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ArribaAbajoCarta sexta

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¡Robado! -Es Nicanor el ladrón. -Como descubrió el robo al ir a pagar el potrillo, que describe con sentimiento. -Quejas por la decepción amistosa, más que por el dinero hurtado. -Trata de volverse a su pago. -¡Sorpresa! -Recibe una carta que toma al principio por una broma. -¡Era verdad! -El rico estanciero dueño del potrillo se lo regala, herido de que en el primer centenario de la patria, un representante de los valientes gauchos de 1810, sea burlado en la ciudad, cuando ardiendo de patriotismo, ha venido desde la pampa, a festejar las viejas glorias. -Vuelta jubilosa a su hogar campero.




¡Benita! ¡No te asustés,
pero rejuntá valor,
que te va a causar horror,
lo que te escribo esta vez!
Yo mesmo, haciéndome bola,  5
me he refugiao en mi encierro,
que estoy lo mesmo que un perro
al que le han cortao la cola.
Yo no sé como decirte
lo que me pasa... Lo pienso,  10
y al pensarlo me avergüenzo,
y no me atrevo a escrebirte.
¡Este mundo está perdido!
¡No hay un hombre en quien confiar,
y el ques medio rigular,  15
de golpe se hace un bandido!
Dirás que lo que me pasa,
lo tengo bien merecido,
porque sigún vos, he sido
siempre el sonso de la casa.  20
—82→
Pero eso es puro un decir,
porque pal pillo u ladrón,
no hay viveza, en la ocasión,
que al hombre pueda servir.
   Ayer voy a la Rural,  25
por el asunto del flete;
saco el caballo del brete,
y no me parece mal.
Del lomo está parejito,
lo mesmo que del encuentro,  30
le miro la boca adentro.
Es un potrillo nuevito.
El pescuezo es bien cortao,
y no tiene el anca chata,
le sobo bien cada pata...  35
tampoco está avejigao,
tiene linda la cabeza
alzada de buena pinta,
y en los ojos como tinta,
le hace llamas la viveza.  40
El propietario es un criollo,
que me lo arregla barato;
ahí no más cerramos trato,
y yo hecho mano a mi rollo.
Saco un papel, y me río  45
viendo otro, y digo: -Mi china,
me ha envuelto el dinero ansina,
pa defenderlo del frío.
Pero de cuatro en seguida,
con otro papel me encuentro,  50
y ya a incomodarme dentro,
con la barbara envolvida.
   -No se apure; es necesario
tener calma -dice el criollo.
   -Pero no ve que este rollo  55
es puro papel de dario!
Metiendo l'uña por medio,
ruempo a la juria el paquete:
—83→
¡No había allí...! ¡La gran siete!
¡Ni un nacional pa remedio!  60
Lo pior es que me miraba
el hombre, y reía a llorar,
y pal clavo remachar,
el potrillo relinchaba.
Yo, furioso como tuto,  65
el pelo me entré a arrancar,
y mil cosas a gritar,
pataliando como un bruto.
El hombre me dijo: -Vea
amigo: eso ha de ser  70
un chasco de su mujer.
   -¡Un chasco!... ¡Puede que sea!
Contesté con güenos modos,
pues ya se juntaba gente,
y el cristiano ques prudente,  75
es respetado por todos.
-Voy a escrebirle a Benita,
por si me ha hecho esta jugada...
¡Vea que china malvada!
¡Darme, ansina, esta bromita!  80
Lleve el caballo pa dentro,
y échele pasto, aparcero...
Mañana trairé el dinero
pa comprarlo, si lo encuentro.
   -¿Y vive lejos, paisano?  85
   -Cerquita de la estación
que llaman Custitución,
en la esquina de esta mano.
   -Ya sé; en lo de Rebollo,
   -Mesmamente, lo acertó;  90
Ahí jue donde me llevó
el que me alivió del rollo.
   -Pues se lo voy a guardar
-contestó el hombre riyendo,
y ansina que se iban yendo,  95
volvió el pingo a relinchar,
—84→
como diciéndome: -«¡Pavo!
»por ser un gaucho inorante,
»te quedás en este istante
»sin flete, y sin un centavo!»  100
   A trompezones salí
como un mancarrón bichoco,
y lo mesmito que un loco,
en un tranguay me subí,
qu'iba pa Custitución...  105
Mirá china: ¡qué herejía!
¡Custitución!... ¡Virgen mía!
¡Cuatrerismo y perdición!
¡Fuera su nombre apropiao,
porque allí mesmito jue  110
ande al canalla encontré
que la plata me ha robao!
Sí china: aquel Nicanor,
tan güenazo y tan ladino,
que me sirvió de pagrino,  115
de maistro y de protetor;
que me llevó al almacén,
que me amostró la ciudá,
que ganó mi voluntá
engañándome tan bien;  120
que al prencipio me pagó
todo cuanto gastó hacía,
porque por nada quería
que me incomodase yo;
quera como esclavo mío,  125
pa servirme voluntario.
¡Era un ratero ordinario!
¡Era un cuentero del tío!
¡Como quien a un chancho ceba,
ansí ese mozo ladino,  130
para sacarme el tocino,
me dio pelada la breva!
La noche quel desalmao
bolsiquió mi tirador,
—85→
acetando con rubor,  135
tartamudo y colorao,
un pucho de mi dinero,
una miseria, una nada,
porque dijo que olvidada
una cartera de cuero,  140
había dejao... no sé...
¡De pesos un montonazo!...
Ahí mesmo me hizo el cambiazo,
y con mi plata se jue.
Yo el tirador me prendí,  145
y como tenía suelto,
dende esa fecha, no he vuelto
a ver lo que hoy día vi.
En el fondín, mi desgracia
relaté con güenos modos,  150
¡Y al oírme riyeron todos...
a todos les hizo gracia!...
Fue entonces que recordé,
lo que el dotor me decía,
cuando el corazón sentía  155
envarao, y lo llamé:
   -Mire, no tenga aprensión
usté está jüerte, está sano...
¡Qué corazón! ¡El cristiano
hoy nace sin corazón!  160

