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ArribaAbajoIII. Sermón autógrafo que predicó el arzobispo de Santo Domingo en 1795 al exhumarse en aquella catedral, para ser trasladados a la de la Habana, los restos de Cristóbal Colón

En el año 1783, el Gobierno español dió á D. Juan Celestino Mutis la comisión de reunir materiales para la Flora del Ecuador. Los papeles relativos á dicha expedición científica se conservan en el Jardín Botánico de esta corte, y entre ellos algunos extraños á las ciencias naturales. Aunque Mutis las profesaba y cultivaba con singular predilección, no por eso dejaba de la mano otros ramos del saber, mayormente los que se avenían con su estado de eclesiástico.

Registrando un digno correspondiente de nuestra Academia aquella miscelánea, halló el sermón que el arzobispo de Santo Domingo, D. Fernando Portillo Torres, predicó el día 21 de Diciembre de 1795 en el acto solemne de exhumar los restos mortales del primer Almirante de las Indias para trasladarlos á la catedral de la Habana, en donde reposan. Lo escribió de su puño y letra á ruego del Teniente General de la Real Armada D. Gabriel de Aristizábal, y se lo remitió con una carta que le precede.

De esta oración fúnebre se hace mérito en el apéndice IX al Informe que con el título de Los restos de Colón elevó la Academia de la Historia al Gobierno, y se publicó de Real orden en 1879. Como nada de cuanto se refiere al insigne navegante y descubridor del Nuevo Mundo puede ser indiferente á este Cuerpo literario, acordó que tan curioso documento fuese de todos conocido por medio de su Boletín, agradeciendo al docto americanista D. Justo Zaragoza, la noticia del hallazgo, y el favor de renunciar motu proprio á la publicación de la copia en obsequio de la Academia, la cual, por otra parte, tuvo la fortuna de disfrutar el original.

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Merecen seria reflexión la fe viva del arzobispo en que aquellos despojos de la muerte eran los restos del grande Almirante, y el ardiente deseo de transportarlos á tierra española como el más rico tesoro de su Iglesia.

Madrid 1.º de Marzo de 1889.

Manuel Colmeiro

Oracion fúnebre que en las honras procuradas y presenciadas por / el Excmo. S.or Teniente General D.n Gabriel de Aristizabal, Comandante de la Real Es/cuadra, surta en la próxima Bahia de Ocoa, y nombrado por S. M. para evacu-/-ar en ella la recien cedida Isla Española, y transportar sus pueblos y / habitantes á la de Cuba: se celebraron el día 21 de Diciembre de / 1795; por el Almirante D.n Christobal Colon en la Santa Yglesia Metro-/-politana y Primada de las Yndias de la ciudad de Santo Domingo con mo-/-tivo de la translacion de sus huesos que iva á practicarse al vergantin / Descubridor que havia de conducirlos á dicha Bahia, donde se hallaba / el Navio S.n Lorenzo que havia desde alli de transportarlos en una / caxa de plomo á la Ciudad de S.n Christobal de la Habana, y poner / en depósito en su Santa Cathedral Yglesia á disposicion y hasta nueva / orden de S. M.

El Ill.mo y Rev.mo S.or D. Fr. Fernando Portillo y / Torres, Arcobpo. Primado y de la misma Santa Metro-/-politana Iglesia.

Ex.mo S.or Comandante D.n Gabriel de Aristizabal:

Muy señor mio de mi estimacion, la repetida instancia de V. E. para que escriba la oracion fúnebre que, sin tiempo para prepararme devidamente á pronunciarla, dixe á presencia de V. E. en mi Yglesia en la Funcion fúnebre de honras, que V. E. mismo procuró con tantas veras por el Almirante Colon con motivo de trasladar sus huesos á la Isla de Cuba: atendiendo mas V. E. á lo que interesaba la gloria de la Nacion, en conservar en su depósito y seno, los restos de un Héroe que la ilustró tanto, que á   —390→   cumplir con otras interesadas miras que son muy agenas de su modo de pensar y genio: son unas instancias que, aunque no dudo originadas del afecto que merezco á V. E. y del favor que mis pobres producciones le han debido; pero temo, y temo mucho que tengan por resultas rebajar en el público el buen concepto de mi suficiencia, ¿pues qué otro suceso se puede prometer un discurso sin el lleno de erudicion en cada uno de sus miembros, sin transiciones oportunas, que debidamente le organicen, y sin la solidez que quizá le habría dado á sus pruebas si se hubiera concedido espacio para bien digerirlas y pensarlas, sobre haberse en la oracion producido mas en mi familiar estilo que en el de oratorio?

La escribiré por dar á V. E. esa satisfaccion. Y puede inferir que no le negaré otra por árdua que haya de serme, cuando no le niego esta: sacrificando en obsequio suyo, mi amor propio.

Pero tenga V. E. á bien que alegue á una sola condicion mi anuencia, y es de que reserve en su gabinete estos borrones, porque á solo sus ojos no arriesgan las aprobaciones que, desde que se pronunciaron, ya le habian merecido.

Lo feriado de estas festividades de pascuas, me ha proporcionado algunas horas de descanso de las continuas ocupaciones á que me urge mi Pastoral solicitud en las presentes circunstancias para cumplir á V. E. sus deseos.

No advertirá en lo escrito especie ni sustancial añadidura alguna, sobre lo que me oyó en mi Iglesia. Y á V. E. aseguro que no es poca la violencia que me he hecho en dejar ahora por llenar algunos de los muchos vicios que no advertí cuando decia y noto ahora con la pluma en la mano, no sin grande sentimiento, que me hace tolerable y aun gustoso el deseo de servir á V. E. de quien es

Exmo. Sor.

Su mui Af.to seg.º Serv.or

Fr. Fernando, Arzpo. de S.to Dom.º

Santo Dom.º, Diciembre 30, de 1795

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Exordio Galeato

Tulit quoque Moises ossa Joseph secum: eo quod adjurasset filios Israel dicens: visitabit vos Deus, effferte ossa mea hinc vobiscum. Exod., c.13, v.19


Entre las últimas disposiciones que para evaquar á Egipto, el pueblo Santo, dió el General Conductor Moises: tomó consigo los huesos de Josef, por cuanto este habia encargado y pedido á nombre de Dios antes de morir, á los hijos de Ysrael, diciéndoles: llegará tiempo, en que Dios os visitará para salir de esta tierra; llevad entonces de aquí con vosotros mis huesos. Del libro del Éxodo, cap. 13, vers. 19.

Lleno de complacencia en el Señor os miro, hijos mios, á un solo Silvo de vuestro Pastor indigno, concurrir á su inmediación y compañía á esta su Iglesia á cumplir ante sus aras postrados, é implorar la misericordia Divina, á favor de vuestro Bienhechor que siéndolo de dos mundos fué muy singularmente vuestro: acreditais hoy vuestra gratitud: y en justa correspondencia de la predileccion, con que sobre todas las nuevas tierras que descubrió, con sus afanes heroicos, y exponiendo su vida y persona á los mayores peligros; eligió á esta Ciudad y Templo para descanso de sus huesos, y quedar para siempre en el modo posible entre nosotros.

