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ArribaAbajo

Sonetos sacros




- CLXXXII -


Cuando pidió Cristo a su padre perdón por sus enemigos


ArribaAbajo   Eterno Amor, eterna tolerancia,
en la esencia de Dios muriendo ardía;
claro eclipse de gloria, oscuro día,
velo de culpas puso a su distancia.

   Cuando el celo inefable, la constancia  5
que dio su vida por salvar la mía,
rogando al padre por la gente impía
disculpaba su error en su ignorancia.

   ¡Oh paciencia de Dios, milagro eterno,
y cargo que me hace a mí conmigo  10
de obstinada perfidia y de malicia!

   Por el amor que en mi dureza tierno,
en inocencia ejecutó el castigo
que mereció mi culpa a su justicia.




- CLXXXIII -


ArribaAbajo   Oh tú, que por dejar purificado
y libre al hombre de la eterna pena
en tu inocencia dio la culpa ajena
mano sangrienta a juez apasionado.

   Perfecciona, Señor, ya que has lavado  5
en el ardiente influjo de tu vena
la mejor parte, y rompe la cadena
de propios yerros, ánimo alumbrado.

   Sacar debe tu auxilio del abismo
de culpas un sujeto, cuyo olvido  10
tiene desmerecida tu memoria;

   que la gracia la debes a ti mismo,
pues no debe el remedio ser perdido
que la pena formó para mi gloria.




- CLXXXIV -


A los presagios del día del Juicio


ArribaAbajo   Cenizas que aguardáis aquella trompa
para unir las especies desatadas
con que al final serán llamadas
las almas puras con gloriosa pompa,

   cuando la voz de Dios, abriendo, rompa  5
los mármoles y losas más pesadas,
porque salgáis unidas y apuradas
en forma a quien el tiempo no corrompa.

   No puede estar ya lejos, pues es cierta
aquella confusión, cuya agonía  10
los dormidos espíritus despierta.

   Antes en este caso juzgaría
que ver cosa inmortal, sin tiempo, muerta,
es ya de los prodigios de aquel día.




- CLXXXV -


Al universal Juicio


ArribaAbajo   Enfrenó el curso, y sin ocaso el día
los campos de Anfitrite no rodea
el gran pastor de Admeto, ni Febea
menguada o llena forma descubría.

   Sobre cándidas rosas se reía  5
la primer causa en soberana idea,
y con ángeles mil la bella Astrea
himnos en su alabanza repetía.

   Cuando a la horrible voz, las esparcidas
reliquias de las almas fueron velo  10
destinadas al bien o mal eterno.

   Y en un punto las causas definidas,
fueron los justos como a centro al cielo
y de precintos se ocupó el infierno.




- CLXXXVI -


ArribaAbajo   Cual matutina lumbre soberano
esplendor concediendo es centelleante,
cual despuntar se vio deidad amante
de la fecunda sal del océano;

   cual virgen rosa que en jardín temprano  5
de verde cárcel se soltó fragante,
fovente al parto céfiro espirante,
de los grávidos senos del verano;

   tal Fénix nueva en sus flamantes plumas
le desmintió crepúsculos al día  10
que formo sol de viva hermosura,

   beldad originando las espumas
de piélagos de gracia a la luz mía
imperceptible siempre, siempre pura.




- CLXXXVII -


A San Agustín, pintado entre Cristo y la Virgen


ArribaAbajo   No entre Escila y Caribdis viva nave
niega a impulsos australes blanco lino,
entre nortes de luz, si aserto dino,
violencia es dulce, rémora suave.

   Neutral piloto amor apenas sabe  5
uno u otro elegir puerto divino,
de gracia eterna aquél, inmenso y trino,
éste, en que el mismo trino eterno cabe.

   Éxtasis, acordado parasismo,
del que pendiente del ambiguo acierto,  10
más en sí está, saliendo de sí mismo.

   Y en dudoso elegir, de acertar cierto,
las suertes menosprecia del abismo,
bajel que entre dos cielos toma puerto.




- CLXXXVIII -


ArribaAbajo   Luz del fuego feliz, cuyas centellas
hacen con su esplendor ilustre el suelo,
logra en su eterna esfera el alto vuelo,
pues gloria es tuya cuanto exhalan ellas.

   Arderán con tu ejemplo, en honor de ellas,  5
Fe, Esperanza y Amor con igual celo,
donde al pie que descalzo admira el cielo
de conturno le sirven las estrellas.

   La tersa cruz del fulminante acero
que el claro protector vibró de Hesperia  10
en castigo del bárbaro africano,

   consorcio hará con el cordón severo
que al rigor penitente dio materia,
sangre que hoy fertiliza el reino hispano.




- CLXXXIX -


A San Isidro de Madrid


ArribaAbajo   Los campos de Madrid, Isidro santo,
de querúbicas manos cultivados,
fieles responden hoy a tus arados
fruto de gloria por sazón de llanto.

