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La jamona sensible

Cuento

A D. JOSÉ CARREÑO DE LA CUADRA                             

                               
I
   Una sensible jamona
que cumplió los treinta y uno
sin que se hubiera ninguno
prendado de su persona,
 
   al ver pasar su existencia
sin poder cambiar de estado,
cayó enferma de cuidado
con una extraña dolencia,
 
   que al viejo doctor apura
y hace que se desespere,
porque ve que se le muere
sin frío ni calentura.
 
   Crece, con furia alarmante,
el mal que a la pobre mina,
y el médico, que no atina,
le pregunta a cada instante:
 
   -Diga usted qué la molesta
o el mal de qué la proviene.
Y la paciente, que tiene
media lengua, le contesta:
 
   -�Ay, doltol, mi culación
imposible me palece,
polque éste es un mal que clece
y me oplime el colazón.
 
   -En el corazón no hay nada-
dice el médico, después
de auscultarla.
                        -�Ay! �Eso es
lo que más me desaglada!
 
II
   Pasó un día y otro día,
la paciente se agravaba,
la familia se angustiaba
y el doctor más se aturdía.
 
   Rendida en el lecho ya
la infortunada jamona,
a todos descorazona,
pues, sin remedio, se va.
 
   Ya ni aun habla la infeliz,
ya su pulso se detiene,
ya hay quien observa que tiene
afilada la nariz.
 
   -�Ay! �Que se muere, doctor!-
la familia a coro grita-
�Sálvela usted! �Pobrecita!...
�Usted es su salvador!
 
   Y el doctor, con voz terrible,
exclama ante aquel asedio:
-�Señores, ya no hay remedio!...
�El curarla es imposible!
 
   Para el mal que la acarrea
la muerte -decirlo siento-
ya ningún medicamento
tiene la Farmacopea.
 
   Se muere y me mortifica;
mas no hace en mi ciencia mella,
que el remedio para ella
no se hallaba en la botica.
 
   Ese mal que no el doctor,
el cura pudo curar;
bien se pudiera llamar,
�la nostalgia del amor�.
 
   Y aunque hoy os parezca extraño,
remedio hubiera tenido
a haberle dado marido
hace lo menos un año.
 
III
   Agitose la paciente
cuando el médico calló;
dio un fuerte suspiro, abrió
los ojos lánguidamente;
 
   incorporose en el lecho
y exclamó con alegría:
-Pede que ahola todavía
me pudiela hacel plovecho.



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Un poetastro famoso

A POPO GESTOSO Y PÉREZ                             



     Los poetas y los poetastros, que en tanto se diferencian, parécense, sin embargo, en que así a éstos como a aquéllos debe aplicarse el repetidísimo nec mediocribus esse..., de Horacio. Los poetas medianos jamás alcanzarán renombre merecido, como los medianos poetastros no lograrán nunca justa celebridad.

     En todos los tiempos y en todas las naciones ha habido siempre más poetastros que poetas, y lástima grande es que no hayan figurado y figuren entre las leyes del reino y de todos los reinos y repúblicas con las consiguientes reformas y adiciones, aquellas chistosísimas Premáticas del desengaño contra los poetas güeros, que escribió D. Francisco de Quevedo, y que le valieron el que Cervantes dijera de él:

                                     �Es el flagelo de poetas memos,
y echara a puntillazos del Parnaso
los malos que esperamos y tememos.�

y aquellos Privilegios, ordenanzas y advertencias que Apolo envía a los poetas españoles, escritos por el inmortal autor del Don Quijote.

     Justo es confesar que, no obstante la abundancia extraordinaria de tales sabandijas, que así llaman a tales genios aquellos eminentes escritores, poquísimos son los que han conseguido legar su nombre a la posteridad, y menos aún los que han logrado el honor de legarle también alguno de los extravagantes frutos de sus destartalados ingenios.