Y mas cuando veo promovida tan digna demostracion de vuestro agradecimiento generoso, por este Señor Excmo. Comandante de la Real Escuadra, y Oficialidad de la Real marina, quien como sabe, por su grande propio, apreciar el mérito del dignísimo Antecesor, que en estos propios mares que hoy surca, le precedió el primero en su cargo mismo, juzga ser consiguiente y necesario para llenar la obligacion á que estos respetos inducen ser tambien el primero, no que concurra á este acto con su personal presencia, sino instando y aun defendiendo los deseos que dictó vuestro reconocimiento de renovar la honorífica memoria del Héroe, por cuyo sufragio consagrais á Dios este Culto.

Aquel es el Excmo. Sor. Almirante de las Indias D.n Christobal   —393→   Colon, cuyo solo nombre no necesita de epiteto para recomendar su elogio. Sobre esa fúnebre pira, encerrado en una caxa de plomo, está ya en sus huesos, reducidos á la estrechez de un ataud pequeño, aquel á cuyos ánimos é ideas de beneficencia y gloria, no le vino grande la inmensa latitud del Océano, ni la del abismo de los mares, ni la extension inmensurable de dos mundos. ¡Oh caducidad de las glorias de ambos!

En tan pequeña urna, he dispuesto reducir, y encerrar tan apreciables restos, para entregarlos á V. E. esta tarde; por que siendo el digno General Conductor de este mi amado pueblo á la Isla de Cuba y Ciudad de S.n Christobal de la Habana, dignamente nombrado por S. M. (que Dios guarde) para un tan arduo servicio, como lo es en realidad la evacuacion de un Pueblo: los conduzca, por via de depósito á mi Sufraganea Santa Yglesia de la Habana.

Haré á V. E. esta entrega animado de segurisima confianza de que dedicará todo su cuidado y esmero para salvar en los dominios cathólicos restos, que hasta ahora, y por cerca de tres siglos ha apreciado este mi Templo Metropolitano, como un verdadero Tesoro.

Ni puedo dudar que así lo cumpla cuando le admiro sacrificar todas otras atenciones de su comodidad, bienestar y personales satisfacciones de su mayor gusto, por morar entre nosotros ahora, y por proporcionarles á mis amadas ovejas el consuelo y ayudarme á levantarles hacia Dios y al Rey sus âflixidos ánimos, resignándoles (como ya lo estan) con la voluntad y providencia de ambas supremas Magestades, y con su expatriacion, é inevitables pérdidas de sus casas y abandono de sus caudales antiguos.

La presencia de V. E. (digo lo que á todos es notorio) ha llenado de alborozo y complacencia á mi rebaño, ha erigido sus espíritus abatidos: la vista de su conductor, su trato amable, las máximas de lealtad que le oyen, tan oportunamente, producidas, al mismo tiempo que me han libertado de la mayor pena que me aflixia al ver la suya: me han fundado mas segura confianza de que las manos de V. E. merecen la mayor de este mi Pueblo, y mia, en que podamos poner para conservarlo este tesoro de mi Iglesia.

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Mas no debería yo hacerlo, no lo separaría dignamente de esta mi Metropolitana, sin tributar á su memoria estos fúnebres honores, que, (no puede amargar á V. E. esta verdad Cathólica) entre todos los temporales que le prepara, son estos solos los que pueden llegar en su alivio á nuestro Héroe, en el estado en que se halla.

Pero aun siendo estos deberes tan de obligacion mía bien sabe V. E. que me veo en la de vindicar la licitud de mi conducta en estas exequias y entrega. Á cuantos me la desaprobaren no negaré que la ultima voluntad del Almirante difunto fué que se depositasen para siempre sus huesos en este templo Metropolitano. Ni negaré tampoco, que si de este antecedente concedido, se infiere bien, ser contra la disposición testamentaria de nuestro Héroe, mi providencia de separacion para otra Iglesia le sería tan lexos de hacer obsequio á su memoria, hacerle mas bien un agravio positivo sería una injusticia, una violencia la determinacion mía.

Y como ni pueden ser gratos á Dios, ni dignos de la memoria de un grande hombre, los obsequios que tienen por origen á la injusticia, la violencia, el agravio: ni estos que hoy tributais, con estos fines, serian aceptables ante el Divino Trono, ni dignos tampoco de recomendar la memoria de un Héroe, cuya voluntad y testamento contradecirian ellos mismos. Y al fin seria yo, mas que vosotros, culpado, en hacer un uso de mi autoridad tan impropio en ese caso, como el de haberos convocado para que tributeis un tan ilegitimo obsequio.

Tenga V. E. la bondad y merezca yo á vosotros, hijos mios, la de oirme las vindicias de mi providencia, que juntamente vindican la justificacion de vuestro culto. Debo hacerlas previas, sin separarlas del elogio fúnebre, por lo necesario que os es para el mérito é impetracion de vuestros ruegos al Altísimo, el no dirigirlos con una conciencia dudosa. Debo procurarlo por la mia propia, no por otra boca, aunque la mas elocuente, agena, lo que en la persona de Tito, encarga tan estrechamente á todos los Obispos, el Apostol, ut si quis ex adverso est vereatur, nihil habens malum dicere de nobis.

Por eso vuestro Pastor se ha impuesto el cargo de pronunciar   —395→   el fúnebre elogio, aun teniendo entre su clero secular y Regular, Oradores famosos, á quienes fiar la oracion en este dia, quedando yo asegurado en que darian á la Funcion, en esta parte el mas cabal desempeño: y tendria yo conmigo mismo la contemplacion á mis fatigadas fuerzas, que os es debida por conservarlas, para vuestro servicio, en circunstancias en que para él, se hallan mas que nunca abrumadas, con el incesante trabajo por parte de la noche y todo el discurso del dia, estimuladas por mi solicitud para atender á vuestro consuelo, animar vuestra lealtad y conservar vuestra resignacion.

Agravando esta dificultad no habérseme dado mas tiempo que el de ayer para disponer el elogio. Y sobre todo esto me intimidaba tener ya mas libros, hasta el de la Sagrada Biblia, en la ciudad de la Habana, sin mas pronto recurso, que ó al inseparable Breviario, ó al muy falible, sobre escaso tesoro de mi memoria, que parece haber ocultado en su último seno y para mejor ocasion todas las especies (que aun conserva) y en cuya adquisicion empleé, en el Orden de Predicadores la mejor y mayor parte de mi vida.

