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Pablo Neruda

Biografía literaria de Pablo Neruda

En el principio fue la soledad de Temuco, la estación de ferrocarril donde trabajaba su padre, la costa cercana de puerto Saavedra, la naturaleza deshabitada, la flor del copihue, el ruido de los trenes o su silencio, el rumor del mar o todos los sonidos de la naturaleza, agolpados a las palabras que se van aprendiendo para llamar a cada cosa por su nombre.

En Parral, al sur de Santiago de Chile, nació el 12 de julio de 1904, Neftalí Ricardo Reyes Basoalto quien, años después, se llamará Pablo Neruda. Su madre, Rosa Basoalto, muere un mes después del parto a causa de tuberculosis. Su padre, el ferroviario José del Carmen Reyes Morales, se traslada en 1906 a Temuco, casándose de nuevo con Trinidad Candia Marverde. La infancia en Temuco es un aprendizaje de soledad y naturaleza; estudios en el Liceo de hombres hasta concluir el sexto año de humanidades en 1920; primeros poemas publicados a partir de 1918, a los catorce años, en revistas de Santiago o estudiantiles de su ciudad. En Confieso que he vivido narró el poeta ampliamente todas las sorpresas de aquella infancia: la naturaleza que le provoca «una especie de embriaguez», los pájaros y su canto, los insectos, o los juegos infantiles, como aquellas peleas con bellotas en las que «yo tenía escasa capacidad, ninguna fuerza y poca astucia. Siempre llevaba la peor parte. Mientras me entretenía observando la maravillosa bellota, verde y pulida, con su caperuza rugosa y gris [...] ya me había caído un diluvio de bellotazos en la cabeza»[2]. La narración de infancia tiene un bellísimo momento en su primera llegada al mar, en un vapor a lo largo del río Imperial: «No hay nada más invasivo para un corazón de quince años que una navegación por un río ancho y desconocido, entre riberas montañosas, en el camino del misterioso mar», hasta aquella desembocadura que conformará ya para siempre un aspecto de la sensibilidad del poeta: «Cuando estuve por primera vez frente al océano quedé sobrecogido. Allí entre dos grandes cerros (el Huilque y el Maule) se desarrollaba la furia del gran mar. No sólo eran las inmensas olas nevadas que se levantaban a muchos metros sobre nuestras cabezas, sino un estruendo de corazón colosal la palpitación del universo»[3].

Pablo Neruda es un poeta que ha reflexionado ampliamente sobre su poesía y sobre su biografía, hasta el punto de resultar imprescindibles sus textos en prosa para adentrarnos en su mundo poético. En su autobiografía Confieso que he vivido, o en el texto complementario Para nacer he nacido, hay un material reflexivo que concierne directamente a sus contraseñas poéticas y que indica un nivel de autoconciencia que resulta la mejor explicación de su génesis poética. Cabe pensar que estos materiales, escritos en un tiempo posterior a la poesía, sean indirectamente una glosa de aquella. De los textos anteriores surge la imagen de un adolescente débil, ensimismado, solitario, en continua sorpresa ante diferentes naturalezas que se sitúan ante sus ojos. La prehistoria poética de Neruda se desarrolla además en clave de soledad, tristeza, amargura, dolor, desesperación, etc., como contraseñas adolescentes de mundo poético que se gesta también en reación a un referente continuo de la naturaleza (mar, lluvia, insectos, etc.).

Entre 1920 y 1923 se genera Crepusculario, cuyas resonancias, desde el título, al modernismo y al decadentismo europeo son evidentes. El tiempo biográfico de Crepusculario (Santiago, ediciones Claridad, 1923) coincide con el final de su estancia en Temuco y su traslado a Santiago para seguir estudios de francés en el Instituto Pedagógico. Se trata de una obra que está plenamente integrada en un mundo adolescente de sensaciones que quieren dar cuenta del propio vivir. Hay también un conjunto de poemas en los que el adolescente plantea por primera vez su aproximación solidaria a los hombres -el tiempo de escritura coincide con su vinculación a círculos juveniles anarquistas en la Universidad de Santiago-.

