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Tardes americanas

Gobierno gentil y católico: breve y particular noticia de toda la historia indiana: sucesos, casos notables, y cosas ignoradas, desde la entrada de la Gran Nación Tulteca a esta tierra de Anahuac, hasta los presentes tiempos.

José Joaquín Granados y Gálvez



AL Sr. D. MIGUEL DE GÁLVEZ
CONSEJERO DE GUERRA, GOBERNADOR DE LA
REAL JUNTA DEL MONTEPÍO MILITAR, Y
PRESIDENTE DE LA REAL ACADEMIA DE
DERECHO PATRIO, Y PÚBLICO, etc.


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M. I. S.

     Los particulares dones de nobleza y conmiseración con que generosamente el Cielo ha dotado el gran espíritu de V. S.: el distinguido aprecio y dulce ternura con que encarecidamente mira los inocentes engendros del Malagueño País; y el sublime concepto de Literato que universalmente se tiene granjeado entre todos los Sabios, siéndole como innata la propensión a los estudios y estudiosos, han sido un eficaz argumento, que pudieron vencer mis reverentes temores, para que sin violencia lleve hasta los encumbrados umbrales de su poderosa protección el humilde sacrificio de las racionales tareas que gustoso consagro a la voceada piedad del Excmo. Señor D. JOSÉ DE GÁLVEZ, dilectísimo Hermano de V. S. Cuantos empeños, escollos, arduidades, y continuados afanes han pretendido probar la constancia de mi aplicación en los largos periodos de esta Obra, ninguno ha sido bastante a enflaquecer la robustez de mi ánimo; y sí, la inseparable consideración de arreglar con mis religiosos deseos el majestuoso agrado de un Mecenas, que justamente pisa, como por gloriosos despojos de sus inmensos méritos, las doradas purpuras del Dosel. Muchas veces tomé la pluma para empeñar con la sinceridad de un mudo lenguaje la alta dignación de su grandeza, y otras tantas me la retrajo del papel el natural encogimiento de mi nada, hasta que informado del precioso carácter de benignidad con que pródiga se jacta y enriquece el Alma de V. S. pude alentar la cobardía de mis justas timideces, soltando los diques a las ansias que siempre tuve de imprimir a la frente de mis fatigas los venerables cultos de un Nombre que la Posteridad adorará como inmortal.

     Los regulares y elocuentes idiomas con que las criaturas recomiendan y hacen meritorias para con las Deidades sus clamores y tiernas súplicas, son aquellos fuertes medianeros, que obligados por la caridad, abogan e interponen para con ellas sus respetos. Este admirable estilo que dicta el Cielo por sus Oráculos, observó fielmente el infelice Pueblo de Israel, remitiendo sus rendidas deprecaciones al Primer Ministro y Gobernador del Consejo Supremo Moisés, por la mano de su compasivo Hermano y Sacerdote Aarón.

     Iguales cultos tributa mi fe en el Templo de las veneraciones a V. S. que a su Excmo. Hermano; pero sin confundir las Personas, cuanto hace humillar mi encogimiento lo divino de la de S. Exc. tanto alienta mi pequeñez lo humano de la de V. S. Este glorioso epíteto de accesible con que todo el Mundo lo conoce, arrastra libremente mi confianza a suplicar a V. S. se digne admitir la religiosa ofrenda de mis desvelos, para que valorizada con su respetable Patrocinio, merezca el dulce agrado que reverentemente solicita en el Mecenas.

     Todos saben, que la invariable y rara aplicación a las letras, particular lumbre, serio juicio, libertad, y despotismo que sobre todas ellas goza, le han hecho tan visibles al Soberano sus relevantes méritos, que movida su piedad augusta de la rectitud y peso de la justicia, los ha distinguido hasta aquí con los altos honores de Consejero de Guerra, Gobernador de la Real Junta del Montepío Militar, y Presidente de la Real Academia de Derecho Patrio, Público, y Práctica de Tribunales. Y no abreviándose, como debemos creer, la mano de un Monarca tan Justo y Liberal, no es dudable que dilatará las merecidas fortunas de V. S. hasta la inaccesible cumbre de una felicidad incomparable.

     Antes que mi veneración lograra instruirse de las maravillosas prendas de V. S. dulcemente se lisonjeaba con poseer la que sobre toda ponderación tenía de sus Ilustres Hermanos los Señores D. Matías y D. Antonio; confesando ajustado a la común fama de los Pueblos (apreciadores del Heroísmo) serles a las firmezas de sus méritos muy desiguales los honores, no obstante de mirarlos empleados, al Señor D. Matías ya de Teniente de Rey, Coronel, y Comandante de las Islas Canarias, y hoy provisto a la Presidencia y Capitanía general del Reino, de Guatemala(1); y al Sr. D. Antonio, Teniente Coronel y Comandante de la Plaza de Cádiz; mas después que V. S. ha demostrado al Orbe la Ejecutoria de su antigua Nobleza en el terso papel de las obras, se fueron hasta sus adorables retretes mis religiosos votos, sin violar los que siempre consagrará el rendimiento a sus generosos Hermanos. Ello es, Señor, que si como en la ocasión a mi pluma la dirige una inocente súplica, la empeñara un espíritu imparcial, podría afirmar sin lisonja, que aquel Pueblo de adquisición, Gente santa, y Generación electa de las Escrituras, era

la de V. S. acreditando con los hechos y las virtudes, la indefectible verdad de los Profetas. Ojalá y yo fuera uno de ellos, para que correspondiendo a mis deseos los vaticinios, viéramos a su esclarecida Progenie dominar los Tronos de la grandeza, y a V. S. como fuerte pilastra para sostenerla.



     V.S. dispensará las groseras expresiones de mi afecto, recibiéndome benigno el que tengo de que la Divina Majestad guarde su apreciable vida los años que a todos sus interesados nos importa. México 28 de Enero de 1779.

B. L. M. a V. S. su más rendido Capellán,

Fr. José Joaquín Granados y Gálvez.



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EXCmo. SEÑOR

     Aquel sagrado respeto que guió la reverente mano de Teófilo a ofrecer en las supremas aras del Romano Capitolio las obras de Cicerón, fue más que gustosa libertad del obsequio, estrecha obligación del tributo: Hæc tibi compensatio opera Tullii. Acusaría el Mundo de delincuentes los gloriosos sudores de Cicerón, si la religiosidad de sus cultos se hubiera consagrado a los inmortales Templos de extranjeras Deidades. Labrole Roma dorada cuna a los gorjeos de su infancia, majestuoso dosel al dulce magisterio de su elocuencia: elevó agradecida al fastigio de la dignidad, al que piadosa madre alimentó entre sus caricias; y sería defraudarle sus derechos a la naturaleza, si ingrato no la constituyera poseedora de sus fatigas. Conducíanle Esau y Jacob la preciosidad de sus afanes al buen Isaac: no era lisonja de la fineza, sino justo rédito del rendimiento; porque siempre fueron los padres indispensables herederos de los trabajos de los hijos, en mutua correspondencia de aquella máxima del Derecho: Filius: ergo bæres. En nada se desvían mis humildes votos de la dulce veneración de la Patria, si deposito el sacrificio en los magníficos umbrales de la habitación de V. Exc. Dionos un suelo la existencia, gravando en la variedad de la suerte la grandeza de los destinos: eligió a V. Exc. para Grande, y a mí para pequeño, porque sabiamente discreto destinaba la ternura de mis labios, e inocentes expresiones de mi lengua, para predicar el sublime carácter de sus méritos: Ex ore infantium, et lactentium perfecisti laudes. Engendrolo a V. Exc. con la soberana recomendación de Padre, cuando a mí me concebía entre las desnudeces de hijo; para que los cortos caudales de mis obsecuentes ansias, fueran preciosa víctima de sus generosos respetos. Mecionos en sus festivas cunas Macharabiaya y Sedella (permítame la celsitud de V. Exc. hablar con estas voces; que la humildad de las palabras nada pueden enmendarle a la hermosura de los objetos); pero con distintos arrullos: porque aquella le ceñía a V. Exc. majestuosas fachas, que lo preparaban para el Trono; y a mí ésta me ligaba groseros cordones, que me disponían al más gallardo y óptimo sacrificio: Est enim id anum, omnium quidem optimum sacrificium(2). Diónoslo niño la patria: Puer datus est nobis: para que llegando a grande, tuvieran lugar en su gigante corazón los pequeñuelos: Sinite parvulos venire ad me. Diónoslo niño la naturaleza, aun siendo por naturaleza tan grande; porque este don se le debe a la providencia divina, y aquel al efecto regular de la humana condición. No borra la minoridad la grandeza; porque ésta vincula sus derechos en los antiguos blasones de la sangre, y aquella adorna sus progresos en la vicisitud, y alientos cortos de la edad. Cuando en la heredada nobleza del Ilustre Caballero D. ANTONIO DE GÁLVEZ, y la SEÑORA DOÑA ANA MADRID, CABRERA, GALLARDO, Y JURADO, gloriosos Padres de V. Exc. no se animaran generosamente todos los dotes de una suprema hidalguía, le sobrarían a su elevado esplendor las inmensidades de testimonios, que sin corromper la linea paterna, le han dado sus valerosos Progenitores. El esforzado Caballero D. ANTONIO DE GÁLVEZ, cuyo infatigable empeño no tuvo poca parte en la conclusión de la Conquista del Reino de Granada por los años de 1492, estableciose con su nobilísima Esposa DOÑA LUISA GÓMEZ DEL CASTILLO lleno de honores en la Villa de Santa Ella, perteneciente al Reino de Córdoba, heredando en ésta, como por patrimonio, el gobierno del estado noble, los Señores DON ALONSO GÁLVEZ, que casó con DOÑA LEONOR LÓPEZ, D. JUAN DE GÁLVEZ con DOÑA GARCÍA RODRÍGUEZ, y D. ALONSO GÁLVEZ con DOÑA GARCÍA CARBAJAL. Éste pasó por orden de los Reyes Católicos a pacificar la rebelión de los Moriscos de la Alpujarra, dándole suerte la Majestad del SEÑOR D. FELIPE SEGUNDO en las poblaciones de Benaque y Macharabiaya, habiéndole antes consignado la Serenísima DOÑA JUANA, Madre del Emperador CARLOS QUINTO, por sus distinguidos servicios en las guerras, al SR. D. PABLO DE GÁLVEZ, Tío del SR. D. ALONSO, igual suerte en mi amada patria Sedella, y puente de D. Gonzalo, con la gracia de cuatro Títulos de los que hasta hoy posee por la linea de mi difunta Madre DOÑA MARÍA DE GÁLVEZ, el de Preeminencias, mi carísimo Hermano D. JUAN GRANADOS Y GÁLVEZ. Al SR. D. ALONSO siguió el SR. D. DIEGO DE GÁLVEZ, Regidor perpetuo en la Villa de Macharabiaya, que casó con su Prima Hermana DOÑA MARÍA DE GÁLVEZ, el SR. D. MIGUEL GÁLVEZ con DOÑA ANA DE RUEDA CARBAJAL, familia de lo más acendrado de España, y Conquistadora de la Ciudad de Vélez Málaga, el SR. D. FRANCISCO GÁLVEZ con DOÑA ELENA GARCÍA CARBAJAL: fiole el Rey varias negociaciones, cuya conducta desempeñó tan a satisfacción de su Real agrado, que le recompensó sus méritos con el honor de varias encomiendas. Este es el frondoso Árbol de los GÁLVEZ, tan gloriosamente dilatado por la gran Selva del mundo, como lo gritan las Togas, las Bengalas, Bonetes, Capillas, y Empleos honoríficos en los Tribunales más serios y respetables de la España. Díjolo como profetizándolo Casiodoro: Scitis enim sæpe ex hac familia, viros enituisse præcipuos; y lo dicen Valladolid en su Chancillería, Málaga en su Iglesia, Sevilla en sus Reales Asistencias, la Inquisición en sus Ministros: siendo de éstos hasta ahora veinticuatro los que cuenta en el número de los Sabios celadores de la Fe, y en la esclarecida Religión de Santo Domingo el Rmo. P. FR. CRISTÓBAL DE GÁLVEZ, Asistente al Solio, Maestro del Sacro Palacio, y dignísimo General de toda su Orden. Dije que este era el Árbol, no se si de la magnitud de aquel que pinta el Profeta: Magna arbor, et fortis, et proceritas eius contingens cælum: aspectus illius erat usque ad terminos universæ terræ(3): y Árbol cuya dilatación gloriosamente toca la esfera de la inmensidad, mas obliga a que con los vivos sentimientos de la admiración se le contribuyan votos, que con los tibios rasgos de la pluma se le demarquen sus frutos:

                                 Si genus excutias Equites ab origine prima
Usque per innumeros invenientur avos.

     No es mi ánimo, Excmo. Señor, sumar con la tosquedad de mi pluma la ilustre y dilatada Progenie de V. Exc.

                                 Non ego cuncta meis amplecti versibus opto(4).

porque más que engrandecer su nombre, sería mortificar su modestia. Jamás intenté medir sus gloriosas exaltaciones con la preciosa vara de la Hidalguía; porque aunque ésta (en sentir de los Profanos) arroga para sí los derechos de la virtud:

                             Nobilitas sola est, atque unica virtus:

el religioso dictamen de Claudiano, afianzado con el de S. Ambrosio(5), hace poderosamente ver en la Persona de V. Exc. que el generoso espíritu de virtud, y particularidad de dones con que enriquecen sus grandes almas los Héroes, los elevan al fastigio soberano de las dignidades, y sagrada cumbre de la dominación:

                               Dona valent: emitur sola, virtute potestas.

He puesto a la frente de mis humildes desvelos parte de los inmortales retratos de sus heroicos Ascendientes, no solo para mover la soberanía de sus piedades a que le de benigno acogimiento a mis estudiosas fatigas; sino para calificar con la deuda la estrecha obligación de aquestos cultos. Alentáronse en mí las religiosas inclinaciones de servir a. V. Exc. luego que en este nuevo Mundo nos dio a conocer la sublimidad de su espíritu. Arrastrábame un natural impulso hacia sus altas veneraciones, y aun conociendo la mano que lo guiaba al rendimiento, procuré recogerlo, dentro de la abatida esfera de mi nada, por no probar con la temeridad del arrojo, algún majestuoso ceño en su apacible semblante. Osadía fue pensarlo; que nunca se ofenden las Deidades porque se le tributen inciensos en sus aras. Si fue delito, ya busco como reo la venia en el agrado:

                                   Nil igitur referam, nisi me peccasse; sed ecce
Pænitet, et facto torquor ipse meo:
      .....torquor infelix
Sed memor admissi criminis esse reuni
.....Parce precor Pater
Spes mihi magna subit.....
Ut tueare reos fecit tibi gratia vires.
Mens abit, et major quoties peccasse recordor:
Pænitet, beu sero! Sed miserere precor.

Engendráronse en los retretes de mi pecho los generosos deseos de dilatar las glorias de V. Exc. no solo en los anchos territorios de la América, sino por los inmensos espacios del Universo; pero (vuelvo a protestar mi culpa) se hubieran quedado sufocados entre las reverentes cortinas del encogimiento, si nuestra amorosa Patria, como imperiosa Madre, no me hubiera reprehendido muchas veces la omisión. Consultele otras tantas mis temores, y airosa animó mi cobardía con Lucano:

                                Forsitam illius nemoris latuisset in umbra
Quod canit, et sterili tantum cantasset avena.
Ignotus Populis, si Mocænate, careret.