     De un tal Mauleón, contemporáneo de Cervantes, sólo sabemos, por ejemplo, lo que éste dice de él en la historia de su Ingenioso Hidalgo y repite en el Coloquio de los perros, poniendo en boca de Berganza estas palabras: �...responderé a quien me reprendiese, lo que respondió Mauleón, poeta tonto y académico de la academia de los imitadores, a uno que le preguntó qué quería decir Deum de Deo, y respondió que dé donde diere.

     El siglo XVIII produjo grandísimo número de �Petrarcas tontos, Lopes mentecatos� como les llamaba el doctor Torres Villarroel, quien los insultaba lindamente en sátiras y sonetos del tenor siguiente:

HABLA TORRES CON EL JABARDILLO DE POETAS

                                     �Parad, parad, ingenios mamarrachos,
deteneos poetas contrahechos,
si le debéis a Apolo sus derechos
no crucéis su montaña sin despachos.
 
   �Esa piara de conceptos machos
no tienen los portazgos satisfechos,
atad los líos que tenéis deshechos,
retraedlos allá entre los capachos.
 
   �Sin duda imaginasteis, pobres bichos,
que era hacer versos engullir bizcochos
y que estaba el ser buenos en ser muchos.
 
   �Pues, no por cierto, que vulgares dichos
os condenaron por ingenios
mochos en la chancillería de los duchos.�

     Sin embargo, de esos muchísimos poetastros que produjo el siglo XVIII, especialmente en sus últimos años, apenas nos queda recuerdo de otros que Comella, Nifo y Monzín, y aun de los innumerables que ha producido este caduco siglo de las luces, del vapor y del buen tono, sólo de cuatro o cinco ha quedado memoria perdurable. Entre los que descollaron en su primer tercio, recuérdase al insigne D. Cristóbal Cladera, retratado por Moratín en el Don Hermógenes de su Comedia Nueva; a D. Manuel Gil de la Cuesta, recordado por el ilustre Mesonero Romanos en sus Memorias de un setentón, y a D. Diego Rabadán, que tiene también en ella gracioso recuerdo. Entre cuantos en el segundo tercio figuraron, nadie ha olvidado al incomparable D. José González Estrada, inventor de los pentacrósticos cruzados, a quien dedicaron perpetuo recuerdo los ingeniosos escritores D. Manuel del Palacio y D. Luis Rivera, en su chistoso libro Cabezas y calabazas, haciendo esta �semblanza imitativa�:

                           �Eres un hombre de bien,
             José;
   laberíntico me partes,
             González;
   el mundo llena tu fama,
             Estrada.
   Vate de genial prosapia
a quien imitar he querido,
y ante cuyo poder me humillo,
es José González Estrada.�

     Por último, entre los infinitos que bullen y pululan en este desdichado fin de siglo, mucho será que alguno pueda dejar recuerdo suyo, a no ser aquel malagueño, Pascual Torres, que hace ya algunos años alborotó en los teatros andaluces con su famosa comedia titulada �A la mar!

     De todos los mencionados en los párrafos precedentes ninguno acaso tan notable y digno de mención como aquel D. Diego Rabadán, vendedor de libros viejos en un puestecillo que tenía en la plaza de las Descalzas, y que en los primeros años de este siglo fue asombro y admiración de los demás poetastros, a cuyo frente logró ponerse, y regocijo y diversión de la gente ilustrada, pero amiga de risas y de chanzas.

     Rabadán, según decía en 1836 un ilustrado escritor, �no era uno de aquellos copleros que con sólo la facilidad de su consonante improvisan cuartetas, décimas y quintillas, acrósticos y ovillejos de pie forzado, no; era un ingenio original, aunque limitado; era todo un poeta extravagante, formado por malísimas y multiplicadas lecturas, que tuvo la desgracia de identificarse con todo lo más ridículo de los poetastros y adoptarlo con una fe quijotesca�.