No debeis creer, hijos mios, que el Excmo. Almirante mandó depositar en esta Isla sus huesos, llevado de un amor (que seria fátuo) á lo material del terreno. Entendamos el espíritu de su disposicion testamentaria, tampoco pudo serlo porque estimara de mas valor los sacrificios, Divino culto, y sufragios que á Dios, con interés de su alma, se dirigirian en mi Iglesia. Murió no en algun Reyno fuera del conocimiento y obediencia de la Iglesia: murió en el catholicismo de España, en una de sus Ciudades en cuya Santa Catedral Iglesia, y otra muchedumbre de insignes templos, se le da á Dios un culto, sino mas verdadero y continuo, pero sí de mayor solemnidad, sin comparacion, que en este nuestro.

Solo, pues, tuvo esta su voluntad por objeto, el vivir en sus huesos siempre, y por siempre, con los vecinos de esta ciudad. Eran sus muy singularmente beneficiados: disfrutaban mas que los de España, la gloria, el honor, y riquezas, efecto de su descubrimiento, valor y constancia: y pensando dignamente de vosotros, se persuadió que manteniendo aquí sus huesos, y vosotros   —396→   su memoria, aseguraba, sino mayores, pero sí mas frecuentes sufragios por su alma. Fió tanto sus glorias póstumas de vuestro amor y reconocimiento que por mas que España, y no esta Isla, fué testigo de las singularísimas honras con que distinguieron su persona y mérito el Rey Cathólico y el Emperador Carlos V, se prometió, mas bien que de sus propios, de vuestro agradecimiento, que preconizaría su mérito y ensalzaría su nombre.

Era inseparable de esta intencion é idea, que si llegara caso, como en el que os hallais todos en el dia, de partir para otra, de esta su Isla predilecta, lo hayais de llevar con vosotros: porque (reflexionadlo bien) con vosotros va la Isla Española, segun era objeto de su predileccion: la Isla Española sois vosotros: cuando vosotros habreis partido ya de este terreno, no puede merecer esta Isla con propiedad, el nombre de Española que ha tenido y tenía entonces, en la hora en que dictó nuestro Héroe su última disposición testamentaria. No os queda, pues, hoy otro medio para cumplir su verdadero espíritu, que el de trasladar sus huesos, mudándolos con vosotros á donde quiera que vaya la Isla Española.

El entender la cláusula en un sentido contrario, sería tan enorme yerro como el de quien equivocara y diera el mismo sentido á la cláusula que ya propuse del testamento de Josef, que á la última tambien testamentaria de su Padre el Patriarca Jacob, cuyo espiritu exige una execucion muy diferente.

Jacob, al espirar en una tierra profana, por cuanto, sobre idólatras, no era en ella donde habia Dios de cumplirle á su pueblo y familia, sus promesas: quiso que muy luego que su muerte le hubiera juntado en la eternidad con su Abuelo y Padre, condujera su cuerpo y dieran sepultura, uniéndolo tambien con los de sus mayores, en la famosa Cueva doble contra Mambré, que á este efecto compró Abraham á Ephron Etheo: quedándose despues toda su familia y pueblo en Egipto á esperar que Dios los visitara para su salida con una singularísima providencia. Oigamos la cláusula: Sepelite me cum Patribus meis in spelunca duplici, quae est in agro Ephron Ethei contra Mambre, in terra Canaan, quam emit Abraham cum agro ab Ephron Etheo in possessionem sepulchri.

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Se ve que el objeto de este mandato y que unicamente impelió á Jacob para intimarlo á sus hijos, fué, no el amor y deseo de que permaneciera con ellos su cadaver en Egipto, hasta su salida de aquel Reyno, sino el mas vivo deseo de unir su cuerpo desde luego, con los de su Abuelo, y Padres, y segunda y la mas fecunda de sus Esposas en el famoso consagrado panteon de la Cueva doble de Ephron donde yacian. Que aun por eso especificó, en la clausula los términos que servian á la Cueva de Confines.

Entendió bien el espíritu y sentido de esta disposicion su hijo Josef, su familia y Pueblo todo; y dándole su execucion debida: muy luego que murió el Patriarca su Padre, aun permaneciendo aquel con todo su Pueblo en Egipto, conduxo el venerable cuerpo á la tierra de Canaam, y le sepultó en la Cueva doble, en el Panteon que para sí señaló su Padre ya difunto. Por eso continua, sin alguna interrupcion, historiando esta pronta y puntual execucion el texto sagrado: ibi sepelierunt eum, et Saram uxorem ejus; ibi sepultus est Isaac cum Rebeca conjuge sua; ibi et Lia condita jacet. Conoció en fin aquel su pueblo que el amor que inspiró á su Padre esta cláusula, era de estar con sus muertos desde luego, no de permanecer con sus descendientes vivos, ni que su cuerpo quedara en compañía, y sin separarse de ellos en cualquiera parte á donde despues transmigraran: ..... Sepelite me cum patribus meis..... ibi sepelierunt eum..... ibi sepultus est Isaac cum Rebeca..... ibi et Lia condita jacet.

Confrontemos esta cláusula del testamento de Jacob con la última testamentaria (y que ya propuse en el principio) de su hijo el gran Príncipe Josef para evidenciar cuan distinto fué su espiritu, en lo que respecta la traslacion de sus huesos.

En ella no se toma en boca el famoso Panteon Cueva doble de Ephron, no se hace memoria de sus muertos, de sus Abuelos, de sus Ascendientes, ni sus Padres. Su significado todo, y objeto, es la compañía de sus vivos, de su viva descendencia, de su existente Pueblo. Con ellos quiere permanezcan sus huesos aunque sea, como fué, por el tiempo de mas de doscientos años, con ellos quiere queden en depósito, hasta que Dios los visite, por una singular providencia, para que evacuen aquella tierra de Egipto, y entonces quiere y dispone el que los lleven consigo. No puedo   —398→   dejar ahora de reproduciros la cláusula: Tulit quoque Moises ossa Joseph secum: eo quod adjurasset filios Israel dicens: visitabit vo Deus, efferte ossa mea hinc vobiscum.

¿Hay en esta cláusula como en la del testamento de Jacob, siquiera un rasgo de amor, ni de impaciente deseo de yacer luego, luego con sus muertos? ¿No es el que respira tan solo el de permanecer, en sus huesos en la compañía y custodia de sus vivos, mandando á estos que cuando por la visita de Dios hayan de transmigrar á otra tierra lleven consigo sus huesos? Visitabit vos Deus, efferte ossa mea hinc vobiscum. Su padre dixo que sepultasen su cuerpo con sus Ascendientes difuntos, luego al punto: Congregor ad Populum meum, sepelite me cum Patribus meis. Pero Josef ni mencion siquiera hace de su sepultura, tal vez porque ella quita á los cuerpos y huesos de la vista de los vivos: ni especifica el lugar donde se la habian de dar (como en efecto se la dieron en Sichem). Nada parece que quiere con los Muertos, sino estar siempre en compañía de su existente escogido Pueblo, y que consigo le conduzca á cualquiera distancia á que hubiese de transmigrar, por la visita Divina. Visitabit vos Deus, efferte ossa mea hinc vobiscum.

