Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —200→     —201→  

Arriba Visión y análisis de la prensa en Memorias de un setentón, de Ramón de Mesonero Romanos

Enrique Rubio Cremades


Universidad de Alicante

Los diccionarios publicados en el siglo XIX y albores del XX recogen y explican el término Memoria con un significado preciso: relación de algunos acaecimientos particulares que se escriben para ilustrar la historia o relación escrita en que el autor narra su propia vida o acontecimientos de ella. En la Memoria el autor se propone dar cuenta de aquellos hechos en los que él mismo ha participado o que sólo ha estado en situación de conocer circunstancialmente. Las Memorias, que pueden llamarse materiales para la historia, siguen rigurosamente un orden cronológico. La explicación del término ofrecida por los diccionarios publicados en la segunda mitad del siglo XIX no varía sustancialmente de la ofrecida en publicaciones de parecida índole editadas recientemente. Los diccionarios de términos literarios actuales señalan, por ejemplo, que se trata de un relato autobiográfico, escrito en retrospectiva, y en el que una persona real narra acontecimientos relevantes de su vida, enmarcados en el contexto de otros acontecimientos de muy diversa índole o contenido. Los límites fronterizos existentes entre el géneroMemoria y sus diversas modalidades, como el diario, autorretrato,recuerdos, confesiones, autobiografías, etc., indican también cuan complejo es el análisis exacto del referido género114. Afortunadamente existe hoy en día un material noticioso de gran valor que está en clara contradicción con la opinión   —202→   orteguiana (España es el país que menos memorias ha escrito)115y que demuestra o hace patente la existencia de un rico y sustancioso número de obras adscritas al género y publicadas en los siglos XIX y XX116.

La obra Memorias de un setentón figura siempre en un lugar señero entre las publicaciones que de su misma índole aparecieron en el siglo XIX; sin embargo, no nos vamos a centrar en la importancia o incidencia que dicha publicación   —203→   tuvo en el género, ni tampoco en la veta costumbrista de tipos y escenas que subyace en susMemorias. Mi interés radica en el específico campo de la prensa periódica, en las reseñas, opiniones y juicios de Mesonero Romanos sobre dicho género, habida cuenta de que su testimonio es fundamental por ser el fundador de El Semanario Pintoresco Español, revista que marca las pautas y sirve como modelo a las posteriores revistas literarias e ilustradas del siglo XIX (Rubio Cremades, 2000). Su labor como periodista es el mejor aval para tener en cuenta sus opiniones sobre la prensa de la primera mitad del siglo XIX, pues sus juicios permiten establecer una clara disección de todo este material periodístico, tanto desde la óptica ideológica como de la perspectiva de la propia calidad e interés de la publicación citada.