   Previsto, agricultor, logra, pues, cuanto  5
el cielo debe a surcos nivelados,
que Elíseos, que diáfanos collados
nunca dan menos a quien siembra tanto.

   Rústicas ya supliéndole fatigas
jornaleros del gremio soberano,  10
en cuanto rinde al cielo alto tributo,

   a sacro labrador le dan espigas
de empíreo campo al mismo Cristo en grano,
sembrando aquí sus lágrimas el fruto.




- CXC -


A la canonización de San Ignacio de Loyola


ArribaAbajo   No bárbaras columnas erigidas
a pompa del soberbio Tolomeo,
piadoso, si católico trofeo,
aras te dan de gloria construidas;

   voces de luz y llamas ofendidas  5
en culto fuego al claro mausoleo,
pues son centellas del honor sabeo
a fragantes estrellas reducidas;

   hoy te consagra el religioso gremio
de uniforme, constante compañía  10
que lograr ya con Dios la tuya espera.

   Suya, pues, gloria, en ti librado el premio,
en pompa esclarecidamente pía
tanto incienso te ofrece, tanta cera.




- CXCI -


A San Francisco Xavier


ArribaAbajo   Ve, ¡oh gran Francisco!, y vibra el gran tridente
de sacra diosa con la sacra mano,
que por virtud, si no por años, cano
darás a España gloria floreciente.

   Desempeñe tu pecho heroicamente  5
del talento la fe, y el soberano
obsequio que a tu nombre no da en vano
el uniforme aplauso de la gente.

   Logra y logre que por ti la blanca Astrea,
no sólo incorruptible el terso acero,  10
sino el neutro nivel de su balanza.

   Querrán los cielos que tu nombre sea
al de Numas y Néstores primero,
mi fe desempeñando y tu esperanza.




- CXCII -


Al mismo


ArribaAbajo   Arde luz viva en polo ya luciente,
hecho vuelo inmortal tu humilde paso,
esplendor vivo de fulgor no escaso,
desde el Ganges ilustre al Accidente.

   En la de Dios imperceptible mente  5
fuiste de gracias electivo vaso,
porque al Sol de ellas, incapaz de ocaso,
rayos de fe bebiese el Oriente.

   Fatigas apostólicas logradas
recibe ya el honor de la victoria  10
que te da quien dispensa el gran tesoro.

   Lenguas de luz en mejor luz labradas
den hoy al sacro altar de tu memoria
el humo en ámbar y la llama en oro.




- CXCIII -


Al mismo


ArribaAbajo   Fija luz, norte ya, cristiano Febo,
con glorioso esplendor nos da el Oriente;
dichosa cuna suya fue Occidente,
que dio el hesperio sol prodigio nuevo,

   a cuyos rayos misterioso el Evo  5
debe ya la noticia reverente,
viendo violados en tu celo ardiente
los penetrales del profundo Erebo.

   ¡Cuántas almas al cabo destinadas
del común Padre del pastor celante,  10
a eterna fueron luz restituidas!

   Fatigas, pues, por Dios, y en Dios logradas,
trompa sólo querúbica las cante,
que humana voz las dejará ofendidas.




- CXCIV -


Al mismo


ArribaAbajo   ¡Oh, ya de polo austral fecundo Atlante,
en cuyos hombros hoy el peso estriba
de caridad no muerta y de fe viva,
Argos de nuestra fe, pastor celante!

   Cual a tu celo fue clima distante,  5
sol, pues, de luz, que eterna luz derriba,
dé mil al Indo plumas que la escriba
y trompas mil al Ganges que la cante.

   Cuantas ya vieron ondas sus orillas
tantos por el diáfano elemento  10
querúbicos te aclamen plectros de oro;

   sus altas plumas, altas maravillas
de feliz conduciendo vencimiento
al triunfo excelso de su excelso coro.




- CXCV -


Al mismo


ArribaAbajo   Digno construye a tu memoria nido,
no pompa vana, en vano mausoleo,
al cielo, si católico trofeo,
a mortales trabajos ofrecido.

   En dos eternidades ya esculpido  5
a soberana luz tu nombre veo,
y en cerúleo papel impreso aun leo
tu incesable anhelar nunca perdido.

   De sudar deje ya fecundo aroma
el que en remoto y no apartado clima  10
tu fatigar compadeció piadoso.

   Claro, pues, vencedor mil palmas toma,
hoy que el sagrado cónclave te estima
más que digno del triunfo glorioso.




- CXCVI -


Al mismo


ArribaAbajo   Con religiosos votos inculcado,
mares tanto, del más fecundo, vino
fortunado bajel, de austro divino
con benignos impulsos agitado.

   ¡Oh mar ya del olvido reservado!  5
¡Oh argonauta del cielo peregrino!
De empírea Colcos alto vellocino
a eternas hoy fatigas puerto ha dado.

