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ArribaAbajoVI. Antigüedades descubiertas últimamente en Cabrera de Mataró

Juan Rubio de la Serna


Comprendido en el tomo XI de Memorias de la Academia, ya publicado, mi Estudio sobre las Antigüedades anteromanas descubiertas en Cabrera, no ha sido posible adicionar en él los resultados obtenidos en excavaciones practicadas con posterioridad á la fecha de aquel trabajo. Mas como ellos sean, sino muchos en cantidad, de indudable interés arqueológico para que en manos de la docta Corporación se aprovechen, me ha parecido oportuno y conveniente darle cuenta de los mismos en la forma y con las consideraciones que voy á exponer.

Nuestros trabajos de investigación en el sitio de la Necrópolis, alentados siempre por nuestro insaciable deseo de aportar nuevos aunque escasos contingentes á la Arqueología, han continuado cuando el cultivo á que está destinado aquel terreno y otras atenciones nos lo han permitido; y si bien el mayor número de veces los resultados han sido negativos, hemos visto en otras recompensados   —418→   nuestros afanes con hallazgos de la misma especie con otros de nueva índole, que han venido á corroborar del modo más concluyente mi estimación acerca de la época y del pueblo á que aquellos prehistóricos pertenecieron.

Practicada una excavación á unos 3 m. al SO. de la que en presencia del sabio académico Sr. Fita tuvo lugar en Abril de 1885, de la cual nos ocupamos al final de nuestro Estudio antes citado, se descubrieron dos grandes urnas cinerarias de forma cónica, una de las cuales lleva en un lado y en sentido vertical las dos marcas que, reducidas á una mitad de sus dimensiones, representan las figuras 1.ª y 2.ª de la adjunta lámina. Se trazaron teniendo la urna invertida, es decir, boca abajo, estando la pasta fresca y con instrumento de punta roma. Las dos marcas son, en nuestra opinión, dos siglas ó iniciales: pero si bien respecto de la primera es fácil encontrar su equivalente entre las variantes de la O, que nos ofrecen los alfabetos ibéricos, no se ve en estos letra alguna que se asemeje á la segunda, por lo que creemos que debe considerársela ó como un nuevo signo alfabético hasta ahora inédito, ó como una simple señal debida al capricho del alfarero, lo cual es menos probable.

Junto á las dos urnas referidas aparecieron: un ascos de forma redonda y estriada, barnizado, semejante á otro encontrado en excavaciones anteriores, pero mejor conservado y de líneas más airosas, de cuyo tipo existe algún ejemplar en el museo de Florencia entre los vasos clasificados como Etrusco-Campanianos. Servíale al nuestro de sota-copa una pequeña pátina de barro negro, bien modelada y de estilo igual á otras que ya figuran en nuestra colección; una jarra de arcilla roja con dos asas y cuello alto; un plato ordinario de barro negro, de buena forma y perfectamente conservado; y los pedazos de una bonita pátera barnizada, parecida en la hechura á las que no lo están y llevan ombligo, del cual carece aquella. Su fondo interior está decorado con una especie de ondulante formado con círculos concéntricos de rayas diminutas, y en el fondo exterior del pie lleva trazada con punzón y después de cocido el vaso la sigla ó abreviatura que damos en nuestra lámina con el núm. 3.

A pocos palmos de todos estos vasos se encontró entre la tierra   —419→   removida un fusayol de arcilla rojiza y barnizado, que reproducimos en la fig. 4.ª Tanto por sus dimensiones mayores, como por su forma más achatada y por la materia, este fusayol es diferente de los hallados dentro de las urnas cinerarias, por lo cual lo consideramos de uso distinto.

