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Juventudes en marcha

Juan Ramón Masoliver





Al amigo que años atrás trataba de convencerme de que es este un país de tenores, le invitaría a visitarlo otra vez y constatar de visu el temple de las nuevas generaciones; aunque a fuer de buen deportista habrá tenido ya ocasión de cambiar de parecer. En pocos sitios se echa de ver tan a las claras lo que va de una generación a otra, de uno a otro sistema; el muchacho italiano respira optimismo y obra con el equilibrio propio del instrumento mediato y consciente del avance de la nación; los demás, los anteriores a la guerra y a la revolución de 1922, se han visto encuadrados en una gigantesca máquina estatal que, muchos de ellos, o no sienten o no han comprendido aún por completo. La juventud italiana, en cambio, siente la responsabilidad de sus actos -como grupo selecto de la nación- y el amor al peligro: donde mi amigo decía, tenores habrá que entender luchadores -y luchadores con disciplina e ideales comunes.

Las algaradas estudiantiles han quedado relegadas a la carnavalada de «le matricole»: las novatadas y algazara que un día al año invaden las ciudades. Han desaparecido las barricadas y el chuleo con los guardias, al acercarse las vacaciones, y las huelgas estudiantiles son fruta exótica: la guapeza y el instinto de emulación se ventilan en los campos de deportes, frecuentados por un ejército de millones de jóvenes.

Aún está en la memoria de todos el brillante papel de Italia en la Olimpiada de Los Ángeles, al conquistar el segundo lugar de la clasificación por países, inmediatamente después de los Estados Unidos; más palpable, si cabe, ha sido el resultado de los Juegos Internacionales Universitarios celebrados en Turín hace dos meses, en que el equipo italiano se colocó a la cabeza, entre las aclamaciones de los setenta mil espectadores que llenaban a diario el estadio Mussolini.

Sería largo reseñar la infinidad de manifestaciones deportivas de todo género en que se desarrolla y educa la juventud italiana. Baste solo decir que en cuatro meses han sido batidos cinco records mundiales y que doscientos cincuenta deportistas italianos han salido vencedores de pruebas internacionales. Sus nombres -citados en la Hoja de órdenes del partido- ponen de manifiesto que el deporte se practica en todas las clases sociales: obreros, estudiantes, empleados, aristócratas; tratados en pie de igualdad. Siéntese a las claras que el individuo no importa más que como índice de la masa disciplinada, que lo importante es la tendencia. Este deporte sin divismos es el instrumento de que se vale el fascismo para lograr la mejora física y moral del pueblo italiano. Y no es exagerado decir que todo el país se ha transformado en un inmenso campo de deportes.

Especial esmero ha puesto el régimen fascista en ganarse las juventudes, que el hombre maduro ya procura arrimarse a la parte que le asegura su hacienda. Y el niño italiano sabe que -si es pobre- escribiendo al Duce podrá continuar sus estudios; que la Opera Nazionale Balilla le paseará por las colonias, por Italia y por el extranjero; y si quiere esquiar, sobre enseñarle le proporcionará esquís y bastones por veinticinco pesetas. Sabe el muchacho que para conservar la patria hay que creer, obedecer y combatir; por eso, cuando en nombre de ella han sido llamados al deporte, no ha faltado uno.

«Las Olimpiadas, en las que hemos de obtener -para brindarla al Duce- la más neta victoria, han de medir a los futuros campeones -así ha alentado a los fascios juveniles Aquiles Starace, secretario del partido y jefe de los mismos;- campeones que sólo pueden emerger del levantamiento en masa de nuestras filas». Señala a continuación las actividades a que se entregarán las organizaciones juveniles para lograr la meta apetecida, y el calendario de los campeonatos que han de mantener vivo el esfuerzo. Campeonatos de esquí, en enero y febrero; de cross-country, en este mes; motociclismo en verano; atletismo, natación, boxeo, esgrima y remo, en septiembre; tales son las pruebas nacionales a que será sometido el contingente estudiantil comprendido entre los 17 y los 22 años. De especial importancia, además, será el «Gran Premio de los Jóvenes»; y se recomienda a las comandancias provinciales el desarrollo de la gimnasia, motociclismo, vuelo sin motor, hípica y deportes de combate.

