Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

Antología

Santa Teresa de Jesús




ArribaAbajoINTRODUCCIÓN

La antología de textos que aquí se presenta parte de la edición de las obras de santa Teresa que, entre 1861 y 1862, y dentro de su colección Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días, llevó a cabo el impresor y editor Manuel Rivadeneyra, incluyendo en ella los escritos de santa Teresa añadidos e ilustrados por don Vicente de la Fuente, catedrático de Disciplina Eclesiástica de la Universidad de Madrid.

Los textos se muestran respetando la fijación textual de la mencionada edición, obviando el aparato crítico, con el fin de centrar toda la atención del lector en la palabra teresiana. Sin duda, los añadidos e ilustraciones de don Vicente de la Fuente ayudan a interpretar y conocer mejor la génesis de los textos, pero en nuestro ánimo no estaba elaborar una antología para literatos, como la del propio Vicente de la Fuente, sino seleccionar textos distintivos de cada uno de los libros para divulgarlos en un formato cómodo y accesible. Esperamos que con la selección propuesta logremos despertar la curiosidad del lector por saber más acerca de esta figura clave de nuestra literatura.



La elección de fragmentos de cada libro atiende a criterios diversos, unos han sido escogidos porque muestran términos del vocabulario espiritual que Teresa fue vertiendo en su original prosa rebosante de imágenes, símbolos y alegorías imprescindibles para comunicar sencilla y eficazmente; otros porque revelan su carácter y sentir más íntimo y otros porque reflejan la devoción y el audaz esfuerzo con que Teresa de Ahumada llevó a cabo su cometido. Nos hemos permitido la licencia de destacar en negrita aquellas palabras de cada texto que consideramos especialmente relevantes para entender la originalidad de su arte literario.

Vicente de la Fuente clasifica los diez libros de santa Teresa por orden cronológico, considerando aparte las cartas, poesías y escritos sueltos, de la siguiente manera:

1.° Libro de su Vida 1562
2.° Constituciones primitivas 1564
3.° Camino de perfección 1565
4.° Conceptos del Amor divino 1566
5.° Exclamaciones 1569
6.° Relaciones de su vida a sus Directores 1571
7.° Fundaciones 1573
8.° Moradas 1577
9.° Avisos 1580
10.° Modo de visitar los conventos 1581
  Escritos sueltos en prosa 
 Poesías 
 Cartas 

Y este mismo orden es el que seguimos en la presentación de los textos. No obstante, antes de adentrarnos en la lectura de los mismos, creemos que puede resultar útil ofrecer al lector una breve explicación de los textos principales, tanto para contextualizarlos como para justificar nuestra selección textual en la que hemos tenido muy en cuenta los fragmentos más citados o analizados por la crítica actual. En este sentido han sido referencias imprescindibles los trabajos de Víctor García de la Concha y de Francisco Rico, entre otros.



El Libro de la Vida es, junto a Relaciones espirituales y Fundaciones, uno de los libros históricos. Contiene una descripción del crecimiento humano y espiritual de Teresa -ella misma lo llamó «mi alma»- con abundantes digresiones didácticas sobre el ascenso místico. En la literariedad del texto destaca el abundante empleo de la metáfora y alegoría. Ya en la Introducción nos aclara que ella escribe por mandato de sus confesores. El capítulo XVIII es uno de los que forman parte del Tratado de oración y en él se trata el cuarto grado de la misma. Se caracteriza por el tono expositivo y la aparición de la metáfora «oración como agua de riego» que la santa utiliza recurrentemente para clarificar su exposición de los modos de oración y su forma. Enuncia lo que quiere comunicar: «lo que siente el alma cuando está en esta divina unión», pero siempre desde su propia experiencia. Por otra parte, en el capítulo XXVI se alude a la prohibición del índice inquisitorial de 1559 por la lectura de los tratados de contemplación en castellano. Teresa asegura escribir por mandato divino e intentando narrar simplemente lo que vive. De esta manera evita que le reprochen la utilización de fuentes literarias prohibidas. Este libro es un increíble ejemplo de autoanálisis y de traducción a palabras de diferentes y complejos estados anímicos.

Sobre el Libro de las constituciones, decir que desde que Teresa funda el primer convento, el de San José de Ávila, se determina a seguir dos reglamentos a los que debía atenerse la comunidad. Uno era la regla primitiva dada por san Alberto, patriarca de Jerusalén y aprobada por fray Hugo, cardenal de Santa Sabina; el otro reglamento era particular, unas Constituciones que ella misma redactó cuando surgió la posibilidad de fundar en más lugares. Hasta entonces no había hecho falta, puesto que su misma virtud era el ejemplo que seguían el resto de hermanas que convivían con ella. Así pues, las normas aplicadas a un pequeño convento de mujeres para favorecer su recogimiento, terminaron siendo escritas y sirviendo de Reglamento al resto de conventos que iban fundándose. Se cree que Teresa de Jesús emprendió su campaña de fundaciones como reacción frente a la situación espiritual tremendamente relajada del Carmelo femenino. Sin embargo, no se trató de una decisión individual ya que, como apunta el propio Víctor García de la Concha, la estructura de vida eremítica apoyada en la ascética fue diseñada desde la propia Institución para preparar los caminos por los que Dios podía conducir al alma a las experiencias místicas. En los fragmentos seleccionados (De la Clausura, De los oficios humildes, Del recibir Novicias, De las Hermanas enfermas) se aprecia el esfuerzo de santa Teresa por imponer unas normas que favorecieran un clima conventual adecuado para el recogimiento, la oración y la contemplación, sin duda, al haber vivido casi treinta años en un convento sabía perfectamente lo que debía cambiar: acoger únicamente a personas de oración, uso del velo, trato igualitario en las tareas y tratamientos, alejamiento de las cuestiones mundanas y restricción de visitas, voto de pobreza... Los Avisos y la Visita de conventos son, junto a las Constituciones, los tres libros de género preceptivo.

Camino de perfección es un libro doctrinal, un tratado de ascética encaminado a lograr la perfección espiritual mediante la oración, la pobreza, la mortificación y la humildad. Ya en el prólogo se trasluce el estilo de escritura teresiano, ese «escribir desconcertado» -aunque para ella la cosa desconcertada es que haya sido precisamente ella la elegida para comunicar-. Escribe a petición de sus monjas y dice hacerlo sin un plan prefijado sobre lo que les va a narrar porque confía en que la inspiración divina la guíe, pero si esto no sucediera y su escrito resultara ineficaz, no habría peligro en que los desatinos se propagaran porque su confesor quemaría el libro. De este modo, Teresa principia el acto de escritura desde un estado sereno y relajado casi exento de implicación y cuya única responsabilidad o esfuerzo estriba en encontrar las palabras exactas para transmitir lo que debe. En los capítulos III y XXXV se aprecia su deseo de militancia en la vanguardia de la lucha católica, utiliza continuamente palabras como batalla, pelea, lucha... No obstante, pese al empleo de terminología bélica, su manera de apoyar el proceso de reforma de las religiones que alentaba el cardenal Cisneros se basó en el ejercicio de la oración. Teresa asumió que estaba en sus manos hacer algo por y para Dios si atendía su llamamiento y fundaba un monasterio ejemplar desde el que recuperar almas para el Catolicismo. Su reforma del Carmelo se basó en la defensa de la regla mediante sus elementos fundamentales, la oración y la vida contemplativa; otras premisas obvias eran tener la conciencia limpia, ser humilde, menospreciar las cosas terrenales y, por supuesto, creer en la Santa Madre Iglesia. En el capítulo XXXI se distingue la imagen del fuego como amor de Dios.

Conceptos del Amor divino es un libro doctrinal, ascético-místico. En él, Teresa de Jesús describe el ascenso hacia Dios con una innegable orientación didáctica destinada al consuelo y recogimiento de sus hermanas. Consciente de la dificultad de expresar lo inefable, se esfuerza por encontrar las palabras adecuadas para transmitir lo que únicamente serán capaces de entender las almas sensibles. Vicente de la Fuente afirma que la lectura de este libro nunca fue libre en la Iglesia, no se permitía que los jóvenes lo leyeran hasta cumplir los treinta años por temor a que este cántico epitalámico y erótico fuera inconveniente para personas de pasiones vivas y piedad escasa que podían interpretar como amor lascivo y profano lo que era amor divino conceptualizado mediante un misticismo elevado. Reproducimos el capítulo primero en el que comienza Teresa pidiendo un beso y hablando de los pechos, y que, tras leer su mística explicación, no hay duda de la interpretación casta, santa, purísima y elevada que da a estas palabras tan trabajosamente escogidas.

Exclamaciones forma parte de los libros poéticos y eróticos, junto a las glosas, las canciones y los villancicos. En la exclamación III percibimos el afán de la santa por encontrar expresiones tangibles, conmovedoras. Intenta trasladar la perfección divina a la dimensión social humana, a su realidad circundante; no le basta con transmitir, desea emocionar y para ello se vale de expresiones como «hijo de la Virgen» en lugar de las bíblicas «hijo del hombre», «hijo de Dios»... No debemos olvidar que Teresa escribe como mujer a otras mujeres porque, como le dice su confesor, «mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras». En la exclamación XVI aparece la alegoría teresiana del castillo interior que muchos críticos creen que surge por la comparación que hace Teresa del alma con su tan acostumbrada visión amurallada de Ávila.

El Libro de las Relaciones actualmente conforma un libro mixto de la vida interior y exterior de santa Teresa con relatos que ayudan a ilustrar pasajes de la Vida y las Fundaciones, pero Teresa no lo concibió nunca como tal. Para ella estos relatos eran simplemente «cosas de su conciencia», íntimas, que escribía en un cuaderno a modo de desahogo. Fue fray Luis de León quien imprimió una parte con el nombre de Adiciones. En la relación II se ve claramente el tono intimista en las declaraciones de Teresa. Dice tener más visiones, revelaciones y arrobamientos, y confiesa los cambios positivos que percibe en su persona tras ellos: siente más piedad de los pobres, las murmuraciones que intentan perjudicarla no la afectan negativamente, tiene más templanza... Se siente tan afortunada que desea continuamente hacer penitencia. En la relación IX plasma las palabras que el Señor le dice o ella cree entender cuando está recogida, en oración, pensando, etc. Destacar de este escrito la comparación que hace de que el Señor está en las cosas y entra en las almas como una esponja que embebe el agua en sí. De este modo justifica que sus visiones sean fruto de la verdad, y no de la imaginación. También comunica visiones de la Virgen en la renovación de sus votos y de la Santísima Trinidad.

El Libro de las Fundaciones, Vida y Relaciones espirituales son los tres libros históricos de la producción literaria teresiana. Las Fundaciones es una obra autobiográfica que continúa la materia narrativa del Libro de la Vida, aunque en el primero predomina la dimensión cronística sobre la dimensión intimista del yo autobiográfico propia del segundo. Lo escribió por mandato divino y por encargo de su director, el jesuita padre Ripalda, para dar noticia de la historia de su empresa reformadora, consciente de que no sería leído hasta después de su muerte. En el capítulo I destaca la alusión al número óptimo de monjas que deben integrar la comunidad conventual, trece -dato significativo si tenemos en cuenta que ella convivió varios años en el convento de la Encarnación donde había casi doscientas-. También menciona la importancia de la virtud de la obediencia, de la que ella misma hace gala asumiendo la tarea de escribir este libro. Los veinte capítulos primeros relatan la historia de los ocho conventos que llevaba ya fundados. En este primero ella pide a Dios que la guíe para ganar almas a su servicio. Reproducimos además la relación XXIV y el capítulo XXIX porque dan noticia del enfrentamiento que a partir de 1575 se produjo entre descalzos y calzados dentro del propio Carmelo y que se resolvió en junio de 1580, cuando el Breve Pia consideratione ordena la separación de ambos ante la alegría de Teresa que llevaba más de veinticinco años esperando esta resolución.

Las Moradas es una de las obras más representativas para explicar el proceso místico. Este libro doctrinal, que forma grupo junto a Camino de perfección y Conceptos del Amor divino, se presenta como un tratado de oración con un lenguaje literario en el que la clave es el simbolismo. Relata cómo llegar a la vida mística. Utiliza la alegoría del alma como castillo con siete moradas. Ya en los preliminares, Teresa de Jesús aclara que es su voto de obediencia el que la hace sacar fuerza de voluntad para escribir y además hacerlo de buena gana; pues la tarea en sí le cansa y le provoca dolor de cabeza. Siempre atenta, aunque no temerosa, a la sombra de la Inquisición, se cuida mucho en aclarar que ella no enseña, puesto que eso corresponde a los doctos padres de la Iglesia, y que ella, como mujer, simplemente intenta transmitir o repetir a otras mujeres lo que su mala memoria le permite, esperando que eso sea suficiente para alabar al Señor y cumplir así la misión que le han encomendado. Del total de las siete moradas, cada una con sus correspondientes capítulos, se ha seleccionado la cuarta porque en ella se plantea la experiencia mística como un conocimiento real y cierto, es en esta morada central donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma porque al estar Dios dentro de nosotros lo descubrimos en sí mismo como una verdad tangible.

En cuanto a las Poesías, comentar que la lírica teresiana hay que insertarla dentro de una tradición popular ascética, muy del gusto de la orden carmelitana. En los conventos eran frecuentes las fiestas con cantos poéticos de creación espontánea y transmisión oral que servían de regocijo a las hermanas dentro siempre de su ambiente espiritual. Esta circunstancia explica el hecho de que no hubiera ningún tipo de interés en hacer constatar la autoría. La forma es siempre el octosílabo cancioneril en versión de glosa o villancico. La producción lírica de santa Teresa que nos ha llegado es escasa por el poco celo de la crítica en inventariarla y por el desinterés que la propia Teresa tenía en reconocer su autoría. En opinión de García de la Concha, es más que probable que el intenso lirismo de su espíritu la llevara a escribir muchísimos versos como ayuda o desahogo psíquico para exteriorizar su tensión vivencial o incluso como ejercicio para adentrarse en el trance místico. Vicente de la Fuente dice tener noticia de cuarenta y tres composiciones de santa Teresa, entre ciertas, dudosas, inéditas o publicadas y de ellas recopila veintisiete en la edición de 1952. Reproducimos aquí siete composiciones de las que la I, V y XXVI se dan como ciertas y el resto como probables.

En lo concerniente a las Cartas, la edición de Rivadeneyra recopila y organiza un total de cuatrocientas tres que en su conjunto forman un legado importantísimo para descubrir los distintos rasgos de la personalidad de la autora y para penetrar en la España del siglo XVI. Seleccionamos aquí doce de las que integran el volumen II de la citada edición: Las cartas LXXIX, CXXXII y CXXXVIII las dirige a su hermano para encomendarle recados y aconsejarle sobre asuntos familiares (la compra de una hacienda, la educación de los hijos...) o guiarle en los ejercicios espirituales. En la familia de Teresa siempre hubo piedad interior y preocupación por la honra. Además, le cuenta anécdotas de su vida en el convento refiriéndole lo bien que se lo pasa en las fiestas con sus hermanas cantando villancicos que, en ocasiones, ella misma compone. Las cartas CCXCIII y CXII las escribe a la priora de Sevilla: la primera para disponer el entierro de su hermano en la capilla de San José de Ávila y la segunda para consensuar cómo ha de ser el hábito y calzado de las monjas. Destaca la alusión a que las hermanas deben ser simples y santas, sin necesidad de tener conocimientos de latín. La carta CCCVIII muestra cómo, apelando a la regla de sus constituciones, rechaza la petición de una monja de otra orden que quería ser carmelita descalza. La carta CCCLVIII la dirige al canónigo de Ávila para, desde su modestia, mostrarle su sentir por el buen juicio que había formado aquel acerca del libro de su vida. Las cartas CXIX, CCLIII, CXXXIV las dirige al padre Gracián, una de las personas por quien Teresa sentía más afecto, circunstancia que se aprecia en el tono de escritura, libre y sin pudor. Como ella misma reconoce, el desaguadero de su perfecta alma es su libertad de espíritu, de sentimientos, de expresión de emociones. Trata con él cuestiones diversas sobre la importancia de la oración para salvar almas que podrían perderse por los luteranos o sus problemas con alguna priora; al tiempo que le manifiesta su deseo de ver hecha provincia entre calzados y descalzos. La carta CCXLVII es una de las muchas en las que Teresa retrata a Felipe II como el gran defensor del Catolicismo, en este caso la dirige al arzobispo de Ébora. Finalmente, reproducimos la carta XLVIII por la significativa declaración que Teresa hace a Antonio Gaitán: «... mi inclinación natural es siempre estado de soledad (anque no lo he merecido tener)».



Al margen de esta sucinta explicación de los fragmentos seleccionados, incorporamos al final del documento un par de tablas cronológicas de la edición de Rivadeneyra -una de la vida de santa Teresa y la otra del establecimiento de las fundaciones-, por considerar que puedan ser de utilidad para enmarcar algunos de los hechos aludidos en los escritos. Así mismo, intercalamos unos preciosos grabados de Adriaen Collaert y Cornelis Galle de 1613 para dotar esta edición de un complemento estético enriquecedor.

*  *  *

Teresa de Ahumada fue una elegida para contribuir a ganar almas para el servicio de Dios. Llevó a cabo su misión reformando el Carmelo femenino y lo hizo a su manera, dejando la impronta de su persona y su personalidad. Su experiencia vital la había hecho conocedora de los problemas de la Institución y era plenamente consciente de qué debía cambiar y cómo hacerlo desde su condición de mujer y en su circunstancia histórica. Muy leída, de gran imaginación, y de firmes creencias y convicciones sabía en qué lenguaje y tono debía comunicar a sus destinatarios, ya fueran sus hermanas, sus confesores o sus familiares y conocidos. Parece indudable que, desde muy jovencita, tenía vocación por la escritura como hábito y desahogo. Pero, si para ella no era un problema escribir para sí misma sí requería de cierto ejercicio hacerlo para otros si quería evitar posibles dificultades. Fue tremendamente hábil para dejar claro en cada uno de sus escritos que, primero, escribe por obediencia; segundo, que se limita a contar lo que ve y siente gracias al don que le ha concedido Dios; tercero, que lo hace torpemente, de manera llana y ruin, como era propio de su naturaleza de mujer.

Los diecisiete conventos que fundó son la prueba más tangible de que cumplió con éxito su misión, cometido que llevó a cabo hasta la extenuación. Desde la perspectiva actual debemos estar agradecidos a las personas que le encomendaron la tarea de dejar constancia de su periplo vital, gracias a ellos y a sus custodios contamos con este valioso legado. Sus escritos nos resultan deslumbrantes, ese decir tanto y tan nuevo por una mujercilla que continuamente se hace de menos, nos emociona implicándonos en el acto de interpretación casi por conmiseración en agradecimiento por tan sublime esfuerzo, si realmente nos lo creemos; y por simpatía, si percibimos el agudo ardid de una mujer inteligente. Juzgue el lector.

 imagen

© Patronato del Museo Británico






ArribaAbajoANTOLOGÍA


ArribaAbajoLA VIDA DE LA SANTA MADRE TERESA DE JESUS

Y ALGUNAS DE LAS MERCEDES QUE DIOS LE HIZO, ESCRITAS POR ELLA MISMA



ArribaAbajo[Introducción]

Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia para que escriba el modo de oracion y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida. Diérame gran consuelo, mas no han querido, antes atádome mucho en este caso; y por esto pido, por amor del Señor, tenga delante de los ojos, quien este discurso de mi vida leyere, que ha sido tan ruin, que no he hallado santo, de los que se tornaron á Dios, con quien me consolar. Porque considero, que, despues que el Señor los llamaba, no le tornaban á ofender: yo no solo tornaba á ser peor, sino que parece traia estudio á resistir las mercedes que su Majestad me hacia, como quien se via obligar á servir mas, y entendia de sí no podia pagar lo menos de lo que debia. Sea bendito por siempre, que tanto me esperó, á quien con todo mi corazon suplico, me dé gracia, para que con toda claridad y verdad yo haga esta relacion, que mis confesores me mandan (y aun el Señor, sé yo, lo quiere muchos dias há, sino que yo no me he atrevido) y que sea para gloria y alabanza suya, y para que de aquí adelante, conociéndome ellos mejor, ayuden á mi flaqueza, para que pueda servir algo de lo que debo al Señor, á quien siempre alaben todas las cosas. Amen.




ArribaAbajoCAPÍTULO XVIII

En que trata del cuarto grado de oracion; comienza á declarar por ecelente manera la gran dinidad que el Señor pone á el alma que está en este estado: es para animar mucho á los que tratan oracion, para que se esfuercen de llegar á tan alto estado, pues se puede alcanzar en la tierra; aunque no por merecerlo, sino por la bondad del Señor. Léase con advertencia; porque se declara por muy delicado modo, y tiene cosas mucho de notar


El Señor me enseñe palabras como se pueda decir algo de la cuarta agua; bien es menester su favor, aun mas que para la pasada; porque en ella aun siente el alma no está muerta del todo, que ansí lo podemos decir, pues lo está al mundo. Mas como dije, tiene sentido para entender que está en él, y sentir su soledad, y aprovéchase de lo exterior para dar á entender lo que siente, siquiera por señas. En toda la oracion y modos de ella, que queda dicho, alguna cosa trabaja el hortolano; aunque en estas postreras va el trabajo acompañado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamás querria salir dél; y ansí no se siente por trabajo, sino por gloria. Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza: entiéndese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos los bienes, mas no se conprende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de manera, que no queda ninguno desocupado para poder en otra cosa interior, ni exteriormente. Antes dábaseles licencia, para que como digo hagan algunas muestras del gran gozo que sienten; acá el alma goza mas sin conparacion, y puédese dar á entender muy menos; porque no queda poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar aquel gozo. En aquel tienpo todo le seria gran embarazo y tormento, y estorbo de su descanso; y digo, que si es union de todas las potencias, que aunque quiera (estando en ella digo) no puede, y si puede ya no es union. El cómo es esta que llaman union, y lo que es, yo no lo sé dar á entender: en la mística teulogía se declara, que yo los vocablos no sabré nombrarlos; ni sé entender, qué es mente, ni qué diferencia tenga del alma ú espíritu tampoco: todo me parece una cosa; bien que el alma alguna vez sale de sí mesma á manera de un fuego que está ardiendo y hecho llama, y algunas veces crece este fuego con ímpetu. Esta llama sube muy arriba del fuego, mas no por eso es cosa diferente, sino la mesma llama que está en el fuego. Esto vuesas mercedes lo entenderán, que yo no lo sé mas decir con sus letras.

Lo que yo pretendo declarar es, qué siente el alma cuando está en esta divina union. Lo que es union, ya se está entendido, que es, dos cosas divisas hacerse una. ¡Oh Señor mio, qué bueno sois! Bendito seais para siempre; alaben os, Dios mio, todas las cosas, que ansí nos amastes de manera, que con verdad podamos hablar de esta comunicacion, que aun en este destierro teneis con las almas; y aun con las que son buenas es gran largueza y mananimidad: en fin, vuestra, Señor mio, que dais como quien sois. ¡Oh largueza infinita, cuán maníficas son vuestras obras! Espanta á quien no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra, que no tenga ninguno para entender verdades. ¿Pues qué hagais á almas, que tanto os han ofendido, mercedes tan soberanas? Cierto á mí me acaba el entendimiento, y cuando llego á pensar en esto, no puedo ir adelante. ¿Dónde ha de ir que no sea tornar atrás? Pues daros gracias por tan grandes mercedes, no sabe cómo. Con decir disbarates me remedio algunas veces. Acaéceme muchas, cuando acabo de recibir estas mercedes, ú me las comienza Dios á hacer (que estando en ellas, ya he dicho, que no hay poder hacer nada) decir: Señor, mirá lo que haceis, no olvideis tan presto tan grandes males mios, ya que para perdonarme los hayais olvidado, para poner tasa en las mercedes os suplico se os acuerde. No pongais, Criador mio, tan precioso licor en vaso tan quebrado, pues habeis ya visto de otras veces, que lo torno á derramar. No pongais tesoro semejante, adonde aun no está, como ha de estar, perdida del todo la codicia de consolaciones de la vida, que lo gastará mal gastado. ¿Cómo dais la fuerza de esta ciudad, y llaves de la fortaleza de ella á tan cobarde alcaide, que al primer conbate de los enemigos los deja entrar dentro? No sea tanto el amor, oh Rey eterno, que pongais en aventura joyas tan preciosas. Parece, Señor mio, se da ocasion para que se tengan en poco, pues las poneis en poder de cosa tan ruin, tan baja, tan flaca y miserable, y de tan poco tomo; que ya que trabaje para no las perder con vuestro favor (y no es menester pequeño, sigun yo soy) no puede dar con ellas á ganar á nadie. En fin, mujer y no buena, sino ruin. Parece, que no solo se esconden los talentos, sino que se entierran en ponerlos en tierra tan astrosa. No soleis vos, Señor, hacer semejantes grandezas y mercedes á un alma, sino para que aproveche á muchas. Ya sabeis, Dios mio, que de toda voluntad y corazon os lo suplico y he suplicado algunas veces, y tengo por bien de perder el mayor bien que se posee en la tierra, porque las hagais vos á quien con este bien mas aproveche, porque crezca vuestra gloria. Estas y otras cosas me ha acaecido decir muchas veces. Via despues mi necedad y poca humildad; porque bien sabe el Señor lo que conviene y que no habia fuerzas en mi alma para salvarse, si su Majestad con tantas mercedes no se las pusiera.