Continuando la excavación, apareció una moneda que por sus dimensiones, por su excelente grabado y conservación, por su leyenda y por el lugar en que se encontraba reviste grande importancia, prestándosela al propio tiempo á la Necrópolis. Consiste, como se ve por la fig. 5.ª de nuestra lámina, en un gran bronce de 32 milésimas de diámetro y 18 gramos de peso, que ostenta en el anverso cabeza juvenil laureada mirando á la derecha, y á su izquierda ó detrás una oreja humana, que en ejemplares análogos se ha reputado como marca de ceca; en el reverso lleva jinete galopando á la derecha lanza en ristre y clámide flotante al hombro y debajo en el exergo y sobre raya, la leyenda ibérica imagen, en cuya significación nos ocuparemos más adelante.

Terminada á pesar nuestro por falta de tiempo la jornada arqueológica de aquel día (uno de los del mes de Mayo de 1886) con este interesante hallazgo, transcurrieron algunos meses sin que nos fuera dable practicar nuevas pesquisas, que una vez verificadas debían proporcionarnos impresiones tan agradables y resultados no menos fructíferos.

Con efecto, emprendidos los trabajos siguiendo la dirección de Levante á Poniente, á la profundidad de 1,25 m. tropezamos con una hilera de piedras de diferente tamaño y calidad unidas por una escasa porción de argamasa calizo-arenisca, formando una pared de unos 0,50 m. de fondo por 0,25 aproximadamente de grueso, viniendo á formar ángulo recto con otra igual que se dirigía de N. á S. Esto indicaba que existía allí un espacio rodeado de paredes; y así era, pues al fin descubrimos las otras dos que, haciendo frente á las anteriores, limitaban con estas unos 23 metros cuadrados de terreno.

Los objetos que aparecieron entre la tierra en aquel recinto consistieron en restos de cerámica de diferentes clases, desde la más fina y barnizada á la más grosera, correspondiendo á urnas   —420→   cinerarias, páteras, cálices, cíalos, etc., todo del mismo carácter que lo encontrado en las sepulturas. Abundaban igualmente las escorias de hierro y de barro cocido, pequeñas láminas de cobre, tierra negruzca con partículas de carbón vegetal, huesos de cuadrúpedos, entre ellos un astrágalo de tamaño mucho mayor que el de los encontrados en las urnas cinerarias. Además de todo esto y como de mayor interés y clara significación mencionaremos los siguientes:

Una herramienta de hierro; especie de pequeña azuela cuya forma representa la fig. 6.ª de la lámina adjunta507.

Un útil de bronce, á manera de pinzas ó tenacillas, fig. 7.ª

Una argolla de hierro de 6 cm. de diámetro.

En el centro del lado oriental, apoyada de plano en la pared por uno de sus extremos, apareció una gran losa de piedra dura y compacta, de caras lisas y lados desiguales, alcanzando el mayor 1,50 m. de largo y el menor 0,70 con un ancho ó diámetro igual á este último lado y un grueso de 25 cm. Su peso es tan considerable que habiéndola volteado para examinar su cara inferior por si contenía alguna inscripción ó señal particular, lo cual no sucede, no fué posible sacarla de la zanja en que había caído con el esfuerzo unido de cinco hombres. Muy cerca de ella se hallaba otra piedra de asperón en forma de cono truncado; y esta circunstancia, con las señales evidentes que presenta esta última piedra de que se empleaba para picar ó moler, nos hace creer que aquella losa debía tener el mismo destino, extendiéndose en su ancha superficie el grano ó la materia para la molienda. Las dimensiones de la piedra de asperón son: 0,15 m. de alto por 0,3 de diámetro en su base.

Cuatro monedas, medianos bronces, tuvimos la suerte de encontrar   —421→   en aquel reducido espacio amurallado; tres de ellas pertenecen al tipo del gran módulo de que antes hicimos mérito, esto es, en el anverso cabeza ibérica mirando á la izquierda (en aquella mira á la derecha), y en el reverso el jinete galopando á la derecha lanza en ristre y debajo la misma leyenda expresada. El módulo de estas monedas es de 25 mm. y su peso de 11 gramos escasos, siendo digno de notar que dos de estas monedas estaban tan unidas que se habían adherido entre sí por causa de la oxidación.

