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Abajo

Sobre un texto del arzobispo D. Rodrigo1



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«Nam Tarracona metropolis diu destructa fuit tempore Bernardi Toletani Primatis, sicut patet in regesto Urbani Papae secundi; qui Urbanus eumdem Bernardum de restauratione civitatis et ecclesiae suis litteris animavit».



Tres son los puntos, de la mayor importancia histórica2, significados por este pasaje, que voy á examinar en sus fuentes.

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ArribaAbajo - I -

Registro de Urbano II


Un cartulario de pergamino, escrito en el siglo XIII, cuya signatura (cajón 42, núm. 23), y título (Liber privilegiorum ecclesie Toletane) descubren á la legua el origen, ha venido á parar al Archivo Histórico Nacional. Exhibe los rescriptos de Honorio III, dirigidos al arzobispo D. Rodrigo y al Cabildo de Toledo. El rescripto primero (fol. 86-88) autentica siete bulas del registro de Urbano II, pero carece de fecha. La cual, si bien omitida por el códice, se puede no obstante inferir, así de la naturaleza del documento3 como de la paridad que guarda con el otro rescripto. Este fué expedido en el palacio de Letrán á 7 de Enero de 1218, é incluye á su vez (fol. 83-85) y da por auténticas ocho bulas de Eugenio III; seis ya conocidas4 y dos inéditas5.

Ambos rescriptos van encabezados de la misma manera:

«Honorius episcopus, servus servorum Dei, venerabili fratri Roderico Archiepiscopo et dilectis filiis Capitulo Toletano salutem et apostolicam benedictionem.

Supplicasti nobis, frater Archiepiscope, ut cum in regestis Romanorum pontificum quedam contineantur munimenta ecclesie Toletane, illa conscribi et tradi tibi sub bulle nostre munimine faceremus».



Semejante introducción hace creer que vinieron rescriptos en mayor número y de igual ó aproximada fecha. Con efecto, Don Rodrigo no se olvidó de indicárnoslo, cuando copió una de las cartas, extractadas del registro de Gelasio II6; y de ello hace fe el Liber privilegiorum, fol. 94.

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Nuestro egregio historiador, veintiún años después, obtuvo de la Santidad de Gregorio IX rescriptos análogos, que pensaba sin duda hacer valer en la eventualidad de un próximo concilio ecuménico, ó siquiera en el pleito á que dieron pié sobre jurisdicción de metrópolis las conquistas de Valencia y de Murcia. El rescripto de Gregorio IX7, que autentica las bulas de Urbano II, firmóse en el palacio de Letrán á 26 de Mayo de 1239. Lo publicó, mas no enteramente, Raynaldi, continuador de los Anales Baronianos. Aguirre lo mutiló, y dió pretexto á que sin tino lo interpretase, como harto sabéis, el primer autor de la España Sagrada. No habiendo reparado en que el autor del rescripto, de que tratamos ahora, se nombra desde el primer comienzo Gregorio IX y habla con D. Rodrigo, arzobispo de Toledo, achacó Flórez el documento á Pascual II; negó en consecuencia que todas las cartas allí recopiladas hubiesen salido del registro de Urbano, y propuso en resolución enmiendas infelicísimas. No se creería, si no se viese; pero alguna vez dormita el buen Homero. Dice Flórez8:

«Resta ver, si pudo ser en el 91, en que se hallaba en España Ricardo, antecessor de Raynerio? Para esto es preciso suponer y disolver un grande enredo, que se halla en Aguirre, tom. 3 pág. 300, por una Carta (tomada de Olderico Raynaldi en sus Anales al año 1239, núm. 52), que en nombre de Urbano II se pone dirigida á Raynerio Cardenal Legado en España. Esta, segun se halla allí, y en Labbé (tomo 12 de la Edicion de Coleti, col. 751, entre las Cartas de Urbano II) no es de Urbano II, sino un conjunto de diversas cartas, remitida la una al expresado Legado, y repetida en otra por el mismo Raynerio siendo ya Papa: la primera fue enviada por Urbano II al Rey D. Alfonso VI; la otra (que es la que se exhibe en los Autores citados) es enteramente de el mismo Raynerio (siendo ya Papa, con el nombre de Pascual II), la qual fue dirigida al Arzobispo de Toledo: y assi, conforme esta alli, se debe borrar el titulo, que dice A Raynerio etc., y poner A Bernardo Arzobispo de Toledo, mudandola del Registro de las cartas de Urbano II al de Pascual II. Consta esto, por quanto en exordio de la citada epistola se nombra Urbano II como difunto y predecessor del que escribe: In regentis fel. record. Urbani II, prædecessoris nostri etc. Luego esta carta es del sucessor de Urbano II, que fué Pascual II».



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Por dicha, lo que el Codex Regius, que extractó Raynaldi, nos oculta aún, eso mismo el Liber privilegiorum ecclesie Toletane, mucho más precioso nos ha de descubrir, sometiendo á nuestra desinteresada apreciación, el ejemplar contemporáneo del rescripto de Honorio III, acerca del registro de Urbano, que expresamente alegó D. Rodrigo. He citado el preámbulo del rescripto. En el códice toledano prosigue de esta manera:

«Nos igitur tue solicitudinis providentiam comendantes, presencium significatione testamur, quod in Regestis felicis recordationis Urbani pape secundi, predecessoris nostri, scriptum est de bone memorie Bernardo Toletano Archiepiscopo in hec verba: Hoc tempore Toletanus Archiepiscopus Bernardus, Romam ad dominum Urbanum papam veniens, ei pro episcoporum more iuravit, et palleum et privilegium accepit, Regnisque Hispaniarum primas institutus est. Tum etiam in Gallicia omnis diocesis sancti Jacobi ab omni est officio excomunicata divino, quia sancti Jacobi episcopus in Regis carcere depositus fuerat; unde et hec Regi Ildefonso epistola missa est.

[1] Idem Regi Ildefonso Gallecie.- Duo sunt, Rex Ildefonse...9.