Tambien pretendo decir las gracias y efetos, que quedan en el alma, y qué es lo que puede de suyo hacer, ó si es parte para llegar á tan grande estado. Acaece venir este levantamiento de espíritu ú juntamiento con el amor celestial; que, á mi entender, es diferente la union del levantamiento en esta mesma union. A quien no lo hubiere probado lo postrero, parecerle ha que no; y á mi parecer, que con ser todo uno, obra el Señor de diferente manera, y en el crecimiento de desasir el alma de las criaturas, mas mucho en el vuelo del espíritu. Yo he visto claro ser particular merced, aunque, como digo, sea todo uno, ú lo parezca; mas un fuego pequeño tambien es fuego como un grande, y ya se ve la diferencia que hay de lo uno á lo otro. En un fuego pequeño, primero que un hierro pequeño se hace ascua, pasa mucho espacio; mas si el fuego es grande, aunque sea mayor el hierro, en muy poquito pierde del todo su ser al parecer. Ansí me parece es en estas dos maneras de mercedes del Señor; y sé que quien hubiere llegado á arrobamientos lo entenderá bien: si no lo ha probado, parecerle ha desatino, y ya puede ser; porque querer una como yo hablar en una cosa tal, y dar á entender algo de lo que parece inposible aun haber palabras con que lo comenzar, no es mucho que desatine.

Mas creo esto del Señor (que sabe su Majestad, que despues de obedecer, es mi intencion engolosinar las almas de un bien tan alto) que me ha en ello de ayudar. No diré cosa que no la haya expirimentado mucho; y es ansí, que cuando comencé esta postrer agua á escribir, que me parecia inposible saber tratar cosa, mas que hablar en griego, que ansí es ello dificultoso; con esto lo dejé y fuí á comulgar. Bendito sea el Señor que ansí favorece á los inorantes. ¡Oh virtud de obedecer, que todo lo puedes! Aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras, y otras poniéndome delante cómo lo habia de decir, que (como hizo en la oracion pasada) su Majestad parece quiere decir lo que yo no puedo ni sé. Esto que digo es entera verdad, y ansí lo que fuere bueno, es suya la doctrina; lo malo, está claro, es del piélago de los males, que soy yo: y ansí digo, que si hubiere personas, que hayan llegado á las cosas de oracion, que el Señor ha hecho merced á esta miserable (que debe haber muchas) y quisiesen tratar estas cosas conmigo, pareciéndoles descaminadas, que ayudaria el Señor á su sierva, para que saliese con su verdad adelante.

Ahora hablando de esta agua, que viene del cielo, para con su abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua, si nunca dejara, cuando la hubiera menester, de darla el Señor, ya se ve que descanso tuviera el hortolano; y á no haber ivierno, sino ser siempre el tiempo templado, nunca faltaran flores y frutas: ya se ve que deleite tuviera; mas, mientras vivimos, es imposible. Siempre ha de haber cuidado de, cuando faltare la una agua, procurar la otra. Esta del cielo viene muchas veces, cuan lo mas descuidado está el hortolano. Verdad es que á los principios casi siempre es despues de larga oracion mental; que de un grado en otro viene el Señor á tomar esta avecita, y ponerla en el nido, para que descanse: como la ha visto volar mucho rato, procurando con el entendimiento y voluntad, y con todas sus fuerzas buscar á Dios, y contentarle, quiérela dar el premio, aun en esta vida; ¡y qué gran premio, que basta un momento para quedar pagados todos los trabajos que en ella puede haber!

Estando ansí el alma buscando á Dios, siente con un deleite grandísimo y suave, casi desfallecer toda con una manera de desmayo, que le va faltando el huelgo y todas las fuerzas corporales; de manera que, si no es con mucha pena, no puede aun menear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar; y si los tiene abiertos, no ve casi nada; ni si lee, acierta á decir letra, ni casi atina á conocerla bien: ve que hay letra, mas, como el entendimiento no ayuda, no sabe leer, aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye. Ansí que de los sentidos no se aprovecha nada, sino es para no la acabar de dejar á su placer, y ansí antes la dañan. Hablar es por demás, que no atina á formar palabra, ni hay fuerza ya que atinase para poderla pronunciar; porque toda la fuerza exterior se pierde, y se aumenta en las del alma, para mijor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es grande, y muy conocido. Esta oracion no hace daño por larga que sea; al menos á mí nunca me le hizo, ni me acuerdo hacerme el Señor ninguna vez esta merced por mala que estuviese, que sintiese mal, antes quedaba con gran mejoría. Mas ¿qué mal puede hacer tan gran bien? Es cosa tan conocida las operaciones exteriores, que no se puede dudar, que hubo gran ocasion, pues ansí quitó las fuerzas con tanto deleite, para dejarlas mayores.

Verdad es, que á los principios pasa en tan breve tiempo (al menos á mí ansí me acaecia), que en estas señales exteriores, ni en la falta de los sentidos, no se da tanto á entender, cuando pasa con brevedad; mas bien se entiende en la sobra de las mercedes, que ha sido grande la claridad del sol que ha estado allí, pues ansí la ha derretido. Y nótese esto, que á mi parecer, por largo que sea el espacio de estar el alma en esta suspension de todas las potencias, es bien breve; cuando estuviese media hora, es muy mucho: yo nunca á mi parecer, estuve tanto. Verdad es, que se puede mal sentir lo que se está, pues no se siente; mas digo, que de una vez es muy poco espacio sin tornar alguna potencia en sí. La voluntad es la que mantiene la tela, mas las otras dos potencias presto tornan á importunar; como la voluntad está queda, tórnalas á suspender, y están otro poco y tornan á vivir. En esto se pueden pasar algunas horas de oracion y se pasan; porque comenzadas las dos potencias á emborrachar, y gustar de aquel vino divino, con facilidad se tornan á perder de sí, para estar muy mas ganadas; y acompañan á la voluntad, y se gozan todas tres. Mas este estar perdidas del todo, y sin ninguna imaginacion en nada (que á mi entender tambien se pierde del todo) digo que es breve espacio; aunque no tan del todo tornan en sí, que no puedan estar algunas horas como desatinadas, tornando de poco en poco á cogerlas Dios consigo.

Ahora vengamos á lo interior de lo que el alma aquí siente; dígalo quien lo sabe, que no se puede entender, cuanto mas decir. Estaba yo pensando cuando quise escribir esto (acabando de comulgar, y de estar en esta mesma oracion que escribo) qué hacia el alma en aquel tiempo. Díjome el Señor estas palabras: Deshácese toda, hija, para ponerse mas en mí; ya no es ella la que vive, sino yo; como no puede comprender lo que entiende, es no entender entendiendo. Quien lo hubiere probado entenderá algo desto, porque no se puede decir mas claro, por ser tan escuro lo que allí pasa. Solo podré decir, que se representa estar junto con Dios, y queda una certidumbre, que en ninguna manera se puede dejar de creer. Aquí faltan todas las potencias, y se suspenden de manera, que en ninguna manera (como he dicho) se entiende que obran. Si estaba pensando en un paso, ansí se pierde de la memoria, como si nunca la hubiere habido dél: si lee, en lo que leia no hay acuerdo ni parar; si rezar, tampoco. Ansí que á esta mariposilla importuna de la memoria, aquí se le queman las alas, ya no puede mas bullir. La voluntad debe estar bien ocupada en amar, mas no entiende cómo ama; el entendimiento, si entiende, no se entiende cómo entiende, al menos no puede comprender nada de lo que entiende: á mí no me parece que entiende; porque, como digo, no se entiende: yo no acabo de entender esto. Acaecióme á mí una inorancia al principio, que no sabia que estaba Dios en todas las cosas; y, como me parecia estar tan presente, parecíame imposible: dejar de creer que estaba allí no podia, por parecerme casi claro habia entendido estar allí su mesma presencia. Los que no tenian letras, me decian que estaba solo por gracia; yo no lo podia creer; porque, como digo, parecíame estar presente, y ansí andaba con pena. Un gran letrado de la órden del glorioso patriarca Santo Domingo me quitó de esta duda; que me dijo estar presente, y cómo se comunicaba con nosotros, que me consoló harto. Es de notar y entender, que siempre esta agua del cielo, este grandísimo favor del Señor, deja el alma con grandísimas ganancias, como ahora diré.




ArribaAbajoCAPÍTULO XXVI

Prosigue en la mesma materia, va declarando y diciendo cosas que le han acaecido, que le hacian perder el temor, y afirmar que era buen espíritu el que la hablaba


Tengo por una de las grandes mercedes, que me ha hecho el Señor, este ánimo que me dió contra los demonios; porque andar un alma acobardada, y temerosa de nada, sino de ofender á Dios, es grandísimo inconveniente, pues tenemos Rey todo poderoso, y tan gran Señor, que todo lo puede, y á todos sujeta. No hay que temer, andando, como he dicho, en verdad delante de su Majestad, y con limpia conciencia. Para esto, como he dicho, querria yo todos los temores, para no ofender en un punto á quien en el mesmo punto nos puede deshacer; que, contento su Majestad, no hay quien sea contra nosotros, que no lleve las manos en la cabeza. Podráse decir, que ansí es; mas que, ¿quién será esta alma tan reta, que del todo le contente? y que por eso teme. No la mia por cierto, que es muy miserable, y sin provecho, y llena de mil miserias; mas no ejecuta Dios como las gentes, que entiende nuestras flaquezas; mas por grandes conjeturas siente el alma en sí, si le ama de verdad; porque en las que llegan á este estado no anda el amor disimulado, como á los principios, sino con tan grandes ímpetus y deseo de ver á Dios, como despues diré, ú queda ya dicho. Todo cansa, todo fatiga, todo atormenta, sino es con Dios ú por Dios: no hay descanso que no canse, porque se ve ausente de su verdadero descanso, y ansí es cosa muy clara, que como digo, no pasa en disimulacion.

Acaecióme otras veces verme con grandes tribulaciones y murmuraciones sobre cierto negocio, que despues diré, de casi todo el lugar adonde estoy, y de mi órden, y afligida con muchas ocasiones que habia para inquietarme, y decirme el Señor -¿De qué temes? ¿No sabes que soy todo poderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido, y ansí se cumplió bien despues; y quedar luego con una fortaleza, que de nuevo me parece me pusiera en emprender otras cosas, aunque me costasen mas trabajos para servirle, y me pusiera de nuevo á padecer. Es esto tantas veces, que no lo podria yo contar: muchas las que me hacia repreensiones, y hace cuando hago imperfecciones, que bastan á deshacer un alma. Al menos train consigo el enmendarse, porque su Majestad, como he dicho, da el consejo y el remedio. Otras traerme á la memoria mis pecados pasados, en especial cuando el Señor me quiere hacer alguna señalada merced, que parece ya se ve el alma en el verdadero juicio, porque le representan la verdad con conocimiento claro, que no sabe adonde se meter. Otras avisarme de algunos peligros mios, y de otras personas, cosas por venir, tres ú cuatro años antes, muchas, y todas se han cumplido: algunas podrá ser señalar. Ansí que hay tantas cosas para entender que es Dios, que no se puede inorar, á mi parecer.

Lo mas siguro es (yo ansí lo hago, y sin esto no ternia sosiego, ni es bien que mujeres le tengamos, pues no tenemos letras, y aquí no puede haber daño sino muchos provechos) como muchas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comunicar toda mi alma, y las mercedes que el Señor me hace, con el confesor, y que sea letrado, y que le obedezca: esto muchas veces. Tenia yo un confesor, que me mortificaba mucho, y algunas veces me afligia y daba gran trabajo, porque me inquietaba mucho, y era el que mas me aprovechó, á lo que me parece: y aunque le tenia mucho amor, tenia algunas tentaciones por dejarle, y parecíame me estorbaban aquellas penas que me daba, de la oracion. Cada vez que estaba determinada á esto, entendia luego que no lo hiciese, y una repreension, que me deshacia mas, que cuanto el confesor hacia: algunas veces me fatigaba, cuestion por un cabo y repreension por otro; y todo lo habia menester, sigun tenia poco doblada la voluntad. Díjome una vez que no era obedecer, si no estaba determinada á padecer; que pusiese los ojos en lo que él habia padecido, y todo se me haria fácil.

Aconsejóme una vez un confesor, que á los principios me habia confesado, que ya que estaba probado ser buen espíritu, que callase, y no diese ya parte á nadie, porque mejor era ya estas cosas callarlas. A mí no me pareció mal, porque yo sentia tanto cada vez que las decia al confesor, y era tanta mi afrenta, que mucho mas que confesar pecados graves lo sentia algunas veces: en especial, si eran las mercedes grandes, parecíame no me habian de creer, y que burlaban de mí. Sentia yo tanto esto, que me parecia era desacato á las maravillas de Dios, que por esto quisiera callar. Entendí entonces, que habia sido muy mal aconsejada de aquel confesor, que en ninguna manera callase cosa al que me confesaba, porque en esto habia gran siguridad y, haciendo lo contrario, podria ser engañarme alguna vez.

Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oracion, si el confesor me decia otra, me tornaba el mesmo Señor á decir, que le obedeciese: despues su Majestad le volvia, para que me lo tornase á mandar. Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba recreacion leerlos, y yo no podia ya, por dejarlos en latin: me dijo el Señor -No tengas pena, que yo te daré libro vivo. Yo no podia entender, porque se me habia dicho esto, porque aun no tenia visiones: despues desde á bien pocos dias lo entendí muy bien, porque he tenido tanto que pensar, y recogerme en lo que veia presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca, ú casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar.

¿Quién ve á el Señor cubierto de llagas y afligido con persecuciones, que no las abrace y las ame y las desee? Quién ve algo de la gloria, que da á los que le sirven, que no conozca es todo nada, cuanto se puede hacer y padecer, pues tal premio esperamos? Quién ve los tormentos que pasan los condenados, que no se le hagan deleites los tormentos de acá en su comparacion, y conozcan lo mucho que deben á el Señor en haberlos librado tantas veces de aquel lugar? Porque con el favor de Dios se dirá mas de algunas cosas, quiero ir adelante en el proceso de mi vida. Plega á el Señor haya sabido declararme en esto que he dicho: bien creo que quien tuviere expiriencia lo entenderá, y verá que he atinado á decir algo: quien no, no me espanto le parezca desatino todo. Basta decirlo yo para quedar disculpado, ni yo culparé á quien lo dijere. El Señor me deje atinar en cumplir su voluntad, amen.

 imagen

© Patronato del Museo Británico






ArribaAbajoLIBRO DE LAS CONSTITUCIONES

De la Clausura.

A nadie se vea sin velo, sino fuere á Padre, ó Madre, ó Hermanos, salvo en caso que fuere justo para algun fin, y esto con personas, que antes edifiquen, y ayuden á nuestros exercicios de oracion, y consolacion espiritual, que no para recreacion; siempre con una tercera quando no sea con quien se traten negocios de Alma. La llave de la red, y portería, tenga la Priora, y quando entrare algun médico, ó barbero, y las demas personas necesarias de casa, ó confesor, siempre vayan dos terceras delante, y quando se confiese la enferma esté la tercera desviada de suerte, que se pueda ver, con el qual no hable, sino fuere alguna palabra respondiendo á lo que se le preguntare. Las novicias no dexen de visitar, como las profesas, porque si tuvieren algun descontento se entienda; porque no se pretende sino que estén muy de su voluntad, y darles lugar que lo manifiesten, sino la tuvieren de quedar.

De negocios de mundo no tengan quenta, ni traten de ellos, sino fueren cosas que puedan dar remedio, á los que las dizen, y ponerlos en la verdad, ó consolarlos en algun trabajo, y sino se pretende sacar fruto concluigan presto, como queda dicho; porque importa mucho que vayan con alguna ganancia, quien nos visitare, y no con pérdida de tiempo, y que nos quede á nosotros. Tener quenta la tercera que se guarde aquesto, está obligada á avisar á la Priora, sino se guardare aquesto, y quando no lo hiziere que caiga en la misma pena de la que lo quebrantare. Esto sea habiendolo avisado dos vezes: á la tercera esté nueve dias en la carcel, y al tercero dia una disciplina en refitorio; porque es cosa, que importa mucho á la Religion.

De tratar con deudos se desvien lo mas que pudieren; porque dexado que se peguen mucho sus cosas, y assi será dificultoso dexar de tratar algunas cosas del siglo. Téngase gran quenta en hablar á los de fuera, aunque sean deudos, muy pocas vezes, y estas concluyan presto.

Del recibir Novicias.

Mirese mucho que las que huvieren de recivir sean personas de oracion, y que pretendan toda perfeccion, y menosprecio del mundo; porque si no vienen desasidas del, podrán mal sufrir lo que aqui se lleva, y vale mas mirarse antes, que no echarlas despues, y que tengan salud y entendimiento y habilidad para rezar el oficio Divino, y ayudar en el coro, y no se dé profesion, sino se entendiere en el año del noviciado, tener condicion, y las demas partes que son menester, para lo que aqui se ha de guardar si alguna de estas cosas le faltare no profese, salvo sino fuere persona tan sierva del Señor, y útil para la casa, que se entendiese por ella no haber de haber inquietud ninguna, y que se sirva nuestro Señor en condescender á sus santos deseos: si estos no fueren grandes, que se entienda que la llama el Señor á este estado, y si no tuviere alguna limosna, que dar á la casa, no por eso se dexe de recibir como hasta aqui se haze, y si lo quiere dar tiniéndolo, y despues por alguna causa no se diere, no se pida por pleito ni por esta causa no se dexe de dar la profesion. Téngase grande aviso de que no vayan por intereses; porque poco á poco podia entrar la codicia, de manera, que miren mas las limosnas, que la bondad, y calidad de la persona, esto no se haga en ninguna manera, que seria gran mal: siempre tengan delante la pobreza que profesan: miren que no es esto lo que las ha de sustentar, sino la Fé y perfeccion, sino fiar en solo Dios. Esta constitucion se mire mucho, y se cumpla, que conviene, y se lea á las hermanas: quando se reciba alguna siempre sea con parecer de la mayor parte del Convento, y quando haga profesion lo mesmo. Las freilas que se huvieren de recibir sean recias, y personas que se entiende que quieren servir al Señor: estén un año sin habito para que se vea si son para lo que se reciben, y ellas vean si lo podrán llevar. No traygan velo delante del rostro, ni se les de negro, sino despues de dos años hagan profesion, salvo si su gran bondad mereciere se le den antes: sean tratadas con caridad y hermandad y proveanlas de comer y vestir como á todas.

De los oficios humildes.

La tabla del barrer se comience desde la Madre Priora, para que en todo dé buen exemplo. Téngase mucha quenta con la que tuviere el oficio de ropera, y provisora: provean á las hermanas con caridad, ansi en el mantenimiento, como en todo lo demás; no se haga mas con la Priora, y antiguas, que con todas las demás, como lo manda la Regla, sino atentas las necesidades, y á las edades, y mas á la necesidad que á la edad, porque algunas vezes habrá mas edad, y menos necesidad, en ser esto general haya mucho miramiento, porque conviene por muchas cosas: ninguna hermana hable en si se da poco ó mucho de comer, bien, ó mal guisado: tenga la Priora quenta ó la Provisora de que se conformen á lo que huviere dado el Señor, bien aderezado, de manera que se puedan pasar con aquello que se les da, pues que no poseen otra cosa. Sean obligadas las Hermanas á decir la necesidad que tuvieren á la Madre Priora, y las novicias á su Maestra, assi en las cosas de vestir, como de comer, y si han menester mas de lo ordinario, aunque sea mas grande la necesidad, encomiéndelo á nuestro Señor primero; porque muchas vezes nuestro natural pide mas de lo que habemos menester, y á las vezes el demonio ayuda para causar temor en la penitencia y el ayuno.

De las Hermanas enfermas.

Las enfermas sean curadas con todo amor y regalo, y piedad, conforme á nuestra pobreza, y alabe á Dios nuestro Señor, quando la proveyere bien, y si le faltare lo que los ricos tienen de recreacion en las enfermedades, que no se desconsuele, que á eso han de venir determinadas, esto es ser pobres, faltar por ventura en la mayor necesidad: en esto ponga mucho cuidado la Madre Priora, que antes falte lo necesario á las sanas, que algunas piedades á las enfermas, sean visitadas, y consoladas de las Hermanas, póngase enfermera, que tenga para este oficio, habilidad y caridad, y las enfermas procuren mostrar entonces la perfecion, que han adquirido en salud, tiniendo paciencia, y dando la menos importunidad que pudieren: quando el mal no fuere mucho, esté obediente á la enfermera; porque ella se aproveche, y salga con ganancia de la enfermedad, y edifique á las hermanas, y tengan lienzo y buenas camisas, y sean tratadas con caridad.

Tarea nunca se les dé á las Hermanas cada una procure trabajar, porque coman las Hermanas; téngase mucha quenta con lo que manda la regla que quien quisiere comer ha de trabajar, como lo hacia San Pablo: si alguna vez por su voluntad quisiere tomar labor tasada, para acabarla cada dia, que lo pudieren hazer, mas no se les de penitencia por ello, aunque no lo acaben. Cada dia, despues de cenar ó colacion, quando se junten las Hermanas, diga la tornera lo que huvieren dado de limosna aquel dia, nombrando quien lo dá, para que tengan cuidado de encomendarlos á Dios.

En la hora del comer, no podemos tener concierto, porque es conforme á como lo da el Señor. Quando lo hubiere, será la comida en invierno á las onze, y en el verano á las diez se tañera á comer: antes que se asienten á comer, si el Señor diere espíritu á alguna hermana para hacer alguna mortificacion pida licencia, y no se pierda esta buena devocion, que se sacan algunos provechos: sean con brevedad porque no impidan á la lecion. Fuera de comer y cenar ninguna Hermana coma ni beba sin licencia. Salidas de comer podrá la Madre Priora dispensar, que todas juntas puedan hablar de aquello que mas gusto les diere como no sean cosas fuera del trato, que ha de tener la buena Religiosa, y tengan todas allí sus ruecas y labores. Juego en ninguna manera se permita que el Señor dará gracias á algunas para que den recreacion á otras. Juntense en esto, que todo es tiempo bien gastado.

Procuren no ser enojosas unas á otras, sino que las burlas y palabras sean con discrecion: acabada esta hora de estar juntas, en verano duerman una hora, y quien no quisiere dormir tenga silencio. Despues de completas y de colacion (como arriba está dicho) en invierno y en verano pueda dispensar la Madre, que hablen juntas las Hermanas, teniendo sus labores, como queda dicho, y el tiempo sea como le pareciere á la Madre Priora.

Ninguna Hermana abraze á otra, ni la toque en el rostro, ni en las manos, ni tengan amistad particular, sino todas se hablen en general como lo manda Jesu-Christo á sus Apóstoles: pues son tan pocas, facil sera de hazer; procuren de mirar á su Esposo que dió la vida por nosotros. Este amarse unas á otras en general importa mucho.