En 1923, Neruda escribe El hondero entusiasta, que se publicará sin embargo diez años más tarde. El poeta narró las circunstancias de creación de la obra años después: «En 1923, tuve una curiosa experiencia. Había vuelto tarde a mi casa en Temuco. Era más de medianoche. Antes de acostarme, abrí las ventanas de mi cuarto. El cielo me deslumbró. Era una multitud pululante de estrellas. Vivía todo el cielo. La noche estaba recién lavada, y las estrellas antárticas se desplegaban sobre mi cabeza. Me agarró una embriaguez de estrellas, sentí un golpe celeste. Como poseído, corrí a mi mesa, y apenas tuve tiempo de escribir, como si recibiera un dictado. Al día siguiente, leí, lleno de gozo, mi poema nocturno. Es el primero de El hondero entusiasta... Me movía en una nueva forma como nadando en mis verdaderas aguas. Estaba enamorado y a El hondero... siguieron torrentes y ríos de versos amorosos...»[4].

En 1925 aparece en la Editorial Nascimento Tentativa de hombre infinito, que es la obra que cierra este conjunto de incitaciones poéticas que conforman la prehistoria nerudiana. En Tentativa aparece claramente diseñado un mundo propio y profundamente original que, en alguna medida, cumple el papel de génesis del lenguaje de las Residencias. La obra es un conjunto de fragmentos mediante los que el poeta nos entrega una parcela de su mundo de la infancia, de su naturaleza, junto a la conciencia de su enfrentamiento con el espacio y el tiempo.

La construcción poética inicial, con el desarrollo de los primeros mitos poéticos, se realiza al tiempo que la escritura del amor juvenil, intensificada en el momento esencial de su estancia en Santiago. En 1924, en junio, la editorial Nascimento de Santiago publica los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, libro escrito a lo largo de 1923 en su mayor parte, del que habían aparecido ya algunos poemas en la revista Claridad. Los Veinte poemas significan, sobre todo, un ejemplo para entender la fortuna literaria de Neruda, su conexión en 1924 con una sensibilidad adolescente y posromántica, una relación con el lector que el tiempo se habría de encargar de acrecentar.

En 1927 comienza la biografía consular del poeta. A través de ella, otra naturaleza, la de oriente, se pone ante sus ojos, para ser la base de una nueva experiencia poética. En 1927, es nombrado cónsul en Batavia (Java); en el 31, en Singapur. Son cuatro años que configuran una nueva construcción en el quehacer literario de Neruda, años de viajes, naturaleza, amores, y años, sobre todo, de definición de un mundo profundamente original que hace entrar al poeta en una dimensión diferente.

En abril de 1933, aparece en la editorial Nascimento de Santiago, con tirada de 100 ejemplares, Residencia en la tierra (1925-1931). Se trata de la primera Residencia en el momento en que ya se están componiendo los poemas de la segunda parte. Tras un regreso a Chile, en mayo de 1934, es nombrado cónsul en Barcelona. En el 35 es cónsul en Madrid y, en septiembre de ese año, Cruz y Raya publica en dos volúmenes Residencia en la tierra (1925-1935) con las dos partes que integran la obra. Un proceso de escritura se ha cumplido. Al final de él, la experiencia española catalizará la poesía de Neruda en el ámbito de la historia, generando la Tercera residencia, pero eso ya entronca con el devenir hacia la conciencia histórica. Aquí, en las dos Residencias, el poeta es testigo de la tierra, en la perspectiva ya citada de autorrepresentación. Aquí es fundamental la conciencia de la materia, descubierta como en una sorpresa, que determina ese mundo de destrucción y descomposición de la realidad que la crítica aisló hace mucho tiempo en esta obra.

La etapa consular en Asia concluye con un regreso a Chile, en 1932, donde el poeta vive unos meses de angustia económica y de hastío en un oscuro trabajo burocrático. En agosto de 1933 obtuvo un cargo consular en Buenos Aires, donde establece relación con varios escritores, entre ellos Oliverio Girondo, la chilena María Luisa Bombal, y Raúl González Tuñón. En octubre, conoce a Federico García Lorca y vive con él varios episodios, como una famosa conferencia al alimón en la que cada uno va alternando párrafos, narrada en Confieso que he vivido. En mayo de 1934 es nombrado cónsul en Barcelona, puesto que consigue permutar por el de Madrid con Gabriela Mistral al poco tiempo[5].

Entre 1934 y 1936, Pablo Neruda entra en contacto con el mundo cultural español de una manera nueva, como protagonista también a través de su vinculación con los hombres de la generación del 27, entre los que la admiración por Residencia en la Tierra es un denominador común. En 1935, en ediciones Plutarco de Madrid, se publica Homenaje a Pablo Neruda de los poetas españoles, donde el reconocimiento estético se aúna al agradecimiento por una humanidad entrañable: García Lorca, Alberti, Aleixandre y Miguel Hernández son una referencia permanente de encuentros, conversaciones, lecturas y proyectos. En Cruz y Raya de Bergamín, Neruda presenta una selección de poemas de Quevedo, Sonetos de la muerte, y otra de Villamediana. En septiembre, Cruz y Raya, en sus Ediciones del Árbol, publica Residencia en la Tierra (1925-1935).