[2] Idem Terraconensibus et ceteris hyspaniarum Archiepiscopis.- Quisquis voluntatem gerit...10.

[3] Idem Ugoni Cluniacensi Abbati.- Venerabilem fratrem nostrum Bernardum...11.

[4] Idem Bernardo Toletano archiepiscopo.- Postquam a nobis tua dilectio...12.

[5] Idem Urbanus B[erengario] Terraconensi Archiepiscopo.- Novit dilectio tua...13.

[6] Idem Rainerio Cardinali presbitero.- Quantum de tua religione...14.

[7] Urbanus episcopus, servus, servorum Dei, Reverentissimo   —370→   fratri Bernardo Toletano Archiepiscopo eiusque successoribus in perpetuum. Cunctis sanctorum decretales scientibus...15.



La carta última se libró en Anagni á 15 de Octubre de 1088; y en el mismo día, ó muy poco antes ó después, la 1.ª, 2.ª y 3.ª Todas ellas son conocidas del público; mas no así la 4.ª Esta se expidió en 1089, algunos días ó semanas después del día 1.º de Julio; y es anterior por orden de tiempo á la 6.ª, como esta á la 5.ª Dice así en el códice:

«Postquam a nobis tua dilectio digressa est, veniens ad nos et de illa quam scis discordia satisfaciens karissimus frater noster Riccardus, Cardinalis ecclesie Romane presbiter et Massiliensis abbas, Terraconensem provinciam ad Narbonensem ecclesiam pertinere testatus est. Post hec, Beringarius auxonensis episcopus, ad apostolorum limina veniens et nobiscum aliquandiu commoratus, predicti fratris verba contraria prorsus asseruit; sue etiam ecclesie nobis privilegia16 protulit, quibus vice Terraconensis videbatur ecclesie honorata. Qua de re, siquid certi tua dilectio recognoverit, tuis volumus litteris informari. Nosenim et Narbonensi significavimus ut se [ad] huius rei responsionem sedi apostolice representet. Notum etiam tibi volumus litteras17 a nobis Terraconensis provincie episcopis et principibus destinatas, quatinus restitutioni ecclesie Terraconensis insistant, ad cuius effectum operis tuam quoque prudentian volumus insudare. Si enim Terraconensem provinciam Narbonensis antistes Romano privilegio vendicare nequiverit, et si annuente domino predicta fuerit civitas restituta ut episcopalis ibi valeat cathedra collocari, dignum videtur, et nostro jam ore promissum est18, ut antique dignitatis gloria Ausonensis episcopus, Terraconensis habendus, redonetur. Ad hec igitur omnia consilium te et auxilium impendere postulamus».



Tal es la carta famosa, y objeto hasta hoy de interminables disputas   —371→   por ignorarse el texto, de la que hizo D. Rodrigo singular mención y argumento histórico. Veamos de aprovechar la nueva luz que nos trae.




ArribaAbajo- II -

Examen de la carta inédita, citada por D. Rodrigo


El mismo día que murió San Gregorio VII (25 Mayo, 1085), entraba en Toledo, á guisa de emperador triunfante, el rey don Alfonso. Año y medio más tarde (18 Diciembre, 1086), no había sido el obispo de Santiago D. Diego Peláiz, depuesto de su dignidad, supuesto que en el propio día de la elección de D. Bernardo para arzobispo, firmó D. Diego el acta de dotación munificentísima que el rey otorgó á la Catedral, ó ex-mezquita toledana19. Fué depuesto inválida y anticanónicamente el obispo de Santiago por el Cardenal Ricardo, cuando estaba este inhabilitado para funcionar como legado de la Sede apostólica, conviene á saber, luego que le excomulgó el papa Victor III (Agosto, 1087), y á buena cuenta hasta la elección de Urbano II (12 Marzo, 1088), quien ignorando aquel desmán, y haciendo gracia al Cardenal, le devolvió el oficio. D. Rodrigo atribuye á semejante situación y al deseo de salir á la defensa del obispo oprimido, un acto heróico de D. Bernardo20.

«Qui (Ricardus), minus religiose officium peragens, coepit irregulariter se habere. Quod attendens Toletanus electus, per maris; et terrae pericula se Romani Pontificis conspectui praesentavit; et, Gregorio septimo viam universae carnis ingresso, invenit Urbanum secundum in Sede apostolica constitutum. A quo, gratanter et benigne susceptus, consecrationem, pallium et privilegium obtinuit».



D. Bernardo no se puso en marcha tan pronto como, leyendo este pasaje, podría parecer. El día 11 de Marzo de 1088, víspera   —372→   de la elección de Urbano II, se hallaba el electo Toledano al lado del Rey, del mismo Legado y de varios obispos: Raimundo de Palencia, Gómez de Auca (Burgos), Pedro de León, Asmundo de Astorga y Arias de Oviedo. Obsérvase en varios documentos21 que el Monarca, agente principal de la deposición del obispo Compostelano, á quien retenía en dura cárcel, trataba de halagar al Cardenal con darle en encomienda, ó sujetar á la jurisdicción del monasterio de San Victor de Marsella, el Toledano opulento de San Servando. No sería, pues, de extrañar que á la sazón se hubiese cometido la violencia, contra la cual se decidió á ponerse en viaje D. Bernardo, é informar sobre ella al nuevo Pontífice para que aplicase eficaz remedio. Conviene, sin embargo, añadir que Don Rodrigo, si bien sin faltar á la verdad sugirió el motivo principal de lo prematuro y expuesto de aquel viaje, otros motivos se calló que lo decidieron, y están claramente manifestados por la bula de 15 de Octubre22.

