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Compendio del Arte poética

Manuel Milá y Fontanals



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ArribaAbajoAdvertencia

No nos hemos propuesto acumular minuciosos preceptos o falsos o de escasa aplicación, ni tampoco internarnos en cuestiones profundas y secundarias que puedan arredrar al principiante; sí tan solo dar una idea exacta de la poesía en general y de cada una de sus principales especies, al mismo tiempo que una sencilla historia de sus pasos y vicisitudes que contenga los nombres de los mayores ingenios y avive el deseo de conocer sus obras.

En el arte métrica (que es la parte mecánica de la poética y como tal sujeta a reglas) esquivamos toda especie dudosa y nos atenemos a exponer los hechos ciertos e indisputables. Con esto ha quedado muy breve nuestra métrica, sin embargo de ser seguramente la parte de este incompleto ensayo en que menos falta que añadir.






ArribaAbajoPoética general


ArribaAbajoArtículo primero


ArribaAbajoPreliminares

P. -¿Qué es poesía?

R. -El lenguaje de la pasión o de la imaginación animada, formado por lo común en números regulares.

«El orador, el historiador, el filósofo hablan general y primariamente al entendimiento: su fin directo es informar, persuadir e instruir; pero como el fin primario de la poesía es agradar o mover, se dirige continuamente a la imaginación o a las pasiones. Se supone el ánimo del poeta avivado por algún objeto interesante que enciende su fantasía o empeña su corazón, y de consiguiente comunica a su estilo una elevación peculiar acomodada a sus ideas y muy diferente del tono de expresión que es natural al hombre en su estado de alma ordinario. Se ha añadido que este lenguaje de las pasiones se forma por lo común en números regulares, los cuales constituyen la versificación que es el distintivo exterior y general, pero no esencial de la poesía.»


(Blair. Retor. lecc. XXXIV.)                


P. -¿Me daría V. otra definición de la poesía?

R. -Puede decirse que es el sentimiento de lo bello expresado y producido por medio de palabras.

No cabe duda que a la manera que tiene el hombre una razón que discierne lo verdadero y una conciencia que señala lo justo, posee un interno sentido moral que reconoce lo bello. Lo bello o la belleza, como todas las ideas primarias, es muy difícil de definir, y no menos que el de la verdad y el de la justicia está su órgano expuesto a las modificaciones nacidas de modo de ver o de sentir de una nación, de una secta o de un individuo; pero no por esto deja de ser cierto que existe aquel sentido universal y ciertas ideas, pasiones, actos, objetos y sonidos que en él excitan una impresión poco común, desinteresada y deleitosa. Tal impresión, tal sentimiento de lo bello tienden a producir todas las bellas artes: la música, la poesía, la arquitectura, la escultura y la pintura, valiéndose cada una de sus propios medios, la primera de sonidos, de palabras la segunda y las tres restantes de objetos visibles, piedras y colores.


P. -¿Consistirá en la ficción el objeto de la poesía?

R. -No señor, pues aunque la verdadera poesía no se ciñe a reproducir la existencia real y positiva, conserva y le es necesaria cierta verdad poética.

Así, por ejemplo, cuando el poeta refiere sucesos que supone haber tenido lugar en una nación determinada, aunque esta nunca haya presenciado tales acontecimientos, aunque jamás se hayan verificado, dará a su invención un rico fondo de verdad poética, ya presentando un cuadro exacto y animado (más o menos embellecido) de las costumbres de la nación que como lugar de escena ha elegido, ya no fingiendo una acción, un afecto, una expresión que no sean muy propios, muy distintivos, muy característicos de la clase de personas que representa o del hombre en general.


P. -¿El poeta deberá pues esforzarse en copiar o imitar a la naturaleza?

R. -El poeta, hijo predilecto de la naturaleza, deberá observarla, estudiarla y recibir de ella impresiones, pero la idea de imitación mal entendida ha dado lugar a tres errores: 1.º a un empeño pueril en remedarla:1 2.º a rechazar como imposibles o antinaturales muchas ideas poéticamente verdaderas, v. gr. las relativas a las supersticiones populares: 3.º a confundir la vulgaridad que es naturaleza fría, muerta o degenerada con la verdadera naturalidad, que exige objetos poco comunes, escogidos y poderosos a impresionar. Otros equivocan con lo natural lo familiar que abraza tan solo el lenguaje propio de las necesidades y relaciones usuales y menos elevadas de la vida humana. La naturalidad de buena ley estriba en lo verdadero, franco y espontáneo del sentimiento, y en su correspondencia con los medios adoptados para expresarlo y comunicarlo.

P. -¿Qué se entiende por bello ideal?

R. -La elección de objetos y rasgos favorables al sentimiento que domina al poeta, de entre los demás seres y accidentes de la naturaleza inútiles o dañosos a aquel sentimiento.

P. -¿Para cumplir con el bello ideal, se esquivará cuanto no excite en el ánimo sensaciones halagüeñas?

R. -No señor: un objeto que cause terror u odio, puede ser tan poéticamente bello, como el más amable y placentero. Débese empero advertir que el andar a caza de objetos feos y repugnantes, tanto en el orden físico como en el moral, del modo que varios escritores de nuestros días, indica una sensibilidad gastada y una verdadera degradación ética y artística.

P. -¿Es provechosa la poesía?

R. -Sin duda alguna, si se considera, cual considerarse debe, como un ejercicio de las más nobles facultades del alma y como un medio para mejorar al hombre.