La escritura de Tercera residencia comienza en 1934. Es un libro dividido en cinco partes en las que se reflejan perfectamente la evolución de la poética, su ruptura incluso, que desembocará en la apertura de un mundo histórico y profético a partir de aquí. Del ámbito de la angustia ante un mundo que se destruía, el poeta va a trasladarse a una comprensión de la historia, como unión de los hombres, como transformación de la sociedad, que genera una nueva creación, entendida por la crítica como conversión de Pablo Neruda a la dialéctica histórica, al marxismo. La base material de este cambio es su descubrimiento de la realidad española y su vivencia de la guerra, a cuya plasmación poética dedica España en el corazón, el cuarto apartado del libro.

A finales de 1943, en un viaje por los países de la Costa del Pacífico, por el Sur de América, Neruda visita Perú. El 22 de octubre está en Cuzco y, desde la ciudad andina, se dirige a Macchu Picchu, ascendiendo a las alturas de esa ciudad preincaica. El recorrido por las ruinas, la impresión del silencio, la abrumadora visión del valle y el río Urubamba, la resonancia histórica de aquel escenario, de la ciudad de piedra, de aquella naturaleza, provocan una sensación que el mismo Neruda ha narrado varias veces, como un extrañamiento de sí mismo reencontrándose de pronto como si sus propias manos hubieran elevado en el pasado alguna de aquellas piedras, reconociéndose entre los antiguos habitantes de la ciudad, sintiéndose, a partir de aquí, chileno, peruano, americano, capaz de asumir una nueva profesión de fe en su poesía.

El efecto estético de aquel conjunto de sensaciones tardará dos años en sedimentarse. Precisamente será en el momento de mayor tensión política, en 1945, senador y militante del partido comunista ya, cuando en el mes de septiembre escriba los doce cantos de Alturas de Macchu Picchu, momento central de la escritura del Canto y uno de los más altos ejemplos de la poética nerudiana.

La publicación del Canto general en México, en 1950, la biografía de Neruda en este año, convertido en exiliado y, de nuevo, en viajero por el mundo, cierran un período de la vida y la obra del poeta, un período en el que éste ha puesto en pie un universo literario, cuya coherencia evolutiva es también una contraseña para entender al hombre contemporáneo. La dialéctica entre la angustia como condición del ser, el amor como salvación entre fracasos y la historia como totalidad a transformar, la dialéctica por tanto entre la angustia, el amor y la historia, ha generado hasta aquí una poética coherente en cuyos títulos están con seguridad algunas de las lecciones más universales de la literatura del siglo XX.

A partir de aquí, el sistema del poeta, que ya ha alcanzado probablemente sus cotas más altas con Residencia en la tierra y Canto general, no hará otra cosa que desarrollarse, abriendo nuevos espacios, nuevos temas, nuevos enfoques, nuevos lenguajes incluso, pero procedentes, y explicables por tanto, en la tensión poética vivida y escrita hasta ahora. La producción poética entra en 1950 en una creación torrencial, inagotable, son más de treinta títulos poéticos escritos en poco más de veinte años de escritura que resta.

La escritura de la última parte del Canto general coincidía con la persecución y el exilio de 1949, cuando el poeta comienza una serie de viajes (Unión Soviética, México, India, etc.) motivados por su pertenencia al Consejo Mundial de la Paz. En 1951, entre otros lugares, el poeta recorre Italia, en medio de un reconocimiento clamoroso del mundo intelectual que se enfrenta además a la decisión del gobierno de expulsar a Neruda por sus actividades. Una batalla campal en la estación ferroviaria de Roma, entre la policía y centenares de intelectuales capitaneados por Alberto Moravia, Elsa Morante, Carlo Levi, Renato Guttuso, etc., restituye a Neruda el permiso de residencia, justo en el momento en el que era conducido a la frontera. Una invitación a Capri se convierte en varios meses de estancia en la isla en 1952 y en dos obras fundamentales: Las uvas y el viento, que aparecerá en 1954, y Los versos del capitán, publicado en Nápoles en 1952. Mientras Las uvas y el viento es un reencuentro personal y político con Europa, a través de la nueva conciencia militante del poeta, Los versos del capitán es un regreso a la poesía amorosa en el que la nueva experiencia del amor, Matilde Urrutia, polariza otra tonalidad de creación hasta el punto de hacer de este libro otro ejemplo máximo de la poética nerudiana.

