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La organización del espacio en la zona central asturiana. Algunas observaciones

Tomás Cortizo Álvarez


(Dpto. Geografía Oviedo.)

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Resumen

Cada uno de los cinco núcleos urbanos de la zona central asturiana (Gijón, Oviedo, Avilés, Mieres y Langreo), organiza a su alrededor un área que engloba un número variable de municipios, en función del tamaño del núcleo urbano, del tipo de actividad dominante y complejidad de la estructura de la población activa. Así, en el territorio próximo a cada ciudad se forma una o varias coronas donde la influencia de una o dos ciudades es especialmente intensa.




Abstract

The five urban centres of the Asturias central area, (Gijón, Oviedo, Avilés, Mieres and Langreo) organise in its surrounding area several constituencies, the number of which depends on the size of the city, the main activity and the complexity of the working population structure. In this way, one or several sectors are created in which the influence of one or two cities is particulary intense.



«Habida cuenta de que ni por su volumen de población, ni por la estructura espacial no concéntrica de los usos del suelo, ni por el volumen de los flujos de transporte derivado de dicha estructura, el área Central no constituye una estructura metropolitana...»


(Directriz 8.ª, 8.3.d).                







El modelo territorial a través de las migraciones pendulares y definitivas

Cada uno de los cinco núcleos urbanos de la zona central asturiana (Gijón, Oviedo, Avilés, Mieres y Langreo) organiza a su alrededor un área que engloba un número variable de municipios, en función del tamaño del núcleo urbano, del tipo de actividad dominante y complejidad de la estructura de la población activa. Así, en el territorio próximo a cada ciudad se forma una o varias coronas donde la influencia de una o dos ciudades es especialmente intensa.

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El volumen del tráfico privado y la intensidad de los movimientos de viajeros en los transportes colectivos son la manifestación más visible de las relaciones entre los núcleos urbanos, y entre éstos y su territorio. Por su parte, los desplazamientos pendulares de población activa y los cambios de residencia permiten identificar la solidez del fenómeno así como cuantificarlo con precisión para definir las coronas urbanas. Como consecuencia del reducido tamaño y la proximidad de los municipios, algunos pueden pertenecer a más de una, si bien las relaciones son más intensas con uno de los núcleos urbanos.

Con independencia de la complejidad interna de las diferentes coronas y el grado de relación entre ellas, descritas con detalle en otro lugar, hemos considerado oportuno definir un modelo global que integrase el conjunto de la zona central, dividido en cinco grandes áreas encabezadas por los núcleos urbanos: Gijón, Avilés, Mieres, Langreo y Oviedo.

El análisis simultáneo de los desplazamientos pendulares y de los cambios de residencia permite determinar el sentido e intensidad de las relaciones entre los concejos que hemos incluido en la zona central asturiana, donde los núcleos urbanos desempeñan el papel de puntos fuertes en la organización de su territorio. La multiplicidad de intercambios, que forman una compleja red de relaciones, ha sido simplificada en las cinco áreas en que hemos subdividido la zona central de acuerdo con la intensidad de los flujos y en la que los concejos urbanos tienen un peso determinante.

Así, mediante diez vectores para cada tipo de desplazamiento es posible determinar el papel que desempeña cada área y, por extensión, su ciudad cabecera. Cada uno de los signos es proporcional al volumen de los intercambios totales entre dos áreas, están orientados en el sentido dominante, lo cual implica que hay una corriente en sentido opuesto; y su altura es proporcional al porcentaje que representa el sentido dominante sobre el total del intercambio en ambos sentidos. Este tratamiento gráfico de apariencia tan sencilla indica con claridad la posición y la especialización en la estructura territorial de los núcleos urbanos y sus áreas respectivas y el sentido de los flujos; por tanto, la localización de la residencia y el empleo y las corrientes migratorias que se han producido en el pasado reciente, y las que están en curso en la zona central de la región.

La pérdida de empleo en las cuencas mineras, especialmente a raíz del traslado de la siderurgia; el alto nivel medio de ingresos de una parte de la población activa y una edad temprana de la jubilación hacen que las cuencas mineras de Mieres y Langreo graviten sobre Avilés y Gijón, aunque de un modo diferente.

Hacia Avilés la población se desplazó con los puestos de trabajo (no olvidemos que los últimos datos disponibles son de 1986) y quienes no lo hicieron se convirtieron en pendulares hacia los centros de la ría. En cambio Gijón, con   —87→   más atractivo como lugar de residencia en virtud de la política de expansión y de equipamiento urbano, ha recibido y recibe los emigrantes definitivos, una parte de los cuales, los activos, pues los jubilados no van al trabajo, alimentan la corriente de pendulares hacia las cuencas mineras.