Esta bula forma época en la evolución de la alta jerarquía eclesiástica sobre nuestro suelo. Dispone que todos los obispos y metropolitanos (pontífices) de la Península se sujeten, como por lo pasado, á la Primacía del arzobispo de Toledo; dando con esto claramente á entender que no circunscribe el derecho del Primado al territorio de una sola corona ó nacionalidad; que tres entonces se contaban bajo el cetro de diferentes Príncipes, desde el cabo de Creus hasta el de Finisterre. Urbano además encomienda al buen celo y actividad del Primado el empeño de procurar con la mayor brevedad posible la restauración de las restantes antiguas Sillas metropolitanas en sus propias ciudades (Tarragona, Braga, Mérida y Sevilla); é ínterin que esto se logre, determina que las sufragáneas existentes ó por existir, no exentas, que carecieren de Metropolitano propio, sean administradas y regidas por el de Toledo: «ut, quoad sine propriis exstiterint Metropolitanis, tibi ut proprio debeant subjacere».

Esta última disposición, por lo que se refería á Tarragona, dejaba en pié dos puntos litigiosos: por una parte la propiedad de   —373→   Primacía y de administración que afectaba el arzobispo de Narbona, y por otra los derechos mejor fundados de la mitra de Vich. De todas maneras, ó como quiera, debía D. Bernardo, en virtud de su cargo, dar calor y atender á la restauración de Tarragona.

Leyóse la bula y fué acatada en el concilio de Husillos23, reunido á fines, del mismo año (1088). El número de los prelados y abades que lo compusieron; la intendencia del arzobispo de Toledo, que no se nombra electo24, sino arzobispo en propiedad, y su preferencia al de Aix; la presidencia del Legado Ricardo, y la presencia, en fin, y las acciones del Rey, todo concurre á demostrar que la porción de actas sinodales que poseemos25 no es la esencial ni la más extensa. Redúcese á la demarcación de límites entre los obispados de Osma y de Burgos, afecto esto á la metrópoli de Tarragona, aquel á la de Toledo. La división fué sancionada cinco años después (14 Marzo 1095) por la Santa Sede, ó por bula de Urbano:

«Parochiarum etiam divisiones, quae inter Burgensem et Oxomensem ecclesiam coram Sedis apostolicae, legato Ricardo Cardinali presbitero et Massiliensi abbate in synodo apud monasterium de Fuselis constitutae sunt, sicut ex ejusdem confratris nostri assertione didicimus, vim perpetuam obtinere mandamus».



El acta del acuerdo sinodal da por precedente la disensión sobre partición de límites que el arzobispo de Toledo y el obispo de Burgos mantenían viva y continuada hacía bastante tiempo: «quia jugis contentio erat inter Bernardum Toletanum archiepiscopum, ad quem Oxomensis ecclesia metropolitano jure pertinet, et Gomizonem Aucensem sive Burgensem episcopum». Auca, ó Burgos, era entonces de la metrópoli tarraconense, que estaba, en sentir del Cardenal Ricardo, exceptuada de las atribuciones asignadas á la Primacía de D. Bernardo. En la carta que vamos comentando se nos descubre aquel sentir del Legado, ú oposición por discordia, que retrasó los plazos de la sentencia definitiva:   —374→   «veniens ad nos et de illa, quam scis, discordia satisfaciens... Ricardus... Terraconensem provinciam ad Narbonensem ecclesiam pertinere testatus est».

Al cabo de algunos meses, contados desde la reunión del concilio de Husillos, sabemos ya que había ido el Cardenal á Italia y comparecido ante Urbano. ¿Por qué razón? Nos lo dirá la Historia Compostelana26.

«Celebrante itaque Ricardo, sanctae Romanae Ecclesiae Cardinali atque Legato apud sanctam Mariam de Fusellos concilium, ipse rex Adefonsus adfuit; et praedictum episcopum, quem diutius vinculis mancipari fecerat, quasi solutum sed tamen sub custodia, venire jussit, videlicet ut eum a pontificali dignitate dejiceret27. Tunc praedictus episcopus metu regis et spe liberationis, perjudicium romani Cardinalis passus est; et coram omni concilio se indignum episcopatu proclamans, annulum et virgam pastoralem Cardinali reddidit. Cardinalis autem alium, videlicet Petrum nomine, Cardinensem abbatem, in pontificalem ecclesiae beati Jacobi cathedram inthronizandi licentiam concessit. Post haec, idem episcopus, quamquam praejudicio gravatus, captioni tamen regis iterum mancipatus est. Eapropter, his demum Romae ventilatis, praedictus Ricardus, sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalis atque Legatus, confusionis atque ignominiae jaculo confossus est. Nimirum Papa Urbanus atque sancta Romana Ecclesia [eum] admodum objurgavit atque confudit, utpote qui praedictum Compostellanensem episcopum, captioni mancipatum, praejudicio gravaverat et injuste deposuerat; proinde ipse quoque legatione, qua talia praesumpserat, privatus est».



¿Quién fué el promotor de la causa, ó acusador de Ricardo ante la Sede Romana? Nos lo manifestará D. Rodrigo28:

«Verum quia Ricardus legatus29 se gerebat in aliquibus minus caute, religione et auctoritate compescuit (Bernardus) attentata; adeo quod ille Ricardus, legatione privatus, fuit ab Urbano pontifice summo revocatus...

Ricardo itaque legatione privato, Primas Bernardus coepit in Hispaniis ecclesias ordinare».



Da razón al historiador la carta de Urbano á D. Bernardo, escrita no entre los años 1096 y 1099 como supone Jaffé (4.316),   —375→   sino en 1089, y probablemente al celebrarse el concilio de Amalfi (11 de Setiembre) cuando más desencadenada rugía la fracción del antipapa Guiberto.

«Semper te memorem esse oportet benedictionis et gratiae excellentisque liberalitatis, quam de Sede apostolica accepisti; semperque quanti geras culmen officii; et rebus ostendere rivum te a fonte Petri apostoli descendisse, et flamnam quam ab ejus camino susceptam foves semper in altiora producere. Nunc praecipue fraternitatem tuam ampliorem principum Petri et Pauli disciplinam instruere, tuique officii oportet exhibere censuram; nunc praecipue, quum nullus in vestris partibus Apostolicae sedis legatus existit. Ricardo enim legationem, quam hactenus habuit, denegavimus; nec alii cuipiam vestrarum partium legationem injunximus.

