Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

21

En la nota 17 queda hecha referencia a la edición que preparó Somoza y que años después de su fallecimiento sacó a luz el Instituto de Estudios Asturianos. Consignemos asimismo que al cuidado de Miguel Artola ha aparecido en 1956, volúmenes 85 y 86 de la «Biblioteca de Autores Españoles, (continuación), otra edición, acerca de cuyas características textuales no es posible informar ahora.

 

22

Cuando Somoza remite a Menéndez Pelayo ejemplar de su edición de la correspondencia cruzada entre Jovellanos y Lord Holland, recibirá de D. Marcelino una carta -inédita hasta ahora; fechada en Santander el 28-VII-1911- en la que se contiene el siguiente párrafo, interesante al respecto que aquí nos importa; escribe M. P.: «La publicación está hecha con mucho esmero, y las notas son de gran utilidad, pero Vd. me permitirá que no apruebe el tono agrio y pesimista con que en ellas se habla casi siempre de las cosas españolas y los duros calificativos y dicterios con que se flagela no sólo a ciertos individuos sino a pueblos y a provincias enteras. Para ser leído de todos e influir provechosamente en la cultura, nunca está de más cierta templanza de forma, que se aviene muy bien con la expresión sincera y leal de lo que se piensa. Perdone Vd. esta advertencia, si acaso la cree inoportuna».

A ella contesta Somoza el 16-IX-1911: «En lo que atañe a la acritud del tono empleado en el «Prólogo», sí es cierto: pero agregaré en descargo mío, que me la inspira siempre nuestra eterna imprevisión de conducta, nuestra fanfarronería nacional, y nuestra plétora imaginativa, nunca contrapesadas por la reflexión, y la experiencia de tantos descalabros como nos han sobrevenido. Bien sé que tal es nuestra idiosincrasia, y que los caracteres de la raza no se modifican jamás, y que aun mueren con la raza misma. Pero... ¿acaso la cultura y la educación de un pueblo, no consisten precisamente en contrapesar estos mismos defectos con otros mayores merecimientos? Si así no lo hacemos, incurriremos por nuestra indocilidad en eterna censura. Pero Vd. quiere (y es muy justo), que yo revista mi estilo de mayor templanza, para mayor eficacia del correctivo: ¡Ay, amigo mío! no siempre está la Magdalena para tafetanes: ni el ejemplo vivo del pasado, ni de cuanto me rodea, puede llevarme al terreno del optimismo. El medio ambiente, y el temperamento, al cual difícilmente podemos sustraernos, me arrastra, a pesar mío, a tan severo estilo. Yo he convivido durante largos años con las clases populares y campesinas, tocando, con mis manos, toda la repulsiva impureza de la realidad, y creo haber experimentado sobradamente (y con harto desengaño) que nada valen con ellas, ni la dulzura, ni la templanza, ni la moderación, ni la bondad; antes por el contrario, en el sentido opuesto lo interpretan. Ya sé que Vd. me argüirá con las personas doctas, y con el estilo grave, sesudo y majestuoso de la Historia. Me es igual. Tan pasionales son unas clases como otras y creo firmemente que no es la dulzura la que nos hace reaccionar, sino la vibrante nota de la reprensión y el sarcasmo, de la amenaza y del ridículo. Hablen por mí (y Vd. lo sabe mejor que ninguno) los elocuentes númenes de la patria literatura, llámense Cervantes, o Quevedo, Arcipreste de Hita, Larra, o Isla».

 

23

Para más detalles acerca de la personalidad de «Españolito» y del criterio seguido por mí en la tarea de revisión y adición de su original inédito, vid. la Semblanza que va al frente del tomo IV de Escritores y Artistas asturianos, págs. III-XXV y la Nota liminar del t. V, páginas VII-IX.