     No es ya el empeño dar a conocer al Mundo el inmortal nombre de V. Exc., que este bien grabado lo tiene en los duros bronces de su memoria; lo es sí hacerme presente a la superioridad de su agrado con la pequeñez de este pobrecillo holocausto, para que a la sombra de su grandeza, como a la de otro Neæmias, se difunda en copiosa llama el congelado hielo que se escondía en el profundo pozo de mi ignorancia(6). Y si la corta oblación de los estudios, que espontanea y ultroneamente le consagran las fatigas de un apasionado Andaluz, le fuere a V. Exc. desagradable, quéjese a la suprema cumbre de su dignidad; que a mí me sirven de parco para tan reverente engreimiento las elocuentes voces de Séneca y Vegecio, que por no ofenderlas con la vulgaridad y grosería de mi estilo, transcribo al pie(7). Por el argumento de la obra, ya verá la dignación de V. Exc. como no aspiran mis religiosas ansias a otro premio, que el de fijar las justas aclamaciones de sus superiores méritos, sobre las fuertes columnas de la posteridad americana. En la tarde XVI. escribe mi mano, alentada no sé de qué superior influjo, un ápice, un algo del elevado honor de V. Exc.: mal dije: escribe la mano de la justicia la irreprehensible conducta de un Ministro, que en toda esta gran parte del Mundo dejó con sus discretas máximas impresas las leyes de una constante inflexibilidad en los Jueces, gallarda disposición en las Milicias, una amable benevolencia y sociedad en las Repúblicas, una indeleble escritura de seguridad contra los insultos, asaltos, y rebeliones de la inquietud y rebeldía de los protervos, una integridad y celo vigilantísimo en todas las Cabezas de los Cuerpos Civil, Político, y Militar, y un distinguido amor, culto, y reverencia en los corazones americanos, al augusto nombre, y sacratísima Imagen del Rey, en que hizo a la Nación levantar los incomparables vuelos de la obediencia sobre las mismas alas de la fidelidad: Levavit se supra se: sin apartar de sus católicas inclinaciones la religiosidad, ejemplo, y culto que debe a la suprema inmunidad de la Iglesia, de quien siempre se manifestó defensor acérrimo, y reverente cultor de sus Ministros. Por cuantos órganos podía sensibilizar la sublimidad de su alma, las utilidades, grandeza, virtudes, homenaje, cultos, obsequios, obligación, y rendimiento para con el Soberano, no lo excusaba; siendo carácter propio de su gran espíritu, lo que para todos los Ministros prescribe la ley Spadonem, �. Si civitas, ff. De excusat. Tutor. �Pero qué mucho, si la experiencia persuadía, y la fama pregonaba, a despechos de la emulación, vivir en el generoso pecho de V. Exc. aquellos cuatro políticos elementos de la hidalguía, que vuelven inmortal el nombre de los Héroes! Especificarelos con el Filósofo en el 2 lib. de su Retórica: liberalidad de manos, sutileza de ingenio, magnanimidad de corazón, y apacibilidad en el trato. Todos estos hermosos dotes, con los de la fineza, desinterés, tolerancia, bizarría, y cuantos ciñen los dilatados coros de las virtudes, aprendimos, Excmo. Señor, de aquellas repetidas lecciones que desde la sublime cátedra de la perfección, doctamente con el ejemplo nos enseñaba. A nadie, por infeliz que se considerara., negó V. Exc. su rostro; y aun con ser naturalmente modesto y grave, en la natural compostura de las palabras encontraba el agrado sin los melindres del ceño, y la dulzura sin los afeites del desprecio:

                                Omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci.

Jamás negó las puertas al clamor del indigente, porque siempre tuvo apercibido su compasivo corazón a las piedades. Estas brillantes cualidades dejaron tan gravadas sus memorias en los agradecidos pechos de todos los Indianos, que no hay (y crea V. Exc. mi ingenuidad como la más interesada en sus cultos y veneraciones) uno ni ninguno, que intente borrarlas del terso papel del amor, y del reconocimiento. Puede, respetuosísimo Señor, no lo dudo, haber quien desconocido a la deidad, funde por ídolos becerros; pero estos son de aquellos genios suspicaces, altaneros, y groseramente entregados al brutalismo, como los pinta Ovidio:

                               Ergo animi indociles, et adhuc ratione cartes.

Toda la América Septentrional, desde la festiva cuna del Sol, hasta los tenebrosos sepulcros de su ocaso: hablaré con más claridad: Todo el Americano Orbe, desde la gran México hasta los últimos confines y bárbaros senos de la California, que midió el incansable espíritu de V. Exc. palmo a palmo, y que hoy sólo anhela a adorar la imagen de aquel original, que devotamente religioso veneró, amargamente llora: mal me explico: lloran nuestros ojos, las fuentes, las plantas, y las piedras en la partida de V. Exc. con aquella pena, que negándose al examen de la razón como, escondida, prohíbe el manifestarse en los labios como ignorada. Lloraron nuestros ojos: no es mucho: que inundándose los corazones en líquidos cristales de congojas, buscan cauces por donde salgan para el desahogo. Lloró lo insensible: menos es que hay ocasiones en que con mudo instinto sabe la naturaleza adolorida brotar lágrimas como perlas. Uso de esta licencia retórica en una pintura tan ingenua, porque el elevado Numen de V. Exc. se recree por un breve espacio con el elegante estilo del Poeta, y olvide la desabrida locución de su cliente: fleverunt silvæ.

                                Fluminaque et fontes ingenuere simul.
Quin etiam Rami positis lugere videntur
Frondibus.....
Et lapides visi-fletus quoque fundere veros
More nivis lachrimæ sole madentis eunt.

     Acompañaron, Excmo. Señor, mis lágrimas a los lastimosos sentimientos de la América, por su ausencia, no por su desvío. Yo parto, Yo me voy, dijo el tierno corazón de V. Exc., Yo me voy ante la presencia del Rey mi Padre, para que glorifique mis obras, justifique mis méritos, y premie mis servicios. Yo me voy, porque mi Señor, y Señor vuestro, me llama para entregar en mis manos todo el juicio y potestad sobre la Tierra Americana. Pero os enviaré desde el Trono de la Dominación el espíritu de mí verdad, para que os consuele, y enseñe todas las expresiones de mi fineza y amor. Alentada la cobardía de mi ánimo en vista de tan raro exceso de dignación, presento a la grandeza de V. Exc. el humilde dote de mis pobres sudores, disfrazados con el honesto traje de un Indio, y un Español: éste con el carácter de ser racional planta del delicioso Jardín Malagueño, y el otro con el respecto de ser el escopo o blanco donde disparan los tiros el desprecio, la infelicidad, y la miseria; bastantes recomendaciones para que las soberanas piedades de V. Exc. benignamente los acoja. El empeño de mis tareas estudiosas no ha sido otro, Excmo. Señor, que el de sacar de entre los polvos de la ignorancia, y obscuro caos de la confusión, muchos preciosos monumentos de la Antigüedad Indiana, que el tiempo codiciosamente ha tenido sepultados entre las ruinas del olvido. Unir a un método claro, conciso, breve, y no mal guisado ni desabrido, cuanto se ha escrito de Historias Indianas, separando la paja, y escogiendo el grano. He procurado vestir con alguna hermosura aun los pasajes históricos, porque no los condenen a la pena del desprecio por desnudos, y por seguir la máxima del grande Agustino: Oratio nec tam nuda sit, ut frigescat, nec tam inculta, ut sordescat; sed graviter ornata, ut non displiceat: y dar a conocer así por una y otra Historia, Gentil y Católica, el amor, reverencia, homenaje, fidelidad, rendimiento, y culto que se les debe a la Majestad, al Trono, al Estado, Jueces, y Ministros. Coloqué en esta obra aquellas noticias que parecieron oportunas a mi intento, reservando mucha copia de ellas, con que podría formar un cuerpo grande de nueva Historia, si a la superioridad de V. Exc. le agradan las humildes primicias que en este corto desvelo rendidamente le tributo; acompañando a la religiosa sencillez de estos votos, la de pedir incesante a Dios felicite su importante vida los años que para su honra necesita la Patria, su protección la América, sus aciertos España, y el mérito de V. Exc. aquellas dignas exaltaciones en las que

                                Tempora tot numeres, quotquot tua Palma coronat,
Tempora noster bonos sitque corona tua.

Zelaya 19 de Agosto de 1778.

                        EXCMO. SEÑOR,
     
B. L. M. de V. Exc. su más adicto
Paisano, y obsecuente Capellán,
     
Fr José Joaquín Granados y Gálvez.


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CENSURA DEL M. R. P. Fr. José Rafael Olmedo

Lector jubilado, Doctor Teólogo, y Catedrático del Venerable Sutil Escoto en la Real y Pontificia Universidad de México.

Excmo. Señor.

     No bien me había insinuado el Autor de las Tardes Americanas el designio y plan de esta Obra, a continuación de manifestarle mi profundo respeto, y obediencia al superior Decreto de V. Exca. cuando lisonjeándome con la idea del mas cumplido desagravio de la Nación Americana, concebí que su ingenioso Autor, haciendo blanco de sus Coloquios embotar los tiros de la envidia de los Extranjeros, por la conquista y justa dominación en la América de nuestros Augustos Soberanos, representaría en uno de los Interlocutores, con respecto a tan noble objeto, el carácter de los Grocios, Voltaire, Sidney, Gottlob, Bulangér y otros impíos Filósofos, abultando sus dichos infamantes contra la sabia conducta en los mismos asuntos de la siempre invencible y prudente Nación Española: y en el otro Interlocutor retrataría a ésta, que apoyada en monumentos irrefragables, repelería aquí calumnias, desharía allí agravios, y en todas partes insistiría en los hechos más gloriosos, teniendo siempre por mira, y llevando hasta los términos de la evidencia las glorias de España en la Conquista y conservación de este vasto Imperio.

     Así lo meditaba entonces, hasta que informado por la atenta lección de la Obra, hallé en ella las noticias más sublimes, y la copia de monumentos bastantes para la ejecución de aquel designio; que no sólo confundirían a los enemigos del Catolicismo, presentándoles la dilatación de la Monarquía Española, como un proyecto sostenido por la Religión, según convence el Monje Zevallos(8); mas también exaltarían las Armas Españolas poniendo de manifiesto aquella providencia protectora, que a mas de señalados prodigios, les destinó por Tropas auxiliares a los mismos que iban a subyugar a su Imperio y Dominación; porque no de otra suerte dispuso dominara a unas Gentes inmensas en la multitud, sabias en sus leyes, cultas en su gobierno. Epítetos que, sin embargo de los extravíos a que las inducía la falta de la Soberana Revelación, las deberían caracterizar, como es tan obvio convencerlo con las Naciones Egipcias, Griegas y Romanas, en las más espesas tinieblas de sus errores y desórdenes; dándonos derecho los mismos respetables monumentos a juzgar con la lamentación de Séneca(9), que más que la razón, la costumbre ha graduado por la más inculta y bárbara, sobre todas las de la tierra, a la Gentilidad Americana. Con sola una atenta consideración sobre las noticias tan sublimes en su género que aquí se acopian, cualquiera, por prevenido que se halle, se convencerá, de que la Historia universal de las Indias, tan deseada hasta ahora de los Sabios, verificaría, no sólo la competencia a las mas célebres del Orbe, sino también el exceso, como se atrevió a asegurarlo el célebre Caballero Boturini(10).

     Copia tan abundante de luces, de que no gozaríamos, si la infatigable aplicación del Autor no lo hubiese casi familiarizado con los escondidos monumentos de la Historia Indiana, inspirándole y manteniéndole tan recomendable constancia aquel afecto, con que al trasplantarse a nuestro continente desde la Europa, suelo de su nacimiento, lo revistió de un espíritu Americano, que hizo desde entonces consagrara sus tareas literarias a ilustrar la Nación. Por manera, Señor, que a no estrecharme el superior Decreto de V. Exca. a los precisos limites de un Dictamen sobre la calidad de la Obra, haciendo la voz de toda la Nación, y representando tan laudables conatos en ademán de exigir todo su reconocimiento, expondría la que en el fondo de los corazones deposita su gratitud a tan gloriosos afanes.

                                 Exegi monumentum ære perennius
      Regalique situ Pyramidum altius;
Quid non imber edax, non Aquilo impotens,
Possit diruere, aut innumerabilis
Annorum series, et fuga temporum.
Non omnis moriar: multaque pars mei
Vitabit Libitinam: usque ego postera
Crescam laude recens;:::
Quæsitam meritis, et mihi:::
Lauro cinge. Horat. Od. 24.

     Por lo cual, y por no contener toda la Obra cosa alguna opuesta a la Fe, buenas costumbres, ni Regalías de S. M. soy de parecer conceda V. Exca. la licencia para la impresión. Así lo siento, en este Convento de N. P. S. Francisco de México en 26 de Octubre de 1778.

Excmo. SEÑOR.
B. L. M. de V. Exca. su más atento Capellán.
Fr. José Rafael Olmedo.

     El Excmo. Señor Bailío Frey Don Antonio María Bucareli y Ursúa., Henestrosa, Laso de la Vega, Villacís y Córdoba, Caballero Gran Cruz, y Comendador de la de Tocina en el Orden de S. Juan, Gentil Hombre de Cámara de S. Mag. con entrada, Teniente General de los Reales Ejércitos, Virrey, Gobernador y Capitán general de esta Nueva España, Presidente de su Real Audiencia, Superintendente General de Real Hacienda, Presidente de la Junta de Tabacos, Juez Conservador de este Ramo, y Subdelegado general de la Renta de Correos en el mismo Reino etc. vista la antecedente Censura. del M. R. P. Fr. José Rafael de Olmedo, concedió su licencia, para la impresión de estas Tardes Americanas, como consta de su Decreto dado en 27 de Octubre de 1778.



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CENSURA DEL M. R. P. Fr. José de San Benito

Carmelita Descalzo, Escritor público, ex-Lector de Sagrada Teología Expositiva y Moral, Prior que fue de su Convento de Oaxaca, dos veces del de Salvatierra, y actualmente de este Convento grande de San Sebastián de México.

     De orden del Señor Dr. D. José Ruiz de Conejares, Abogado de los Reales Consejos, Ordinario del Santo Oficio de la Inquisición de este Reino, Juez Provisor, Vicario General, Visitador, y Gobernador de este Arzobispado por el Ilmo. Sr. Dr. D. Alonso Núñez de Haro y Peralta del Consejo de su Majestad, Arzobispo de esta Santa Metropolitana Iglesia de México, he revisado la Obra plausible, su título: TARDES AMERICANAS: su Autor el M. R. P. Fr. José Joaquín Granados de la Regular Observancia del Sagrado Orden Seráfico, Predicador General, etc. Digo que he revisado la dicha Obra, porque una y otra vez la he leído, tanto por los debidos respetos al Superior Decreto que me pone en las obligaciones de Censor, como relativamente a la Obra misma, que con la amenidad erudita de sus bellas Americanas noticias, intima al gusto una como preceptiva propensión a su lectura. Ésta en la Obra es varia, erudita, amena: en ella su Autor, a modo de aquel Varón evangélico, del atesorado erario en la capacidad de su gran testa de nueva y antigua erudición Americana, esparce aquella fragancia literaria, por la que pudo decir bien lo que bien dijo el Sentencioso.

                                  Quo semel est imbuta recens, servavis odorem testa diu.

AMÉRICA. Que la población de este NUEVO ORBE COLONIO (así debe la que decimos América titularse, según bien lo entendió el Doctísimo Maluenda) haya sido ante-diluviana, no debe concebirse inverosímil; pues en mil y ochocientos, según unos, o en dos mil años de transcurso, según otros, desde la Creación hasta el Diluvio; como lo tuvo el antiguo, tiempo tuvo así mismo este nuevo Mundo para inundarse de gentíos. No empero lo aseveramos: porque desde los tiempos del BELLO TROYANO para lo demás allá, se miran tan por obscuridades, que a la reserva de las narraciones sagradas, nada alcanzan los LARGOMIRAS de la historia humana.