Las primeras referencias a la prensa periódica insertas en sus Memorias nos remiten a su época de adolescente y a un ambiente familiar caracterizado por la bonanza de los negocios paternos. En este preciso contexto, Mesonero Romanos confiesa que pudo observar los diferentes comportamientos del ser humano gracias a las visitas que su padre recibía en casa. Como si de una galería de tipos se tratara, el novel escritor tiene ante sí un rico escenario, convirtiéndose en espectador del mismo y actuando como puntual analista de los diversos personajes que desfilan por el hogar paterno. Los recuerdos de Mesonero Romanos se retrotraen, pues, a la tertulia paterna y en un contexto cronológico marcado por la revolución de los doceañistas y la Constitución de 1812. Una época que testimonia el dramático divorcio entre una clase media intelectual que ignora a su pueblo y un pueblo poco familiarizado con la ciudadanía que carece del respeto y confianza de su clase intelectual. Bajo el marco de la Constitución de Cádiz Mesonero refiere las diversas modalidades periodísticas leídas en esta época, su tendencia ideológica, redactores, estilo contenido... Un variopinto periodismo que incluye numerosas formas de presentación y formato: «[...] viose aparecer como llovidos multitud de periódicos, folletos y hojas sueltas, de diversos colores y banderías, desde El Patriota, que redactaba don José Mor de Fuentes, que era el más simpático a la generalidad, hasta La Pajarera, del festivo escritor don Manuel Casal [...], desde el Redactor General y El Amigo de las Leyes, acérrimos defensores de la banda liberal, hasta laAtalaya de la Mancha, furibundo atleta ultra-realista, en que esgrimía sus armas el padre Castro, monje de San Jerónimo» (1881, I, págs. 111-112). Publicaciones que, en su mayoría, no figuran en las clásicas monografías dedicadas al periodismo117. Gómez Imaz (1810) y Antonio Asenjo (1933)   —204→   dan noticia de todo este panorama periodístico aludido por Mesonero en susMemorias. En el año 1812 aparecen, según los citados críticos, El Amigo de las Leyes, Anteojos de un Patriota Ciego, El Azote de los Afrancesados, Celoso de la libertad de la Patria, Censor General, El Ciudadano Imparcial, Diario Militar, España Libre, La Faramalla,El Fernandino de Valencia en Madrid, El Filósofo de Antaño en su Gabinete, El Fiscal Patriótico de España. El Imparcial, Mercurio Español,El Observador, El Patriota, La Paxarera, El Publicista Español,Redactor General de España, El Reloxero Universaly El Correo General. En 1813 aparece Atalaya de la Manchay en 1814 La Abeja Madrileña, continuación de La Abeja Española publicada en Cádiz. También se editan como continuación de los publicados en Cádiz los periódicos El Conciso, El Procurador General de la Nación y del Rey, El Tribunal del Pueblo Españoly El Amante de la Libertad Civil. Cierra esta relación los diarios El Universal y El Sol, pertenecientes al año 1814. En enero del citado año, al ser reanudadas en Madrid las sesiones de Cortes de Cádiz, inició también su publicación el Diario de las Cortes, que comenzó a publicarse en el año 1810 en la Real Isla de León. Es evidente, pues, tal como constata Mesonero, la aparición de multitud de periódicos, folletos y hojas. Todo ello gracias a la Ley de Libertad de imprenta que permitió una auténtica eclosión de publicaciones, la mayoría de ellas de periodicidad efímera, en Madrid.

El Trienio Liberal es otro de los periodos comentados con amplitud por Mesonero Romanos. Con razón se refiere a él como una época en la que proliferaban diversas modalidades periodísticas, algunas de difícil ubicación hoy en día. Lo realmente interesante es la disección que Mesonero realiza en torno a las múltiples tendencias del periodismo de esta época constitucional y su opinión sobre la ausencia del político en los medios periodísticos de dicha época. El periodista en el Trienio Liberal no utiliza el periódico para medrar en la política, pues sus miras son otras y los fines están inmersos en los principios constitucionales, en su patriotismo y en la carencia de ambición personal. En este sentido, Mesonero   —205→   indica que todavía «no se había dado el caso de pasar desde la redacción de un periódico a un sillón ministerial, a un consejo o a una embajada» (I, pág. 246)118.

Las primeras publicaciones periódicas que aprovecharon la libertad de prensa en el Trienio Liberal y «formaron iglesia o reunieron clientela», en el decir de Mesonero, fueron de tendencia afrancesada-liberal. Grupo compuesto, generalmente, «[...] de hombres de orden y de doctrina, aunque visiblemente desafectos a la Constitución vigente, y por ende mal vistos entre la mayoría del público, que por entonces se declaraba radicalmente afecto a la revolución y sus consecuencias» (I, pág. 242). En este primer grupo Mesonero destaca la publicación de El Universal, periódico magro redactado por Manuel Narganes, José María Galdeano, José Rodríguez y Juan Caborreluz, entre otros. El Universal, que se publicó desde el 12 de mayo de 1820 hasta el 23 de abril de 1823, era conocido con el sobrenombre de Sabanón debido a su gran tamaño (382 x 227 mm.). En el sentir de Mesonero sus redactores defendieron con decoro sus opiniones y doctrinas, aunque su enfoque y análisis sobre la Constitución eran un tanto confusos, pues explicaron a su modo los decretos llevados a cabo por las Cortes.