Algunos han tomado la poesía por negocio de puro solaz y pasatiempo, por un juguete bueno para ocupar las horas de ocio, o una especie de receta para alejar el fastidio. Otros se propusieron realzarla considerándola como una hermosa corteza a propósito para cubrir verdades útiles, como un velo agradable tendido sobre las sentencias morales. Unos y otros erraron: la poesía tiene un valor real y propio, que consiste en elevar el alma a las regiones de lo bello, ennoblecer sus afecciones, cultivar sus inclinaciones derechas y disponerla a la gracia y elegancia moral. De este modo y no ocultando mañosamente verdades positivas, no hacinando máximas morales y aforismos dogmáticos obra eficazmente la poesía para adoctrinar y mejorar a los hombres. Aun mayor poder e influjo que el que le cabe sobre los individuos alcanza sobre las naciones, cuyos innumerables miembros hermana difundiendo afectos semejantes; conserva en ellas el sagrado depósito de la tradición, y con el recuerdo de costumbres y épocas gloriosas puede ser parte a alzarlas de un abatimiento momentáneo y vergonzosa postración.


P. -¿Son pocas las naciones que han conocido la poesía?

R. -No señor; antes bien es un don del cielo, que iguales inclinaciones y afectos semejantes han dado a conocer a todos o a la mayor parte de los pueblos.

La grande influencia que la civilización de los Griegos y Romanos ha ejercido sobre la de las naciones modernas, debe mirarse como una de las principales causas de que aquellos pueblos hayan sido considerados durante algún tiempo como la única patria de la poesía y de las artes; pero si bien en ambos y sobre todo en el primero llegaron a un alto punto de esplendor y les merecieron una atención particular y una especie de culto, todavía es cierto que el hombre y especialmente el pueblo de todas épocas o países es más o menos poeta. Entre los Asiáticos sobresalieron como tales los Indios, los Persas y más recientemente los Árabes; al par que los Hebreos dieron al arte que nos ocupa el mayor destino que caberle pudo cual fue el de expresar las inspiraciones divinas, y dejaron a las generaciones venideras ricos tesoros de grandiosa poesía, tanto de la que narra acciones heroicas e importantes como de aquella que sondea los misteriosos pliegues del corazón humano, y de la que le impele a generosos afectos.

Tampoco se crea que el cultivo de este arte sea privativo de las épocas de costumbres refinadas y de más adelantada cultura, cuyas producciones poéticas si bien exentas de la rudeza y barbarie que afean las de las edades primitivas, no las igualan en los dotes más preciosos e intrínsecos de naturalidad, candor y entusiasmo. En los principios de un período social, cuando cada tribu forma una como vasta familia, ocupan los poetas la más elevada posición: son los filósofos, los historiadores y sacerdotes del pueblo naciente; su oficio no es el agradar, sino adoctrinar, causar admiración e infundir entusiasmo. Tales eran los Bardos de los antiguos Celtas o Bretones, tales en especial los Escaldas de los Escandinavos y tales serían en nuestra España los Cantores de los antiguos Callaicos o Gallegos, los de los Celtíberos, los de los Turdetanos que a sus poemas atribuían seis mil años de antigüedad y los de los Cántabros que entonaban los suyos al expirar en la cruz. El destino de la poesía entre pueblos de tal condición fue el de celebrar fiestas cívicas y religiosas, nupcias y funerales, alimentar bélicos impulsos en los ánimos varoniles, cantar habidas victorias y referir antiguos acaecimientos de amor y desventura. Así es que las poesías no menos que muchas costumbres de las sociedades nacientes se asemejan entre sí sobremanera, a pesar de que ciertas diferencias nacidas de algún rasgo peculiar de la raza o del país, o de algún hábito dominante en cada pueblo las distinguen y dan a cada una el carácter individual que constituye su nacionalidad.

Durante la semi-civilización de la edad media el destino de los poetas fue un tanto semejante al de los siglos bárbaros. Menestrales y Trovadores animaban la mesa del festín con regocijadas canciones, inflamaban los pechos en las refriegas y relataban al amor del hogar añejas leyendas amorosas, devotas o guerreras. En los modernos siglos, a pesar de no pocas y muy veneradas excepciones, el errado concepto que se formó de la naturaleza de la poesía, la preferencia que de ordinario se ha dado a mostrar artificio y agudeza sobre conmover y entusiasmar, la extremada y falsa imitación de los antiguos Griegos y Romanos han conducido al Arte a un estado general de abandono y postración; hasta que casi en nuestros días se ha dado más valor al sentimiento de lo bello, se ha enriquecido la teórica de la poesía con el atinado estudio y profundo conocimiento de varias literaturas antiguas y modernas y se la ha realzado señalando y restableciendo su natural y primitiva alianza con la alta filosofía.


P. -¿Qué historias y recuerdos escoge el poeta por objeto de sus estudios y asunto de sus escritos?

R. -La poesía ha roto últimamente las estrechas vallas que limitaban su carrera y recorriendo el campo de la historia ha encontrado con nuevos manantiales y maravillosos espectáculos.

El ciego coplero que rodeado de crédulos labradores refiere pavorosas historias: el viejo menestral que al divisar las torres de su señor feudal siente renacer en el pecho los fuegos de la juventud; el trovador, airosamente vestido que, acompañándose con la bandurria provenzal o con el arpa adornada de la cigarra de oro, encantaba las cercanías del Languedoc o del Llobregat con los más dulces acentos de la dulcísima habla lemosina: el gondolero veneciano que al cruzar su batel anchos canales plateados por la luna suspiraba suaves querellas; la hurí de oriente que durante una noche serena recorría cantando vergeles de naranjos y rosales: el americano Sachem que al pie de una cascada recordaba los cantares de su infancia; la Maga del Norte que con silvestres sagas conmovía los gigantescos altares de piedra que la dedicaban; el bardo que sentado sobre un desnudo peñón unía su voz a la de los cien espíritus que bramaban durante el ruido del trueno; hasta el profeta que derramaba lágrimas de dolor sobre las desgracias de Sion... todos estos cantores han aparecido en el presente siglo y unido sus acentos a los sublimes versos del padre Homero.


