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Relación hecha por el capitán Juan Jaramillo,

de la jornada que había hecho a la Tierra Nueva en Nueva España y al descubrimiento de Cíbola, yendo por General, Francisco Vázquez Coronado (Año de 1537)1

Salimos de Méjico, derecho a Compostela, camino todo poblado y de paz, y su derrota es como al Poniente, y es distancia de ciento y doce leguas. Desde allí fuimos a Culiacán, serán como ochenta leguas, es camino muy sabido y usado porque está en el dicho valle de Culiacán, una villa poblada de españoles, con repartimiento de Compostela. A esta villa se vuelve y va como al Norueste de aquí los sesenta de a caballo que fuimos con el general, por tener noticias ser el camino despoblado y sin comodidad casi todo él. Dejó su ejército y fue él con los dichos en descubrimiento del dicho camino, y para dejar luz a los que atrás venían y llevase esta derrota, aunque con algunas torceduras hasta que atravesamos una cordillera de sierras, que la conocí desde acá de la Nueva España de más de trescientas leguas, a la que pusimos nombre. En este paso Chichitté Calli, porque ansí tuvimos noticias que se llamaba de algunos indios que atrás dejamos.

Salido del dicho valle de Culiacán pasé a un río que se dice Pateatlán, que habrá como cuatro jornadas. Estos indios hallamos de paz y nos dieron algunas cosillas de comida. Dende aquí fuimos a otro río que se dice Cinaloa, que habrá del uno al otro como tres jornadas. Dende aquí nos mandó el general a diez hombres de a caballo, que doblásemos las jornadas a la ligera hasta llegar al arroyo de los Cedros, y de allí entrásemos por una obra que las fieras hacían a mano derecha del camino; y viésemos lo que por ellas y otras de ellas había, y que si fuese menester más días de los que nosotros hubiésemos cobrado, nos esperaría en el dicho arroyo de los Cedros. Fue ansí, y todo lo que por allí vimos, fue unos indiezuelos en algunos valles poblados, como en ranchería, tierra estéril: habrá dende el río a este arroyo como otras cinco jornadas; de aquí fuimos al río que se dice Yaquemí, que habrá como tres jornadas; de este se baja un arroyo seco y salimos en otros tres días de camino, aunque el arroyo seco no durará sino como una legua, y llegamos a otro arroyo a donde estaban unos indios poblados que tenían ranchos de paja y sementeras de maíz y frisoles y calabazas; salidos de aquí, fuimos al arroyo y pueblo que se dice los Corazones, el cual nombre le pusieron Dorante y Cabeza de Vaca y Castillo y Estebanillo el Negro, y pusiéronle este nombre por le dar a comer y como un presente, corazones de animales y de aves.

Habrá como dos jornadas en este pueblo de los Corazones. Es un arroyo de riego y de tierra caliente, y tienen sus viviendas de unos ranchos que después de armados los palos, casi a manera de hornos, aunque muy mayores, los cubren con unos petates. Tienen maíz y frisoles y calabazas para su comer, que creo que no le falta. Vístense de cueros de venados, y aquí por ser este puesto al parecer cosa decente, se mandó poblar aquí una villa de los españoles que iban traseros donde vivieron hasta casi que la jornada peresció. Aquí hay yerba y seguro lo que della se vio, y la operación que hace es la más mala que se puede hallar, y de lo que tuvimos entendido ser, era de la leche de un árbol pequeño, a manera de lantisco en cuasci, en pizarrillas y tierra estéril. Fuimos dende aquí pasando una manera de portezuelo y casi cerca deste arroyo a otro valle que del mismo arroyo sale, que se dice de Señora, que es también de riego y demás indios que es otros y de la misma manera de población y comida turara. Este valle, como seis o siete leguas poco más o menos; estos indios estuvieron a los principios de paz y después no, sino antes muy enemigos ellos y los que nos