     Hágasele la debida salva a la autoridad divina de los Sagrados Libros en aquel celebérrimo Pase de las doce Tribus por medio de los suspendidos flujos y reflujos del Mar rojo. A modelo de este tránsito, no faltan opinantes, que a una de aquellas Tribus, desaparecida en los tiempos de Salmanasar en la Cautividad Asiria le den (con facilidad) tránsito, y escape a este nuevo Orbe por no se qué desembocaduras al Golfo desde el Eúfrates. Digamos: que: In diversis diversa legi, et non debeo singulorum opiniones ponere. Entre tanta diversidad de opiniones, cuanto al por qué paraje hallaron estas gentes nueva entrada a este otro Colonio Mundo, podrá parecer golpe de acierto histórico el que se diere con el Montante del Macedón sobre el indisoluble Nudo del Frigio Gordio: porque en dificultades de esta clase tanto monta cortarlas como desatarlas: sea este Montante aquel bien excogitado, digo aquel GRAN PROBLEMA HISTÓRICO.

     Nuestro Docto Dialoguista da tránsito a estas Colonias Gentes desde la África a este otro Mundo. Pudiera algún Lector mal contentadizo crítico, afectando rigideces escépticas, displicentarse al leer, que con tan breve facilidad las haga dar un tan largo brinco desde la Africana tierra firme a las Fortunadas Islas, que llamamos las Canarias. Que desde allí con no menor brinco, como per saltum, las transporte a esta nuestra Isla de Cuba, y desde aquí cataoslas aquí en el Continente. No debe parecer exótica la Posición de nuestro sabio Autor, pues la funda en Autoridad: y qué fuera, que pudiera fundarse en Razón, o Raciocinio?

     Las irrupciones del vastísimo piélago, las mutaciones causadas en el terráqueo desde su creación hasta el día, han sido tan enormes, cuales describen las historias, y bien pondera el citado PROBLEMA HISTÓRICO. Dígalo aquel semi cataclismo de Deucalión. Islas de África se llaman las Canarias, en quienes aquel célebre altísimo picacho de Teide pudo ser; no el Libyco; pero si el que vecino a las Herculinas Columnas, denominaba la antigüedad: el Monte Atlante. Desde luego que por él se llaman las fortunadas Islas en Mapas e Historias: así mismo Islas Atlántidas. �Y quién quita, que no ya la contigüidad o cercanía con la tierra Africana, como en el día, sino la continuidad, como acaso en antiguos tiempos antes de alguna irrupción marítima, las denominase desde entonces Islas de África?

     Las que hoy son Islas muchas en plural Atlántidas, serían por ventura, en algunos de los antiquísimos tiempos en singular Isla Atlántida. Aquella que en las historias, aunque tan sonada, se tiene por tan soñada, como una de las muchas ideas de Platón. Hay quien a esta la sitúa a distancia de cinco días de navegación regular del Africano Monte Atlante. Y en caso de tal navegación, bien podremos hallarnos sin mucha mental fatiga, en las Islas Atlántidas Canarias plurales, como en la Isla Atlántida en singular. �Y con qué Auténticos podrá, en esta posición negarse, que los que antes de alguna irrupción se hallaban situados en la singular Africana Atlántida, no pudiesen en un momento venir a hallarse, como cortados (después de la irrupción) hechos Colonos, o habitantes nuevos de las ya nuevas Islas Atlántidas en plural, o Canarias? Véase aquí con esto hecho perceptible aquel célebre Pase de nuestro de nuestro erudito Dialoguista. Y mientras en asuntos de tanta obscuridad, como de remoción de tiempos, a todos nos es libre el opinar, esperemos un poco aquí en Canarias, en donde todavía estamos con el Pase, o tránsito desde África con nuestro sabio Ponente, que vamos prosiguiendo nuestra Americana caminata. Como los marítimos combates trozaron la vastísima longitud de la Atlántida en las Canarias, podrían asimismo haberla desmembrado y despedazado en estas otras muchas Islas acá hacia el Occidente. De trozos de aquella gran masa Atlántida podrían a fuerza de irrupciones venirse formando Puerto Rico, Santo Domingo, Cuba, las Islas Antillas, etc. Es así, que todas estas enunciadas, y otras que no se dicen, van formando una como Cordillera, y están en cierto modo enunciando y demostrando uno como rastro de alguna, o grande Isla, o grande Península, o acaso algún Continente que en antiquísimos tiempos pudiese haber importado continuidad desde el Africano a este nuestro de este Orbe Colonio. No disentirá a este modo de concebir aquel que siga el dictamen de no haber Dios formado Islas algunas desde el principio de aquella creación universal. Es a este propósito digno de notar el que se les diese a muchas de estas Islas el nombre. de Antillas, que quiere decir Islas ante Islas, unas ante otras, como que vienen juntas seguidas, o que antes de alguna irrupción marina vinieran continuadas unas a otras, estas continuadamente ante aquellas. Istae Insulae ante illas. Fácil modo es este de ver claro, que pudo suceder en estas Americanas trozaduras a los moradores de estas Islas vecinas al Americano Continente lo que a los Isleños Canarios, viniendo estos Cubanos, Antillanos, y otros a hallarse (al modo que los Canarios, Isleños, Africanos, Atlánticos) de habitadores de la Atlántida Africana, nuevos pobladores Colonios de este nuevo Continente.

     Debe a la verdad valer esta razón para los pobladores racionales de estas Occidentales Islas, y Continente occidental, pues no hay otra más concluyente, en opinión de muchos, respecto de los irracionales pobladores. �Quién condujo y transportó Camellos Africanos a las Canarias? �Quién Leones, Tigres, y otras fieras a otras Islas? Allí vinieron a quedarse aislados después de cortados por alguna marina división de la tierra firme.

     Así debemos concebir la docta posición de nuestro erudito Dialoguista arriba dicha.

     En todos los demás particulares de esta su Obra procede metódico en el orden, corriente en los pasajes, claro, y limpio en el estilo, vasto en la erudición Sagrada, y humana, noticioso en la antigua y moderna, discreto en su crítica, y en el todo de su Obra copioso, y muy lleno. No encuentro en toda ella cosa opuesta a nuestra Santa Fe Católica, al común de Santos Padres, a las generales costumbres de la Santa Romana Iglesia, ni a las Regalías de S. M. (que Dios guarde) por lo que, salvo meliori judicio, soy de dictamen que puede su Señoría, siendo servido, conceder su licencia para que salga a la pública luz.

     Convento de Carmelitas Descalzos de México a 25 de Noviembre de 1778.

Fr. José de San Benito.



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NOS EL Dr. D. José Ruiz de Conejares

Abogado de los Reales Consejos, Ordinario del Santo Oficio de la Inquisición de este Reino, Provisor Vicario General, Visitador, y Gobernador de este Arzobispado por el Ilmo. Sr. Dr. D. Alonso Núñez de Haro y Peralta, del Consejo de S. M., Arzobispo de esta Santa Iglesia Metropolitana, etc.

     Por el presente, y por lo que a Nos toca, concedemos Licencia al Padre Fr. José Joaquín Granados, para que pueda dar a las Prensas las Tardes Americanas que refiere en su Pedimento, respecto a que reconocidas de nuestra orden, no contienen cosa contra nuestra Santa Fe, buenas costumbres, ni Regalías de S. M. (Dios le guarde) con calidad de que no se den al público, sin que por el Aprobante se cotejen, y por el Oficio se tome razón. Dado en México, a diez y ocho de Noviembre de mil setecientos setenta y ocho años.

                           M. F.       Dr. Ruiz.

Ante mi                              

Jacinto Antonio Vázquez,          

Not. mayor.                       



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APROBACIÓN DEL M. R. P. Fr. Fernando Rivera

Lector jubilado, Ex-Custodio, y Padre de la Provincia de los Zacatecas.

M. R. P. N. Mtro. Provincial.

     Preparado del espíritu de inteligencia que maravillosamente derramó V. P. R. sobre mí imponiendome su precepto para que revisara el Tomo intitulado: Tardes Americanas, Gobierno Gentil, Político. y Cristiano de los Indios de esta Nueva España, que pretende dar a la luz pública el R. P. Fr. José Joaquín Granados de esta nuestra Santa Provincia, Predicador general, ex-Definidor, y Guardián que ha sido de los Conventos de Xiquilpan, Rioverde, y Valladolid: luego prontamente, como a Jacob para llenar los votos de su Padre Isaac, lo que quería, me ocurrió muchas ocasiones: leí esta obra, y en todas veo con Quintiliano, que immortalis ingenij beatissima ubertate, vivo gurgite exundat, guardando con él mismo la propiedad de las palabras, la rectitud del orden, sin que le falte cosa ni le sobre. Y si como dice el Máximo Doctor: verum est testimonium, quid ab amica voce profertur; mi Censura en el caso, tanto será más verdadera, cuanto es más notorio el estrecho vinculo de Amistad y Paisanaje que profesamos, teniendo presente que: Districtius semper censor, qui diligit extat dura fronte legit mollis amicitia. Así lo he ejecutado, y a la verdad libre de toda adulación, protesto, que quien conociere al R. P. Granados, luego confesará traer sus obras el testimonio en sí mismas: conduciéndonos sin violencia a fundar de ellas el juicio, que el Gran Padre Agustino tuvo de las que escribía su Amigo Sixto: Hoc, videlicet, opere (decía el Santo) nec legi brevius, nec audiri lætius, nec intelligi grandius, nec agi fructuosis potest. Y creeré podrá su Autor halagarse blandamente en la gloria que tendrá toda esta nuestra Santa Provincia, viendo con Marcial, que: Laudat, amat, cantat nostros mea Roma libellos, = Neque sinus omnis, me manus omni habet. El maravilloso tejido de divinas, y humanas Letras, la valentía en promover las dudas, y casi celestial gracia en satisfacerlas, la novedad de una idea tan gallarda escrutadora del Indiano Heroísmo, ningun rastro dejan a la razón para la sospecha, transformando la sutileza de su estudio, la ingeniosidad en ingenuidad, y lo peregrino en doméstico, recomendándose con el aprecio de aquellas obras que han sido, y son digno elogio de la fama, y de la inmortalidad. Debió Roma a la gloriosa aplicación de Tito la presente memoria de su nombre: Grecia a la de Platón: a la de José Israel: España a su Mariana: y nuestra América Septentrional, que hasta aquí tenía sepultada gran parte de sus antiguas y presentes glorias, ya se ve ilustrada por el Autor, procurando eternizar sus proezas a la presencia de la Posteridad. Mucho ha debido nuestro País Americano a las tareas de Acosta. Herrera, Solís, y otros eruditos, sin embargo de haber publicado una Historia, que contribuyendo muy poco o nada de la antigua, dedican sus desvelos a aquel estado en que precisamente se hallaban las Provincias al tiempo de su Conquista. Algo más presenta el Sapientísimo Padre Torquemada, dando en los dos primeros tomos de su Monarquía no muy escasa luz de la religión, usos, y costumbres de los Antiguos; y en nuestros tiempos, guiado de las Instrucciones de los célebres Sigüenza, y Viajero Gemeli, el Caballero Boturini promete darnos una nueva Historia general de América Septentrional; pero escaseandonos aquellas el más lucido Heroísmo, y ahogándose ésta en las muchas aguas de sus deseos, hemos vivido privados hasta ahora del logro de un tesoro, que hace a nuestro Continente más rico, que sus Minas. El que leyese con juiciosa atención esta Obra, soy de sentir, que a mas de que se embelesará con la elegancia y erudición de sus periodos, hallará en breve laconismo una completa Historia de la antigüedad Americana, y desde la Conversión hasta los tiempos presentes, debida al sumo trabajo con que el Autor ha adquirido la inteligencia de Cifras, Figuras, Símbolos, y Caracteres con que se explicaban los antiguos Indios; de donde viene, como estoy cerciorado, la claridad con que promueve su parecer de donde, y por donde vinieron los primeros Pobladores de estos Reinos, el orden de gobernar, el poder que sostuvieron, ciencias que poseyeron, índoles y genios de que fueron dotados, el Cómputo inmutable que observaban, los Calendarios por donde se dirigían, Nombres, y Empleos de los Oráculos, y Gentes, la inteligencia de la artificiosa Rueda que simboliza los sucesos y los tiempos, y otro sin número de ignoradas noticias conque solicita nuestro gusto; y son otros tantos monumentos, que como a otro Edipo, lo constituyen digno de alabanza, pudiendo unos a otros decirnos, que: Quodcumque optaris; sed tu sapientius opta, invenies vere, si reperire vellis.

     En el Gobierno Político Católico, no hay linea donde no apure a la Retórica todas sus figuras, debiendo el Autor a muchos Doctos de esta Santa Provincia el honor de la admiración, cuando tuvieron el gusto de esta recreación, tan llena de exquisita erudición, que no hay pasaje que no se halle engalanado de humanas y divinas Letras, Decretos Pontificios, y Determinaciones Conciliares: y obra de este carácter, paréceme no poder ser otra, que aquella, de quien dijo el Poeta: Nil ita sublime est: primaque ab origine Mundi Nondum vulgatum clarius extat opus.

     Ya sabía este nuevo Mundo, que ninguna ciencia le era forastera, siendo los mayores teatros de sus letras fieles panegiristas de sus estudios, y sublimidad de talentos, por lo que se granjearon sus hijos las aclamaciones, y dieron más de una vez prueba de esta verdad las autorizadas lenguas de los moldes. Mas en esta obra tanto apura el caudal de sus conocidas luces el R. P. Granados, que mirado cada uno de sus discursos, parece en su estructura elevarlos a sí sobre sí, exórnandolos tan galantemente, que juzgo necesario nuevo estudio para que no prive el embeleso del sonido del sazonado fruto de la Doctrina. Sucediome, que abstraído el gusto en la elegante Tarde que dedica el Autor a los Cantares que en su muerte hizo el gran Tloltzin, el de Nezabualpilli a nombre de las Cortes en la Coronación de Moctecuhzuma, y el uno de los sesenta que transcribe de Nezahualcoyotl, sospeché (protesto con ingenuidad mi escrúpulo) que o podrían ser parto de su ingenio, para hacer alarde vistoso de sus talentos, o ardid de su piadoso estudio para prevenir desengaños al Cristiano. Arrebatéme del gusto, y le hice esta Injuria, no reflexionando en el lib. I. cap. 46 y lib. 2. cap. 49. y 68. del erudito R. P. Torquemada, que desdice esta sospecha, y autoriza el cuidadoso desvelo de esta Obra, que por sí sola se autoriza: Ipsa per se loquitur, dijo San Ambrosio; siendo como atributo de ella, no poderse negar su solidez, y razones en que se funda. No dudo que la invención cuanto más rara, y peregrina, tanto más se dispone a los rigorosos peligros de la sospecha; pero conformándose con la razón y la ley, todos son lauros cuantos pueda concebir temores. Por tanto, siendo muy poco lo que se descubre en esta Obra, que no aparezca nuevo, me animo en pluma del Poeta a colocarla en la sublime esfera de Divina: Sacra recognosces, miræ novitatis in istis = semper et inventis ulteriora feres. Así lo juzgo instado del mérito a que eleva Sixto Senense, obras que como esta, amistan la claridad, brevedad, abundancia, y seguridad, por cuyas dotes se hace acreedora con Hugo Lugdunense de alabanzas en lugar de censuras: Laudes pro censura detuli. Y por esto no conteniendo cosa contra nuestra Santa Fe Católica, rectas costumbres, y Regalías de S. M., me parece que podrá V. P. R. prestar su licencia para que se imprima, salvo el Superior dictamen de V. P. R. a que enteramente me sujeto. Dada en el Colegio Real y Pontificio de Universidad de la Purísima Concepción de la Ciudad de Zelaya a 3 de Septiembre de 1778 años.

                    Fr. Fernando Rivera.