La disposicion del difunto Almirante, hijos mios, tiene por único sentido el de la de Josef, no el de la de su Padre Jacob. Este sentido le he dado: qualquiera otro me ha parecido muy impropio. Y no poco me lisongeo de que el acreditado, erudito talento de V. E. haya convenido en esta parte conmigo en entender del mismo modo.

Proceded pues en vuestro culto, seguid practicando unos sufragios tan debidos, con cierta conciencia, y seguro de vuestra justificacion en su práctica, y de que no agraviais en ellos mismos al Héroe, por cuyo alivio acabais de tributarlos: quede con vosotros vindicada mi providencia de trasladarlos á la Habana.

Aquí se os presenta el General Conductor, quien dignamente comisionado para conducir mi Pueblo ha tenido tan eficaz cuidado de promover una translacion que hace tanto honor á vuestra Nacion, á vuestro Héroe y á vos mismos, que parece que en ella se interesa él solo: quizá por lo mismo que de aquel antiguo General Conductor del Pueblo de Josef dice la Escritura que tomó   —399→   y llevó consigo los huesos del Patriarca, sin mencionar el unánime concurso que para esta translacion tuvieron todo el Pueblo, y los Príncipes de las Tribus; y lo que es mas, sin hacer mencion tampoco del Pontífice, y sumo sacerdote; sin embargo de constar que, por disposicion Divina concurria auxiliando en todo al General Conductor, su hermano. Todos en realidad concurrieron á esta translacion mandada; pero fue tan singular la eficacia y empeño con que la solicitó el General Conductor, que de él solo se dice que la hizo. Tulit quoque Moises ossa Joseph.

¡A cuantos sacrificios no fuerza su alta obligacion y deuda á todos, á hacer á los obispos, de su genio, de su gusto, de su inclinacion, y hasta de su estilo y reglas de la retórica y elocuencia en sus oraciones! Contra ellas es un exordio tan difuso. Protesto á V. E. que para hacer este sacrificio me he violentado más que para otros muchos, que con la ayuda de Dios le tengo ofrecido en servicio de mi pueblo.

Hecho ya aquel, y este introducido, doy principio al Fúnebre elogio, en el que deseo ser breve por no sobrefatigar más á tan respetuoso concurso. Para que este elogio sea propio no conviene mudar el exemplar que ya propuse del glorioso Príncipe y Patriarca Josef. Es bien sabido que venció la más dura oposicion que le hicieron en su familia y natal Reyno: y que logró despues de esta victoria ganar el Principado de un Reino distante y sin comparacion, mayor que el suyo; pudiéndose decir, por cifra, de toda la vida, fortuna, y gloria de Josef, que venció por su constancia, é inocencia, un Reino, y que ganó despues otro mayor, en y desde el cual colmó al suyo ya vencido, de gloria, y esplendor su persona, y de riquezas y abundancia su familia.

La victoria y ganancia que el Príncipe Josef limitó á dos solos Reinos, nuestro Héroe verificó sin límites en dos mundos. Venció al suyo antiguo, que se oponia á sus anuncios, con su constancia y sus conocimientos cuales ninguno de nuestro globo los habia tenido hasta entonces más extensos, los venció con su viva fé y religion, que deseaba promover en otro. Ganó despues al mundo nuevo con su valor y esfuerzo de su brazo y más que con todo por su esperanza firme en Dios, que no dejó, para lograr tan grande obra y designio de su providencia, de auxiliarle con su   —400→   omnipotente ayuda. En estos dos puntos cifraré sin violencia el merecido elogio. En el primero descubriré cual fué su victoria de todo su antiguo mundo; y en el segundo veremos los medios con que ganó á este nuevo. Y especialmente ponderaré lo que más cede en alabanza de nuestro difunto Almirante, y que estas sus victorias, así como su descubrimiento y ganancia, se debió principalmente á sus ardientes religiosos deseos de anunciar, y extender la fé de Jesu Christo: y por consiguiente no ser tanto estas obras del valor, de la ciencia natural, ni de la humana política, cuanto de la fé y religion de un hombre grande. Saludemos primero á la Reyna de los Angeles María.

No fué la insigne victoria que logró Josef de su natal suelo y provincia, sangrienta, como las que logra, con perjuicio de la humanidad, la espada, más permitid que la estime yo por más gloriosa, porque fué de entendimiento. Le sugeria este, por inspiracion divina, unos anuncios que significaban dos cosas: la una la gloria y exaltacion que habia de lograr el mismo, y por el toda su familia y Patria, en un gran Reino. La otra anunciaba con los símbolos mismos la exaltacion de Jesu Christo, que habia de propagar despues su verdadero culto, en la extension toda, y partes más incultas y remotas de la tierra.

En vano os molestaria en probar lo que supongo por todos bien sabido: ser estas dos partes el significado propio, así del anuncio de los manojos de trigo, que adoraban al de Josef postrados: como y del segundo en que se miraba terminando las adoraciones más sumisas del sol, de la luna y las estrellas.

Estos anuncios de futura grandeza irritaron la emulacion de sus hermanos Príncipes que eran de su antíguo Pueblo, y sin contarse con el desahogo de su envidia, con negarles el crédito, despreciando al que con tanta aseveracion los producía; pusieron tan peligrosas asechanzas contra el que asi anunciaba, que faltaron poco para que pereciera en ellas. Salió Josef de todas victorioso, no le hicieron dudar, ni por un momento de la verdad de sus anuncios. Su virtud é inocencia, que le preparaba á verificarlos en sí mismos, no le desamparó, hasta vencer á aquellas que, serían de puro grandes unos obstáculos invencibles para otra cualquiera virtud menos heróica.

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Veamos á este Príncipe bien imitado por nuestro grande hombre. Sus anuncios en España incluian en su significado dos partes, la una el descubrimiento de un nuevo mundo, cuya posesión había de llenar al antiguo todo, de riqueza y al suyo natal de España, de magnificencia y gloria. La otra parte del significado respectaba el anuncio del Mesias verdadero que queria nuestro Héroe, darlo el primero en esta mitad del mundo.

Poco sabrá de la religion, zelo, y caracter propio de nuestra Reyna Cathólica Isabela, quien acababa de empobrecer sus tesoros, y aun su persona, de los adornos, y joyas preciosas de su dignidad regia para conquistar de los moros el Reino de Granada, no tanto por extender sus dominios, cuanto por desterrar de España aquel resto de enemigos declarados de la religion de Jesu Christo, y enarbolar el cetro de la Cruz en lo alto de la Alambra, para que allí mismo, en donde por siete siglos se había celebrado el Bairan profano, se tributase el debido religioso culto á tan saludable madero, y se ofreciese, como se ofreció, luego que tomó posesión de aquel palacio, el SSmo. Sacrificio de la misa: poco (repito) sabrá del entrañable amor á la religion que formaba el caracter de esta gran Reyna, quien crea que si los anuncios de nuestro Almirante no hubieran comprendido esta principal parte de significado, le hubiera habilitado á sus expensas para verificarlos. Los Ministros de la Iglesia sin los que no quiso partir el Almirante: esa prodigiosa Imagen de nuestra Señora que quiso traer consigo, y que venerais hoy en su Iglesia, evidencian que el Almirante mismo conocía ser este anuncio el principal significado de los suyos.