pudieron por allí apellidar; tienen yerba con la cual mataron algunos cristianos, tienen sierras de una cauda y de otra y poco fructíferas; de aquí vamos por junto a este dicho arroyo atravesándole por vueltas que hace, a otra población de indios que se dice habrá de lo postrero destotro a este, una jornada; tienen la mesma manera de los pasados; desde aquí se va como en cuatro jornadas de despoblado a otro arroyo donde entendimos llamarse Nexpa y salieron unos indizuelos a ver al general, y con presentes de poca estima, con unas pencas de mahuey asadas y pitahayas; por este arroyo abajo fuimos dos jornadas y dejado el arroyo, fuimos a la mano derecha al pie de la cordillera en dos días de camino, donde tuvimos noticias que se llamaba Chichiltie. Allí, pasada la cordillera, fuimos a un arroyo hondo y cañada donde hallamos agua y yerba para los caballos. Desde este arroyo atrás de Nexpa que tengo dicho, volvemos a mi parecer casi al Nordeste; de aquí por la misma derrota fuimos creo que en tres días a un río que pusimos nombre de San Juan por llegar este día a él; salidos de aquí, fuimos a otro río por tierra algo doblada y más hacia el Norte, al río que llamamos de las Balsas, por lo pasar en ellas a causa de ir crecido; parésceme que tardamos dos días de un río al otro; y esto digo por haber tanto tiempo que aquello pasamos, que podría ser engañarme en alguna jornada, que en lo demás no; y de aquí fuimos a otro arroyo que llamamos de la Barranca, hay dos pequeñas jornadas de uno a otro y la derrota casi al Nordeste. De aquí fuimos a otro río que pusimos el río Frío por el agua, venirlo ansí en un día de camino, y después de aquí fuimos por un monte de pinar donde hallamos casi al cabo dél, un agua e arroyuelo fresco donde habrá otro día de camino, y en este arroyo y puesto, murió un español que se decía Espinosa, y otras dos personas, de yerbas que comieren, por la grande necesidad que llevaban; de aquí fuimos a otro arroyo que pusimos Bermejo, en dos días de camino y la misma derrota menos que al Nordeste; aquí vimos un indio e dos que parescieron ser después de la primera población de Cíbola; de aquí fuimos en dos días de camino al dicho pueblo y primero de Cíbola; son casas de azotea y las paredes de piedra y barro, y aquí mataron a Estebanillo el Negro, que había venido con Dorantes, de la Florida, y volvía con fray Marcos de Niza. Hay en esta provincia de Cíbola, cinco pueblezuelos con este, todos de azotea y piedra y barro como digo: es tierra fría, y ansí en las casas y estufas que tienen, se demuestra tienen comida harta para ellos, de maíz y frisoles y calabazas; están estos pueblos apartados el uno del otro como a legua y a más, que vendrán a ser como en cercuito de seis leguas; es la tierra algo arenisca y no muy solada de yerba, y los montes que por allí hay, es la mayor parte de sabinas; el vestido de los indios es de cueros de venados, extremadísimo el adobo, alcanzan ya algunos cueros de vacas adobado con que se cobijan, que son a manera de bernias y de mucho abrigo; tienen mantas de algodón cuadradas; unas mayores que otras, como de vara y media en largo; las indias las traen puestas por el hombro a manera de gitanas y ceñidas una vuelta sobre otra por su cintura con una cinta del mismo algodón; estando en este pueblo primero de Cíbola, el rostro al Nordeste; un poquito menos está a la mano izquierda de él, cinco jornadas, una provincia que se dice Tucayan, que tiene siete pueblos de azoteas, y con comidas tan buenas y mejores que estotros, y aun de mejor población, y también tienen los cueros de vaca y de venados y las mantas de algodón que digo.

Todas cuantas aguas hallamos, y ríos, e arroyos, hasta este de Cíbola, y aun no sé si una jornada, u dos más, corren a la mar del Sur; y los dende aquí adelante, a la mar del Norte.