   Amaine, pues, inquirir navío
de los senos de Dios, pliegue en su orilla  10
velas de fe a quien Tetis obedece,

   en cuya protección no en vano fío
ver tanta náufraga barquilla
puertos que busca, votos que te ofrece.




- CXCVII -


A lo firme e incontrastable de la fe


ArribaAbajo   A cerúleos caracteres entrega
tus prodigios el mar nunca borrados,
antes de sus impulsos agitados
su volubilidad común les niega.

   Bajel de Dios no teme, aunque navega  5
los senos de Neptuno reservados;
cedan, pues, ya los vientos conspirados
a clara luz de fe noche más ciega.

   Sabrá tomar en las borrascas puerto
el que lleva por norte ardiente celo,  10
en su fe, su esperanza, y Dios por guía

   verá desde la tierra el cielo abierto,
o a la tierra hará bajar el cielo:
tanto consigue quien en Dios confía.




- CXCVIII -


ArribaAbajo   Pescador hoy el pez del mismo anzuelo
escamoso prodigio, el mar te envía
cerúlea prenda, oh padre, de que ardía
en las ondas tu fe, como tu celo.

   Consoló tu orfandad, la suya el cielo,  5
por misteriosamente fuerza pía,
lúbrico sol de la región más fría
te fue visión y norte en verde suelo.

   Prerrogativas mil te debe Oriente
último en tiempo, apóstol no postrero,  10
incorruptibles ya logrando palmas.

   Erija, pues, altares Occidente
a tu memoria en culto verdadero,
segundo redentor de tantas almas.




- CXCIX -


A la muerte de don Rodrigo Calderón


ArribaAbajo   Este que en la fortuna más subida
no cupo en sí, ni cupo en él su suerte,
viviendo pareció digno de muerte,
muriendo pareció digno de vida.

   ¡Oh providencia nunca comprendida,  5
auxilio superior, aviso fuerte,
el humo en que el aplauso se convierte
hace la misma afrenta esclarecida!

   Purificó el cuchillo los perfectos
medios que religión celante ordena,  10
para ascender a la mayor victoria,

   y trocando las causas sus efectos,
si glorias le conducen a la pena,
penas le restituyen a la gloria.




- CC -


A la muerte del Conde de Coruña


ArribaAbajo   Cuando hierve cual mal la adolescencia
en ondas de peligros y de engaños,
golpe de arrebatados desengaños
hizo efecto mayor de su violencia.

   Sólo aquella sublime providencia  5
sabe en un punto restaurar los daños,
de la omisión y olvido de mil años,
en un acto interior de penitencia.

   Digno auxilio, Señor, porque la culpa
nunca fue tal, ni el término tan breve  10
que su misericordia no le alcance.

   Supla, pues, la piedad a la disculpa
donde no hay fin seguro, ni honor leve.
¡Oh ciega obstinación! ¡Oh duro trance!




- CCI -


A Cristo en la Cruz


ArribaAbajo   Cuando os miro pendiente en un madero,
de sacrílegas lenguas blasfemado,
por mil partes herido, y traspasado
el pecho sacro del agudo acero.

   Temo el rigor del Tribunal severo,  5
viendo el duro castigo ejecutado,
en quien ni fue, ni pudo ser, culpado,
rayo de inmensa luz, Dios verdadero.

   Mas, entre el miedo, crece la esperanza
en la inocente Sangre derramada  10
que por lavar mis culpas dio su vida.

   Fe, cuyo aliento a conocer alcanza,
que alma con sangre de su Dios comprada
será a su mismo Autor restituida.




- CCII -


A la venida del Príncipe de Gales a casarse con la Infanta doña María


ArribaAbajo   En hombros de la pérfida herejía
ved, Lisardo, que Alcides, o que Atlante,
el de Gales pretende y su Almirante
llegar al cielo hermoso de María.

   El príncipe bretón, sin luz ni guía,  5
alega, aunque hereje, que es amante,
y que le hizo caballero andante
la hermosa pretensión de su porfía.

   Juntos se han visto el lobo y la cordera,
y la paloma con el cuervo anida,  10
siendo palacio del diluvio el arca.

   Confusión de Babel es esta era
donde la fe de España está oprimida
de una razón de Estado que la abarca.




- CCIII -


ArribaAbajo   El que fuere dichoso será amado,
y yo en amar no quiero ser dichoso,
teniendo mi desvelo generoso
a dicha ser por voz tan desdichado.

   Sólo es servir, servir sin ser premiado;  5
cerca está de grosero el venturoso;
seguir el bien a todos es forzoso,
yo sólo sigo el bien sin ser forzado.

   No he menester ventura por amaros;
amo de vos lo que de vos entiendo,  10
no lo que espero, porque nada espero.

   Llévame el conoceros a adoraros;
servir más por servir sólo pretendo,
de vos no quiero más que lo que os quiero.




 
 
FIN DE LOS SONETOS DEL CONDE DE VILLAMEDIANA
 
 





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