En esta línea de periódicos afrancesados surge una publicación, El Imparcial, que es juzgada por Mesonero como más refractaria que El Universal a las doctrinas constitucionales. Publicación que inició su andadura el 10 de septiembre de 1821 y debió cesar hacia el mes de junio, tal como indican Hartzenbusch (1894), Gil Novales (1975) y Gómez Aparicio (1967)119. El Imparcialfue uno de los periódicos más representativos e importantes de la contrarevolución, dirigido por Javier de Burgos, escritor que sufrió las censuras del periodismo burlón y exaltado. Cierra esta trilogía ofrecida por Mesonero El   —206→   Censor, definida concisamente y con precisión en sus Memorias, pues percibe claramente la dualidad de su contenido: el político y el literario. Desde la óptica política El Censor se muestra desde un primer momento como uno de los principales órganos de la contrarevolución, redactado por los ilustres afrancesados Lista, Miñano, Hermosilla y Reinoso (Le Gentil, 1909, pág. 10, pássim)120. En lo concerniente a la parte literaria, el nombre de El Censor figura en un lugar privilegiado, pues sus reseñas críticas y literarias fueron consideradas siempre con palabras elogiosas, especialmente, por los defensores del neoclasicismo. Publicación que no podía pasar por alto el propio Mesonero Romanos, pues en ella figura el germen de un costumbrismo que alcanzaría su máxima difusión en la década posterior. Cabe recordar a tal respecto a Sebastián Miñano, autor de las célebres, certeras y mordaces cartas políticas tituladas Lamentos políticos de un Pobrecito Holgazán que estaba acostumbrado a vivir a costa ajena.

Frente a esta trinidad periodística ofrecida por el propio Mesonero en sus Memorias surge una multitud de «periódicos diarios, terciarios, semanales, quincenales y sin periodo fijo, bajo los nombres más halagüeños, tales como La Aurora, La Ley, El Constitucional, La Libertad,El Sol, El Correo Liberal, El Independiente, El Conservador,El Patriota Español, El Eco de Padilla, etc. que aparecían y desaparecían alternativamente, o se refundían unos en otros, despedazándose mutuamente con la mayor cordialidad y formando un tutti infernal, que dio origen a la discreta y agudísima sátira que les prodigaba a manos llenas el folleto intercandente titulado La Periodicomanía, que redactaba el abogado D. Francisco Camborda» (I, págs. 243-244). Razón tiene Mesonero Romanos al afirmar que La Periodicomanía121 surge en un momento asaz candente y complicado,   —207→   pues las publicaciones periódicas hacen gala de una mordacidad poco común. Bajo este marco constitucional surge La Periodicomanía en el año 1820 con un claro propósito: analizar todas las publicaciones de la época, su duración, ideología, formato y disposición. La sátira aludida por Mesonero Romanos, canalizada a través de La Periodicomanía, se materializa, especialmente, en los conocidos epitafios que publicaba en sus números. El fallecimiento de los periódicos protagonizaba el epitafio o epitafios que figuran en las páginas de La Periodicomanía122.

Conjunto periodístico que el propio Mesonero resume, define y clasifica con precisión, pues establece dos marcos referenciales. Por un lado, publicaciones abanderadas por el partido exaltado, en contraposición el moderado, que representaba El Universal; por otro, periódicos cuya denominación sería la de ultraliberales-El Tribuno, El Eco de Padilla, El Conservador (por antífrasis)-. En este último grupo de periódicos colaboraban los más fanáticos representantes del bando comunero. En el sentir de Mesonero, todo este conjunto de periódicos marcó las directrices de un copioso número de folletos, papeles o periódicos en general cuyo fin primordial era la sátira mordaz y agresiva contra los representantes del poder religioso o civil. El Compadre del Holgazán, La Cotorrita, El Cajón de Sastre, Las Semblanzas de los Diputados,El Zurriago, La Tercerola constituyen la principal semblanza de un periodismo incisivo y burlón. Mesonero   —208→   Romanos da cuenta de un profundo conocimiento de la prensa del Trienio Liberal, pues percibe los rasgos esenciales de las publicaciones citadas. Su tendencia ideológica, colaboradores, historial de sus fundadores, etc. constituyen los principales soportes que sobre el periodismo figuran en sus Memorias. Es, por ejemplo, su concisa y precisa información ofrecida sobre el periódico El Zurriago y La Tercerola, su hermano, que alcanzaron «la funesta gloria de desmoralizar políticamente al pueblo y hacer descarriar la revolución hasta lanzarla al abismo»123.

La segunda época de las Memorias de un setentónse inicia con el estudio de las costumbres de la sociedad madrileña. Material noticioso que remite al lector a la juventud literaria de los años que precedieron al Trienio Constitucional. La restauración absolutista, la abolición de la Ley Sálica por Fernando VII, la Regencia de María Cristina y el Estatuto Real de Martínez de la Rosa constituyen los hitos más relevantes en los que enmarca la información relativa al periodismo. Proceso histórico en el que no está ausente la referencia al periodismo, a su especial incidencia en la sociedad española. De todo este mosaico de opiniones vertidas por Mesonero en la segunda parte de sus Memoriasdestaca el párrafo que tiene como objetivo esencial el análisis del «monstruo de cien lenguas apellidadola prensa periódica, que no hay suceso que no registre en todos sus detalles, hecho que no comente, reputación que no eleve, analice o destruya, ya con el escalpelo de la crítica severa, ya con el cascabel de la sátira, con más primor y talento que el que pudiera prestarle mi vetusto y descolorido pincel» (II, pág. 175).