     El bueno de Rabadán era murciano, según refiere un biógrafo suyo, escritor desconocido y hombre de buen humor, que comenzaba así unos burlescos Apuntes para la historia de D. Diego:

                           �Contaré las aventu-
de un mal poeta murcia-
a quien pésimas lectu-
la cabeza devana-�

     Vino a Madrid ya mozo; dedicose al comercio de libros viejos, y, aprovechándose de su mercancía, diose con tal afán a la lectura, que, como el Ingenioso Hidalgo, �los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros..., y se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio...�; rebatió toda su mollera de lo más selecto y atildado, según su criterio, de nuestro Parnaso, y acabó por lanzarse a escribir, no tardando en encontrar admiradores, sinceros o burlones, que le estimulaban y engreían, y periódicos contagiados del mal gusto de la época, que, como El Diario de Madrid, dieron entrada en sus columnas a sus extravagantes lucubraciones.

     En la citada obra del Sr. Mesonero Romanos se insertan algunas desatinadas composiciones de Rabadán. Como es libro moderno que fácilmente puede adquirirse, nosotros reproduciremos dos sonetos no menos disparatados, que en él no figuran, para muestra del singular ingenio de aquel famoso poetastro, con quien en vano pretendían competir en fecundidad y extravagancia el sombrerero Abrial, Garnier, Goveo y otros innumerables copleros de su época.

A LOS SANTOS REYES

Soneto pastoril

                                     Bien venidos seais, �oh, Reyes santos!
pronto la vuelta dais de ver al niño,
que hallaríais más limpio que un armiño,
entre pastores y sencillos cantos.
 
   De regocijos romperíais en llantos
al mirar en Belén el pobre aliño;
de María y José su gran cariño
os tendría a los tres como en encantos.
 
   Supuesto que sabéis lo que allí pasa,
y que en la tierra y cielo está mandando
Manolito Jesús..., pedid sin tasa
 
     que por España siga percurando;
pues que tenemos ya dentro de casa
al mayoral virtuoso �el gran Fernando!


POEMA DIDÁCTICO

Definición del soneto

                                     El soneto es poema bien sucinto,
de leyes rigidísimas, severas,
que en ficciones y cosas verdaderas
nunca debe salir de su recinto:
 
   Terrible complicado laberinto,
nivel de burlas y compás de veras,
que suele remontarse a las esferas
mejorado de Apolo en tercio y quinto.
 
   Sus partes han de ser todas perfetas,
derivadas de un solo pensamiento,
sin estribos, tacones, ni muletas;
 
   en los fines está su encantamiento,
y es la piedra de toque de poetas
o el Caribdis y potro de tormento.

     Las gentes de buen humor, que se holgaban grandemente con las poéticas sinrazones de Rabadán y con sus pedantescos alardes, le tomaban el pelo, como chulescamente ahora se dice, ya escribiendo rimbombantes, irónicos elogios, que él tomaba por verdaderas, entusiastas alabanzas, ya haciendo llegar a él supuestas cartas de los reyes y príncipes de Europa, en que, colmándole de extremados loores, le hacían merced de estupendas distinciones y le concedían condecoraciones imaginarias.

     Hasta después de muerto los chanceros siguieron mofándose de él, y uno de ellos, imitando su estilo, compuso este burlesco

EPITAFIO

                                     �El día catorce del corriente
del año del Señor mil ochocientos
diez y nueve, con grandes sentimientos
de la española y extranjera gente,
 
   murió el señor don Diego de repente,
sin siquiera llevar los Sacramentos,
de lo que todos quedan descontentos,
como puedes creer, lector doliente.
 
   Malucho andaba ya; pero no tanto
que no blandiere el gran Cristovalino,
y no hechizase su apolíneo canto;
 
   murió a manos de duendes: peregrino,
si algo alcanzas en versos, rompe en llanto,
tributo al sabio numen rabadino�.

     Algunos años antes de la muerte de Rabadán, un hábil pintor hizo de él un retrato que figuró en la Exposición de la Academia, y fue muy celebrado por su gran parecido, dando ocasión a todo género de burlas y chanzonetas contra el famoso, poetastro.

     Copia exacta de aquel retrato publicó un periódico, y fiel reproducción de ella, reducida por el fotograbado, es la que publicamos a la cabeza de este artículo.