Te igitur, ut prudentem ac religiosum virum, hortamur et obsecramus in Domino, ut quae dicta sunt, studiose exerceas, bonos in melius acuas, pravos corrigas, et canonicam in omnibus disciplinam ad Romanae Ecclesiae gloriam, tuique studii mercedem, ferventer et indesinenter observare procures. Adesto, invigila, insta cum fratribus nostris episcopis, regibus, principibus ac populo, quatenus aberrantes ad rectum propositum redeant, manentes in fidei veritate ad exitum usque viriliter perseverent.

Id vero, praecipue te laborare volumus et rogamus ut sancti Jacobi episcopus emancipatus vinculis suo restituatur officio. De quo, quicquid auxiliante Domino egeris tuis nobis literis indicabis. De ceteris, et quae in Hispaniarum regnis per nos disponenda provideris30, et cui potissimum committenda Sedis apostolicae legatio videatur, tuis nos nunciis et apicibus informabis.

Labores autem quos in membris suis apostolorum Principes quotidie patiuntur, nolito ullomodo oblivisci; sed eos semper in corde bajulans et fidelibus omnibus commendans, solatiorum vestrorum ope lenire festina».



¿A quién propuso D. Bernardo para sucesor del Legado destituido? Lo calla la Historia; pero es de creer que su voto imparcial y oportuno recayese en quien indican las siguientes instrucciones, cuya fecha31 (8 Enero, 1090) nos ha conservado el Liber privilegiorum, fol. 87:

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«Idem Rainerio Cardinali presbitero.

Quantum de tua religione confidentes, qua fide, qua caritate in partes illas te direxerimus, ipse tu, frater dilectissime recognoscis. Age ergo pro spe, quam de tua prudentia gerimus, et negotia, queque poteris domino adiuvante, canonice diffinire procura; ea maxime pro quibus missus es, videlicet que inter Narbonensem antistitem32 et Tomeriensem abbatem iactantur. Veniens siquidem ad nos cum Barchinonensi fratre nostro, venerabili episcopo33, reverentissimus frater noster Narbonensis archiepiscopus, quem iam dudum vita et religione spectatum habemus, plurima adversus Tomeriensem Abbatem conquestus est... Inter cetera, preiudicium sibi factum de Terraconensium episcoporum subiectione per Romanam ecclesiam suppliciter intimavit, cum eos Narbonensis metropolis, per annos quadringentos34 sine alterius reclamatione possederit.

Nostra igitur vice in illis partibus fungens, Terraconensibus episcopis nostra auctoritate precipito, ut interim Narbonensi tamquam proprio metropolitano obediant, donec parante domino Terraconensi restauretur ecclesia. Toletano autem sicut primati reverentiam exhibeant, donec Narbonensis Archiepiscopus se eorum primatum fuisse certa possit auctorite monstrare. Novit siquidem tua fraternitas primatem a nobis Toletanum sic institutum, ut salva sint metropolitanorum privilegia ceterorum. Abbatem quoque...

Quia vero Narbonensis Archiepiscopus privilegia de primatu ecclesiam suam habuisse memoravit, quae a suo predecesore35 translata, se tamen sperat parante domino reperturum, tu causam diligenter inquire, inquisitam ad nos referre procura. Quod, si privilegiorum nequiverit auctoritas inveniri, tu cum principibus terre de restauratione Terraconensis ecclesie stude. Interim tamen Terraconenses episcopos ei, tamquam metropolitano proprio, obedire precipito. Elenensis quoque episcopi36 causam diligenter inquirito; et inter Narbonensem archiepiscopum et ipsum iusto omnia iudicio deffinito. Idem quoque te de Crassensi cenobio inter Narbonensem Archiepiscopum et monachos eiusdem cenobii exercere precipimus.

Datum Laterani, VI idus Januarii, pontificatus nostri anno II».



Raynerio, nueve años más tarde (13 Agosto 1099), había de reemplazar á Urbano II sobre el solio de los romanos pontífices. Ahora (8 Enero 1090), sucesor del cardenal Ricardo, como legado de las Españas, y obrando de acuerdo con el Primado se aprestaba á levantar la ciudad y metrópoli Tarraconense de la postración en que yacía.

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Y lo pusieron ambos por obra en el concilio de Tolosa, que describe D. Rodrigo37 en esta manera.

Et Primas institutus Hispaniarum et per Tolosam rediens, ibidem cum episcopis Gothicae Galliae et Narbonensi archiepiscopo concilium celebravit.



El concilio se celebró cerca de la Pascua de Pentecostés (9 de junio, 1090); y debió dar por nulos los alegatos del arzobispo de Narbona, fundados en una bula espúria ó falsa38, de Esteban VI. Pretendíase con este documento apócrifo nada menos que autorizar con la voz de la Santa Sede el soñado precepto del Apóstol San Pablo, ordenando que todas las iglesias de España dependiesen de la narbonense. Que el sínodo tolosano entendió en los negocios eclesiásticos de nuestra Península, lo atestigua Bernoldo, autor contemporáneo39.

Dominus Papa Urbanus generalem synodum cum episcopis diversarum provinciarum per Legatos suos in Tolosana civitate circa Pentecostem collegit; ibique multa in ecclesiasticis causis, quae corrigenda erant correxit. In qua synodo Tolosanus episcopus de illatis criminibus canonice expurgatur; et legatio pro restauranda christianitate in Toletana [corr. Tarraconensi] civitate, Rege Hispaniarum supplicante, destinatur.



Las súplicas del Rey de las Españas en favor de la restauración de Tarragona, fueron, no me cabe duda, obtenidas por don Bernardo. Removido el óbice que el Papa le había señalado, partió el Legado Reinerio á cumplir en Cataluña lo que llevaba prevenido: «Quod si privilegiorum (pro archiepiscopo Narbonensi) nequiverit auctoritas inveniri, tu cum principibus terrae de restauratione Tarraconensis ecclesiae stude».