Antes de dar á conocer la otra moneda, cuya leyenda es diferente, veamos lo que los numismáticos nos enseñan acerca de aquellos tipos numerarios y las particularidades dignas de observación que nosotros hallamos en los que poseemos.

La inscripción que llevan los cuatro ejemplares referidos, como la mayor parte de las que se ven en las monedas llamadas ibéricas, ha sido objeto de diversas apreciaciones de los numismáticos que se han ocupado en su interpretación alfabética y étnica, por lo que cada cual ha referido las medallas á diferentes localidades. Así vemos que Velázquez leyó en dicha inscripción NERDRA, atribuyendo las monedas á Nardissium, población que menciona Ptolomeo. Erro, á su vez, leyó ARARAN, que interpretó por llanura muy grande. Tychsen, tradujo IBORA. Sestini, ILDURI, aplicando las monedas á Ildum. Heiss, ILOURE, de ili, ciudad, y ur, agua, refiriéndolas á Liria, en la provincia de Valencia. M. Boudard508 lee Iladhe, dándoles la misma atribución que Sestini, ó sea Ildum, contracción de Ilandum, pueblo citado en el itinerario de Antonino, colocándolo entre Dertosa y Sagunto, sobre la vía romana é inmediato al mar, como lo prueban, á su entender, los dos delfines que llevan algunas monedas. D. Antonio Delgado509 nos dice que si bien antes había atribuído estas medallas á la antigua ciudad de Iluro, transcribiendo HILURE, con la terminación femenina que los orientales daban   —422→   á sus pueblos, ha variado después de opinión en vista de que estas piezas proceden más de la provincia de Valencia que de Cataluña, por lo cual ha procurado buscar un pueblo antiguo de la costa en el territorio Edetano al que pudieran atribuirse con verosimilitud. Para esto se fija principalmente en el valor que debe darse al signo 3.º imagen, ya que respecto de los otros no hay dificultad; y considerando que tal signo se encuentra en las demás monedas del mismo pueblo bajo la forma de delta griega imagen, al cual nunca puede dársele el valor de A, ni el de U, se decide por la opinión más corriente, por la de los que atribuyen dichas monedas á Ildum, contracción de Idera, citada por Avieno, ó de la Dera mencionada por Stéphano Bizantino, pueblo de la Iberia por donde pasa el río Júcar. D. Jacobo Zobel de Zangroniz510 ve en la leyenda Ilduroh, y añade que debiendo transcribirse por Iluronenses es consecuencia natural atribuir las monedas que la llevan á la ciudad de Iluro, hoy Mataró. No obstante tan lógica deducción, el Sr. Zobel no la sigue, y se decide también por Ildum, sin darnos razón satisfactoria que justifique tamaña inconsecuencia.

Es de advertir que entre los numismáticos que he citado y otros, como Cortés y Saavedra, no resulta tampoco identidad de criterio respecto del lugar en que estuvo emplazada la población de Ildum, pues mientras unos la colocan en donde hoy está San Mateo, otros lo hacen en Traiguera, en Cabanes, en Alcalá de Chisvert, en los contornos del estanque de Albalat, etc., etc.; todo lo cual demuestra que en ninguno de estos lugares existen ó se han encontrado monumentos que acrediten suficientemente aquellas suposiciones etnográficas.