El elevado contingente de empleo de la ría de Avilés; su rápido crecimiento demográfico en el pasado y, sobre todo, las mejores condiciones de acceso a la vivienda respecto a Oviedo, hacen que esta área sea un centro receptor neto de pendulares y de residentes, aunque los desplazamientos diarios con Oviedo se dividen a partes iguales.

El papel de la ciudad de Gijón en la estructura urbana regional es diferente. Esta ciudad es el punto de destino preferido en la emigración regional; y en la zona central el balance en el cambio de residencia le es claramente favorable; en correspondencia, es emisor neto de pendulares hacia el resto de las áreas y sus ciudades respectivas.

Gráfico sobre flujos de población en Asturias

Los flujos de población activa y los cambios de residencia entre las cinco grandes áreas de la zona central de Asturias tejen una red compleja e intensa.

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La posición del área de Oviedo, con la capital regional a la cabeza, mantiene unos intercambios muy equilibrados con las otras cuatro áreas, aunque el sentido dominante es el opuesto al de Gijón: pierde población hacia las otras áreas y, por tanto, es receptora de pendulares. El balance favorable a Langreo en cambios de residencia es más una herencia del pasado que reflejo de la situación actual, bien definida por el área de Mieres.

En conclusión, las áreas mineras, tanto Langreo como Mieres, están perdiendo población al tiempo que el balance global de los desplazamientos pendulares es casi nulo. Por ello, es preciso tomar medidas que inviertan el sentido de la corriente y hagan estos valles atractivos para el empleo y la residencia. Gijón es ciudad receptora de emigrantes y emisora de pendulares, ya que es la ciudad regional preferida en el cambio de residencia; mientras, Avilés recibe población y pendulares. Finalmente, Oviedo es emisora de habitantes y receptora de pendulares, lo cual refleja las dificultades que tiene una parte creciente de la población activa, sobre todo los jóvenes, para encontrar vivienda en esta ciudad.




Las coronas urbanas


a) El área costera

La multiplicidad de municipios y las dificultades de comunicación existentes con Oviedo en 1986, momento al que se refieren los datos pues es la única fecha en que se dispone de datos sobre migraciones pendulares y definitivas, hacen que la zona de Avilés tenga un grado de complejidad notable y con variaciones muy matizadas en su influencia sobre el espacio limítrofe.

La primera corona abarca los municipios colindantes, donde la organización lineal y arrosariada de los núcleos urbanos dificultan cualquier diferenciación espacial que no sea la estrictamente administrativa, la municipal, de manera que la transición de uno a otro se realiza sin solución de continuidad. Es una de las partes de Asturias donde la actual división administrativa municipal carece de sentido y es un obstáculo, antes que un eficaz instrumento de gestión territorial.

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Área de origen

Tabla sobre población asturiana

Tabla 1. Desplazamientos pendulares entre grandes áreas.
Fuente: Características de la población asturiana, 1986. SADEI-Principado de Asturias.

Destino

Tabla sobre población asturiana

Tabla 2. Cambios de residencia de la población según grandes áreas.
Fuente: Características de la población asturiana, 1986. SADEI-Principado de Asturias.

En la primera corona de influencia de Avilés se encuentran los municipios de Gozón, Illas, Corvera y Castrillón. El reducido tamaño del término y, sobre todo, la proximidad de los núcleos urbanos de los dos últimos, fragmentados y localizados a lo largo de la N-632 y carretera de Oviedo, son la razón de que tanto las migraciones pendulares como las definitivas alcancen un contingente no conocido en otros lugares de la zona central, con un volumen de empleo similar. Su integración con Avilés para formar un gran municipio puede ser una base para solucionar la dispersión de la gestión en la ría de Avilés.

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A pesar de la unidad funcional de esta zona, es posible establecer dos matices en el aspecto morfológico. El núcleo está formado por el espacio urbano que se extiende desde Los Campos (Corvera) hasta Piedras Blancas (Castrillón). Son 11 km. a lo largo de los cuales el poblamiento urbano y las instalaciones industriales son dominantes y forman un continuum en el que no cabe establecer divisiones, y donde hay una zonificación de las funciones: Avilés ejerce un papel de capitalidad comercial y de servicios, y los núcleos de Castrillón y Corvera la residencial, contando los tres con actividades industriales. Es una zona urbana, un continuo urbano, abierto y extenso que forma una unidad espacial.

Consecuencia de esta proximidad es la elevada densidad y heterogeneidad de funciones con un efecto negativo sobre la calidad de este espacio donde las deseconomías son evidentes (problemas de contaminación y de tráfico, de planeamiento y de equipamientos colectivos locales). Por ello, es preciso solucionar los problemas planteados en esta primera escala urbana, además de establecer su papel en el conjunto del área central.

El segundo de estos niveles, el periurbano, apenas está desarrollado y la transición hacia los espacios rurales de la segunda corona se realiza a través de un fuerte gradiente funcional y, sobre todo, morfológico. Este espacio está formado por los concejos de Illas y Gozón, además de los territorios no urbanos de los concejos antes mencionados, que cuentan con un poblamiento urbano.

La segunda corona está formada por los tres concejos de la desembocadura del Nalón (Soto del Barco, Muros y Pravia). Forman una unidad natural en torno al Nalón y su ría, donde la división administrativa para la gestión carece de sentido en la actualidad. La relación con Avilés y su ría es muy estrecha a lo largo de la N-632; esto explica que la importancia de la actividad agraria (alrededor de un 19%), tenga un valor intermedio entre la de los municipios urbanos y los rurales.

Los municipios de Cudillero y Candamo forman la tercera corona y en ellos la población activa agraria es superior al 40%. En consecuencia, los movimientos pendulares tienen una menor intensidad, pero las relaciones con la ría de Avilés se realizan a través de la función comercial, de los cambios de domicilio y de la residencia secundaria, sobre todo en la fachada costera de Cudillero.

Este concejo, como los tres de la desembocadura del Nalón, todavía no han desarrollado todo su potencial como áreas de residencia secundaria y, especialmente, de ocio (en el futuro quizá mucho menor de lo que hoy se espera). A pesar de su grandiosidad e indefinición, el proyecto de Puerto Norte (saneamiento de la ría, puerto deportivo y urbanización) es una pieza clave en la organización de los espacios de ocio de la «ciudad asturiana» siendo también ellos mismos zona central.

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En conclusión, en el occidente costero de la zona central hay cuatro niveles espaciales bien diferenciados: una ciudad fragmentada a lo largo de 11 km. por la N-632 y la AS-17, y tres franjas donde la actividad agraria se incrementa y la urbanización disminuye en función de la distancia a Avilés.

Las políticas de organización de este espacio, a través de la segregación de funciones, y la ejecución de los proyectos desbordan la capacidad financiera y de gestión de los municipios y alcanzan una dimensión comarcal y regional. Por ello, es preciso que los diferentes niveles administrativos definan con claridad los objetivos y desarrollen una política de gestión coordinada e integrada; de manera que se resuelvan los problemas en esta unidad territorial ribereña de la ría; y al mismo tiempo se gestiona como parte de un espacio más extenso, de alcance regional, en el que no debe haber ni disfunciones ni competencia de efectos negativos; pues esta zona, organizada por la ría de Avilés en primer término, se abre en diferentes escalas hacia el área central y el resto de la región.

También en la zona costera, a pesar de su importancia numérica, el municipio y ciudad de Gijón muestran una gran simplicidad en su área de influencia. Fuera de su extenso espacio periurbano municipal, alcanza al concejo de Villaviciosa y por el oeste a Carreño. Más allá, el peso de Gijón en la organización del espacio central de la región confluye con el potencial superior de los otros grandes centros urbanos.

Por ello, carece de sentido realizar un análisis individualizado. Como hemos visto, la influencia de Gijón tiene un alcance regional, como residencia y como foco de migraciones pendulares, también como centro de servicios, que subyace en las estructuras territoriales de menor tamaño. Lo cual constituye, además, una prueba de la existencia de un área central de relaciones cruzadas que, según las circunstancias, el sentido dominante del flujo se decanta hacia cualquiera de las grandes ciudades.




b) La cuenca minera

La cuenca minera constituye la parte sur de la zona central y se divide en dos áreas; cada una está en un valle que tiene una ciudad en la parte más baja del mismo, la más próxima al centro de la región. Mieres en el Caudal y Langreo en el Nalón encabezan sendas áreas de influencia de intensidad y alcance similares, aunque se encuentran al alcance de los dos grandes núcleos urbanos de Asturias, Gijón y Oviedo.

La topografía de los valles de estrecho lecho, de vegas fácilmente inundables e interrumpidas por escobios y laderas muy empinadas ha favorecido un   —92→   poblamiento discontinuo en el fondo de los valles, donde alternan unidades de poblamiento de tamaño y función muy diferentes: los núcleos urbanos propiamente dichos (Mieres y Langreo, como cabeceras de los valles) y las barriadas, cuya función es exclusivamente residencial, pues carecen de un terciario comercial mínimo, mientras el equipamiento colectivo se ha difundido en el último decenio. La dispersión de los pozos, la unidad de explotación en la cuenca minera, y, en menor medida, de las industrias refuerzan esta fragmentación del espacio urbano en los valles mineros.

Por ello, la unidad de estas zonas es más funcional, y de sentido de pertenencia, que morfológica. Además, como consecuencia de la dispersión inicial de los pozos que fijó una generación de habitantes; y de la desaparición de algunos posteriormente acompañada por una resistencia al cambio de domicilio, las relaciones entre los municipios mineros son intensas y se superponen las migraciones pendulares, los cambios de residencia y las propias de un área de influencia (derivadas del terciario comercial y de los servicios públicos).

Por ello, en esta zona carece de sentido hacer coincidir la división municipal con la zonificación en coronas que hemos utilizado en la zona costera. Así, del alargado y polinuclear continuum urbano se pasa a una primera corona donde se encuentran las barriadas y núcleos urbanos en proceso de transformación (Pola de Lena y Pola de Laviana) emplazados en el fondo de valle.

En el valle del Caudal, la zona industrial y urbana acompaña al río en 9 km. desde Ablaña hasta Ujo. Igualmente, en el valle del Nalón, la zona industrial y urbana se alarga en 12 km. desde Riaño hasta El Entrego, aunque en proceso de extensión a Blimea. En ambos valles, el área de mayor ocupación está hilvanada por los ejes de comunicación y las obras de embellecimiento del río que han convertido sus márgenes en paseo.

En los bordes de ésta se da la transición a un espacio rural, la tercera corona, donde predomina la actividad agraria y disminuye la intensidad de las relaciones con los núcleos urbanos y la actividad industrial o terciaria. Este espacio rural tiene los mismos caracteres que la banda de las laderas de los concejos más urbanizados, aunque el efecto distancia introduzca matices en la proporción de la población activa dominante, que sólo un análisis a mayor escala, el parroquial, puede desvelar.

Un rasgo muy importante y común a estas dos áreas es el predominio de la relación de los municipios de la primera y segunda coronas con los dos núcleos mayores de la región (Gijón y Oviedo) sobre la relación con las dos cabeceras de cada área, Mieres y Langreo; esto es especialmente significativo en lo que se refiere a los cambios de residencia, pero se aprecia también en las funciones de servicios.

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En efecto, las dos ciudades mayores, incluso Avilés, ejercen en el cambio de residencia una atracción mayor que la de Mieres y Langreo para los habitantes de su valle respectivo. Éste es uno de los puntos débiles del desarrollo y consolidación de estas dos ciudades; y al mismo tiempo de los núcleos próximos; creemos que sólo una política coordinada, generosa y solidaria para el centro de la región, entendido en su sentido más amplio, puede contrarrestar este tipo de relación.

Este salto sobre las cabeceras locales es común en las proximidades de las grandes ciudades y ha sido analizado en otros lugares (Valladolid); este puente es la respuesta a la mejora de las comunicaciones y a los cambios en la organización de los servicios, especialmente de tipo comercial.

Al menos en una primera fase, se produce una reorganización de las relaciones en la red urbana en la que los centros secundarios próximos a la ciudad-capital pierden importancia en favor de ella. En una fase siguiente, parece que los procesos de exurbanización y metropolitanización, junto con una política activa de descentralización de servicios pueden contrarrestar esta fuerza centrípeta y potenciar la recuperación de estos núcleos para que vuelvan a tener la importancia de épocas anteriores.

Entretanto, es evidente que hay un período de crisis durante el cual los factores negativos actúan en cascada, en el que estamos actualmente; en él estas dos ciudades son incapaces de adaptarse a la nueva situación de rápidas comunicaciones, incremento del predominio de las dos grandes ciudades, amplificada por la gestión descoordinada del espacio regional. En consecuencia, los municipios urbanos siguen perdiendo población y tienen saldo negativo en los desplazamientos pendulares; al tiempo que no retienen la población de los municipios próximos, apenas tienen potencial propio para garantizar el éxito del planeamiento y ocupar los nuevos espacios urbanos y organizar su área de influencia.

El crecimiento de núcleos como Pola de Lena es otra manifestación de las dificultades que experimentan los viejos centros urbanos de la zona minera (Langreo y Mieres) para adaptarse a las nuevas condiciones de organización del territorio. Una parte de las medidas para superar esta situación está en sus propias manos, la otra tiene que venir de las políticas coordinadas y de apoyos explícitos de carácter regional: financieros y políticos.

Se advierte también esta dependencia en otros indicadores, como es el terciario de servicios públicos y del comercial, donde las grandes superficies del centro regional ejercen una poderosa influencia, hasta el punto de comprometer la viabilidad de las que se instalen en estas cabeceras de área.

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Como en la zona de Avilés, estas zonas mineras tienen otro nodo de conexión con la zona urbana central; son las actividades de ocio y la residencia secundaria. La estación de esquí de Pajares, el área de San Isidro (León) y el futuro parque de Redes son otros tantos puntales del ocio para los habitantes de la «ciudad asturiana»; al igual que las numerosas áreas recreativas, que los lugareños no precisan pues ellos viven su espacio sin disociar los lugares de ocio y los de trabajo; por ello, a pesar de la distancia, es evidente que el desarrollo de estas áreas y la dotación de equipamientos e infraestructuras debe ser asumida en una parte importante por una autoridad supramunicipal.

En conclusión, los valles del Nalón y Caudal-Aller están muy integrados en la zona central, a través de la A-66 y sus ramales; y por el momento, esta circunstancia parece ser más un inconveniente que una ventaja, lo cual agrava la situación de la cuenca minera. Por ello, son las áreas que más se pueden beneficiar de una política coordinada, metropolitana y regional.




c) Las franjas del área de Oviedo

El área de Oviedo es la que mayor complejidad presenta en razón de su posición en el centro de la región y del número de municipios que la integran, lo cual da lugar a una gradación matizada de las relaciones; del número de habitantes y de empleos, que determinan la intensidad de las relaciones; y la capitalidad administrativa, que lleva su influencia a toda la región; y la capitalidad terciario-comercial con servicios especializados que desbordan el área central.

A pesar de esto, hay factores que avalan la necesidad de construir una capitalidad compartida, en la que se compensen los factores centrípetos, que son el resultado de las fuerzas económicas, de los movimientos de población y de la gestión política actual; y razones que apelan al principio de solidaridad territorial que ha de conducir a la necesaria unificación de criterios en la gestión de los equipamientos singulares, necesariamente redistribuidos en las diferentes ciudades de la zona central.

A partir de un núcleo urbano compacto, con bordes muy nítidos, la ciudad de Oviedo tiene una cierta disposición lobular y se ramifica por Pumarín, Ventanielles, San Lázaro, El Cristo y La Argañosa. Pero esta ciudad compacta se prolonga por las antiguas carreteras para formar un continuum urbano extenso y abierto, cuyas características se están transformando radicalmente en el último decenio.

El punto de partida de esta periferia urbana en proceso de transformación son los antiguos núcleos carreteros, donde se conservan tres generaciones de edificación: la impronta rural en caserías al pie de la carretera, las quintas y   —95→   chalets levantados hasta los años setenta en grandes fincas; y las industrias y almacenes alineados sobre las carreteras (en trance de desaparición) se yuxtaponen al campo próximo.

Es el caso de la carretera de Gijón (N-630) desde Pumarín hasta Lugones, ya en el concejo de Siero. Actualmente están en promoción más de un millar de viviendas, sobre la carretera y de acuerdo con planes parciales en La Carisa y La Corrodoria. Una morfología similar presenta la carretera de Santander hasta Colloto, en parte de Siero también. Aquí el espacio urbano se prolonga desde Ventanielles a través de un polígono donde predominan los almacenes, concesionarios de autos y el transporte, aunque no faltan los equipamientos públicos (centro de FP) y un hotel; Colloto, como La Corredoria-Lugones, se ha convertido en un núcleo residencial aprovechando las buenas comunicaciones con la ciudad y unos precios de la vivienda moderados.

La tercera dirección del crecimiento urbano es hacia el oeste, por el surco de San Claudio, al sur del Monte Naranco. A diferencia de las otras dos, el área más próxima a la ciudad es un baldío de prados; es una extensa reserva de suelo urbano planificado cuya ejecución se demora hasta tanto no se complete la reforma interior; más allá, como en la carretera de Galicia hasta Trubia; en la primera de Castilla hasta Olloniego y en la de Langreo hasta Tudela Veguín, el tipo de edificación dominante es la de chalets y adosados de construcción reciente, que se superponen sobre un espacio que pierde progresivamente su dominante agraria.

Con una continuidad en la ocupación del espacio desigual y usos del suelo variados, estos núcleos potenciados por la primera industrialización hace un siglo (cemento en Tudela Veguín, minería -pozo cerrado- en Olloniego, armas y química en Trubia, cerámica en San Claudio, carbónicas en Colloto y varias industrias en La Corredoria-Lugones) están integrándose físicamente en la ciudad, de la que ya constituyen una prolongación y forman el borde, más o menos compacto, del continuum urbano, dentro del municipio capitalino y de los más inmediatos de Llanera, Siero y Ribera de Arriba.