Dende este primer pueblo de Cíbola, como tengo dicho, fuimos a otro de ellos mismos, que habrá como una jornada pequeña, y camino de Tihueq, a nueve jornadas de las que nosotros hacíamos dende esta población de Cíbola, hasta el río de Tiguex, está en el medio, no sé si una jornada más o menos, un pueblo en un puerto muy fuerte de tierra, y peña tajada que se dice Tutahaco; todos estos indios, si no fueron los primeros del primer pueblo de Cíbola, nos recibieron bien; llegado al río de Tiguex, hay por él, en distancia, como veinte leguas, quince pueblos, todos de casas de azoteas de tierra y no piedra, a manera de tapias, y fuera dél, en otros arroyos que se juntan con este, otros pueblos; y los tres dellos, para entre indios, muy de ver, en especial uno que se dice Chía, y otro Urabá, y otro Tienique; este Urabá y Tienique tienen casas hartas, de a dos altos todos los demás, y estos tienen maíz, y frisoles, y calabazas, cueros, unos pellones de plumas que las tuercen, acompañando la pluma con unos hilos, y después las hacen a manera de tejido raro con que hacen las mantas con que se abrigan; tienen todos estufas debajo de la tierra, y aunque no muy pulidas, muy abrigadas. Tienen y cogen algún poquillo de algodón, después hacen las mantas que atrás tengo dicho. Este río viene como del Norueste corriendo como al Sueste, dando muestra como es cierto que entra en la mar del Norte; dejada esta población y río dichos, vamos por otros dos pueblos que no sé cómo se llaman, en cuatro jornadas a Ticuique, que ya he nombrado. Es la derrota desto al Nordeste: dende aquí vamos a otro río, que llamamos los españoles de Ticuique, en tres jornadas, si bien me acuerdo; parésceme, que para venir hasta este río, por donde lo pasamos fuimos algo más que al Nordeste, y ansí pasado, volvimos más a la mano izquierda, que será más hacia el Nordeste, y comenzamos a entrar por los llanos donde hay las vacas, aunque no las hallamos, a más de cuatro o cinco jornadas, después de las cuales comenzamos a topar con toros, que hay mucha cuantidad dellos, y con la misma derrota, y habiendo andado dos o tres días topando toros, fuimos después dellos a hallarnos entre grandísima cantidad de vacas, becerros y toros, todo revuelto; en estos principios de las vacas hallamos indios que las llamaban a estos, los de las casas de azotea, querechos; vivían sin casas, sino con unos palos arrimados que traen consigo para hacer en los puestos que se mudan, unas como cabañas que les sirven de casas, los cuales palos atan por arriba juntos, y de abajo los arriendran cercándolos con unos cueros de vaca que ellos traen, que les sirven de casas como tengo dicho; según se entendió de estos indios, todo su menester humano es de las vacas, porque dellas comen, y visten y calzan; son hombres que se mudan aquí y allí, donde mejor les parece; en aquellas aguas que entre las vacas hay, anduvimos como hasta ocho o diez días por la derrota dicha, y dende aquí el indio nos guiaba, que era el que nos había dado las nuevas de que Vira y Arache, y ser tierra muy rica y de mucho oro, y otras cosas, y este y otro eran de aquesta tierra que digo y a que íbamos; los cuales dos indios se hallaron2 en los pueblos de azoteas; paresce que como el dicho indio deseaba ir a su tierra, alargose a decir en lo que hallamos no ser verdad, y no sé si por esto, si por ser aconsejado que nos llevase por otras partes, torciendo el camino, aunque por todo esto no los hay, sino son los de las vacas, entendimos también que nos distrajo de la derrota que habíamos de llevar, y nos metiese por aquellos llanos como nos metió, para que gastásemos la comida y por faltas della viniésemos en flaqueza nosotros y los caballos, porque si volviésemos con este atrás u adelante no tuviéramos resistencia a lo que quisieran hacer de nosotros; finalmente, que dende los días que tengo dicho entrados por los llanos, y desde esta ranchería dequerechos nos destrae a más que al Este, hasta que venimos en extrema necesidad de falta de comida, y visto el otro indio compañero suyo y de su tierra, que no nos llevaba por donde hablamos de ir, que habíamos siempre seguido, no su aparecer sino el del turco que le llamábamos ansí, dejose caer en el camino señalando que le cortasen la cabeza que él no había de ir por allí, ni era aquel nuestro camino; creo que fuimos caminando