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ArribaAbajoHistoria de las Guerras Civiles del Perú (1544-1548) y de otros sucesos de las Indias. Tomo III

Por Pedro Gutiérrez de Santa Clara


Madrid. 1905

(Capítulo XLIX: pág. 418 a 450; Cap. LVI: pág. 486 a 495; Cap. LVII: pág. 496 a 513; Cap. LXIV: pág. 554 a 576)

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ArribaAbajoCapítulo XLIX
En donde se cuenta del linaje de los Yngas y de dónde salieron, cuándo conquistaron las provincias del Perú, y qué quiere dezir Ynga en la lengua propia del Cuzco, que es la que se vssa y se habla en estas partes tan remotas


Bien tengo entendido que el benigno lector estará canssado de aver leydo tan por entero y particularmente los dessatinos y dessaffueros de Francisco de Caravajal el cruel, que paresce que no hemos tenido otro cuydado sino tan solamente contar sus crueldades y tiranías, con las cosas que hizo contra los servidores de su Real Magestad que tenían su real boz. Todo esto no se pudo hacer menos sino contar enteramente todo lo que passó en este tiempo en esta tierra entre los leales y rebeldes al Rey, porque de otra manera quedara nuestra obra manca y paresciera mal como el sayo cortado sin faldamentos y sin mangas. Por tanto el piadoso lector podrá perdonar con tan grande leyenda, que agora lo dexaremos por vn rato hasta que tornemos a encontrar con él, porque es el vno de los desta danza tragicomédica, por dezir y contar de dónde procedieron y salieron los primeros Yngas que fueron reyes y señores destas tan grandes y riquíssimas provincias. Quise poner esta narración en este lugar porque el lector se aparte vn poco del ruydo de las guerras más que civiles y de oyr tocar el atambor y el pífaro y las trompetas y el blasonar de las armas, porque el hombre que es pacífico y amador de la paz y quietud huye destas cosas y no le es agradable oyllas. Y por el contrario, los que tienen las ánimos ynquietos y llenos de sobervia y están hinchados de vna presumpsión, más querrán oyr tocar los atambores y píffaros que leer las calidades de las yervas y temples de las tierras que ay en el mundo; mas dexemos esto aparte, que pudiéramos alargar vn poco la mano, y comenzaremos nuestro cuento. Digo que desde el río que los indios naturales llamaron Pirú, hasta el estrecho que   —264→   descubrió Hernando Magallanes, tiene de largo por la costa de la mar del Sur, según los mareantes dizen, mill y doscientas y cincuenta leguas. Y passando el estrecho de Magallanes, yendo al Río de la Plata, que es en la mar del Norte, y contorneando por otras tierras hasta llegar a Sancta Martha y a Cartagena y de allí venir otra vez al río Pirú, por travessía de tierra tiene de ancho en partes mill leguas, y en partes menos, y boja en circuyto todas estas regiones quatro mill y seiscientas y cincuenta leguas de costa de la mar del Sur y del Norte. El primer hombre que tuvo noticia desta tierra del Pirú, según dizen, fue Francisco Bezerra, Capitán que fue del governador Pedro Arias Dávila el galán, y gran justador, natural de Segovia, que conquistó la gran provincia de Veragua. Otros dizen que fue el muy nombrado capitán Blasco Núñez de Balboa el que la descubrió muchos días antes, y que tuvo noticia de los indios de la mucha riqueza que avía en la tierra, de mucho oro, plata, esmeraldas y perlas con otras muchas cosas de gran valor; y este río Pirú, de donde se tomó denominación toda la tierra, está en dos grados de la equinocial hazia el Norte. De manera que este capitán Blasco Núñez de Balboa fue el primero que descubrió la mar del Sur, que fue en el año de 1525 a 21 días del mes de setiembre, en domingo, casi a medio día, el día de Sant Cleophe mártir, y este Balboa vino a Yndias con Antoño de Hojeda, natural de Cuenca, que fue Capitán de don Xpóval Colón, en el año de 1508, y después Francisco Bezerra fue el primero que navegó la mar del Sur por estas partes. Subiendo Vasco Núñez de Balaboa por una sierra muy alta con sesenta y siete compañeros, a los quales detuvo vn poco antes de subir bien a lo alto, él37 mismo se subió solo y se paró a mirar hazia la parte de Mediodía y vido las muy desseadas aguas del Occéano de la mar del Sur, el qual hincándose de rodillas en tierra y alzando los ojos al cielo dio muchas gracias a Nuestro Señor. Y luego llamando a todos sus compañeros los hizo subir y les mostró el mar Austral, de cuya vista se holgaron   —265→   en gran manera, por lo qual se hincaron de rodillas y dieron muchas gracias a Dios Nuestro Señor por tan grandes bienes y mercedes como les hazía. En quanto a lo que toca de los Yngas y señores que uvo en esta tierra ay muchas y diversas opiniones y variedades, y assí ay muchos cuentos y novelas fabulosas de dónde procedieron, porque unos yndios lo cuentan de vna manera, y otros de otra; mas yo me atengo a lo que dizen los muchos que desto hablaron verdaderamente. Quanto a lo primero digo que dizen los yndios muy viejos y antiguos y que la oyeron dezir a sus mayores y lo tienen oy día en sus memorias y cantares, que uvo seiscientos años primeros que no tuvieron reyes, sino vnos señoretes llamados curacas que los governavan cada vno en su provincia, y que después vinieron los Yngas que reynaron en todas estas provincias, que les turó más de seiscientos y cincuenta años. El primer señor yndio que comenzó a entrar por tierras agenas fue llamado Mango Ynga Zapalla, y este yndio dio principio a las guerras, el qual salió con gente armada de una grande ysla llamada Titicaca, la qual está en medio de vna laguna muy grande y bien honda en la gran provincia de Atun Collao. Este Mango Ynga Zapalla procuró de ser muy nombrado y aventajado señor más que todos los señoretes curacas que avía a la redonda de aquella laguna, por lo qual propuso, por consejo del demonio y de los hechizeros, de les ocupar la tierras por mill vías, modos y maneras que pudiesse, y ponellas debaxo de su señorío y mando. Y con esta determinación salió con mucha gente de la ysla en muchas balsas de cañas y madera seca y luego con halagos y amenazas atraxo para sí algunos curacas y señoretes, y los que no quisieron venir a su obediencia llamándolos, les dio mucha guerra hasta que los pusso debaxo de su dominio y mando. Después que se vido hecho señor desta gran provincia y que todos los curacas y principales yndios le servían como a señor natural, fundó vn pueblo nuevo que llamó Atuncollao, que quiere dezir el gran Collao. En este pueblo pusso su assiento y corte real porque no se le revelassen los yndios que avía conquistado, y después que los tenía ya pacíficos y   —266→   bien avassallados al cabo se cumplieron sus días y murió, según las gentes dixeron, de ciento y veinte años, aviendo governado la tierra setenta años en guerra y en paz. Este Ynga fue casado con vna Yndia llamada Mama Ocllo, hija de un curaca gran señor vasallo suyo, que era muy hermosa, aunque otros dizen que era su hermana, de la qual uvo vn hijo llamada Sinchiroca Ynga, con otros muchos que tuvo de sus mancebas. Destos hijos bastardos no tuvieron cuenta los yndios ni hizieron casso dellos, sino del heredero y de los que fueron valientes, y dizen deste Mango Zapalla Ynga no se qué boberías, que no tuvo padre ni madre, sino que nasció entre vnas peñas que están en la misma ysla y que el Dios su padre, que era el Sol, lo crió allí. Mango Ynga Zapalla, después que murió, quedó el govierno en su hijo Sinchiroca, el qual salió muy valiente y esforzado capitán, y tuvo después algunas guerras con ciertos curacas de los que su padre avía conquistado, que se le avían rebelado, por lo qual se hizo muy nombrado hasta que murió aviendo cinquenta años. Fue casado con vna mujer llamada Mama Coya, de la qual tuvo cinco hijos: el primero se llamó Llocuco Yupangue Ynga, y el segundo Cuxiguanan Chiri, y de los tres no supieron de sus nombres, porque no fueron valientes, y de sus mancebas tuvieran muchos. En lugar del diffunto comenzó a reinar Llocuco Yupangue Ynga, del qual