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DICTAMEN DEL M. R. P. Fr. José Arias

Lector de Prima de Sagrada Teología, Guardián, y Regente de Estudios en el Colegio Real, y Pontificio de la Purísima Concepción de Zelaya.

     Por orden de N. M. R. P. Fr. Santiago Cisneros, Predicador General ex-Definidor, y Ministro Provincial de esta Santa Provincia de los GG. AA. San Pedro, y San Pablo de Michoacán, he visto la Obra, cuyo título es Tardes Americanas, su Autor el R. P. Fr. José Joaquín Granados, Predicador General, y ex-Definidor de la misma Provincia. Y haciéndome cargo, de que los Libros impresos, por su duración, y multitud, son al Público notablemente provechosos, o nocivos, según la utilidad, inutilidad, o malicia de lo que enseñan, o persuaden, buscaba yo en esta Obra el fin, y los medios, la materia, forma, y accidentes para aplicarle mi debida Censura: y hallé, que no es el fin, como parece, precisamente instruir en Genealogía, Cronología, y Sucesos antiguos, y presentes de estos Reinos: no explicar obscuros caracteres, que para comunicación racional, y archivo de la memoria, como de Alfabeto usaban los Indios: no pintar la disposición, y grandeza de sus Edificios y Palacios, que componían populosos Lugares, y magníficas Cortes: no su comercio rico, ni su político, y militar gobierno: no los errores, idolatrías, supersticiones, inhumanidades de su gentílica abominable religión. Nada de esto es el fin.

     Este es, según parece, recomendar a la antigua Gentilidad, cuanto es lícito; y después de entrado el Evangelio, abogar por los Indios Cristianos en el tribunal de la Justicia y Misericordia; y exaltar con mil honores a los Criollos, que somos descendientes de Europeos; destruyendo las falsas imaginaciones de la ignorante vulgaridad, que cree a estos antiguos Indios más bárbaros, que los que lo han sido, y son en las demás naciones, y que de tal suerte menosprecia a los Criollos, que haciéndoles favor, les concede saber la Doctrina Cristiana, mera capacidad para las letras, mediano valor, ingenio, y cultura en armas, artes, gobierno, y otras prendas, con que se ven excelentemente adornados muchos hombres en otros Reinos del antiguo Mundo, hasta llegar a imaginarlos individuos en cierto modo inferiores de la especie humana, y por la mayor parte menos nobles que cuantos nacen en España, y en las otras partes de la Europa.

     Este es el intento principal de esta Obra, que yo alcanzo: lo demás son medios eficaces del Autor, que con su bastísima erudición en Historias Sagradas, y Profanas, e instrucción en todo género de letras, consigue el utilísimo fin de varios vulgares desengaños. Por los cuales algunos insignes Europeos, todos los Criollos, y Americanos debemos un eterno agradecimiento, y alabanza al Autor, que gloriosamente nos vindica de injurias, y nos exalta con generales y particulares honras. Seale retribución la complacencia que esperamos, de que al mismo tiempo que los Lectores vean las causas bien seguidas de los clientes, admiren la destreza superior del Abogado: alaben su espíritu imparcial, pues siendo Europeo, que acá llamamos Gachupín, emplea sus tareas trabajosas en abogar por la Nación Americana: alaben también su literatura, y buena crianza, que habiéndola recibido de esta Santa Provincia, como que vino a ella Corista tierno, en esto mismo se recomienda de agradecido a su Magisterio, a sus Oficios, Prelacías, y Dignidades, con que muchas veces bien que con mérito, lo ha honrado.

     Y porque yo, como Censor debo salir a la defensa de lo que apruebo, hágome cargo de lo que en esta Obra se hace más admirable, y que casi toca la raya de lo increíble, esto es, que los antiguos Indios Gentiles estaban tan adornados de las virtudes Cardinales, y exceptuando la Religión, de las demás Morales, de tan buen gobierno monástico, económico, y político, de tal disciplina en artes, y ciencias naturales, que hacían competencia con los más Sabios Gentiles Griegos, y Romanos. Pero a mas de que ya responde la autoridad en que el Autor se funda, hay una credibilidad casi evidente en el mismo hecho de haber Dios nuestro Sr. entrado el Evangelio eficaz, y maravillosamente en estas partes. Porque, aunque, como dice el Apóstol, Dios nuestro Señor tal vez donde abunda el delito, hace sobreabundar su gracia, y misericordia; pero el gobierno ordinario es, conferir su gracia, donde halla disposición negativa, esto es, carencia de impedimentos mediante la observancia de las leyes de la Naturaleza, y ejercicio de virtudes morales; lo que asientan los Teólogos con aquel su dicho: al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia: conviene a saber: al que ayudado de la divina gracia actual, ejercita unas virtudes morales, Dios le añade más gracia para que ejercite otras virtudes morales, hasta darle aquella, con que si es Infiel, llegue a la felicidad de la verdadera Religión. Esto supuesto, si Dios, que no es aceptador de personas, dejando a los Judíos, Mahometanos, y otros Infieles, y Herejes, introdujo con muchas maravillas la Religión verdadera, la Fe, y la justificación entre estos Indios, parece por consecuencia moral, y según el ordinario gobierno, que estarían adornados de las dichas virtudes.

     Salgo también a la defensa sobre el estilo, y digresiones. El estilo no es llano, y natural, propio de quien enseña alguna facultad, o es solamente Historiador; es por la mayor parte hermosamente figurado, alto, expresivo, y propio de quien intenta la diversión de algunos ratos, en que muchos Lectores buscan, no sólo la verdad de los objetos, sino el deleite de las metáforas, sublimidad, y elegancia de las voces. Algunas digresiones se hallan largas, porque lo artificioso del Dialogo corresponda a lo natural de una conversación privada, en que frecuentemente experimentamos semejante digresiva libertad. O diré, que al docto Autor, lleno de noticias, sucedió lo que a un río, caudaloso, que a impulsos de su plenitud, él mismo se abre puertas para comunicar las aguas de que abunda. Por esto, y sobre todo, porque la obra no contiene cosa alguna contra nuestra Santa Fe, y buenas costumbres, y Regalías, juzgo que se puede dar a la Imprenta. Este es mi parecer, salvo, etc. Colegio de la Purísima Concepción de Zelaya, Septiembre 15 de 1778.

                    Fr. José Arias.


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FRAY SANTIAGO CISNEROS DE LA Regular Observancia de N. S. P. S. Francisco

Predicador General de Jure, ex-Definidor, y Ministro, Provincial de esta Santa Provincia de los Gloriosos Apóstoles San Pedro, y San Pablo de Michoacán, y Siervo, etc. = Al R. P. Fr. José Joaquín Granados, Predicador General de Jure, ex-Definidor, e Hijo de esta nuestra sobredicha Provincia: salud, y paz en nuestro Señor Jesucristo.

     Por las presentes firmadas de mi mano, y nombre, selladas con el sello mayor de nuestro Oficio, y refrendadas de nuestro Secretario, concedemos a V. P. nuestra bendición, y licencia, para que pueda imprimir una Obra, que ha compuesto, intitulada: TARDES AMERICANAS, atento a que, por Comisión nuestra, ha sido revista, y aprobada por los Reverendos Padres Fr. Fernando Rivera, Lector Jubilado, y ex-Custodio de esta nuestra sobredicha Provincia, y Fr. José Arias, Lector de Sagrada Teología, Guardián, y Regente de Estudios en nuestro Colegio de la Purísima Concepción de Zelaya, con la condición, de que al principio de ella se ponga esta nuestra Licencia, y los Pareceres de los citados Teólogos de nuestra Religión, y que se observen las demás cosas prevenidas por Derecho. Dadas en este nuestro Convento Capitular de N. P. S. Francisco de Querétaro, en veinte y dos días del mes de Septiembre de mil setecientos setenta y ocho años.

           Fr. Santiago Cisneros,      
     Mro. Provinc.
     P. M. D. S. P. R.
Fr. Francisco de León.
         Secretario.


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Soneto

De un Apasionado de la Obra, y del Autor.

                                       Cesen ya los afanes y desvelo
De Gomara, Solís, y Antonio Herrera:
Sepúltense las glorias de Cabrera,
Y de Torquemada el justo anhelo:
No remonte ninguno, no su vuelo,
En vista de que ocupa ya la Esfera
La Pluma Granadina sin primera,
Para pintar de América su Cielo.
Labrémosle Columnas con alarde,
Para que el tiempo avaro no consuma
Un nombre que inmortal nuestro amor guarde.
Démosle vivas muchos, pues en suma,
El carácter que muestra en cada Tarde,
Tarde habrá quien le iguale ni resuma.




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Índice

De lo que contienen las Tardes Americanas.

                              TARDE I. Acredítase el carácter de la historia indiana con la luz de varios
    monumentos.
TARDE II. Gobierno Gentil. Principio y fin de los Toltecas: varias
operaciones, y llegada de los Chichimecas, con la resolución de los
decantados Problemas de quienes, de donde, y por donde vinieron las
primeras Gentes pobladoras de estas Tierras.
TARDE III. Cotinúase la serie Monárquica, y se da una breve instrucción de la
Teogonía, y Calendarios Indianos.
TARDE IV. Ciencias, Cultura, y Civilidad de los antiguos y actuales Indios.
Breve relación de los feudos al Imperio de Tetzcoco.
TARDE V. Origen, progresos, y fin de los Aztecas o Mejicanos, y explicación
de algunos fenómenos.
TARDE VI. Poder Tlatelolcano, breve noticia del Reino de Michoacán, y otras
cosas dignas de leerse.
TARDE VII. Descripción de la grandeza de las dos Cortes, Tetzcoco y Méjico.
TARDE VIII. Entierros, Sepulcros, Casamientos, y Coronaciones de los
Antiguos Indios.
TARDE IX. Conquista del Reino: Hechos y glorias de Cortés: Derecho que
fundan a estas Tierras los Reyes Católicos.
TARDE X. Gobierno Católico Prudente.
TARDE XI. Relación de los primeros Ministros Evangélicos, y Apología hecha
a favor del V. P. Fr. Juan de San Miguel, primer Fundador de la
Hospitalidad Michoacana.
TARDE XII Erección de Iglesias y Provincias Regulares, con una breve
noticia de sus primeros Prelados.
TARDE XIII. Virtudes y fama póstuma de muchos Varones Indianos, que
florecieron en Santidad.
TARDE XIV. Gobierno Católico justo. Establecimiento de Alcabalas, y otros
sucesos recomendables.
TARDE XV. Índole, genio, y talentos de los Españoles Americanos, y noticia
de varios acontecimientos.
TARDE XVI. Gobierno Católico Fiel. Alteración de algunos Pueblos, su
pacificación, digno elogio, y conclusión del Gobierno Americano.
TARDE XVII. Concilio Cuarto Mejicano, y Pronóstico de la duración y
felicidad futura Americana.


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Introducción

Que sirve de prólogo.