Si endeveras me querés,
no me reprendás, Benita,
puede que lo que hoy nos quita
Dios, nos devuelva después.
Lo que yo siento, endeveras,  165
es volverme para el pago,
sin nada para tu halago,
de tantas cosas puebleras
como he visto y cudiciao,
—86→
pa regalarte, mi china...  170
Ya ves ¡esta suerte endina,
a los dos ha maltratao!
Y también siento... (¿Por qué
no he de decirlo?) tan fiero,
quedar con el estanciero,  175
y dejar al pangaré.
Mesmo, estaba enamorao
dese flete ¡Virgen mía!
que retozando lo vía
ya en el potrero alambrao.  180
Al ñudo me aflijo... al fin,
debo a Dios las gracias dar,
que me ha dejao pa pagar
los gastos deste fondín,
y pa volverme a mi casa.  185
A naides quiero, eso sí,
que si pregunta por mí,
le digás lo que me pasa.
Vos sabés que en la ocasión,
naides nos ha de ayudar,  190
y pal prójimo achurar
siempre hay gentes en montón.
No importa, ha sido fierazo
el manotón, es verdá;
pero todo pasará  195
¡en cuanto te dé un abrazo!

   ¡Abro esta carta a la juria,
pa darte el gusto mayor!
¡Hay en el cielo un Señor
y es ingrato el que lo injuria!  200
No hay que desconfiar, ni menos
andar con la suerte a palos,
porque si hay hombres muy malos,
hay otros que son muy güenos.
—87→
Ve lo que me ha sucedido,  205
y me darás la razón
andaba medio tristón,
y como perro perdido,
liando mis pilchas y apero,
pa dirme pa la estación,  210
y tomar sin dilaición
esta tarde el tren nochero,
cuando ligero, risueño,
y resollando apurao,
como un bagual asustao,  215
llega, de la casa el dueño.
Se me hizo, al verlo dentrar,
una bola el corazón,
porque dije: -Este ladrón
cree que me voy sin pagar;  220
y más, cuando muy ufano,
y con aire de insolencia,
vi, que como una sentencia,
traiba un papel en la mano,
-¡Don Martín!... dijo temblando  225
y casi haciendo un puchero,
como al cantar pal carnero,
habla un cristiano, boquiando.
   -No se apure, don Rebollo
-le dije de mal humor-  230
pa hacer a mi cuenta honor
no ha de faltar otro rollo.
   -¡Pero si no es eso, amigo!
¡Había sido desconfiao!
¡Vea; no tome, cuñao,  235
la paja brava por trigo!
   -¿Y entonces?...
-Escuchemé:
ahí está de la Rural,
un pión, con un animal,
que pregunta por usté.  240
   -¿Un animal?... ¿Cómo ha dicho?
—88→
   -¡No es pa tanto! ¡No se asombre!
   -¿No dijo que por mi nombre
preguntó? ¡Qué raro bicho!
Solamente por acá  245
se pueden ver cosas tales...
¡Oír hablar los animales!
¡Solamente en la ciudá!
¿Y qué dijo?
-El hombre aquel...
(que fue el hombre quien habló)  250
por usté me preguntó,
y le manda este papel.
   - A ver?... Alguna macana,
como dicen por acá

 (leyendo) 

¿Qué dice?... ¿Será verdá?  255
¿No será alguna jarana?...
Mire amigo don Rebollo,
no hay que jugar con la gente;
¡este horno está muy caliente
y ya no almite ni un bollo!  260
Tengo la sangre quemada,