Contra ellos ¡que guerra! ¡que oposicion tan enconada se le hizo, no en España solo, sino casi en todo el mundo antiguo! Los despreciaron sus Reyes, los contradixeron sus Universidades y Doctos: se intentó abatir su constancia y esperanzas religiosas en el gabinete del Rey Cathólico mismo. Advertid en esto solo lo que debe ser muy obvio al que sabe algo de mundo, si aun le queda algun rasgo de religion en su pecho, y es la heróica magnanimidad del de nuestro Almirante para mirar con serenidad, y de superior, estos embates.

No suelen alcanzar todos los sufrimientos á que induce el ídolo   —402→   de la ambicion á un pretendiente, despues de haber hecho ya para su logro los mas importantes servicios, y poder alegar justamente su grande mérito; para sufrir paciente en la antesala de un Príncipe, dilacion en concederle lo que pretende con ansia: no le exime su mérito ya contraido de la oposicion de su Émulo, de la calumnia, de la impostura con que solicita oscurecer sus servicios: ni para ponerlo á cubierto de la herida de una sátira, para tornar su grande mérito en ridículo.

Pues ahora consideremos á nuestro Héroe, por tantos dias y meses en las antesalas de Palacio, sin otro fundamento que alegar que se le conceda, á grande costa del Erario Real un mando, que de un mérito futuro, no que había hecho, sino que él prometía hacer en adelante; y en las circunstancias de asegurar al mismo tiempo Reyes y Universidades del antiguo mundo que jamás haria tal mérito, y ser (como de los de Josef decian sus hermanos) unos meros sueños sus anuncios: y asi ser él mismo un soñador fanático. En tal estado de cosa ¿qué no sufriría nuestro héroe en las antesalas de Palacio? ¿qué no devoraria de sátiras contra su reputacion que ridiculizarian su gran juicio? Y de su parte para vencer asi á todo el antiguo mundo ¿cuál certeza y profundidad necesitaba en sus conocimientos de náutica y demás naturales ciencias? ó por mejor decir ¿cuál superior ilustracion para no incurrir en aquella humildad de entendimiento reprobada por el Espíritu Santo, en que parece le impelia á precipitarse al contrario sentir de los doctos de la mitad mas ilustrada de la tierra? Humildad que habria convertido en necedad toda su natural sabiduria: noli esse humilis in sapientia tua, ne humiliatus in stultitiam seducaris, y principalmente ¿cuánto auxilio necesitaba de lo alto para sostener inmoble su espíritu en un tal campo de batalla y desigualdad de sus contrarios si solo se hubiera de graduar su superioridad por su número excesivo? Pues así venció al antiguo mundo con el triunfo mas completo.

Veamos ya como despues de su victoria del antiguo, se acercó, descubrió y ganó este mundo nuevo. Acercóse á él para ganarlo, con la profundidad de su talento, adornado, como ya dixe, de todas las ciencias naturales que, cual graduados espejos, ponian en estado á la perspicaz vista de su entendimiento para ver gentes   —403→   en donde no habían aun penetrado por tantos siglos, ni los ojos del vulgo, ni la inquisicion mas bien reflexada de los sabios. Acercóse con un corazon tan animoso que no desmintió su heróico valor en medio de los mayores peligros. Ultima y principalmente pudo descubrirlo y ganarlo porque su viva fe y espíritu de religion dirigian estimulando sus pasos, para dar los primeros anuncios del Evangelio á los habitadores de estas Islas, y que de ellas despues se propagaran á toda esta mitad de la tierra, que yacia en las tinieblas de la barbarie, y en las sombras de la muerte, por la mas grosera idolatría.

Dixe haber sido este último su principal medio con que logró tan importante ganancia porque el primero de sus conocimientos científicos, aunque para aquel tiempo fuesen grandes, pero eran todos tan cortos en sí mismos, que solo con ellos en el dia, si el notorio talento de V. E. no se hallara con mayores otros, quizá no se atreveria á salir en su Navio del Mediterraneo al Oceano: quizá desde Calpe viraria retrógrado para arribar al puerto de donde hubiera salido.

Nuestro Héroe sale resuelto de Sevilla á surcar golfos tan desconocidos como inmensos, sin más natural Física que la de la forma sustancial y la materia prima, cuya una de sus dotes que le atribuye nunca con mas acierto Aristóteles mismo, es la de no ser inteligible por sí propia. A lo que si se añade el horror de la naturaleza al vacío, sus ocultas cualidades, antipatías y simpatías de los entes, y algun conocimiento de la inmortalidad de nuestra alma, ciframos ya en pocas líneas toda la natural filosofía de nuestro grande Almirante.

¿Mas quién podrá ponderar los defectos, los yerros crasos de los borrones (que así deben llamarse) las cartas que habrán de dirigirle en tan largo é indeterminado trayecto? Ellas sobre no figurar mas (y muy mal) que las antiguas costas de aquel medio orbe que aun restaba mucho para acabar de conocerse; desde Batavia y Java, ya desde allí nada figuraban con acierto. Por llenar tanto papel blanco que con el compas habían incluido en el círculo del globo, representaban islas, promontorios y costas firmes que en realidad no habia, ni Dios habia criado: ficciones de fantasía libre para cubrir en ignorancia.

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¿Pues qué diré del planisferio, cuyo conocimiento con los demas astronómicos dicen conexion tan necesaria con la náutica pericia? Acertó á venir aquí nuestro Almirante consentido en que Venus y Mercurio tenian á la Tierra por propio centro de su giro; en que los astros y planetas, siendo como unas piedras preciosas engastadas en unos cielos de bronce, se debían regular sus movimientos varios por una multitud de piezas mas complicadas que las de un relox de repeticion moderno; esto es, por epiciclos, apogeos, perigeos, concéntricos y demas que por no molestar omito. ¿Cuál sería la direccion que al navegante mas perito podria derivar el conocimiento de esta máquina?

Todavia el grande Galileo Galilei, todavia el sabio Copérnico no habían puesto en claro, ni dado forma al antiguo sistema de Epicuro. Todavia el telescopio no habia contenido la libertad de suponer y discurrir á ojo desnudo, tan á tiento como á bulto, del movimiento, paralelage y figura de los astros: ni había hecho ver los satélites que circundaban á Júpiter, ni bien los eclipses de los cinco de la guarnicion de Saturno: menos aun se habia medido, y ni aun conjeturado la distancia y claro que mediaba entre el cuerpo de este astro hasta la esfera cóncava de su grande anillo.