dizen que no ganó ni conquistó pueblo alguno, sino fue sustentar lo ganado, porque fuy muy pacífico, aunque justiciero, y siendo de hedad de noventa años y no teniendo hijo heredero les paresció a sus vasallos que era ymposible tenello, ni menos virtud para engendrar. Y por tanto, vn criado suyo, hallándose muy pesante porque su Rey y señor natural no tenía hijo y oyendo que todos sus vasallos trataban dello, dizen que vn día tomó al Ynga en brazos y lo llevó adonde estava su muger, llamada Mama Caguapata, y engendró en ella vn hijo que se llamó Yndimayta Capac Ynga, y al cabo murió aviendo reynado sesenta años, siendo de hedad de ciento y veinte años. En el tiempo que Llocuco Yupangue reynava conquistó por sus capitanes algunos pueblos de la comarca, y que tuvieron   —267→   medio ganada la gran cibdad del Cuzco y que después la perdieron por descuydo que los suyos tuvieron y que el Ynga murió de pessar dello, como tenemos dicho. Sucedió luego su hijo en el reyno Yndimayta Capac Ynga, el qual salió muy valeroso y conquistó otros muchos pueblos. Los quales pusso debaxo de su vassallaje; después desto emprendió la guerra contra el curaca señor del Cuzco y como era valeroso se deffendió muy bien, y en esto murió ya viejo, aviendo governado la tierra sesenta y cinco años. Este Ynga tuvo de su muger Mamachianta vn hijo que se llamo Capac Yupangue Ynga, y dizen los yndios que tuvo otros hijos desta su muger, y muchíssimos de sus mancebas, de que no se acuerdan de los nombres dellos con la diuturnidad del tiempo, y porque también no eran valientes, porque si lo fueran los antiguos hizieran memoria dellos en sus cantares. Sucedió en el reyno Capac Yupangue Ynga, el qual dizen que fue para poco, pues no conquistó cosa alguna ni salió de la cibdad de Atuncollao y que ciertos pueblos que se le revelaron los apaciguó con los valerosos capitanes que avían sido de su padre. Fue casado con Mama Yndichiquia y della tuvo vn hijo que se llamó Ynga Roca Ynga, que quiere decir señor de las señores, y tuvo otros muchos hijos de diversas mancebas, de los quales no tuvieron memoria de sus nombres porque no hizieron cosas dignas de alabanza, y al cabo murió de hedad (de) ciento y catorce años aviendo governado sesenta y cinco años. Después de muerto este Ynca suscedió su hijo Ynga Roca Ynga, como su padre, que también fue para poco, que no hizo más de sustentar lo que sus antepasados avían ganado, aunque dizen dél que fue muy severo y justiciero y que por esto le tenían gran temor sus vasallos, por los capitanes y soldados que tenía puestos por guarniciones en diversas partes. Este Ynga fue casado con Mama Micoy, de la qual tuvo tres hijos llamados Guarguac Ynga Yupangui, Appomayta y Bilcaquiri, los quales fueron muy valientes, y de gran nombradía, y de sus mancebas muchos; murió aviendo reynado quarenta años y siendo de cient años. Muerto el Ynga, reynó su hijo Yaguarguac Ynga Yupangui, el qual siendo de hedad de tres meses   —268→   fue hurtado en vida de su padre y de ay a dos meses dizen que paresció en poder de vn curaca gran señor del pueblo de Jaxaguana, en donde se criava regaladamente por ser quien era. Assimismo affirman que en el tiempo que lo tuvieron hurtado le quissieron matar y porque lloró gotas de sangre lo dexaron, diciendo que era señal de alguna gran cosa y que primero querían ver el fin que avía de suceder adelante, y que por esto no le mataron, antes lo criaron muy bien. En este medio tiempo, vn tío que este ynfante tenía, llamado Guaylacanca, sabiendo donde estaba el príncipe su señor, como valiente y esforzado hombre fue al dicho pueblo en hábito de yndio pobre, y lo hurtó sin tener miedo del gran curaca ni de sus vasallos, y lo truxo a su reyno, en donde su padre y vasallos lo rescibieron muy bien. Aviendo crescido este Inga y tomando el Reyno y la possesión dél se mostró después por muy valiente y vellicoso, porque ganó y acrescentó a su reyno muchos pueblos, por lo cual tuvo gran reputación y conservó muy bien lo que sus mayores avían ganado, y de su muger Mamachiquia tuvo un hijo que se llamó Viracocha Ynga. También tuvo de esta muger otros hijos que se llamaron Apocama, Apomaroti, Yngamayta, Paguacynga, Gallimayca y Chimachauic, y déstos se acuerdan los yndios en sus cantares y memorias porque fueron valientes, y en fin, al fin reynó ochenta años. Suscedió Viracocha Ynga en el reyno, el qual salió muy valiente y guerrero y teniendo la tierra de paz, quatro curacas y señores se alzaron contra él de embidia y mala voluntad que le tuvieron, mas el Ynga fue contra ellos, a los quales venció valerosamente y les cortó las cabezas y los pueblos alzados se le vinieron a dar de paz. Este Ynga fue casado con Mama Yunto Cayan, de la qual tuvo hijos, los quales se llamaron Ynga Vrcon, Ynga Mayta, Cunayure, Chalicuro Yupangue, Capaz Yupangue, y el menor de todos se llamó Pachacoti Capac Yupangue, y como fueron valientes tuvieron los yndios memoria dellos. Turante el reynado de Viracocha Ynga se alzaron contra él dos hermanos llamados Guamán Guaraza y Aucos Guaraza y viniendo contra él desde la provincia de Andaguaylas, de donde   —269→   eran señores, que está treynta leguas del Cuzco, tomaron a Condesuyo y a Collasuyo, provincias muy grandes y bien ricas que estavan a devoción del Ynga. Sabido esto por Viracocha y queriendo yr contra ellos, no se atrevió a causa que era ya muy viejo y enfermo y porque venían muy pujantes de gente, y ninguno de sus hijos mayores quiso salir al campo, sino fue el menor de todos ellos que se llamava Pachacoti Capac Ynga Yupangue, el qual, como esforzado y animoso, salió con mucha gente contra los dos hermanos con el fabor que le dio vn tío suyo gran señor. Caminando con su exército encontró con los enemigos en el campo de Condesuyo, en donde se dio entre ellos vna brava y sanguinolenta batalla en donde Pachacoti Capac Ynga Yupangue venció y prendió a los dos hermanos Garazas con muerte de muchos de los suyos, y se hizo señor de los pueblos y del de Andagauylas, haziendo justicia de los hermanos, y pusso guarniciones en ellos, y con esto se bolvió a la cibdad. Sabiendo Viracocha Ynga que su hijo venía victorioso lo salió a rescebir con muchos de los principales yndios de la corte hasta vna legua, y de allí se vinieron38 a la cibdad y llegaron todos con mucho plazer y alegría, en donde fue rescebido con muchas fiestas y regocijos a la vzanza y modo que tenían los yndios. Donde a ciertos días mandó a todos sus vasallos lo rescibiessen por vniversal señor y soberano Rey de toda la tierra, lo qual se hizo con gran aplauso de todas las gentes y de consentimiento de sus hermanos, y dende a cierto tiempo murió el dicho Viracocha Ynga de edad de ciento y veinte años, aviendo reynado ochenta y cinco años. Siendo ya Rey y señor muy nombrado este Ynga Pachacoti Capac Yupangue, que quiere dezir buelta del mundo, hizo muchas y diversas cosas de memoria dignas y hordenó muchas y buenas leyes para en pro y vtilidad de sus vasallos, porque eran muchos, que habitavan en grandes provincias muy ricas de oro y plata. Hizo vna ley en que mandava a todos sus vasallos que sirviessen muy bien a los dioses de sus antepasados, con otras cosas que convenían   —270→   a las ceremonias y culto de sus ydolos, y otra ley contra los traydores y adúlteros, ladrones, vagamundos, y las penas que las justicias y sus mandones le avían de dar conforme a sus delictos. Mandó por ley que todos los yndios de cada provincia anduviessen señalados y por la señal que truxessen fuessen conoscidos, de manera que si parescían en la presencia del Ynga, por la señal que el yndio traya savía de qué provincia era, y por otra señal de que venía señalado en la ropa, por aquella entendía de qué millenario era y de qué centuria, que cierto fue cosa notable. Vnos trayan aros de palo como de cedazo, en las cabezas, muy encajados; otros, unas hondas rebueltas por las cabezas; otros andavan tresquilados. Y assí avía otras muchas señales con diversidades de