El último autor de numismática que se ha ocupado en la interpretación y procedencia de las monedas de que tratamos, lo ha sido el docto académico D. Celestino Pujol y Camps, el cual, con la competencia y acierto propios de sus profundos y extensos conocimientos, que le constituyen en autoridad irrecusable en la materia, se aparta de la opinión de los que dejamos citados,   —423→   y prueba que aquellos tipos numerarios se acuñaron en la Layetania, y no pueden referirse sino á Iluro511. La procedencia de unas piezas que solo aparecen con relativa frecuencia en Cataluña, como lo prueba la abundancia de ejemplares en las colecciones catalanas: el estudio de la inscripción cuya traslación en letras latinas nos da el nombre romano de Ilduro que los conquistadores dieron á Iluro, sin que pueda confundirse con Ildum: la coincidencia de norma de algunos tipos de sus acuñaciones con otros indudables de la Celtiberia, sin necesidad de acudir á la Edetania, y particularmente á Sagunto, para encontrarlos, como sucede especialmente con el jinete lanza en ristre, cuya particularidad está ya demostrado que concurre en bronces pertenecientes á dos pueblos ausetanos, Arcogelia é Iaitolaiates; con otros razonamientos de no menor fuerza que el eminente autor aduce en su trabajo, no pueden menos de llevar al ánimo el convencimiento de que las acuñaciones en que nos ocupamos tuvieron efecto en esta comarca, y que el pueblo de su referencia no puede ser otro que Iluro. Si aún quedara algún asomo de duda sobre esta afirmación, habrían venido á desvanecerla nuestros hallazgos en el sitio mismo en que sin vacilación hemos asegurado que existió la Necrópolis de aquel pueblo layetano, y en el que encontramos ya restos de sus viviendas; hermanándose así la procedencia iluronense de aquellos tipos numerarios con la identidad de fábrica, símbolo, forma paleográfica y demás circunstancias que concurren en nuestros ejemplares.

En el catálogo de las acuñaciones iluronenses que el Sr. Pujol y Camps acompaña con su monografía, no ha podido menos de llamarnos la atención la falta de alguna representación de ases, medianos bronces, en los que el segundo signo del rótulo aparezca con los dos trazos iguales imagen, como sucede en los tres que hemos hallado en Cabrera, siendo así que Delgado y Boudard reproducen ejemplares con la misma forma, ofreciendo además el último, otro con esta otra imagen. Todos los que constan en aquel   —424→   catálogo llevan el referido signo con un palo más corto que el otro imagen; y como quiera que la autenticidad de nuestros hallazgos es incuestionable, ellos demuestran cumplidamente que de la ceca de Iluro salieron monedas rotuladas con aquel signo y los restantes con la forma paleográfica en que los presentamos; debiendo añadir, á este propósito, que poseemos otro ejemplar del mismo tipo, adquirido por compra hace años, en el que los caracteres alfabéticos son diminutos, y el segundo de ellos igual al de los de Cabrera. Estos presentan el tercer signo con estas tres formas imagen.

La otra moneda hallada con las tres de que acabamos de ocuparnos, ostenta en el A. cabeza de Hércules mirando á la derecha; y en el R. jinete con palma al hombro galopando al mismo lado, y debajo la leyenda imagen conociéndose con dificultad los dos últimos signos. El módulo es de 26 milésimas, y su peso de 18,387 gramos.

Los autores de Numismática no están tampoco unánimes en la interpretación de la leyenda y del pueblo á que deben atribuirse estas monedas, pues según Delgado, en su obra referida, Sestini leyó BTeMESbiN y las aplicó á Termes ó Termisus de los Arevacos: Saulcy, leyó Baseskn ó Paseskn, atribuyéndolas á los Paesici ó á los Vascones; Boulard, primeramente, en sus Estudios, las aplicó á Betúnica, en los contornos de Astúrica ó Astorga, y posteriormente en su Numismatique Ibérienne, sigue á Sestini leyendo Betamesa; pero sin determinar la situación geográfica de esta localidad. El mismo D. Antonio Delgado, atribuye estas monedas á la ciudad de Ausa ó Ause, hoy Vich, fundándose en que el sufijo imagen, con que termina la leyenda, era propio de la lengua que usaron los iberos del NE. de la Península, usándose como genitivo de plural para los nombres étnicos; de modo que leyendo en los cuatro primeros signos Ause, á los cuales sigue una Z que considera ser un genitivo de singular, y luego el sufijo expresado resulta que puede traducirse todo: de los de Ausa, supl. moneda. Le inducen al propio tiempo á adoptar esta opinión el tipo del medio Pegaso que llevan algunos ejemplares, frecuente en las acuñaciones de Tarraco, Cisa y otras del mismo territorio; los signos que á veces se ven detrás   —425→   de la cabeza, como en otras monedas del centro y del Norte de Cataluña, y por fin, el símbolo del jabalí ó cerdo figurado en las de cobre detrás de la misma cabeza, símbolo que únicamente se encuentra en las monedas aplicadas á dicha región.