esta derrota veinte días u más, en cabo de los cuales hallamos otra ranchería de indios de la brenda, y manera de las de atrás, entre los cuales estaba uno ciego y viejo y barbado, y nos dio a entender por señas que nos hacía, que había visto muchos días; había otros cuatro de nosotros que cerca de allí y más hacia la Nueva España, señaló haber visto y ansí lo entendimos y presumimos, ser Dorantes y Cabeza de Vaca, y aquellos que tengo dicho en esta ranchería; y visto nuestro trabajo nos mandó juntar el general a los capitanes y personas de quien solía tomar parescer, para que se lo dijésemos, juntamente con el suyo, el cual fue de todos, que nos parecía que todo aquel ejército se volviese atrás a las partes donde habíamos salido en busca de comida, para que guaresciesen, y que treinta de a caballo, personas tales, fuésemos en demanda de lo que el indio había dicho, en el cual parescer nos resumimos; fuimos una jornada adelante todos, a un arroyo que estaba metido entre unas barrancas y de buenas bejas dentro, para de allí acordar los que habían de ir y cómo se habían de volver los demás. Aquí se le preguntó al indio Isopete que llamábamos compañero del dicho turco, que nos dijese la verdad y nos llevase a aquella tierra, en cuya demanda íbamos, y él dijo que se haría y que no era como el turco nos había dicho, porque ciertamente eran bravas cosas las que nos había dicho y dado a entender, ansí de oro y como se sacaba, y de edificios y la manera dellos, y las contrataciones y otras muchas cosas por prolijidad dejo, por cuya causa nos habíamos movido en busca dello, con parescer de todos los que lo daban y religiosos; de manera que pidió que en premio de nos guiar, quería que lo dejásemos después en aquella tierra por ser su patria, y también que no fuese con él el turco, porque le reñía y le iba a la mano.

En todo lo que nuestro provecho quería, prometióselo el general, y dijo que quería ser de los treinta él uno, y ansí fue, y aderezados para nos apartar y los otros quedar, seguimos nuestro viaje volviendo siempre dende aquí al Norte más de treinta días u casi treinta días de camino, aunque no de jornadas grandes, sin que nos faltase agua en ninguna dellas y siempre por entre vacas, unos días más cantidad que otros, conforme a las aguas en que topábamos; de manera que venimos a dar día de San Pedro y San Pablo, en un río que hallamos ansí y abajo de Quibira; llegado que fuimos al dicho río lo conoció el indio y dijo ser aquel y estar abajo las poblaciones; pasámoslo allí y por la otra banda del Norte fuimos por él abajo volviendo la derrota al Nordeste, y después de tres jornadas andadas hallamos unos indios que andaban a caza, matando de las vacas para llevar carne a su pueblo que estaba como tres u cuatro jornadas de las nuestras, más abajo. Aquí donde hallamos los indios y nos vieron, se comenzaron de alborotar con voces y muestras de huir, y aun tenían allí algunos sus mujeres consigo, comenzoles a llamar el indio Isopete en su lengua, y ansí se vinieron a nosotros sin muestras de temor. Pasados que estuvimos nosotros y ellos, hizo muestra allí el general, del indio turco, el cual habíamos llevado siempre escondidamente entre nuestra guardia, y llegados a donde estaba el aposento hecho, se hacía de manera porque no lo viese el otro indio que se decía Isopete, por dalle el contento que pidió vista la buena aparencia de tierra, como cierto lo es esta de entre las vacas, y aquella, y de allí adelante rescibiose algún contento y escribió aquí una carta el general para el Gobernador de Harahey y Quiriba, teniendo entendido que era cristiano de las armadas de la Florida, perdidas porque la manera del gobierno y policía que el indio había dicho que tenía, nos lo había hecho creer. Ansí que los indios se fueron a sus casas, que estaban a la distancia dicha, y nosotros por nuestras jornadas ansí mismo, hasta llegar a las poblaciones, las cuales hallamos en arroyos aunque, no de mucha agua, buenos y de buenas riberas, que van a entrar en estotro mayor que tengo dicho fueron, si bien me acuerdo seis u siete poblaciones arredradas unas de otras, por las cuales anduvimos cuatro u cinco días que se entiende ser despoblado entre el un arroyo y el otro. Llegamos a lo postrero de Quibira que dijeron ser, a lo cual nos llevaron con nuevas de ser mucho que decían ellos.