A mediados de 1952 se anula en Chile la persecución al poeta, que regresa a su patria, llegando a Santiago el 12 de agosto. Neruda viaja a continuación a Temuco, en un reencuentro con sus raíces y su geografía. A partir de aquí otros viajes fuera de Chile serán frecuentes, pero cortos. Hay ahora una tendencia a vivir su tierra, a asentarse en ella, a buscar refugios en Valparaíso, Isla Negra, Santiago, adonde el poeta se encerrará con frecuencia entre recuerdos, creación y esa intimidad que ha alcanzado junto a Matilde.

A fines de 1952 comienza a escribir Odas elementales -algún poema sería anterior- que crean un ciclo en su poesía que dura hasta 1959. A este primer libro de odas siguen Nuevas odas elementales en 1956, Tercer libro de odas, en 1957, y Navegaciones y regresos en 1959. Se trata de un conjunto poético amplio y coherente con la actitud de cantar la materia elemental, que son personas, oficios, objetos, vegetaciones, animales, alimentos, flores, pájaros, árboles, etc., mediante una actitud descriptiva en la que lo elemental no es sólo la materia, sino también la lengua y la estructura de los poemas, que se desnudan y se simplifican, acortándose el verso, haciéndose más sencillo y natural el lenguaje.

El año 1957 marca una reflexión poética hacia la esfera de la intimidad. El resultado es Estravagario que se publicará en agosto del siguiente año, 1958, en un tiempo en el que además el poeta ha tenido que desplegar una gran actividad política en la campaña electoral recorriendo Chile y realizando múltiples actos políticos. Estravagario es el desarrollo poético de un ámbito personal que encontrará su textualización máxima en producciones como Memorial de Isla Negra (1964) o La barcarola (1969).

Esta nueva dimensión se explicaría por una concatenación biográfica en la que aparecerían los 50 años cumplidos en 1954, el divorcio con Delia del Carril y la normalización de la relación con Matilde Urrutia en 1955, y, sobre todo, el XX Congreso del PCUS, con la denuncia de los crímenes del estalinismo en 1956, provocando un debilitamiento de la fe comunista del poeta. Junto a todo esto, se manifiestan también en estos años los primeros problemas serios de salud.

Hacia 1969 comienza una etapa de escritura cuyos libros, en su mayor parte, aparecerán póstumamente. Es ese año de 1969 un momento de ineludible compromiso político: Neruda es designado por el Partido comunista candidato a la presidencia de la República. Trabaja incansablemente en actos públicos y en negociaciones para construir, con el Partido socialista, la Unidad Popular. Cuando se forma ésta, retira su candidatura y realiza una actividad intensa en la campaña para la elección de Salvador Allende. Con el triunfo de Unidad Popular es designado embajador en Francia. En 1971, el Premio Nobel de Literatura viene a plantear otro reconocimiento universal. En 1972, renuncia a la embajada por motivos de salud: el cáncer ya se ha manifestado. En 1973, en marzo, participa en la campaña electoral al Parlamento publicando Incitación al Nixonicidio y Alabanza de la revolución chilena. En mayo lanza un mensaje a los intelectuales del mundo denunciando el acoso interior y exterior que sufre el gobierno chileno. El golpe fascista del 11 de septiembre de ese año acaba con la democracia en Chile y con las esperanzas de Neruda, que cierra sus memorias con un homenaje a Salvador Allende, muerto en la defensa del orden constitucional. El poeta muere doce días después, el 23 de septiembre de 1973, en un hospital de Santiago de Chile. Sus casas de Valparaíso y Santiago son saqueadas y las bibliotecas y recuerdos quemados. Los golpistas chilenos inauguran con esas piras de libros su nuevo orden.

[1]. Texto refundido a partir de José Carlos Rovira, Para leer a Pablo Neruda, Madrid, Palas Atenea, 1991.

[2]. Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Barcelona, Seix Barral, 1974, pág. 22.

[3]. Ibídem, pág. 27.

[4]. Pablo Neruda, Obras completas, vol. II, Buenos Aires, Losada, 1962, pág. 116.

[4]. Cf. Juan Loveluck, «Una carta desconocida de Pablo Neruda», en Revista chilena de literatura, núm. 22, noviembre 1983, pág. 143.

José Carlos Rovira

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