colores, por las quales eran conoscidos. La magestad y grandeza destos Yngas39 fue muy grande, porque ninguno de sus vasallos de qualquier calidad, condisción y estado que fuesse, podía entrar donde él estuviesse sino descalzo. Y assí todos los grandes señores y principales yndios andavan en su presencia muy humildes y avasallados y ninguno dellos se assentava delante dél, porque no podía tener silla dentro de palacio si no le era concedido por especial priveligio y señalada merced. Haziendo todo esto con otras muchas y diversas cosas salió después de su tierra y fuesse a las agenas, las quales ganó con valeroso ánimo y gran esfuerzo, y estando en el campo salió contra él el gran curaca del Cuzco, y entre ellos se dio vna brava y sanguinolenta batalla donde murieron muchos yndios de vna parte y de la otra, y al fin salió el Ynga con la victoria. Quando el gran curaca se vido vencido se fue a su cibdad del Cuzco y no perdiendo punto de ánimo comenzó de ajuntar mucha gente con fabor y ayuda de muchos amigos suyos que eran señores de muchos pueblos, para yr contra el Ynga, ca le seguían muchos por la gran reputación que avía ganado en toda la tierra y le tenían por hijo del dios Sol y el se jactava dello. Venidos estos dos famosos capitanes al encuentro se dio entre ellos la batalla en los llanos de   —271→   Quispicanche, que fue azaz bien reñida y sangrienta de entrambas partes, que al cabo uvo de vencer al Ynga aunque salió mal herido, y el gran curaca se fue huyendo. Como los del Ynga uvieron la victoria, algunos dellos siguieron el alcance, en donde mataron a muchos yndios a porrazos y el gran curaca escapó a vña de su pie y los que quedaron con el Ynga lo tomaron y lo llevaron en unas andas, como él solía andar, al pueblo de Vrcus, que está siete leguas del Cuzco. Estando en este pueblo murió dende a pocos días de las heridas que le dieron en la batalla y del gran pessar que tomó de se ver herido, por lo cual rescibieron los pocos que lo sabían grandíssimo dolor y lástima, aviendo bivido ochenta años y reynado cincuenta y cinco años con gran loor y fama de sus grandezas y hazañas. Túvose (en) grandíssimo secreto su muerte, por ley hordenada desde los primeros Yngas en que se mandava que muerto el Ynga fuesse metido en los aposentos más secretos y apartados que uviesse en palacio y que no fuesse visitado sino de sus mugeres y de los médicos que le curavan, y con esta constitución no le vissitava nadie, ni sabían de cómo estava el Ynga. Estos médicos entravan en la cámara desde el día que el Ynga caya en la cama y de allí no salían del apossento hasta que se levantava o se moría, y guardávasse en esto tan gran secreto en lo tocante a la salud del Rey, que ninguno de los de fuera sabía si estaba mejor o peor. Y después que el Rey era ya muerto, la primera ceremonia que se hazía en este ministerio era tener los médicos y las mujeres del Ynga muy secreta su muerte por tiempo y espacio de vn mes y viendo los capitanes del Ynga quán valiente y animoso avía sido y quán guerreador se avía mostrado y de las leyes que avía hecho, tuvieron creydo muy de veras ser hijo del Sol, porque él mismo lo avía dicho muchas vezes a sus capitanes. Y que el Dios su padre le avía descubierto muchos y grandes secretos de naturaleza y que lo embiava a conquistar todas aquellas tierras porque en todas ellas no uviesse sino vn señor que los governasse y mandasse. De manera que como murió, los médicos y las mugeres del Ynga lo tomaron secretamente aquella noche y amarrándole   —272→   muy bien el cuerpo con mantas ricas y cuerdas de lana fina lo hecharon en el ojo de agua o lagunilla de Vrcos, que está a tiro de piedra de palacio adonde bivía, con mucha riqueza de oro y plata. Dende a ciertos días, passado el dicho mes, los capitanes y la demás gente que no sabían el secreto, como lo fuessen a visitar preguntaron a los médicos por el Ynga, respondieron que no sabían dél, porque aquella noche se avía desaparescido dellos y que el dios Sol su padre se lo avía llevado assí bivo como estava, porque se hallava vn poco mejor. Creyendo todos sus vasallos esta novela, luego lo deificaron y lo pussieron en el número de sus dioses haziéndole grandes ritos y cerimonias a su moda y usanza; y este Ynga fue casado con Mama Anauarque Micay, de la qual tuvo cinco hijos: el primero se llamó Topa Ynga Yupangue, Amaro Topa, Capac Guayri, Sinchiroca (y) Guayllipa; y sin éstos tuvo otros muchos hijos de sus mancebas, que como bastardos no hicieron caso dellos. Antes que passemos adelante es de saber que este nombre Ynga es de gran alteza entre estos yndios del Perú, que quiere dezir soberano señor o Rey soberano, que hasta entonces no se llamavan los señores del Cuzco, ni de los demás pueblos fiestas provincias, sino curacas, que quiere dezir tan solamente señor, y assí son llamados el día de oy los señores de los pueblos. Assí como el primero que ganó la cibdad del Cuzco y las demás tierras, como adelante diremos, se llamava Ynga, mandó a los demás que le suscediessen de ay adelante en el ymperio se llamasen Yngas, y assí lo tienen el día de hoy en costumbre, como los Césares en la ynclita cibdad de Roma y los Tholomeos en Egipto, y a los capitanes y soldados que tenían, que eran muchíssimos, mandó que todos se llamasen Yngas, como es dezir cesarianos.



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ArribaAbajoCapítulo L
En donde se prosigue y cuenta de linaje y prosapia de los Yngas, reyes y señores que fueron destas amplíssimas y riquíssimas provincias del Perú, y se relatan las cosas que mandaron hazer en todas estas tierras


Después de muerto el muy nombrado y valeroso rey Pachacoti Capac Ynga tomó la possesión del Ymperio Topa Ynga Yupangue, el qual salió asaz muy valeroso en las armas y grandíssimo guerrero porque se avía criado en la disciplina militar, y supo tanto y más que su padre y assí hizo muchas guerras y dio grandes batallas a muchos curacas y señores yndios de diversos pueblos. La primera que entreprendió, dexando las otras que tenía que hazer, fue yr contra el gran curaca del Cuzco para lo matar en venganza de las heridas que dieron a su padre, y adereszadas sus cosas y la gente de guerra que avía de llevar fue contra él, con el qual tuvo grandes refriegas y batallas por muchos días, que los unos ni los otros no se podían vencer. En este comedio que las guerras turavan, que andavan muy encendidas y travadas, el Inga edifficó vna cibdad muy cerca del Cuzco en vna ladera junto a vn arroyo de agua, la cual nombró Annan Cuzco, que quiere dezir el barrio de arriba del Cuzco, para desde allí dar cruel guerra a su mortal enemigo. Estando en esa nueva cibdad el Ynga hizo tanto en armas contra el gran curaca que venciéndolo en la batalla se lo truxeron presso y maniatado, al qual el propio lo mató con sus manos con vn porrazo que le dio en el cogote y en la cabeza y lo mandó sacrificar a sus falsos dioses por el ánima de su padre, haziéndolo quemar. Y después de hechas estas cosas entró en la gran cibdad del Cuzco a fuerza de armas, y a pesar de sus enemigos y apoderándose della hizo muchos sacrificios a sus falsos ydolos, con muchas y diabólicas supersticiones. Assí como se apoderó de la cibdad luego hizo perdón general, por lo qual muchos curacas, capitanes, soldados y   —274→   principales yndios le vinieron hazer la «mucha», que es la devida reverencia y acatamiento que se hace a los Yngas con zahumerios de cosas olorosas, a los quales rescibió muy bien y les habló con buen semblante, que todos tuvieron por bien de le tener por universal señor y Rey natural. Después de passadas estas cosas, conquistó muchas tierras, que llegó hasta la provincia de Arequipa, que cae en la costa de la mar, y hasta las Charcas, que ay en ellas grandes provincias, que desde el Cuzco hasta allá ay ciento y veinte leguas tiradas, en donde hizo grandes y diversas cosas en armas. Haziendo estas guerras ajuntó de todos sus vasallos todo quanto oro y plata tenían y les