por lo que aquí me sucede.
¡Y hasta un matao viejo, puede,
dar de rabia una patada!
Si es por tomarme por sonso  265
esta carta, al que la ha escrito,
le juro que entre un ratito
le están rezando el responso.
¿Qué se han craido estos puebleros,
que uno viene a la ciudá,  270
pa andar como un aperia,
a quien corren los matreros?
¡Vamos! Muestremé por fin,
a ese mentao lenguaraz...
   -¡Había sido voraz  275
de carater, don Martín!
Venga a convencerse, amigo,
—89→
que yo con naides me juego.
Venga, que verá muy luego,
cómo es verdá lo que digo.  280
Ante tamaña razón,
voluntario cabrestié,
y así que al patio llegué,
me dio un brinco el corazón
allí estaba, pintorcito,  285
con el cabresto jugando,
llovedizo, y escarciando,
aquel pangaré bonito,
que me había enloquecido
dende el día en que lo vi,  290
y al que, pa dentro de mí,
ya lo daba por perdido.
¿Pa que entrar a relatarte
lo que habrás adivinao,
y queste papel amao  295
lías mejor podrá contarte?
   Copio lo que me escribió
aquel criollazo argentino,
conque, güenazo el destino,
en mis penas me brindó:  300

«Amigo don Martín Oro:
Permítale a su paisano,
al estrecharle la mano,
que es de un hombre con decoro,
hacerle el ofrecimiento  305
del potrillo pangaré,
por el cual demostró usté
tanto interés. Solo siento
que esto que hago en este instante,
no se me hubiera ocurrido,  310
en el día en que afligido
fue usté, por aquel tunante.
Lo vi, mi amigo y señor,
por la traición ofendido,
—90→
Y que no era lo perdido  315
la causa de su dolor.
La tradicional y sana
honradez, del gaucho viejo,
vi en luminoso reflejo,
surgir de su alma paisana.  320
Y al recordar las proezas
de mil gauchos argentinos,
que fundaron los destinos
de esta patria y sus grandezas,
dije: -Por esta memoria,  325
el gaucho, que es el pasado,
bien merece ser honrado
¡tras de cien años de gloria!
Pongo el caballo en sus manos
pues sé que lo ha de apreciar...  330
Hoy es uso regalar
caballos, a soberanos...
Y yo no sé si lo acierto,
pero esta mi fantasía,
ve una vieja monarquía  335
en los gauchos del desierto.
Ojalá que el pangaré,
salga como yo deseo,
y que mejore el procreo
porque se desvela usté.  340
Siga usté así, ejecutando
su patriótica misión;
si el gaucho nos dio nación,
que hoy la agrande, trabajando.
   ¡Con lágrimas, entrevero  345
este relato adorao!
¡Si hasta doy por bien robao
lo que me robó el ratero!
Este caballo, de fijo,
—91→
es una suerte bendita...  350
¡En nuestra casa, Benita,
dende hoy tenemos otro hijo!
Me voy para la estación
pa acomodar a mi pingo.
Pasao mañana, domingo,  355
te daré un güen madrugón.
¡Qué abrazo largo y estrecho
te voy a dar!... Acordate
de prepararme un güen mate,
y para él, maíz con afrecho.  360
Salgo alegre y voluntario
desta ciudad de placer...
Pero ¡juro no volver...
ni pal otro centenario!



