La epigrafía numismática ibérica
Celestí Pujol i Camps
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Intento cumplir el encargo con que me honró la Academia, presentando la relación más depurada de errores que me ha sido posible, de todos los epígrafes que se leen en el dinero ibérico.
El método que he adoptado para ordenar este trabajo es por demás sencillo. Separo las leyendas en dos grandes agrupaciones: en la primera, continúo los rótulos de las monedas ibero-helénicas, ó sus varias especies con tipos de Emporion, Rhode y Massalia: reuno en la segunda el numerario ibero-romano repartido en las tres secciones de monedas ibéricas de la Citerior, Galia narbonense, é ibero-béticas, siguiendo el orden alfabético en todas, para facilitar el encuentro de tan buen número de inscripciones.
Pero he debido
creer que no bastaba una simple enumeración de las leyendas
para realizar las aspiraciones de la Academia, ya que aquellas
presentan tales cambios en la estructura de sus letras, que hubiera
sido privar á este trabajo de una de las más
importantes utilidades que puede prestar, el hacer caso omiso de
los datos que aportan al estudio las variedades
paleográficas. ¿Cómo adquirir sin ellas el
conocimiento de los arcaismos de la
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Repetiré pues los epígrafes hasta reunir en cada uno todas las formas de caracteres que en los mismos aparecen; de suerte, que solo se podrá señalar como inédita de mis cuadros, la leyenda que ostente un signo no comprendido en ella. Así, sin recargar mi trabajo de inscripciones repetidas, se hallarán en las que he escogido, y dentro de cada uno de los rótulos, las variadas letras con que se escribieron: formas paleográficas que en la inmensa mayoría de los casos he podido comprobar ocularmente, y ruego á los estudiosos se fijen en ello, pues sin dificultad encontrarán en los autores algunas más variedades que las que yo presento, y que no he podido admitir, desde el momento que, fatigado con la comparación de los grabados y descripciones de las monedas publicadas, he llegado á comprender, que si los artistas cometieron errores en abundancia, á su vez se equivocaron también los autores, engañados por las improntas ó mala conservación de las monedas, ó bien se vieron obligados á desfigurar algunas letras al imprimir sus trabajos, obedeciendo al imperio de la necesidad que se impone al que tiene que valerse de los tipos fundidos que usa la imprenta.
Un ejemplo relevante se nos manifiesta de esta verdad. La Academia posee la tipografía ibérica que sirvió al Sr. Zóbel para la impresión de su Estudio de la moneda antigua española, y el manejo de la caja convence de su insuficiencia para el objeto á que se la destinó y de las dificultades con que lucharía el insigne numismático al imprimir su libro. Así se explica que, agotada una letra antes de terminar la composición de una página, y teniendo que continuar usándola, echara mano de otra de parecida forma y de igual valor fonético, salvando de este modo el inconveniente tipográfico sin alterar la lectura de la inscripción.
Pero este
proceder, que puede ser defecto pequeño en las descripciones
numismáticas, lo fuera relevante tratándose
exclusivamente
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Excluyo de mis cuadros todas las formas paleográficas y cambios de letras que fueron torcidamente copiadas de los originales, según, en todos los casos, lo advierto en las Notas que seguirán á la enumeración de los epígrafes.
Estas comprobaciones quizás sean las que abonen mi empresa, ya que para llevarla á cabo he usufructuado las tres mejores colecciones ibéricas que se conocen: la del Museo Arqueológico, abundante en variedades de leyendas comunes; la muchísimo más completa en especies del Norte y Centro de Hispania, formada concienzudamente por el excelente numismático doctor D. Rafael Cervera, que ha llevado á sus cartones las series ibéricas que pertenecieron á los Sres. Otin y Duazo y Gato de Lema; y constantemente además he tenido á la vista el bien conservado acopio de leyendas paleográficas y variedades de tipos que he juntado, aprovechándome de la labor continuada de buen número de coleccionistas1.
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Para concluir, saldré al paso de una reclamación que tal vez pudiera dirigírseme.
La índole de este trabajo es puramente epigráfica, y por lo tanto, deliberadamente me abstengo de proponer interpretaciones de aquellas leyendas cuyos centros de emisión no están aún determinados. Varios son los autores que han abordado tan espinosa tarea; pero tomando por base sus publicaciones, algunas de las que, deben agradecerse mucho, entiendo que mejor que trabajos generales de traducción de letreros, es preferible escribir monografías de aquellos pueblos numismáticos de que se hayan podido recoger noticias que enmienden ó comprueben las atribuciones hechas, á fin de sentar soluciones con carácter definitivo, ya que no es posible seguir á mi buen amigo el Sr. Zóbel en su reparto de las cecas monetarias ibéricas por las mansiones de las vías militares, creyendo que las acuñaciones fueron producto de la administración romana.