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En tren... de recreo

                                 En un tren han sorprendido
una partida de juego
en que unos puntos sacaban
a otros puntos el dinero,
yendo de un punto a otro punto
sin temores ni recelos
de que jueces ni alguaciles
pudieran topar con ellos.
 
   Pero unos mozos de escuadra
enviados con tal objeto,
penetraron en el coche
yendo el tren en movimiento
y al decir copo, dejaron
como un copo a los sujetos
que iban con bolas y nueces
engañando a un pobre memo,
al que, si tardan los mozos,
dejan los otros en cueros.
 
   Y se dice que, al llevar
a los jugadores presos,
les dijo un guardia: -Es el colmo
éste del atrevimiento.
�Ya son los trenes garitos!
-�Y hay algo de extraño en eso?-
dijo uno de los tahures.
Pues si hoy, en todos los centros
que de recreo se llaman,
es cosa corriente el juego,
�por qué no lo es asimismo
en los trenes... de recreo?


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La muerte de D. Rodrigo

Cuento

A PEPE DE LA LOMA                              

                                     En un examen de Historia
grave el profesor pregunta
a un alumno que no sabe
jota de la asignatura,
y que tragando saliva,
con una inquietud convulsa,
agitándose en su asiento,
mirando hacia el techo, en busca
de respuestas ignoradas,
que allí encontrar se figura,
muy pálido y tembloroso,
pues cada vez más se turba,
con palabra balbuciente
de vez en cuando masculla
frases ininteligibles,
por vanas y por confusas.
-�Qué sabe usted del rey godo
don Rodrigo?
                  -Que... fue una...
persona real... en el tiempo
de los godos...
                        -Y aunque hay dudas
respecto a su muerte... �usted?...
-Yo... si a mí se me consulta,
opino... que ya a estas fechas
ha muerto sin duda alguna.
-Bien; pero �en muchas batallas
estuvo aquel rey?
                           En muchas.
-�Y en cual murió, según datos
fidedignos aseguran?
   Traga el alumno saliva,
muerde con furor sus uñas;
mira al techo, mira al suelo,
en la silla se columpia
maquinalmente; sus ojos
parece que hasta se enturbian:
seca su lengua se pega
al paladar, tiembla y suda,
y al cabo de dos minutos
de una indescriptible angustia,
haciendo un supremo esfuerzo,
con voz muy débil murmura:
-�En cual de aquellas batallas...
murió aquel rey?... No resulta...
probado... pero... yo creo...
que debió ser... �en la última!



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Reformas y economías

A LIBORIO C. POHSET                                 

                             
   El bueno de don Matías
está empleado en Hacienda,
y asegura mucha gente
que en cuestión de economías
no hay uno que más entienda
ni hay otro más competente.
 
   Y el bueno de don Marcial,
hombre de muy buenas formas,
que está empleado en Fomento,
goza fama universal
de ser, pensando reformas,
incomparable portento.
 
   Por franca amistad unidos,
hace mucho tiempo ya
que viven juntos los dos,
con su suerte complacidos,
en un tercero de la
calle de Válgame Dios.
 
   Don Marcial de bromas gusta,
mas don Matías, adusto,
no es amigo de alegrías,
y aunque su contraste asusta,
nunca, han tenido un disgusto
don Marcial y don Matías.
 
   Son caracteres opuestos,
y no obstante, de tal modo
en buena armonía están,
que, a complacerse dispuestos,
se han de consultar en todo
y siempre de acuerdo van.
 
   Viviendo así año tras año,
aunque con poca �fortuna�,
en paz y en gracia de Dios,
nadie ha de juzgar extraño
que sólo tuvieran una
levita para los dos.


 
   Pero un día, don Marcial,
notando una falta, grita,
y halla en don Matías eco:
-Está mal, pero muy mal,
el que tengamos levita
y no tengamos chaleco.
 
   Don Marcial luego agregó:
-Una reforma hay que hacer
indispensable, a fe mía.
Don Matías asintió
diciendo: -Mas sin perder
de vista la economía.
 
   -Pues por eso que no quede.
Y pues a la vista salta
que tenemos mil razones,
la misma levita, puede
dar la tela que hace falta,
quitándole los faldones.
 