mandó que de ay adelante le tributassen muchos de aquellos metales y que los buscassen en sus tierras, pues los avía en sus pueblos, todo lo qual se hizo como lo mandó. Y assí en pocos días le dieron gran summa de oro y plata y en texuelos y en tinajas, en cantaros, jarros, cubiletes, y otras vasijas de diversas maneras, todo lo qual fue de oro fino y pocas de plata, todo lo qual mandó guardar por mostrar en ello su grandeza y magestad. Mando assimismo que todos los yndios descendientes de los primeros yndios soldados que salieron de la ysla de Titicaca, y todos los que al presente andavan con él en las guerras y los que después anduviessen con sus descendientes, se llamasse(n) de ay adelante Yngas, como es dezir cesarianos. También mandó a los soldados que todos anduviessen tresquilados y se agujerassen las puntas baxeras de las orejas, porque fuessen conocidos y porque en las batallas se señalassen más que los otros que no eran yngas, porque déstos avía muchos en su exército. Dioles grandes y muchos privilegios y libertades quando los nombró Yngas, y los armó cavalleros para que gozassen de muchas franquezas y excempciones, como adelante diremos, y de la manera y como se armavan caballeros y se hazían hijosdalgo exemptos. Yten, les mandó que no sembrassen, ni se cargassen, ni tributassen cosa alguna, sino que como caballeros francos y libres le sirviessen tan solamente en la guerra, y el que le salía traydor le matavan cruelmente y le llamavan Zupay, que quiere dezir diablo. En todos los pueblos   —275→   que conquistó pusso en ellos mucha gente de guarnición y sus lugaresthenientes y governadores, que fueron de los más sabios y valientes Yngas que eran de su linaje, y en fin, al fin vino a ser muy famoso y nombrado en toda la tierra, y los que estavan muy lejos de su reyno le temían y aún le desseavan servir. Éste fue el primer Ynga que comenzó a hazer la fortaleza del Cuzco, aunque otros viejos dizen que Pachacoti Capac Ynga la comenzó a edifficar quando tuvo las competencias con el gran curaca del Cuzco, y que no la pudiendo acabar la dexó, y que después este Topa Ynga Yupangue la añadió mucha parte, desde donde dava mucha guerra al gran curaca. Assimismo dividió la cibdad en dos barrios grandes; el uno y el más principal llamó Annan Cuzco, que quiere dezir el barrio de arriba del Cuzco, y el otro se llamó Hurin Cuzco, que significa el barrio de abaxo. Hecho esto repartió el barrio de arriba en cinco partes: al primero y más principal llamó Ayllo Cappa, que quiere dezir el barrio del linage del Ynga; el segundo se llamó Yña Cappañaca; la tercera Cuccopanaca; la quarta Yllipanaca, y la quinta Cumapanaca, y a cada uno destos barrios señaló número de gente para que como vezinos perpetuos estuviessen en él. Del primer barrio hizo Capitán y señor a vn hijo que tenía que le avía de susceder en el reyno; el segundo y el tercero señaló para sus descendientes por línea transversal; el quarto a su abuelo y descendientes; el quinto a su visabuelo. El otro barrio segundo, que era la otra parte de la cibdad de abaxo, repartió en otras cinco partes: a la primera llamó Uzcamayta, y désta hizo Capitán a los descendientes del segundo hijo del primer Ynga que reynasse después dél; la segunda nombró Appomayta, de la qual constituyó por Capitán al hijo segundo del segundo Ynga. Y por esta orden mandó que en el tercero, quarto y quinto barrio suscediessen en la administración los segundos hijos del tercero, quarto y quinto Ynga, aunque después no cresció este Ymperio por la entrada que hizieron los españoles en la tierra. Assimismo este Ynga pusso el pueblo, que estava confusso y sin orden, a ciertos officios, distribuyendo la gente en ciertos lugares y hórdenes que fuessen   —276→   como coffradías y compañías de tales officios, que guando fuesse menester se congregassen también por horden en lugares señalados; de manera que fue hecha esta distribución confforme a las artes y officios que sabían. Hordenó que otros fuessen plateros de oro y de plata y de otros officios mecánicos, y otros que fuessen maestros de officios de olleros y de otros officios de diversas maneras que eran necesarios en el pueblo para la substentación de la vida de los hombres. A los soldados yndios pusso en tales lugares y tribus para que estuviessen prestos y puestos a punto para quando fuessen llamados, con las ynsignias y las armas con las quales havían de pelear, que eran offensivas y deffenssivas, que eran rodelas, armas de algodón, hondas, lanzas, y mazas con cachiporras con otras vissarmas. Dizen los yndios más viejos y antiguos que esta hordenación y repartimiento y divissión hizo Pachacoti Capac Ynga Yupangue, aunque otros dan el loor al Topa Ynga Yupangue de quien vamos tratando; hizo hazer los dos caminos tan sobervios que ay en esta tierra, como adelante diremos, y dio horden cómo por estos caminos uviesse chasquis, que son las postas que corren los yndios a pie para saver con brevedad lo que passava en todos sus señoríos y fuera dellos. Mandó edifficar los Templos que uvo en estas partes, que fueron muy sumptuosos, y de grandes edifficios para sus falsifficados dioses; en especial se hicieron tres muy sobervios en los pueblos del Cuzco, Pachacama y Caxamalca, porque señoreavan hasta la provincia de Manta. El templo que avía en el Cuzco tenía ocho cámaras grandes y quadradas, en las paredes de las quales, por dedentro y por defuera, tenía en los zaquizamíes muchas hojas de oro fino con muchas esmeraldas y otras piedras de gran valor entre ellas, que fue cosa maravillosa de ver la multitud dellas, las quales estavan fixadas y puestas en el oro en sus encages y assientos. Para el servicio del dios Sol mandó poner en las cámaras muchas donzellas muy hermosas que todas estavan dedicadas a él y ninguna salía del templo, y si alguna déstas remanescía preñada la dexavan parir y a la criatura sacrificavan al Sol y a ella enterravan biva por el sacrilegio que avía   —277→   cometido. De tal manera estavan estas monjas encerradas en estos monesterios, de donde jamás salían, y en muriéndose alguna dellas, ponían otra donzella en su lugar y avía de ser hija de algún principal Ynga o de algún gran curaca, que de las demás no hazían casso dellas. Las monjas que morían en los templos las enterraban en algunos cerros y quando la(s) yvan a enterrar yvan los sacerdotes y todo el pueblo al entierro, como cosa dedicada al dios Sol, y la llevavan en vnas andas los yndios más principales que avía. Capavan y cortavan las narices y labrios a los yndios que servían en estos templos y los matavan cruelmente si alguno dellos tenía deshonesta conversación con ellas, a los quales colgavan de los pies dándoles humo a las narices con axí seco hasta que muría raviando. Y después de muerto lo descolgavan y hazían pedazos y los quartos hechavan al campo como cosa maldita y descomulgada, y a la monja enterravan biva, y si algún pariente dellas llorava hazían dél lo mismo, y assí callavan todos. Estas monjas hilavan y texían mucha ropa de lana y de algodón con ilo de oro fino, y todo era para el servicio de sus falsos dioses, y assí hazían otras muchas cosas maravillosas de labores porque no estuviesen ociosas. Este Ynga fue el que enseñó a hablar a los yndios con el demonio, aunque ya de muy atrás lo vssavan, y dizen que éste le añadió y perfficionó en muchas cosas, el qual se les aparecía muy terrible y feo de catadura, y assí le pintan ellos. A los templos llamó guacas, en donde cada día le sacrifficavan muchos niños y esclavos tomados en las guerras, y les offrescían mucho oro y plata y mantas muy ricas de muchas labores de oro, haziendo muchas supersticiones péssimas, malas y horrendas, como adelante diremos. De manera que este Ynga fue muy gran hechizero y a la continua estava en los templos hablando con los demonios y por estas cosas dezían sus vasallos que era hombre sancto y muy amigo de los dioses, y con esto vino a morir siendo de hedad de ochenta años, aviendo gobernado cinquenta