De ello tenemos dos documentos insignes que estampó40 Villanueva. Allí constan los compromisos solemnes del conde Berenguer Ramón II y de sus magnates en manos del legado para repoblar á Tarragona, habiendo ya recaído en cabeza del obispo   —378→   de Vich la elección canónica para arzobispo de Tarragona. El primer compromiso importa que el conde ha de entrar en la ciudad para repoblarla el próximo dia de Todos Santos (1.º de Noviembre 1090): «sub hac conditione, ut ipse praefatus Comes, hac imminenti festivitate omnium sanctorum, ingrediatur praelibatam urbem ad restaurandum». Y no es poco de notar que otros próceres fijan, como plazo de sus rehenes, la vuelta del viaje que estaba en disposicion ó á punto de hacer hacia Castilla el arzobispo electo: «Gerallus mittit hostaticos in potestate memorati Comitis et Berengarii Ausonensis episcopi, qui est electus a Domino Papa Urbano tarraconensis archiepiscopus... ut postquam praedictus archiepiscopus redierit ab Hispania, quam nunc vadit, intra spatium XC dierum quod ipse mandaverit, mittat in potestate ejusdem episcopi castrum de Gelida, ut ingrediatur ad restaurationem praelibatae urbis». Ni es menos digno de atención que el reparto de la ciudad se estipuló deber hacerse bajo el dictamen del Conde, del arzobispo electo, del dicho Geraldo Alemany y otros. El segundo compromiso, da por plazo último de repoblación el miércoles de ceniza caput jejunii, ó sea el 13 de Febrero de 1091.

De estos documentos no conviene separar el instrumento de donación41 á la sede apostólica, que hizo el Conde de Barcelona, poco despues de haberse celebrado el concilio de Tolosa. Lo hizo per consilium et voluntatem Berengarii archiepiscopí Tarraconensis... per manum domini Rainerii, Romanae Eclesiae Cardinalis, qui nunc legatione fungitur in partibus nostris.

El viaje del arzobispo electo de Tarragona á España, del que habla el primer compromiso «postquam praedictus archiepiscopus redierit ab Hispania quam nunc vadit», no puede menos de significar el deseo, puesto por obra, de verse el prelado con el rey D. Alfonso VI42. Ya nos dijo Bernoldo que en el concilio de Tolosa, fué presentada la súplica del Rey de las Españas (don   —379→   Alfonso) á fin de que el Legado Reinerio pasase á entablar en Cataluña lo conveniente para la restauración de la cristiandad, ó de la ciudad y Sede metropolitana de Tarragona. Tocábale pues al electo no mostrarse indiferente á la protección y amistad del monarca, realzar con su presencia los funerales de D. García y asistir con el mismo Reinerio y con D. Bernardo al concilio de León (Enero? 1091), que afectaba muy de cerca y tocaba muy al vivo los intereses de su propia metrópoli. La bula del 1.º de Julio43, que otorga al electo el palio, siempre será firme argumento de que no en balde Urbano II había dirigido sus letras apostólicas á D. Bernardo44 animándole á procurar la restauración de la ciudad é iglesia Tarraconense.




Arriba- III -

Postración prolongada de Tarragona


La bula, que instituyó al obispo de Vich, D. Berenguer, arzobispo de Tarragona (1.º Julio, 1091), renovando lo establecido por las de Juan XIII (971), habla de la restauración y repoblación de la ciudad, en términos, que no parecía hubiese más que pedir:

«Ut igitur haec omnia, Deo auctore, instituta permaneant, nos antecessorum nostrorum privilegia sequentes, qui Ausonensem ecclesiam tuam Tarraconensis quondam instituere vicariam, tibi, o carissime fili Berengari, quia tuo potissimum stadio haec est restitutio instituta, ex Romanae Ecclesiae liberalitatis gratia pallium, totius scilicet sacerdotalis dignitatis plenitudinem, indulgemus».



Tan buenos auspicios se trocaron en días de amargo luto con la cautividad del nuevo arzobispo. Llegó el momento en que, descorazonado, después de vejado y fieramente oprimido por el de Narbona, hizo formal renuncia de su dignidad ante el concilio de Saint-Gilles, célebre población situada 20 kilómetros al Sur   —380→   de Nimes. El concilio se reunió durante la mitad de la Cuaresma, mediante Quadragesima (7-13 Marzo) del año 1092, discurriendo el XXXIII45 del rey Felipe I, y la era española 1130. Presidió Gualtero, Cardenal obispo de Albano y Legado de la Santa Sede; y se juntaron, además de los arzobispos de Tarragona y de Narbona, los de Aix y Arles, con los sufragáneos de cada una de estas cuatro metrópolis y gran número de Abades. Lo que trataron y acordaron sobre la causa de D. Berenguer, escribió el Legado á los dos Condes correinantes de Barcelona y á los Príncipes ó magnates, pueblo y clero de la Tarraconense46:

«In quo concilio, quum de statu sanctae Dei ecclesiae tractaretur, Berengarium Tarraconensem archiepiscopum ostendisse privilegium vidimus, cujus auctoritate a domino Papa Urbano confirmata ecclesia Tarraconae restauratur omni sua dignitate, sicut probatur, et infra futurum probabitur, antiquitus possedisse. Quo privilegio perlecto in conspectu sancti concilii, judicavit et coufirmavit sancta synodus privilegii auctoritatem et confirmationem debere manere inconcussam. Verum, quoniam quidem praefatus Tarraconensis archiepiscopus zelo restaurationis Tarraconensis metropolis a fratre Narbonensi archiepiscopo in vinculis diu detentus fuerat, et post illatas injurias redimere eum fecerat, idem frater archiepiscopus projecit privilegium in conspectu totius concilii ante pedes nostros, volens dimittere Tarraconensem archiepiscopatum, eo quod inimicitias inde pateretur a praelibato archiepiscopo Narbonensi, qui sine aliqua auctoritate privilegii per aliquod tempus tenuerat praefatum archiepiscopatum, quantum infestantibus barbaris olim destructa fuerat eadem metropolis. Unde, quia a domino Papa Urbano jam acceperat inde privilegium et pallii dignitatem, necnon in restaurationem urbis et ecclesiae Tarraconensis nimium insudaverat, laudavit praetaxata synodus non debere eum respuere auctoritate Apostolica ecclesiam sibi per obedientiam in remissionem peccatorum suorum commissam.