  —93→  

ArribaAbajoLa visión de la Pampa

Harmónicas


  —95→  

Visión sagrada y hermosa
que brilla en la mente mía,
como en la noche sombría,
una estrella luminosa.
Evocación misteriosa  5
que surge en mi fantasía,
como, vertiendo alegría,
la cristalina corriente
de agua pura y transparente,
brota en la sierra bravía.  10

   Extensión de tierra y cielo
que el horizonte limita,
y cuya vida palpita
y alienta en gigante anhelo
en la luz pura, en el vuelo  15
del pampero, esa infinita
ala de viento, que agita,
el espacio y lo estremece,
y al turbión que lo oscurece,
en la nada precipita.  20
—96→

   Yo tengo de ti, desierto,
el recuerdo triste y santo,
de aquel ser, que entre mi llanto,
¡besé para siempre muerto!
En ti sueño, y si despierto  25
oigo un eco de tu canto;
y así como arde el amianto
sin consumirse, te veo
siempre ardiente en mi deseo,
que es esclavo de tu encanto.  30

   ¡Ay! ¡Quién me diera vivir
tu soledad bendecida,
que da a nuestra fe vencida
alientos para existir!
¡Quién pudiera resurgir  35
en tu entraña estremecida,
de esta ominosa caída,
mil veces peor que la muerte,
con que nos hunde la suerte
sin arrancarnos la vida!  40

   ¡Oh, Pampa! ¡de tu misterio
yo sé como nadie sabe!
De tu música la clave
que en el sacrosanto imperio
del silencio, en tu salterio  45
canta el insecto y el ave,
guardo el acorde suave,
la celestial harmonía,
que vibrar Platón sentía
en los astros, dulce y grave.  50
—97→

   Yo conozco los cardales
que salpican tus laderas,
tus treboladas praderas,
tus leonados pajonales;
los blandos tembladerales  55
que disfrazan traicioneras
algas y plantas rastreras,
que dan marco a tus lagunas;
el médano de tus dunas,
el tala de tus taperas.  60

   Yo evoco en el pensamiento
tus senderos sin destino,
donde alza en su torbellino,
fantasmas de polvo el viento;
por donde pasa, sediento,  65
el venado peregrino,
que algún rumor repentino
sorprende, y el aire husmea,
mientras el tero alertea
en el bañado vecino.  70

   Veo en tu tarde abrasada,
bajo el sol, tu dios ardiente,
ese vaho transparente
que tremola en la quebrada,
y de cuya onda azulada  75
se ve surgir de repente,
una ciudad imponente,
que un soplo fugaz destroza
de la brisa, que retoza
en el campo alegremente.  80
—98→

   Junto al chircal espinoso
veo tu playa campera,
en que alza la vizcachera
su montículo gredoso,
y siento el grito angustioso  85
de alguna lechuza autera,
que sorprende en la ladera
a la perdiz escondida,
que vuela, y lanza en la huida
su cromática ligera.  90

   Veo tu arroyo, que lento
mueve su linfa estancada,
a que riza de pasada
con moaré de plata, el viento.
Tras de las totoras siento  95
el rumor de una bandada,
y de una garza nevada
veo el bolido indolente,
que va a ras de la corriente,
por su espejo retratada.  100