El fuego eléctrico aun se andaba entre nosotros espantando niños ó haciendo creer á los gefes de escuadra, como á nuestro Jourbin (él mismo lo dice en sus memorias) que era un singular fenómeno que cual liviano y diestro danzante de maroma, saltaba de la xarcia del trinquete á la cofa de mesana, iluminando de repente á todo su Navio comandante, sin que aun todavía una sencillísima máquina que se inventó despues, hubiera servido á los filósofos (tales como Nolet) de trampa para cazar, juntar y dirigir este sutilísimo fugaz duende, examinado á gusto y precisarlo, como lo han precisado, á declarar que no tenía su origen en el cielo empíreo por intercesion de San Telmo, pero ni tan bajo como en el lomo de los gatos; pero sí muy elevado sobre las nuves, en y desde las cuales fulminaba rayos, incendiaba navios y conmovia los mares con espantosas tormentas. Declaró tambien que el hierro le servia como á los hombres, de grillos, y que si con sus barras no protegian los buques, no hallarian otro medio para contener sus destrozos. Aun prosiguen los mas doctos filósofos de   —405→   la Europa en tomarle su declaracion á este fuego, encarcelado en dicha máchina, y aguardamos con impaciencia ¿qué otros conocimientos físicos quería este ante-adelantarnos?

Aun no se había perfeccionado tampoco el octante, ni sextante para asegurarse del punto y del instante mismo (que tanto conduce al que navega) en que llega el sol al cenit de su carrera.

Todavia, como dixe ya, no se oian en las escuelas de física natural mas materias que la prima: ni de la sutil, globulosa y estriada, ni de la direccion de sus movimientos primogenios, ni de los que mutuamente se comunicaban por sus choques, ni de sus fuerzas centrífugas y centrípetas, se hablaba siquiera una palabra; nada de turbillones, nada hasta el grande Newton de la atraccion mutua de los cuerpos en razon de su volumen. Nada aun se había descubierto, ni habian hecho sospechar las oscilaciones del péndulo, sobre, ó contra la igualdad de distancia en todas las partes desde el centro á la superficie de nuestro globo terráqueo. Estaba muy distante la Europa de llegar al punto de perfeccion que tienen hoy las matemáticas que sirven de fundamento á este último y más famoso sistema del inglés Filósofo.

Bien es que todas estas filosóficas disputas á las que Dios entregó su mundo, como asegura por Salomon el mismo, mundum tradidit disputationi eorum no han demostrado con certeza, ni jamás en adelante demostrarian tampoco, ni la disposicion verdadera, ni la esencia que á esta su grande obra dió cuando la fabricaba el Artifice supremo: ut non inveniat homo opus quod operatus est Deus ab initio usque ad finem. Pero no neguemos que los descubrimientos modernos, sus experimentos, sus observaciones, su crítica, aunque no nos han puesto en estado de saberlo todo, pero si en el de no errar tanto y tan groseramente como nuestros antiguos errores, con las luces solas que entonces disfrutaban por su ciencia limitada.

Decia pues yo bien que la ciencia natural del Almirante no pudo ser la principal causa de ganar ni descubrir un medio orbe. No le hago agravio en asegurar que carecia de conocimientos, tan en un todo necesarios, si no para saber lo cierto, sí para conjeturar con verosimilitud y sin desvariar sobre lo oscuro. Luego con razon inferia yo que la ilustracion divina y el grande designio   —406→   de su providencia de anunciar la luz del Evangelio á estas Islas, y por ellas despues á todo el resto de la América, fué la causa principal y única de haberla descubierto y ganado el Almirante.

Para evidenciar á mi pueblo verdad de tanta importancia, tenga V. E. á bien que lo compare con otro descubridor famoso adornado de todos los conocimientos novísimos, y sin faltarle á su saber tampoco la más crítica experiencia: y porque le faltó solamente esta ilustracion divina y este alto destino que dió la Providencia á nuestro Héroe, no logró descubrir las partes del mundo que buscaba: aun procediendo con todo el favor de los Reyes, y en una escuadra tan mas bien lista, cómoda y bien construida y proveida que las de unas poco seguras carabelas, en que salió nuestro Almirante de Sevilla; que podria esta compararse á la primera, como unos baules con velas, á la de unos buques fabricados por las mas seguras y ajustadas dimensiones de la moderna, tan adelantada construccion inglesa.

Ya conocerá V. E. que hablo del Capitan Cook, de quien (prescindiendo ahora de su religion Acatólica) puedo decir con todos los sabios haber sido el mas cabal y perito navegante de cuantos han surcado y quizá que surcarán ese salado elemento.

Nada ignoraba de la física, geografía, astronomía, planisferio, aritmética, álgebra, náutica, ni de cuanto en estas facultades habian adelantado los modernos, por sus viajes, cartas, instrumentos, máchinas, theoremas. En fin, era Cook en su ánimo, valor, discrecion, tino y esfuerzo, tan grande hombre, cual pudo formarle su estudio y la naturaleza por si sola.

No parecerá á V. E. excesivo elogio, de que á él debemos quanto sabemos, y es seguro, de la forma y extension con que Dios creó este globo que pisamos, que es decir que por él sabemos donde nos estamos de pié, porque él lo averiguó con su heróico trabajo, y tuvo la generosidad de publicar, á beneficio de todos, sus observaciones y descubrimientos. Por el de su doble viaje al rededor del mundo, disfruta V. E. y su Real Cuerpo de Marina unas cartas correctas, á cuya direccion poder fiarse. Desde sus viajes se quitaron de las cartas las vergonzosas añadiduras de que las habia llenado la ignorancia. Por él sabemos ya que la Nueva   —407→   Holanda es isla, y casi del tamaño de la Europa: sabemos cuál es la extension y puntual altura de la Nueva Guinea: sabemos cuales y cuantas son (en las dos visitas que les hizo) las remotísimas islas de Otaiti, que parece (explicándonos á nuestro humano modo) que son 4 granos de tierra, que á los extremos del Oceano saltaron por entre los dedos de la mano Omnipotente, cuando daba el primer origen á los seres en la creacion del mundo. Sabemos (á lo menos yo asi estoy persuadido) que se fatigaria en vano cualquier otro descubridor que pretendiera hallar tierras donde Cook no logró hallarlas.