Los señores Campaner y Fuertes, Heiss y Zobel de Zangroniz, atribuyen igualmente estas monedas á Ause, calificando el primero de delirios, las interpretaciones de otros autores. Parécenos y con perdón sea dicho de todos los intérpretes citados, que no encajaría mal aquí la sentencia que á modo de estribillo repite á cada paso un antiguo historiador árabe (Maçudi) que tenemos entre manos: Dios solo conoce la verdad.

Concretándonos ya al ejemplar encontrado en Cabrera, llama principalmente la atención su peso extraordinario, pues excede en más de 8 gramos al de las otras tres monedas descritas antes, y aun aventaja al del módulo de 32 milésimas, de Iluro; cuyo peso es, como dijimos, de 18 gramos. Es asimismo digno de notarse que en aquel ejemplar no aparece el símbolo del cerdo ó jabalí, destacándose tan solo en su anverso la cabeza ibérica con excelente relieve.

Otra particularidad que se observa en este bronce con relación á otros que conocemos del mismo tipo, es la forma paleográfica del quinto signo de su leyenda, que en aquel se aparta de la general, imagen, si bien es solo una variedad de la misma letra ibérica. En la inscripción que lleva una de las páteras de arcilla roja que hemos encontrado en la Necrópolis, figura este signo repetido en igual forma que en la moneda. Por todas estas particularidades, así como por la acentuada concavidad del reverso, y habida consideración á lo que el Sr. Zobel expone respecto á primeras acuñaciones de moneda española, reputamos este ejemplar como uno de los mas arcáicos, acuñado antes del año 540 de Roma, 214 años antes de Jesucristo.

Terminada con esto la reseña de los objetos hallados en Cabrera, preguntamos: ¿qué significa ó qué fué en época remota aquel espacio de terreno cerrado por cuatro paredes, en el cual se encontraban casi todos aquellos? En nuestro humilde concepto no es otra cosa que el fondo de una habitación. Aquellas herramientas y monedas, las piedras para moler, los abundantes restos   —426→   de cerámica de todas clases, los huesos de animales y conchas de mariscos, los fragmentos de bronce, cobre, hierro y carbón, todo esto que se encuentra desde que se profundiza al nivel de las paredes, revela con toda evidencia que allí moraron sedentariamente algunos seres humanos cuyas cenizas y mobiliario fúnebre descubrimos en nuestros primeros hallazgos. Así aquellos vivos honraban á sus deudos difuntos, depositando sus restos bajo su vigilancia inmediata, casi al alcance de su mano. Es la manera, salvo la diferencia de método, con que otros pueblos de aquellas apartadas edades, hasta de nuestra misma Península, acostumbraban á honrar á los suyos, inhumándolos en profundas fosas dentro de su propio hogar.

Carecemos de los elementos indispensables para hacer un estudio detenido acerca de este recinto de habitación, comparándolo con los que se han encontrado en Italia, dados á conocer por M. Pompeo Castelfranco con la denominación de Les Fonds de Cabane512; estudio y comparación que en su día podrá hacerse con relación á las estaciones de orden análogo descubiertas en el SE. de España por los hermanos Siret, los ingenieros belgas que obtuvieron el premio Martorell en el concurso del último año; pero no vacilamos en anticipar desde ahora, por lo poco que conocemos de estos descubrimientos, que resultan muchas analogías y similitudes entre no pocos de los objetos que dichas estaciones contenían y los hallados por nosotros en Cabrera de Mataró.

Barcelona, Diciembre de 1888.

Juan Rubio de la Serna

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