Valioso es el
caudal de noticias que atesora el estudio de la numismática
ibérica; y por la misma razón que la ciencia se halla
en estado de adelanto, debemos procurar no retroceder, para lo cual
no es posible apartarse de los derroteros que sabiamente
señaló el ínclito Delgado, pues solamente por
ellos se puede llegar á obtener las informaciones de que es
indispensable posesionarse, á fin de razonar después
sobre bases seguras. Para la atribución satisfactoria de un
buen número de leyendas, no queda otro recurso sino adquirir
datos de verdad que evidencien el sitio, ó cuando menos la
región, de que proceden, evitando que por la carencia de
estas noticias anden desorientados los autores,
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El comienzo de estas investigaciones es lo que ahora me propongo realizar, coleccionando sin errores los epígrafes con sus variedades paleográficas; útil tarea en que tanto avanzó el Sr. Zóbel: vendrá más tarde la estadística de los hallazgos, cuya repetición, contrastada con las luces de la crítica, ha de llevarnos á localizar las cecas, y una vez conocidos epígrafes y comarcas que los escribieron, no resultarán efímeros los tanteos que se dirijan á la atribución de las monedas determinando el valor fonético de los caracteres. Fácil será entonces, que realizados estos trabajos de reconstrucción, que estimo preliminares, cesen esos cambios radicales en las traducciones de los signos ibéricos, que casi son tantas como autores, algunos de los que, como llevo indicado, proponen ensayos de pronunciación, para venir á someterse á la jurisdicción de las incontestables censuras del eminente Berlanga2.
En la actualidad,
y después de tantos afanes como ha costado á buen
número de privilegiados talentos la versión al
alfabeto latino de las letras ibéricas, si bien debe
considerarse que el asunto está dominado, no resulta tan
completa la victoria, que satisfagan todas las soluciones
propuestas. Letras quedan en duda, y otras hay, como por ejemplo la
, que traducida
i por Saulcy, Delgado y
Zóbel, no es posible atribuirla este valor, á pesar
de la unanimidad con que se lo conceden tan reputados
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Admitirlo, no fuera razonable; más oportuno es acogerse á la regla que sienta mi estimado amigo el Sr. Berlanga cuando escribe3: «No es posible suponer que en la leyenda de un ejemplar de cualquier moneda ibérica, aparezca una misma letra bajo diversa forma, lo cual solo es dable en ejemplares distintos, por razón del natural movimiento del alfabeto verificado por el transcurso del tiempo», ó bien, aludiré, por ser diferentes las regiones que usaron la letra, ya que no siempre tienen unos mismos signos identidad de valores, según las gentes que los emplearon, como insinuaré en breve.
Concretándonos al ejemplo de la equivocada traducción de la , aquella se pone más de relieve en los epígrafes en que aparecen seguidamente dicha letra y la verdadera i ibérica, (), como así sucede en el rótulo ausetano , y aun más en el betulonense . ¿Puede sostenerse que esas letras , , que están juntas en esos dos letreros, siendo tan distintas sus formas, tengan igual valor fonético?4.
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Mucho, muchísimo queda por hacer. Hora es ya de que nos vayamos preocupando también de esa gran variedad de letras á las que concedemos igualdad fonética. De su suma nace, las más de las veces, y lógicamente, la extrañeza de que sea patrimonio exclusivo de la lengua de los iberos el contar con un alfabeto con más caracteres distintos que el de aquellos que lo produjeron. ¿Es posible que la lengua ibera tuviera tan complicada serie de modulaciones que necesitara para expresarlas muchas más letras que los alfabetos fenicio, y griegos asiático y calcídico? ¿Por qué en los letreros del Centro y Norte de España se usan letras que nunca aparecen en inscripciones nacidas en las regiones orientales? Después de realizadas las investigaciones que he referido, los estudios sucesivos deben dirigirse, dentro de la Citerior, á circunscribir la extensión que puedan tener dos parecidos alfabetos, quizá uno ibérico y celtibérico el otro, determinando los signos que puedan ser propios de cada uno, y aquellos otros que, como la y la , etc., sean peculiares de ambos. Esto, sin perjuicio de que dentro de cada leyenda, y del conjunto de las nacidas en una misma región, se aprecien los arcaísmos que los distintos tiempos imprimieron en los epígrafes.
Trabajoso será fundar tales determinaciones; pero contando con la relación de epígrafes limpios de errores, más trillado se ofrece el camino que aquel que abrió y anduvo Delgado luchando con muchísimas más dificultades que las que ahora se atraviesan á nuestro paso. Verdaderamente la caución se impone, desde el momento que la ciencia siente desvío hacia los rasgos del ingenio demostrado en la interpretación de muchos rótulos, cuyas explicaciones, promoviendo inmediatamente otras nuevas, vienen á convertir la urdimbre en tela de Penélope, en la que se malogran las labores más hábilmente intentadas.
Queden estas
reflexiones para los que alimenten la noble pero arriesgada
ambición de traducir un texto ibérico que no sea
personal, étnico ó toponímico, como los que se
encuentran en las monedas. Con poquísimos elementos
gramaticales, con penuria de los lexicográficos,
¿cómo traducir ese idioma que se puede leer pero que nadie
entiende, como así lo declara el profundo
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Pero nos hemos separado del objeto principal de estas digresiones, porque no tratamos de la traducción de textos ibéricos como los de las planchas de Castellón6 y de Luzaga7. Baste á nuestro propósito recomendar ahora la identificación de las cecas que produjeron las monedas, y una vez alcanzadas las ventajas que llevamos expuestas, entonces será llegada la ocasión, en las especies difíciles á que me he referido, de procurar sus atribuciones buscando nombres en los textos de antiguos geógrafos ó historiadores que traten de la región, ó en otras inscripciones, ó bien, á falta de todo ello, inquirir si dichos nombres dejaron huella en las radicales que forman las denominaciones, no adulteradas, de pueblos que existan aún, y guarden reliquias de vetustas edades.
Señalado queda el itinerario que, á mi entender, se debe seguir. Recorreré su primera etapa.
Hé aquí mis cuadros con las Notas que los acompañan: