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81

ANRW II 291, Berlín, 1975, pp. 462-491.

 

82

AEA 40, 1967, pp. 3-29.

 

83

Op. cit., en la nota 6, pp. 491-500.

 

84

A. Tovar: Lo que sabemos de la lucha de lenguas en la Península Ibérica, Madrid, 1968, p. 88, donde remite a sus estudios anteriores sobre sonorización, en que ya lo tuvo como básico

 

85

Citado en la nota 2.

 

86

A. M.ª Badía Margarit: La formació de la llengua catalana. Assaig d'interpretació històrica, Montserrat, 1981.

 

87

Reseña de la indicada obra de Badía en Investigación y Ciencia de octubre del propio 1981, pp. 135-137. La reelaboración de Badía, «L'acció del substrat i la formació de la llengua catalana», Miscel. Sanchis Guarner I, Valencia, 1984, pp. 9-15.

 

88

Júzguese directamente mediante la lectura de los dos §§ que me parecen más significativos al respecto en el último trabajo citado en la nota anterior (p. 11): «En cas que existissin, aquestes diferències [a saber, “diferències de matís” “dins el món lingüístic ibèric”] permetrien de distingit-hi una Catalunya plenament ibèrica d'una altra Catalunya, no menys ibèrica, però amb un cert grau d'indoeuropeïtzació (de resultes d'un substrat anterior). L'ibèric hi representaria el paper d'enllaç entre els ja extingits parlars indoeuropeus i l'encara no implantada llengua latina. D'aquesta manera, els parlars ibèrics de l'est haurien tingut uns ferments que debades cercaríem al centre i sud de Catalunya. I menys encara, és clar, al nord-oest. Malgrat tot, penso que és per aquesta via que hem de trobar la solució...»; (p. 13): «No penso pas que el parlars indoeuropeus romanguessìn a Catalunya fins a les acaballes del segle III a. C. Això topa amb arguments històrics i histórico-lingüístics de força. En canvi, sí que penso que el llatí pogué rebre l'acció d'un ferment que, en algunes zones de l'ibèric, no tindrien altra explicació que provenir d'una vella influència dels parlars indoeuropeus, dels quals serie testimonis perdurables i que per aixó atenyerien el mateix llatí (mitjançant el contacte d'aquest amb l'ibèric, llur presumpte transmissor)» .

 

89

También literalmente (ibidem, p. 10): «... el substrat no influeix, a parer meu, per raons de qualitat, sinó d'intensitat. O sigui que l'acció del substrat es troba en proporció inversament proporcional a la profunditat de la romanització: on aquesta atenyé les cotes més altes aparegué el català oriental, mentre que el català occidental pertany a les terres que, menys pregonament romanitzades, restaren més sensibles a l'influx del substrat (o bé a aquelles altres terres que, havent estat romanitzades a fons, reberen, més tard, un altre influx abassegador, l'arabisme, car aquest en certa manera les «desromanitzà», provocant que el vell substrat, reviscolat, s'hi tornés a manifestar efiçac)».

 

90

Entendido este término en el sentido que ha pasado a ser habitual como miembro caracterizado frente a bilingüismo -según se desarrolla inmediatamente arriba en el texto-, y no en el originado en que tomó dicha expresión su difusor Ch. A. Ferguson; para esta evolución conceptual, cf. G. Rojo: «Conductas y actitudes lingüísticas en Galicia», Rev. Esp. Ling. 11, 1981, pp. 269-300, especialmente las notas 2-5 a las pp. 270-271: la diglosia de Ferguson se refería precisamente a estratos diferentes en el uso de una misma lengua y no a lenguas distintas usadas como caracterizadores de estratos diversos.

El autor ha aplicado modélicamente a su estudio sobre el contacto lingüístico en Galicia otra fecunda distinción entre bilingüismo individual y social: «En una comunidad bilingüe existen individuos monolingües en L1, monolingües en L2, y bilingües en L1 y L2» (p. 270). Lamento sinceramente tener que advertir desde el comienzo que la relativa escasez de materiales, la inseguridad de sus interpretaciones, la distancia cronológica -que impide la experimentación-, la carestía de noticias históricas al respecto y mis deficiencias personales me han impedido aun el intento de aplicar dicha distinción a los contactos que aquí me propongo parangonar. Sólo como impresión puramente superficial y subjetiva me atrevo a exteriorizar la idea, derivada de lo aprendido en el doctor Rojo, de que la triplicidad que él encuentra realmente en Galicia pudo darse también en las comunidades bilingües hispánicas. Osaré incluso matizar, a lo sumo, que esa impresión subjetiva es que dicha posibilidad debió de ser muy probable en los comienzos del bilingüismo social en cada comunidad que iba entrando en contacto con el latín: hispanos «refractarios» monolingües, romanos «desdeñosos» monolingües también, hispanos «colaboracionistas» y conquistadores «diplomáticos» -más abundantes probablemente también los primeros- bilingües. Y que, en cambio, no me parece impensable que algunas vísperas de la adopción total del latín pudieran haber correspondido a una situación de bilingüismo también total -probablemente, también, diglósico-, especialmente en localidades de intensa mezcla de población: ciudades portuarias -o, al menos, sus «barrios marítimos»-, capitales administrativas, etc.; más pensable todavía que lo anterior -y, por ello, extensible a más núcleos depoblación- en tales vísperas una situación intermedia entre la triplicidad y el bilingüismo total: una duplicidad con supresión de los monolingües de L1, en este caso los de la lengua hispánica correspondiente: al lado de hablantes de ya sólo latín (forasteros, transeúntes o incluso hispanos de pura cepa, bien que romanizados del todo), grupos conservadores de la lengua indígena correspondiente, pero en bilingüismo -probablemente, también en este supuesto, diglósico- con el latín dominante. Lo menos subjetivo de todo ello puede ser la suposición de carácter diglósico e las fases terminales: de hecho, cabe dar como opinión común la admisión de una relativa permanencia coloquial de las lenguas extinguidas aun después que ya no se les empleaba para la comunicación escrita, cf. A. García y Bellido: La latinización de Hispania, citado en la nota 7, caps. 6 y 7.

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