»Deinde praenominati archipontifices cum suis suffraganeis deprecati sunt eum, ut dimitteret archiepiscopo Narbonensi, gratia charitatis malevolentiam, quam erga eum habebat ea deliberatione, ut idem Narbonensis archipraesul refutaret sibi omnem Tarraconensem archiepiscopatum, sicut antiquitus cognoscitur permansisse, juxta modum privilegii domini papae Urbani. Quod et factum est in conspectu totius concilii, et laudatum est ibi atque definitum, ut eadem Tarraconensis ecclesia propriam habeat parochiam et majorem ceteris episcopatibus, eo quod mater sit, et antiquis temporibus nobilior ceteris metropolitibus Hispaniarum; et ut suffraganei episcopi,   —381→   facientes ei obedientiam semper sint subjecti, et ut filii matrem juxta suum posse adjuvent eam restaurari.

»Igitur ego Gualterus Romanae Sedis vicarius, praecepto domini papae Urbani, Tarraconam et ejus territorium videns concilio religiosorum virorum archiepiscopatus terminos designari, quamvis majorem terminum dudum habuisse a nonnullis existimetur, eo quod mater Ecclesia, ditior et sublimior tam dignitate quam possessione temporibus praeteritis haberetur filiabus ecclesiae ejus ditioni subjacentibus: terminum itaque praefati archiepiscopatus sic dono et designo vice domini nostri Papae, sicut inferius demonstratur. A mari usque ad crucem conceditur terminus; et inde pertransiens per montem, qui vocatur Portells; et inde pervenit usque ad castrum quod dicitur Gelida, quod fuit Geriberti Ugonis; dehinc per directam lineam transiens, terminatur in foramine Montis serrati47. Siquid amplius poterit inveniri fuisse antiquitus ex parochia Tarraconae ecclesiae, vice et auctoritate domini nostri Papae concedo atque confirmo juri praefatae ecclesiae aeternaliter ad habendum».



Mas ni con eso logró la restauración de la ciudad llevarse á cabo, ni levantar cabeza. Todos los sufragáneos habían por escrito firmado en el concilio de Saint-Gilles la declaración de hallarse resueltos á contribuir á tamaña obra. ¡Esfuerzos inútiles! Del deseo y del dicho al hecho se interpuso el doble trecho de los trances de fortuna y de crudos lances harto temibles á una política previsora. Aun sin contar con la derrota del conde de Barcelona á manos del Cid en Tobar del Pinar y con el creciente empuje del poder de los almoravides, muy precaria debía de ser la rehabilitación de Tarragona y la repoblación de su campo, mientras no existía una armada suficiente á contener el vuelo de los bajeles morunos, que desde Tortosa, Denia y las Baleares infestaban y desolaban la bella costa marítima comprendida entre el Llobregat y el Ebro.

Hubo no obstante momentos como de tregua y de respiro, é intervalos propicios á rejuvenecer las esperanzas casi perdidas. Cuando el Cid se apoderó de Valencia, y las armas de Navarra y de Aragón se aprestaban á recobrar para el imperio de la Cruz las plazas fuertes de la izquierda del Ebro desde Huesca hasta   —382→   Monzón, Urbano II nombró Legado suyo en España al Primado Toledano con el intento, por demás comprensible, de mancomunar acertadamente la acción de los Estados cristianos peninsulares contra los agarenos recrecidos por la constante inmigración del otro lado del Estrecho Hercúleo. Dásenos á conocer aquel nombramiento con el acta de dotación y recomendación del monasterio Toledano de San Servando, que nos brinda y trae el Liber privilegiorum, fol. 6. Está fechada el acta en 13 de Febrero de 1095, y en ella firma Bernardus Toletane Sedis archiepiscopus et romane eclesie legatus. Presumo que del mismo año sea la carta de Urbano contenida bajo el número 5 en el rescripto de Honorio III.

«Idem Urbanus B. Terraconensi Archiepiscopo.

Novit dilectio tua, frater in Christo venerabilis, quo tenore, qua conditione palleum tibi privilegiumque concesserimus, quomodo nobis et tu in fide tua et comprovinciales primates48 per scriptum promiseritis vos in restitutionem Terraconensis eclesie omnimodis institutos; nunc autem frequenti fama audimus vestram illam industriam, vestrum studium iam cessare, et Terraconensis restitutionem iam pene deficere. Te igitur litteris presentibus admonemus ut huius boni operis perfectioni sedulus operator existas. Memineris tamen ita te Archiepiscopum institutum, ut tam tu quam universe provincie Terraconensis episcopi Toletano tamquam primati debeatis esse subiecti. Sic enim a nohis in Toletane eclesie privilegio constitutum est, quod nos omnino ratum volumus permanere. Nunc autem multo amplius, quoniam ei nostre sollicitudinis vices in hispania universa et in Narbonensi provincia ministrandas iniunximus. Datum VII kalendas Maii».