   Y el manto de tus gramillas
veo, tendido a la espalda
de tus lomas, que de gualda
salpican mil florecillas,
hermanas de las sencillas  105
flores de aquella guirnalda
que por prados de esmeralda
pasara Ofelia juntando,
para ir luego derramando
de los pliegues de su falda.  110
—99→

Por el pajonal vecino,
veo pasar, cautelosa,
con su planta sigilosa
una gama. Atento y fino
su oído inquiere. El camino  115
que llevara, recelosa
tuerce, e inquieta y airosa,
huyendo al puma en acecho,
corre, salvando un repecho,
en fuga vertiginosa.  120

   En invertida cascada
veo la nube plomiza
que ondulante se desliza
de la quemazón airada.
Soplando en su llamarada  125
cálido el viento la atiza,
y el matorral carboniza
con fragoroso chasquido,
dejando a su andar tendido,
el manto de su ceniza.  130

   Ante sus ascuas voraces
huye la bestia asustada,
y levantan su bandada
las palomas montaraces;
tiñen las nubes sus faces  135
con su vislumbre encarnada,
y como una llama alada
que fuera a incendiar el cielo,
va de flamencos un vuelo
huyendo a la desbandada.  140
—100→

   Veo el ñandú majestuoso
que esponja al sol sus alones,
y oigo de los charabones
el silbido quejumbroso,
mientras golpea afanoso  145
con profundas vibraciones
su mina el tuco, y los sones
de aquel rítmico sonido,
parece un compás batido
del desierto a las canciones.  150

   Y tus valles desolados
que cruzan inmensos ríos,
veo, tristes y sombríos,
por la vida abandonados,
paisajes imaginados  155
por los reprobos impíos,
en medio a los desvaríos
de sus febriles delirios:
de los dantescos martirios
páramos tristes y fríos.  160

   Contraste de los ardores
con que tu sol te regala;
sombra que negra resbala,
huyendo a los esplendores
de la luz, que en mil fulgores  165
tu inmensa extensión exhala,
y que una zona señala
con proyecciones medrosas,
como en las horas dichosas
se desliza una hora mala.  170
—101→

   ¡Oh, Pampa! mi alma hace alarde
de recordar soñadora,
el rosicler de tu aurora,
la púrpura de tu tarde;
tu sol brillante en que arde  175
la potencia creadora
que en ti vierte, y atesora
tu tierra, virgen fecunda,
a que su calor inunda
y su luz ardiente dora.  180

   Yo he soñado entre los velos
de tus noches azuladas,
muchas páginas pasadas
de mis pasados anhelos.
En el fondo de tus cielos,  185
en tus estrellas plateadas,
he mirado descifradas,
mil incógnitas historias,
fantasmas de antiguas glorias,
en mi pecho sepultadas.  190

   Y ha cruzado por mi mente
tu poema largo y vario;
tu pasado legendario,
tu porvenir esplendente;
ese dualismo imponente  195
que une la gloria al calvario,
y que arranca del sudario
una vida luminosa,
cual sale la mariposa
de su encierro funerario.  200
—102→

   ¡Yo he visto al indio salvaje
en su potro enardecido,
invadirte al alarido
de incendio, muerte y pillaje!
Luego, he visto a tu gauchaje,  205
acosado, perseguido,
bajo el yugo envilecido
del más rudo despotismo,
que hacía de ti un abismo
amenazante y temido.  210

   Y he visto la ciudad muda,
como el alma ante la muerte,
con ese estupor inerte
que inflige una pena ruda,
contemplándote desnuda,  215
como esclava a que convierte
el mercader, de un ser fuerte,
en un vil montón de lodo,
que así, de ese mismo modo,
llegaron a envilecerte.  220

   Y luego, he visto en tus llanos,
el escenario luctuoso,
donde se libró, rabioso,
un largo duelo entre hermanos.
Los fastos americanos,  225
señalan como el medroso
sitio, en que el alevoso
puñal derribó una vida,
la página aborrecida
de tu pasado ominoso.  230
—103→