Ninguna repreenda á otra las faltas, que la viere hazer: si fueren grandes, á solas la avise con caridad, y sino se enmendare de tres vezes, digalo á la Madre Priora. Celadoras hay que miran las faltas, y descuidense, y den pasada á las que vieren, tengan quenta con las suyas, ni se entremetan, si hazen falta en los oficios, sino fuere cosa grave, á que esten obligadas á avisar, como hemos dicho. Tengan gran quenta con no disculparse, sino fuere en cosas, que son menester, porque hallarán mucho aprovechamiento de esto: las Celadoras tengan gran quenta de mirar las faltas, y por mandado de la Priora algunas vezes las repreendan en público; aunque sea de mayores á menores; porque se exercite en la humildad, y ansí ninguna cosa respondan, aunque se hallen sin culpa.

Ninguna Hermana pueda dar ni recibir, aunque sea á sus Padres, sin licencia de la Priora, á la cual se mostrará todo aquello que les trujeren en limosna.

Nunca jamás la Priora, ni ninguna de las otras Hermanas se pueda llamar Don.

El castigo de las culpas y faltas que se hicieren en lo que está dicho, pues va casi todo ordenado conforme á nuestra Regla, sean las penas, que estan señaladas al fin de estas constituciones de mayor y menor culpa, en todos los sobredichos, y pueda dispensar la Madre Priora, conforme á lo que fuere justo, con discrecion y caridad, y que no obligue el guardarlo á pecado, sino fuere en cosa grave.

La casa jamás se labre sino fuere la Iglesia, ni haya cosa curiosa. La madera sea tosca, y sea la casa pequeña, y las piezas bajas, casa que cumpla á su necesidad, y no superflua, fuerte lo mas que pudieren, y la cerca alta, y campo para hazer hermitas, para que se puedan apartar á oracion, conforme á lo que hazian nuestros Padres Santos.

  imagen

© Patronato del Museo Británico




ArribaAbajoCAMINO DE PERFECCION


ArribaAbajoPRÓLOGO

Sabiendo las hermanas de este Monesterio de San Josef como tenia licencia del padre Presentado Fray Domingo Vañez de la Orden de Santo Domingo, que al presente es mi confesor, para escribir algunas cosas de oracion, en que parece, por haber tratado muchas personas espirituales y santas, podré atinar, me han tanto importunado lo haga por tenerme tanto amor, que aunque hay libros muchos que de esto tratan, y quien sabe bien y ha sabido lo que escribe, parece la voluntad hace acetas algunas cosas imperfetas y faltas, mas que otras muy perfetas, y como digo ha sido tanto el deseo que las he visto, y la importunacion, que me he determinado á hacerlo pareciéndome por sus oraciones y humildad querrá el Señor acierte algo á decir, que les aproveche, y me lo dará para que se lo dé. Si no acertare, quien lo ha de ver primero, que es el padre Presentado dicho, lo quemará, y yo no habré perdido nada en obedecer á estas siervas de Dios; y verán lo que tengo de mí, cuando su Majestad no me ayuda. Pienso poner algunos remedios para tentaciones de relisiosas, y el intento que tuve de procurar esta casa, digo que fuese con la perfecion que se lleva, dejado el ser de nuestra misma costitucion, y lo que mas el Señor me diere á entender, como fuere entendiendo, y acordándoseme, que, como no sé lo que será, no puedo decirlo con concierto; y creo es lo mijor no le llevar, pues es cosa tan desconcertada hacer yo esto. El Señor ponga en todo lo que hiciere sus manos, para que vaya conforme á su voluntad, pues son estos mis deseos siempre, aunque las obras tan faltas como quien yo soy.

Sé que no falta el amor y deseo en mí para ayudar en lo que yo pudiese á que las almas de mis hermanas vayan muy adelante en el servicio del Señor, y este amor junto con los años y espiriencia que tengo de algunos monesterios, podrá ser aproveche para atinar en cosas menudas mas que los letrados, que por tener otras ocupaciones mas importantes, y ser varones fuertes, no hacen tanto caso de las cosas que en sí no parecen nada; y á cosa tan flaca, como somos las mujeres, todo nos puede dañar; porque las sotilezas son muchas del demonio para las muy encerradas, que ven serles necesario aprovecharse de armas nuevas para dañar. Yo como ruin heme sabido mal defender, y ansí querria escarmentasen mis hermanas en mí. No diré cosa que en mi ú en otras no la tenga por espiriencia, ú dada en oracion á entender por el Señor.

Pocos dias há escribí cierta relacion de mi vida: porque podrá ser no quiera mi confesor las leais vosotras, porné algunas cosas de oracion, que conformarán con aquellas que allí digo, y otras que tambien me parecerán necesarias. El Señor lo ponga por su mano como le he suplicado, y lo ordene para su mayor gloria, amen.




ArribaAbajoCAPÍTULO III

Que prosigue la misma materia


Tornando á lo principal, para que el Señor nos juntó en esta casa, y por lo que yo mas deseo seamos algo, para que contentemos á su Majestad: digo, que viendo yo ya tan grandes males, que fuerzas humanas no bastan á atajar este fuego, aunque se ha pretendido hacer gente, para si pudieran á fuerza de armas remediar tan gran mal, y que va tan adelante, hame parecido que es menester como cuando los enemigos en tiempo de guerra han corrido toda la tierra, y viéndose el señor de ella perdido, se recoge á una ciudad, que hace muy bien fortalecer, y desde allí acaece algunas veces dar en los contrarios, y ser tales los que están en el castillo, como es gente escogida, que puede mas á solas, que con muchos soldados, si eran cobardes, pudieron; y muchas veces se gana de esta manera vitoria, al menos, aunque no se gane, no los vencen, porque como no hay traidores, sino gente escogida, si no es por hambre no los pueden ganar. Acá esta hambre no la puede haber que baste á que se rindan: á morir sí, mas no á quedar vencidos. Mas ¿para qué he dicho esto? Para que entendais, hermanas mias, que lo que hemos de pedir á Dios es, que en este castillito, que hay ya de buenos cristianos, no se levante ningun traidor, sino que los tenga Dios de sus manos, y á los capitanes de este castillo ú ciudad los haga muy aventajados en el camino del Señor, que son los predicadores y teólogos. Y pues los mas están en las relisiones, que vayan muy adelante en su perficion y llamamiento; que es muy necesario; que ya, como tengo dicho, nos ha de valer el brazo eclesiástico, y no el seglar. Y pues para lo uno ni lo otro no valemos nada para ayudar á nuestro Rey, procuremos ser tales, que valgan nuestras oraciones para ayudar á estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida, y trabajos para ayudar ahora al Señor. Podrá ser que os parezca, que para qué encargo tanto esto, y digo hemos nosotras de ayudar á los que son mijores que nosotras. Yo os lo diré, porque aun no creo entendeis bien lo mucho que debeis á Dios en traeros adonde tan quitadas estais de negocios y de ocasiones, ni de tratos. Es grandísima merced esta; lo que no están los que digo, ni es bien que lo estén, en estos tiempos menos que en otros, porque han de ser los que esfuercen la gente, y pongan ánimo á los pequeños. ¡Buenos quedarian los soldados sin capitanes! Han de vivir entre los hombres, y tratar con los hombres y estar en los palacios, y aun hacerse algunas veces con lo exterior. ¿Pensais, hijas mias, que es menester poco para tratar en el mundo, y vivir en el mundo, y tratar negocios del mundo, y hacerse, como he dicho, á la conversacion del mundo, y ser en lo interior estraños del mundo, y enemigos del mundo, y estar como quien está en destierro; y en fin, no ser hombres, sino ángeles? Porque á no ser esto ansí, ni merecen nombre de capitanes, ni primita Dios salgan de sus celdas, que mas daño harán que provecho; porque no es ahora tiempo de ver imperfeciones en los que han de enseñar, y si en lo interior no están fortalecidos á entender lo que va en tenerlo todo debajo de los piés, y estar desasidos de las cosas que se acaban, y asidos á las eternas; por mucho que hagan, han de dar señal. ¿Pues con quién lo han sino con el mundo? No haya miedo que se lo perdone, ni que cosa imperfeta la dejen de entender. Buenas, muchas se les pasarán por alto, y aun la juzgarán ser malas por ventura; mas mala ú imperfeta, no hayan miedo. Ahora yo me espanto quien amuestra á estos la perfecion, no para guardarla (que de esto ninguna obligacion les parece tienen, mas que si no estuviesen obligados á contentar á Dios, harto harán si guardan razonablemente los mandamientos) sino para condenar á los que por ventura es virtud lo que ellos piensan es regalo. Ansí que no penseis, hijas, que es menester poco favor de Dios para esta gran batalla, adonde se meten, sino grandísimo. Para estas dos cosas os pido yo procureis ser tales, que merezcamos alcanzarlas de Dios; la una, que haya muchos de los muy muchos letrados y religiosos que hay, que tengan las partes que son menester, como he dicho, para esto, y que si no están muy dispuestos, y les falta alguna, los disponga el Señor; que mas hará uno perfeto que muchos imperfetos. Y la otra despues de puestos en esta pelea, que como digo, no es pequeña batalla, sino grandísima, los tenga de su mano, para que sepan librarse de los peligros y atapar los oidos en este peligroso mar del canto de las serenas; y si en esto podemos algo, con Dios, estando encerradas peleamos por Él, y daré yo por muy bien empleados los trabajos grandes que he pasado por hacer este rincon, adonde tambien pretendí se guardase esta regla de nuestra Señora, como se principió. No os parezca inútil siempre esta peticion, porque hay algunas personas que les parece recia cosa no rezar mucho por su alma; y ¿qué mijor oracion que esta? Si os parece es menester para discontar la pena que por los pecados se ha de tener en purgatorio; tambien se discuenta en oracion tan justa, y lo que falta, falte. Y ¡qué va en que esté yo hasta el fin del juicio en el purgatorio, si por mi oracion se salva sola un alma, cuantimás el provecho de muchas y la honra de Dios! Penas que se acaban, no hagais caso de ellas, cuando intreviniere algun servicio mayor al que tantas pasó por nosotros, siempre os informá lo que es mas perfeto, pues como os rogare mucho, y dado habeis de tener y daré las causas siempre habeis de tratar con letrados, la que ahora os pido, que pidais á Dios, y yo aunque miserable, lo pido á su Majestad con vosotras, es que en lo que he dicho nos oiga, pues es para gloria suya, y bien de su Ilesia, que aquí van mis deseos.




ArribaAbajoCAPÍTULO XXXI

En que trata cómo se han de moderar algunas veces los ímpetus sobrenaturales


Y ansí como en nuestro Bien y Señor no puede haber cosa que no sea cabal, como es solo Él, darnos esta agua, da la que hemos menester, y por mucha que sea, no puede haber demasía en cosa suya; porque si da mucho, hace hábil el alma para que sea capaz de beber mucho, como un vedriero que hace la vasija del tamaño que ve es menester, para que quepa lo que ha de echar en ella. El deseo, como es de nosotros, nunca va sin falta. Si alguna cosa buena lleva, es lo que en él ayuda el Señor. Mas somos tan indiscretos, que, como es pena suave y gustosa, nunca nos pensamos hartar de esta pena. Comemos sin tasa, ayudamos como acá podemos este deseo, y ansí algunas veces mata. ¡Dichosa muerte! Mas por ventura con la vida ayudára á otros para morir por deseo de esta muerte, y esto creo hace el demonio, porque entiende el daño que ha de hacer con la vida; y ansí tienta aquí de indiscretas penitencias para quitar la salud, y no le va poco en ello. Digo, que quien llega á tener esta sed tan impetuosa, que se mire mucho, porque crea que terná esta tentacion; y aunque no muera de sed, acabará la salud; y que en este crecimiento de deseo, que, cuando es tan grande, procure no añadir en él, sino con suavidad cortar el hilo al ímpetu con otra consideracion, que nuestra mesma naturaleza podrá ser obre tanto como el amor, que hay personas de esta arte, que cualquier cosa, aunque sea mala, desean con gran vehemencia. Parece desatino, que cosa tal se ataje; pues no lo es, que yo no digo se quite el deseo, sino que se ataje, y por ventura será con otro que se merezca tanto. Quiero decir algo por donde me entiendan. Da un gran deseo de verse ya con Dios, y desatado de esta cárcel, como le tenia san Pablo, y personas impetuosas vernán, sin sentirse, á dar muestras exteriores, que todo lo que se pudiere se ha de excusar. No será menester poca mortificacion para atajarla, y del todo no podrá. Mas cuando viere que aprieta tanto, que casi va á quitar el juicio, como yo ví á una persona no ha mucho, y no de natural impetuosa, anque demostrada á quebrantar su voluntad, que me parece que lo ha ya perdido, porque se ve en otras cosas; digo, que por un rato la ví como desatinada, de la gran pena y fuerza que se hizo en disimularla, y que en caso tan ecesivo, aunque fuese espíritu de Dios, tengo por humildad temer; porque no hemos de pensar que tenemos tanta caridad, que nos pone en tan gran aprieto. Digo, que no terne por malo, si puede (aunque por ventura todas veces no podrá), mude el deseo con parecerle, si vive, servirá mas á Dios, y podrá ser algun alma, que se habia de perder, la dé luz, y es buen consuelo para tan gran trabajo, y aplacará su pena, y gana en tener tan gran caridad, que por servir al mesmo Señor, se quiere acá sufrir un dia. Es como si uno tuviese un gran trabajo ú grave dolor, consolarle y decir que tenga paciencia; y si el demonio ayudó en alguna manera á tan gran deseo (como debia hacer á otro, que le hizo entender se echase en un pozo por ir á ver á Dios señal es que no estaba léjos de hacer creer aquel deseo, porque si fuera del Señor no le hiciera mal, es imposible; que tray consigo la luz y la discricion y la medida: sino que este adversario, por donde quiera que puede, procura dañar; y pues él no anda descuidado, no lo andemos nosotros. Este es punto importante para muchas cosas, que algunas veces hay gran necesidad de no nos olvidar de él. ¿Para qué pensais, hijas, que he pretendido declarar, como dicen, el fin, y mostrar el premio antes de la batalla, con deciros el bien que tray consigo llegar á beber de esta fuente celestial y de esta agua viva? Para que no os congojeis del trabajo y contradicion que hay en el camino y vais con ánimo y no os canseis; porque, como he dicho, podrá ser, que ya no es falta, sino bajaros á beber, lo dejeis todo y perdais este bien, pensando no terneis fuerza para llegar á él, y que no sois para ello. Mirá que convida el Señor á todos: pues es la verdad, no hay que dudar, sino fuera general este convite no los llamara Dios á todos. Y aunque los llamara no dijera -Yo os daré de beber. Pudiere decir -Vení todos, que en fin no perdereis nada, y los que á mí me pareciere, yo los daré de beber. Mas como dijo, sin esta condicion, á todos, tengo por cierto, que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva.

Denos el Señor, que la promete, gracia para buscarla, cómo se ha de buscar, por quien su Majestad es.




ArribaAbajoCAPÍTULO XXXV

Prosigue en la misma materia, y declara este engaño, y cómo no han de dar crédito á todos


Tornando á lo que decia, ningun caso hagais de los miedos que os pusieren, ni de los peligros que os pintaren. Donosa cosa es que quiera yo ir por un camino, adonde hay tantos ladrones, sin peligros, y á ganar un gran tesoro. Pues donoso anda el mundo para que os le dejen tomar en paz; sino que por un maravedí de interese se pornán á no dormir muchas noches, por ventura, y á desasosegaros cuerpo y alma. Pues cuando yéndole á ganar por el camino ú á robar, como dice el Señor, que le ganan los esforzados, y por camino real y por camino siguro, por el que fué Cristo nuestro señor, Emperador, por el que fueron todos sus escogidos y santos, os dicen hay tantos peligros y os ponen tantos temores los que van á ganar este bien, á su parecer, sin camino, ¿qué son los peligros que llevarán? Oh hijas mias! qué muchos mas sin comparacion! sino que no los entienden, hasta dar de ojos en el verdadero peligro, cuando no hay quien les dé la mano, por ventura, y pierden del todo el agua, sin beber poca ni mucha, ni de charco ni de arroyo. Pues ya veis sin gota de esta agua, cómo se pasará camino adonde hay tantos con quien pelear; está claro que al mijor tiempo morirán de sed, porque queramos que no, hijas mias, todos caminamos para esta fuente, aunque de diferentes maneras. Pues creéme vosotras, y no os engañe nadie en mostraros otro camino, sino el de la oracion. Yo no hablo ahora en que sea mental ú vocal para todos; digo para vosotras lo uno y lo otro. Este es el oficio de los relisiosos. Quien os dijese que este es peligro, tenedle á él por el mesmo peligro, y huid de él, y no se os olvide, porque por ventura habreis menester este consejo. Peligro será no tener humildad y otras virtudes; mas ¡camino de oracion camino de peligros! nunca Dios tal quiera. El demonio parece ha inventado poner estos miedos, y ansí ha sido mañoso á hacer caer á alguno que lleva este camino. Y miren tan gran ceguedad, que no miran el mundo de millares, como dicen, que han caido en herejía y en grandes males, sin tener oracion ni saber qué cosa era (desto es harto de temer), y entre muchos de estos, si el demonio, por hacer mijor su negocio, ha hecho caer algunos, bien contados, que tenian oracion, ha hecho poner tanto temor en las cosas de virtud á algunos: estos que tienen estos remedios ú toman para librarse, se guarden, porque huir el bien, para librarse de el mal, nunca yo tal invencion he visto. Bien parece del demonio. Oh Señor mio, torná por Vos, mira que entienden al revés vuestras palabras. No primitais semejantes flaquezas en vuestras siervas: siempre vereis muchos que os ayuden, porque eso tiene el verdadero siervo de Dios, á quien su Majestad ha dado luz del verdadero camino, que en estos temores le crece el deseo de no parar. Entiende claro por dónde va á dar el golpe el demonio, y húrtale el cuerpo y quiébrale la cabeza. Mas siente él esto, que cuanto placer otros le pueden hacer. Cuando en un tiempo de alboroto, en una cizaña que ha puesto, que parece á todos lleva medio ciegos, van muchos debajo de gran cristiandad, levanta Dios uno que los abre los ojos, y diga -mirá que os ha puesto niebla para no ver el camino. ¡Qué grandeza de Dios, que puede mas á las veces un hombre solo ú diez, que digan verdad, que muchos juntos! y torna poco á poco á descubrir el camino, dale Dios ánimo: si dicen no haya oracion, procurará se entienda es buena la oracion, si no por palabras por obras. Si dicen, no es bien tanta comunion, él mas á menudo se llega al Santísimo Sacramento. Como hay uno con ánimo, luego se llega otro, torna el Señor á ganar lo perdido. Ansí que, hijas, dejaos de estos miedos, nunca hagais caso en cosas semejantes de la opinion del vulgo, mirá que no son tiempos de creer á todos, sino á los que vierdes van conforme á la vida de Cristo. Procurá tener limpia conciencia, humildad, menosprecio de todas las cosas del mundo; creer firmemente lo que tiene la madre santa Ilesia, y á buen siguro que vais buen camino: dejaos de temores, adonde no hay que temer, si alguno os los pusiere, con humildad declaradle el camino. Decí, que Regla teneis que os manda orar sin cesar (que así lo manda), y que la habeis de guardar. Si os dijere que será vocalmente, apurá si ha de estar el entendimiento y corazon en lo que decis; que si os dice que sí, que no podrá decir otra cosa, veis ahí donde os confiesa habeis por fuerza de tener oracion mental y contemplacion: si os la diere Dios, sea bendito para siempre.

  imagen

© Patronato del Museo Británico






ArribaAbajoCONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS

SOBRE ALGUNAS PALABRAS DE LOS CANTARES DE SALOMON



ArribaAbajoCAPÍTULO PRIMERO

En que se trata la dificultad que hay en entender el sentido de las divinas letras, principalmente de los Cantares; y que algunas palabras de ellos (aunque parecen bajas, humildes y ajenas de la boca purísima de Dios, y de su Esposa) contienen santísimos misterios y altísimos conceptos


Béseme el Señor con el beso de su boca, porque mas valen tus pechos, que el vino, etc.

He notado mucho, que parece que el alma está, á lo que aquí da á entender, hablado con una persona, y pide la paz de otra. Porque dice -Béseme con el beso de su boca. Y luego parece que está diciendo á con quien está -Mejores son tus pechos. Esto no entiendo como es, y no entenderlo me hace gran regalo; porque verdaderamente, hijas, no ha de mirar el alma tanto, ni la hacen mirar tanto, ni la hacen tener respeto á su Dios las cosas que acá parece podemos alcanzar con nuestros entendimientos tan bajos, como las que en ninguna manera se pueden entender. Y ansí os encomiendo mucho, que cuando leyérdes algun libro, y oyéredes sermon ú pensáredes en los misterios de nuestra sagrada fe, que lo que buenamente no pudiéredes entender, no os canseis, ni gasteis el pensamiento en adelgazarlo: no es para mujeres, ni aun para hombres muchas cosas.