Desde Placencia en Italia, á 14 de Marzo de 1095, el Papa sancionó, como dije ya, el convenio del obispo de Burgos con el arzobispo de Toledo sobre límites de la diócesis de Osma con arreglo á lo estipulado en el concilio de Husillos; y se ocupó en consolidar la traslación hecha por Alfonso VI de la Sede Catedral Aucense á la ciudad de Burgos, ratificándole las posesiones otorgadas y reconocidas por el monarca. Lo cual no pudo acaecer sin reclamaciones de parte del arzobispo de Tarragona quien en   —383→   manera alguna no había de suscribir á la pretensión del Rey y del Primado, sobre que Burgos, colocada en territorio ajeno al primitivo de Auca, debía someterse á la metrópoli de Toledo. Esta ú otras semejantes disensiones, tal vez exacerbadas por la cuestión del momento, se dejan entrever al pie de la carta del Papa al arzobispo de Tarragona, expedida el día 25 de Abril. Ni hay que asombrarse por ello. La cláusula de la restitución de la Primacía, «salvis privilegiis metropolitanorum» al arzobispo Toledano ha sido largos siglos y es aun fundamento y pretexto de excepción por parte de las Sedes de Braga y de Tarragona. La resistencia, aunque embozada, asoma en el encomio que el concilio de Saint-Gilles hizo (1092), según hemos visto, de la Metropolitana Tarraconense: «antiquis temporibus nobilior ceteris metropolitibus Hispaniarum.» Compréndese por lo tanto que, así para mejor organizar los esfuerzos de la España cristiana contra los musulmanes, como para atajar todo murmullo refractario á la Primacía por él prescrita, hubiese querido el Papa justamente realzar la dignidad del arzobispo de Toledo con el título amplísimo de Legado, sobre el que insiste lit carta del 25 de Abril del año ¿1095?

Al recibirla D. Berenguer convocó á sínodo provincial sin dar previo aviso á D. Bernardo, creyendo sinceramente y de buena fe que el paso estaba en sus atribuciones. Inhibióselo el Primado con autoridad apostólica en virtud de la carta49 que voy á leer:

«B. Dei gratia Toletanae ecclesiae archiepiscopus, apostolicae sedis legatus, B. Terragonensi archiepiscopo salutem.

Cum sancta et universalis apostolica teneat ecclesia concilia celebrari non oportere praeter sententiam Romani pontificis, valde miramur super praesumptione tua, quod nobis inconsultis, postquam aposlolicae sedis vices, tam in tota Ispania quam etiam in Narbonensi provintia, indultas esse audivisti, sinodum convocare praesumpsisti. Si vero licitum fuit, legendo decreta Julii papae et auctoritatem Nicenae sinodi50, reperire poteris. Nos igitur non parum laetaremur, si ratio pateretur, vos concilium celebrare debere. Sed quia non videmus, dedecus et contemptum Romanae ecclesiae dissimulare non andemus. Ideo apostolica auctoritate ne concilium convocare praesumatis,   —384→   interdicimus, et ut praesentiam vestram nobis in festivitate sancti Michaëlis51, remota omni occasione, ubicumque fuerimus in Ispaniis, exhibeatis, eadem auctoritate iniungimus, auditurus praeceptum papae per nos vobis directum».



El precepto reiterado del Papa, que hemos visto en su carta á D. Berenguer, atañía bien claro á la restauración de Tarragona; para cuyo efecto era expediente la celebración de un concilio, mas no de suerte que este prescindiera de la intervención ó pláceme del Legado. Lo cual acaeció, no en 1090, como sospecha Villanueva52, sino años después, como razona D. Rodrigo: «Nam Tarracona metropolis DIU destructa fuit tempore Bernardi Toletani Primatis, sicut patet in regesto Urbani Papae secundi».

D. Rodrigo añade53:

«Eisdem diebus sanctissimus Urbanus Papa secundus, tactus dolore cordis eo quod ab Agarenis Hierosolymitana civitas tenebatur, personaliter verbum crucis coepit praedicare omnibus, sicut superius meminimus nos dixisse54. Ejus indulgentiis provocatus venerabilis Primas Bernardus de clericis indigenis Toletanam ecclesiam ordinavit, et assumptis ad viam necessariis, crucis signaculo insignitus, recessit a propria civitate, volens; cum exercitu de quo superius diximus ad Syriam transfretare... Ipse vero, coepto itinere Romam ivit. Sed, cum ad Sedem apostolicam pervenisset, prohibuit eum dominus Papa Urbanus ne procederet, sed in tanta novitate ad Sedem propriam remearet, ne Pastoris absentia novella plantatio periculo subjaceret. Cumque eum a voti et crucis proposito absolvisset, ipse per partes rediit Galliarum, ubi eligens de diversis locis viros honestos et litteratos, necnon et juvenes dociles quos habere potuit, in Hispaniam secum duxit».



Consigna el historiador que D. Rodrigo pasó más allá de los Alpes (per partes rediens Galliarum). Alfonso VI no podía ver de mal grado que su hija Doña Elvira tuviese por compañero de la expedición á Jerusalén un amigo y protector tan calificado como el arzobispo de Toledo. Mas, por lo que parece, los disturbios   —385→   que nacieron en la catedral primada, y retrasaron notablemente la marcha de su Prelado, dispuesto á unirse al grueso del ejército capitaneado por el conde Raimundo de Saint-Gilles, yerno del Rey de Castilla, y por el Legado apostólico Adhemar de Monteil, fueron parte para alterar la ruta que en un principio se había designado, y para que en vez de echar por la Lombardía y por el otro lado del Adriático, se encaminase á Roma. Desde allí regresó probablemente entrado ya el año 1097; y no sólo se aplicó á recorrer las Galias con la mira de escoger un plantel de jóvenes y florecientes ingenios que llevar á Toledo para ocurrir á la reorganización y justo esplendor de las iglesias de Osma, Sigüenza, Segovia, Palencia, Braga, Coimbra, Compostela, y aun la misma Valencia, ya sometida al Cid, sino que además no perdonó ningún medio ni dejó piedra por mover á fin de reparar y de hacer salir de su postración el estado de la metrópoli Tarraconense. Varios autores, sin otro fundamento que el de la especie vertida por D. Rodrigo sobre la carta de Urbano II, que he demostrado haber sido escrita en 1089, y que nada tiene que ver con el propósito á que la reducen, han pretendido sentar como hecho histórico que el Papa Urbano II, llevando á bien la devoción del Primado, pero absolviéndole del voto que hiciera de ir á Jerusalén, le mandó invertir en la reparación de Tarragona lo que debiera gastar en la empresa ultramarina de la cruzada. Mejor que dinero, si es que lo llevó á Roma, empleó D. Bernardo su industria y su cuidado prolijo en la tierra de Cataluña que personalmente visitó á fines de aquel año y cuyas iglesias reanimó, obrando siempre de acuerdo con el arzobispo de Tarragona y con los prelados, que no una sola vez presidió congregados á sínodo. Del de Gerona (12 Diciembre 1097) teníamos noticia por la Marca Hispánica; mas, como dice el Sr. Lafuente, no sin razón55, hay que deplorar que el texto de sus actas haya permanecido hasta hoy completamente inédito. Afortunadamente existe la pieza auténtica, cuya cabal indicación ocultó Balucio. Tráela   —386→   el Liber III Antiquitatum (núm. 138, fol. 48, verso) que acabo de compulsar en el archivo de la catedral de Barcelona.