Un espíritu deportivo, que en nada desmerece del de las dos famosas universidades inglesas, se ha apoderado de los ateneos italianos. Más lo que en aquéllas es lucha entre dos modos de pensar y dos viejas escuelas, es en estas aspiración a poder llevar sobre el pecho la M de oro del Duce; el honor de colocarse a la cabeza de una cruzada nacional. Tal es el espíritu con que se preparan activamente los «Lictoriales de la cultura, del arte y del deporte», que en Florencia y Milán se celebrarán en primavera.

Del 29 de abril al 6 de mayo próximos, las selecciones de los GUF (Grupo universitario fascista) se disputarán en la ciudad lombarda los grandes campeonatos de atletismo, natación, water-polo, esgrima, rugby, basket, boxeo y vuelo sin motor; con anterioridad -del 26 al 31 de enero- habrán tenido lugar los de deportes de invierno. Mientras duren los Lictoriales y con anticipación de veinte días, se cerrarán temporalmente las universidades para la mayor intensificación de los preparativos.

Para computar la puntuación de los participantes se han distinguido cuatro grupos de deportes y en cada uno de ellos asignase una cifra a cada victoria, mayor para los deportes más importantes o que suponen una preparación más cuidadosa o cuya difusión conviene intensificar, cual es el caso del motociclismo y del vuelo sin motor. La suma de los puntos de los mejores clasificados dará la puntuación de los GUF respectivos; así como los atletas vencedores de las diversas pruebas ostentarán el título de Lictores, el GUF cuya puntuación supere a la de los restantes será declarado Líctor para el año fascista en curso, cabiéndole el honor de organizar en su ciudad respectiva los Lictoriales del año siguiente.

Celébranse los Lictoriales en la misma estación que veía desarrollar los Lictoriales ludi romanos, que conferían a la juventud la toga viril, después de las pruebas gimnástico-militares y de madurez intelectual. He aquí una institución que resucita al cabo de los siglos.

Significando, pues, los Lictoriales el espaldarazo a los atletas noveles, es natural que no puedan intervenir en ellos los que formando parte de equipos nacionales hayan participado en torneos internacionales, ni los vencedores de alguna prueba individual, en los pasados Lictoriales, ni los mayores de 25 años; tampoco participarán los jóvenes que no estén inscritos en alguna Universidad, dado el carácter eminentemente universitario de la institución que aspira a «renovar cada año las filas y llevar nuevos atletas a la victoria».

El lema mussoliniano «Libro e moschetto fascista perfecto» (que ha sido adoptado por el GUF) se potencia, desde este año, en todo su valor con la celebración de los Lictoriales citados y los de la Cultura y del Arte que del 20 de abril al 5 de mayo encontrarán en Florencia marco adecuado. Los de la Cultura dedicarán seis días consecutivos a la discusión de la doctrina de las corporaciones, estudios coloniales, crítica teatral cinematográfica y musical, estudios políticos, científicos, y crítica literaria y artística. Se añadirán a las mismas los concursos de literatura, ciencias políticas y sociales, y crítica, resumiendo las actividades de las asambleas en la Antología de los Lictoriales. Los del Arte -por su parte- comprenderán los concursos de arquitectura y artes decorativas, música, espectáculos, cinematografía y fotografía, y transmisiones radiotelefónicas. Al paso que los Lictoriales deportivos ofrecen solo premios honoríficos, los de Florencia distribuirán además premios en metálico, con un total de cien mil liras.

Viene a la memoria, al considerar el desarrollo que a la frase mussoliniana se ha dado, viene a la memoria el tan manoseado mens sana in corpore sano, repetido a troche y moche, pero no aplicado, por quienes abrigaban la convicción -aun sin tener el valor de confesárselo- de que el deporte cuadraba poco al hombre dado al intelecto. Y se comprende que al hablar de un César, de un Cicerón (¿y de un Trajano y un Séneca?) se diga acá «nuestros clásicos italianos», como quien hablara de Maquiavelo o de Savonarola: pues la vida italiana fascista no es más que la vuelta al espíritu antiguo y son los mismos principios, que animan a gentes de la misma carne.

Es más que probable que los estudiantes italianos confirmen en los venideros juegos internacionales el primado mundial universitario y se abandonen al orgullo bonachón de quien lo considera ya como cosa de uno. Nos tocará callar, y reconocer que si los doscientos muchachos han impuesto su superioridad, y van a hacer olvidar el tipo de colegial americano popularizado por el cine, ha sido por obedecer a una consigna única, emanada de la vasta organización del GUF italiano.

La lección puede aprovecharse, y más si se recuerda que el actual vivero de campeones es fruto solo de dos años.





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