P. -¿Qué estudios y asuntos merecen la preferencia?

R. -Los de la antigua Grecia y Roma que, la primera con el dominio de sus ideas, con el de sus armas la segunda, han influido visiblemente en el destino de las modernas naciones europeas, la grandiosa historia del antiguo pueblo de Dios y sobre todo la particular de la nación o provincia a la que debe ser el poeta. La verdadera religión tratada con madurez y respeto, solo tomando de ella lo que ella permite que se le tome, a más de revelar la ciencia del corazón humano, ofrece una fuente de maravilloso, y asuntos los más propios para las almas superiores al común de los hombres que han recibido en alto grado el don de la poesía.

«Hay críticos que desaprueban sin distinción toda obra poética de asunto sagrado, suponiendo que nuestra religión no presta materia al canto y que su austeridad no consiente las flores de Helicona. El que no trate de reducir a formas poéticas las cuestiones de la teología, no dejará de hallar, si sabe buscarlos, como otros lo han hecho, argumentos sagrados propios de la lira, de la epopeya y del coturno trágico. Los hebreos nos ofrecen abundante materia para la poesía. La creación, el paraíso, el diluvio, los amores de Jacob, la interesante historia de José, la fuga de los hijos de Israel, retirándose el mar para facilitarla y hundiendo en sus abismos el ejército de Faraón; Josué dilatando el día para dar término a su victoria: David aplacando al son de las cuerdas al feroz Saúl; Jezabel despedazada; la soberbia Atalia; la humilde Ester; el paciente Job. Los que no hallen modelos poéticos en tales historias no los busquen mejores en todas las fábulas del paganismo.

No son tan abundantes los modelos que ofrece la ley de gracia, cuyos misterios donde son meramente dogmáticos, nada presentan a la composición; pero en los que son históricos no sucede lo mismo. La Anunciación, el Nacimiento de J. C., la descensión al Limbo, la Ascensión, el Juicio final, bien pueden excitar la imaginación del poeta. Bien pueden mover su sensibilidad los incidentes de mayor interés, que elevan a un alto grado de heroísmo la maravillosa constancia de los mártires. El infierno y el serafín rebelde, que amenaza con su desesperación la ruina del hombre; los tormentos que allí padecen los que menosprecian en el mundo las eternas leyes de la justicia y de la virtud, presentan objetos terribles que han sido ya digna materia para el Tasso, Dante, y Milton. El cielo, morada de los justos, descanso de tanto afán, premio del inocente, del oprimido, del humilde; la presencia del inefable Numen; los ángeles que le adoran y bendicen, muchas imágenes ofrecen al estro poético. Una mujer la más perfecta de las criaturas, la más inmediata al trono de Dios, medianera entre él y la naturaleza humana, madre amorosa, amparo y esperanza nuestra; ¿qué objeto se hallará más digno de la lira y del canto? La Grecia demasiado sensual en sus ficciones halagüeñas, no supo inventar una deidad tan poderosa, tan bella, tan pura, tan merecedora de la reverencia y amor de los hombres.»


(Leandro Fern. Moratín, última nota a sus poesías.)                


P. -¿Cuáles son las facultades que reúne un verdadero poeta?

R. -Un corazón fácilmente sensible a todo lo bello, noble y generoso, o profundamente impregnado de un importante afecto; una fantasía inventiva que abrace todos los aspectos halagüeños y grandiosos de la naturaleza y que por medio de ella busque un más allá, un orden de seres más bello y maravilloso; una inteligencia sagaz, que profundice y extraiga la esencia de las cosas y que sorprenda los secretos del corazón humano; una memoria enriquecida de observaciones, hechos y estudios, pero que lejos de hacer un vano alarde de sus tesoros, los rinda al imperio de la imaginación y de la inteligencia. Estas facultades, que enumeramos según el orden de su valor poético, constituyen reunidas lo que se llama Genio, o por un nombre más español aunque menos significativo y exacto, Ingenio; los que en alto grado lo poseen, forman época en la historia de los progresos del humano entendimiento y aparecen como altos y brillantes faros que iluminan a trechos dilatadísimas llanuras.

P. -¿El poeta dotado de tales facultades podrá componer en cualquier momento y sobre cualquier asunto?

R. -Le es además necesaria la inspiración que consiste en cierta hilaridad y movimiento de ánimo, en un vivo amor del objeto que le ocupa, en un especial deleite en imaginar y producir. Este placer íntimo y no el vil amor del oro ni aun el inquieto deseo de una gloria dudosa debe ser el móvil y el premio de sus esfuerzos.

P. -¿Qué se entiende por originalidad?

R. -El carácter propio y distintivo que señala las obras de un escritor eminente o sea su modo individual de ver o considerar los hombres y las cosas. La verdadera originalidad consiste en hallar entre los varios objetos relaciones nuevas y antes desconocidas, pero naturales, no extrañas ni caprichosas; de modo que a los lectores dotados de propensiones poéticas les parezca que les señala el escritor una bella perspectiva en que solo por descuido no habían reparado.

P. -¿Es cierto que el escritor de primer orden se lo deba todo a sí propio?

R. -No señor; pues además de las impresiones que directamente recibe de la naturaleza, contribuyen a instruirle y a formarle las ideas que adquiere ya con el estudio, ya por medio del trato social, y aun los pensamientos y trabajos de los autores tal vez medianos que le han precedido; pocos, por grandes que sean, se hallarán que no deban confesarse hijos de su nación y de su siglo. Lo que en realidad es cierto, que cuanto del exterior recibe el escritor de genio lo convierte en sustancia propia, que de todo forma un conjunto armónico y en todo graba el sello de su carácter y de las pocas y grandes ideas capitales que abriga, y que parecen ser el objeto y el pábulo de su existencia.

P. -¿Qué se entiende por buen gusto?

R. -La facilidad de distinguir las bellezas y los defectos de un escrito. Puede llamarse positivo en cuanto saborea bellezas y negativo en cuanto le repugnan los defectos. Entrambos podemos poseerlos sin ser poetas, y altos poetas han existido desprovistos de buen gusto, especialmente del negativo. Este debe ser delicado, mas no desdeñoso ni escrupulizador hasta el punto de hacer tener en menos por apariencias de incorrección o rusticidad algunas de las obras de que más se gloría el humano ingenio.