El panorama periodístico ofrecido en esta ocasión atañe a la década transcurrida entre 1833 y 1843. Es evidente que la férrea censura ejercida por Fernando VII impidió la publicación de periódicos y revistas en general. Tan sólo algunas publicaciones adictas al absolutismo fernandino o de contenido comercial y mercantil tuvieron la fortuna de editarse en la década comprendida entre el final del periodo constitucional (1823) y la muerte de Fernando VII (1833). El Realista, El Restaurador, Diario Literario-Mercantil, Correo Literario y   —209→   Mercantil, Semanario de Agricultura y Artes... no son sino elocuentes ejemplos de la escasez de publicaciones periódicas, de ahí que Mesonero silenciara su nombre en las Memorias124. Sólo las Cartas Españolas (1831-1832) y la Revista Española(1832-1836) se libran de esta lógica poda y figuran en un lugar señero, analizadas y citadas en más de una ocasión.

Al igual que en anteriores ocasiones, Mesonero realiza una clasificación de la prensa desde el punto de vista ideológico. De esta forma aúna periodistas y periódicos en compartimentos de ideología afín. Gracias a este material reunido tenemos noticia de la prensa moderada (El Correo Nacional, La España, El Corresponsal, El Heraldo) y de sus colaboradores (Ríos Rosas, Donoso Cortés, Villalta, González Bravo, Sartorius...). En segundo lugar aparece la prensa progresista, abanderada por El Eco del Comercio, que tuvo pronto fieles imitadores, como El Clamor Público, fundado y dirigido por Fernando Corradi, El Castellano, dirigido por Aniceto de Álvaro y redactado por Díez Canseco y Llorente Flórez. Por último en «el sentido más o menos retrógrado», según palabras del propio Mesonero, aparece la prensa absolutista, encabezada por La Esperanza y custodiada por otras de idéntico credo, como El Católico yEl Pensamiento de la Nación, este último redactado por Jaime Balmes. El juicio de Mesonero respecto a este periodismo retrógrado tiene sus matizaciones, al menos en lo que respecta a la publicación El Pensamiento de la Nación. En primer lugar porque su fundación no fue una idea nacida del propio Balmes, sino de un grupo de políticos tradicionalistas conscientes del cambio que se operaba en la sociedad española en estos tiempos, y, en segundo lugar, el loable, aunque discutido intento de canalizar la reconciliación española mediante el matrimonio de Isabel II con el primogénito de don Carlos. Estas son las coordenadas más interesantes que aglutina El Pensamiento de la Nación. Por el contrario, el resto de las otras publicaciones que figuran en este sector retrógrado, como La Esperanza, sí hacen gala del más férreo credo carlista.

Como es habitual en Mesonero Romanos, la prensa satírica encuentra siempre un lugar privilegiado en las correspondientes disecciones que de la prensa periódica lleva a cabo. Corriente periodística encabezada por contertulios y amigos del propio Mesonero, como los célebres escritores Larra, Segovia, Pelegrín,   —210→   Bretón, Villergas... Publicaciones como El Guirigay, El Huracán, El Mundo,La Posdata y Fray Gerundio, entre otras, son probada muestra de una prensa mordaz y agresiva. Tal vez falta en este panorama periodístico realizado por Mesonero los nombres de otras no menos incisivas y humorísticas publicaciones, como El Jorobado, El Mata-Moscas, Fray Junípero, La Risa, La Tarántula... Aun así, las publicaciones citadas por Mesonero son harto representativas, especialmente la titulada Fray Gerundio125.