   -�Los faldones? �Pese a ti!
Tu ingenio desacredita
esa locura completa...
�Pues no comprendes que así
nos quedamos sin levita,
pues se convierte en chaqueta?
 
   -Eso es verdad; �y qué hacer?
Algo hay que sacrificar
para obtener otras gangas.
-Pues así tiene que ser,
la tela se ha de sacar
quitándole las dos mangas.


 
   -Harás que de risa estalle,
que solamente a la risa
esa locura se presta...
Y �quién saldría a la calle,
yendo en mangas de camisa
con una levita puesta?
 
   -Pues, francamente, confieso
que a mí nada se me ocurre,
y que ya me vuelvo loco.
-También me sucede eso,
que aunque mi mente discurre,
no doy en ello tampoco.
 
   -�Y eres tú de quien el mundo
el reformador talento
pondera todos los días?
-�Y eres tú el genio profundo
que pasas por un portento
en cuestión de economías?
 
   En esta disputa estaban
cuando un chicuelo se entró
hallando abierta la puerta.
Escuchó que disputaban,
y el chicuelo se quedó
con tanta bocaza abierta.


 
   Y oyendo el caso en cuestión,
que, ya en tono de reñir,
uno de ellos repetía
haciendo un gesto burlón,
el chico se echó a reír
y dijo: -�Qué tontería!
 
   Comentario tan cruel
en boca de una criatura,
causó en los dos impresión;
y uno, fijándose en él
le dijo: -Y tú, �por ventura
nos darás la solución?
 
   -Claro que la puedo dar,
aunque lo tomen a risa,
que a mí no me sobresalta.
�A qué van a estropear
una prenda que es precisa
por otra que no hace falta?


 
   -�Ni a qué armar un caramillo?
Hasta que se tenga guita
para �tapar ese hueco�,
el remedio es muy sencillo...
Se abotona la levita
y se suprime el chaleco.
 
   Absortos y confundidos
los dos bajaron la vista,
se fue el chicuelo ingenioso,
y quedáronse corridos
el famoso economista
y el reformador famoso.
 
   Y hoy, si reformas pretenden
o tratan de economías,
entrambos cierran el pico
y como en todo se entienden
don Marcial y don Matías...
se van a buscar al chico.



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El éxito

A EUGENIO SELLÉS.                                  

                                 
I
   El Talento y la Fortuna
se llegaron a encontrar,
y uniolos la Providencia
con la bendición nupcial.
 
   Fue padrino de la boda
el Acaso, que a pasar
acertó en aquel momento,
y fue la Oportunidad
 
   la madrina, pues llegó,
como en ella es lo usual,
tan a buen tiempo, que nadie
le pudo el puesto quitar.
 
   De aquella unión nació el Éxito,
grande, hermoso, sin igual,
como nuncio de venturas
y de bienes y de paz.
 
   La Fama tan fausta nueva
salió luego a pregonar,
produciendo con sus voces
sensación universal;
 
   y por ellas atraídos
acudieron sin tardar
el Entusiasmo, tan pobre,
que no pudo ofrecer más
 
   que �vivas! himnos, coronas
de laurel y de arrayán,
farolitos de papel
y banderas de percal;
 
   la Envidia, teñido el rostro
de una lividez mortal,
con débil sonrisa, en vano,
queriendo disimular;
 
   la Adulación, con lisonjas,
pretendiendo ir más allá
que el Entusiasmo, quemando
incienso sobre un altar,
 
   con una cara de Pascuas
tan exagerada ya,
que si era cara o careta
no se pudo averiguar,
 
   y encubriendo al Interés,
que se ocultaba detrás,
echando cuentas y haciendo
números con mucho afán.
 
II
   El Éxito en pocos días
creció, se hizo colosal,
amamantado y nutrido
por la Popularidad,
 
   pero calló el Entusiasmo
cansado al fin de gritar,
y el Talento, que anhelaba
sosiego y tranquilidad,
 
   sobre los frescos laureles
que aquél trajo, en santa paz,
contento y rendido, echose
a dormir y a descansar.
 