     Acompañado de un Paisano, salí, como solía, una tarde entre muchas, para desahogo del ánimo, a las frescas riberas de la Alaja, río tan hidrópico de sus corrientes, que bebe con implacable sed cuantos diáfanos cristales le tributan los muchos veneros y manantiales con que pródiga la naturaleza lo enriquece, sin dejar a los habitadores de sus márgenes otro recurso a sus sedientas ansias, que el de unos escasos cristales que, por alto, les franquea. Y al llegar a la ancha rotura de una ladera (común asilo de mis fatigas) nos encontramos con un Indio, socio en mis honestas diversiones, soledades, y retiros. Saludelo con aquellas cariñosas demostraciones de quien le amaba tiernamente. Correspondiolas cortésmente agradecido: y aún no bien concluíamos las discretas ceremonias que enseñan la política, la atención, y buena crianza, cuando el Paisano en voz baja, y cerca del oído, me dijo como admirado de la llaneza del Indio: Curas conozco, que ostentan con esta especie de gentes tanta majestad y soberanía como el Gran Señor en su Diván, y el Zar de Moscovia en su Gabinete. A que le respondí: Dueño mío, cada uno gasta de su humor: este es mi genio: y cuando no lo fuera, me esforzaría con este despreciable Natural a deponer cualquier engreimiento que quisiera introducir en mí la vanidad, y la soberbia; porque sus prendas y virtudes son acreedoras a más distinguidas expresiones que las mías. Jamás traté hombre de su clase más atento, más cristiano, más humilde ni comedido: a que se agrega haberle dotado Dios de unas potencias claras, e instruido en todo género de ciencias, artes, y facultades. Nada se le esconde a su estudio y penetración, poseyendo una cierta dominación y despotismo sobre todas ellas, como el que las goza por una especial gracia y privilegio de lo alto. �Y en la historia, y acontecimientos de este Reino, qué tal grado de ilustración tiene? me dijo el Paisano. Ha, Señor mío, le respondí, es tan alto y excelente, que no tiene que envidiar a muchos que blasonan de sabios y eruditos. Encanta y embelesa con su narración, porque a mas de la prontitud en referir los pasajes, y ajustar las épocas, es ingenuo, claro, breve, verídico, y poco amigo del hipérbole, de los tropos, de las frases, ni de la admiración impertinente. De suerte, que muchas veces he pensado para mí, que si como este Indio anhela solo a recogerse dentro de la esfera de su abatimiento, levantara los vuelos de la pluma hasta donde alcanza la hermosura y facundia de su lengua, entregando a los moldes lo que dicta de preciosas noticias, leeríamos en nuestros tiempos una obra pulcra, válida, acre, sublime, varia, elegante, pura, figurada, espaciosa, y difundida con grande elogio y alabanza, como lo pide Plinio en su Epístola 2O. No por esto pretendo decirle a Vm. que me debe el concepto que se granjearon en su siglo el nuevo Opinador Portugués Pereira, y los universales en ciencias D. Ginés de Rocamora, y D. Fernando de Córdoba; pero sí me debe el que se deben tener todos los estudiosos y aprovechados. Ahora por lo dicho podrá Vm. juzgar si es digno del aprecio, y de la recomendación. No sólo es acreedor, respondió el Paisano, al cariño de un Cura (que este era el título que me daba) sino a los cultos y veneraciones de un Príncipe. Cuanto valgo, tengo, y he adquirido con la industria y solicitud desde que salí para estos Reinos de Málaga, nuestra amada patria, se lo endonaría gustoso, y lo haría dueño de mi corazón, y demás arbitrios. V. R. sabe lo inclinado que fuí desde la infancia a enriquecerme de todo género de letras y noticias: y aunque la variedad de la suerte me ha desviado de una aplicación tan útil y genial; con todo, el tiempo que he podido hurtarle a mis trabajos, empleos, y ocupaciones, he procurado avivar el gusto por la lectura, y apunticos que hago de lo que toco, oigo, y leo. Estas ansias de saber, que casi me son naturaleza, tienen en el día en mí más calor y asiento que nunca: porque con el motivo de haberles prometido a algunos amigos de nuestros países darles razon de mis destinos y ejercicios, desvelos regulares en todos los Europeos Indianos, me provocan, y aún me estrechan con respetos, inseparables de mi gratitud, a que les dirija una instrucción de la historia, civilidad, usos, y costumbres de los antiguos Indios, con una breve relación de la Conquista, acontecimientos después de ella, serie de gobierno, y las cosas más notables acaecidas hasta estos tiempos. Y no obstante de conocer que el empeño era muy desigual a mis fuerzas, registré libros, y consulté a los Sabios. Pero implicándose estos, y no pudiendo convenirse, ni ajustar la variedad de dictámenes de los otros; después de aporrearme la paciencia con bastante sentimiento en mis negocios e intereses, he suspendido estas fatigas, haciéndome sordo (aun en perjuicio del honor) a las repetidas instancias del paisanaje. Y ya que la fortuna ha presentado ocasión tan útil para mi desempeño, me acusaría de omiso, si malograra un lance en que, interponiendo V. R. su valimiento, y ayudando por su parte con lo mucho que puede repartir de su estudio y aplicación, no diera la última mano a un asunto de semejante empeño, en que acredito mi fineza, y las confianzas de aquel. Paisano mío, le dije, Vm. deme a mí por escusado de semejante empeño, si no quiere quedarse en la misma obscuridad en que hasta aquí ha vivido: y no se me enoje, hasta tanto que no le exponga y justifique mi razón. Vm. suponga, que a más de las continuas tareas de la administración, que me roban y han robado aun aquellos breves instantes de tiempo que pudiera emplear en un estudio de esa naturaleza; en los veinte y cuatro años que en servicio de Dios, y de Vm. cuento de este Reino, y ausente de nuestros Béticos territorios, con separación de solos tres, que fueron los de los gorjeos pueriles, tantos mi sagrada Religión me ha empleado en los penosos afanes de los púlpitos, y otros ejercicios: debiendo a sus provechosas fatigas el premio y el honor que prescribe S. Pablo a los que constituidos Administradores y Coadjutores en el ministerio de la verdad, se disponen para coger la heredad de la salud eterna. Tras de esta corro los caminos, fatigo los caballos, castigo la lozanía de mi cuerpo: sufriendo las crudezas, golpes, y rigores de las impiedades y destemplanzas de los tiempos: y esfuerzo la flaqueza de mis desmayados alientos para que no se pierda ni malogre ninguna de las almas que me son encomendadas: porque aunque la alta dignidad de Pastor y Cura de ellas vive reñida con mi mérito, soy uno como Coadjutor y Teniente suyo, librando el desempeño de su autoridad y obligación en una ampolleta, estola, y manual, que entre catorce que representamos sus veces, reparte: siendo estas insignias sagradas toda la librería en que incesantemente estudiamos, y nos fecundamos de noticias. Vm. sabe, que la aplicación a la Historia demanda un total retiro de los bullicios del siglo, y con el recogimiento un considerable número de Historiadores verdaderos y desapasionados, para poder beber como en fuente los sucesos, y separar la agua turbia de la clara, porque así no se acobarda el ánimo en demostrar la verdad: a que se agrega faltarme, a mí aquella valerosa comprehensión, que no trabuca las especies, y genio metódico para ordenarlas: una suprema discreción con que poderlas calificar según el mérito de cada una: vivacidad de ingenio para apartar y discernir las verdaderas de las adulterinas: y la nobleza y claridad de estilo con que se enamoran los lectores y oyentes. Todo me ha faltado, porque non omnibus omnia. Mucha gloria me resultaría en servir a un Paisano que se dedica a ilustrar la Patria con asunto tan divertido, como provechoso. Pero ya que la desgracia me condena a la confesión de una culpa tan fea y abominable para el Mundo, como es la de la ignorancia, haré que este Indio, según su buena voluntad, condescienda con los buenos y laudables deseos de Vm. Aún no bien clausulaba mi oración, se levantó el Indio, y con el gracejo, aire, y compostura acostumbrada, me dijo: V. P. Padre venerado, sabe muy bien, que mi voluntad, corazón, y cuanto tengo, debo contribuirlo a su obsequio. Jamás fuí dueño de lo mío, porque todo ha sido suyo. Sabe asimismo, que soy un pobrecillo Indio, cuyo carácter es el desprecio, la mofa, y la ignorancia; y cuando no le constara al Mundo nuestra estolidez y simpleza, bastaría el eco de esta voz Indio, para que despreciara sus conceptos, se riera y mofara de sus producciones. Tú dices bien, le respondí; pero como el fin del Paisano, según ha dicho, no es el de participar a persona alguna de estos Reinos estos trabajos, sino el de congratular los ánimos de algunos ultramarinos; entre éstos, no hay duda, tendrán otra reputación y recibimiento, como quien vive bien lejos del negro borrón con que injustamente os infaman y tiznan las gentes de razón de aquestas partes. Pues siendo así (prosiguió diciendo) gustoso me ofreceré a comunicarle al Señor Español todo cuanto alcanzare, y he procurado saber, no sólo por los libros y autores, sino por la inmemorial tradición que de padres a hijos en mis antepasados se ha conservado; siendo ésta el más constante testimonio de los sucesos y cosas que no vemos ni tocamos. Y porque Vm. no se persuada a que tantas gracias caben en mí, cuantas. con sonrojo mío, el crecido amor de nuestro Padre ha pintado; sépase, Señor, que no es todo oro lo que reluce. Nuestro Padre me ha oído muchas veces, y Vm. me oirá desde aquí en adelante hablar de las costumbres y leyes de los Romanos: y creerá que he avanzado con mi estudio a discurrir por las doce tablas donde Roma las tenía escritas, que tengo en los dedos a Tito Livio, Eutropio, Cátulo, Aulogelio, Paulo diácono, Macrobio, Pulión, Barro, a Sexto Cheronense en los digestos de los Romanos, y a Julio Capitolino en el libro de los Césares; y no es así, señor mío, porque estos Sabios Escritores, apenas los conozco sus nombres. Las fuentes donde he bebido una u otra noticia de las antigüedades romanas, han sido en Cicerón, Valerio Máximo, Séneca el Padre, y algo en la Natural Historia de Plinio, y todo en la Historia moderna de Lorenzo Echard. Me oirá Vm. del gobierno de los Griegos y Macedonios: y creerá que se al pie de la letra a Salustio, Honoxícrates, y Platón en su República; y no es así, porque la tal cual luz que he adquirido de estas Naciones, se la debo a Plutarco, Quinto Curcio, Aristóteles, y al moderno Francés Monsieur Rollin. Me oirá hablar del Pueblo Hebreo, virtud de sus Jueces, valor y hechos de sus Capitanes, potestad y dominación de sus Príncipes: y creerá que yo no he tenido otra lección, que en las antigüedades de José; y no es así, porque la poca instrucción que tengo de este desdichado Pueblo, se la he debido a la Escritura sagrada, entendiendo su letra, por lo poquito que he leído en la glosa de Nicolás de Lyra, Juan de la Haye, y algo de su espíritu por Calmet, y Cornelio Alápide, y uno y otro, en lo poco, aunque bueno, que escribió el Marqués de San Felipe. Me oirá tratar algunas veces del culto y canonizaciones de los Santos, decisiones del Vaticano, Estado de la Iglesia, y Concilios en ella celebrados: y creerá que yo tengo en la memoria al Angélico Doctor Santo Tomás, y las Constituciones de los Alejandros, Gregorios, Nicolases, y Sixtos; y vivirá muy engañado, porque la noticia que tengo de materia tan sagrada, se la debo a Graveson, Pagi, Natal Alejandro, Mateusi, Pedro Soto, y el Pontífice grande Benedicto XIV. Me oirá hablar algunas cosillas que pertenecen a la Medicina, y generación de meteoros: y creerá que no ha sido otro mi estudio, que en Esculapio, Avicena, Hipócrates, Pablo Zaquías, Senerto, y otros célebres Profesores; y no es así, porque si produjere, alguna bachillería física, química, anatómica, o mecánica de esta arte, no ha sido mas que trasladar algunos fragmentos que he recogido de Hoffman, Boerhaave, Balglivio, Berellen, Porras, y Martínez. Me oirá Vm. disponer de los mundos celeste y terrestre: y creerá que yo me he comunicado frecuentemente con los Ptolomeos, Tales, Euclides, Alfonsos, Apolonios, y Sarrabales; y no es así, por que no he tenido otra doctrina, que la que me enseñaron mis Maestros en el Colegio de Santa Cruz, en el Tratado de meteoros, generación de fenómenos y asterismos, con otras figuras: y en el de física, dándome a conocer la altura, latitud, y profundidad, con todo lo que contiene la superficie de la tierra, sus entrañas y senos. Y en fin, verá Vm. que en algunas ocasiones le replicaré disputandi gratia, en materias morales: y vivirá entendido, que los autores de mi uso no son otros que Escoto, Santo Tomás, San Antonino de Florencia, Caramuel, Rebelo, Laiman, Salas Molina Reginaldo, Rosignolo, Salón, los Salmanticenses, Silvio, Maldero, Gutiérrez, Giribaldol, Bañez, Valencia, Vallerino, Geneto, Villalobos, Sabino, Aragón, Ilsungui, Busembaun, González, y Azor; y no es así, Señor mío, porque los únicos Moralistas en quienes he procurado tomar avisos para ajustar mis costumbres, han sido La-Croix, Corella, Torrecilla, Sporer, Cóncina, Ligorio, y Potestas. Y advierta Vm. que de cada uno de éstos no he leído mas que un poquito; pero de los ilustrados Echarri, Larraga, Ferrer, y Ascargota desde la cruz a la fecha. Con que así, aunque Vm. me oiga hablar, referir, y disputar con abundancia de autoridades y erudiciones en éstos y otros asuntos que se nos ofrecieren, no me haga tan omniscio, como nuestro Padre quiere que lo sea; porque ya, para aquí en adelante, le hago saber mis bebederos, con lo que nos ahorraremos del trabajo de citar, y llenar las márgenes de textos, números, y latines, salvo cuando se ofrezca tocar materias singulares incidentemente. Los Decretos, Leyes, y Ordenanzas promulgadas a estos Reinos, que trajere para autorizar y persuadir una u otra razón, puede Vm. siempre que quiera, en los cuatro tomos de su Recopilación registrarlas. La Historia con los acontecimientos indianos, que Vm. quisiere recoger de mi estudio, se los daré sin tropiezo alguno en los Historiadores Francisco López de Gomara, Antonio de Herrera, Acosta, Fr. Juan de Torquemada, y en los muchos manuscritos, lienzos, mapas, y otros monumentos que tengo registrados, traducidos del mejicano, nahual, y chichimeco al elegante idioma otomí. Para la serie, virtudes, y sucesión de los Virreyes, no he tenido otros documentos, que lo poco que escribieron uno u otro de los referidos Betancurt, y Juan Díaz de la Calle, y el desvelo en leer la abundancia de Dedicatorias y papeles sueltos, dirigidos al honor y culto de sus Excelencias. La observación de los casos y cosas notables, unas debemos a los mismos autores, otras a la tradición de viejos a mozos, y muchas a lo que hemos tocado con los ojos en nuestros tiempos. Estas son las oficinas de donde sacaré lo mucho o poco que podré participar a Vm. sin poner de mi casa otra cosa, que el lenguaje, estilo, orden, y trabazón, que por lo que a mí toca, puedo llevar, y algunas sutilezas, con que los Ingenios suelen divertirse, y travesear. Este es el metal de mi campana: si a Vm. gustare su sonido, aparejado me tiene para el trabajo; y si no, haga lo que más le cuadrare. �A quién no le ha de agradar, dijo el Paisano, la claridad y sencillez? Digo que me cuadra una y mil veces: y reniego del tiempo que he perdido y malogrado por mi desgracia y mala suerte. �Ha, Padre mío, volviéndose a mí, y como en el campo más infructífero, pobre, y estéril, se suele hallar el tesoro, que no se encuentra en la tierra que se jacta de amena, fecunda, y abundante! �Quién creyera, que en una población de Indios tan despreciable y ridícula como es esta de los Amoles, había de depositarse riqueza de tanto precio, y valor! Quien supiere, le respondí, que la mano de Dios no se ata ni abrevia para nadie, y que el Sol igualmente dispensa sus luces a los Indios y los Españoles. En este conocimiento estoy, prosiguió el Paisano: y desde ahora ya V. R. puede prestar paciencia con un huésped, que olvidado de sus empleos, negocios, e intereses, los pospone al gusto de sus amigos. Ahora sí que me río de la fortuna, porque sin temor de las hablillas, y de la mordacidad, podré parir lo que tenía concebido del verdadero, dulce, elocuente, y alto en sus conceptos, Solís: del incansable, y sabio investigador de las cosas, Pellizer, Salazar, Gil González, Betancurt, Boturini y otros. Ahora podré entregar a los moldes mi trabajo, para que su lectura se haga clara, inteligible, y menos molesta a mi Paisanaje; burlándome de los golpes de la censura, aun en unos tiempos como los presentes que los juicios de los Lectores se miran tan delicados, y escrupulosos. Ea pues, menos prosa, dije, y no se pierda el tiempo, que es lo más precioso. Y en el supuesto que están Vms. convenidos, lo que ha de ser tarde, que sea temprano: papel, plumas, y tinta no han de faltar: mi letra, aunque es gorda, se puede leer; y ya que no puedo ofrecerme para otra cosa, serviré de Amanuense. Por mí no hay embarazo, respondió el Indio; sólo si reflejo en lo que el Señor Español dice de los moldes, porque nos exponemos en este caso a que la rectitud de unos Tribunales tan serios, como son los de estas partes, tomen residencia aun de los defectillos más leves de nuestras diversiones y entretenimientos. Y no es lo más esto, sino que Vm. por Español, y yo por Indio, vendremos a ser el blanco de los pellizcos, araños, tarascadas y mordiscones, aun de los que no tienen uñas, y les faltan los dientes. Vm. viva entendido, que el que con más piedad nos mirare, callará en público por su modestia, y en secreto se burlará a carcajadas de nuestras intenciones; y el que no, nos dará el honrado tratamiento que merecemos, llamándonos ociosos, menguados, locos, y remendones, que ajustamos nuestro cotón de retazos ajenos. Y a la verdad, Señor Español, en nada mentirán, porque todo es viejo lo que yo puedo decirle. Muchos siglos antes de ahora está escrito con más elegancia y dulzura, cuanto pretende saber de mí. Las disputas, noticias, reflexiones, y argumentos, que servirán como de paladeo a nuestro gusto, los despreciarán con vituperio, como a digresiones impertinentes y molestas, por no tocar, y desviarse del hilo de la Historia. Pues cree, le respondió el Paisano, que nada me asusta de lo que a ti te intimida. En no oponiéndose a la Fe, buenas costumbres, y Regalías de su Majestad lo que hablaremos, no tienen los Jueces jurisdicción en nuestra libertad: y mucho mas echaremos la llave del seguro, si nuestros sudores se ajustan con las leyes de la razón. De todo lo demás no te haga fuerza, porque les tapa la boca Tucídides, persuadiéndoles, que siempre en el Mundo se representa una misma Comedia, sin otra diferencia, que mudar los nombres de los que se introducen en la farsa; y la Sabiduría eterna diciéndoles, que no hay nada nuevo debajo del Sol. El que remendemos nuestro saco con paño del vecino, es seguir la doctrina de Casiodoro: que más se ha de ajustar el Historiador a trasladar lo que lee, que no en inventar para que lean; y los dichos de Pedro Selense, y el Abad Gilberto: que el que no tiene troje, debe recoger las espigas de sus mayores. A nuestros razonamientos calificarán por digresiones los que no entendieren de tropos históricos, cuyo carácter es eslabonar lo más precioso, cuando parece que más se desvía del principal asunto. Y sobre todo, consuélate, que ni los Papas por Papas, Doctores Santos por Doctores, ni el Cristiano por Cristiano, ni el Gentil por Gentil, han estado libres de la censura, y la contradicción, hablando, escribiendo, y sintiendo mal los unos de los escritos de los otros. Dijo mal, y censuró Ocán al Pontífice Juan XXII, Rufino a San Jerónimo, Lupo a Prosper, Prosper a Donato, Salustio a Cicerón, Cicerón a Hermágoras, Aulo a Séneca, Horacio a Ennio, Aben Ruiz a Aristóteles, éste a Platón, Amort a la Ilustrada de Agreda, Gonet a Quiroga, y en nuestros tiempos Florentino a Fr. Fortunato de Brescia, y el Maestro Feijoo a Lulio, Guevara, Lyra, Pellizer, y otros, y a éste Mañer, Sotomarne, y muchos. Pongamos de nuestra parte lo que nos cabe, abrazando lo cierto, y desviando lo dudoso, diciendo lo verdadero, y no atreviéndonos a decir lo falso, que son las leyes que en el libro segundo de Orat. mandó observar en la Historia Cicerón; porque es la Historia Dama muy melindrosa, cristal que con el más leve soplo se empaña, paño tan fino y delicado, que no admite ruga ni doblez. Ahí no es nada: como que es, dijo el Indio, en pluma del mismo Cicerón, el más fiel testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, y anunciadora o panegirista de la Antigüedad; y se obscurecería este esplendor, si se tropezara con uno u otro descuidillo de duda o falsedad. Pues por eso digo, prosiguió el Paisano, que todo nuestro empeño ha de ser hablar con la verdad en la mano, aunque el estilo no tenga aquel adorno y hermosura que pide Virgilio en la Égloga VIII.;

                                 Quorum stupefactae carmine linces etc.