Pero faltábale á tanto hombre la divina ilustracion que tuvo el nuestro: faltábale el destino para executar dignamente un grande designio de la Providencia: faltábale el verdadero ardor y celo que la Religion inspira por extender el Evangelio, y anunciar á Jesu Christo en las tierras que habia imaginado y buscaba en los dos polos, y por estas faltas volvióse tan sentido como confuso á Inglaterra, sin haber visto mas, ya dentro del círculo polar antártico, que multitud de alcatraces, y en el ártico no mas que montes de hielo y un durísimo continente de lo mismo. Y últimamente, completando con la mayor de todas, su desgracia, murió en su último viaje asesinado en la isla Wit-Hee que habia descubierto, no en mucha distancia de la América: cuando intentaba adelantarle la plana de sus descubrimientos á nuestro Héroe Almirante, quien le era tan inferior en conocimientos y ciencias, pero que sus miras eran, sin comparacion mas altas de executarlas á que lo llamaba la vocacion divina.

Esta vocacion singularísima me atrevo á decir piadosa y probabilísimamente que la reveló Dios, y está expresa y literal en el capítulo 42 de Isaías, y que dirigió literalmente á nuestro escogido Almirante el Profeta, dos mil y cien años por lo menos antes que hubiera nacido. Bien se sabe que las palabras del Espíritu Santo pueden tener dos ó mas literales sentidos sin que uno excluya al otro significado igualmente. Antes de haceros ver esta vocacion en el sagrado texto, no puedo dexar de deciros que en la tercera leccion del primer nocturno de los maitines de esta tarde, lee en su oficio la Iglesia esta divina vocacion al Almirante en la hora y el tiempo mismo en que sus huesos estarán   —408→   terminando los honores y pompa que esta ciudad y V. E. les prepara.

Oiga y entienda V. E. que es Dios mismo el que le habla y á su Real Cuerpo de Marina: representa Dios en el entendimiento del Profeta el tiempo dichoso de la ley de gracia, ve con infalible certeza á todo el mundo adorar rendido al humanado Verbo, manda á los habitadores de las islas mas remotas que le canten un cántico nuevo de alabanza, abominando ya los lascivos y profanos que hasta entonces habian consagrado á sus ídolos.

Mas como para dar el primer anuncio, y á conocer á tales habitadores de islas tan remotas á Christo era en un todo indispensable medio que concurriese la marina: con esta habla el Profeta y le manda que anuncie en estas islas que están en el extremo de la tierra (si su situacion se compara con aquella en que vaticinaba Isaias) al Mesias verdadero, y que den gloria á Dios con este anuncio, del que se aprovecharian tanto estos isleños, que los verian concurrir con los marinos á dirigir al cielo las alabanzas mas propias: Produzco literalmente el texto: Cantate Domino canticum novum, laus ejus ab extremis terroe. Qui descenditis in mare et plenitudo ejus insulae et habitatores eorum..... Cedar in domibus habitabit..... Et ponent Domino gloriam et laudem ejus in insulis annuntiabunt.

No ignoro que á veces con nombre de islas la Escritura designa reinos y provincias del continente en tierra firme. Pero este significado no parece tener esta profecía, en su sentido el mas propio, ya porque habla de unas islas que están en el extremo de la tierra, ya porque para el acceso á ellas á dar el evangélico anuncio mandó al cuerpo de la marina que lo dieran: no á cualquiera marina, sino á la que, como la de nuestro Almirante, navega en toda su extension los grandes mares, qui descenditis in mare et plenitudo ejus..... gloriam et laudem ejus in insulis annuntiabunt, y ya por la distincion de estas islas que hace el texto, señalando por su caracter, y aun color á sus habitadores antiguos, añadiendo que por resulta de haberles anunciado el Evangelio formarán pueblos y vivirán civilizados en casas los que antes vivian cual animales silvestres, esparcidos en los campos ó baxo unos miserables bogíos, ó á la sombra de los árboles, yaciendo   —409→   en el ocio é inaccion como en sepultura de hombres vivos, en groserísimas hamacas. Y significan Cedar una gente y pueblo de color, no necesito mas que producir el texto para que entendais en él bien designados los indios, cuya cultura, que se indica por el vivir en casas, sabeis por la historia que se siguió en los naturales á la prediccion evangélica.

Ni dexo de reflexionar que no cualquiera noticia es anuncio, sino en rigor lo es solamente la noticia primera que orienta el conocimiento del oyente que lo ignora. La extension que despues de la primera se da para las segundas á las que una vez dadas noticias, no pueden ni deben en rigor llamarse anuncios. Anunciar á Christo á las Islas del extremo de la Tierra es lo que manda Dios por el Profeta, y lo que únicamente cumplió nuestro Almirante con la marina de su escuadra afortunada: qui descenditis in mare et plenitudo ejus..... gloriam et laudem ejus in Insulis annuntiabunt. Vinieron despues, vienen hoy, y vendrán á estas islas llenos de celo, apostólicos varones que prediquen el Evangelio en ellas; pero sus importantes noticias no serán anuncios propiamente, porque antes los habia ya dado y procurado el cuerpo de marina de nuestro religioso Almirante. Extendieron con estos el Evangelio, ya anunciado, pues para esto debian ser primeras, y no lo fueron, sus noticias.

Por postila tan natural del vaticinio de Isaias, dejadme consentido en que Dios hablaba determinadamente en él con vuestro héroe; y como es propio de Dios, á distincion de los Reyes falibles de la tierra, que en consecuencia del destino y mandato que impone á una criatura suya le da y adorna de todas las más ventajosas prendas para el completo desempeño de sus órdenes, quedan bien ponderadas las prendas sublimes del corazon y espíritu del Almirante despues de haberos demostrado haber sido su persona y su marina preelegida por Dios para tan grande obra de su piedad y divina beneficencia con estas Islas Antillas.

Pero no creais que este Rey omnipotente que siempre hace efectivo el logro de sus designios, quiera por eso (aunque bien puede) quitar á las criaturas que para su execucion eligió por instrumento, todos los estorbos del camino y todas las dificultades que la malicia ó ignorancia humana les opone: ni que los   —410→   haga insensibles á la impresion del trabajo y la fatiga, ni de la pena ni angustia. Dexa que estos instrumentos suyos padezcan para labrar su mérito; aunque les da firmeza y constancia para quedar victoriosos, no menos del mundo que de todo el poder del infierno.

Haber formado con estas prendas á nuestro héroe, lo empezamos ya á ver en el principio, en la victoria que logró del mundo antiguo, por su constancia y superioridad de su espíritu; pero en el descubrimiento del nuevo para el que acabamos de demostrar que toda su ciencia no alcanzaba, le dotó tambien el cielo de un valor invencible, de su ánimo y magnanimidad, que le sostuvo sereno en medio de los mayores conflictos, sobrados para abatir á un menos hombre.

No podrá dudarlo alguno de vosotros, pues no ignorais por la historia que anda vulgar en vuestras manos, de su vida, que tuvo y debió tener estas dotes, y demostró que las tenia en los últimos dias de su navegación, antes de dar vista á tierra en las Lucayas y despues en esta Isla.