P. -¿Cómo se formará el buen gusto?

R. -Más que con el estudio de vagos, áridos y casi siempre inútiles preceptos, con la lectura entusiasta a la par que razonada de buenos escritores.

P. -¿Cuántos son los principales géneros de poesía?

R. -Cinco: 1.º Poesía lírica, 2.º Poesía pastoral o bucólica, 3.º Poesía didáctica o doctrinal, 4.º Poesía épica o narrativa, 5.º Poesía dramática o activa. Esta división es aun susceptible de mayor sencillez, reduciendo la poesía a tres clases capitales: 1.ª aquella en que el poeta expresa sus propios sentimientos, 2.ª aquella en que refiere hechos ajenos, y 3.ª aquella en que desaparece y presenta en lugar suyo los personajes ideales que le deben el ser.






ArribaAbajoArtículo segundo


ArribaAbajoRelaciones mutuas de las bellas artes

P. -¿Reconocen las bellas artes alguna relación mutua?

R. -Sí señor, lo que no debe extrañarse atendido que su objeto es el mismo: todas procuran comunicar el sentimiento de lo bello, y tienden todas a perfeccionar la actividad moral del hombre.

Los afectos de ternura, esperanza, terror, embeleso, melancolía, etc. son en todas ellas idénticas, si bien expresadas de diferentes maneras. Pocos son los hombres que han nacido para el cultivo de una de las bellas artes que no perciba un deleite casi igual en las impresiones de sus gemelas y no se sienta por medio de las de estas singularmente dispuesto al ejercicio de la suya. Tampoco son muy comunes las épocas en que una llegue a eminente grado de perfección, sin que de cerca le sigan las demás, o en que la corrupción de esta o aquella no lleve tras sí el abandono o corrupción de los distintos modos de expresar lo bello.


P. -¿Hay algunas leyes generales que convengan y obliguen a todas las bellas artes?

R. -Las de unidad en el pensamiento o en la impresión; sobriedad de medios o sencillez; proporción, orden y variedad entre las diferentes partes; cualidades que, bien que no dejen de sufrir algunas modificaciones derivadas del género a que la obra pertenece y aun del gusto dominante, son inherentes a la belleza, sin que tampoco constituyan su esencia, la cual consiste en un espíritu de vida que solo el genio puede dar.

P. -¿Cuando dos bellas artes se reúnen, resultar debe un efecto doblemente poderoso?

R. -Así sucede en efecto cuando un arte recuerda a otro espontánea y como casualmente, v. gr. si un cuadro presenta un hecho interesante de la historia de la poesía, o si una composición musical contiene una tonada popular, cuya memoria es inseparable de las ideas expresadas en la letra para la cual se compuso. Conocidos son los efectos de la combinación de la poesía con la arquitectura o la pintura en el espectáculo escénico, y no hay dudar que aquellos subirán de punto si interrumpen la declamación una música lejana o un coro naturalmente intercalado. También a las impresiones producidas por la naturaleza dan gran realce las de las bellas artes, como acaece, por ejemplo, si en extensa y placentera llanura se esparce vagamente el eco de una sencilla balada, o si en el fondo de un paisaje corta el cielo vaporoso el agudo campanario de antigua iglesia rural.

P. -¿Será pues acertada la confusión y mezcla recíproca de las artes y de la naturaleza?

R. -De ninguna manera: aun la mayor parte de las mágicas impresiones de que acabamos de dar una ligera idea, reciben mayor precio de su misma sobriedad y escasez. Débese especialmente tener en poco el remedo o falsa imitación: remedará, por ejemplo, a la naturaleza el músico que más que melodías capaces de hacer derramar lágrimas, busque sonidos semejantes a los de los sollozos y remedará a su vez a la poesía el que por medio de simples notas sin el auxilio de versos cantados, se propusiese expresar las varias e inconstantes determinaciones que produce en el hombre la penosa lucha de dos contrarios afectos, tan detenida y circunstanciadamente como es fácil hacerlo a la palabra escrita. Tales imitaciones, con las cuales se desvía a los medios de cada arte de sus propias leyes y natural curso y que algunos toman por el colmo de la filosofía artística, no son más que esfuerzos de la sutileza y juegos del artificio.

P. -¿No hay que señalar alguna excepción al principio que antecede?

R. -Una relativa a la poesía y deriva de la naturaleza de su medio, es decir, de las palabras. Por herir estas el mismo sentido al que se dirige la música, pueden bajo algún aspecto obrar como sonidos musicales, y como su significación se extiende no solo a los afectos morales y a las operaciones del entendimiento, sino también a los objetos visibles, pueden pintar para la imaginación, así como la pintura describe para los ojos.

P. -¿La poesía pues, cuyo medio, a más de la significación que es su carácter especial, puede obrar como sonido y casi como objeto visible, será de mucho superior a las bellas artes sus hermanas?

R. -Nada debe inducirnos a dar una necia preferencia a ninguna de las bellas artes, todas perfectibles hasta el infinito, y que no hacen más que tender, sin alcanzarlo, a un tipo ideal de belleza. Por otra parte no sería difícil enumerar las ventajas peculiares de cada una de ellas: la música, v. gr. es la que más fácilmente cautiva el alma y la que mejor expresa o hace adivinar un no sé qué vago e indefinible, un embeleso celestial sin forma y sin objeto que es la sensación artística por excelencia.

P. -¿De qué modo obrarán las palabras como sonidos?

R. -Dejando a parte la versificación que satisface y halaga el oído por leyes iguales a las de la música y que no es otra cosa que el esqueleto o armazón de la melodía, pueden las palabras expresar y secundar los movimientos del corazón o los efectos de la naturaleza por medio de la disposición de los acentos y aun con los elementos de sus sílabas. Lo que (1) deberá nacer de la inspiración, y por decirlo así, de la abundancia y raudal de la locución, que no (2) de un plan trazado de antemano, de un artificial y penoso rebusco de sílabas acentuadas y sin acento, de consonantes y vocales ásperas o dulces como se suele hacer para conseguir lo que se llama armonía imitativa.