Cuando el Señor quiere darlo á entender, su Majestad lo hace sin trabajo nuestro. A mujeres digo esto, y á los hombres, que no han de sustentar con sus letras la verdad; que á los que el Señor tiene para declarárnoslas á nosotras, ya se entiende que lo han de trabajar, y lo que en ello ganan: mas nosotras con llaneza tomar lo que el Señor nos diere; y lo que no, no nos cansar, sino alegrarnos, de considerando que tan gran Dios y Señor tenemos, que una palabra suya terná en sí mil misterios, y ansí su principio no entendemos nosotras. Ansí si estuviera en latin, ú en hebraico ú griego, no era maravilla; mas en nuestro romance ¿qué de cosas hay en los salmos del glorioso rey David, que cuando nos declaran el romance solo, tan escuro se nos queda como el latin? Ansí que siempre os guardad de gastar el pensamiento con estas cosas, ni cansaros, que mujeres no han menester mas que para su entendimiento bastare: con esto nos hará Dios merced. Cuando su Majestad quisiere dárnoslo sin cuidado ni trabajo nuestro lo hallarémos sabido: en lo demás humillarnos y, como he dicho, alegrarnos, que tengamos tal Señor, que aun palabras suyas dichas en romance nuestro no se pueden entender. Pareceros ha que hay algunas en estos Cánticos, que se pudieran decir por otro estilo. Segun es nuestra torpeza, no me espantaria; he oido á algunas personas decir, que antes huian de oirlas. ¡Oh válame Dios, qué gran miseria es la nuestra! Que como las cosas empozoñosas, que cuanto comen se vuelve en ponzoña; ansí nos acaece, que de mercedes tan grandes como aquí nos hace el Señor en dar á entender lo que tiene el alma que le ama, y animarla para que pueda hablar y regalarse con su Majestad, hemos de sacar miedos y dar sentidos, conforme al poco sentido del amor de Dios que se tiene. ¡Oh Señor mio, que de todos los bienes que nos hecistes nos aprovechamos mal! Vuestra Majestad buscando modos y maneras y invenciones para mostrar el amor que nos teneis, nosotros como mal experimentados en amaros á Vos, tenémoslo en tan poco, que de mal ejercitados en esto vanse los pensamientos á donde están siempre; y dejan de pensar los grandes misterios, que este lenguaje encierra en sí, dicho por el Espíritu Santo. ¿Qué mas era menester para encendernos en amor suyo, y pensar que tomó este estilo no sin gran causa? Por cierto que me acuerdo oir á un religioso un sermon harto admirable, y fué lo mas dél declarando destos regalos que la Esposa trataba con Dios, y hubo tanta risa y fué tan mal tomado lo que dijo, porque hablaba de amor, siendo sermon del Mandato que es para no tratar otra cosa, que yo estaba espantada. Y veo claro, que es lo que yo tengo dicho, ejercitarnos tan mal en el amor de Dios, que no nos parece posible tratar un alma así con Dios. Mas algunas personas conozco yo, que así como estotras no sacaban bien, porque cierto no lo entendian, ni creo pensaban sino ser dicho de su cabeza, estotras han sacado tan gran bien tan gran regalo, tanta seguridad de temores, que tenian que hacer particulares alabanzas á nuestro Señor muchas veces, que dejó remedio tan saludable para las almas, que con hirviente amor le aman, que entiendan y vean que es posible humillarse Dios á tanto; que si no tuvieran desto experiencia, no dejaran de temer. Y sé de alguna que estuvo hartos años con muchos temores, y no hubo cosa que la haya asegurado, sino que fué el Señor servido oyese algunas cosas de los Cánticos, y en ellas entendió ir bien guiada su alma. Porque como he dicho, conoció que es posible pasar el alma enamorada por su esposo todos esos regalos y desmayos y muertes y afliciones y deleites y gozos con Él, despues que ha dejado todos los del mundo por su amor y está del todo puesta y dejada en sus manos: esto no de palabra como acaece en algunos, sino con toda verdad confirmada por obras. ¡Oh hijas mias, que es Dios muy buen pagador, y teneis un Señor, y Esposo que no se le pasa nada sin que lo entienda y lo vea! y ansí, aunque sean cosas muy pequeñas, no dejeis de hacer por su amor lo que pudiéredes. Su Majestad las pagará: no mira sino el amor con que las hicierdes. Pues concluyo en esto, que jamás en cosa que no entendais de la Sagrada Escritura, ni de los misterios de nuestra fe, os detengais mas de como he dicho, ni de palabras encarecidas, que en ella oyais que pasa Dios con el alma, no os espanteis. El amor que nos tuvo y tiene, me espanta á mí mas y me desatina, siendo los que somos; que tiniéndole ya entiendo, que no hay encarecimiento de palabras con que nos le muestre, que no le haya mostrado mas con obras. Sino, cuando llegueis aquí, os ruego que os detengais un poco, pensando en lo que nos ha mostrado, y lo que ha hecho por nosotras, viendo claro, que amor tan poderoso y fuerte, que tanto le hace padescer, ¿con qué palabras se pueda mostrar que nos espanten? Pues tornando á lo que comencé decir, grandes cosas debe haber y misterios en estas palabras, pues cosa de tanto valor, que me han dicho letrados, rogándoles yo que me declaren lo que quiere decir en ella el Espíritu Santo, y el verdadero sentido de ellos, dicen, que los doctores escribieron muchas exposiciones, y que aun no acaban de darle. Parecerá demasiada soberbia la mia, siendo esto ansí, quereros yo declarar algo; y no es mi intento, por poco humilde que soy, pensar que atinaré á la verdad. Lo que pretendo es, que ansí que yo me regalo en lo que el Señor me da á entender, cuando algo dellos oyo, que deciros lo por ventura os consolará como á mí; y si no fuere á propósito de lo que quiere decir, tómolo yo á mi propósito, que no sabiendo de lo que tiene la Ilesia, y los santos, que para esto primero lo examinarán bien letrados que lo entiendan, que los veais vosotras, licencia nos da el Señor, á lo que pienso, como nos los da, para que pensando en la sagrada Pasion, pensemos muchas mas cosas de fatigas y tormentos, que allí debia de padecer el Señor, de que los Evangelistas escriben; y no yendo con curiosidad, como dije al principio, sino tomando lo que su Majestad nos diere á entender, tengo por cierto no le pesa que nos consolemos y deleitemos en sus palabras y obras; cómo se holgaria y gustaria el rey, si á un pastorcillo amase y le cayese en gracia, y le viese embobado mirando el brocado, y pensando qué es aquello y cómo se hizo; que tampoco no hemos de quedar las mujeres tan fuera de gozar las riquezas del Señor: de disputarlas y enseñarlas, pareciendo les aciertan, sin que lo muestren á letrados, esto sí. Ansí, que ni yo pienso acertar en lo que escribo (bien lo sabe el Señor) sino como este pastorcillo que he dicho. Consuélame, como á hijas mias, deciros mis meditaciones, y serán con hartas boberías. Y ansí comienzo con el favor deste divino Rey mio, y con licencia del que me confiesa. Plega á Él, que como ha querido que atine en otras cosas que os he dicho (ó su Majestad por mí quizá, por ser para vosotras), atine en estas, y sino, doy por bien empleado el tiempo que ocupare en escribir, y tratar con mi pensamiento tan divina materia, que no la merecia yo oir.

Paréceme á mí en esto que dije al principio, habla con tercera persona, y es la mesma que da á entender, que hay en Cristo dos naturalezas, una divina y otra humana. En esto no me detengo, porque mi intento es hablar en lo que me parece podemos aprovecharnos los que tratamos de oracion; aunque todo aprovecha para animar y admirar un alma, que con ardiente deseo ama á el Señor. Bien sabe su Majestad que aunque algunas veces he oido exposicion de algunas palabras destas, y me la han dicho, pidiéndolo yo, son pocas, que poco ni mucho no se me acuerda, porque tengo muy mala memoria; y ansí no podré decir sino lo que el Señor me enseñare; y fuere á mí propósito, y deste principio jamás he oido cosa que me acuerde.

Béseme con beso de su boca. ¡Oh Señor mio y Dios mio, y qué palabras son estas, para que las diga un gusano á su Criador! ¡Bendito seais Vos, Señor, que por tantas maneras nos habeis enseñado! ¿Mas quién osará, Rey mio, decir esta palabra, si no fuera con vuestra licencia? Es cosa que espanta, y ansí espantará decir yo que la diga nadie. Dirán que soy una necia, que no quiere decir esto, que tiene muchas significaciones que está claro, que no habíamos de decir esta palabra á Dios, que por eso es bien estas cosas no las lean gente simple. Yo lo confieso que tiene muchos entendimientos: mas el alma que está abrasada de amor que la desatina, no quiere ninguno, sino decir estas palabras, si que no se lo quita el Señor. ¡Válame Dios! ¿Qué nos espanta? ¿No es de admirar mas la obra? ¿No nos llegamos al santísimo Sacramento? Y aun pensaba yo, si pedia la Esposa esta merced que Cristo despues nos hizo. Tambien he pensado, si pedia aquel ayuntamiento tan grande, como fué hacerse Dios hombre, aquella amistad que hizo con el género humano; porque claro está que el beso es señal de paz y amistad grande entre dos personas: cuantas maneras hay de paz el Señor ayude á que lo entendamos.

Una cosa quiero decir antes que vaya adelante, y á mi parecer de notar, aunque viniera mejor á otro tiempo: mas para que no se nos olvide, que tengo por cierto habia muchas personas que se llegan al Santísimo Sacramento (y plega al Señor yo mienta) con pecados mortales graves; y si oyesen á un alma muerta por amor de su Dios decir estas palabras, se espantarian, y lo ternian por gran atrevimiento. Al menos estoy yo segura, que no lo dirán ellos porque estas palabras, y otras semejantes, que están en los Cantares, dícelas el amor, y como no le tienen, bien pueden leer los Cantares cada dia, y no se ejercitar en ellas, ni aun las osarán tomar en la boca, que verdademente aun oirlas hace temor, porque trayn gran majestad consigo. Harta trays Vos, Señor mio, en el Santísimo Sacramento, sino como no tienen fe viva, sino muerta, estos tales ven os tan humil debajo especies de pan, no les hablais nada, porque no lo merescen ellos oir, y ansí atreven tanto.

Ansí que estas palabras verdaderamente pornian temor en sí, si estuviesen en sí quien las dice, tomada sola la letra, mas á quien vuestro amor, Señor, ha sacado de sí, bien perdonareis diga eso y mas, aunque sea atrevimiento. ¿Y, Señor mio, si significa paz y amistad, por qué no os pedirán las almas la tengais con ellas? ¿Qué mejor cosa podemos pedir, que lo que yo os pido, Señor mio, que me deis esta paz con beso de vuestra boca. Esta, hijas, es altísima peticion, como despues os diré.






ArribaAbajoEXCLAMACIONES


ArribaAbajoIII

Considerando la gloria que teneis, Dios mio, aparejada á los que perseveráren en hacer vuestra voluntad, y con cuántos trabajos y dolores la ganó vuestro Hijo, y cuán mal lo teníamos merecido, y lo mucho que merece que no se desagradezca la grandeza de amor, que tan costosamente nos ha enseñado á amar, se ha afligido mi alma en gran manera. ¿Cómo es posible, Señor, se olvide todo esto, y que tan olvidados estén los mortales de Vos cuando os ofenden? Oh Redentor mio ¡y cuán olvidados se olvidan de sí! ¡y que sea tan grande vuestra bondad, que entonces os acordeis Vos de nosotros, y que habiendo caido por heriros á Vos de golpe mortal, olvidado de esto, nos torneis á dar la mano, y desperteis de frenesí tan incurable, para que procuremos y os pidamos salud? Bendito sea tal Señor, bendita tan gran misericordia, y alabado sea por siempre por tan piadosa piedad. Oh ánima mia! Bendice para siempre á tan gran Dios. Cómo se puede tornar contra El? ¡Oh, que á los que son desagradecidos la grandeza de la merced les daña! Remediadlo Vos, mi Dios. Oh hijos de los hombres ¿hasta cuándo sereis duros de corazon, y le tendreis para ser contra este mansísimo Jesus? ¿Qué es esto? ¿Por ventura permanecerá nuestra maldad contra El? No, que se acaba la vida del hombre, como la flor del heno, y ha de venir el Hijo de la Vírgen á dar aquella terrible sentencia. Oh poderoso Dios mio! Pues aunque no queramos, nos habeis de juzgar; porque no miramos lo que nos importa teneros contento para aquella hora. ¿Mas quién, quién no querrá juez tan justo? Bienaventurados los que en aquel temeroso punto se alegraren con Vos, oh Dios y Señor mio! Al que Vos habeis levantado, y él ha conocido cuán míseramente se perdió por ganar un muy breve contento, y está determinado á contentaros siempre, y ayudándole vuestro favor (pues no faltais, Bien mio de mi alma, á los que os quieren, ni dejais de responder á quien os llama) ¿qué remedio, Señor, para poder despues vivir, que no sea muriendo, con la memoria de haber perdido tanto bien, como tuviera estando en la inocencia que quedó del baptismo? La mejor vida que puede tener, es morir siempre con este sentimiento. Mas el alma que tiernamente os ama, cómo lo ha de poder sufrir? ¡Mas qué desatino os pregunto, Señor mio! Parece que tengo olvidadas vuestras grandezas y misericordias, y como venistes al mundo por los pecadores, y nos comprastes por tan gran precio, y pagastes nuestros falsos contentos, con sufrir tan crueles tormentos y azotes. Remediastes mi ceguedad con que atapasen vuestros divinos ojos, y mi vanidad con tan cruel corona de espinas. ¡Oh Señor, Señor! Todo esto lastima mas á quien os ama: solo consuela, que será alabada para siempre vuestra misericordia, cuando se sepa mi maldad, y con todo no sé si quitarán esta fatiga, hasta que con veros á Vos se quiten todas las miserias de esta mortalidad.




ArribaAbajoXVI

Oh verdadero Dios y Señor mio! Gran consuelo es para el alma que le fatiga la soledad de estar ausente de Vos, ver que estais en todos cabos: mas cuando la reciedumbre del amor y los grandes ímpetus de esta pena crece, ¿qué aprovecha, Dios mio, que se turbe el entendimiento, y se esconda la razon para conocer esta verdad, de manera, que no se puede entender ni conocer? Solo se conoce estar apartada de Vos, y ningun remedio admite; porque el corazon que mucho ama no admite consejo ni consuelo, sino del mesmo que le llagó, porque de ahí espera, que ha de ser remediada su pena. Cuando vos quereis, Señor, presto sanais la herida que habeis dado: antes no hay que esperar salud ni gozo, sino el que se saca de padecer tan bien empleado. ¡Oh verdadero Amador! ¡Con cuánta piedad, con cuánta suavidad, con cuanto deleite, con cuánto regalo, y con cuán grandísimas muestras de amor curais estas llagas, que con las saetas del mesmo amor habeis hecho! ¡Oh Dios mio, y descanso de todas las penas, qué desatinada estoy! ¡Cómo podia haber medios humanos que curasen los que ha enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta donde llega esta herida, ni de qué procedió, ni cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento? Sin razon seria tan precioso mal poder aplacarse por cosa tan baja, como es los medios que pueden tomar los mortales: Con cuanta razon dice la Esposa en los Cantares -Mi Amado á mí, y yo á mi Amado, y mi Amado á mí: porque semejante amor no es posible comenzarse de cosa tan baja como el mio. Pues si es bajo, Esposo mio, ¿cómo no para en cosa criada hasta llegar á su Criador? Oh mi Dios! ¿Por qué yo á mi Amado? Vos mi verdadero Amador, comenzais esta guerra de amor, que no parece otra cosa un desasosiego, y desamparo de todas las potencias y sentidos, que salen por las plazas y por los barrios, conjurando á las hijas de Jerusalen que le digan de su Dios. Pues, Señor, comenzada esta batalla, á quien han de ir á combatir, sino á quien se ha hecho señor de esta fortaleza á donde moraban, que es lo mas superior de el alma, y echádolas fuera á ellas, para que tornen á conquistar á su conquistador, y ya cansadas de haberse visto sin Él, presto se dan por vencidas, y se emplean perdiendo todas sus fuerzas, y pelean mejor; y, en dándose por vencidas, vencen á su vencedor. Oh ánima mia! ¡Qué batalla tan admirable has tenido en esta pena, y cuán al pié de la letra pasa ansí! Pues mi Amado á mí, y yo á mi Amado. ¿Quién será el que se meta á despartir y amatar dos fuegos tan encendidos? Será trabajar en balde, porque ya se ha tornado en uno.






ArribaAbajoLIBRO DE LAS RELACIONES


ArribaAbajoRELACION II

A uno de los confesores, comunicándole tambien el estado de su alma, desde el convento de la Encarnacion, año 1561 al 1562


JESUS

Paréceme há mas de un año que escribí esto que aquí está: háme tenido Dios de su mano en todo él, que no he andado peor; antes veo mucha mijoría en lo que diré; sea alabado por todo.

Las visiones, y revelaciones no han cesado, mas son mas subidas mucho: háme enseñado el Señor un modo de oracion, que me hallo en él mas aprovechada, y con muy mayor desasimiento en las cosas de esta vida, y con mas ánimo, y libertad. Los arrobamientos han crecido; porque á veces es con un ímpetu, y de suerte, que, sin poderme valer esteriormente, se conocen, y aun estando en compañía, porque es de manera que no se puede disimular, sino es con dar á entender (como soy enferma de el corazon), que es algun desmayo: aunque trayo gran cuidado de resistir al principio, algunas veces no puedo.

En lo de la pobreza, me parece me ha hecho Dios mucha merced, porque aun lo necesario no querria tener, sino fuese de limosna; y ansí, deseo en estremo estar adonde no se coma de otra cosa. Paréceme á mí que estar donde estoy cierta que no me ha de faltar de comer y de vestir, que no se cumple con tanta perfecion el voto, ni el consejo de Cristo, como adonde no hay renta, que alguna vez faltará; y los bienes, que con la verdadera pobreza se ganan, parécenme muchos, y no los querria perder. Hállome con una fe tan grande muchas veces en parecerme no puede faltar Dios á quien le sirve, y no tiniendo ninguna duda, que hay, ni ha de haber ningun tiempo en que falten sus palabras, que no puedo persuadirme á otra cosa, ni puedo temer, y ansí siento mucho cuando me aconsejan tenga renta, y tórnome á Dios.

Paréceme tengo mucha mas piadad de los pobres, que solia, tiniendo yo una lástima grande y deseo de remediarlos, que, si mirase á mi voluntad, les daria lo que trayo vestido. Ningun asco tengo de ellos, aunque los trate, y llegue á las manos; y esto veo es ahora don de Dios, que aunque por amor de Él hacia limosna, piadad natural no la tenia. Bien conocida mijoría siento en esto.

En cosas que dicen de mí de mormuracion (que son hartas, y en mi perjuicio, y hartos) tambien me siento muy mijorada. No parece me hace casi impresion mas que á un bobo: paréceme algunas veces tienen razon, y casi siempre. Siéntolo tan poco, que aun no me parece tengo que ofrecer á Dios, como tengo espiriencia, que gana mi alma mucho; antes me parece me hacen bien. Y así ninguna enemistad me queda con ellos en llegándome la primera vez á la oracion; que luego que lo oyo, un poco de contradicion me hace, no con inquietud, ni alteracion; antes como veo algunas veces otras personas, me han lástima: es ansí, que entre mí me deshago, porque me parece todos los agravios de tan poco tomo los de esta vida, que no hay que sentir; porque me figuro andar en un sueño, y veo que en despertando será todo nada.

Dáme Dios mas vivos deseos, mas gana de soledad, muy mayor desasimiento, como he dicho, con visiones, que se me ha hecho entender lo que es todo, aunque deje cuantos amigos y amigas, deudos, que esto es lo de menos, antes me cansan muy mucho parientes: como sea por un tantito de servir mas á Dios, los dejo con toda libertad y contento, y ansí en cada parte hallo paz.

Algunas cosas, que en oracion he sido aconsejada, me han salido muy verdaderas. Ansí, que de parte de hacerme Dios mercedes, hállome muy mas mijorada: de servirle yo de mi parte harto mas ruin; porque el regalo he tenido mas, que se ha ofrecido, aunque hartas veces me da harta pena. La penitencia es muy poca; la honra que me hacen, mucha; bien contra mi voluntad hartas veces. Mas en fin me veo con vida regalada, y no penitente. Dios lo remedie como puede.

Esto que está aquí de mi letra há nueve meses, poco menos ú mas, que lo escribí. Despues acá no he tornado atrás de las mercedes, que Dios me ha hecho: me parece he recibido de nuevo, á lo que entiendo, mucha mayor libertad. Hasta ahora parecíame habia menester á otros, y tenia mas confianza en ayudas de el mundo: ahora he entendido claro ser todos unos palillos de romero seco, y que asiéndose á ellos no hay siguridad, que en habiendo algun peso de contradiciones ú mormuraciones se quiebran. Y ansí tengo espiriencia, que el verdadero remedio para no caer es asirnos á la cruz, y confiar en el que en ella se puso. Hállole amigo verdadero, y hállome con esto con un señorío, que me parece podria resistir á todo el mundo con no me faltar Dios, que fuese contra mí.

Entendiendo esta verdad tan clara, solia ser muy amiga de que me quisiesen bien: ya no se me da nada, antes me parece en parte me cansa, salvo con los que trato mi alma, ú yo pienso aprovechar; que los unos porque me sufren, y los otros porque con mas aficion crean lo que les digo de la vanidad que es todo, querria me la tuviesen.

En muy grandes trabajos y persecuciones y contradiciones, que he tenido estos meses, háme dado Dios gran ánimo; y cuando mayores, mayor, sin cansarme en padecer. Y con las personas que decian mal de mí, no solo no estaba mal con ellas, sino que me parece las cobraba amor de nuevo: no sé cómo era esto, bien dado de la mano de el Señor.

De mi natural suelo, cuando deseo una cosa, ser impetuosa en desearla: ahora van mis deseos con tanta quietud, que cuando los veo cumplidos, aun no entiendo si me huelgo. Que pesar y placer, si no es en cosas de oracion, todo va templado, que parezco boba, y como tal ando algunos dias.

Los ímpetus que me dan algunas veces, y han dado de hacer penitencias, son grandes, y si alguna hago, siéntola tan poco con aquel gran deseo, que alguna vez me parece, y siempre casi, que es regalo particular, aunque hago poca, por ser muy enferma.

Es grandísima pena para mí muchas veces, y aun ahora mas ecesiva, el haber de comer, en especial si estoy en oracion. Debe de ser grande, porque me hace llorar mucho y decir palabras de aflicion, casi sin sentirme, lo que yo no suelo hacer: por grandísimos trabajos que he tenido en esta vida no me acuerdo haberlas dicho, que no soy nada mujer en estas cosas, que tengo recio corazon.

Deseo grandísimo, mas que suelo, siento en mí de que tenga Dios personas que con todo desasimiento le sirvan, y que en nada de lo de acá se detengan, como veo es todo burla, en especial letrados; que como veo las grandes necesidades de la Ilesia, que estas me afligen tanto, que me parece cosa de burla tener por otra cosa pena, y ansí no hago sino encomendarlos á Dios; porque veo yo que haria mas provecho una persona del todo perfeta, con hervor verdadero de amor de Dios, que muchas con tibieza.

En cosas de la fe me hallo, á mi parecer, con muy mayor fortaleza. Paréceme á mí que contra todos los luteranos me pornia yo sola á hacerles entender su yerro. Siento mucho la perdicion de tantas almas. Veo muchas aprovechadas, que conozco claro ha querido Dios que sea por mis medios; y conozco, que por su bondad va en crecimiento mi alma en amarle cada dia mas.

Paréceme que aunque con estudio quisiese tener vanagloria, que no podria, ni veo cómo pudiese pensar que ninguna de estas virtudes es mia; porque há poco que me ví sin ninguna muchos años, y ahora de mi parte no hago mas de recibir mercedes, sin servir, sino como la cosa mas sin provecho de el mundo. Y es ansí, que considero algunas veces como todos aprovechan, sino yo, que para mí ninguna cosa valgo. Esto no es cierto humildad, sino verdad; y conocerme tan sin provecho, me tray con temores algunas veces de pensar no sea engañada. Ansí que veo claro, que de estas revelaciones y arrobamientos, que yo ninguna parte soy, ni hago para ellos mas que una tabla, me vienen estas ganancias. Esto me hace asigurar, y traer mas sosiego, y póngome en los brazos de Dios, y fio de mis deseos, que estos cierto entiendo son morir por Él, y perder todo el descanso, y venga lo que viniere.

Viénenme dias, que me acuerdo infinitas veces lo que dice san Pablo, (aunque á buen siguro que no sea ansí en mí) -Que ni me parece vivo yo, ni hablo, ni tengo querer, sino que está en mí quien me gobierna, y da fuerza: y ando como casi fuera de mí, y ansí me es grandísima pena la vida. Y la mayor cosa que yo ofrezco á Dios por gran servicio, es, cómo siéndome tan penoso estar apartada de Él, por su amor quiero vivir. Esto querria yo fuese con grandes trabajos y persecuciones: ya que no soy para aprovechar, querria ser para sufrir; y cuantos hay en el mundo pasaria por un tantito de mas mérito, digo en cumplir mas su voluntad.

Ninguna cosa he entendido en la oracion, aunque sea dos años antes, que no la haya visto cumplida. Son tantas las que veo, y lo que entiendo de las grandezas de Dios, y cómo las ha guiado, que casi ninguna vez comienzo á pensar en ello, que no me falte el entendimiento, como quien ve cosas que van muy adelante de lo que puedo entender, y quedo en recogimiento.

Guárdame tanto Dios en no ofenderle, que cierto algunas veces me espanto, que me parece veo el gran cuidado que tray de mí, sin poner yo en ello casi nada, siendo un piélago de pecados y maldades, antes de estas cosas, y sin parecerme era señora de mí para dejarlas de hacer. Y para lo que yo querria se supiesen, es, para que se entienda el gran poder de Dios. Sea alabado por siempre jamás. Amen.



JESUS.

Esta relacion, que no es de mi letra, que va al principio, es, que la dí yo á mi confesor, y él, sin quitar ni poner cosa, la sacó de la suya. Era muy espiritual y teólogo, con quien trataba todas las cosas de mi alma, y él las trató con otros letrados: entre ellos fué el padre Mancio. Ninguna han hallado, que no sea muy conforme á la Sagrada Escritura. Esto me hace ya estar sosegada, aunque entiendo hé menester (mientra Dios me lleváre por este camino) no me fiar de mí en nada; y ansí lo he hecho siempre, aunque siento mucho. Mire vuesa merced, que todo esto va debajo de confesion, como lo supliqué á vuestra merced.

 imagen

© Patronato del Museo Británico




ArribaAbajoRELACION IX

De algunos favores espirituales que recibió en Toledo y Ávila durante los años 1576 y 1577


Habiendo comenzado á confesarme con una persona en una ciudad, que al presente estoy y ella con haberme tenido mucha voluntad, y tenerla despues que admitió el gobierno de mi alma, se apartaba de venir acá. Estando yo en oracion una noche, pensando en la falta que me hacia, entendí que le tenia Dios para que no viniera porque me convenia tratar mi alma con una persona del mismo lugar. A mí me pesó por haber de conocer condicion nueva, que podia ser no me entendiese é inquietase y por tener amor á quien me hacia esta caridad; aunque siempre que via ú oia predicar á esta persona me hacia contento espiritual, y por tener muchas ocupaciones tambien me parecia inconveniente. Díjome el Señor -Yo haré que te oya y te entienda. Declárate con él que algun remedio te será de tus trabajos. Esto postrero fué segun pienso, porque estaba yo entonces fatigada de estar ausente de Dios. Tambien me dijo entonces Su Majestad, que bien via el trabajo que tenia; mas que no podia ser menos mientras viviese en este destierro, que todo era para mas bien mio, y me consoló mucho. Ansí me ha acaescido, y huelga y busca tiempo y me ha entendido y dado gran alivio. Es muy letrado y santo.