años. Estuvo casado con Mama Ocllo, que quiere dezir doña Ojo, de la qual tuvo quatro hijos llamados Guayna Cappa, Topa Ynga, Ancitopa Ynga, y   —278→   Anquitopa, y de sus mancebas tuvo muchos; según dizen fueron más de ciento y cinquenta y por ser tantos no se ponen los nombres dellos. Después de muerto Topa Ynga Yupangue quedó por vniversal señor del ymperio su hijo Guayna Capa Ynga, el qual salió muy valeroso y grandíssimo guerrero y como animoso Capitán conquistó muchas tierras en las sierras de los Andes y las metió debaxo de su ymperio y señorío. Ganó por sus capitanes parte de las tierras de la riquíssima provincia de Chile, que caen hazia el estrecho de Magallanes, que ay seiscientas leguas, poco más o menos, desde la cibdad de los Reyes, que es en Lima. Fue casado en el Cuzco con Mama Coya Pilico Vaco, hija de vn gran curaca señor de Vrcos, de la qual no tuvo hijo ninguno, y teniendo muchas mancebas uvo en ellas muchos y según fama fueron más que los de su padre y el mayor dellos se llamo Guáscar Ynga, que fue muy querido y amado de su madre, y éste heredó parte del ymperio. Los otros se llamaron Mango Ynga Zapalla, Paulo Ynga, Cuanca Auqui, Tito Antaychi, Yngil Topa, con otra infinidad dellos que sería gran prolixidad poner aquí todos sus nombres, porque vnos fueron valientes hombres y otros no; aunque eran hijos del Ynga no hizieron casso dellos. Desde aquí se fue a la gran provincia de Quito, que lo llevaron en hombros en vnas andas muy ricas, el qual llegado allá con mucha gente armada ganó por su persona aquel reyno, que era entonces muy grande y rico, y mató en el campo al Rey en vna batalla que le dio y después se casó con la Reyna viuda, que era moza y muy hermosa, y uvo en ella vn hijo llamado Atagualpa, que quiere dezir «gallo fuerte». Los otros hijos que tuvo en Quito de sus mancebas se llamaron Quillisca, Chauqui, Villaoma, Poma Caqui, Yllescas y Calicuchima. Estuvo en Quito desta hecha mucho tiempo hasta que acabó de conquistar todas las tierras y provincias de Guancabillica, Maricabarica, Ruparupa, Cayan, Pasto y los Cañares, con otras que son agora de los adelantados Sebastián de Benalcázar y de Pasqual de Andagoya, con más las que están junto a la marina. Dexó todas estas tierras que conquistó por acá abaxo, en paz y en quietud, y por herencia a   —279→   su hijo Atagualpa, y le dio la borla y señal de los reyes desta tierra, nombrándole por Ynga y vniversal señor de todas las tierras y provincias que por allí avía ganado. Muerta la Reyna de Quito, el Ynga se bolvió a la cibdad del Cuzco, cabeza de su ymperio, con gran triumpho y reputación, y los principales yndios de su corte lo llevaron en hombros en vna litera muy rica de oro y de esmeraldas muy finas que estavan encaradas en el oro y en la madera de las andas. Cuando entró en la cibdad le salió a rescebir vna legua de allí Guáscar Ynga, su hijo, con todos los yngas, curacas y principales yndios, porque éste avía quedado por Governador della, en donde bivió lo más del tiempo de su vida y acabó de hazer la fortaleza del Cuzco que sus passados avían comenzado. En el entretanto que este Ynga Atagualpa estuvo en sossiego engrandesció mucho más los templos del Sol, especialmente el templo del Cuzco, en donde hizo vn vergel de muchas y diversas plantas y de arboledas y de yervas que todo era de oro fino y plata, que parescían verdaderas plantas y cosas nascidas en la misma tierra del vergel. Assimismo avía en este vergel muchos pedazos de oro que parescían propiamente trozos y rajas de leña seca para quemar, y avía carneros, venados, patos, animales salvajes y domésticos de diversos géneros, todo al propio y sacado al natural, hechos de vaziadizo de oro fino con sus esmaltes. Las cañas de los mahizales y las hojas y mazorcas que estavan a manera de sembrados, era de otro y plata, con otras muchas cosas que avía de oro, y uvo pieza de oro en el dicho vergel que pesó vn quintal. Avía fuentes de agua con sus cañas y canales que el agua caya en vn lago donde avía muchos pescados, y aves en los árboles de toda ralea, y hombres que socavan agua del lago con cántaros, todo lo qual era de oro vaziadizo, porque estos yndios del Perú eran muy buenos plateros y grandes lapidarios, que fue tenido este lago o estanque (por) vna de las grandezas y maravillosas cosas del mundo. El Sol que estos yndios adoravan estava fixado en vna tabla y la tabla estava encarada en vna pared de vna cámara de las ocho cámaras que dicho tenemos; estava enfrente de vna puerta que era alta, la figura del   —280→   qual tenía el rostro del hombre, con sus rayos, como lo pintan los nuestros el día de oy, y estava tan bruñido y de tal manera puesto que en saliendo el sol verdadero lava los rayos en el fingido, que echava de sí gran resplandor. Como los yndios vían esto tenían entendido que era de suyo propio, y cada mañana que hazía buen sol yvan a le hazer la devida reverencia y adorarle postrados por el suelo, y al entrar por la puerta, aunque pocas vezes entravan, se descalzavan y se lavavan los pies, y allí le offrescían mucha coca, que es planta muy presciada, y otras cosas olorosas. Especialmente los sacerdotes que yvan allí a guayar y a hazer muchas supersticiones ante este dios Sol, el qual era tan grande como vna buena rodela y de canto y gordor de vn dedo, como ciertos españoles dixeron que lo vieron y tentaron, que estava todo llano sin relieve ninguno. Por estas cosas que Guayna Cappa mandava hazer y por los grandes dones muy ricos que offrescía al dios Sol y a los demás templos, y por la mucha cantidad y suma de oro que tenía, fue llamado Guayna Cappa, que quiere decir «mancebo rico»; mas al fin vino a morir de edad de sesenta y cinco años, aviendo governado la tierra quarenta años. Su entierro fue con mucha y grandíssima pampa y magestad en el templo del dios Sol su padre, y por mandado de Guáscar Ynga, que quedó por heredero de todo lo que40 por acá arriba se contenía, los sacerdotes lo deificaron y lo contaron por dios poniéndolo entre sus falsos dioses y se le hizo templo de por sí y se le pussieron en él nuevos sacerdotes. Todas las cosas que Topa Ynga y Guayna Cappa su hijo hizieron y hordenaron en esta tierra para el culto de sus falsos dioses, muchos de los antiguos dizen que ya estavan hechas y hordenadas muchos días avía y que Pachacoti Capac Ynga Yupangue las hizo y hordenó. Mas empero los dos Yngas que reynaron después dél las perfficionaron mucho más, añadiendo leyes sobre leyes con muchas supersticiones péssimas y terribles de gran terror y espanto, y mandó que todas y cada vna dellas   —281→   se cumpliessen como en ellas se contenía, so pena de muerte y de sacrílegos y traydores a los dioses y a los Yngas, y assí se guardaron.




ArribaAbajoCapítulo LI
En donde se cuentan y relatan las diferencias y debates que los hermanos Yngas Guáscar y Atagualpa tuvieron sobre la sucessión y herencia del reyno de Quito, hasta que llegó el marqués don Francisco Pizarro con los suyos a estas provincias