Ejemplos:

(1)


Y entre las nubes mueve
Su carro Dios ligero y reluciente;
   Horrible son conmueve,
   Relumbra fuego ardiente,
Treme la tierra, humíllase la gente.


(León)                


(2)


   Pugnaba por romper con férrea lanza
Cuádruples muros de acerado hierro.
...............Rompe, destroza
Cuanto resiste a su mortal encuentro
Hasta arrancar de la española garra
Los encerrados moros &c.


(Cienfuegos)                


P. -¿Dónde obran las palabras de un modo semejante a la pintura?

R. -En las imágenes y descripciones.

P. -¿Qué es imagen?

R. -La representación de un objeto visible, es decir un pensamiento poético, que puede trasladarse inmediatamente al lienzo del pintor.

Ejemplos:


    Si soy del vano dedo señalado


(León)                



   Cubre la gente el suelo;
Debajo de las velas desaparece
   La mar; &c.


(Idem.)                



.................Cuando oprima
Nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
Blanda te sea al derramarla encima.


(Rioja)                


P. -¿De qué medio han usado los poetas para aumentar el número de imágenes?

R. -De la personificación, esto es de la atribución de existencia humana a ideas abstractas; la cual en la mayor parte de casos como en el siguiente ejemplo, deberá ser presentada con la mayor rapidez y sólo considerarse como un modo expresivo y atrevido de decir, pues sería ridículo atribuir una serie de actos y pasiones a lo que sabemos no existir realmente y ser sólo una abstracción de nuestra inteligencia.


    La codicia en los brazos de la suerte
Se arroja al mar; la ira a las espadas,
Y la ambición se ríe de la muerte.


(Rioja)                


P. -¿La mitología o religión de los antiguos no es un medio obvio y socorrido para multiplicar las imágenes y descripciones?

R. -Las creencias paganas, que incesantemente se dirigían a la imaginación, a la cual debían la existencia, eran sumamente poéticas para los pueblos que las acogieron, tanto más que se hallaban enlazadas y confundidas con sus costumbres, historia y tradiciones. Mas los que las trasladaron a la poesía moderna, con la cual no se avienen en la mayoría de casos, no se penetraron generalmente de su espíritu y las convirtieron en un medio de locución amanerado y empalagoso.

Muy común en efecto fue entre los poetas el salpicar sus composiciones de los nombres de Marte, Baco, Cupido, etc. que en resolución nada más ni menos que guerra, vino, amor significaban, apartándose sin ventaja alguna del lenguaje ordinario y natural. Mas los que poco o mucho bebieron el espíritu de la antigüedad, no incurrieron en tal despropósito, y aun cuando introduzcan inoportunamente las fábulas griegas, ofrecen con ellas a la fantasía una imagen distinta y poética. Fray Luis de León, en su oda a Santiago, supone poblados de millares de Nereidas, cosa inconveniente al asunto, ridícula y absurda, los mares que cruzó el cuerpo del Apóstol al dirigirse a España; en una composición mitológica empero estaría muy bien el risueño y gracioso cuadro que de aquellas ninfas marítimas nos presenta:



    Por los tendidos mares
La rica navecilla va cortando;
    Nereidas a millares
   Del agua el pecho alzando
Turbadas entre sí la van mirando,
   Ya dellas hubo una
Que con las manos de la nave asida,
   La aguija con la una,
   Y la otra tendida
A las demás que lleguen las convida.


Además de lo dicho, se ha reconocido que los mitos paganos que, como esencialmente sensibles, parecen a primera vista ser sobremanera adecuados a la descripción, dañaron las más veces a la de los mismos griegos y romanos que no acertaron a pintar la naturaleza en su bella desnudez, no viéndola sino a través de sus bandas de Dioses, Náyades y Genios.


P. -¿Cómo definiría V. la descripción?

R. -Una serie continuada de imágenes: definición que no debe tomarse con excesivo rigor, pues pocas son las buenas descripciones en que no entren para algo los sentimientos; en los paisajes risueños nos agrada ver estampada la huella del hombre, en los inmensos desiertos oír la voz del Criador.

P. -¿Qué caracteres distinguen a los malos y buenos descriptores modernos?

R. -Es este uno de los puntos en que más se ha desacertado: careciendo muchos escritores del don de hacer amar los objetos naturales por la misma razón de ser naturales, no se cansaron en prodigar al río, al prado, a la aurora, a la selva los atributos de verde, claro, blanca, espesa cien y cien veces repetidos. No se oyó desde entonces el canto de la cigarra, del chorlito, de la cogujada, sino el de ciertas aves siempre las mismas, siempre enamoradas, todas de azucarado apellido, sin cesar volando de rama en rama. En una palabra, cuanto supiese a naturaleza les pareció ofender o a la dignidad de su locución poética o a su lánguido bello ideal. Los que saben describir, orillan toda expresión general o insignificante, trasladan la impresión que de la naturaleza realmente reciben o recuerdan haber recibido, le dan un colorido de vida y de verdad y nos la presentan por medio de pocas y características pinceladas con los rasgos, por decirlo así, dominantes de su fisonomía.

Para dar con mil muestras de la primera clase, no hay más que hojear la mayor parte de églogas que de cuatro siglos acá se han escrito: de ejemplos de la segunda no podemos resistirnos a presentar un buen número, que felizmente, como suelen las buenas descripciones, no son de mucha extensión.

¿Por ventura darás fortaleza al caballo o rodearás de relincho su cuello?

¿Por ventura le harás saltar como las langostas? La majestad de sus narices causa terror.

Escarba la tierra con su pezuña, encabrítase con brío; corre al encuentro a los armados.

Desprecia el miedo y no cede a la espada.

Sobre él sonará la aljaba, vibrará la lanza y el escudo.