   Pero invencible y constante,
vagaba con raudo vuelo,
detrás del fúnebre velo
de aquel tenebroso instante,
el espíritu arrogante,  235
el indomeñable anhelo
que dio libertad al suelo
de esta región argentina:
chispa genial y divina
de los fulgores del cielo.  240

   Como el soplo soberano
de tu gigantesco aliento;
como el Pampero, ese viento
nativo, que corre ufano
sobre el dorso de tu llano  245
a que acaricia violento,
juntando en un sólo aliento
a las grandezas más grandes:
tu inmensa extensión, los Andes,
el espacio, el océano,  250

   viene, pasa, y ya perdida
su sombra, se desvanece,
y la tierra se estremece
callada y desfallecida,
pero siente que su vida  255
reanima y rejuvenece
nuevo vigor; que florece
su campiña más lozana,
y que al nacer la mañana
más puro el sol resplandece.  260
—104→

   Así, de tu campo abierto
vino ese soplo imponente,
de que era el alma inmanente
la libertad. Rumbo cierto
tuvo el porvenir, que un puerto  265
marcó la estrella luciente
en la bóveda esplendente
de tu cielo ¡oh Pampa hermosa!
Y a la bandera gloriosa
besó el aura del desierto.  270

   El litoral limitado,
buscó nuevas expansiones,
y las guerreras legiones
precursoras del arado,
ese tu suelo ignorado,  275
que asolaron los malones,
conquistaron. Sus jalones
plantó el progreso en seguida,
y un grito de nueva vida
estremeció a las naciones.  280

   Era ese el advenimiento
de un gran pueblo a su destino,
pues se llenaba el divino
augurio, que en el momento
de emanciparse, un acento  285
profetizó repentino
«en un trono diamantino,
de laureles coronada,
alzando a la patria amada
de todo pecho argentino.»  290
—105→

   Era la idea primera
de la gran nación unida,
que de la estatua derruida,
alzaba la estatua entera;
era la nota guerrera,  295
en ¡hossana! convertida;
era el agua, que, nacida
del manantial del desierto,
transformaba un pueblo muerto,
en un emporio de vida.  300

   La fama de tu grandeza,
llena del mundo el ambiente,
y ya no hay ignota gente
que no sueñe en tu riqueza;
no hay pensadora cabeza  305
que en ti no fije la mente,
como en la clave evidente
del misterio del futuro,
como porvenir seguro
del viejo mundo indigente.  310

   ¡Oh Pampa! En los pastizales
de tus agrestes vergeles,
ya van tendiendo los rieles
sus paralelas triunfales.
Ya los cristianos trigales  315
matan tus yerbas infieles.
Ya los sajones corceles,
los exóticos ganados,
son los reyes de tus prados
los dueños de tus jagüeles.  320
—106→

    Tu potro, tu gaucho errante,
tu oveja de larga lana,
tu toro... tal vez mañana
en esa escena cambiante,
no quede un rasgo, que amante  325
pueda la memoria humana
recoger. La soberana
ley del progreso, lo mismo
que el brazo del despotismo,
cuanto se le opone allana.  330

   Yo que admiro tu destino,
que tu grandeza completa,
no puedo en el alma inquieta
sofocar un repentino
suspiro, que hacía el divino  335
recuerdo de tu silueta
salvaje, vuela: saeta
que ya no dará en el blanco,
que a mi corazón arranco
de su carcaj de poeta.  340

   ¡Noches de la Pampa mía!
¡Perfumes de la alborada!
¡Siesta ardiente y abrasada
por el sol del mediodía!
¡Alto silencio, poesía  345
de la soledad amada!
¡Frescores de la enramada!
¡Fuertes soplidos del viento!
¡Murmullo místico, aliento
de lo inmenso o de la nada!  350
—107→

   De vuestra evocada gloria
derramad aquí el encanto.
¡Soplad el hálito santo
de esa pasada memoria,
que, desterrada a la historia,  355
se aleja bañada en llanto,
del suelo que amaba tanto,
y que yo también, gimiendo,
salvar la visión pretendo
en los ecos de éste canto!  360