Después de muerto Guayna Cappa Ynga, como he dicho, suscedió en el ymperio su hijo Guáscar Ynga, que quiere decir «soga de oro», que su padre antes que muriesse le avía dado la ynsignia real y borla y le avía alzado por Rey con mucha solennidad, y aviendo siete años que era muerto Guayna Cappa comenzó a tener grandes competencias y debates con su hermano Atagualpa Ynga que ya era Rey de la cibdad de Quito. La causa y razón que uvo (para) estos debates y grandes renzillas en donde uvo muchos rencuentros, fue sobre la herencia y propiedad de aquellas provincias del reyno de Quito que Atagualpa como propietario y verdadero señor posseyera en paz y con quietud. El Guáscar dezía que el reyno de Quito y todo lo demás de aquellas provincias que se contenían allá abaxo eran suyas y le pertenescían de derecho, lo vno por las aver conquistado su padre y metídolas debaxo el ymperio del Cuzco, encorporándolo todo en vno como lo avían hecho los Yngas sus antepassados. Y lo otro, le competía la herencia de todo por ser, como era, hermano mayor y vniversal señor de todas las tierras del Perú, y que Guayna Cappa Ynga no las   —282→   pudo desmembrar ni dividir por ser en perjuicio de tercero. Y que por tanto le rogava mucho le restituyesse el reyno de Quito en paz, pues eran hermanos, y que él le daría tierras muy buenas, en que biviesse muy a su plazer y contento con muchos vasallos, y no consintiesse que por estas cosas uviesse entre ellos algunos debates y renzillas. A esto respondió el Atagualpa diziendo que dado casso que Guayna Cappa era su padre y uviesse conquistado el reyno de Quito, que también era su padre, y que no hazía al casso ser él el mayor hermano, porque Guayna Cappa, padre de entrambos, antes que muriesse le avía dexado en vida por herencia el reyno y todas las provincias de Quito, que como señor vniversal que no tenía a quien dar cuenta lo pudo hazer de derecho. No obstante esto, que si él posseya el reyno de Quito lo avía heredado de la Reyna su madre, que derechamente era suyo y avía sido señora de todo ello y como verdadera propietaria se le avía dexado a la hora de su muerte como a legítimo hijo, y no natural, como él lo era; y que si renzillas y debates quisiesse tener con él, que no le huyría la cara, antes lo yría a buscar al Cuzco. De manera que entre los dos hermanos se comenzó de aver grandes réplicas y razones sobre la herencia, que no las quissieron poner en manos de los sacerdotes ni de otros yndios muy principales y parientes suyos que entendían bien la cosa, para los componer, y assí se pusso todo en armas y quien más pudiesse se llevase el reyno de Quito. Luego se comenzó con esto a encender vna brava y mortal guerra, porque no abastaron las razones y alegaciones que uvo entre los dos, antes dende41 algunos días el Guáscar Ynga embió dos capitanes muy famosos y parientes suyos con mucha gente contra su hermano. Quando el Atagualpa Ynga lo supo les salió al encuentro con mucha gente armada y topándose los vnos y los otros en los llanos de Tomebamba uvieron allí vna muy reñida y sanguinolenta batalla, en donde, según dizen, murieron más de veinte mil yndios de vna parte a otra. En esta batalla   —283→   fue preso Atagualpa Ynga que vino en persona a ella, y lo metieron en vna cámara poniéndole mucha gente de guarda para lo llevar o embiar al Ynga su hermano, y como los suyos se vieran sin el Rey, ni avía quien lo rigiesse, se fueron huyendo a muchas y diversas partes. Venida que fue la noche se huyó de la prisión en que estaba por vn agujero que hizo en la pared, que era de tapias, con vna barreta de plata que le dio vna vieja que le sirvía, y se fue a su reyno de Quito por caminos escondidos y no sabidos de todos, a pie y descalzo y con gran trabaxo. Los capitanes de Guáscar, queriendo otro día de mañana embiar al Atagualpa a su hermano y entrando en la casa, no le hallaron, porque la vieja les dixo que el dios Sol, su padre, lo avía sacado de donde estaba, y ellos quedaron pasmados, y assí se bolvieron al Cuzco, que no se atrevieron yr a Quito. Quando el Atagualpa Ynga llegó a Quito fue de los suyos muy bien rescebido porque ya le tenían llorado por muerto, y ellos, como buenos soldados y vasallos, querían vengar su muerte e yr en busca de los enemigos, creyendo que todavía estavan en el pueblo de Tomebamba y que de allí no se avían ydo al Cuzco. El Ynga les agradesció mucho lo que querían hazer y él les dio a entender que el dios su padre le avía librado y sacado por vn agujero pequeño en figura de culebra, y que le avía dicho que hiziesse y diesse mucha guerra a su hermano y fuesse luego contra él, porque él lo vencería y después sería Ynga y señor de toda la tierra. Pues dende algunos días el Ynga Atagualpa ajuntó cinquenta mil yndios de guerra y pússose en camino para la ciudad del Cuzco con propósito de prender y matar a su hermano Guáscar Ynga y a todos sus capitanes y tomalles el ymperio a fuerza de armas, como el dios Sol su padre se lo avía dicho en la prisión que avía tenido. Y llegando al pueblo de Tomebamba mandó a la gente de guerra que destruyessen el pueblo y matassen a todos quantos avía en él, no perdonando al chico ni al grande, porque los yndios de allí estavan a devoción del Guáscar Ynga y porque avía sido allí vencido y preso, lo qual se hizo prestamente como si los desdichados tuvieran alguna culpa. De aquí passó adelante   —284→   conquistando todos los pueblos que estavan por el Ynga su hermano, hasta que allegó al pueblo de Caxamalca, que se le dio de paz, y por ser el pueblo muy fértil y de muchos bastimentos assentó en él con todo su campo, y porque estava allí un templo muy sumptuosso y principal, de los tres que avía en toda la tierra. Desde aquí embió este Ynga contra su hermano quatro capitanes muy famosos, llamados Yllescas, Villaoma, Quizquiz y Calicuchima, con quarenta mil hombres de guerra, y dexó para la guarda de su persona diez mil soldados de los más principales y animosos que tenía en su campo. Yendo estos quatro capitanes para el Cuzco encontraron en el camino con el dicho Guáscar, el qual se avía apartado fuera del camino real, que venía cazando con algunos capitanes y soldados, que la42 demás gente yba por el camino real, al qual prendieron y los demás que venían con él, porque venían bien descuydados deste mal suceso. Después de preso vinieron los capitanes a soltalle, mas no pudieron porque lo tenían muy cercado los capitanes y soldados con protestación que si los otros arremetiessen lo matarían luego, y assí lo dexaron y se fueron al Cuzco y a otras partes sin hazer muestra de querer libertar a su señor y Rey natural. Los prendedores, como vencedores fueron tras los que se yvan huyendo y passaron adelante a toda furia, los quales yvan conquistando todos los pueblos que estavan a devoción del Guáscar Ynga hasta que llegaron a la ciudad del Cuzco, la qual tomaron a fuerza de armas y se quedaron en ella apoderados en nombre de su señor. Estando los quatro capitanes en esta ciudad mataron con gran crueldad muchos yndios principales, muchachos y niños de teta, y buscaron todos los hijos y parientes más cercanos que el Guáscar allí tenía, a los quales mataron y ahorcaron cruelmente con las mugeres que dixeron estar preñadas dél. Vna muger del Ynga, llamada Mama Barcay, cuando sintió estas aceleradas y crueles muertes pusso gran diligencia en escaparse con vna hija muy hermosa que tenía del Guáscar,   —285→   llamada Mama Coya Cuxi Barcay, y se fue a esconder a los valles de los Andes, que son unas sierras muy ásperas y fragosas y de mucha nieve. Hechas estas cosas con otras muchas y aviendo puesto todo aquel ymperio debaxo del dominio y mando del Atagualpa Ynga, se bolvieron los tres capitanes hazia el pueblo de Caxamalca, donde estava el otro Ynga, llevando preso y en buena guarda al Ynga Guáscar. El quarto capitán se quedó en la ciudad en guarda della con diez mill yndios de guerra, valientes hombres, de manera que tardaron estos quatro capitanes en yr al Cuzco y en venir de allá y en las guerras que en aquellas provincias tuvieron, más de seis meses. En este medio tiempo que turavan estas guerras civiles entre los dos hermanos tan riquíssimos señores, entró en la tierra el marqués don Francisco Pizarro con los demás conquistadores y prendieron al Atagualpa Ynga en el pueblo de Caxamalca y le desbarataron con toda la gente que tenía en la batalla que le dieron, como adelante diremos. Parésceme que será muy bien que digamos quién fue aquel afortunado hombre que ganó estas riquíssimas provincias del Perú, porque aviendo adquirido tanta reputación y ganado tanta honrra, no será razón que le quitemos su gloria y alabanza, sino que salgan a luz. Y es bien que se tenga noticia de las victorias que alcanzó en esta tierra, que será vna leyenda bien apacible para los lectores, aunque salgamos vn poco fuera de nuestro camino que después tornaremos a él, pues que es toda vna misma obra, que va encadenada43 de vn eslabón en otro.