Con hervor y relincho muerde la tierra y no aprecia el son de la trompeta.

Luego que oye el sonido de la bocina, dice: ha, huele de lejos la batalla, la exhortación de los capitanes, la algazara del ejército.


(Libro de Job)                



    De su yelmo y escudo reverbera
Un resplandor continuo, semejante
A la inflamada estrella del Otoño
Al salir de las ondas del Océano.


(Homero)                



   En forma de alba y esplendente Rosa
Me apareció la celestial armada
Que Cristo con su sangre hizo su esposa.
   De abejas semejante a una bandada
Que ya viene a posar sobre las flores,
Ya torna a fabricar la miel preciada;
   La tropa angelical que los loores
Canta, al vuelo, de Aquel que la enamora,
La Bondad que la dio vida y honores,
   O bajaba a la Flor que se decora
Con hoja tanta, o a la mansión se iba
Donde su amor eternamente mora.
   Era toda su faz de llama viva,
De oro sus alas, la color corpórea
De tal blancura que a la nieve esquiva.


(Dante)                


Los animales y la tierra y el aire y todos los elementos a la venida del sol se alegran y como para recibirle se hermosean y mejoran y ponen en público cada uno sus bienes... Los hombres concertados y cuerdos aun por solo el gusto no han de perder esta fiesta que toda la naturaleza hace a el sol por las mañanas. Porque no es gusto de un solo sentido, sino general contentamiento de todos; porque la vista se deleita con el nacer de la luz y con la figura del aire y con el variar de las nubes: a los oídos las aves hacen general armonía; para oler el olor que en aquella sazón el campo y las yerbas despiden de sí, es olor suavísimo; pues el frescor del aire de entonces tiempla con grande deleite el humor calentado por el sueño, y cría salud y lava las tristezas del corazón, y no sé en qué manera le dispone a pensamientos divinos antes que se ahogue en los negocios del día.


(León)                


Dio lugar la aurora al sol, que con un rostro que el de una rodela por el más bajo horizonte poco a poco se iba levantando. Tendieron D. Quijote y Sancho la vista por todas partes, vieron el mar hasta entonces dellos no visto: parecioles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera, que en la Mancha habían visto. Vieron las galeras que estaban en la playa, las cuales abatiendo las tiendas, se descubrieron llenas de flámulas y gallardetes, que tremolaban al viento y besaban y barrían el agua: dentro sonaban clarines, trompetas y chirimías que cerca y lejos poblaban el aire de belicosos acentos: comenzaron a moverse y a hacer un ruido de escaramuza por las sosegadas aguas, correspondiéndoles casi al mismo tiempo los infinitos caballeros que de la ciudad (Barcelona) sobre hermosos caballos y con vistosas libreas salían. Los soldados de las galeras disparaban infinita artillería; a quien respondían los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad; y la artillería gruesa con espantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones de crujía de las galeras. El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, solo tal vez turbio del humo de la artillería parece que iban infundiendo y engendrando gusto súbito en todas las gentes.


(Cervantes)                



    La sed el Ciervo, al declinar la tarde,
En el arroyo de Monan saciara,
Donde de la lumbrera de la noche
Los resplandores pálidos resbalan;
Y en Glenartney le fue nocturno asilo
La selva de avellanos solitaria.
Más apenas el Sol, cual fanal de oro
De Benvoirlich la cima coronaba,
Prolongados ladridos resonaron
Por la senda de rocas erizada,
Y lejano rumor de los trotones
Y el ronco son de caracol de caza.
   Cual dormido caudillo que recuerda
Un centinela con la voz de alarma
El ligero monarca de los bosques
Abandona su lecho de hojarasca.
No se alejó sin que de entrambos flancos
Sacudiera el rocío, y meneara,
Cual la cimera capitán altivo,
Su corona de cuernos enramada.
Contempla el hondo valle, una respuesta
De la brisa a los hálitos demanda;
Y en cuanto entre las nieblas apercibe
Los sabuesos que guían a la jauría,
Traspasa el soto, en el espacio inmenso
Con decidida libertad se lanza,
Y de Uam-Var los páramos lejanos
Buscando va su voladora planta.


(Walter Scott)                


En las montañas de Caledonia el último Bardo cuya voz ha sonado en aquellos desiertos, me cantó los poemas de que se sirvió un héroe para consolar su vejez. Nos hallábamos sentados sobre cuatro piedras carcomidas por el musgo, a nuestros pies corría un torrente, pacía a cierta distancia un corzo entre los escombros de un castillo y el viento marino silbaba sobre los matorrales de Cona. Actualmente la religión cristiana hija también de las altas montañas ha clavado la cruz en la cima de los monumentos de los héroes de Morven y ha pulsado el harpa de David a orillas del mismo torrente donde gimió la de Osián. Tan pacífica como belicosas eran las divinidades de Selma, guía los ganados donde Fingal daba combates y ha poblado de ángeles de paz las mismas nubes que habitaban homicidas fantasmas.

La antigua y risueña Italia me ofreció sus innumerables obras maestras. ¡Con qué sagrado y poético horror cruzaba yo aquellos vastos edificios que el arte consagra a la religión! ¡Qué laberinto de columnas! ¡Qué serie de arcos y bóvedas! ¡Cuan bellos son los rumores que se oyen en derredor de las cúpulas, semejantes a los de las olas en el Océano, a los murmullos del viento en el bosque, a la voz de Dios en su templo! El arquitecto construye, por decirlo así, las ideas del poeta y les da formas accesibles a los sentidos.


(Chateaubriand)                







ArribaAbajoArtículo tercero


ArribaAbajoElocución poética

P. -¿Cuáles son las diferencias entre la dicción poética y la prosaica en el idioma castellano?

R. -Las más notables de estas diferencias o libertades poéticas pueden reducirse a las cinco clases siguientes:

I. Alteración de alguna palabra, ya (1) añadiendo una letra al fin (casi siempre es la e), ya (2) suprimiendo alguna al principio, (3) medio o (4) fin.