Este era un río de más agua y población que los demás: preguntado que si había adelante otra cosa, dijeron que de Quiriba no, sino Harahey, y sería de la misma manera y poblaciones y tamaño que aquello. Envió a llamar el general al señor destos y los otros indios que dijeron recibir en lo de Harahey, y vino como con docientos hombres y todos desnudos y arcos, y no sé qué cosas en las cabezas, y poco cobijadas sus vergüenzas. Era un indiazo de gran cuerpo y miembros y buena proporción; tomada la razón de lo que lo uno y lo otro les preguntó el general que debíamos hacer. Acordándonos de cómo había quedado el ejército y estábamos nosotros allí, ansí que nos paresció a todos, que pues que era ya casi la boca del invierno, porque si me acuerdo bien, era media y más de agosto; y por ser pocos para invernar allí y el poco aparejo que para ello teníamos y la duda del buen suceso del campo que había quedado, y porque el invierno no nos cerrase los caminos de nieves y ríos que no nos dejasen pasar, y ansimismo por haber visto el subceso de la otra gente dejada, debía su merced volver en busca dellos, y hallados y sabidos como estaban, invernar allá y volver a la boca del verano a aquella tierra Isabella y arallá. Aquí, que como digo, fue lo postrero, a lo que llegamos, visto el turco que nos había mentido, apellidó toda esta población para que diese en nosotros una noche y nos matasen; supímoslo y pusímonos en recaudo, y a él se le dio aquella noche un garrote con que no amanesció; con el acuerdo dicho volvimos atrás no sé si dos o tres jornadas, donde hicimos nuestro matalotaje de elotes desgranados y enjuto en maíz para volvernos: en este puesto alzó el general una cruz en el pie de la cual con un escoplo se le hicieron unas letras que decían haber llegado allí «Francisco Vázquez de Coronado», general de aquel ejército. Esta tierra tiene muy linda la apariencia, tal que no la he visto yo mejor en toda nuestra España ni Italia y parte de Francia, ni aun en otras tierras que he andado en servicio de Su Majestad, porque no es tierra muy doblada sino de lo más y llanos, y ríos de muy linda apariencia y aguas, que cierto me contento y temo presunción que será muy fructífera y de todos frutos. En los ganados ya está la experiencia en la mano por la muchedumbre que hay, que es tanta cuanto quieran pensar; hallamos ciruelas de Castilla, un género dellas que ni son del todo coloradas, sino entre coloradas y algo negras y verdes. El árbol y el fruto es cierto de Castilla, de muy gentil sabor; hallamos entre las vacas, lino, que produce la tierra, e brecitas arredradas unas de otras, que como el ganado no las come se quedan por allí con sus cabezuelas y flor azul, y aunque pequeño muy perfecto, natural del de nuestra España. En algunos arroyos, uvas de razonable sabor para no beneficiadas: las casas que estos indios tenían, eran de paja y muchas dellas redondas, y la paja llegaba hasta el suelo como pared que no tenía la proporción y manera de las de acá; por de fuera y encima desto, tenían una manera como capilla o garita, con una entrada donde se asomaban los indios sentados o echados. Aquí donde se alzó la cruz se dejó el indio Isopete, y se tomaron de los pueblos cinco u seis indios que nos trajesen y nos guiasen a las casas de azotea; y ansí fue que nos volvieron por el mismo camino hasta donde dije antes que habíamos topado con el río que llamamos de San Pedro y San Pablo, y dende aquí dejaron