  —286→  
ArribaAbajoCapítulo LVI
De como estos yndios del Perú tuvieron dos dioses muy nombrados, y de las grandes supersticiones que los Yngas tenían hablando con el demonio, y de los templos que avía en estas provincias, y de los ritos y cerimonias que ussavan en sus sacrifficios


En toda esta tierra, tamaña como es, que los Yngas señores avían, y todos los yndios que en ella habitavan, adoravan dos dioses, que el vno se dezía Cons y el otro Pachacama, como a dioses principales, y por accesores tenían al Sol y a la Luna (diciendo) que eran marido y muger y que éstos eran multiplicadores de toda la tierra; bien es verdad que Cons y Pachacama hazían estas operaciones, mas que no los vían, y a estos dos sí, cada día y cada noche. Y assí quando el sol se eclipsava lloravan todos y gritavan guayando como judíos, y luego le offrescían mucha sangre de niños, creyendo que por el eclipse les avía de venir algún mal y daño, diziendo que el sol estava enojado contra ellos y que no quería darles más de su luz y resplandor. Quando la luna se eclipsava, también lloravan y gritavan con muestras muy grandes de tristeza, y hazían muchas hogueras de fuego en donde quiera que se hallavan y allí echavan mucha sal y cocal, que es la yerva preciada y hazíanlo a manera de sacrificio, diziéndole que no estuviesse enojada, que ellos la sirvirían muy bien y a su marido el dios Sol. Assimismo tenían estos yndios por diosa a la tierra, y quando juravan, la tocavan con los quatro dedos de la mano derecha, y luego alzavan la mano44 en alto al sol, o a la luna, diziendo: jullol annan pacha ynde, o anan pacha quilla; y assí dezían lo que querían proponer en su dicho; Pacha llaman al Sol, hazedor de todas las cosas; ynde es el sol; quilla es la luna; anna es cosa alta; de manera que quiere decir: Juramento hago al sol, o al   —287→   hazedor de la gran tierra y de la luna, que passa esto y esto. Los yndios de la provincia de Manta, que es el Puerto Viejo, tuvieron por diosa a vna esmeralda de grandor de vn huevo de ánsar, la qual los españoles llamaron la huérfana, porque no avía otra piedra como ella en toda la tierra. El capitán Juan de Olmos, encomendero del pueblo de Manta, hizo mucho por averla y dio bravos tormentos a los yndios para que se la diesen, y nunca jamás la quissieron dar, porque dixeron que si la davan y la tocavan los xpianos, que luego se hundiría toda la tierra y que morirían todos, y que assí lo avía dicho el dios Sol, y a esta causa no la davan, antes se dexavan matar. Dizen los yndios muy antigos, que lo oyeron dezir de sus antepassados y lo dexaron por memoria, que a cabo de muchos años y tiempo se avían de morir el sol y la luna y las estrellas, y que en perdiéndose estas lumbreras se avía de acabar luego todo el mundo, mas que primero y ante todas cosas precedería grandíssima seca. Los templos que avía en estas partes de sus falsos dioses eran muy grandes y sumptuosos y bien ricos, porque todo el servicio de estos ydolos era de oro fino, porque dezían que aquello no pertenescía a los hombres terrenales, sino al Ynga, como supremo señor, y a los dioses del alto cielo. Ofrescían también al sol y a la luna muchas frutas, pan, vino de la tierra45, que se haze de mahíz mascado y de vna yerba que llaman quinua, que paresce mucho al bledo, y de vna fruta colorada, tamaña como garbanzos, que son como razimos de uvas, que hecha vn árbol alto y grande y bien gordo, llamado molli. Los ydolos que avía en estos templos eran de oro y de plata, de madera, de masa de mahíz y de barro, y avía tantos dioses como de oficios; no quiero dezir de nombres, porque cada vno adorava lo que se le antojava. De manera que avía muchos ydolos particulares, como los dioses Penates, mas los principales ydolos eran Pachacama, el Sol y la Luna, que estavan hechos de oro vaciadizo, ecepto la Tierra, que estava hecha de   —288→   barro. Dentro destos templos avía muchas figuras pintadas, con báculos en las manos y mitras en las cabezas, como obispos; dizen los yndios que lo oyeron dezir de sus mayores, y aquellos de sus antepassados, que ciertos hombres como aquellas figuras avían venido de tierras estrañas y avían señoreado toda esta tierra mucho antes que los Yngas viniessen. Y que después se subieron al cielo, aviéndoles primero enseñado buena doctrina y policía, y que esta doctrina se perdió con la diuturnidad del tiempo, y que a esta causa los tenían y reverenciavan por dioses; y assí los tenían en sus memorias y cantares que comenzava(n), naupa, que quiere dezir en el tiempo antiguo y passado. El gran sacerdote de los ydolos le llamaban Villahoma, al qual todos los sacerdotes y legos le acatavan grandemente, y todos ellos se vestían de blanco y andavan muy poco entre las gentes; no se casavan y ayunavan dos vezes en el año, especialmente quanda avían de sembrar o segar, o coger oro, o hazer guerra, o hablar con el demonio, y algunos dellos se quebravan los ojos para hablar con él. Usavan los sacerdotes mayores y menores de traer sandalias muy ricas, y es la sandalia propiamente aquel calzado que vemos en las pinturas antiguas, que no tienen más de vna suela, y por encima del pie, por el empeyne, se prendían con cordones delicados. Entravan generalmente todos los yndios en los templos, descalzos, y de bruzas, haziendo la devida mocha, que es la reverencia que se hazía a sus dioses y a los Yngas, y hablavan a los ydolos en lenguaje que ellos mismos no entendían, diziendo en boz alta y baxa vna plática muy larga y escora, que comenzaba prorrupe, etc. A los dioses que tenían no los tocavan con las manos sino con unas touajas muy blancas, y enterravan muchas vezes dentro de los templos las ofrendas que los yndios davan, assí de oro y plata como de otras cosas muy estimadas entre ellos. Sacrifficavan hombres y mugeres, niños y muchachos, animales bravos y mansos, como lo hazían los antiguos romanos, y muchas vezes sacrificavan a sus propios hijos, y esto hazían quando avía grandes terremotos, y pestilencias o señales espantosas en el cielo o en la tierra. Miravan y catavan   —289→   los corazones de los hombres y animales que sacrificavan, porque eran muy grandes agoreros y supersticioneros; gritavan reziamente quando llamavan a sus ydolos, a los quales vntavan las bocas, las ojos y las narizes con sangre humana porque los dioses les diessen fabor contra sus enemigos quando fuessen a la guerra. Los yndios de las provincias del Collao tuvieron vna mala costumbre del demonio, y hasta en nuestros tiempos la usaron, y era que quando Viracocha Ynga, octavo Rey del Cuzco, mando a todos los curacas y principales yndios que en cada vn año hiziessen en su memoria ciertos sacrificios al dios Sol, su padre, porque rogassen al dios Pachacama le perdonasse los males que avía hecho en este mundo contra su deidad, les46 mandó que después de hechos estos sacrificios al Sol hiziessen otros a las furias ynfernales, con ciertas cerimonias muy crueles y horribles, porque no le llevassen al ynfierno; y al demonio llaman Zupay. Algunos años paresce que hizieron estos sacrifficios, mas con la diuturnidad del tiempo se olvidaron de lo hazer, mas después no faltava quien les truxesse a la memoria lo que eran obligados de hazer por el Ynga Viracocha. Por tanto, luego hazían gran llamamiento de todos los yndios (e) yndias, y la junta era en vn pueblo el más principal que avía, y allí todos juntos baylavan y cantavan tan sólo aquel día, con mucho plazer y alegría, rogando a los diosses tuviessen por bien de perdonar al Ynga Viracocha y llevallo al cielo. Y luego al otro día por la mañana hazían todos vna gran borrachera con muchos sacrifficios malos y horrendos, ynvocando al demonio porque no llevase al Ynga a su región tartárea, el qual dizen se les aparecía muy feroz y horrible y hablavan con él, y delante dél cantavan y baylavan, haziendo cosas péssimas y descomulgadas. Pedían perdón en esta borrachera al Ynga, en aver dexado por olvido los sacrifficios que tan encarecidamente les avía encomendado, y que no estuviesse enojado y que ellos pondrían de ay adelante por la obra los sacrifficios divinales   —290→   y los ynfernales. Para aver de embiar algún mensajero al Viracocha a que le fuesse a dezir al cielo, o por mejor al ynfierno, como ya ellos ponían por la obra lo que les dexó mandado, ofrecíanse luego dos o tres yndios borrachos, los que eran más entendidos entre ellos, de yr con la embaxada, y que le dirían muy humilldemente las causas y razones por que avían dexado (de) hazer su mandado. Viendo los yndios principales de como aquéllos querían yr, hechavan los ojos en el más fuerte y bien razonado, al qual hablavan con muchas caricias y dulces palabras diziéndole que fuesse en hora buena y los desculpasse con el Ynga y lo mejor que pudiesse, y de la manera que lo hazían yr era en esta forma. Quanto a lo primero, le hazían vestir muy ricamente vnas ropas muy blancas de algodón, y le ponían muchas axorcas, brazaletes, anillos, zarcillos, collares, calzado, y vna guirnalda en la cabeza, que todo era de oro fino, porque fuesse assí más honrrado como buen embaxador. Puestas estas cosas le hazían estar en pie, y quatro yndios de los más rezios que avía tomavan las cabos de vn morrillo de tres brazas en largo y de gordor de la pantorrilla, y poníanselo debaxo de la barba, muy apegado al gaznate, que él mismo se hechaba sobre él. Y venía luego vn yndio de grandes fuerzas, el qual traya vna buena cachiporra de enzina y cobre, para dalle tras el cogote, y antes de le dar le dezían todos el gran descanso que avía de tener en la otra vida, y de cómo avía de comer y bever espléndidamente con el Ynga, y de las mozas que avía de gozar, y que teniendo allá esta vida no ternía desseo de bolver más