Estando un dia de la Presentacion encomendando mucho á Dios á una persona, y pareciéndome que todavía era inconveniente el tener renta y libertad, para la gran santidad que yo le deseaba, púsoseme delante su poca salud y la mucha salud que daba á las almas. Entendí - mucho me sirve, mas gran cosa es seguirme desnudo de todo como yo me puse en la Cruz. Dile que se fie de Mí. Esto postrero fué porque me acordé yo que no podria con su poca salud llevar tanta perfecion.

Estando una vez pensando en la pena que me daba el comer carne y no hacer penitencia, entendí -que algunas veces era mas amor propio que deseo de ella.

Estando una vez con mucha pena de haber ofendido á Dios, me dijo: -Todos tus pecados son delante de Mí, como si no fueran: en lo por venir te esfuerza, que no son acabados tus trabajos.

Estando un dia en oracion, sentí estar el alma tan dentro de Dios, que no parecia habia mundo, sino embebecida en él. Dióseme á entender aquí, aquel verso de la Magnífica, et exultavit spiritus de manera que no se me puede olvidar.

Estaba una vez pensando sobre el querer deshacer este monesterio de descalzas, y si era el intento poco á poco irlas acabando todas. Entendí -Eso pretenden, mas no lo verán, sino muy al contrario.

Estaba una vez muy recogida encomendando á Dios á Eliseo. Entendí -Es mi verdadero hijo, no le dejaré de ayudar, ú una palabra de esta suerte que no me acuerdo bien esto postrero.

Habiendo un dia hablado á una persona que habia mucho dejado por Dios y acordándome como nunca yo dejé nada por Él, ni en cosa le he servido como estoy obligada, y mirando las muchas mercedes que ha hecho á mi alma, comencéme á fatigar mucho, y díjome el Señor -Ya sabes el desposorio que hay entre tí y Mí, y habiendo esto, lo que Yo tengo es tuyo, y ansi te doy todos los trabajos y dolores que pasé; y con esto puedes pedir á mi Padre como cosa propia. Aunque yo he oido decir que somos participantes de esto, ahora fué tan de otra manera, que pareció que habia quedado en gran señorío, porque la amistad con que se me hizo esta merced, no se puede decir aquí. Parecióme lo admitia el Padre, y desde entonces miro muy de otra suerte lo que padesció el Señor, como cosa propia, y dame gran alivio.

Estando el dia de la Magdalena considerando el amistad, que estoy obligada á tener á Nuestro Señor conforme á las palabras que me ha dicho sobre esta santa, y tiniendo grandes deseos de imitarla, me hizo el Señor una gran merced y me dijo -Que de aquí adelante me esforzase, que le habia de servir mas que hasta de aquí. Dióme deseo de no me morir tan presto, porque hubiese tiempo para emplearme en esto y quedé con grande determinacion de padescer.

Una vez entendí como estaba el Señor en todas las cosas y como en el alma, y púsoseme una comparacion de una esponja que embebe el agua en sí.

Como vinieron mis hermanos, y yo debo al uno tanto, no dejo de estar con él y tratar lo que conviene á su alma y asiento, y todo me daba cansancio y pena, y estándolo ofreciendo á el Señor y pareciéndome que lo hacia por estar obligada, acordóseme que está en las Constituciones nuestras que nos dicen, que nos desviemos de deudos, y estando pensando si estaba obligada, me dijo el Señor -No, hija, que vuestros Institutos no son de ir sino conforme á mi Ley. Verdad es que el intento de las Constituciones son porque no se asgan á ellos y esto, á mi parecer, antes me cansa y deshace mas tratarlos.

Habiendo acabado de comulgar dia de san Agustin, yo no sabré decir cómo se me dió á entender, y casi á ver, sino que fué cosa intelectual y que pasó presto, como las Tres Personas de la Santísima Trinidad, que yo trayo en mi alma esculpidas, son una misma cosa. Por una pintura tan extraña se me dió á entender y por una luz tan clara, que ha hecho bien diferente operacion que tenerlo por fée. He quedado de aquí á no poder pensar ninguna de las Tres Personas Divinas, sin entender que son todas tres, de manera que estaba yo hoy considerando, como siendo tan una habia tomado carne el Hijo solo, y dióme el Señor á entender, como con ser una cosa eran tan distintas. Son unas grandezas que de nuevo desea el Alma salir de este embarazo que hace el cuerpo para no gozar de ellas. Queda una ganancia en el alma, con pasar en un punto, sin comparacion mayor, que con muchos años de meditacion, y sin saber entender cómo.

 imagen

© Patronato del Museo Británico

El dia de Nuestra Señora de la Natividad tengo particular alegría. Quando este dia viene parecióme seria bien renovar los votos, y queriéndolo hacer se me representó la Vírgen Señora nuestra por vision iluminativa, y parecióme los hacia en sus manos, y que le eran agradables. Quedóme esta vision por algunos dias, como estaba junta conmigo hácia el lado izquierdo. Un dia acabando de comulgar me pareció verdaderamente que mi alma se hacia una cosa con aquel cuerpo Sacratísimo de el Señor, cuya presencia se me representó, y hízome gran operacion y aprovechamiento.

Estando una vez pensando si me habian de mandar reformar cierto monesterio y dábame pena, entendí -¿De qué temeis? ¿Qué podeis perder sino las vidas, que tantas veces me las habeis ofrecido? Yo os ayudaré. Fué en una oracion de suerte que me satisfizo el alma mucho.

Estando yo una vez deseando de hacer algun servicio á nuestro Señor, pensé que apocadamente podia yo servirle y dije entre mí: ¿Para qué, Señor, quereis Vos mis obras? Y díjome -Para ver tu voluntad, hija.

Dióme una vez el Señor una luz en una cosa que yo gusté de entenderla, y olvidóseme luego dende á poco, que no he podido mas tornar á caer en lo que era, y estando yo procurando se me acordase, entendí esto -Ya sabes que te hablo algunas veces: no dejes de escribirlo, porque, aunque á tí no aproveche, podrá aprovechar á otros. Yo estaba pensando si por mis pecados habia de aprovechar á otros y perderme yo, y díjome -No hayas miedo.

Estaba una vez recogida con esta compañía que trayo siempre en el alma, y parecíame estar Dios de manera en ella, que me acordé de cuando san Pedro dijo: Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo, porque ansí estaba Dios vivo en mi alma. Esto no es como otras visiones, porque lleva fuerza con la fee, de manera que no se puede dudar, que está la Trinidad por presencia y por potencia y esencia en nuestras almas. Es cosa de grandísimo provecho entender esta verdad, y como estaba espantada de ver tanta Majestad en cosa tan baja como mi alma, entendí -No es baja, hija, pues está hecha á mi imágen. Tambien entendí algunas cosas de la causa porque Dios se deleita con las almas, mas que con otras criaturas, tan delicadas, que, aunque el entendimiento las entendió de presto, no las sabré decir.

Habiendo estado con tanta pena del mal de nuestro Padre, que no sosegaba, y suplicando á el Señor un dia acabando de comulgar muy encarecidamente esta peticion, que pues Él me lo habia dado no me viese yo sin él, me dijo -No hayas miedo.

Estando una vez con esta presencia de las tres Personas, que trayo en mi alma, era con tanta luz, que no se puede dudar el estar allí Dios vivo y verdadero, y allí se me daban á entender cosas que yo no las sabré decir despues. Entre ellas era como habia la persona de el Hijo tomado carne humana y no las demás. No sabré, como digo, decir cosa de esto, que pasan algunos tan en secreto de el alma, que parece el entendimiento entiende como una persona, que dormiendo, ó medio dormida le parece entiende lo que se habla. Yo estaba pensando cuan recio era el vivir, que nos privaba de no estar siempre en aquella admirable compañía, y dije entre mí. Señor, dadme algun medio para que yo lleve esta vida. Díjome -Piensa, hija, como despues de acabada no me puedes servir en lo que agora, y come por Mí y duerme por Mí, y todo lo que hicieres sea por Mí, como si no lo vivieses tú ya, sino Yo, que esto es lo que decia san Pablo.

Una vez, acabando de comulgar, se me dió á entender como este Sacratísimo Cuerpo de Cristo le recibe su Padre dentro de nuestra alma. Como yo entiendo y he visto están estas Divinas Personas, y cuan agradable es esta ofrenda de su Hijo, porque se deleita y goza con Él, digamos, acá en la tierra, porque su Humanidad no está con nosotros en el alma, sino la Divinidad y ansí le es tan aceto y agradable y nos hace tan grandes mercedes. Entendí que tambien recibe este sacrificio, aunque esté en pecado el sacerdote, salvo que no se comunican las mercedes á su alma, como á los que están en gracia, y no porque dejen de estar estas influencias en su fuerza, que proceden de esta comunicacion con que el Padre recibe este sacrificio, sino por falta de quien le ha de recibir; como no es falta del sol no resplandecer cuando da en un pedazo de pez, como en uno de cristal. Si yo agora lo dijera me diera mejor á entender: importa saber como es esto, porque hay grandes secretos en lo interior, cuando se comulga. Es lástima que estos cuerpos no nos lo dejen gozar.

Octava de Todos Santos tuve dos ó tres dias muy trabajosos de la memoria de mis grandes pecados, y unos temores grandes de persecuciones, que no se fundaban sino en que me habian de levantar grandes testimonios, y todo el ánimo que suelo tener á padescer por Dios me faltaba: aunque yo me queria animar y hacia atos, y via que seria gozar gran ganancia, aprovechaba poco, que no se me quitaba el temor. Era una guerra desabrida. Topé con una letra donde dice mi buen Padre, que dice san Pablo, que no primite Dios que seamos tentados mas de lo que podemos sufrir. Aquello me alivió harto, mas no bastaba, antes otro dia me dió una aflicion grande de verme sin él, como no tenia á quien acudir con esta tribulacion, que me parecia vivir en una gran soledad. Y ayudaba el ver que no hallo ya quien me dé alivio sino él, que lo mas habia de estar ausente, que me es harto gran tormento.

Otra noche despues, estando leyendo en un libro, hallé otro dicho de san Pablo, que me comenzó á consolar, y recogida un poco, estaba pensando cuán presente habia traido de antes á Nuestro Señor, que tan verdaderamente me parecia ser Dios vivo. En esto pensando me dijo y parecióme muy dentro de mí, como al lado del corazon, por vision intelectual -Aquí estoy, sino que quiero que veas lo poco que puedes sin Mí. Luego me asiguré y se quitaron todos los miedos, y estando la misma noche en Maytines el mismo Señor, por vision intelectual, tan grande que casi parecia imaginaria, se me puso en los brazos á manera de como se pinta en la quinta angustia. Hízome temor harto esta vision, porque era muy patente y tan junta á mí, que me hizo pensar si era ilusion. Díjome -No te espantes de esto, que con mayor union sin comparacion está mi Padre con tu ánima. Háseme ansí quedado esta vision hasta agora representada. Lo que dije de Nuestro Señor, me duró mas de un mes: ya se me ha quitado.

Estando una noche con harta pena porque habia mucho que no sabia de mi Padre, y aun no estaba bueno cuando me escribió la postrera vez, aunque no era como la primera pena de su mal, que era confiada y de aquella manera nunca la tuve despues, mas el cuidado impedia la oracion; parecióme de presto, (y fué ansí que no pudo ser imaginacion) que en lo interior se me representó una luz, y ví que venia por el camino alegre, y rostro blanco, (aunque de la luz que ví debió hacer blanco el rostro, que ansí me parece lo están todos en el cielo; y he pensado si de el resplandor y luz que sale de Nuestro Señor les hace estar blancos.) Entendí esto -Díle, que sin temor comience luego, que suya es la victoria.

Un dia despues que vino, estando yo á la noche alabando á Nuestro Señor, por tantas mercedes como me habia hecho, me dijo -¿Qué me pides tú, que no haya yo hecho, hija mia?

El dia que se presentó el Breve como yo estuviese con grandísima atencion que me tenia toda turbada, que aun rezar no podia, porque me habian venido á decir que Nuestro Padre estaba en gran aprieto, porque no le dejaban salir, y habia gran ruido, entendí estas palabras -¡Oh muger de poca fee, sosiégate, que muy bien se va haciendo! Era dia de la Presentacion de Nuestra Señora, año de 1575. Propuse en mí si esta Vírgen acababa con su Hijo que viésemos á nuestro Padre libre de estos frailes y á nosotros de pedirle ordenase que en cada cabo celebrasen con solemnidad esta fiesta en nuestros monesterios de descalzas. Cuando esto propuse ni se me acordaba, de lo que entendí que habia de establecer fiesta, en la vision que vi. Agora tornando á leer este cuadernillo he pensado si ha de ser esta la fiesta.

 imagen

© Patronato del Museo Británico






ArribaAbajoLIBRO DE LAS FUNDACIONES

JESUS MARÍA

COMIENZA LA FUNDACION
DE SAN JOSEF DEL CARMEN DE MEDINA DEL CAMPO


ArribaAbajoCAPÍTULO I

De los medios por donde se comenzo á tratar de esta fundacion, y de las demás


Cinco años despues de la fundacion de san Josef de Avila estuve en él, que, á lo que ahora entiendo, me parece serán los mas descansados de mi vida, cuyo sosiego y quietud echa harto menos muchas veces mi alma. En este tiempo entraron algunas doncellas relisiosas de poca edad, á quien el mundo, á lo que parecia, tenia ya para sí, sigun las muestras de su gala y curiosidad, sacándolas el Señor bien apresuradamente de aquellas vanidades, las trajo á su casa, dotándolas de tanta perfecion, que era harta confusion mia, llegando al número de trece, que es el que estaba determinado, para no pasar mas adelante. Yo me estaba deleitando entre almas tan santas y limpias, á donde solo era su cuidado de servir y alabar á nuestro Señor. Su Majestad nos enviaba allí lo necesario sin pedirlo, y cuando nos faltaba, que fué harto pocas veces, era mayor su regocijo: alababa á nuestro Señor de ver tantas virtudes encumbradas, en especial el descuido que tenian de todo lo demás, sino de servirle.

Yo que estaba allí por mayor, nunca me acuerdo ocupar el pensamiento en ello: tenia muy creido, que no habia de faltar el Señor á las que no traian otro cuidado, sino en cómo contentarle. Y si alguna vez no habia para todas el mantenimiento, diciendo yo fuese para las mas necesitadas, cada una le parecia no ser ella, y ansí se quedaba, hasta que Dios enviaba para todas. En la virtud de la obediencia, de quien yo soy muy devota, aunque no sabia tenerla hasta que estas siervas de Dios me enseñaron, para no lo inorar si yo tuviera virtud, pudiera decir muchas cosas que allí en ellas ví. Una se me ofrece ahora, y es, que estando un dia en refitorio, dieron nos raciones de cogombro, á mí cupo una muy delgada, y por de dentro podrida: llamé con disimulacion á una hermana de las de mejor entendimiento y talentos que allí habia, para probar su obediencia, y díjela, que fuese á sembrar aquel cogombro á un hortecillo que teníamos. Ella me preguntó, si le habia de poner alto ú tendido, y le dije que tendido. Ella fué y púsole, sin venir á su pensamiento, que era imposible dejarse de secar, sino que el ser por obediencia, le cegó la razon natural en servicio de Cristo, para creer era muy acertado. Acaecíame encomendar á una seis ú siete oficios contrarios, y callando tomarlos, pareciéndole posible hacerlos todos. Tenia un pozo (á dicho de los que le probaron) de harto mal agua, y parecia imposible correr, por estar muy hondo: llamando yo oficiales para procurarlo, reíanse de mí, de que queria echar dineros en balde. Yo dije á las hermanas, ¿que qué les parecia? Dijo una, que se procure; nuestro Señor nos ha de dar quien nos traya agua, y para darles de comer, pues mas barato le sale á su Majestad dárnosla en casa, y ansí no lo dejará de hacer. Mirando yo con la gran fe y determinacion con que lo decia, túvelo por cierto, y contra voluntad del que entendia en las fuentes, que conocia de agua, lo hice, y fué el Señor servido que sacamos un caño de ella, bien bastante para nosotras, y de beber, como ahora lo tienen. No lo cuento por milagro, que otras cosas pudiera decir, sino por la fe que tenian estas hermanas, puesto que pasa ansí como lo digo, y porque no es mi primer intento loar las monjas de estos monesterios, que por la bondad del Señor todas hasta ahora van ansí, y de estas cosas y otras muchas seria escribir muy largo, aunque no sin provecho, porque á las veces se animan las que vienen á imitarlas. Mas si el Señor fuere servido que esto se entienda, podrán los perlados mandar á las prioras que lo escriban.

Pues estando esta miserable entre estas almas de ángeles, que á mí no me parecian otra cosa, porque ninguna falta, aunque fuese interior, me encubrian, y las mercedes y grandes deseos y desasimiento que el Señor les daba, eran grandísimas; su consuelo era su soledad, y ansí me certificaban, que jamás de estar solas se hartaban, y ansí tenian por tormento que las viniesen á ver, aunque fuesen hermanos. La que mas lugar tenia de estarse en una ermita, se tenia por mas dichosa. Considerando yo el gran valor de estas almas, y el ánimo que Dios las daba para padecer y servirle, no cierto de mujeres, muchas veces me parecia que era para algun gran fin las riquezas que el Señor ponia en ellas, no porque me pasase por pensamiento lo que despues ha sido, porque entonces parecia cosa imposible, por no haber principio para poderse imaginar, puesto que mis deseos, mientras mas el tiempo iba adelante, eran muy mas crecidos de ser alguna parte para el bien de algun alma; y muchas veces me parecia, como quien tiene un gran tesoro guardado, y desea que todos gocen de él, y le atan las manos para distribuirle: ansí me parecía estaba atada mi alma, porque las mercedes que el Señor en aquellos años la hacia, eran muy grandes, y todo me parecia mal empleado en mí. Servia al Señor con mis pobres oraciones siempre, y yo procuraba con las hermanas, que hiciesen lo mesmo, y se aficionasen al bien de las almas, y al aumento de su ilesia, y á quien trataba con ellas, siempre se edificaban, y en esto embebia mis grandes deseos.

A los cuatro años, me parece era algo mas, acertó á venirme á ver un fraile francisco, llamado fray Alonso Maldonado, harto siervo de Dios, y con los mesmos deseos del bien de las almas que yo, y podíalos poner por obra, que le tuve yo harta envidia. Este venia de las Indias poco habia: comenzóme á contar de los muchos millones de almas, que allí se perdian por falta de dotrina, é hízonos un sermon y plática animando á la penitencia, y fuése. Yo quedé tan lastimada de la perdicion de tantas almas, que no cabia en mí: fuíme á una ermita con hartas lágrimas, y clamaba á nuestro Señor, suplicándole diese medio como yo pudiese algo, para ganar algun alma para su servicio, pues tantas llevaba el demonio, y que pudiese mi oracion algo, ya que yo no era para mas. Habia gran envidia á los que podian por amor de nuestro Señor emplearse en esto, aunque pasasen mil muertes: y ansí me acaece, que cuando en las vidas de los santos leemos, que convirtieron almas, mucha mas devocion me hacen y mas ternura y mas envidia, que todos los martirios que padecen, por ser esta inclinacion que nuestro Señor me ha dado, pareciéndome, que precia mas un alma, que por nuestra industria y oracion le ganásemos, mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer.

Pues andando yo con esta pena tan grande, una noche estando en oracion, representóseme nuestro Señor de la manera que suele, y mostrándome mucho amor, á manera de quererme consolar, me dijo -Espera un poco, hija, y verás grandes cosas. Quedaron tan fijadas en mi corazon estas palabras, que no las podia quitar de mí; y aunque no podia atinar, por mucho que pensaba en ello, qué podria ser, ni via camino para poderlo imaginar, quedé muy consolada, y con gran certidumbre que serian verdaderas estas palabras: mas el medio cómo nunca vino á mi imaginacion. Ansí se pasó, á mi imaginacion y parecer, otro medio año, y despues de este sucedió lo que ahora diré.




ArribaAbajoRELACION XXIV

Prosigue en la fundacion de san Josef del Cármen en la ciudad de Sevilla


Cuando he dicho que el padre maestro fray Gerónimo Gracian me fué á ver á Veas, jamás nos habiamos visto, aunque yo lo deseaba harto: escrito sí algunas veces. Holguéme en extremo, cuando supe que estaba allí, porque lo deseaba mucho, por las buenas nuevas que de él me habian dado, mas muy mucho mas me alegré cuando le comencé á tratar; porque, segun me contentó, no me parecia le habian conocido los que me le habian loado: y como yo estaba con tanta fatiga, en viéndole parece que me representó el Señor el bien que por él nos habia de venir; y ansí andaba aquellos dias con tan ecesivo consuelo y contento, que es verdad que yo mesma me espantaba de mí. Entonces aun no tenia comision mas de para el Andalucía, que estando en Veas, le envió á mandar el Nuncio que le viese, y entonces se la dió para descalzos y descalzas de la provincia de Castilla. Era tanto el gozo que tenia mi espíritu, que no me hartaba de dar gracias á nuestro Señor aquellos dias, ni quisiera hacer otra cosa.

En este tiempo trajeron la licencia para fundar en Caravaca, diferente de lo que era menester para mi propósito; y ansí fué menester que tornasen á enviar á la corte, porque yo escribí á las fundadoras, que en ninguna manera se fundaria, si no se pedia cierta particularidad que faltaba, y ansí fué menester tornar á la corte. A mí se me hacia mucho esperar allí tanto, y queríame tornar á Castilla; mas como estaba allí el padre fray Gerónimo, á quien estaba ya sujeto aquel monesterio, por ser comisario de toda la provincia de Castilla, no podia hacer nada sin su voluntad, y ansí lo comuniqué con él. Parecióle que ida una vez, se quedaba la fundacion de Caravaca; y tambien que seria un gran servicio de Dios fundar en Sevilla, que le parecia muy fácil, porque se lo habian pedido algunas personas que podian, y tenian muy bien para dar luego casa: y el arzobispo de Sevilla favorecia tanto á la Orden, que tuvo creido se le haria gran servicio; y ansí se concertó, que la priora y monjas, que llevaba para Caravaca, fuese para Sevilla. Yo, aunque siempre habia reusado mucho hacer monesterio de estos en Andalucía, por algunas causas (que cuando fuí á Veas, si entendiera que era provincia de Andalucia, en ninguna manera fuera; y fué el engaño, que la tierra aun no es del Andalucía, creo de cuatro ú cinco leguas adelante comienza, mas la provincia sí) como ví ser aquella la determinacion del perlado, luego me rendí, que esta merced me hace nuestro Señor de parecerme que en todo aciertan; aunque yo estaba determinada á otra fundacion, y aun tenia algunas causas bien graves para no ir á Sevilla.

Luego se comenzó á aparejar para el camino, porque la calor entraba mucha, y el padre Comisario apostólico Gracian se fué á él llamado del Nuncio, y nosotras á Sevilla con mis buenos compañeros, el padre Julian de Avila y Antonio Gaytan y un fraile Descalzo. Ibamos en carros muy cubiertas, que siempre era esta nuestra manera de caminar; y entradas en la posada tomábamos un aposento bueno ú malo, como le habia, y á la puerta tomaba una hermana lo que habiamos menester, que aun los que iban con nosotras no entraban. Por priesa que nos dimos, llegamos á Sevilla el jueves antes de la santísima Trinidad, habiendo pasado grandísimo calor en el camino; porque aunque no se caminaba las fiestas, yo os digo, hermanas, que como habia dado todo el sol á los carros, que era entrar en ellos como en un purgatorio. Unas veces con pensar en el infierno, otras pareciendo se hacia algo y padecia por Dios, iban aquellas hermanas con gran contento y alegría; porque seis que iban conmigo, eran tales almas, que me parece me atreviera á ir con ellas á tierra de turcos, y que tuvieran fortaleza, ú por mejor decir, se la diera nuestro Señor para padecer por Él, porque estos eran sus deseos, y pláticas, muy ejercitadas en oracion y mortificacion, que como habian de quedar tan léjos, procuré que fuesen de las que me parecian mas á proposito; y todo fué menester, segun se pasó de trabajos, que algunos, y los mayores, no los diré, porque podrian tocar en alguna persona.