Las diferentes zonas de la periferia del espacio urbano compacto no ofrecen las mismas posibilidades de comunicación con el resto de la región, un factor importante a la hora de desarrollar una estrategia que combine la escala local con la regional; un planeamiento urbano con una proyección territorial ambiciosa. Desde este punto de vista, la zona de San Claudio es el área que peores condiciones reúne por las siguientes razones: la topografía del surco cerrado entre dos lomas y la calificación urbanística del Naranco que condicionan la construcción de infraestructuras; la presencia de la propia ciudad que dificulta el acceso a las áreas donde se encuentra el empleo, no compensada   —96→   con la apertura hacia el Oeste, donde predomina la agricultura. No obstante, es una zona que cuenta con un plan parcial, el de La Florida.

En cambio, la zona norte de la ciudad, abierta a todos los núcleos urbanos, tanto los consolidados como los emergentes, y a las áreas industriales, ha sido objeto de un planeamiento mezquino que no tiene en cuenta ni su situación ni su emplazamiento en el centro geométrico de la región; y la disponibilidad de suelo libre; por el contrario, ha sido relegado a solar de viviendas sociales (La Carisa y La Corredoria-Lugones).

Sin embargo, esta zona es la dovela clave del espacio regional y tiene un enorme potencial para construir el corazón de la «ciudad asturiana» (residencia, equipamientos singulares, oficinas y ocio) merced a su topografía llana y su facilidad de relación; la existencia de espacios libres para construir la ciudad soñada; disponer de los dos sistemas de transporte, aunque es preciso multiplicar las vías de comunicación; y sentar las bases de la colaboración intermunicipal entre Oviedo-Siero y Llanera, a pesar del independentismo de Lugones. Si alguna vez se aborda un plan estratégico regional, polinuclear, compensado, eficiente y bien comunicado, debe analizarse la estrategia geográfica de empresas como PRYCA y Los Alamos, que encontraron aquí el pivote de su actuación en Asturias.

La localización de los polígonos industriales, promovidos al amparo del Polo de Desarrollo, fuera del término municipal de Oviedo, los elevados precios de la vivienda en esta ciudad y, en menor medida, la frontera administrativa en los barrios de Colloto y Lugones y la dispersión de la vivienda unifamiliar en un espacio periurbano supramunicipal son factores que contribuyen a formar una primera corona que engloba los municipios limítrofes con el de Oviedo.

La intensidad de los movimientos pendulares que enlazan estos municipios refleja muy bien la complementariedad de usos y la disociación que existe entre empleo y residencia; de hecho, los concejos de Llanera y Siero son el «centro» del mapa de los desplazamientos pendulares globales, pues éstos alcanzan los mayores porcentajes municipales sobre población activa.

Así, Oviedo es lugar de residencia para quienes se desplazan a trabajar a los polígonos de Siero y Llanera, y a Noreña; pero su papel como centro de servicios se ha ido incrementando para quienes residen fuera del concejo, como lo prueba el espectacular incremento de la promoción inmobiliaria y de población que han experimentado los núcleos de Lugo y Posada de Llanera, Lugones y Pola de Siero. Y la difusión de una tipología de moda, el adosado, es un buen indicador de la presencia del habitante suburbano; La Fresneda en Siero (mil habitantes en ocho años) y Soto de Llanera en Llanera pueden ser el símbolo de esta modalidad de hábitat y de un modo de vida en que la distancia física no es un obstáculo y la división administrativa carece de sentido.

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Por el sur, el concejo de Ribera de Arriba, donde se localiza la central térmica, forma parte de la serie de núcleos industriales que se dispersan en la ribera del Nalón, con la particularidad de que goza de independencia municipal; pues Tudela Veguín, Olloniego y Trubia pertenecen al concejo de Oviedo. Desde este punto de vista, estos núcleos se integrarían en la primera corona a pesar de estar en el municipio central; de ahí que la existencia de este pequeño municipio, plenamente integrado en Oviedo, carezca de sentido.

La segunda corona del área de Oviedo presenta una complejidad mayor que las demás, pues no se ajusta a un gradiente lineal de intensidad de las relaciones ya que engloba a municipios urbanos como Mieres y Langreo, que organizan a su vez sendas zonas.

En la zona occidental y sur el área de Oviedo está representada por los concejos de Grado, Las Regueras, Proaza y Santo Adriano. Para ellos, el núcleo industrial de Trubia, en el camino hacia Oviedo por la N-634 y el valle del Trubia, es el receptor de una parte importante de los pendulares industriales, siendo la capital la receptora de los terciarios y del resto de los desplazamientos. La baja densidad de población, consecuencia de unas condiciones físicas dominadas por la Sierra del Aramo y sus estribaciones, y en menor medida, las malas comunicaciones reducen el grado de intensidad de estos concejos con el área central a través de Oviedo.

