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Stendhal Club

Ricardo Gullón





¿Existe el «Sthendal Club»? Los maliciosos aseguran que se trata de una ficción mantenida por un pequeño grupo de entusiastas, pero lo cierto es que desde hace casi medio siglo aparecen de cuando en cuando libros y publicaciones que llevan el marbete de la agrupación, cuya realidad parece acreditada por el mismo procedimiento con que el filósofo demostraba el movimiento.

Curiosamente, de la existencia del Club no tenemos más testimonio que los volúmenes en que se recogen los trabajos de sus miembros, y esos volúmenes (forzoso es confesarlo) no se ofrecen con frecuencia a la curiosidad de los aficionados. En 1904 publicó Casimir Stryienski las primeras «Soireés du Stendhal Club»; en 1908, Striyienski y Paul Arbelet editaron la segunda serie de trabajos, y hasta 1950, en que salen a luz las «Nouvelles soireés» no apareció ninguna otra recopilación de ellos.

En los años de la entreguerra, Edouard Champion, secretario del Club, bajo la rúbrica de «Editions de Stendhal Club» publicó una treintena de fascículos dedicados al gran patrono de la sociedad, y en el «Divan», de Martineau, se imprimió buen número de curiosos estudios stendhalianos.

Si el Club tiene una existencia algo fantástica, la diligencia y el entusiasmo de los amigos de Beyle no son sino concretísimos y muy inteligentes. La presidencia de esta reducida cofradía recae de derecho en Henri Martineau, en la actualidad el mejor conocedor de la vida y la obra del autor de «La Cartuja de Parma». A él se deben primorosas ediciones de la obra total de este, ediciones críticas, ensayos biográficos y de varia lección, y algunos libros fundamentales, como el «Itinerario», en que sigue día por día la vida de Beyle, y el «Diccionario stendhaliano», donde se encuentran referencias a todos los personajes relacionados con él. Siguiendo el ejemplo de Martineau, stendhalianos y beylistas -según la clasificación de Leon Blum- aportan cada día nuevas iluminaciones sobre el «héroe» y su obra. Ejemplar actividad que nos holgaríamos sirviera de acicate a las asociaciones de «Amigos de...», existentes en España, pues salvo la de Menéndez Pelayo y a temporadas la de Valera, han caído en letal sopor. ¿Dónde están los Amigos de Galdós o los de Miró, un día diligentes y activos?





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