Ejemplos:


En su mano un gavilane


(Roman. Del Cid)                



Mira al halcón veloce y atrevido.


(Herrera)                



Cuando te falte en ella el pece raro


(Rioja)                



O entonces el amor de hora (ahora)


(2) (León)                



Cuando la ruga (arruga) enojosa


(Idem.)                


(3)


   Que vio desparecer (desaparecer) la blanca aurora


(Herrera)                



A sublimes espirtus (espíritus) noble aliento.


(Idem.)                


(4)


   El verde sauz (sauce) de Flerida es querido.


(Garcilaso)                


Así se usa frecuentemente (3) indino por indigno, afeto por afecto &c., y (4) do por donde, apena por apenas, mientra por mientras, &c.


II. Infracción de los preceptos de sintaxis, (1) suprimiendo o (2) alterando el artículo, o bien (3) separándose algún tanto del régimen usual de los verbos, o (4) los que es sumamente raro, faltando al régimen o concordancia de los nombres.

Ejemplos:

(1)


   Así rota la vela, abierto un lado
(un) Pobre bajel a naufragar camina.


(Jovellanos)                



Despeña airado en (el) Etna cavernoso.


(Herrera)                


(2)


    Traspasa de los montes el (la) altura.


(Garcilaso)                



Traspasa el (la) alta sierra.


(León)                



Y el (la) alegría escondida


(Balbuena)                


(3)


   Y no cansados
En (con) tu muerte, tu honor todo afearon.


(Herrera)                



   El alma que a (para) tu altura
Nació...


(León)                



Y en (con) píos e inocentes ejercicios
Santificas tu ocio


(Jovellanos)                



Una en medio (de) las aguas


(Meléndez)                



Y sus mármoles abre a (para) recibirme


(Moratín)                



Ese tu Salvador que (por quien) suspiramos.


(Carbajal)                


(4)


   Desnuda el pecho (con el pecho desnudo) anda ella.


(Góngora)                



Orilla el mar (a las orillas del mar) arrastrado


(Gil Polo)                


III. Arcaísmos o (1) palabras y (2) modos anticuados2.

Ejemplos:

(1)


    De la inmortal corona que le atiende (aguarda)


(Jovellanos)                


(2)


    ¿Contaros lo he? ¿Qué numen me arrebata?


(Idem.)                


IV. Latinismos, ya (1) tomando voces del idioma romano, ya (2) imitando su régimen, o (3) principalmente adoptando su hipérbaton o colocación inversa, que es una de las principales diferencias entre el lenguaje poético y prosaico castellano y sirve para marcar la importancia y graduación de las ideas.

Ejemplos:

imagen

P. -¿Qué debe advertirse con respecto a las licencias poéticas?

R. -Que usadas con discreción y parsimonia son no tan solo un recurso del versificador, sino que en ocasiones pueden dar cierta gala y sabor peregrino al lenguaje poético; pero muy raramente es lícito en esta materia desviarse del uso general, ni aun basta para adoptar esta o esotra licencia que se valga de ella una sola vez un autor acreditado, como puede verse en las siguientes muestras que los críticos condenan con harta justicia.

imagen

Como muestras de hipérbaton o transposición reprensible, o cuando menos sumamente atrevida pueden añadirse las siguientes de Moratín, en particular la primera.

imagen3

P. -¿En qué consiste el prosaísmo?

R. -(1) En modos de decir inanimados y faltos de rapidez, en la enumeración de circunstancias sin interés ni belleza, como también (2) en lo que descubre artificio gramatical, lógico u oratorio.

Ejemplos:

(1)


   El día diez y siete del corriente,
A cosa de las nueve o nueve y media
De la mañana, se juntaron todos
Los señores que estaban convidados &c.


(Versos burlescos de Moratín)                


(2)


   Esto ya por razón no va fundado
Ni le dan parte dello a mi juicio,
Que este discurso todo es ya perdido;
Mas es en tanto daño del sentido
Este dolor y este perjuïcio,
Que todo lo sensible atormentado
Del bien, si alguno tuvo, ya olvidado
Está de todo punto y solo siente
La furia y el rigor del mal presente.


(Garcilaso)                


P. -¿Cuáles son los extremos que debe conciliar el estilo poético?

R. -La sencillez y la nobleza.

P. -¿De qué nace la verdadera sencillez?

R. -De la sinceridad de estilo, es decir del empeño del escritor en no darle más aparato que el que absolutamente requiere la expresión de su pensamiento.

P. -¿Se evitará pues el ornato?

R. -Se usará a lo menos con extrema sobriedad el ornato que nada añade al pensamiento y que tan solo dice relación al lenguaje. Mas es de advertir que no son pocos los casos en que los llamados tropos y figuras no son meramente un modo de decir, sino más bien una nueva idea.

P. -¿Qué se entiende por epíteto?

R. -Aquellos adjetivos que se emplean no precisamente para calificar el sustantivo, sino para presentarlo con más viveza a la imaginación. Así cuando decimos frío mármol es un epíteto el frío, a diferencia de hombre bueno, negro o alto, donde estos últimos nombres son verdaderos adjetivos y no epítetos. -Estos cuando no se prodigan, cuando no son vagos ni comunes, ni lo que suele llamar ripio, (esto es un recurso del versificador para cumplir con la ley del metro), tales como fría aplicada a nieve, triste a invierno, blanco a mármol &c., sino que al contrario (1) son propios, nuevos y significativos, constituyen otros de los principales esmaltes del estilo poético o para hablar con más exactitud, son un medio apto para expresar pensamientos, y aun (2) se les atribuye la facultad de ennoblecer el sustantivo menos poético que acompañan.

(1)


   . . . . . . . . . . Su bifronte cima
Cubre el Vesubio en humo denso y llamas,
Turba el Averno sus calladas ondas &c.