Ni la obra por su pobreza y humildad merezca en todo las alabanzas de Belloso, de ser noble en el arte, grande en las cosas, útil en las costumbres, elegante en la erudición, insigne en el estilo, y clara en la verdad. Esta virtud se concibe en la tierra, porque de ella nace; y le defraudaríamos a nuestro barro sus derechos, si no la amáramos como a hermana, y la desconociéramos como a extranjera. Seamos claros, ingenuos, y verdaderos en la poquita de historia y acontecimientos que trasladaremos, y mofe y ría el que quisiere; porque no anhelamos a darles una obra como aquella de quien dice el Poeta:

                                 Quod videas non habet, maius orbis opus;

Ni a imprimir nuestros afanes en otros pergaminos o papeles, que en las rústicas cortezas de esos Sauces, mudos testigos de nuestras conversaciones. Para eso último, le dijo el Indio, se puede acomodar bellamente aquello de Horacio en su Arte Poética:

                                 Linienda Cedro, et levi servanda Cupreso.

Pues por todo lo dicho, y un poquito de sufrimiento en las adversidades, continuó el Paisano, no tenemos que temer ni a los que nos calumniaren con sus palabras, ni persiguieren con sus obras. Fuera de que, aunque la agua se coge de este río, ya tengo dicho, que no es para que se beba aquí, sino para que la guste mi Patria: y sea turbia o clara, amarga o dulce, la ha de recibir piadosa, como que es fino obsequio de hijo a madre. Pues siendo así, respondió el Indio, no hablemos más en el particular, y demos principio a lo que importa. Aguárdense Vms. dije yo, que para entrar a esta casa, ha de ser por la puerta. �Y ya han elegido el nombre que se le ha de poner a esta nueva criatura intelectual? En verdad, respondieron ambos, que siendo obligación del Cura bautizar, creímos que también la tuviera de imponer los nombres. Y ya que no le tenga por el empleo de Párroco, téngala por el de Padrino, que para este efecto solemnemente le convidamos, y conferimos toda nuestra autoridad. Sonreime de la prontitud; y aceptando el cargo, les dije: lo que Vms. quieren escribir, es lo más precioso de la Historia Septentrional Americana, ya se considere en el melancólíco estado de su Gentilidad; y ya en la venturosa suerte de su Catolicismo: abrazando dentro de unos mismos discursos el orden Monárquico de la una, y la serie de Gobierno de la otra. El lugar que permite el día para que Vms. confieran, y yo escriba, es por las tardes. Con que debiendo el nombre convenir con la cosa, me parece que el nombre que se le debe poner es el de TARDES AMERICANAS. Y muéveme a dar este título, a más de lo dicho, los ejemplares de tantos, que prohijando para sí los días y las noches, adoptan para sus ideas los más fugitivos instantes. Llenos están los andenes de las Librerías de los rótulos y divisas: Noches Áticas= Mañanas de Abril y Mayo= Siestas de San Gil= Años Virgíneos= Días Eclesiásticos= Horas Canónicas= Hebdómadas Santas=Meses Josefinos, y = Siglos dorados. Todo cuanto se representa en este gran teatro del Mundo, es Comedia: y ya que no merezca esta obrilla tener lugar entre sus Jornadas, por falta de buenos papeles, podrá tenerlo en el de los Sainetes jocosos; porque cuando no enseñe con la doctrina, podrá entretener con el gracejo y la variedad. Hasta ahora no sé que tenga tocayo este mal pulido infante: y si lo tuviere, convendrán en el nombre; pero no en las complexiones. El consuelo que pueden tener es, que al que leyere con sana intención sus cláusulas, le agradarán: y la irrisión(11) que causaren (por ser estudio de un Indio, y un Español) la castigará con rectitud la dignidad de los Sujetos de quienes hablan. Alegres y regocijados con la invención, y últimamente persuadido el Indio por el Paisano, de que no hay Lías feas, cuando hay Jacobos enamorados, nos regresamos, por entrar la noche, a nuestras respectivas ubicaciones: ellos a estudiar lo que habían de dictarme, y yo a cercenar el papel, cortar las plumas, y adiestrar la mano. VALETE. [1]



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Tarde primera

Acredítase el carácter de la Historia Indiana con la luz de varios monumentos.

     Español. Raras fueron las Naciones que con estudiosa solicitud no procuraron dejar algunos monumentos para acordar a la Posteridad la memoria de sus Progenitores, hechos de sus Héroes, inclinaciones y costumbres de sus Antiguos. Muy distinguidas fueron aquellas, que aun revestidas del espíritu de ociosidad y torpeza, no trabajaron con algún desvelo en noticiar a los siglos la influencia de sus astros, propiedades de sus climas, disposición de sus terrenos, política de sus Repúblicas, economía y subordinación de sus miembros; valiéndose de la dureza de los pórfidos, de la [2] grosería de las pieles, y de las toscas cortezas de los árboles, como de desaliñados moldes, para imprimir sus caracteres y figuras: creyendo afianzar por este medio la duración de sus nombres, y que no caducaran entre las deshechas ruinas del tiempo y del olvido, como discretamente lo practicaron los Romanos, escribiendo los hechos de sus Capitanes, colgándolos en el Templo Panteón; los Troyanos grabando en las armas sus victorias; y el Sumo Sacerdote trayendo esculpidas en la vestidura las hazañas de los Capitanes de las doce Tribus: Et Parentum magnalia in quatuor ordinibus lapidum erunt sculpta. Unas empuñaron los créditos de sus escrituras en la elegancia del estilo, en la buena asonancia del periodo, y en la brillantez de sus cláusulas; usando de la galantería de estos adornos, como de preciosos licores, para embriagar dulcemente el ánimo, sin apartarlo de la verdad de aquellos testimonios con que pretende ilustrarlo. Otras hacían visibles sus tradiciones con la desazón de un molesto razonamiento, desagradables frases, desabridas pinturas, y desunión de aquellas partes que vuelven agraciado el sonido de la oración, empalagando el gusto de los melindrosos; como si el carácter de la Historia, y de los acontecimientos, fundara el valor de [3] sus asensos en los fugitivos humos de la melosidad, pompa, y hermosura; y muchas constituidas en el fatal extremo del brutalismo, ahogaron enteramente entre los precipitados desórdenes de la ignorancia y del descuido, aquellas noticias que pudieran contribuir a la instrucción, y menos obscuro conocimiento de sus principios.

     Digna de lamento debe ser aquella República que no puso todo su estudio en engrandecer su Estado, y llenar con la memoria de sus escritos de glorias a sus Pueblos. El empleo de depositar en los archivos los varios monumentos de las operaciones, y acaecimientos de las cosas, prosperidad o infortunio en los sucesos, aseguró de inmortal la fama de los Griegos y de los Romanos, ministrándoles copiosa luz a los Homeros, Foroneos, Cicerones, y Titos, para que en la elegancia de sus plumas pudieran verse los vastos volúmenes que componían las recomendables noticias de sus épocas. Y aunque estas Naciones se lisonjearon de imponer leyes a la elocuencia, al magisterio, y a las letras; no por eso dejaron de conciliarse elogios los Asirios, Hebreos, Egipcios, Lacedemonios, y otras muchas Gentes, porque con llaneza de estilo, y sin tan vivos encarecimientos, imprimieron con infatigable estudio los Apolonios, [4] Prometeos, Licurgos, Secundos, y otros, abundantes instrucciones de su heroísmo, y de sus hechos.

     Aquellos primeros Conquistadores de este nuevo Mundo, y los que inmediatamente sucedieron a ellos, no omitieron instruirse en los idiomas del país; valiéndose de la naturaleza, del arte, de la industria, y del desvelo, para ver si hallaban norte que los guiase al descubrimiento de algunas noticias, que unidas a método y serie historial, formaran un cuerpo digno del agrado, y de la recomendación. Pero hallándose burlados de su trabajo, no encontraron con otro premio que el engaño en algunas, la contradicción en otras, y en las más la obscuridad, el descuido, y pereza, en que se cree vivieron tan diversas Gentes y Naciones, apartadas del raciocinio, y entregadas torpemente a la brutalidad: tomando ocasión de esta delincuente falta de documentos los Autores de la Historia Indiana para opinar tan variamente, que arrastrados de sus dictámenes, y adhiriendo cada uno a su propio parecer, han decretado en la materia con la libertad y despotismo de independentes Jueces en causa propia; de donde se sigue, que los aficionados a la lectura, sin fijar el pie en la verdad, corren tras del bando o partido de la pasión, y no de la justicia. [5]

     Indio. No vivieron mis antiguos tan entregados a la ociosidad, trato, y versación con las fieras, que no fueran dejando en sus descendientes alguna memoria de sus antigüedades, ya fuese por relaciones, ya por figuras, símbolos, jeroglíficos, y caracteres, que esculpidos en unas planchas, tarjas, lienzos, palos engomados, y pencas de maguey curadas, que era el papel corriente, y hasta ahora usan algunos, y llaman metl, y nosotros ge-mitl, significaban los sucesos, al modo que otras Naciones en duros pergaminos, que enrollaban entre los vástagos del cedro, y púrpura de bermellón.

                                Nec titulus minio, nec Cedro charta notetur(12).

Las puntualísimas noticias que el Tlatoque D. Fernando de Alba Yxtlilxochitl dio del Imperio Chichimeco al señor Virrey D. Luis de Velasco, con relación Jurada, �de qué otros monumentos la ajustó sino de los mapas de primor exquisito de nuestros antiguos, donde se veían historiados todos los acontecimientos, principio, y fin de nuestras Naciones? La Historia general, Compendio histórico del Reino de Tetzcoco, Relaciones históricas de los Reyes Chichimecos, y Compendio de la Historia Tolteca, Chichimeca, y Mexicana, que trabajó el mismo Yxtlil, �de qué otra guía se valió, [6] ni qué otra luz tuvo para lograr el fruto de su aplicación, que las planchas y pencas en que con cifras escribían sus hechos mis Antiguos? La instrucción que el Señor de Tetzcoco, Pimentel, Juan de San Antonio, y Bachiller Cano Moctezuma, dieron a los Señores Virreyes, de las costumbres y modo de gobernarse: la Historia de los Toltecas desde que edificaron a Tula, con la sucesión de ocho Soberanos, sus nombres, empleos, y ejercicios, desalojamientos(13), y destinos: �de donde la tuvieron sino es de aquel Libro sagrado que mis Antiguos llamaban Teoamoxtli, donde estaban grabadas sus leyes y costumbres, sistemas de sus calendarios, caracteres de los años, símbolos de los meses y días, orden de los signos y planetas, ciclos, senios, neomenias lunares, religión, ritos, ceremonias, y todo cuanto correspondía al sabio establecimiento de una vida civil y política: llegada de los Chichimecas, peregrinaciones desde Amaqueme, fundación de Tenayucán, traslación de la Corte a Tetzcoco, y carácter de sus Príncipes: las jornadas de los Mejicanos desde su tierra Astlan, hasta avecindarse en los carrizales de la Laguna: los debates, infortunios, operaciones, guerras, y otros sucesos, hasta elegir Rey, su felicidad, y poderío: relación de los Dioses y ritos de todas mis Naciones: [7] Cronología histórica de los Potentados de Culhuacán: Escuelas, Universidades, Colegios, Artes, y Maestros que las enseñaban: la distribución de los días, semanas, meses, años, siglos, y reglas ara saber las festividades fijas y movibles, con la ciencia de ser éstas 16, �de donde lo supieron tantos Escritores Indios, entre los que sacaron la cara al teatro del Mundo Alvarado Tetzozomoc, Chimalpain, Ayala Cacique, Ponce, y otros, sino de los mapas, ruedas, y calendarios con que sabiamente se gobernaban mis Gentes, y que estaban a cargo de los Pintores, por concurrir en ellos con el arte, la noticia y destreza de unir sus figurillas para la significación de los vocablos?

     Al modo que de la colocación de las letras consonantes y vocales, formamos cláusulas y oraciones, dulces, sensibles, y galanas, no debiéndose tener por tan obscuras; que si las 16 letras caldeas y hebreas no hallaran Abraham y Moisés, 4 Palamedes, y 2 Epifarno, o los Fenicios, como quiere el Poeta:

                                  Phænices primi (tamen si credimus) ausi:
     Mansuram rudibus vocem signare figuris:

Y Isis y Nicostrata las griegas y latinas, que unieron y pusieron en composición Donato, Diomedes, y Prisciano; jamás se hubiera llegado a entender, [8] pongo por ejemplo, la Gramática eólica, ática, común, dórica, y jonia, que usan los Griegos, y la presta, mística, y romana que hablan los Latinos. En estas pinturas, que eran las letras de que se servían los Cartagineses, leyó Eneas la trágica destrucción de Troya; sin que por este modo de entenderse, se le pudiera a esta Nación defraudar el derecho a la cultura y raciocinio. Los Garamantas, Masagetas, y rústicos habitadores de la helada Escitia, no usaban de otros andenes en que depositar sus acontecimientos, que el testimonio y tradición de unos a otros; y tan ajenos estuvieron de ser notados con el denigrante de bárbaros, que antes merecieron los elogios de la soberanía de Alejandro. Siempre he tenido para mí, que a ninguno se le haría difícil adquirir un pleno conocimiento de sus significados, si hubiera quien ilustrara de los preceptos, reglas, y principios con que ligaron los caracteres los primeros Artífices y Compositores de ellos. Explicaré un algo, para que Vm. vea cuán fácil les sería instruirse en estas figuras, y a mis Antiguos conservar las cosas pasadas, y perpetuar las presentes.

     Para saber que los Tultecas fueron los primeros Artífices, Sembradores, y Pobladores de estas Tierras, y que éstos vinieron del Poniente, sucediéndoles [9]

los Chichimecas, traspuestos desde el Norte, cuya inclinación era la caza, con la que se alimentaban: preparaban una tabla, o curtidas pencas de maguey, y sobre ellas dibujaban la tierra, imitando con el arte las propiedades de la naturaleza: al principio de la pintura, sin precedencia de otros, unos monillos humanamente figurados, más o menos perfectos según la valentía del pincel, con las insignias de la Arquitectura en las manos, y unos granos de más en ademán de tirarlos, con un Sol sepultándose en su Ocaso, bajo de cuyas fallecientes luces colocaban su cuna y natalicio, desde donde caminaban y salían. A éstos seguían los Chichimecas arco en mano, y a sus pies, como en despojo de sus triunfos, muchos animales terrestres y volátiles, cruentas víctimas de los dardos y las flechas, y una faja azul encrespada con algunas salpicaduras de cristal, y mogotillos blancos; significativo todo de que su venida era del Norte, por las nieves y hielos que pintaban. Para distinguir las épocas, y los tiempos, se valían de los aspectos de la Luna, significando en las lunaciones los números, cuyo cuidado estaba al cargo de los Pintores, que eran los Maestros. La puntualidad de multiplicarlas con referencia a aquellas en que acontecían los sucesos, [10] era todo el estudio de estos Sabios, valiéndose de las figuras de cuatro rasguillos piramidales, alusivos a los cuatro cuartos de la Luna: de modo, que si al acontecimiento seguían cien rasguillos, contaban veinte y cinco Lunas, que venían a ser dos años poco más de nuestro regular cómputo. Para los ejercicios del día tomaban por gobierno la más o menos altura del Sol, como ahora los cultos Campestres la regulación de las horas por las picas que consideran de altura en él. El mismo gobierno observaban de noche, estando pendientes del curso de las Cabrillas: debiéndole advertir a Vm. que la sencillez de este manejo solo corrió en el primero y segundo periodo, porque en el tercero y cuarto, ya verá cómo se rigieron con método tan racional, sensible, y claro, como las más civilizadas Naciones del día.