Dice así el texto:

«Juditium legati super ecclesias colle sabatelli, etc.

Incarnationis dominice anno post millesimum XCº. VIIº. ii idus decembris, convenientibus gerunde ad corroborandam ecclesiastice libertatis dignitatem discretissimo b. toletane sedis primate sancteque Romane ecclesie legato, necnon et venerabilibus terrachonensi archiepiscopo b. et rothensi, sive barchinonensi atque gerundensi pontificibus, ac non pauca abbatum et clericorum monachorumque contione, barchinonensium conventus canonicorum magnopere conquestus est super prefato gerundensi episcopo, eo quod ipsis iuste debitas tres cum suis parrochiis et pertinentiis ecclesias iniuste abstulerit et hereditario sibi jure defenderit, ipsam scilicet de colle sabatelli et de senata et de vulpeieres. Unde prelibatus memorabilis legatus utrobique causa diligenter examinata, hanc tandem finitivam super his canonioe promulgavit sententiam.

Quoniam barchinonensium postulationem tam pontificali concesione quam canonica seu legali astipulatione evidentibus scriptis ratam esse comperimus, et gerundensi ratiotinationem pontificis nullam scripturarumque auctorite, nulla justicie ratione fullam esse perspeximus, profecto censemus ut ipse episcopus pretaxatas de quibus agitur cum suis pertinentiis ecclesias in jus et dominationem canonice barchinonensis, omni remota cavillatione seu dilatione solide restituat, et easdem sine diminutione perpetuo possidendas ipsa sub ditione sua barchinonensis canonica recipiat. Hanc autem canonicam nostri decreti censuram siqua, quod absit, in crastinum cuiuscumque dignitatis seu mediocritatis ecclesiastica secularisque persona temere violare presumpserit vel tanti mali fautrix existere, secundo terciove commonita nisi resipuerit et satisfecerit, excomunicationi obnoxia gradus et honoris sui periculo subiaceat et a liminibus ecclesie seu christi corpore alienus existat. Simili quoque conditione excomunioni subicimus eos, qui barchinonensi canonice ecclesiam de linars cum suis pertinentiis diripiunt, atque bernardum raimundi, qui episcopalem feuum de gaiano petro deusdedit barchinonensi canonico   —387→   sine ulla ratione rapit, ipsos raptores eorumque fautores et adjutores, donec resipiscant et satisfaciant».



A 8 de Marzo de 1098 presidió D. Bernardo otro concilio en Vich, cuyas actas son á todos notorias.56 Largo tiempo persistió D. Bernardo en la obra de consolidar y mejorar el estado de las iglesias catalanas, pues medio año más tarde (7 Octubre) le vemos en Cardona, confirmando una donación del obispo de Barcelona, Fulco, en presencia de Poncio que lo era de Roda57. La fecha es segura: mense octobri, feria quinta, in crastinum post festum sancte fidis.

El arzobispo D. Berenguer murió á 11 de Enero de 109958 sin lograrse sus más ardientes deseos; y bien pronto bajó tambien á la tumba Urbano II (29 Julio). Al desaparecer con ellos el siglo XII, Tarragona siguió la suerte de Valencia, y no se levantó de su postración hasta la reconquista de Zaragoza (1118). Lo insinuó D. Rodrigo: Tarracona metropolis diu destructa fuit tempore Bernardi, Toletani Primatis.

Réstame apurar la discusión de tan grave argumento, sacando del Liber privilegiorum, fol. 100, la bula inédita de Honorio III (19 Enero 1218) sobre la primacía de la iglesia toledana.

«Honorius episcopus, servus servorum dei, venerabili fratri R[oderico] Archiepiscopo, et dilectis filii Capitulo toletano, salutem et apostolicam benedictionem.

Cum tu, frater archiepiscope, ius primacie in Regnis yspaniarum tibi vendicare contendens, super hec coram felicis memorie I[nnocentio] Papa predecessore nostro59 litem fuisses cum venerabili fratre nostro [Stephano]60 Bracharensi archiepiscopo sollempniter contestatus; demum, causa coram nobis diutius ventilata, tandem te ac eodem archiepiscopo in nostra presencia constitutis, fuit probationibus et allegationibus renunciatum hinc inde ac a partibus postulatum instanter ut diffinitivam sentenciam proferremus.

  —388→  

Nos vero, pensatis rerum et temporum circumstantiis, de fratrum nostrorum consilio supersedentes ad presens procedendum non duximus ad sentenciam proferendam61. Munimenta vero et acta omnia ad instanciam parcium clausa sub bulle nostre munimine penes nos retinuimus, et tradidimus etiam partibus sub bulla nostra inclusa. Quod autem quedam ex munimentis huiusmodi sunt decisa, factum est de utriusque partis assensu; et per inspectionem eorum in regestis cognoverunt quod ea que omissa sunt ad hanc causam nihil penitus faciebant.

Dat. Laterani, XIIII kalendas februarii, Pontificatus nostri Anno Secundo».



D. Rodrigo había pues visto por sus propios ojos los registros epistolares auténticos y originales de los Papas, que cita en su obra histórica.







Madrid 9 de Mayo 1884.



 
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