(Moratín)                


Llamar a la cima del Vesubio bifronte es pintar su configuración, recordarlo a quien lo haya visto, y dar de él una idea a los que jamás hayan visitado la bahía de Nápoles; si a bifronte se sustituyese elevada nada se diría de la cima del volcán que no pudiese igualmente aplicarse a mil otras cimas y a mil objetos de distinta naturaleza.

(1)


   Este despedazado Anfiteatro
Impío honor de los Dioses, cuya afrenta


(2)


    Publica el amarillo jaramago.


(Rioja)                


P. -¿La claridad será sin duda uno de los principales distintivos de la sencillez?

R. -La claridad es un dote que rara vez falta a los escritos de los siglos verdaderamente poéticos e inspirados como tales dominados de algún afecto poderoso y ansiosos de imprimir el sello de este, visible y evidente, a las mínimas partes de sus obras: y aun puede asegurarse que en igualdad de circunstancias aquella composición será mayormente concebida en el centro del corazón del poeta y se referirá a sentimientos más naturales y profundamente ingénitos en el hombre, que más se preste a la inteligencia de gran número de personas de clase y educación distinta, que más universal efecto produzca. Pero cualidad tan preciosa y apetecible no debe confundirse con la verbosidad y amor de la glosa o paráfrasis, defecto capital en la mayor parte de los que han poetizado en los modernos idiomas, con las mil y mil vueltas dadas a un mismo concepto, con la malhadada abundancia e infeliz ingenio en decir muchas cosas y en no olvidar faz ni consecuencia alguna del asunto y del pensamiento, únicos que bastan a expresar los sentimientos del corazón y a trasladarlos en el del que lee o escucha. Por otra parte la claridad, según el dicho de una célebre escritora, es una cualidad relativa que depende del lector y del asunto. La claridad proviene no pocas veces de lo común y trillado de los pensamientos; de lo nuevo y profundo de los mismos, puede nacer una oscuridad también relativa, sin que esta sea jamás por sí sola un mérito, antes un defecto y no pequeño cuando lo cause la poca soltura o exactitud del giro gramatical. Y aquí es de notar con cuanto rigor deben por lo general proscribirse los neologismos, sobre todo en el idioma español, riquísimo, fecundo y sobremanera adecuado para expresar todo género de ideas.

P. -¿Se opondrá a la nobleza del estilo poético cuando conserve algún resquemo popular?

R. -Así sucede con (1) las frases vulgares o las que usa la multitud por descuido o incorrección; mas no deben desdeñarse (2) las que por razón del mismo sabor popular que dejan percibir, no son sino más ingenuas y significativas.

Ejemplos:

(1)


    Yace aquí
Quien fue su divisa (Aquel de quien fue la divisa)
Vencer o morir.


(Arriaza)                


(2)


   Duélete de sus hijos y su esposa
Años ausente, poca edad y hermosa.


(Lope de Vega)                



   De noble madre nací
En la corte de Moscovia
Que según fue desdichada
Debió de ser muy hermosa.


(Calderón)                


P. -¿Quedan que señalar algunos vicios de estilo que puedan dañar a la sencillez o a la nobleza?

R. -Los retruécanos o juegos del vocablo, que solo pueden tener lugar en estilo festivo y burlesco: las comparaciones, metáforas, alusiones y calificaciones tomadas de objetos realmente bajos o repugnantes, no de los que una falsa delicadeza califica de tales; los vocablos puramente técnicos &c.

P. -¿Cuáles son los autores que más han innovado en la dicción y el estilo de nuestra poesía?

R. -Juan de Mena, Garcilaso, Herrera, Góngora, Moratín, &c.

Dominador despótico el primero de un idioma aún no fijado se abrogó el derecho de acortar y alargar las palabras (como los provenzales e italianos habían ya acostumbrado en tiempos anteriores a los suyos), y no tuvo reparo en admitir dicciones y frases del idioma latino o de los modernos vulgares. Menos se atrevió Garcilaso, que como introductor de una métrica y de una poesía enteramente diversa de las de sus antecesores, tuvo ocasión y hasta cierto punto necesidad de revestirlas de nuevos modos y giros. Herrera a quien no cabía tanta libertad se empeñó en fabricar una elocución privativa de la poesía: inventó palabras, las compuso, sacó a plaza adjetivos ya olvidados, combinó nuevas frases y esquivó cuanto le pareció trivial y prosaico, con todo lo cual consiguió formarse un estilo noble, firme y preciso, pero más ocasionado a la pompa que a la verdadera poesía.

Vinieron luego los culteranos acaudillados por Góngora, y en lo que más atención les mereció, cual fue el estilo, se les ofreció ancho campo en que delirar a más y mejor, acumulando hipérboles exageradas, falsas flores, desatinadas metáforas, transposiciones violentas, frecuentes latinismos, cortes sentenciosos y equívocos y retruécanos. Los que antes de promediar el siglo pasado desterraron el mal gusto de los conceptistas no hicieron más en cuanto pudieron y supieron que dar nuevo curso a la elocución de nuestros antiguos clásicos; pero Moratín, hasta cierto punto Jovellanos, y mayormente el reciente y poco conocido autor de los Preludios de mi lira, no contentos con imitar a Horacio en los pensamientos y en la disposición, como León había hecho, adoptaron un idioma, que llamarse podría semi-latino, si bien majestuoso, rudo y poético, tal vez sobradamente sabio y estudiado, y que aunque enteramente propio y oportuno en el género que cultivaron, en los demás rayaría en afectado, especialmente hoy día cuando han vuelto a entrar en la jurisdicción poética varias frases y palabras reputadas antes por mal sonantes y prosaicas.

Si se hubiese de formar un lenguaje poético verdaderamente español a nuestras crónicas y libros ascéticos, a nuestros romances y comedias debería acudirse, para basarlo sobre el antiguo idioma, no precisamente desenterrando voces enmohecidas y desusadas, sino enriqueciendo nuestra actual sintaxis con los exquisitos giros y modismos radicales de la de los siglos XV, XVI y XVII.








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