  —109→  

ArribaAbajoEl Recao

  —111→  

Con el cinchón bien sobao,
haciendo del todo un lío
bastos, chapiao, prenderío,
está en el suelo el recao.
Al mirarlo he recordao  5
aquel tiempo sin dolor,
cuando de mi vida en flor,
que era un purito domingo,
cruzaba el campo en mi pingo
llevando en ancas mi amor.  10

   Al desatar la envoltura
de las prendas, he sentido
como si de un ser querido
abriera la sepultura.
Todo un mundo de ventura  15
se me ha presentao allí
el ranchito ande nací,
el ombú que le da sombra,
el pastito como alfombra
en que mil noches dormí.  20
—112→

   Las estrellas como flores
de luz, en lo hondo del cielo;
el griterío de un vuelo
perdido de silbadores,
las bocanadas de olores  25
que vienen del campo abierto,
el vientito del disierto
al ir aclarando el día,
la mañana... la alegría
del silguerío dispierto;  30

   el rayo de sol primero
que va a besar a la loma,
el gemir de una paloma,
el gritoniar de un hornero;
la diana alegre de un tero  35
que hace guardia en el bañao;
de un toro viejo, encelao,
el bramido de sus quejas;
el balar de las ovejas,
los mugidos del ganao...  40

   A mi escuro renegrido
he sentido relinchar,
lo mesmo que el corretiar
de los perros y el ladrido.
Del gallo giro, el bolido  45
he visto dende la higuera,
y después, la ronda autera,
que le hacía a las gallinas,
que presumían de finas,
siendo al fin como cualquiera.  50
—113→

   Las prendas de mi recao
voy a mostrar despacito,
que pa mí, mucho bendito
hay en ellas encerrao.
Al lindo freno platiao  55
le ha tocao ser el primero,
pues tratándose de apero,
por el freno hay que empezar
cuando se ha de arrocinar
a un hombre o a un parejero.  60

   ¡Aquí está!... Nuevito en hoja
parece. ¡Tal lo he cuidao!
Sus copas son un dechao,
y un contento su coscoja.
Cuando en la rienda floja  65
jugaba con él mi escuro,
ni un cristiano, de seguro,
quedaba sin almirar
de mi criollito el trotiar,
que envidiaba más de un puro.  70

   Aquí están las cabezadas
con su testera y fiador;
la manea, el maniador
y las dos riendas platiadas;
el pretal, con sus caladas  75
estrellas, que con primor,
van de mayor a menor
del encuentro hasta el lomillo,
y que, en mi escuro, su brillo
era un puro resplandor.  80
—114→

   ¡Velay los dos sahumadores
de mis estribos, grabaos
por plateros afamaos,
igual que los pasadores!
Allá en mis tiempos mejores,  85
cuando cruzaba el pueblito
zapatiando un trotecito
atravesao en mi flete,
los llevaba de juguete
pisandolós despacito.  90

   Estas espuelas coquetas,
de ruidosas alabadas,
colgaban destalonadas
de la alzaprima sujetas.
Al oírlas rodar inquietas  95
con su cócora sonido,
el gauchaje, conmovido,
decía, la voz alzando:
-¡Ahí va un gaucho galopiando,
honrao, valiente y temido!  100

   Este rebenque, trenzao
con un tientito tan fino,
lo heredé de mi pagrino
que lo había trabajao.
De virolas adornao,  105
con su argolla y su lonjita,
parece una monadita
lo mesmo que un abanico,
pero si tuviera pico...
¡Qué historias!... ¡Virgen bendita!  110
—115→

   Aquí está el lazo, largote,
pa trabajar ande quiera,
prendido de la asidera,
ques de cuero de cogote;
cuatro armadas en un bote,  115
sobre la res que se elija,
puede tirarse a la fija,
y enlazarla del tirón...
Pero ¡guay del revolcón
si el julepe lo encanija!  120

   Aquí están también las bolas
u pa avestruz, u pa potro,
y que, como dijo el otro,
«de güenas bolean solas».
De torzal fino las piolas,  125
y las piegras del Tandil,
apuesto aquí que entre mil
no hay otras como las mías,
pues las mesmas tres Marías
son como al sol un candil.  130

