Dios eterno!, | |
para no volver más a ver a mi patria, | |
do feliz respiré primer aliento. | |
Mas ya es en vano, sí, ya es infructuosa | 425 |
toda consternación, ya del Congreso | |
se ha dado la sentencia irrevocable | |
y sin apelación. Aquesto es hecho. | |
A Dios, México, a Dios; ya de tu vista | |
se retira Agustín de oprobio lleno. | 430 |
A Dios, Valladolid, mi patrio nido, | |
do vi la primer luz y el sol primero. | |
Ya Iturbide te deja; ya se ausenta, | |
en su pecho llevando el desconsuelo | |
de no volverte a ver. A Dios, mi patria; | 435 |
a Dios, deudos, amigos, compañeros; | |
sí, para siempre a Dios: mi cruel destino | |
me aparta de vosotros; sólo os ruego | |
humilde, sin poder y consternado, | |
que perdonéis mis ya pasados yerros. | 440 |
Mortal como vosotros he nacido; | |
al engaño y pasión estoy sujeto | |
como lo estáis vosotros; mis errores, | |
lejos de subsanarlos, los confieso, | |
y quisiera poder daros las pruebas | 445 |
de que es sincero mi arrepentimiento. | |
No siento la corona que he perdido; | |
no, mexicanos, no: yo lo que siento | |
es perder vuestra gracia, vuestro amparo, | |
vuestra grata amistad y vuestro afecto. | 450 |
Por eso contristado y ruboroso | |
perdón os pido de pasados yerros. | |
Sí, perdonadme, amigos, os lo suplico. | |
Sois generosos, nobles y discretos. | |
Habéis sabido perdonar benignos | 455 |
y aun abrigar en vuestro mismo seno | |
a vuestros enemigos declarados, | |
asesinos de Hidalgo, de Morelos, | |
de Bravo, Matamoros y Galeana, | |
de vuestros padres, vuestros hijos mesmos | 460 |
y de vuestra nación... Sólo Iturbide, | |
sólo yo, fascinado, beodo y lerdo | |
con tanta adulación, ¿será posible | |
que no alcance piedad en vuestros pechos? | |
Eso no puede ser; sería agraviaros | 465 |
formarme de vosotros tal concepto. | |
Una indulgencia, un disimulo os pido, | |
un perdón generoso a mis defectos. | |
Compatriotas, amigos generosos: | |
en esta vez de mí compadeceos; | 470 |
perdonadme, os suplico, y restituidme | |
a vuestro dulce amor... ¡Oh, santo cielo!, | |
si vuestra nueva alianza me constara, | |
alianza de amistad, que más no quiero; | |
si que me amabais algo yo supiera, | 475 |
me sería suave y dulce mi destierro | |
no ya a la Italia, no, sino a la Libia, | |
y entre las fieras viviría contento, | |
con saber que vosotros, compasivos, | |
hacíais de cuando en cuando algún recuerdo | 480 |
de Agustín desgraciado... Mas, ¿qué digo? | |
¿Y yo puedo dudarlo? Sois muy nobles; | |
vuestro carácter es piadoso y tierno; | |
no se sabe vengar en el rendido, | |
está hecho a perdonar. Yo me prometo | 485 |
vuestra gracia alcanzar, así el Dios justo | |
os mire compasivo desde el cielo, | |
os libre de tíranos y os afirme | |
en un feliz gobierno duradero, | |
que las venturas haga de la patria | 490 |
vuestras, de vuestros hijos, vuestros nietos | |
y las generaciones más remotas | |
que mueran con el sol... |
(Generala.)
|
Mas ya el momento | |
llega de mi partida, ya las cajas | |
tocan la Generala. A Dios, mi patria, | 495 |
a Dios; y si supiste tus derechos | |
de Agustín reclamar, no se te olvide | |
este heroico valor, este denuedo, | |
y a costa de tu sangre conservarlos | |
jura ante Dios, que yo diré a la Europa | 500 |
con la sacra elocuencia del silencio: | |
-Temblad, reyes tiranos, que ya el hombre | |
dijo: «Quiero ser libre», y ha de serlo. | |
(Éntrase con precipitación.) |