Un dia antes de pascua de Espíritu Santo les dió Dios un trabajo harto grande, que fué darme á mí una muy recia calentura: yo creo que sus clamores á Dios fueron bastantes para que no fuese adelante el mal, que jamás de tal manera en mi vida me ha dado calentura, que no pase muy mas adelante. Fué de tal suerte que parecia tenia modorra, segun iba enagenada. Ellas á echarme agua en el rostro, tan caliente del sol, que daba poco refrigerio. No os dejaré de decir la mala posada que hubo para esta necesidad, que fué darnos una camarilla á teja vana: ella no tenia ventana, y si se abria la puerta, toda se henchia de sol. Habeis de mirar que no es como el de Castilla por allá, sino muy mas importuno. Hiriéronme echar en una cama, que yo tuviera por mejor echarme en el suelo; porque era de unas partes tan alta, y de otras tan baja, que no sabia cómo poder estar, porque parecia de piedras agudas. ¡Qué cosa es la enfermedad! que con salud todo es fácil de sufrir. En fin tuve por mejor levantarme, y que nos fuésemos, que mejor me parecia sufrir el sol del campo, que no de aquella camarilla. ¡Qué será de los pobres que están en el infierno, que no se han de mudar para siempre, que aunque sea de trabajo á trabajo parece de algun alivio! A mí me ha acaecido tener un dolor en una parte muy recio, y aunque me diese en otra otro tan penoso, me parece era alivio mudarse: ansí fué aquí. A mí ninguna pena, que me acuerde, me daba en verme mala; las hermanas lo padecian harto mas que yo. Fué el Señor servido que no duró mas de aquel dia lo muy recio.

Poco antes, no sé si dos dias, nos acaeció otra cosa, que nos puso en un poco de aprieto pasando por un barco á Guadalquivir, que al tiempo de pasar los carros, no era posible por donde estaba la maroma, sino que habian de torcer el rio, aunque algo ayudaba la maroma torciéndola tambien; mas acertó á que la dejasen los que la tenian, ú no sé como fué, que la barca iba sin maroma ni remos con el carro. El barquero me hacia mucha mas lástima verle tan fatigado, que no el peligro: nosotras á rezar, todos voces grandes. Estaba un caballero mirándonos en un castillo, que estaba cerca, y movido de lástima envió quien ayudase, que aun entonces no estaba sin maroma, y tenian de ella nuestros hermanos, puniendo todas sus fuerzas; mas la fuerza del agua los llevaba á todos, de manera que daba con algunos en el suelo. Por cierto que me puso gran devocion un hijo del barquero, que nunca se me olvida: paréceme debia haber como diez, ú once años, que lo que aquel trabajaba de ver á su padre con pena, me hacia alabar á nuestro Señor. Mas como su Majestad da siempre los trabajos con piadad, ansí fué aquí, que acertó á detenerse la barca en un arenal, y estaba hácia una parte el agua poca, y ansí pudo haber remedio. Tuviéramosle malo de saber salir al camino, por ser ya noche, si no nos guiaran quien vino del castillo. No pensé tratar de estas cosas, que son de poca importancia, que hubiera dicho hartas de malos sucesos de caminos: he sido importunada para alargarme mas en este.

Harto mayor trabajo fué para mí que los dichos, lo que nos acaeció el postrero dia de pascua de Espíritu Santo. Dímonos mucha priesa por llegar de mañana á Córdoba, para oir misa sin que nos viese nadie: guiábannos á una ilesia, que está pasada la puente, por mas soledad. Ya que íbamos á pasar, no habia licencia para pasar por allí carros, que la ha de dar el corregidor: de quia que se trajo pasaron mas de dos horas, por no estar levantados, y mucha gente que se llegaba á procurar saber quien iba allí. De esto no se nos daba mucho, porque no podian, que iban muy cubiertos. Cuando ya vino la licencia, no cabian los carros por la puerta de la puente: fué menester aserrarlos, ú no sé en qué se pasó otro rato. En fin, cuando llegamos á la ilesia, que habia de decir misa el padre Julian de Avila, estaba llena de gente, porque era la vocacion del Espíritu Santo, lo que no habíamos sabido, y habia gran fiesta y sermon. Cuando yo esto ví, dióme mucha pena, y á mi parecer era mejor irnos sin oir misa, que entrar entre tanta barahunda. Al padre Julian de Avila no le pareció; y como era teólogo, hubímonos todas de llegar á su parecer, que los demás compañeros, quizá, siguieran el mio; y fuera mas mal acertado, aunque no sé si yo me fiára de solo mi parecer. Apeámonos cerca de la ilesia, que aunque no nos podia ver nadie los rostros, porque siempre llevábamos delante de ellos velos grandes, bastaba vernos con ellos, y capas blancas de sayal, como traemos, y alpargatas, para alterar á todos; y ansí lo fué. Aquel sobresalto me debia de quitar la calentura del todo, que cierto lo fué grande para mí y para todos. Al principio de entrar por la ilesia, se llegó á mí un hombre de bien á apartar la gente. Yo le rogué mucho nos llevase á alguna capilla: hízolo ansí, y cerróla, y no nos dejó hasta tornarnos á sacar de la ilesia. Despues de pocos dias vino á Sevilla, y dijo á un padre de nuestra Orden, que por aquella buena obra que habia hecho, pensaba que habia Dios héchole merced, que le habian proveido de una grande hacienda, ú dado, de que él estaba descuidado. Yo os digo, hijas, que, aunque esto no os parecerá quizá nada, que fué para mí uno de los malos ratos que he pasado; porque el alboroto de la gente era como si entráran toros. Ansí no ví la hora de salir de aquel lugar: aunque no le habia para pasar la fiesta cerca, tuvímosla debajo de una puente. Llegadas á Sevilla á una casa que nos tenia alquilada el padre fray Mariano, que estaba avisado de ello, yo pensé que estaba todo hecho; porque, como digo, era mucho lo que favorecia el arzobispo á los Descalzos, y habíame escrito algunas veces á mí, mostrándome mucho amor: no bastó para dejarme de dar harto trabajo, porque lo queria Dios ansí. Él es muy enemigo de monesterios de monjas con pobreza, y tiene razon. Fué el daño, ú por mejor decir, el provecho, para que se hiciese aquella obra; porque si antes que yo estuviera en el camino se lo dijeran, tengo por cierto no viniera en ello: mas tiniendo por certísimo el padre Comisario, y el padre Mariano, que tambien fué mi ida de grandísimo contento para él, que le hacian grandísimo servicio en mi ida, no se lo dijeron antes; y como digo, pudiera ser mucho yerro, pensando que acertaban. Porque en los demás monesterios, lo primero que yo procuraba, era la licencia del Ordinario, como manda el santo Concilio: acá no solo la teníamos por dada, sino como digo, porque se le hacia gran servicio, como á la verdad lo era, y ansí lo entendió despues; sino que ninguna fundacion ha querido el Señor que se haga sin mucho trabajo mio, unos de una manera, otros de otra.

Pues llegadas á la casa, que, como digo, nos tenian de alquiler, yo pensé luego tomar la posesion, como lo solia hacer, para que dijésemos Oficio divino; y comenzóme á poner dilaciones el padre Mariano, que era el que estaba allí, que, por no me dar pena, no me lo queria decir del todo. Mas no siendo razones bastantes, yo entendí en qué estaba la dificultad, que era en no dar licencia; y ansí me dijo, que tuviese por bien que fuese el monesterio de renta, ú otra cosa ansí, que no me acuerdo. En fin me dijo, que no gustaba hacer monesterios de monjas por su licencia, ni desde que era arzobispo jamás la habia dado para nenguno, que lo habia sido hartos años allí y en Córdoba, y es harto siervo de Dios: en especial de pobreza, que no la daria. Esto era decir, que no se hiciese el monesterio. Lo uno ser en la ciudad de Sevilla, á mí se me hiciera muy de mal, aunque lo pudiera hacer, porque en las partes que he fundado con renta, es en lugares pequeños, que, ó no se ha de hacer, ú ha de ser ansí, porque no hay cómo se pueda sustentar. Lo otro, porque solo una blanca nos habia sobrado del gasto del camino, sin traer cosa nenguna con nosotras, sino lo que trayamos vestido, y alguna túnica y toca, y lo que venia para venir cubiertas y bien en los carros; que para haberse de tornar los que venian con nosotras, se hubo de buscar prestado. Un amigo, que tenia allí Antonio Gaytan, le prestó de ello, y para acomodar la casa el padre Mariano lo buscó: ni casa propia habia, ansí que era cosa imposible. Con mucha importunidad debia ser del padre dicho, nos dejó decir misa para el dia de la santísima Trinidad, que fué la primera, y envio á decir, que ni se tañese campana, ni se pusiese (decia) sino que estaba ya puesta: y ansí estuve mas de quince dias, que yo sé de mi determinacion, que si no fuera por el padre comisario, y el padre Mariano, que yo me tornára con mis monjas, con harto poca pesadumbre, á Veas, para la fundacion de Caravaca. Harta mas tuve aquellos dias, que como tengo mala memoria no me acuerdo, mas creo fué mas de un mes; porque ya sufríase peor la ida que luego luego, por publicarse ya el monesterio. Nunca me dejó el padre Mariano escribirle, sino poco á poco le iba ablandando, y con cartas de Madrid del padre comisario.

A mí una cosa me sosegaba para no tener mucho escrúpulo, y era, haberse dicho misa con su licencia; y siempre decíamos en el coro el Oficio divino. No dejaba de enviarme á visitar, y á decirme me veria presto, y un criado suyo envió á que dijese la primera misa; por donde via yo claro, que no me parecia servia de mas aquello, que de tenerme con pena; aunque la causa de tenerla yo, no era por mí, ni por mis monjas, sino por la que tenia el padre comisario, que, como él me habia mandado ir, estaba con mucha pena, y diérasela grandísima si hubiera algun desman, y tenia hartas causas para ello. En este tiempo vinieron tambien los padres Calzados á saber por donde se habia fundado. Yo les mostré las patentes que tenia de nuestro reverendísimo padre general; y con esto se sosegaron, que si supieran lo que hacia el arzobispo, no creo bastára, mas esto no se entendia, sino todos creyan que era muy á su gusto y contento. Ya fué Dios servido que nos fuese á ver: yo le dije el agravio que nos hacia. En fin me dijo que fuese lo que quisiese, y como lo quisiese; y desde alli adelante siempre nos hacia merced en todo lo que se nos ofrecia, y favor.




ArribaAbajoCAPÍTULO XXIX

Trátase de la fundacion de San Josef de Nuestra Señora de la Calle en Palencia, que fué año de MDLXXX, dia del rey David


Habiendo venido de la fundacion de Villanueva de la Jara, mandóme el perlado ir á Valladolid, á peticion del obispo de Palencia, que es don Alvaro de Mendoza, que el primer monesterio, que fué San Josef de Avila, admitió y favoreció siempre, y siempre en lo que toca á esta Orden favorece; y como habia dejado el obispado de Avila, y pasádose á Palencia, púsole nuestro Señor en voluntad, que allí hiciese otro de esta sagrada Orden. Llegada á Valladolid, dióme una enfermedad tan grande, que pensaron muriera. Quedé tan desganada, y tan fuera de parecerme podria hacer nada, que aunque la priora de nuestro monesterio de Valladolid, que deseaba mucho esta fundacion, me importunaba, no podia persuadirme, ni hallaba principio; porque el monesterio habia de ser de pobreza, y decíanme no se podrian sustentar, que era lugar muy pobre.

Habia casi un año que se trataba hacerle, junto con el de Búrgos, y antes no estaba yo tan fuera de ello; mas entonces eran muchos los inconvenientes que hallaba, no habiendo venido á otra cosa á Valladolid. No sé si era el mucho mal y flaqueza, que me habia quedado, ó el demonio, que queria estorbar el bien que se ha hecho despues. Verdad es, que á mí me tiene espantada y lastimada (que hartas veces me quejo á nuestro Señor) lo mucho que participa la pobre alma de la enfermedad del cuerpo, que no parece sino que ha de guardar sus leyes, segun las necesidades y cosas que le hacen padecer. Uno de los grandes trabajos y miserias de la vida me parece este, cuando no hay espíritu grande que lo sujete; porque tener mal, y padecer grandes dolores, aunque es trabajo, si el alma está despierta, no lo tengo en nada, porque está alabando á Dios, y considera viene de su mano: mas por una parte padeciendo, y por otra no obrando, es terrible cosa, en especial si es alma que se ha visto en grandes deseos de no descansar interior y exteriormente, sino emplearse toda en servicio de su gran Dios: ningun otro remedio tiene aquí sino paciencia, y conocer su miseria, y dejarse en la voluntad de Dios, que se sirva de ella en lo que quisiere, y como quisiere. De esta manera estaba yo entonces, aunque ya en convalecencia, mas la flaqueza era tanta, que aun la confianza que me solia dar Dios en haber de comenzar estas fundaciones, tenia perdida. Todo se me hacia imposible, y si entonces acertara con alguna persona que me animara, hiciérame mucho provecho; mas unos me ayudaban á temer, otros, aunque me daban algunas esperanzas, no bastaban para mi pusilaminidad.

Acertó á venir por allí un padre de la Compañía, llamado el maestro Ripalda, con quien yo me habia confesado un tiempo, gran siervo de Dios: yo le dije cual estaba, y que á él le queria tomar en lugar de Dios, que me dijere lo que le parecia. Él comenzóme á animar mucho, y díjome, que de vieja tenia ya esta cobardía: mas bien via yo que no era eso, que mas vieja soy ahora y no la tengo; y aun él tambien lo debia entender, sino para reñirme, que no pensase era de Dios. Andaba entonces esta fundacion de Palencia, y la de Búrgos juntamente, y para la una ni la otra yo no tenia nada; mas no era esto, que con menos suelo comenzar. Él me dijo que en ninguna manera lo dejase: lo mesmo me habia dicho poco habia en Toledo un provincial de la Compañía, llamado Baltasar Alvarez, mas entonces estaba yo buena. Aquello me bastó para determinarme, y aunque me hizo harto al caso, no acabé del todo de determinarme; porque, ú el demonio, ú, como he dicho, la enfermedad me tenia atada, mas quedé muy mejor. La priora de Valladolid ayudaba cuanto podia, porque tenia gran deseo de la fundacion de Palencia; mas, como me via tan tibia, tambien temia. Ahora venga al verdadero calor, pues no bastan las gentes ni los siervos de Dios, adonde se entenderá muchas veces no ser yo quien hace nada en estas fundaciones, sino quien es poderoso para todo.

Estando yo un dia acabando de comulgar, puesta en estas dudas, y no determinada de hacer ninguna fundacion, habia suplicado á nuestro Señor me diese luz, para que en todo hiciese yo su voluntad; y la tibieza no era de suerte, que jamás un punto me faltaba este deseo: díjome nuestro Señor con una manera de reprension -¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? El mesmo que he sido soy ahora, no dejes de hacer estas dos fundaciones. ¡Oh gran Dios! ¡Y cómo son diferentes vuestras palabras de las de los hombres! Ansí quedé determinada y animada, que todo el mundo no bastara á ponerme contradicion, y comencé luego á tratar de ello, y comenzó nuestro Señor á darme medios. Tomé dos monjas para comprar la casa, y aunque me decian no era posible el vivir de limosna en Palencia, era como no me lo decir, porque haciéndola de renta, ya via yo que por entonces no podia ser; y pues Dios decia que se hiciese, su Majestad lo proveeria. Y ansí, aunque no estaba del todo tornada en mí, me determiné á ir, con ser el tiempo recio; porque partí de Valladolid el dia de los Inocentes, en el año que he dicho, que por aquel año que entraba hasta san Juan un caballero de allí nos habia dado una casa, que él tenia alquilada, que se habia ido á vivir allí. Yo escribí á un canónigo de la mesma ciudad, aunque no le conocia; mas un amigo suyo me dijo, que era siervo de Dios, y á mí se me asentó que nos habia de ayudar mucho, porque el mesmo Señor, como se ha visto en las demás fundaciones, toma en cada parte quien ayude, que ya ve su Majestad lo poco que yo puedo. Yo le envié á suplicar, que lo mas secretamente que pudiese me desembarazase la casa, porque estaba allí un morador, y que no le dijese para lo que era; porque aunque habian mostrado algunas personas principales voluntad, y el obispo la tenia tan grande, yo via era lo mas seguro, que no se supiese.

El canónigo Reinoso (que ansí se llamaba á quien escribí) lo hizo tan bien, que no solo la desembarazó, mas teniamos camas, y muchos regalos harto cumplidamente; y habíamoslo menester, porque el frio era mucho, y el dia de antes habia sido trabajoso con una gran niebla, que casi no nos viamos. A la verdad, poco descansamos, hasta tener acomodado donde decir otro dia misa; porque antes que nadie supiese que estábamos allí, que esto he hallado ser lo que conviene en estas fundaciones, porque si comienza á andar en pareceres, el demonio lo turba todo: aunque él no puede salir con nada, mas inquieta. Ansí se hizo, que luego de mañana, casi en amaneciendo, dijo misa un clérigo que iba con nosotras, llamado Porras, harto siervo de Dios, y otro amigo de las monjas de Valladolid, llamado Agustin de Vitoria, que me habia prestado dineros para acomodar la casa, y regalado harto por el camino.

Ibamos, conmigo, cinco monjas, y una compañera que ha dias que iba conmigo, freila, mas tan gran sierva de Dios y discreta, que me puede ayudar mas que otras. Aquella noche poco dormimos, aunque como digo, habia sido trabajoso el camino, por las aguas que habia habido. Yo gusté mucho se fundase aquel dia, por ser el rezado del rey David, de quien yo soy devota. Luego esta mañana lo envié á decir al ilustrismo obispo, que aun no sabia iba aquel dia. El fué luego allá con una caridad grande, que siempre la ha tenido con nosotras: dijo nos daria todo el pan que fuese menester, y mandó al provisor nos proveyese de muchas cosas. Es tanto lo que esta Orden le debe, que quien leyere estas fundaciones, está obligado á encomendarle á nuestro Señor, vivo ú muerto, y ansí se lo pido por caridad. Fué tanto el contento que mostró el pueblo, y tan general, que fué cosa muy particular; porque ninguna persona hubo que le pareciese mal. Mucho ayudó saber que lo queria el obispo, por ser allí muy amado: mas toda la gente es de la mejor masa y nobleza que yo he visto; y ansí cada dia me alegro mas de haber fundado allí.

Como la casa no era nuestra, luego comenzamos á tratar de comprar otra, que aunque aquella se vendia, estaba en muy mal puesto, y con la ayuda que yo llevaba de las monjas que habian de ir, parece podiamos hablar con algo, que aunque era poco, para allí era mucho; aunque si Dios no diera los buenos amigos que nos dió, todo no era nada, que el buen canónigo Reinoso trajo otro amigo suyo, llamado el canónigo Salinas, de gran caridad de entendimiento, y entre entramos tomaron el cuidado, como si fuera para ellos propios, y aun creo mas, y le han tenido siempre de aquella casa.

Está en el pueblo una casa de mucha devocion de nuestra Señora, como ermita, llamada nuestra Señora de la Calle: en toda la comarca y ciudad es grande la devocion que se le tiene, y la gente que acude allí. Parecióle á su señoría, y á todos, que allí estaríamos bien cerca de aquella ilesia. Ella no tenia casa, mas estaban dos juntas, que comprándolas, eran bastantes para nosotras, junto con la iglesia. Esta nos habia de dar el cabildo, y unos cofrades de ella, y ansí se comenzó á procurar. El cabildo luego nos hizo merced de ella, y aunque tuvo harto en que entender con los cofrades, tambien lo hicieron bien, que, como he dicho, es gente virtuosa la de aquel lugar, si yo la he visto en mi vida. Como los dueños de las casas vieron que las habiamos gana, comienzan á estimarlas mas, y con razon: yo las quise ir á ver, y pareciéronme tan mal, que en ninguna manera las quisiera, y á los que iban con nosotras. Despues se ha visto claro, que el demonio hizo mucho de su parte, porque le pesaba de que fuésemos allí. Los dos canónigos que andaban en ello, parecíales lejos de la ilesia mayor, como lo estábamos, mas es á donde hay mas gente de la ciudad. En fin nos determinamos todos de que no convenia aquella casa, que se buscase otra. Esto comenzaron á hacer aquellos dos señores canónigos con tanto cuidado y diligencia, que me hacia alabar á nuestro Señor, sin dejar cosa que les pareciese podia convenir: vinieron á contentarse de una, que era de uno que llaman Tamayo. Estaba con algunas partes muy aparejadas para venirnos bien, y cerca de la casa de un caballero principal, llamado Suero de Vega, que nos favorece mucho, y tenia gran gana de que fuésemos allí, y otras personas del barrio. Aquella casa no era bastante, mas dábanos con ella otra, aunque no estaba de manera que nos pudiésemos una con otra bien acomodar.

En fin, por las nuevas que de ella me daban, yo lo deseaba que se efetuase, mas no quisieron aquellos señores, sino que la viese primero. Yo siento tanto salir por el pueblo, y fiaba tanto de ellos, que no habia remedio. En fin fuí, y tambien á las de nuestra Señora, aunque no con intento de tomarlas, sino porque al de la otra no le pareciese, no teniamos remedio sino la suya, y parecióme tan mal como he dicho, y á las que iban allí, que ahora nos espantamos, como nos pudo parecer tan mal. Y con aquello fuimos á la otra, ya con determinacion que no habia de ser otra; y aunque hallábamos hartas dificultades, pasábamos por ellas, aunque se podian harto mal remediar, que para hacer la ilesia, y aun no buena, se quitaba todo lo que habia bueno para vivir. Cosa estraña es, ir ya determinada á una cosa: á la verdad dióme la vida para fiar poco de mí, aunque entonces no era yo sola la engañada. En fin nos fuimos ya determinadas de que no fuese otra, y de dar lo que habia pedido, que era harto, y escribirle, porque no estaba en la ciudad, mas cerca estaba.