Por el este, en el surco de Oviedo, los concejos de Nava, Sariego y Bimenes son los integrantes de esta segunda corona que reúne dos características: la intensidad de las relaciones y una integración importante en la zona central a través de los desplazamientos de trabajo, los cambios de residencia y las transformaciones que se advierten en la estructura de su población activa y en el dinamismo residencial e industrial. La mejora de las comunicaciones y la esperanza puesta en la promoción inmobiliaria, aunque como negocio a corto plazo antes que como base de crecimiento demográfico y de desarrollo, han favorecido la transformación en esta zona, especialmente a lo largo de la N-634, si bien la actividad agraria, pese a su reducción financiada, tiene ya un peso relevante.

Los concejos urbanos de Mieres y Langreo introducen cierta complejidad en el área de Oviedo, aunque desde el punto de vista conceptual se ajustan al modelo, que habla de núcleos en transformación en la segunda corona. En el caso de Asturias son cabecera de un área y son polos generadores y receptores de flujos; y al mismo tiempo se engloban en el espacio organizado por los núcleos urbanos de mayor tamaño.

Así, en esta segunda corona se superponen, de un modo especial, áreas de intensidad diferente: la regional de Oviedo; y las de menor alcance de Gijón, Avilés, Mieres y Langreo; de manera que, a pesar de la discontinuidad física y de   —98→   las divisiones administrativas, esta zona del área central está modelada por factores y relaciones que tienen su origen en los diferentes puntos fuertes del territorio, las ciudades; y en los grandes focos de empleo, los polígonos industriales y de servicios, y los pozos y factorías. En consecuencia, carece de sentido administrar y gestionar por separado lo que constituye una unidad funcional y presenta cada vez rasgos más claros de unidad física.

La tercera corona de la zona central está formada por Villaviciosa, Cabranes, Santo Adriano, e incluso Quirós; son concejos en los que se advierte una cierta intensidad en las relaciones con las ciudades y áreas industriales del centro de la región y, además, disponen de buena accesibilidad. Ésta permite que, además de los desplazamientos de trabajo, la residencia secundaria y el ocio desempeñen un papel relevante.

Pensamos que la integración de esta corona en la zona central se apoya más en el terciario de ocio y en la residencia secundaria, sobre el fondo común de los lazos creados por la capitalidad de Oviedo y la centralidad de Gijón, que de la estructura de la actividad económica y su transformación bajo el influjo del área central, de la evolución de la población y de la importancia de los desplazamientos pendulares.

Si ya hemos hablado de la ribera del Nalón y de los puertos de Pajares y San Isidro, los otros dos centros importantes de ocio y residencia secundaria, son la ría de Villaviciosa y la Sierra del Aramo respectivamente. Ambos tienen un alto valor paisajístico, que debe ser protegido, pues son propios para la contemplación, la observación y el paseo; en ningún caso pueden ser sometidos a usos que conlleven una ocupación intensiva o motorizada.

La ría de Villaviciosa es un humedal costero, un espacio natural todavía de suficiente calidad como para ser objeto de una ocupación residencial baja y con una limitación en los usos de ocio, que permita su inclusión en un itinerario «naturalista» selecto en el norte de España. Es el equivalente a la ría de Guernica en Vizcaya, la playa de Oyambre en Santander y la de Ortigueira en Lugo-La Coruña, donde están excluidos determinados usos incompatibles con su calidad ambiental. Por ello, es ineludible su preservación para que cumpla su función de espacio de calidad en dos escalas, la regional-metropolitana y la de punto clave en un recorrido «naturalista» de turismo nacional e internacional.

La sierra del Aramo es el otro gran espacio de ocio, en este caso de montaña, donde el senderismo puede ser la actividad por antonomasia, evitando igualmente usos no compatibles con el medio natural, así como equipamientos que lleven a su degradación como zona de descanso.