él por donde habíamos ido, y tomando a manderecha nos trujeron por aguas, y entre vacas y buen camino, aunque por una parte ni por otra no hay ninguno sino el de las vacas; como tengo dicho, vinimos a salir y a reconocer la tierra a donde al principio dije que habíamos hallado la ranchería, donde el turco nos apartó el camino que habíamos de llevar; ansí que dejado lo demás aparte, llegamos a Tiguex, donde hallamos el demás ejército, donde cayó el general corriendo un caballo, de que recibió una herida en la cabeza, con la cual dio muestras de ruin disposición, y fabricó la vuelta que diez u doce de nosotros con requerírselo no fuimos parte para estorbárselo, ansí que ordenada esta vuelta los frailes franciscanos que estaban con nosotros, el uno de misa y el otro lego, que se llamaban el de misa fray Juan de Padilla y el lego fray Luis de Escalona, estaban apercibidos y tenían ya licencia de su provincial para se poder quedar. Quiso el fraile quedarse en estas casas de azotea, diciendo que con un escoplo y azuela que le quedaba, alzar cruces para aquellos pueblos y bautizar algunas criaturas que en artículo de la muerte hallase para enviallas al cielo; para lo cual no quiso otra compañía sino un esclavito mío que se decía Cristóbal para su consuelo, y diciendo aprendería presto la lengua de allí, con que le ayudasen; y fueron tantas las cosas que para esto hizo, que no pude negárselo, y ansí no se ha sabido más dél. Entiendo que la quedada de este fraile por allí fue causa de que quedásemos algunos indios de los de por acá y dos negros, uno mío que se decía Sebastián y otro de Melchor Pérez, hijo del licenciado Latorre; y este negro, era casado con su mujer y hijos; y en lo de Quibira me acuerdo se quedaron también algunos indios, uno de mi compañía Tarasco, que se decía Andrés. El fray Juan de Padilla porfió de volver a Quibira y procuró que se le diesen aquellos indios que dije habíamos traído por guías; diéronseles y llevolos y más, un portugués y un negro ladino horro, que fue de tercero que se metió fraile francisco, y un mestizo y dos indios, creo que de Capottan y de allí junto los cuales había criado y los traía en hábito de frailes, llevó ovejas y mulas, y un caballo, y ornamentos y otras cosillas que no sé si por ellas o por qué causa paresce que lo mataron, fueron muñidores o los que los hicieron los mismos indios, que de Tiguex volvió en pago de las buenas obras que le había hecho; ansí que muerto se huyó el portugués dicho, y un indio de los que dice traía vestidos en hábito de fraile, u creo que entrambos; dijo que esto para que ellos vinieron a esta tierra de la Nueva España por otro camino y derrota más cercana que la que yo tengo dicho, y vinieron a salir a los valles de Pánico. E dado aviso desto a Gonzalo Solís de Meras y a Isidoro de Solís por me parescer cosa importante para lo que me dice y tengo entendido, que Su Majestad mandó a Vuestra Señoría supiese u descubriese camino para juntar aquesa tierra con esta, para que también podría ser que este indio Sebastián entendiese en el tiempo que en Quibira estuvo la comarca y tierras de a la redonda della, y también noticia de la mar, y el camino por donde vino, y que hay en él y cuántas jornadas y hasta llegar acá. Ansí que ciertamente si Vuestra Señoría alcanza dende ese puesto lo de Quibira, tengo entendido que puede traer mucha gente de España a poblalla, sin rescelo, según la apariencia y muestras la tierra tiene.