Parecerá cosa impertinente, haberme detenido tanto en el comprar de la casa, hasta que se vea el fin que debia de llevar el demonio, para que no fuésemos á la de nuestra Señora, que cada vez que se me acuerda, me hace temer. Idos todos determinados, como he dicho, á no tomar otra, otro dia en misa comiénzame un cuidado grande, de si hacia bien, y con desasosiego, que casi no me dejó estar quieta en toda la misa: fuí á recibir el santísimo Sacramento, y luego en tomándole entendí estas palabras de tal manera, que me hizo determinar del todo á no tomar la que pensaba, sino la de nuestra Señora -Esta te conviene. Yo comencé á parecerme cosa recia en negocio tan tratado, y que tanto querian los que lo miraban con tanto cuidado: respondióme el Señor -No entienden ellos lo mucho que soy ofendido allí, y esto será gran remedio. Pasóme por pensamiento no fuese engaño, aunque no para creerlo, que bien conocia en la operacion que hizo en mí, que era espíritu de Dios. Díjome luego -Yo soy. Quedé muy sosegada, y quitada la turbacion que antes tenia, aunque no sabia como remediar lo que estaba hecho, y el mucho mal que habia dicho de aquella casa, y á mis hermanas, que las habia encarecido cuán mala era, y que no quisiera hubiéramos ido allí, sin verla, por nada; aunque de esto no se me daba tanto, que ya sabia ternian por bueno lo que yo hiciese, sino de los demás que lo deseaban. Parecia me ternian por vana y movible, pues tan presto mudaba, cosa que yo aborrezco mucho. No eran todos estos pensamientos para que me moviesen poco ni mucho en dejar de ir á la casa de nuestra Señora; ni me acordaba ya que no era buena, porque á trueco de estorbar las monjas un pecado venial, era cosa de poco momento todo lo demás, y cualquiera de ellas, que supiera lo que yo, estuviera en esto á mi parecer. Tomé este remedio: yo me confesaba con el canónigo Reinoso, que era uno de estos dos que me ayudaban, aunque no le habia dado parte de cosas de espíritu de esta suerte, porque no se habia ofrecido ocasion á donde hubiese sido menester; y como he acostumbrado siempre en estas cosas hacer lo que el confesor me aconsejare, por ir camino mas seguro, determiné de decírselo debajo de mucho secreto, aunque no me hallaba yo determinada en dejar de hacer lo que habia entendido, sin darme harta pesadumbre. Mas en fin lo hiciera, que yo fiaba de nuestro Señor lo que otras veces he visto, que su Majestad muda al confesor, aunque esté de otra opinion, para que haga lo que él quiere. Díjele primero las muchas veces que nuestro Señor acostumbraba enseñarme ansí, y que hasta entonces se habian visto muchas cosas, en que se entendia ser espíritu suyo, y contéle lo que pasaba; mas que yo haria lo que á él le pareciese, aunque me seria pena. El es muy cuerdo y santo, y de buen consejo en cualquiera cosa, aunque es mozo; y aunque vió habia de ser nota, no se determinó á que se dejase de hacer lo que se habia entendido. Yo le dije, que esperásemos al mensajero, y ansí le pareció, que ya yo confiaba en Dios que El lo remediaria; y ansí fué, que con haberle dado lo que queria y habia pedido, tornó á pedir otros trescientos ducados mas, que parecia desatino, porque se le pagaba demasiado. Con esto vimos lo hacia Dios, porque á él le estaba muy bien vender, y, estando concertado, pedir mas no llevaba camino. Con esto se remedió harto, que dijimos que nunca acabaríamos con él, mas no del todo; porque estaba claro, que por trescientos ducados no se habia de dejar casa que parecia convenir á un monesterio. Yo dije á mi confesor, que de mi crédito no se le diese nada, pues á él le parecia se hiciese; sino que dijese á su compañero, que yo estaba determinada, á que cara ú barata, ruin ú buena, se comprase la de nuestra Señora. El tiene un ingenio en estremo vivo, y aunque no se le dijo nada, de ver mudanza tan presto, creo lo imaginó; y ansí no me apretó mas en ello.

Bien hemos visto todos despues el gran yerro que haciamos en comprar la otra, porque ahora nos espantamos de ver las grandes ventajas que la hace; dejado lo principal, que se echa bien de ver, se sirve nuestro Señor y su gloriosa Madre allí, y que se quitan hartas ocasiones; porque eran muchas las velas de noche, á donde, como no era sino solo ermita, podian hacer muchas cosas que al demonio le pesaba se quitasen, y nosotras nos alegramos de poder en algo servir á nuestra Madre y Señora y Patrona: y era harto mal hecho no lo haber hecho antes, porque no habiamos de mirar mas. Ello se vé claro ponia en muchas cosas ceguedad el demonio, porque hay allí muchas comodidades, que no se hallarán en otras partes, y grandísimo contento de todo pueblo, que lo deseaban, y aun á los que querian fuésemos á la otra, les parecia despues muy bien. Bendito sea el que me dió luz en esto para siempre jamás; y ansí me la da si en alguna cosa acierto hacer bien, que cada dia me espanta mas el poco talento que tengo en todo. Y esto no se entienda que es humildad, sino que cada dia lo voy viendo mas, que parece quiere nuestro Señor, que conozca yo y todos, que solo es su Majestad el que hace estas obras, y que, como dió vista al ciego con lodo, quiere que á cosa tan ciega como yo haga cosa que no lo sea. Por cierto en esto habia cosas, como he dicho, de harta ceguedad, y cada vez que se me acuerda, querria alabar á nuestro Señor de nuevo por ello; sino que aun para esto no soy, ni sé como me sufre. Bendita sea su misericordia, amen.

Pues luego se dieron priesa estos santos amigos de la Vírgen á concertar las casas, y á mi parecer las dieron baratas: trabajaron harto, que en cada una quiere Dios haya que merecer en estas fundaciones á los que nos ayudan, y yo soy la que no hago nada, como otras veces he dicho, y nunca lo querria dejar de decir, porque es verdad. Pues lo que ellos trabajaron en acomodar la casa, y dando tambien dineros para ello, porque yo no los tenia, fué muy mucho, junto con fiarla, que primero que en otras partes hallo un fiador, no de tanta cantidad, me veo afligida; y tienen razon, porque sino lo fiasen de nuestro Señor, yo no tengo blanca: mas su Majestad me ha hecho siempre tanta merced, que nunca por hacérmela perdieron nada, ni se dejó de pagar muy bien, que la tengo por grandísima. Como no se contentaron los de las casas con ellos dos por fiadores, fuéronse á buscar al Provisor que habia nombre Prudencio; y aun no sé si me acuerdo bien, ansí me lo dicen ahora, que como le llamábamos Provisor, no lo sabia. Es de tanta caridad con nosotras, que era mucho lo que le debiamos y debemos. Preguntóles, que á donde iban, dijeron que á buscarle, para que firmase aquella fianza. El se rió, y dijo -pues á fianza de tantos dineros me decís de esa manera? Y luego desde la mula la firmó, que para los tiempos de ahora es de ponderar. Yo no queria dejar de decir muchos loores de la caridad que hallé en Patencia, en particular y en general. Es verdad que me parecia cosa de la primitiva Ilesia (al menos no muy usada ahora en el mundo) ver que no llevábamos renta, y que nos habian de dar de comer, y no solo no defenderlo, sino decir que les hacia Dios merced grandísima: y si se mirase con luz, decian verdad; porque aunque no sea sino haber otra iglesia á donde está el santísimo Sacramento mas, es mucha. Sea por siempre bendito, amen, que bien se va entendiendo se ha servido de que esté allí, y que debia de haber algunas cosas de impertinencias, que ahora no se hacen; porque como velaba allí mucha gente, y la ermita estaba sola, no todos iban por devocion: ello se va remediando. La imágen de nuestra Señora estaba puesta muy indecentemente. Hále hecho capilla por sí el obispo don Alvaro de Mendoza, y poco á poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa Vírgen y de su Hijo. Sea por siempre alabado, amen, amen.

Pues acabada de aderezar la casa, para el tiempo de pasar allá las monjas, quiso el obispo fuese con gran solenidad; y ansí fué un dia de la Otava del santísimo Sacramento, que el mesmo vino de Valladolid, y se juntó con el cabildo, con las Ordenes, y casi todo el lugar, y mucha música. Fuimos desde la casa, á donde estábamos, todas en procesion, con nuestras capas blancas, y velos delante del rostro, á una perroquia que estaba cerca de la casa de nuestra Señora, que la mesma imágen vino tambien por nosotras, y de allí tomamos el santísimo Sacramento, y se puso en la ilesia con mucha solenidad y concierto: hizo harta devocion. Iban mas monjas, que habian ido allí para la fundacion de Soria, y con candelas en las manos. Yo creo que fué el Señor harto alabado aquel dia en aquel lugar: plegue á Él para siempre lo sea de todas las criaturas, amen.

Estando en Palencia, fué Dios servido se hizo el apartamiento de los Descalzos y Calzados, haciendo provincia por sí, que era todo lo que deseábamos para nuestra paz y sosiego. Trájose (por peticion de nuestro católico rey don Felipe) de Roma un Breve muy copioso para esto, y su Majestad nos favoreció mucho en estremo, como lo habia comenzado. Hízose capítulo en Alcalá por mandado de un reverendo padre, llamado fray Juan de las Cuevas, que era entonces prior en Talavera: es de la Orden de Santo Domingo, que vino nombrado de Roma, y señalado por su majestad, persona muy santa y cuerda, como era menester para cosa semejante. Allí les hizo la costa el rey, y por su mandado los favoreció toda la universidad. Hízose en el colegio de Descalzos, que hay allí nuestro, de san Cirilo, con mucha paz y concordia. Eligieron por provincial al padre maestro fray Gerónimo Gracian de la Madre de Dios. Porque esto escribirán estos padres en otra parte como pasó, no habia para qué tratar yo de ello. Hélo dicho, porque estando en esta fundacion acabó nuestro Señor cosa tan importante á la honra y gloria de su gloriosa Madre, pues es de su Orden, como Señora, y Patrona que es nuestra; y me dió á mí uno de los grandes gozos y contentos, que podia recibir en esta vida, que mas habia de XXV años, que los trabajos y persecuciones y afliciones, que habia pasado, seria largo de contar; y solo nuestro Señor lo puede entender. Y verlo ya acabado, sino es quien sabe los trabajos que se ha padecido, no puede entender el gozo que vino á mi corazon, y el deseo que yo tenia que todo el mundo alabase á nuestro Señor, y le ofreciésemos á este nuestro santo rey don Felipe, por cuyo medio lo habia Dios traido á tan buen fin; que el demonio se habia dado tal maña, que ya iba todo por el suelo, sino fuera por él.

Ahora estamos todos en paz, Calzados y Descalzos: no nos estorba nadie á servir á nuestro Señor. Por eso, hermanos y hermanas mias, pues tan bien ha oido sus oraciones, priesa á servir á su Majestad. Miren los presentes, que son testigos de vista, las mercedes que nos ha hecho, y de los trabajos y desasosiegos que nos ha librado; y los que están por venir, pues que lo hallan llano todo, no dejen caer ninguna cosa de perfecion, por amor de nuestro Señor. No se diga por ellos lo que de algunas Ordenes, que loan sus principios, que ahora comenzamos, y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor. Miren que por muy pequeñas cosas va el demonio barrenando agujeros, por donde entren las muy grandes. No les acaezca decir en esto no va nada, que son estremos. ¡O hijas mias, que en todo va mucho, como no sea ir adelante! Por amor de nuestro Señor les pido se acuerden cuán presto se acaba todo, y la merced que nos ha hecho nuestro Señor en traernos á esta Orden, y la gran pena que terná quien comenzare alguna relajacion; sino que ponga siempre los ojos en la casta de donde venimos de aquellos santos profetas: ¡qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presuncion, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos. Poco durará la batalla, hermanas mias: el fin es eterno. Dejemos estas cosas, que en fin no son, sino es las que nos allegan á este fin, para mas amarle y servirle, pues ha de vivir para siempre jamás. Amen. Amen.

A Dios sean dadas gracias.

JESUS.

  imagen

© Patronato del Museo Británico






ArribaAbajoEL CASTILLO INTERIOR Ó LAS MORADAS


ArribaAbajoPRÓLOGO

DE LA SANTA MADRE TERESA DE JESUS AL LECTOR


JHS

Pocas cosas, que me ha mandado la obediencia, se me han hecho tan dificultosas, como escribir ahora cosas de oracion; lo uno, porque no me parece me da el Señor espíritu para hacerlo, ni deseo, lo otro, por tener la cabeza tres meses há con un ruido, y flaqueza tan grande, que aun á los negocios forzosos escribo con pena: mas entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar cosas, que parecen imposibles, la voluntad se determina á hacerlo muy de buena gana, aunque el natural parece que se aflige mucho; porque no me ha dado el Señor tanta virtud, que el pelear con la enfermedad contina y con ocupaciones de muchas maneras, se pueda hacer sin gran contradicion suya. Hágalo el que ha hecho otras cosas mas dificultosas, por hacerme merced, en cuya misericordia confio. Bien creo he de saber decir poco mas que lo que he dicho en otras cosas, que me han mandado escribir; antes temo que han de ser casi todas las mesmas, porque ansí como los pájaros que enseñan á hablar, no saben mas de lo que les muestran ú oyen, y esto repiten muchas veces, só yo al pié de la letra. Si el Señor quisiere diga algo nuevo, su Majestad lo dará, ú será servido traerme á la memoria lo que otras veces he dicho, que aun con esto me contentaria, por tenerla tan mala, que me holgaria de atinar á algunas cosas, que decian estaban bien dichas, por si se hubiesen perdido. Si tampoco me diere el Señor esto, con cansarme y acrecentar el mal de cabeza, por obediencia, quedaré con ganancia, aunque de lo que dijere no saque ningun provecho. Y ansí comienzo á cumplirla hoy dia de la Santísima Trenidad, año de MDLXXVII, en este monesterio de San José del Cármen de Toledo, á donde al presente estoy; sujetándome en todo lo que dijere á el parecer de quien me lo manda escribir, que son personas de grandes letras. Si alguna cosa dijere, que no vaya conforme á lo que tiene la santa Ilesia Católica Romana, será por inorancia, y no por malicia. Esto se puede tener por cierto, y que siempre estoy y estaré sujeta por la bondad de Dios, y lo he estado á ella. Sea por siempre bendito, amen, y glorificado.

Díjome quien me mandó escribir, que como estas monjas de estos monesterios de nuestra Señora del Cármen tienen necesidad, de quien algunas dudas de oracion las declare, y que le parecia, que mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras, y con el amor que me tienen les haria mas al caso lo que yo les dijese, tiene entendido, por esta causa, será de alguna importancia, si se acierta á decir alguna cosa, y por esto iré hablando con ellas en lo que escribiere; y porque parece desatino pensar que puede hacer al caso á otras personas: harta merced me hará nuestro Señor, si á alguna dellas se aprovecháre para alabarle algun poquito. Mas bien sabe su Majestad, que yo no pretendo otra cosa: y está muy claro, que cuando algo se atináre á decir, entenderán no es mio, pues no hay causa para ello, si no fuere tener tan poco entendimiento como yo habilidad para cosas semejantes, si el Señor por su misericordia no la da.




ArribaAbajoMORADAS CUARTAS


ArribaAbajoCAPÍTULO PRIMERO
Trata de la diferencia que hay de contentos, y ternura en la oracion, y de gustos: y dice el contento que le dió entender, que es cosa diferente el pensamiento y el entendimiento. Es de provecho, para quien se divierte mucho en la oracion


Para comenzar á hablar de la cuartas Moradas, bien he menester lo que he hecho, que es encomendarme al Espíritu Santo, y suplicarle de quí adelante hable por mí, para decir algo de las que quedan, de manera que lo entendais, porque comienzan á ser cosas sobrenaturales; y es dificultosísimo de dar á entender, si su Majestad no lo hace, como en otra parte que se escribió, hasta donde yo habia entendido, catorce años há, poco mas ú menos: aunque un poco mas luz me parece tengo de estas mercedes, que el Señor hace á algunas almas, es diferente el saberlas decir. Hágalo su Majestad, si se ha de seguir algun provecho, y si no, no. Como ya estas Moradas se llegan mas á donde está el Rey, es grande su hermosura, y hay cosas tan delicadas que ver, y que entender, que el entendimiento no es capaz para poder dar traza, como se diga siquiera algo, que venga tan al justo, que no quede bien escuro, para los que no tienen expiriencia, que quien la tiene muy bien lo entenderá, en especial si es mucha. Parecerá que para llegar á estas Moradas, se ha de haber vivido en las otras mucho tiempo; y aunque lo ordinario es, que se ha de haber estado en la que acabamos de decir, mas no es regla cierta (como ya habreis oido muchas veces) porque da el Señor cuando quiere, y como quiere, y á quien quiere, como bienes suyos, que no hace agravio á naide. En estas Moradas pocas veces entran las cosas ponzoñosas, y si entran no hacen daño, antes dejan con ganancia: y tengo por muy mejor cuando entran, y dan guerra en este estado de oracion, porque podria el demonio engañar á vueltas de los gustos que da Dios, si no hubiese tentaciones, y hacer mucho mas daño que cuando las hay, y no ganar tanto el alma, por lo menos apartando todas las cosas que la han de hacer merecer, y dejarla en un embebecimiento ordinario. Que cuando lo es en un sér, no le tengo por siguro, ni me parece posible estar en un sér el espíritu del Señor en este destierro. Pues hablando de lo que dije, que diria aquí de la diferencia que hay entre contentos en la oracion, ú gustos; los contentos me parece á mí se pueden llamar los que nosotras adquirimos con nuestra meditacion y peticiones á nuestro Señor, que procede de nuestro natural, aunque en fin ayuda para ellos Dios (que hase de entender en cuanto dijere, que no podedemos nada sin Él) mas nacen de la mesma obra virtuosa que hacemos; y parece á nuestro trabajo lo hemos ganado, y con razon nos da contento habernos empleado en cosas semejantes. Mas si lo consideramos, los mesmos contentos ternemos en muchas cosas, que nos pueden suceder en la tierra. Ansí en una gran hacienda que de presto se prové á alguno; como de ver una persona que mucho amamos, de presto; como de haber acertado en un negocio importante y cosa grande, de que todos dicen bien; como si á alguna le han dicho, que es muerto su marido ú hermano ú hijo, y le ve venir vivo. Yo he visto derramar lágrimas de un gran contento, y aun me ha acaecido alguna vez. Paréceme á mí, que ansí como estos contentos son naturales, ansí en los que nos dan las cosas de Dios, sino que son de linaje mas noble (aunque estotros no eran tampoco malos) en fin comienzan de nuestro natural mesmo, y acaban en Dios. Los gustos comienzan de Dios, y siéntelos el natural, y goza tanto dellos, como gozan los que tengo dichos, y mucho mas. ¡Oh Jesus, y qué deseo tengo de saber declararme en esto! Porque entiendo á mi parecer muy conocida diferencia, y no alcanza mi saber á darme á entender: hágalo el Señor. Ahora me acuerdo en un verso que dicimos á Prima al fin del postrer Salmo, que al cabo del verso dice: Cun dilataste cor meun. A quien tuviere mucha expiriencia, esto le basta para ver la diferencia que hay de lo uno á lo otro, á quien no, es menester mas. Los contentos que están dichos, no ensanchan el corazon, antes mas ordinariamente parece aprietan un poco, aunque con contento todo de ver que se hace por Dios; mas vienen unas lágrimas congojosas, que en alguna manera parece las mueve la pasion. Yo sé poco destas pasiones del alma, que quizá me diera á entender, y lo que procede de la sensualidad y de nuestro natural, porque soy muy torpe; que yo me supiera declarar, si como he pasado por ello lo entendiera: gran cosa es el saber y las letras para todo. Lo que tengo de expiriencia de este estado (digo de estos regalos, y contentos en la meditacion) es, que si comenzaba á llorar por la Pasion, no sabia acabar, hasta que se me quebraba la cabeza: si por mis pecados, lo mesmo: harta merced me hacia nuestro Señor, que no quiero yo ahora examinar cuál es mejor lo uno, ú lo otro, sino la diferencia que hay de lo uno á lo otro, querria saber decir. Para estas cosas algunas veces van estas lágrimas, y estos deseos ayudados del natural, y como está la despusicion; mas en fin, como he dicho, vienen á parar en Dios, aunque sea esto. Y es de tener en mucho, si hay humildad, para entender que no son mejores por eso; porque no se puede entender si son todos efetos del amor, y cuando sea, es dado de Dios. Por la mayor parte tienen estas devociones las almas de las Moradas pasadas, porque van casi contino con obra de entendimiento, empleadas en discurrir con el entendimiento y en meditacion; y van bien, porque no se les ha dado mas, aunque acertarian en ocuparse un rato en hacer atos, y en alabanzas de Dios, y holgarse de su bondad, y que sea el que es, y en desear su honra y gloria (esto como pudiere, porque despierta mucho la voluntad) y estén con gran aviso, cuando el Señor les diere estotro, no lo dejar, por acabar la meditacion que se tiene de costumbre. Porque me he alargado mucho en decir esto en otras partes, no lo diré aquí: solo quiero que esteis advertidas, que para aprovechar mucho en este camino, y subir á las Moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho, y ansí lo que mas os dispertáre á amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinacion de desear contentar en todo á Dios, y procurar en cuanto pudiéremos no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo, y el aumento de la Ilesia católica. Estas son las señales del amor, y no penseis que está la cosa en no pensar otra cosa, y que si os divertís un poco va todo perdido. Yo he andado en esto de esta baraunda del pensamiento bien apretada algunas veces, y habrá poco mas de cuatro años que vine á entender por expiriencia, que el pensamiento (ú imaginacion, porque mejor se entienda) no es el entendimiento, y preguntélo á un letrado, y díjome que era ansí, que no fue para mí poco contento; porque como el entendimiento es una de las potencias del alma, hacíaseme recia cosa estar tan tortolito á veces, y lo ordinario vuela el pensamiento de presto, que solo Dios puede atarle, cuando nos ata ansí, de manera que parece que estamos en alguna manera desatados de este cuerpo. Yo vía á mi parecer las potencias del alma empleadas en Dios, y estar recogidas con Él, y por otra parte el pensamiento alborotado: trayame tonta. ¡Oh Señor, tomad en cuenta lo mucho que pasamos en este camino por falta de saber! Y es el mal, que como no pensamos, que hay que saber mas de pensar en Vos, aun no sabemos preguntar á los que saben, ni entendemos qué hay que preguntar, y pásanse terribles trabajos, porque no nos entendemos; y lo que no es malo, sino bueno, pensamos que es mucha culpa. De aquí proceden las afliciones de mucha gente que trata de oracion, y el quejarse de trabajos interiores (á lo menos mucha parte en gente que no tiene letras) y vienen las melancolías, y á perder la salud, y aun á dejarlo del todo, porque no consideran que hay un mundo interior acá dentro, y ansí como no podemos tener el movimiento del cielo, sino que anda apriesa con toda velocidad, tampoco podemos tener nuestro pensamiento, y luego metemos todas las potencias del alma con él, y nos parece que estamos perdidas, y gastado mal el tiempo que estamos delante de Dios; y estáse el alma por ventura toda junta con Él en las Moradas muy cercanas, y el pensamiento en el arrabal del Castillo, padeciendo con mil bestias fieras y ponzoñosas, y mereciendo con este padecer. Y ansí, ni nos ha de turbar, ni lo hemos de dejar, que es lo que pretende el demonio; y por la mayor parte todas las inquietudes y trabajos vienen deste no nos entender. Escribiendo esto, estoy considerando lo que pasa en mi cabeza del gran ruido de ella, que dije al principio, por donde se me hizo casi imposible poder hacer lo que me mandaban de escribir. No parece sino que están en ella muchos rios caudalosos, y por otra parte que estas aguas se despeñan; muchos pajarillos y silvos, y no en los oidos, sino en lo superior de la cabeza, á donde dicen que está superior del alma; yo estuve en esto harto tiempo, por parecer, que el movimiento grande del espíritu hácia arriba subia con velocidad. Plega á Dios que se me acuerde en las Moradas de adelante, decir la causa desto (que aquí no viene bien) y no será mucho que haya querido el Señor darme este mal de cabeza, para entenderlo mejor; porque con toda esta baraunda de ella, no me estorba á la oracion, ni á lo que estoy diciendo, sino que el alma se está muy entera en su quietud y amor y deseos y claro conocimiento. Pues si en lo superior de la cabeza está lo superior del alma, ¿cómo no la turba? Eso no lo sé yo, mas sé que es verdad lo que digo. Pena da cuando no es la oracion con suspension, que entonces hasta que se pasa, no se siente ningun mal, mas harto mal fuera si por este impedimento lo dejára yo todo. Y ansí no es bien, que por los pensamientos nos turbemos, ni se nos dé nada, que si los pone el demonio, cesará con esto; y si es, como lo es, de la miseria que nos quedó del pecado de Adan, con otras muchas, tengamos paciencia, y sufrámoslo por amor de Dios. Pues estamos tambien sujetas á comer y dormir, sin poderlo excusar (que es harto trabajo) conozcamos nuestra miseria, y deseemos ir á donde naide nos menosprecia. Que algunas veces me acuerdo haber oido esto que dice la Esposa en los Cantares, y verdaderamente que no hallo en toda la vida cosa á donde con mas razon se pueda decir; porque todos los menosprecios y trabajos, que puede haber en la vida, no me parece que llegan á estas batallas interiores. Cualquier desasiego y guerra se puede sufrir con hallar paz á donde vivimos, como ya he dicho, mas que queremos venir á descansar de mil trabajos que hay en el mundo, y que quiera el Señor aparejarnos el descanso, y que en nosotras mesmas esté el estorbo, no puede dejar de ser muy penoso, y casi insufridero. Por eso llévanos, Señor, á donde no nos menosprecien estas miserias, que parecen algunas veces que están haciendo burla del alma. Aun en esta vida la libra el Señor de esto, cuando ha llegado á la postrera Morada, como diremos, si Dios fuere servido. Y no darán á todos tanta pena estas miserias, ni las acometerán, como á mí hicieron muchos años por ser ruin, que parece que yo mesma me queria vengar de mí. Y como cosa tan penosa para mí, pienso que quizá será para vosotras ansí, y no hago sino decirlo en un cabo y en otro, para si acertase alguna vez á daros á entender como es cosa forzosa, y no os traiga inquietas y afligidas, sino que dejemos andar esta taravilla de molino, y molamos nuestra harina, no dejando de obrar la voluntad y entendimiento. Hay mas y menos en este estorbo, conforme á la salud y á los tiempos. Padezca la pobre alma, aunque no tenga en esto culpa, que otras haremos por donde es razon que tengamos paciencia. Y porque no basta lo que leemos y nos aconsejan, que es, que no hagamos caso de estos pensamientos, para las que poco sabemos no me parece tiempo perdido todo lo que gasto en declararlo mas, y consolaros en este caso; mas hasta que el Señor nos quiera dar luz poco aprovecha. Mas es menester, y quiere su Majestad, que tomemos medios y nos entendamos, y lo que hace la flaca imaginacion y el natural y demonio no pongamos la culpa al alma.