   ¡La cincha!... Sería al ñudo
querer cosa más pulida,
con la encimera curtida
y abajo de cuero crudo.
De un chúcaro, alzao, clinudo,  135
y a rajar con luña l'anca
que detrás de una potranca
se andaba haciendo el bonito,
sacó esta lonja un gauchito,
tan parejita y tan blanca.  140
—116→

   Aura los bastos levanto
pa que los contemplen bien,
aquí está el centro y sostén
deste recao a quién canto.
No sé de mi vida cuánto  145
a ellos me une, lo mesmito
que los dos por un tientito
van juntos como gemelos...
¡Que eso, tan sólo en los cielos,
o en la Pampa, estará escrito!  150

   Voy a desdoblar, señores,
lo más blando del recao:
las matras, por decontao,
y las jergas de colores.
La carona, en que mil flores  155
bordó un paisano ladino;
el cojinillo, más fino
que de una mujer el pelo,
y el sobrepuesto ¡ese cielo
que a ortas décimas destino!  160

   Dejenmé que arrodillao
junto a esta prenda sagrada,
de arriba abajo bordada
por el ser más adorao,
saque del pecho angustiao  165
palabras de un sentimiento,
que ni el mesmísimo viento
debía escuchar aquí,
porque ninguno ¡Ay de mi!
¡Sentirá lo que yo siento!  170
—117→

   Junquillos, claveles, rosas,
derramó tu linda mano
sobre este paño paisano,
en horas pa mí dichosas;
cual enseñas vitoriosas,  175
flamiando de Norte a Su,
mi orgullosa joventú
las llevó por esos pagos,
¡buscando tal vez halagos
que estaban en tu virtú!  180

   Sobre este paño bordao,
fui soldao y fui matrero,
fui jugador, pendenciero,
malevo y desordenao;
corriendo desatinao  185
en busca de otros amores,
manché mil veces las flores
que me osequió tu cariño...
¡Y aura lloro como un niño
el dolor de tus dolores!...  190

   Tendido sobre este lecho,
tu sombra abrazo soñando,
y te cuento suspirando
las tristuras de mi pecho.
Junto a mi cuerpo te estrecho,  195
y como a un panal de mieles,
tus labios puros y fieles,
beso en ansias amorosas,
a que perfuman tus rosas,
tus juncos, y tus claveles!  200
—118→

   Aura, dejenmé, señores,
que otra vez líe el recao...
Yo... ¡ya me creiba curao
de mis antiguos dolores!
¡Pero hay rescoldos traidores  205
que cualquier vientito atiza,
y hoy, en la olvidada triza
de mi viejo pensamiento,
he encontrao este lamento,
escarbando en su ceniza!  210



  —119→  

ArribaEn la guitarra

  —121→  

Cuando las sombras calladas,
cubren el campo dormido,
como un manto renegrido
con mil estrellas plateadas,
las memorias en bandadas,  5
sobre el árbol del olvido,
cantan, del placer perdido,
el recuerdo que desgarra;
y yo al son de mi guitarra,
les contesto en un gemido.  10

   Cantan mi vida primera:
cuando las alas tendía
en el aire el alma mía,
como una águila altanera.
Cuando ninguna barrera  15
a mi ambición se oponía,
cuando ante mí se ofrecía,
el campo verde y en flor,
la juventud, el amor,
el placer y la alegría.  20
—122→

   Recuerdo de edad lejana,
que expira en el pensamiento,
como se pierde en el viento
el clamor de una campana;
perfume de la mañana,  25
que pasa y muere al momento;
luz, que cruza el firmamento,
y en las tinieblas se apaga,
como esta canción que vaga
en las alas de un lamento.  30

   Hoy, que miro a mi alredor,
marchito, sin luz, inerte,
cuanto era viril y fuerte
de mi vida en el albor,
en este eterno dolor,  35
que es destino de mi suerte,
tan solo un consuelo vierte
cuando me sofoca el llanto,
dar a los aires mi canto,
¡Qué es el canto de la muerte!  40