Convienen los Padres en los Morales Filósofos en que necesita el hombre valor más heróico para sufrir constante por la buena causa un grande mal y pena aflictiva sin recurso, que para acometer con espada en mano á los más poderosos y descubiertos enemigos.

El valor en ambos grados, que constituye á un héroe, lo acreditó el nuestro antes que llegara y después de haber llegado á este mundo y á abordar en las Lucayas. Porque ¿de cuál no necesitaria entonces al considerarse ya odiado y amenazada su vida por un partido de su marina y tripulacion, impaciente ya y desolada al considerarse despues de tanto tiempo de no registrar sus ojos más que agua y el horizonte del cielo, en el más extremo peligro, sin saber aun con certeza si aun sus carabelas se hallaban en tan grande distancia de la tierra prometida, que los haria perecer, preocupados por unos anuncios que ya veian fallidos, y que para impedir las resultas que temian no arbitraba otro medio el partido conspirador que el de dar muerte al Almirante y volverse los sublevados á España, á quitarle la honra despues de haberle despojado de la vida? Un valor que basta para sostener   —411→   sereno en tales circunstancias á un hombre ¿cómo podria faltarle cuando con espada en mano habia de acometer á multitud de enemigos? Considerarlo en la Isabela, y despues cuando fabricando con una mano el fuerte que dejó en la Vega, se defendia de sus contrarios con la otra. Contemplad á este valor tan poco abatido, ó por mejor decir tan aumentado con los anteriores contratiempos mismos, volver á España y regresar á esta Isla á perfeccionar su obra.

Pero en ella, si habeis de ponderar cabalmente la grandeza de su alma, dad una mirada á sus piés, que puedo llamar preciosos como los de los que evangelizan la paz, y aunque sea con toda vuestra cólera irritada contra la violencia de un Zoilo el más inútil é indigno, admirad, compadeced los piés del gran Colon aprisionados con grillos, cuyo hierro, no menos que los del gran Príncipe Josef, penetraba de dolor su alma. Quiero decirlo con la inimitable energía con que se explica este indigno arresto en el psalmo 104: humiliaverunt in compedibus pedes ejus, ferrum pertransiit animam ejus: bien que el Rey Católico lo honra, lo hizo Príncipe, y lo vindicó despues, como á Josef el Rey de Egipto misit Rex et solvit eum: princeps populorum et dimisit eum. Constituit eum..... Principem omnis possessionis suoe. Pero él sin debérsela á nadie quedó con la gloria de no haberle faltado valor para sufrir una tal violencia é injusticia: ni la lealtad á su Príncipe que le dictaba su nobleza, durante persecución tan irracional é inhumana.


Final

Tan grande hombre debia ser el que, después de vencida la mitad de la tierra, habia de ganar la otra media; tan sabio, tan valeroso, tan temeroso de Dios y tan magnánimo y de tales intenciones de anunciar á Jesu Christo y propagar su culto y gloria. Tal héroe formó Dios como instrumento para la execucion de uno de los mayores designios de su bondad y clemencia con estas Islas Antillas y con la América toda.

En cuya comparación y respeto no son apreciables por sí mismos el oro, la plata y los tesoros de que llenó la tierra, verificándose entonces en ella, como la representa Isaias, repleta est terra   —412→   (dice) argento et auro, et non est finis thesaurorum ejus. ¡Mas cuanto temo, hijos mios, que contra toda la intencion del Almirante, en haber llenado la América española y á la España de riquezas la hayais con ella llenado tambien de ídolos, como sigue diciendo inmediatamente el Profeta! et repleta est terra ejus idolis, á cuyas aras postrados los hombres, les hayan ofrecido su plata, su oro y sus tesoros, et curvavit se homo, et humiliatus est vir.

Porque ¿qué otra cosa que un ídolo, la ambicion, al que sacrifica el poderoso Pretendiente sus caudales, para dar visos de grandeza á su poco ó ningun mérito ó para calumniar el mayor de un concurrente? ¿qué otra cosa es que un ídolo una mujer olvidada de sus obligaciones, en cuyas aras, en cuyo excesivo obsequio, y á cuyos piés humillado, mejor diré indignamente abatido, el lascivo amancebado disipa sus riquezas y su oro, dejando á la esposa en la indigencia, y sin educacion ni establecimiento á sus hijos y familia? ¿qué otra cosa es que un ídolo ese juego de Naipes continuo, y no como quiera, sino aquel que en poco tiempo, cual dragon, devora vuestro oro, vuestras haciendas, y empobrece y aun aniquila el lustre de vuestras casas?

De estos y semejantes ídolos habeis llenado la tierra que nuestro Almirante llenó de plata y oro.

Hablando con la de mi diócesis, y como debo con vos, rebaño mio, protesto que no he visto en mis visitas vuestra tierra llena de oro, como la del Profeta: no porque no la llenó nuestro Almirante de tesoros, sino porque los habeis indignamente consumido, sacrificándolos al pié y aras de ídolos tan infames. Sabeis que he derribado muchos dellos (mediante la divina ayuda) con mis visitas personales, con mis edictos, cartas, correcciones y exortos; pero no me lisonjeo que aun entre vosotros no permanezcan muchos de ellos. Derribadlos pues, hijos mios, si no quereis ver á vuestra tierra (cualquiera que ocupeis) tan pobre y miserable, y mas desdichada que antes fué esta abundante y rica.

Derribadlos, si no quereis que Dios os haga una otra visita con el rigor de Juez, cuando la que ahora acaba de haceros es amorosa y de la clemencia de un Padre, admitiendo la poderosa interposicion de su amadísimo siervo, vuestro gran Patrono y mi   —413→   siempre venerado Patriarca Santo Domingo de Guzman, en cuyo dia cuatro del pasado Agosto empezó Dios nuestra actual visita por la cesion que en él firmó de esta Isla S. M. C. Confirmaos pues, en el buen uso de vuestro oro y plata con las intenciones con que nuestro Almirante la enriqueció tanto en el principio.

Intenciones que dieron el ser y tan alto realce á sus virtudes, y que creemos piadosamente le habrá Dios ya premiado en aquella celestial Jerusalen, tan rica que, segun la describe San Juan, tiene sus casas de macizo oro, sus muros de jaspe resplandeciente y bruñido, sirviéndole á cada uno de cimiento una piedra de las más preciosas, y cada una de sus doce puertas era una sola grande inestimable margarita. Con estos símbolos nos representa la gloria de los bienaventurados el amado Apostol, porque no alcanza nuestra humana inteligencia á entenderla ni describirla en otra forma.

Mas no olvidemos por eso, que fué hombre nuestro héroe, cuyo quebradizo barro da origen, aun en el más justo, á multitud de defectos. Tampoco olvidad que el Juez Supremo que lo sujetó ya á su tremendo juicio es tan infinitamente justo, que aun en sus Angeles mismos encontró defectos. Cumplid pues con lo que debeis á su memoria diciendo todos conmigo

Requiescat in pace. Amen.