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En definitiva, la zona central contaría con cinco grandes espacios de ocio de usos diferenciados: dos áreas costeras, Nalón y Villaviciosa; y tres de montaña, Aramo, Pajares y San Isidro. Acerca de ellos, es preciso adoptar una gestión global, como corresponde a espacios estrechamente relacionados con las áreas urbanas de la región y de la cual deben proceder recursos; en vez de una gestión fragmentada a escala municipal, donde la competencia sea un obstáculo a la calidad y la solidaridad regional.




d) Conclusión: una idea, un modelo y una gestión integradores de la metrópoli

En conclusión, la zona central de Asturias con una población de 925.556 habitantes, una superficie de 3.758 km. cuadrados y el 85% de la renta regional constituye ya en la actualidad una unidad funcional, formada por una gran ciudad polinuclear, cohesionada por una compleja red de relaciones intensas fraguadas por un creciente nivel de accesibilidad. Esta situación se superpone a la influencia regional de las dos grandes ciudades, sobre todo de Oviedo, y es evidente en lo que se refiere a las actividades privadas, económicas y de ocio. Sin embargo, precisa cada vez con mayor urgencia un planteamiento político global que tome como punto de partida esa unidad funcional que, como hemos visto, existe de hecho, se expande y se refuerza progresivamente a medida que mejoran las comunicaciones.

La finalidad de esta política de gestión global, con independencia de los adjetivos, (un plan regional, de área metropolitana o de región metropolitana, a pesar de las diferencias entre los distintos planteamientos) es múltiple. Por un lado, ha de evitar las deseconomías de escala que surgen en un área congestionada donde la mejora de la accesibilidad interna es una de las necesidades prioritarias; esta gestión ha de garantizar el funcionamiento eficaz de la actividad económica ya localizada en la zona central. Las construcción de nuevas infraestructuras y, sobre todo, la organización del transporte público en un sistema completamente diferente al actual, un sistema de carácter decididamente interurbano, es un objetivo prioritario.

En segundo lugar, ya no admite más demoras la elaboración de un plan de equipamientos singulares, entendiendo por tales aquellos que sirven a toda la región, aunque la práctica totalidad de los usuarios potenciales se encuentran en los diferentes núcleos urbanos y en la zona central.

Entre los que todavía son posibles y que deben ser definidos como asturianos y no con el topónimo del concejo en que se asientan, podemos enumerar el gran estadio, el palacio de congresos y exposiciones, el auditorio, la audiencia   —100→   territorial, las diferentes sedes de los organismos autonómicos, la estación internacional de mercancías y viajeros; a ellos podrían unirse los edificios donde se asienten las sedes de grandes empresas y las oficinas de gestión no directamente relacionadas con el público. Ya no cabe incluir la Universidad ni las Consejerías, dos equipamientos que por sí solos son capaces de crear una ciudad, nueva o vieja. Los principios básicos para determinar su localización son la aceptación de esta aglomeración polinuclear abierta, donde tramos de autopista son bulevares sin farolas ni arbolado; y el abandono de la idea de que los recursos comunes son ilimitados y los públicos infinitos, para economizar a escala municipal con el fin de invertir a escala regional.

En tercer lugar, esta política global, ahorradora y eficaz, ha de corregir los desequilibrios existentes y las tensiones que subyacen entre las ciudades que forman la metrópoli, la que podría ser cuarta ciudad de España de disponer de una política territorial integradora, como consecuencia de su historia propia y de su diferente base económica. Ya no es posible detener la transformación de la estructura territorial en la zona central, que se define por la tendencia a la concentración de actividades y población en las dos grandes ciudades. Por ello, es necesario formular una política territorial para esta metrópoli con un criterio de justicia equilibradora, de reparto de recursos, que tienen un origen ajeno a la Administración municipal en proporción notable, entre las ciudades y sus respectivas áreas.

Por último, la política territorial para esta metrópoli ha de ser la dovela clave de la gestión equilibrada y justa de recursos a tres escalas: una local, en la que se engloban las diferentes ciudades y sus barrios, y el territorio inmediato inmerso en las relaciones metropolitanas; otra regional, las áreas rurales más alejadas que no pueden ser olvidadas en las inversiones y cuya diversificación económica y el potencial de sus núcleos urbanos depende del efecto difusor y de la política de equilibrio en la «ciudad» central; y una tercera, nacional e internacional, en la que esta peculiar ciudad y su política de gestión es el referente y el punto fuerte para las relaciones de la región asturiana, múltiple y diversa en sus aspectos concretos, con otras regiones y los grandes agentes políticos, económicos y financieros españoles o internacionales.

En definitiva, uno de los grandes retos para los habitantes y gobernantes de la región asturiana, es ver, comprender y vivir esta gran ciudad, esta metrópoli cuyo potencial como unidad no admite comparación con la suma de la capacidad de las ciudades y territorios que la componen. Es preciso, pues, construir colectivamente una imagen que se proyecte hacia los centros y grupos de poder situados en el exterior, tan importantes en esta economía y gestión política internacionalizada; y, al mismo tiempo, una imagen que sea el espejo geográfico en el que se vean reflejados los asturianos, y una entidad con la que se identifique la región, diversa pero unida por objetivos comunes.







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