Las publicaciones de claro matiz literario ocupan un lugar privilegiado en las Memorias de un setentón, especialmente Cartas Españolas, Revista Española y el Semanario Pintoresco Español. La primera de ellas la analiza desde múltiples ópticas. En unas ocasiones relacionando sus opiniones con la controvertida actitud de su fundador, Carnerero; en otras con el proyecto de su obra costumbrista y en interrelación con la obra de escritores adscritos a dicho género. Respecto a Revista Españolacabe señalar, una vez más, la pertinaz insistencia en analizar la figura de Carnerero126 desde óptica negativa. Aun así, las alusiones más interesantes corresponden a las relaciones literarias y amistosas entre el propio Mesonero y Larra, pues desvelan aspectos harto significativos que no sólo atañen a la peculiar forma de sus artículos de costumbres, sino también al carácter y personalidad de Fígaro. Respecto a las páginas dedicadas a la fundación del Semanario Pintoresco Españolnada nuevo aportan al conocimiento de su fundación. Se trata en realidad de un extracto de lo publicado en el primer número del Semanario. Frente a la extensa explicación sobre las circunstancias que motivaron su fundación en dicha publicación ilustrada, lo reunido en susMemorias es una simple visión que incide en los mismos planteamientos: difusión de un periodismo   —211→   literario, popular y pintoresco en donde no ha lugar la crónica ni el debate político.

LasMemorias de un setentón son, pues, un material noticioso de no poca relevancia para el conocimiento de la prensa periódica española. El cambio generacional, los sucesivos episodios históricos que se van desgranando a lo largo de estas memorias, posibilitan un mayor entendimiento y comprensión sobre la figura del periodista. La valoración que del mismo lleva a cabo desde una perspectiva diacrónica es harto orientativa, pues el lector tiene la sensación de asistir al nacimiento de una profesión, la del periodista, que se irá consolidando en el último tercio del siglo XIX.


Bibliografía

ASENJO, Antonio. 1933. La prensa madrileña a través de los siglos (Apuntes para su historia desde el año 1661 al de 1925), Madrid, Artes Gráficas Municipales.

CABALLÉ, Anna. 1995.Narcisos de tinta. Ensayo sobre la literatura autobiográfica en lengua castellana (Siglo XIX y XX), Málaga, Megazul.

1933. Catálogo de las Publicaciones periódicas madrileñas existentes en la Hemeroteca Municipal de Madrid, Madrid, Artes Gráficas Municipales.

DURÁN LÓPEZ, Fernando. 1997. Catálogo comentado de la autobiografía española (Siglos XVIII y XIX), Madrid, Ollero & Ramos, Editores.

ESCOBAR, José. 1993. «Memorias de un setentón en la literatura de su tiempo», en De místicos y mágicos, clásicos y románticos. Homenaje a Ermanno Caldera, Messina, Armando Siciliano Editores, págs. 269-287.

GIL NOVALES, Alberto. 1975.Las sociedades patrióticas (1820-1823), Madrid. Tecnos [Apéndice VI, «Los colaboradores de El Zurriago y de La Tercerola», II, págs. 1048-1061].

1991.Diccionario Biográfico del Trienio Liberal, Madrid, Ediciones El Museo Universal.

GÓMEZ APARICIO, Pedro. 1967. Historia del periodismo español. Madrid, Editora Nacional, 3 vols.

  —212→  

GÓMEZ IMAZ, Manuel. 1810. Los periódicos durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.

HARTZENBUSCH, Eugenio. 1894. Apuntes para un catálogo de periódicos madrileños desde el año 1661 al 1870, Madrid, Establecimiento Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra».

LE GENTIL, George. 1909. Les Revues litteraires de l'Espagne pendant la première motié du XIX siècle. Apperçu bibliographique, Paris, Hachette.

MESONERO ROMANOS, Ramón de. 1881. Memorias de un setentón, natural y vecino de Madrid, Madrid, Oficina de la Ilustración Española y Americana.

1994.Memorias de un setentón, ed. J. Escobar y J. Álvarez Barrientos, Madrid, Castalia-Comunidad de Madrid, [Clásicos Madrileños].

ROMERA CASTILLO, José. 1999. «Escritura autobiográfica»,Signa, 8, págs. 168-170.

RUBIO CREMADES, Enrique. 1984 y 1985. «La Periodicomaníaen el Trienio Liberal», Anales de Literatura Española, 3, págs. 429-446; 4, 383-414.

2000.Periodismo y Literatura: Mesonero Romanos y el Semanario Pintoresco Español, Alicante, Publicaciones de la Universidad de Alicante.

SEOANE, María Cruz, 1977. Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX, Madrid, Fundación Juan March-Editorial Castalia.

ZAVALA, Iris M. 1967. «La prensa exaltada en el Trienio Constitucional»,Bulletin Hispanique, LXIX, 3-4, págs. 365-388.