   La Fortuna, que fue siempre
loca y voluble deidad,
inconstante por costumbre,
por condición desleal,
 
   de aquel sueño aprovechose,
y abandonando su hogar,
se marchó con el Dinero,
que siempre le gustó más.
 
   Solos con el pobre mozo
quedaron, para su mal,
el Interés y la Envidia
y la Adulación falaz,
 
   y el aturdido Entusiasmo
con su imprudente amistad,
y entre los cuatro, del Éxito
dieron fin breve y fatal.
 
   El Interés le quitó
cuanto le pudo quitar;
la Adulación, con su incienso,
lo trastornó más y más;
 
   el Entusiasmo, anhelando
agrandarlo sin cesar,
lo estiró de tal manera,
que lo dislocó al final,
 
   y la Envidia, pretendiendo,
por el contrario, tenaz,
reducirlo y achicarlo,
estrujolo sin piedad.
 
   Sucumbió el Éxito. Todos,
cuando no existía ya,
dudaban si su existencia
fue ilusión o realidad.
 
   La Indiferencia enterrole
en ignorado lugar
sin poner sobre la fosa
epitafio ni señal.
 
   Y cuando alguno se acerca
por acaso a donde está,
se encuentra con el Olvido,
que no le deja pasar.


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�Gobierno nuevo!

A GENARO ALAS.                                       

                           
En los trenes del Norte
       y el Mediodía,
de Aragón, Cataluña
       y Andalucía,
 
de Asturias y Galicia...
       y aun mejor fuera,
para decirlo pronto,
       de España entera,
 
en tropel y a bandadas
       llegan hoy gentes
con todas las hechuras
       de pretendientes.
 
�Qué tipos y qué fachas
       y qué maneras!
�Qué fraques, qué gabanes
       y qué chisteras!
 
Hay fraque, que en la corte
       ya lució cuando
se celebró la jura
       del rey Fernando;
 
y hay sombreros de copa
       de los mayores
de tiempos del gobierno
       de Miraflores.
 
De noche por las calles
       más de uno anda
con el frac abrochado
       y una bufanda;


 
y aunque todos abrigan
       mil ilusiones
por no abrigarse muchos
       dan tiritones.
 
Unos vienen buscando
       cualquier empleo,
otros traen a la corte
       mayor deseo
 
y por actos que dicen
       que han realizado
hoy vienen ya por actas
       de diputado.
 
El que tiene un negocio
       malo y obscuro;
el que salir pretende
       de algún apuro;
 
el que quiere librarse
       de algún castigo;
el que pide que emplumen,
       a su enemigo;
 
el que aspira a un empleo
       para casarse;
el que busca un motivo
       de divorciarse;
 
el que quiere a sus niños
       ver empleados;
el que sólo ve ingleses
       por todos lados;
 
el que con poca ropa
       llegó al invierno...
todos, al ver que sube
       �nuevo gobierno!
 
a Madrid se dirigen
       de varios puntos
a que cuide el gobierno
       de sus asuntos,
 
y realice ambiciones
       y arregle líos,
porque es lo que ellos dicen:
       -�No son los míos?


 
�Para qué son ministros
       de la Corona,
sino para que cuiden
       de mi persona,
 
o me saquen de apuros,
       con que estoy frito;
o me den unos cuartos
       que necesito;
 
o mis caprichos cumplan,
       aun siendo injustos;
o sólo se dediquen
       a hacer mis gustos?...
 
Si así lo hacen, entonces
       cuenten conmigo.
Si no van a tenerme
       por enemigo.
 
�Son los míos?... Veremos
       con lo que salgo...
Porque aquí son los míos
       los que dan algo.
 
Egipto sufrió siete
       plagas tremendas
en castigo de culpas
       graves y horrendas,
 
pero Dios quiso darle
       prueba bendita
de su misericordia
       que es infinita,
 
y; al fin, compadecido
       de aquellas gentes...
�no les mandó una plaga
       de pretendientes!

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