A cierta romería, A cierto pecador impenitente, A Curro el figurero, A la ostra le dijo la sardina: A un ciego le decía un linajudo: A un peral una piedra Al buen Esopo díjole un borrico: Amarilla volviose Amé a Dios y a mis padres, fui buen hijo, Bebe agua pura como yo, borracho, Blanca, rubia, lindísima, salada, Cayó en la red del pescador artero Cierto lapidario Cierto león solía Cuentecillo forjado por deleite De aquel célebre Juan, por mote Lanas, Disputaron el agua y el espejo, Dos caracoles un día Dulcísimos ecos En el silencio de la noche oscura Gastó su hacienda un rico Haciendo por Tetuán una jornada, Hambriento un avión cogió un mosquito, Hay, según los navegantes, Hecho ya el mundo y poblado Hizo un rey extractar su librería, Hízose moda llamar Insectillo La emperatriz Sofía La espiga rica en fruto La madre de un muchacho campesino La rebelde, la rústica peonza Llevaba por las calles un jumento Llevaban a enterrar dos granaderos Magnífico manzano Mira esa fuente plácida, Florencio, Miraba Calderón (no el de la Barca, Murió mi dulce María, Murmuraba impaciente Muy de madrugada Náufrago libre de borrasca fiera, No lejos del Estrecho Nuestros romances de ciego Para ocultar el rostro Perdido en un desierto Pintaba el celebérrimo Timantes Pintó el insigne Don Francisco Goya Poeta campanudo, que te pierdes ¡Qué mal (gritó la mona) Quejábase el oso torpe Rabiaba un carnicero Resto de una comida, Señor maestro, (preguntó Raimundo) Señor, es fuerza que la sangre corra, Tantos y tales trabajos Un laborioso anciano Un pescador, vecino de Bilbao, Un pobre pescador, volviendo al puerto, Yo esa higuera planté y aquel manzano,
|
|