     Español. Hace pocos años, que con la ocasión de vivir en una Población chichimeca, me intimé con un viejo Cacique, Cristiano, y de buenas intenciones, y tratando esta misma materia, me manifestó un cuadernillo, que se compondría de 50 a 60 hojas, y en él estampadas unas figuras tan horribles, que creyendo fueran algunos embelesos de sus hechicerías y supersticiones, me conturbé de tal modo, que el reposado Anciano, conociendo mi inquietud [11] y sobresalto, con disimulado gracejo me dijo: Aquí tiene, Señor Gachupín, las principales oraciones del Catecismo: hícele instancia porque me explicara el sentido de aquellos monstruosos figurones; y correspondiendo a mis deseos, comenzó por el Padre Nuestro, cuyos primeros rasgos eran unos monillos abrazados de un venerable Anciano, en demostración de rogar y pedir, pisando un campo azul éste, y aquellos un lienzo poblado de árboles etc. y replicándole que porqué usaban de aquellas asquerosas figuras en cosas tan sagradas, se volvió a sonreír, diciéndome: Señor mío, el que nunca vio ni conoció las letras del A. B. C. no será culpado en juzgarlas por palillos de tinta, o pequeñuelos monstruos que forma la travesura. Fuera de que semejantes figuras, digo retratos, no dejan de decir alguna proporción con sus originales. Éstos fueron unos robos que los primeros Católicos hicieron a mis Antiguos, con el laudable fin de que los Neófitos y recién convertidos aprendieran con más facilidad los primeros rudimentos de la Fe Católica; valiéndose de estas antiguas letras indianas aun los venerables Ministros evangélicos, como se lee de los Padres Sahgún, Benavente, y otros.

     Lo cierto es, que si aquellos celosos Obreros [12] de la Religión hubieran dejado correr éstas o semejantes señales y caracteres en los principios de la Conquista, no padeceríamos los Indios los desprecios de la ignorancia, barbarie, y brutalismo que nos imputan; pero sin luz de éstos, y creyendo que aquellas pinturas eran efecto de la idolatría que profesaban, quemaron unas, y condenaron otras al vituperio; con cuyo motivo los que las poseían, intimidados de la pena, procuraron por no sufrir el castigo, esconderlas de la vista de aquellos, que después con el conocimiento de los idiomas, símbolos, y jeroglíficos, pudieran haber formado considerables volúmenes de una Historia amena, y digna del aprecio. Como se prueba: pues por uno u otro documento que hallaron los Escritores de esta América escondido entre las ruinas del susto y del temor, han ministrado una tal cual luz de las antigüedades indianas.

     Indio. Muy corrientes fueron esas letras simbólicas en el principio de la Conquista, no hallando dificultad en entenderlas los que con algún estudio se aplicaban a unirlas. Muchos fragmentos conservo en mi poder, que podría enseñarle para que se deleitara algunos ratos, y tomara alguna tintura de los primeros dialectos, y cartilla característica de mis antiguas Gentes: juzgando este método [13] por más racional que el de otras Naciones, como las Nacteas, que para establecer sus proyectos, resolver sus ideas, emplazar sus maquinaciones, y distinguir los tiempos, usaban de unos manojos de varillas, invención engañosa, y nada segura. Y porque Vm. pueda en poco escribirle a sus Paisanos mucho de lo que somos, y fuimos los Indios, encomiende a la memoria el siguiente

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Soneto

                                   Los Indios de este Mundo Americano
Son de la humana especie, como todos:
Distínguense en los usos, y los modos,
Porque visten humilde, no profano.
En el color semejan al Gitano,
Tienen las propiedades de los Rodos,
Propensiones y genio de los Godos,
Y el culto y Religión a lo Romano.
Por aquestas divisas y señales
Ya podrás conocer, sin que te asombres,
Que los Indios son gentes, no animales:
Y así puedes desde hoy mudarles nombres,
Creyendo que los Indios tales cuales
Para todo cuanto hoy son muy hombres. [14]


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Tarde segunda

Gobierno gentil

Principio y fin de los Toltecas: varias operaciones, y llegada de los Chichimecas, con la resolución de los decantados Problemas de quienes, de donde, y por donde vinieron las primeras Gentes pobladoras de estas Tierras.

     Español. Deben los Escritores tratar el argumento que se proponen, con majestad, continuarlo con discreción, resolverlo con decoro, llenar los números de sus escritos con el carácter de lo fiel, libre, y verdadero. No deben atarse a los lazos del interés y del respeto; porque entonces más son las plumas cañones con que se bate y destruye la verdad, que pinceles con que se trata y eterniza el desengaño. No deben ser los instrumentos con que se criben sus conceptos las pasiones, sino las tintas, porque con éstas, se llena el papel de edificaciones(14); y con aquellas, de adulación y lisonjas. Me [15] ha parecido introducirme con este exordio, porque lleves advertido, que quiero que el carácter de tu lengua sea como la pluma del Escritor, que escribe velozmente la verdad, proponiendo los lances, y Sujetos de la Monarquía como ellos son, no como tú quieras que sean; separando lo cierto de lo dudoso, y lo verdadero de lo falso.

     Indio. Y le faltó a Vm. que decir lo que Horacio de los Pintores, y de los Poetas, porque ya he visto a más de cuatro Escritores, que transformando en pinceles sus plumas, pretenden que se les aplaudan sus rasgos por valentías, y sus sombras y obscuridades por primores. Vm. crea, que debí a Dios el beneficio, en medio de ser un desdichado Indio, de que me diera unos padres honrados, y enemigos de la mentira; y siendo mi genio inclinado a detestarla, y amar la verdad, en nada tengo que vencerme: esto supuesto, Vm. oigame, y crea cuanto yo le dijere.

     Los primeros que habitaron estas tierras, fueron unos hombres excesivamente grandes, esforzados, y de triplicada corpulencia de nosotros: llamábanse Quinametzin o Gigantes: dícese que éstos fueron destruidos por los Xicalancas y Olmecas, Gentes briosas, y de recomendable inventiva para los lances de la guerra. Después de esta [16] Nación gigantesca, poblaron los Toltecas, Nación útil, dócil, tratable, y provechosa para todas las operaciones y cultivos de la tierra. Fueron los primeros que sembraron el algodón, el maíz, y otros frutos y semillas, para alimento y conservación de la humanidad: los descubridores del oro, y de la plata, curiosos Lapidarios, y ágiles en todas materias. La destreza en la Arquitectura, no hace muchos años que se dejaba ver en algunos edificios, cuyas caducas ruinas eran pregoneras de las habilidades de sus Operarios y Alarifes; por cuya causa el nombre Tolteca, importa lo mismo que Artífice grande. Vinieron de una Tierra llamada Huehuetlapalán, en el año cetecpatl, esto es, un año entrado al octavo de la quinta edad, que era el de doscientos y ocho de habitar en sus Regiones. La primera que poblaron, Corte y Cabeza de su Imperio, fue Tula, distante doce leguas de Méjico.

     A los ciento y cuatro años de su llegada coronaron por Rey a Cholchiuhtlanextzin: sucedió a este Txtilcuechahuac; y tras de éste reinaron Huetzin, Totepeuh, Nacaxoc, Mitl. Éste levantó un suntuoso Templo a la Diosa Rana: por muerte de éste entró en el Gobierno la Reina Xiuhtzaltzin, y por la de éste Tolpiltzin, octavo y último Rey [17] de los Toltecas, Gentes pacíficas, poco o nada guerreras, en la religión idólatras y supersticiosas, enemigas del ocio, e inclinadas al trabajo, y de bella disposición sus cuerpos. Contaban su edad o xiuhtlalpile de cincuenta y dos a cincuenta y dos años: éste era un siglo para todos los Gentiles Indianos. El fallecimiento de esta edad, era la época más gloriosa y memorable para esta Nación, y las que después sucedieron; porque retocaban la piedra, renovaban el fuego de sus sacrificios: en esta hacían crisis sus reinados: de suerte, que si pasaba de cincuenta y dos años el Reinante, contándose desde su coronación, era depuesto, y entraba el Sucesor; y si moría antes de cumplirlos, gobernaba el Magistrado de la República, con una especie de gobierno aristodemocrático, hasta cumplirse en esta la edad, en la que sucedía el heredero legítimo. Las pestes, hambres, y calamidades insufribles que por algunos años padecieron, les precisaron a desalojar estas tierras, creyendo ser efectos de las venganzas de sus Dioses, y voluntad de que transmigraran para Campeche, Honduras, etc.

     Mientras fracasaba entre las deshechas tempestades de tan repetidas desgracias este infeliz Reino Tolteca, dirigían sus intentos para estos [18] Países, desde el Septentrión, por la parte del Norte, los Chichimecas, cuya Capital era Amaqueme: traían por principal Caudillo al Príncipe Xolotl, y otros doce o trece Capitanes con él: eran estas Gentes de condición altiva, guerrera, feroz, y poco doméstica: cubrían sus carnes de toscas pieles, y sus aspectos de terror y espanto. La ambición de exaltar sus nombres, aun a costa de vencer escollos, les hizo llegar hasta las cercanías de la que hoy es Méjico: aquí fundó el Príncipe un Pueblo que tomó la derivación de su nombre: revistó su gente, y halló ser tanto el número, cuanto correspondía al de poder formar doce cerrillos o promontorios con tan sola una piedra que cada Persona sola una vez trajo en la mano: repartiola por las sinuosidades, cuevas, y rincones de las serranías, proporcionándola a la caza, único ejercicio, oficio, e interés de sus comodidades y alimento, siendo despojo de sus flechas toda especie de animal. Ordenaron Congregaciones populosas, y Corte para su Caudillo y demás Señores, con nombre de Tenayucán: exploraron la tierra, a cuyo empeño debieron el importante hallazgo de algunas familias Toltecas, que unas habían tomado por asilo el húmedo sepulcro de los carrizales de la Laguna, y otras las escondidas cuevas que se [19] formaban del volcán hacia el Medio día: por éstas supieron haberse ausentado su Nación precipitadamente, poco más de cinco años, y las tierras de su alojamiento.

     Aprendieron a sembrar maíz, cultivar la tierra, y otros ejercicios menos molestos para sus afanes, logros, y contratos. Ligáronse con estas escasas familias por medio del matrimonio, de cuya unión resultó instruirse en el mecanismo y otras racionales industrias, civilizándose y haciéndose domésticos y sociables. De día en día crecía más el número de las gentes, así por las que nacían, como por las que de nuevo se avecindaban de otras tierras, atraídas de la fama de Xolotl. Entre otras fueron seis Señores de su antigua tierra Amaqueme con muchos Vasallos que les acompañaron, y otros tres que vinieron del Poniente, del linaje esclarecido Citin o Ulcuas: arrastraban estos Personajes entre todos, las veneraciones que los Cornelios, Camilos, y Marcelos entre los Romanos. Estableciéronse con un grueso Ejército, y casaron los dos mayores con las dos únicas hijas de Xolotl.

     Dilató este gran Emperador su poder hasta la esfera de la mayor altura; todo le fue debido por las raras virtudes de que fue dotado: era medido [20] en sus acciones, agradable en el rostro, moderado en sus palabras, tardo para el castigo, blando para la misericordia, maduro en resolver, diligente en reparar las cosas de su nuevo estado, avenido con el consejo, dulce con sus familiares, benigno con los extraños, y amante de sus súbditos: la heroicidad de estos atributos le afianzó, aun en medio de los bandos e inquietudes que contra su majestuoso decoro maquinaron los mal contentos, con tanta fijeza la Corona, que a los ciento y sesenta años de su edad, y noventa y nueve de reinado, dejando sus Pueblos en paz, y por sucesor y heredero a su, hijo Nopaltzin, murió, cubriendo de universal sentimiento a toda la tierra. Murió Xolotl, porque vivía como todos sujeto a la violencia y poder tirano de la muerte. Murió Xolotl, Atlante y principal Cabeza de tan dilatadas Generaciones. Murió, debiendo ser inmortal por sus virtudes y sus hechos. Corto es el espacio que nos permite la tarde, para poderle formar en breve laconismo a tan gran Héroe, unas justas y dolientes exequias, dignas de su memoria y de su nombre.

     Español. Deja por ahora esos melancólicos acuerdos, que buen cuidado tendrán las frías losas que encubren sus cenizas, de predicarle esos [21] y mayores elogios, si él vivió conforme a las sagradas leyes de la naturaleza, y vamos a lo que importa. Afirmas que los Gigantes fueron los primeros Pobladores de estas tierras, siendo así que algunos Críticos de estos tiempos, y muchos de los pasados, hasta les negaron la existencia, creyendo que lo que Dios habló por sus Oráculos fue en un sentido metafórico, ponderativo, e hiperbólico.

     Indio. Pues Señor mío, si esos Sabios incrédulos hubieran venido a estos Países por los siglos diez y seis, y diez y siete, hubieran visto con sus ojos muelas del peso de dos libras, y cabezas correspondientes a la deformidad de estos huesos; y el Caballero Boturini por el año próximo pasado de cuarenta y cinco, muela de tanta magnitud, que pudieran repartirse en ciento de las nuestras: con que si no se allanaban a conceder la infalibilidad de las Escrituras, se convendrían en dar asenso a la evidencia. Muchos se fundan para negar la Fe de estos testimonios, en que la larga distancia de tantos siglos los había de haber resuelto en su principio, que es la nada, o la incesante revolución de los tiempos los había enteramente deshecho y consumido: sin hacerse cargo que en las montañas del Perú, hace pocos días, sacó un célebre [22] Investigador(15) de la naturaleza, de la dureza de sus entrañas, peces del mar, conchas petrificadas, arborizaciones marinas, y toda suerte de plantas que se crían en el fondo de este elemento, no siendo bastante ni toda la formidable inversión de las cosas en el Diluvio, ni las continuas alteraciones de los tiempos, para borrar estas imágenes, aniquilarlas y destruirlas; y el Francés Pedro Morlet, mucha osamenta petrificada en las montañas de Burgos, asegurando este diestro Escultor, ser de los Gigantes que. perecieron como todos en el Diluvio.

     La verdad de que hubieran poblado éstos nuestras tierras, estriba en la tradición, y en las Historias, que afirman haber sido los Xicalancas y Olmecas los valientes agresores de tan desmedidos Jayanes, y prescriben sus operaciones, orden, ejercicios, y economía de vivir y multiplicarse: y porque no hagamos pie a lo que pudo o no pudo ser, vamos a lo verdadero y seguro, como es que los Toltecas fueron los primeros Pobladores, o a lo menos, los que primero dieron principio a la serie formal de la Historia.

     Español. Dices muy bien, y no pongo duda [23] que esta Nación fuera la primera de esta parte septentrional, cabiéndome mucha en su origen y llegada a esta cuarta parte de Mundo, no habiendo Historiador que concuerde con otro en su dictamen.