ArribaAbajoCAPÍTULO II
Prosigue en lo mesmo, y declara por una comparacion, qué es gustos, y cómo se han de alcanzar no procurándolos


¡Válame Dios en lo que me he metido! Ya tenia olvidado lo que trataba, porque los negocios y salud me hace dejarlo al mejor tiempo, y como tengo poca memoria irá todo desconcertado, por no poder tornarlo á leer. Y aun quizá se es todo desconcierto cuanto digo, al menos es lo que siento. Paréceme queda dicho de los consuelos espirituales, como algunas veces van envueltos con nuestras pasiones. Trayn consigo unos alborotos de sollozos, y aun á personas he oido, que se les aprieta el pecho, y aun vienen á movimientos exteriores, que no se pueden ir á la mano, y es la fuerza de manera, que les hace salir sangre de narices, y cosas ansí penosas. Desto no sé decir nada, porque no he pasado por ello, mas debe quedar consuelo, porque como digo, todo va á parar en desear contentar á Dios y gozar de su Majestad. Los que yo llamo gustos de Dios (que en otra parte lo he nombrado oracion de quietud) es muy de otra manera, como entendereis las que lo habeis probado, por la misericordia de Dios. Hagamos cuenta para entenderlo mejor, que vemos dos fuentes con dos pilas que se hinchen de agua, que no me hallo cosa mas á propósito para declarar algunas de espíritu, que esto de agua, y es, como sé poco y el ingenio no ayuda, y soy tan amiga de este elemento, que le he mirado con mas advertencia que otras cosas; que en todas las que crió tan gran Dios, tan sabio, debe haber hartos secretos, de que nos podemos aprovechar, y ansí lo hacen los que lo entienden, aunque, creo, que en cada cosita que Dios crió hay mas de lo que se entiende, aunque sea una hormiguita. Estos dos pilones se hinchen de agua de diferentes maneras: el uno viene de mas léjos por muchos arcaduces y artificio; el otro está hecho en el mesmo nacimiento del agua, y vase hinchendo sin nengun ruido; y si es el manantial caudaloso (como este que hablamos) despues de hinchido este pilon procede un gran arroyo, ni es menester artificio, ni se acaba el edificio de los arcaduces, sino siempre está procediendo agua de allí. Es la diferencia, que la que viene por arcaduces, es á mi parecer los contentos, que tengo dicho, que se sacan con la meditacion, porque los traemos con los pensamientos, ayudándonos de las criaturas en la meditacion, y cansando el entendimiento; y como viene en fin con nuestras diligencias, hace ruido, cuando ha de haber algun hinchimiento de provechos que hace en el alma, como queda dicho.

Estotra fuente viene el agua de su mesmo nacimiento, que es Dios, y ansí como su Majestad quiere cuando es servido hacer alguna merced sobrenatural, produce con grandísima paz y quietud y suavidad de lo muy interior de nosotros mesmos. Yo no sé hácia donde, ni cómo, ni aquel contento y deleite se siente como los de acá en el corazon, digo en su principio, que despues todo lo hinche: vase revertiendo esta agua por todas las moradas y potencias, hasta llegar al cuerpo; que por eso dije, que comienza de Dios, y acaba en nosotros; que cierto (como verá quien lo hubiere probado) todo el hombre exterior goza de este gusto y suavidad. Estaba yo ahora mirando, escribiendo esto, que en el verso que dije: Dilatasti cor meun, dice que se ensanchó el corazon, y no me parece que es cosa, como digo, que su nacimiento es del corazon, sino de otra parte aun mas interior, como una cosa profunda: pienso que debe ser el centro del alma, como despues he entendido y diré á la postre, que cierto veo secretos en nosotros mesmos, que me trayn espantada muchas veces; ¡y cuántos mas debe haber! ¡Oh Señor mio y Dios mio, qué grandes son vuestras grandezas! Y andamos acá como unos pastorcillos bobos, que nos parece alcanzamos algo de Vos, y debe ser tanto como nonada, pues en nosotros mesmos están grandes secretos que no entendemos. Digo tanto como nonada, para lo muy mucho que hay en Vos, que no porque no son muy grandes las grandezas que vemos, aun de lo que podemos alcanzar de vuestras obras. Tornando á el verso, en lo que me puede aprovechar, á mi parecer, para aquí, es, en aquel ensanchamiento, que ansí parece, que como comienza á producir aquella agua celestial de este manantial que digo, de lo profundo de nosotros, parece que se va dilatando y ensanchando todo nuestro interior, y produciendo unos bienes, que no se pueden decir, ni aun el alma sabe entender qué es lo que se le da allí. Entiende una fragancia, digamos ahora, como si en aquel hondon interior estuviese un brasero á donde se echasen olorosos perfumes: ni se ve la lumbre, ni donde está, mas el calos y humo oloroso penetra toda el alma, y aun hartas veces, como he dicho, participa el cuerpo. Mirá, entendedme, que ni se siente calor, ni se huele olor, que mas delicada cosa es que estas cosas, sino para dároslo á entender. Y entiendan las personas que no han pasado por esto, que es verdad que pasa ansí, y que se entiende, y lo entiende el alma mas claro, que yo lo digo ahora; que no es esto cosa que se puede antojar, porque por diligencias que hagamos, no lo podemos adquirir, y en ello mesmo se ve no ser de nuestro metal, sino de aquel purísimo oro de la sabiduría divina. Aquí no están las potencias unidas, á mi parecer, sino embebidas, y mirando como espantadas qué es aquello.

Podrá ser que en estas cosas interiores me contradiga algo de lo que tengo dicho en otras partes: no es maravilla, porque en casi quince años, que há que lo escribí, quizá me ha dado el Señor mas claridad en estas cosas, de las que entonces entendia, y ahora y entonces puedo errar en todo, mas no mentir; que por la misericordia de Dios antes pasaria mil muertes: digo lo que entiendo. La voluntad bien me parece que debe estar unida en alguna manera con la de Dios. Mas en los efetos y obras de despues, se conocen estas verdades de oracion, que no hay mejor crisol para probarse. Harto gran merced es de nuestro Señor, si la conoce quien la recibe, y muy grande si no torna atras. Luego querreis, mis hijas, procurar tener esta oracion, y teneis razon, que (como he dicho) no acaba de entender el alma las que allí le hace el Señor, y con el amor que la va acercando mas á Sí; que cierto está desear saber cómo alcanzarémos esta merced. Yo os diré lo que en esto he entendido: dejemos cuando el Señor es servido de hacerla, porque su Majestad quiere y no por mas: Él sabe el por qué, no nos hemos de meter en eso. Despues de hacer lo que los de las Moradas pasadas, humildad, humildad: por esta se deja vencer el Señor á cuanto dél queremos; y lo primero en que vereis si la teneis, es en no pensar que mereceis estas mercedes y gustos del Señor, ni los habeis de tener en vuestra vida. Direisme, que de esta manera, que ¿cómo se han de alcanzar no los procurando? A esto respondo, que no hay otra mejor de la que os he dicho, y no los procurar, por estas razones. La primera, porque lo primero que para esto es menester, es amar á Dios sin interese. La segunda, porque es un poco de poca humildad, pensar que por nuestros servicios miserables se ha de alcanzar cosa tan grande. La tercera, porque el verdadero aparejo para esto, es deseo de padecer y de imitar al Señor, y no gustos, los que en fin le hemos ofendido. La cuarta, porque no está obligado su Majestad á dárnoslos, como á darnos la gloria, si guardamos sus mandamientos, que sin esto nos podremos salvar, y sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, y quien le ama de verdad; y ansí es cosa cierta, yo lo sé, y conozco personas que van por el camino del amor, como han de ir por solo servir á su Cristo crucificado, que no solo no le piden gustos ni los desean, mas le suplican no se los dé en esta vida: esto es verdad. La quinta es, porque trabajarémos en balde, que como no se ha de traer esta agua por arcaduces, como la pasada, si el manantial no la quiere producir, poco aprovecha que nos cansemos. Quiero decir, que aunque mas meditacion tengamos, aunque mas nos estrujemos y tengamos lágrimas, no viene este agua por aquí, solo se da á quien Dios quiere, y cuando mas descuidada está muchas veces el alma. Suyas somos, hermanas, haga lo que quisiere de nosotras; llévenos por donde fuere servido: bien creo, que quien de verdad se humilláre y desasiere (digo de verdad, porque no ha de ser por nuestros pensamientos, que muchas veces nos engañan, sino que estemos desasidas del todo) que no dejará el Señor de hacernos esta merced, y otras muchas que no sabremos desear. Sea por siempre alabado y bendito. Amen.




ArribaAbajoCAPÍTULO III
En que trata qué es oracion de recogimiento, que por la mayor parte la da el Señor antes de la dicha: dice sus efetos, y los que quedan de la pasada, que trató de los gustos que da el Señor


Los efetos de esta oracion son muchos: algunos diré, y primero otra manera de oracion, que comienza casi siempre primero que esta, y por haberla dicho en otras partes, diré poco. Un recogimiento, que tambien me parece sobrenatural; porque no es estar en escuro, ni cerrar los ojos, ni consiste en cosa exterior, puesto que sin quererlo se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad; y, sin artificio, parece que se va labrando el edificio para la oracion que queda dicha, porque estos sentidos y cosas exteriores, parece que van perdiendo de su derecho, porque el alma vaya cobrando el suyo, que tenia perdido. Dicen que el alma se entra dentro de sí; y otras veces que sube sobre sí: por este lenguaje no sabré yo aclarar nada, que esto tengo malo, que por el que yo lo sé decir, pienso que me habeis de entender, y quizá será solo para mí. Hagamos cuenta que estos sentidos y potencias, que ya he dicho que son la gente deste Castillo, que es lo que he tomado para saber decir algo, que se han ido fuera y andan con gente extraña enemiga del bien de este Castillo dias y años; y que ya se han ido, viendo su perdicion, acercando á él, aunque no acaban de estar dentro; porque esta costumbre es recia cosa, sino no son ya traidores, y andan alrededor. Visto ya el gran Rey, que está en la Morada de este Castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia quiérelos tornar á Él, y, como buen pastor, con un silvo tan suave, que aun casi ellos mesmos no lo entienden, hace que conozcan su voz, y que no anden tan perdidos, sino que se tornen á su Morada: y tiene tanta fuerza este silvo del pastor, que desamparan las cosas exteriores, en que estaban enagenados, y métense en el Castillo. Paréceme que nunca lo he dado á entender como ahora, porque para buscar á Dios en lo interior, que se halla mejor, y mas á nuestro provecho, que en las criaturas; como dice san Agustin que le halló, despues de haberle buscado en muchas partes: es gran ayuda cuando Dios hace esta merced. Y no penseis que es por el entendimiento adquerido, procurando pensar dentro de sí á Dios, ni por la imaginacion, imaginándole en sí: bueno es esto y ecelente manera de meditacion; porque se funda sobre verdad, que lo es estar Dios dentro de nosotros mesmos: mas no es esto, que esto cada uno lo puede hacer: con el favor del Señor se entiende todo. Mas lo que digo es en diferente manera, y que algunas veces antes que se comience á pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde, ni cómo oyó el silvo de su pastor, que no fué por los oidos, que no se oye nada, mas siéntese notablemente un encogimiento suave á lo interior, como verá quien pasa por ello, que yo no lo sé aclarar mejor. Paréceme que he leido, que como un erizo ó tortuga, cuando se retiran hácia sí, y debíalo de entender bien quien lo escribió; mas estos ellos se entran cuando quieren, acá no está en nuestro querer, sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced. Tengo para mí, que cuando su Majestad la hace, es á personas que van ya dando de mano á las cosas del mundo: no digo que sea por obra los que tienen estado, que no pueden, sino por el deseo, pues los llama particularmente, para que estén atentos á las interiores; y ansí creo, que si queremos dar lugar á su Majestad, que no dará solo esto á quien comienza á llamar para mas. Alábele mucho quien esto entendiere en sí, porque es muy mucha razon que conozca la merced; y hacimiento de gracias por ella hará que se disponga para otras mayores. Y es dispusicion para poder escuchar, como se aconseja en algunos libros, que procure no discurrir, sino estarse atentos á ver qué obra el Señor en el alma; que si su Majestad no ha comenzado á embebernos, no puede acabar de entender cómo se pueda detener el pensamiento, de manera que no haga mas daño, que provecho; aunque ha sido contienda bien platicada entre algunas personas espirituales; y de mí confieso mi poca humildad, que nunca me han dado razon, para que yo me rinda á lo que dicen. Uno me alegó con cierto libro del santo fray Pedro de Alcántara (que yo creo lo es) á quien yo me rindiera, porque sé que lo sabia, y leímoslo, y dice lo mesmo que yo, aunque no por estas palabras, mas entiéndese en lo que dice, que ha de estar ya despierto el amor. Ya puede ser que yo me engañe, mas voy por estas razones. La primera, que en esta obra de espíritu, quien menos piensa y quiere hacer, hace mas. Lo que habemos de hacer, es pedir como pobres necesitados delante de un grande y rico emperador, y luego bajar los ojos, y esperar con humildad. Cuando por sus secretos caminos parece que entendemos que nos oye, entonces es bien callar, pues nos ha dejado estar cerca dél, y no será malo procurar no obrar con el entendimiento, (si podemos digo) mas si este Rey aun no entendemos que nos ha oido, ni vos ve, no nos hemos de estar bobos, que lo queda harto el alma cuando ha procurado esto, y queda mucho mas seca, y por ventura mas inquieta la imaginacion, con la fuerza que se ha hecho á no pensar nada, sino que quiere el Señor, que le pidamos, y consideremos estar en su presencia, que Él sabe lo que nos cumple. Yo no puedo persuadirme á industrias humanas en cosas que parece puso su Majestad límite, y las quiso dejar para Sí; lo que no dejó otras muchas que podemos con su ayuda, ansí de penitencias, como de obras, como de oracion, hasta á donde puede nuestra miseria. La segunda razon es, que estas obras interiores son todas suaves y pacíficas; y hacer cosa penosa, antes daña que aprovecha (llamo penosa, cualquier fuerza que nos queramos hacer, como seria pena de tener el huelgo) sino dejarse el alma en las manos de Dios, haga lo que quisiere de ella, con el mayor descuido de su provecho que pudiere, y mayor resinacion á la voluntad de Dios. La tercera es, que el mesmo cuidado que se pone en no pensar nada, quizá despertará el pensamiento á pensar mucho. La cuarta es, que lo mas sustancial y agradable á Dios, es que nos acordemos de su honra y gloria, y nos olvidemos de nosotros mesmos, y de nuestro provecho y regalo y gusto. Pues cómo está olvidado de sí, el que con mucho cuidado está, que no se osa bullir, ni aun deja á su entendimiento y deseos que se bullan, á desear la mayor gloria de Dios, ni que se huelgue de la que tiene, cuando su Majestad quiere que el entendimiento cese, ocúpale por otra manera, y da una luz en el conocimiento tan sobre la que podemos alcanzar, que le hace quedar absorto, y entonces, sin saber cómo, queda muy mejor enseñado, que no con todas nuestras diligencias para echarle mas á perder; que pues Dios nos dió las potencias para que con ellas trabajásemos, y se tiene todo su premio, no hay para que las encantar, sino dejarlas hacer su oficio, hasta que Dios las ponga en otro mayor. Lo que entiendo, que mas conviene que ha de hacer el alma, que ha querido el Señor meter á esta Morada, es lo dicho, y que sin ninguna fuerza, ni ruido procure atajar el discurrir del entendimiento, mas no el suspenderle, ni el pensamiento, sino que es bien que se acuerde, que está delante de Dios, y quien es este Dios. Si lo mesmo que siente en sí le embebiere, enhorabuena; mas no procure entender lo que es, porque es dado á la voluntad: déjela gozar sin ninguna industria, mas de algunas palabras amorosas, que, aunque no procuremos aquí estar sin pensar nada, se está muchas veces, aunque muy breve tiempo. Mas, como dije en otra parte, la causa por qué en esta manera de oracion (digo en la que comencé esta Morada, que he metido la de recogimiento con esta que habia de decir primero, y es muy menos que la de los gustos que he dicho de Dios, sino que es principio para venir á ella, que en la del recogimiento no se ha de dejar la meditacion, ni la obra del entendimiento en esta fuente manantial, que no viene por arcaduces), él se comide, ó le hace comedir, ver que no entiende lo que quiere, y ansí anda de un cabo á otro como tonto, que en nada hace asiento. La voluntad le tiene tan grande en su Dios, que la da gran pesadumbre su bullicio; y ansí no ha menester hacer caso de él, que la hará perder mucho de lo que goza, sino dejarle y dejarse á sí en los brazos del amor; que su Majestad la enseñará lo que ha de hacer en aquel punto, que casi todo es hallarse indina de tanto bien, y emplearse en hacimiento de gracias.

Por tratar de la oracion de recogimiento, dejé los efetos ú señales, que tienen las almas á quien Dios nuestro Señor da esta oracion. Ansí como se entiende claro un dilatamiento ú ensanchamiento en el alma, á manera de como si el agua que mana de una fuente no tuviese corriente, sino que la mesma fuente estuviese labrada de una cosa, que mientra mas agua manase, mas grande se hiciese el edificio; ansí parece en esta oracion, y otras muchas maravillas, que hace Dios en el alma, que la habilita y va dispuniendo, para que quepa todo en ella. Ansí esta suavidad y ensanchamiento interior se ve en el que le queda, para no estar tan atada, como antes, en las cosas del servicio de Dios, sino con mucha mas anchura. Ansí en no se apretar con el temor del infierno, porque aunque le queda mayor de no ofender á Dios, el servil piérdese aquí: queda con gran confianza que le ha de gozar. El que solia tener, para hacer penitencia, de perder la salud, ya le parece que todo lo podrá en Dios; tiene mas deseos de hacerla que hasta allí. El temor que solia tener á los trabajos, ya va mas templado, porque está mas viva la fe; y entiende, que, si los pasa por Dios, su Majestad le dará gracia, para que los sufra con paciencia; y aun algunas veces los desea, porque queda tambien una gran voluntad de hacer algo por Dios. Como va mas conociendo su grandeza tiénese ya por mas miserable: como ha probado ya los gustos de Dios, ve que es una basura lo del mundo; váse poco á poco apartando de ellos, y es mas señora de sí para hacerlo. En fin, en todas las virtudes queda mejorada, y no dejará de ir creciendo, si no torna atras, y á hacer ofensas de Dios, porque entonces todo se pierde, por subida que esté un alma en la cumbre. Tampoco se entiende, que de una vez ú dos, que Dios haga esta merced á un alma, quedan todas estas hechas, si no va perseverando en recibirlas, que en esta perseveranza está todo nuestro bien.

De una cosa aviso mucho á quien se viere en este estado, que se guarde muy mucho de ponerse en ocasiones de ofender á Dios, porque aquí no está aun el alma criada, sino como un niño que comienza á mamar, que si se aparta de los pechos de su madre, ¿qué se puede esperar de él sino la muerte? Yo he mucho temor que á quien Dios hubiere hecho esta merced, y se apartáre de la oracion, que será ansí, si no es con grandísima ocasion, ú si no torna presto á ella, porque irá de mal en peor. Yo sé que hay mucho que temer en este caso, y conozco algunas personas, que me tienen harto lastimada, y he visto lo que digo, por haberse apartado de quien con tanto amor se le queria dar por amigo, y mostrárselo por obras. Aviso tanto que no se pongan en ocasiones, porque pone mucho el demonio mas por un alma de estas, que por muy muchas á quien el Señor no haga estas mercedes; porque le pueden hacer gran daño con llevar otras consigo, y hacer gran provecho podria ser en la Ilesia de Dios. Y aunque no haya otra cosa, sino ver el que su Majestad las muestra amor particular, basta para que el se deshaga, porque se pierdan; y ansí son muy combatidas, y aun mucho mas perdidas que otras, si se pierden. Vosotras, hermanas, libres estais de estos peligros, á lo que podemos entender: de soberbia y vanagloria os libre Dios; y de que el demonio quiera contrahacer estas mercedes, conocerse ha en que no hará estos efetos, sino todo al reves. De un peligro os quiero avisar, aunque os lo he dicho en otra parte, en que he visto caer á personas de oracion, en especial mujeres, que como somos mas flacas, ha mas lugar para lo que voy á decir, y es, que algunas, de la mucha penitencia y oracion y vigilias, y aun sin esto, sonse flacas de complexion: en teniendo algun regalo, sujétales el natural, y como sienten contento alguno interior, y caimiento en lo exterior, y una flaqueza (cuando hay un sueño que llaman espiritual, que es un poco mas de lo que queda dicho), paréceles que es lo uno como lo otro, y déjanse embebecer; y mientra mas se dejan, se embebecen mas, porque se enflaquece mas el natural, y en su seso les parece arrobamiento; y llámole yo abobamiento, que no es otra cosa mas de estar perdiendo tiempo allí, y gastando su salud. A una persona le acaecia estar ocho horas, que ni están sin sentido, ni sienten cosas de Dios: con dormir y comer y no hacer tanta penitencia, se le quitó á esta persona, porque hubo quien la entendiese, que á su confesor traya engañado, y á otras personas, y á sí mesma, que ella no queria engañar. Bien creo que haria el demonio alguna diligencia, para sacar alguna ganancia, y no comenzaba á sacar poca. Háse de entender, que cuando es cosa verdaderamente de Dios, que aunque hay caimiento interior y exterior, que no le hay en el alma, que tiene grandes sentimientos de verse tan cerca de Dios, ni tampoco dura tanto, sino muy poco espacio. Bien que se torna á embebecer, y en esta oracion, si no es flaqueza, como he dicho, no llega á tanto que derrueque el cuerpo, ni haga ningun sentimiento exterior en él. Por eso tengan aviso, que cuando sintieren esto en sí, lo digan á la perlada, y diviértanse lo que pudieren, y hágalas no tener horas tantas de oracion, sino muy poco, y procure que duerman bien y coman, hasta que se les vaya tornando la fuerza natural, si se perdió por aquí. Si es de tan flaco natural, que no le baste esto, créanme que no la quiere Dios sino para la vida ativa, que de todo ha de haber en los monesterios: ocúpenla en oficios, y siempre se tenga cuenta que no tenga mucha soledad, porque verná á perder del todo la salud. Harta mortificacion será para ella: aquí quiere probar el Señor el amor que le tiene, en cómo lleva esta ausencia, y será servido de tornarle la fuerza despues de algun tiempo, y sino, con oracion vocal ganará, y con obedecer, y merecerá lo que habia de merecer por aquí, y por ventura mas. Tambien podria haber algunas de tan flaca cabeza y imaginacion, como yo las he conocido, que todo lo que piensan les parece que lo ven: es harto peligroso, porque quizá se tratará de ello adelante, no mas aquí; que me he alargado mucho en esta Morada, porque es en la que mas almas creo entran: y como es tambien natural junto con lo sobrenatural, puede el demonio hacer mas daño, que, en las que están por decir, no le da el Señor tanto lugar. Sea por siempre alabado, amen.

  imagen

© Patronato del Museo Británico







IndiceSiguiente