In memoriam
Blas de Otero
Cortando por la plaza de la Audiencia, bajaba
al Duero. El día era de oro y brisa lenta.
Todo te recordaba, Antonio Machado. Andaba
yo igual que tú, de forma un poco vacilenta.
Álamos del amor. La tarde replegaba
sus alas. Una nube, serena, soñolienta,
por el azul distante, morosamente erraba.
Era la hora en que el día, más que fingir, inventa.
¿Dónde tus pasos graves, tu precisa palabra
de hombre bueno? En lo alto del ondulado alcor,
apuntaba la luna con el dedo. Hacia oriente,
tierras, montes y mar que esperamos que abra
sus puertas.
Hacia el Duero caminé con dolor.
Regresé acompañado de una gran sombra ausente.