     Indio. Es cierto, Señor mío, que muchos han fatigado su estudio a fin de descubrir ese secreto, y como no han hallado luz que los guíe a la verdad, han sido tantas las opiniones cuantos los Escritores: nada se les escondió a mis Sabios Toltecas, siendo tan puntuales Historiadores de sus sucesos, que hasta el Diluvio se encuentra demarcado entre sus Mapas: y si en aquel Libro Divino, que en tiempo de Yxtlilcuexahuac Rey de Tula, y de Huematzin celebérrimo Astrónomo, con junta de todos los Sabios escribieron, revolviendo cuantos monumentos escondía mi Antigüedad, trasladando de éstos su origen, división de sus gentes en la confusión babilónica, peregrinaciones por la Asia y África, llegada a estas partes, fundaciones, y progresos, y otras preciosas noticias; se hallaran las que para este intento eran necesarias, no hubieran los Autores con tanta variedad opinado, afirmando unos, que fueron aquellos Hebreos de las diez Tribus cautivas por Salmanasar Rey de los Babilonios, las que no cabiendo en la [24] Asiria, pasaron a poblar tierras remotas y desiertas: otros no conviniendo con esta edad tan larga, y tomándola desde la destrucción de Jerusalén por Vespasiano y Tito, quieren que los Prófugos y Vagos fueran los primeros Pobladores de estas Regiones; unos asientan que fueron los Curlandios, Gentes sujetas al Rey de Polonia, y habitantes en el Sur que colinda con nosotros por la tierra del Labrador; otros que los Romanos e Islandeses, parificando con los que en tiempo de Huemac Rey de Tula aparecieron con ropaje negro y largo al modo de sotanas, la materia de lino, cuello de escote, mangas cortas, caras rayadas, y propensión a alimentarse con carne humana, venciendo el estrecho hasta arribar a Tampico; y muchos escriben que fueron los Fenicios, por ser los más símbolos y congeniales con los antiguos Toltecas. Quienes afirman, que los Tártaros por vencer con una gran facilidad la gran muralla que los dividía de la China, y las largas navegaciones desde ésta hasta nuestras Costas: y cuales creen que fueran siete familias o generaciones, que separadas de la confusión de Babel, transitaron toda la Asia, y devinieron a arribar a la Península de la California; creyendo asimismo, que estos Trasmigradores fueron los nietos de Chan hijo [25] de Noé: diferenciándose muy en poco los que fundan su dictamen con los Tártaros, respecto de los Asiáticos.

     Español. A estos y otros pareceres semejantes jamás he podido ajustarme, por los muchos inconvenientes que pulso; y si yo hubiera de hacer opinión, diría, que no pudieron ser otros que aquellos que habitaban las tierras más vecinas al Trópico, que desde luego serían los Africanos que lindan con los Tenerifes: y la razón es, porque ninguno puede por tierra arribar a estas partes, por constar claramente que son Islas las dos Américas; y cuando no fuera así, la unión que podrían tener, habría de ser no por la parte del Sur, creyendo algunos que se comunican por el Cabo del Estrecho de Magallanes; sino por la del Norte, cuyo helado clima y vecindad con la Zona frígida y Círculos polares, hace tan intratables los parajes y tránsitos, que aún niega la habitación, estalaje, y domicilio a las fieras; no faltando quien con su pluma pretendiera templar el rigor de los hielos, facilitándoles conductas por el soñado Estrecho de Annian, situado en el Norte, pasándolos a estas partes en unas balsas, chalupillas, o canoas. Digo pues, que no conviniéndome con estos y otros dictámenes, que se han fundado sobre [26] principios débiles y obscuros, y lo que es mas, sobre montones de imposibles; y creyendo ser fuerza que su tránsito fuera por los mares, en unos tiempos que tan poca o ninguna luz ministraba la Náutica, pues sólo tenían adquirido un simple manejo de ella, como lo tenía Noé, constando de muchos graves Doctores, que visitó por el Mediterráneo a sus hijos, que los tenía repartidos por varias partes del Mundo, tomando este segundo Padre de la humanidad dechado en la Nave en que Dios lo libertó del universal Diluvio, para fabricar embarcaciones con que poder flotarse sobre las aguas.

     Los habitadores del centro o cabos de África, los debemos suponer menos torpes en la Marina, por las utilidades que les inferían las pescas y negociaciones oportunas: y estando como están inmediatos a los Trópicos, era regular que los montaran sin la dificultad que los demás habitadores de la tierra, tropezando antes de arribar a dichos Trópicos con los escollos, estrechos, y rápidas corrientes que causan los huracanes y ráfagas de viento encontrados; y una vez puestos entre las dos líneas, ya no se pulsa inconveniente alguno para arribar a estas partes: porque gozando como gozan desde allí los mares de la bonanza de favorables [27] vientos, corriendo de la parte de Levante, aunque se aparten algo de la Linea Equinoccial entre los Trópicos, y ocupando las Américas toda la parte del Globo hasta los cincuenta y cinco grados, en el Hemisferio austral, no se percibe duda en que los Africanos fueran conducidos de los vientos bonancibles a ser los primeros Americanos Pobladores. Dase bastante prueba a lo dicho con lo que todos aseguran de aquel Piloto, que o bien fuese Español, o bien Martín Bohemo, natural de Nuremberg, dio luz a Cristóbal Colón del descubrimiento de la Isla Española.

     Dicen que traficando en las Costas de África, y arrebatado de una violenta tempestad, dio con su Navío en la América(16). Por ninguna otra parte del Mundo que no fueran las Costas de África, podría verificarse semejante arribo, por correr siempre, y sin variación, como llevo dicho, los vientos de la parte de Levante, ya sean fuertes y tempestuosos, ya sordos y apacibles: y así como éste involuntariamente fue conducido; no es inverosímil creer sucediera así a los Costeños Africanos de que hablo. De este sentir es Aristóteles, a quien sigue Teofrastro citado por Alejo Venegas. [28] Las palabras del Filósofo son las siguientes: Unos Mercaderes navegaron desde las Columnas de Hércules, y a cabo de muchos días de navegación hallaron una Isla, que distaba de la tierra firme, en la cual no había moradores, aunque era abundante de todas las cosas necesarias a la vida humana (a más de muchos Ríos navegables que había en ella) (nótese los muchos Ríos) por lo que acordaron de quedarse allí, y poblaron la Isla. A este dictamen se arrima (según Bougainville, ilustre Individuo de la Academia de Inscripciones y Bellas letras de París en su prim. Mem.) el antiquísimo Geógrafo Eratostenes, asegurando por la relación que tenía de los Viajeros, estar habitada la Zona Tórrida de Gentes. Éstas, dice Diodoro en el lib. 5. ser los Cartagineses Africanos; juzgándolo así otros algunos, como quieren los eruditos Mohedanos (Hist. Lit. de Esp. Lib. 37.): y el P. Orrio (Consectario 3. pag. 66.) afianza, que Chan hijo de Noé fue el primer Poblador de la África, y que de éste se propagó la América, habiendo sido continente con la Costa occidental de Guinea. Lo único que puede oponerse a este modo de pensar, es el constar en la Historia; que los Toltecas vinieron de la parte del Poniente, como por Jalisco, y los Chichimecas de la parte del Norte, como por el Nuevo Méjico: [29] pintando la venida a esta Tierra de Anahuac en un Mapa donde se descubre un gran brazo de mar, ríos, y lagos de poca o mucha dilatación, y unas barquillas de madera, o carrizales fuertemente tejidos, en que navegaban; y siendo así, como lo es, no pudieron venir del Oriente los que tenían sus mansiones en las partes del Norte y Poniente.

     Yo rendiría la fuerza a la razón, si la abundante pintura de ríos, brazos de mar, y lagunas, como se vio igualmente en el Filósofo, no nos persuadiera a que colocados los Africanos en las Islas de Cuba, Santo Domingo, Florida, Habana etc. no pudieron esguazar, como lo hicieron, al Ancón bajo, Río de las Nieves, Río de Flores, Bahía del Espíritu Santo, Río de Pescadores, Río de Palmas, y Río de Panuco, apoderándose de sus Costas para ocupar la Abadía, Guasteca, Río-verde, y Colonia de Santander, comunicándose por Soto a la Marina etc. Otros desde Cuba tomaron el rumbo de Yucatán: de aquí el del Río grande, Cabo de Camarón, dejando el Puerto de las Higueras, Caballos, y Triunfo de la Veracruz: de Camarón, el Desaguadero que viene de la Laguna de Nicaragua, bogando por el Cabo Blanco, Puerto de la Herradura, Posesión de Nicaragua, Bahía de Fonseca, Cholulteca, Río de Quahutemala, Citula, Laguna [30] de Cortés, Puerto Serrado, Tequantepec, Colima, Cabo de corrientes, Puerto de Navidad, Chiametla, Río de Miraflores, Punta de Ballenas, o Tierra de Californias, donde se arrancharon muchas familias por la fertilidad y desahogo del País: y muchas siguieron de la Punta de las Ballenas a la Bahía del Abad, Cabo del Engaño, Cabo de Cruz, Puerto de Sardinas, Ancón de San Miguel, Bahía de los Fuegos, Costa blanca, Sierras nevadas, Puerto de todos Santos, Cabo de Galeras, Cabo nevado, y Bahía de los primeros; y hallándose sobre cuarenta a cuarenta y cinco grados al Norte, formaron sus estalajes, no queriendo probar con el poco reparo, el rigor y crudeza de los hielos. Multiplicados por largos tiempos en dilatadas generaciones, y encendidos con guerras civiles los ánimos, por sacudirse los débiles el yugo de los Poderosos, fueron viniendo sucesivamente unos tras de otros, como ya veremos en el discurso de nuestras Tardes.

     El motivo de no desembarcar en las Costas de la Veracruz, siéndoles más fácil que el molesto tránsito que les damos, pudo tener su origen, o en que divertidos por los rumbos dichos, pudieron no acertar con éste; o en caso de arribar, hallar poblada la tierra de la Nación gigantesca, y ladearlo [31] para las partes referidas. Fuera de que las siete cuevas de donde salieron para poblar los Chichimecas el Norte, o tierra de Amaqueme, son unas Islas que colocan éstos en sus Mapas más hacia el Oriente que hacia otra parte alguna, confundiéndose con los de los Toltecas, que las sitúan en el Poniente; bien es que los Mapas de éstos no nos pintan tierras, sino familias: y cómo éstas vaguearon sin fijeza alguna por tan varios rumbos, olvidados del viento que correspondía a las primeras estancias de sus Mayores, creyeron ser su venida por aquella parte donde se hallaban arranchados. Y cuando esta razón no fuera bastante, lo sería la de los muchos ríos y brazos de mar que nos pintan los científicos Toltecas en sus Mapas, hasta colocarse en el Poniente, cuyos esguazaderos no se verifican por otras partes más que por las dichas.

     Ni hace fuerza el imposible que aparatan, de no poderse navegar el Océano que media desde los Trópicos hasta las Islas de Cuba, Santo Domingo etc. en unos vasos tan inconstantes y pequeños, que al más ligero dengue de una ola, infelizmente fracasarían, no bastando toda la destreza del ingenio y habilidad a sujetar el poder de un elemento tan soberbio; afianzando este modo de pensar con la difícil conducción de viáticos en una [32] navegación tan dilatada, y no conocida por los primeros Marineros: digo que no hace fuerza, porque se debe juzgar, que unos hombres que pulsaban de día en día el furor e inconstancia de los mares, no se arrojarían a ellos conociendo el peligro, si no aseguraran la preciosa joya de sus vidas en buques capaces de hacer alguna resistencia a su orgullo; tomando este dechado, o ya en la Arca, o ya, como dije, en la Nao en que el gran Padre Noé surcaba todo el Mediterráneo. Y siendo los vasos de algún mediano desahogo, ya es fácil creer, que se abastecerían de víveres, con la desconfianza de aquellos, que sin fijeza de rumbo ni destino, anhelaban a descubrir Mundo desconocido; entendiéndose esto en el caso que la navegación fuera tan dilatada como los poco instruidos quieran pintársela; que los que no, bien saben, que una vez montados los Trópicos, y batiendo con alguna fuerza el Levante, en el corto espacio de ocho a diez días, se vence la larga carrera del Golfo, y con felicidad se arriba a las Costas sobredichas; desde las que es creíble inventaran los barcos, canoas, y chalupas para traficar en los pequeños brazos de mar, lagunas, y ríos, pudiendo moverlas de una a otra parte; que no lo harían con vasos grandes, y de mediano volumen: socorriéndose con esta industria [33] fácilmente de la agua, cortezas, y raíces de árboles, que es el alimento de que se mantenían, y hoy los Isleños llaman cazabe(17). Este es mi parecer, ahora tú seguirás el partido que más racionalmente te adaptare.

     Indio. No me desagrada el modo de opinar de Vm. y en el caso de no haber, como no lo hay, testimonio, revelación o divina escritura en contrario, nada perderé en seguir su dictamen; y pues Vm. habla con la libertad de Maestro en este asunto, quiero que me diga, �cómo siendo esos Africanos de una misma Nación, y propio idioma, sembraron tantos, como pudieran los edificadores de Babel? Quiero asimismo que me aclare una dificultad que jamás he podido vencer, y es, que suponiendo el que estas Tierras antes del Diluvio estarían pobladas de Gentes, como que era crédito de la Omnipotencia dar lugar y plenitud a lo vacío, concurriendo el que cuantas más criaturas dilatara por el universo, esas más imágenes y copias tendría de su divino Ser y grandeza; y no habiendo método, idea o noticia de la Arca, ni de otra embarcación alguna para flotarse en las aguas, sería regular, que atropellaran con el rigor de las nieves que les [34] causaría la Zona frígida, o Círculos polares; si no es que antes del Diluvio no fuera tan cruda, o hubiera otras tierras templadas que se unieran con éstas, libres de las aguas que después, por las del Diluvio, se congregaron mares; o si no, que Dios usando una de sus raras maravillas, como con los hijos de Israel, les facilitase el tránsito para estas Tierras: y en este caso, quisiera yo el que Vm. me dijera, si serían Hebreos, Cartagineses, Fenicios, Griegos, o Españoles los primeros que las habitaron.

     Español. Supón que no todas las Tierras antes del Diluvio estaban pobladas, como observamos muchas en el día, y cuando lo estuvieran, como dice un Moderno por estas palabras: La América estuvo poblada antes del Diluvio, como el resto de la tierra::: hay en ella vestigios del Diluvio, como son los testáceos, los montes de piedra suelta, que entonces arrollaron las aguas, como se ven en la California(18), nada pudo rastrearse, porque todo quedó ahogado entre los sepulcros del abismo. Que de los Cartagineses se difundieran tantas y diversas lenguas, sin asemejarse las unas a las otras en la pronunciación, ni en el sonido, no debe hacerte fuerza, cuando de los tres hijos de Noé, que no hablaban [35] más que la lengua de su padre, y los Alarifes de Babel, que se entendían como si no tuvieran mas que un labio, dimanaron los setenta y dos idiomas con que cada Nación se distingue en el Universo. Además, que si damos fe a tus Historias, en ellas leemos que Tztacmehuatl, habitador de las siete cuevas, y maternos senos donde se engendraron las más Naciones pobladoras de estos Países, tuvo seis hijos, entre los cuales fueron Otomitl, Tenuch, y Mixtecatl de tan distintos idiomas entre sí, como lo es el hebreo del griego, y el griego del portugués. Que Dios obrase de sus adorables prodigios en el racional e irracional pueble de estas Tierras, tampoco lo dudo; porque así como no faltan Santos Padres que digan, que los Ángeles, en obedecimiento a los soberanos órdenes del Autor de la Naturaleza, introdujeron los insociables brutos, e indómitas fieras en el Arca, para repararlas del universal estrago, y por el mismo las trasladaron a sus respectivos lugares; con mayor causa lo ejecutarían con la especie humana, antes y después del Diluvio, por resultarle más gloria y magnificencia al Supremo Criador de ello. Esto es lo que alcanzo, y baste por ahora, que ya es tarde.

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