acá. Estándole diziendo estas cosas y otras, le davan con gran fuerza vn terrible golpe en la cabeza, que lo derribavan redondo en el suelo, y luego le segundavan con otro, que lo acabavan de matar, y assí yva a cenar con el demonio. Después, los yndios tomavan el cuerpo y lo llevavan al templo de sus ydolos, y assí vestido lo enterravan, y en la sepultura hechavan muchas joyas de oro y plata y mantas muy ricas, y ollas de plata llenas de vino de mahíz, y mucha comida, porque dezían que avía un gran despoblado en el camino, sin comida ni bevida. Destos yndios que assí enterravan vide sacar   —291→   la ossamenta de dos dellos en el Gran Callao, que estavan ricamente vestidos, aunque la ropa estava ya podrida, y la plata cassi gastada y abollada, y el oro muy fino, aunque en los cantos paresce que estava algo gastado. El vn yndio déstos sacó de la sepultura don Martín de Guzmán, en el pueblo de Chocuito, y el otro sacó Francisco de Villacastín, en el pueblo de Puño, y tomaron la riqueza que hallaron, dando primero los quintos y derechos a los oficiales que pertenescían al Rey. Cuentan los yndios muy viejos que agora ay, que lo oyeron de sus passados, que el primer dios que uvo en la tierra fue llamado Cons, el qual formó el cielo, sol, la luna, estrellas y la tierra, con todos los animales y lo demás que ay en ella, que fue tan solamente con el pensamiento y con su resuello, y que passando por estas tierras, que eran todas despobladas, hizo y crió todas las cosas que se veen y parescen en ellas, y que formó con su resuello todos los yndios y los animales terrestres y aves celestes y muchos árboles y plantas de diversas maneras. Y que después desto se fue a la mar y que anduvo a pie enjuto sobre ella, y sobre los ríos, y que crió todos los peces que ay, con sola su palabra, y que hizo otras cosas maravillosas, y que después se fue desta tierra y se subió al cielo. Dezían más estos yndios que dende a mucho tiempo y a muchos años y siglos vino a la tierra vn otro dios más poderoso que Cons, llamado Pachacama, que quiere dezir Hacedor del mundo o reformador, y que destruyó con fuego y agua todo lo hecho y criado por el dios Cons, y que los yndios que avía los convirtió en simios y monas y los embió a bivir a los Andes y a los valles que ay por allí. En estos valles ay tanta cantidad dellos que es cosa estraña, que los vnos parescen frayles dominicos, con los hábitos negros y las caras blancas, y los otros con hábitos pardos y las caras negras, que parescen frayles negros del señor Sant Francisco; son grandes de vn codo, poco más o menos, y son muy bravos. Y que después de destruydas estas tierras, dizen los yndios que el dios Pachacama, como47 más poderoso en todas   —292→   las cosas y por otra parte misericordioso, las tornó a reformar y a mundificar, y que crió de nuevo otros yndios y muchas yndias bien hermosas, quales las ay por aquí, assí en la serranía como en los llanos. A los vnos hizo poblar la serranía, que estava fresca por la aver regado la anundación del diluvio, y a los otros mandó poblar los llanos de la marina, en unos valles de mucha agua que viene de la sierra y haze muy linda frescura con la mucha arboleda que tiene. Salidos fuera destos valles, es la tierra toda de grandes arenales que a las vezes se mudan de vna parte a otra, que no ay en ellos tan sólo vn árbol, porque lo quemó todo el fuego, y que la ceniza se tornó después en arena, y que después de hechas estas cosas, con otras muchas, dizen que (Pachacama) se tornó al cielo. De manera que estos yndios tuvieron por mayores y prominentes en superlativo grado a estos dos dioses Cons y Pachacama, porque fueron más poderosos que el Sol, ni la luna, ni la tierra; mas que idos estos dioses quedaron estos tres por dioses, pues los veen cada día, porque acrecientan, multiplican y clarifican lo que los otros hizieron y formaron. Esto me paresce que basta dezir en quanto a lo que toca a las supersticiones tan péssimas y tan malas que vsavan estos yndios en aquel tiempo tan feroz y de tanta ceguera en que el demonio los tenía engañados en muchas y diversas cosas de gran maldad y abominación de la sobervia. Mas, en fin, al fin todo uvo fin con la venida de los xpianos, y si se uviesse de contar todo por entero lo que ay en estas partes se hiziera vn gran volumen dello, y no de las guerras que uvo en estas provincias y reynos del Perú; y dexando todo, trataremos agora del temple y calidad de la tierra.



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ArribaAbajoCapítulo LVII
En donde se cuentan las calidades y temples de las tierras y provincias destos reynos del Perú, y de la cordillera de vnas sierras que ay en estas partes, y de muchas cosas incógnitas y maravillosas que avía en todas ellas


Los primeros y antiguos conquistadores que ganaron estas tierras del Perú las nombraron y llamaron, lo que ay desde el río Pirú hasta la governación del Chile, la Nueva Castilla, a differencia de la Nueva España, en donde se incluyen las cibdades, villas y lugares que agora de nuevo se han poblado por los españoles. Primeramente, los pueblos que ay junto a la marina son éstos: Sanctiago del Guayaquil, que está en tres grados. Puerto Viejo, que es en Manta, que por allí passa, o junto a él, la línea equinocial; Sant Miguel, en Piura, está en cinco grados. Truxillo, en Chimo, está en nueve grados; la cibdad de Los Reyes, en Lima, está en doze grados. La cibdad de Arequipa está en treze grados y medio. Cassi todos estos lugares están apartados a dos o tres leguas de la marina, y quando mucho están a ocho leguas, en donde biven muchos españoles muy ricos y hazendados con muchas grangerías, que están tan arraygados, como si uvieron nascido en la tierra. Los pueblos que se contienen en la serranía, como es dezir la tierra adentro, son los siguientes: la villa de San Francisco, en Quito, está en dos grados; la villa de la Zarza, está en ocho grados; la villa de los Bracamoros, está en diez grados; la cibdad de León en Guanuco, está en onze grados. Y passando más adelante digo que Sant Juan de la Frontera, en Guamanga, está en treze grados. La cibdad de Toledo, en el Cuzco, está en quinze grados. La cibdad de Nuestra Señora de la Paz, en Chuquiabo, está en diez y nueve grados. La villa de la Plata, en las Charcas, está en veinte grados. Pues todas estas tierras y provincias se dividen en tres cordilleras o caminos, que son: los llanos, que están por la costa de la mar, y la serranía que   —294→   llaman menor, y los Andes, que son vnas sierras bien ásperas y confragosas y de muy grandes pizarrales, y como son altíssimas, están cassi todo el año muy blancas de la nieve que tienen sobre sí. Y porque mejor se entienda todo esto será bien dezir lo que se contiene en cada cordillera, y será la primera la serranía menor, porque es habitable, y después diremos de las otras cordilleras y lo que en cada vna de ellas ay. Quanto a lo primero, es de saber que la serranía menor es vna cordillera de sierras y montes que en algunas partes son muy altas, y en otras por la mayor parte son llanas y de buen andar, y corren estas sierras más de tres mill leguas, como abaxo diremos. Según los pilotos y mareantes lo dizen, que lo han cartaboneado y andado por mar y por tierra, todas estas sierras no se apartan de la mar del Sur, quando mucho, veinte leguas; por aquí llueve mucho en sus tiempos y son los temporales como en España, y en otras partes desta serranía nieva mucho en sus tiempos, como es en Pariacaca y en otras partes, y por eso haze muy grandíssimos fríos, que se admarean los hombres que passan por aquí, o se mueren de frío si no ay quien los socorra. Los yndios que biven entre este frío y la calor que procede de los llanos están en templada tierra, mas empero son por la mayor parte ciegos; o tueros de nuve, y assí por maravilla verán, quando se juntan dos o tres yndios desta serranía, que no hay entre ellos vn ojo bueno, y dizen que lo causa cierta constelación o estrella que predomina por aquí. Andan los yndios desta serranía rebozados, a dos fines; lo vno, por no cegar el que no está ciego, y lo otro, porque no les vean vnos rabillos de carne que tienen en el colodrillo, que lo tienen por afrenta si se los veen el que no los tiene. Por ser tan fría esta serranía no tienen ningún género de árboles, sino en mucha cantidad de céspedes y matorrales pequeños, y zumuzos, que quando se queman huele vn poco a encienso de Castilla. Ay vna cierta mohosidad que se cría encima de las peñas, que paresce vna poca de tierra, de la qual se haze muy excelente fuego quando está bien seco, que arde muy gentilmente como si fuera de carbón de enzina o de roble. Por aquí ay dos   —295→   géneros de pacos, que propiamente son carneros y ovejas desta tierra; la lana dellos es muy grosera; sirve de hazer mantas groseras y frezadas, y para colchones y paños de corte de los baladís que agora se hazen por acá. Y la otra lana es muy fina, de la qual se hazen las mantas y los vestidos muy ricos para los grandes señores, y desta lana muy fina se hazía la borla que trayan los Yngas por ynsignia real, que otra persona de qualquier estado y condisción que fuera no la podía traer en la frente, so pena que yncurría en crimen «lessa majestatis», y agora la traen los curacas después que los Yngas murieron. Otro sí, ay otros géneros de carneros, que a los vnos llaman guanacos, que son como venados berrendos y corren muchíssimo y andan por los despoblados a grandes manadas. El otro género llaman urcos, que son los carneros que se comen, y se traen a las cibdades a vender cantidad dellos y se pesan en las carnecerías para todos, y es muy buena carne y sabrosa de comer, que son estos carneros tamaños como asnos sardescos y son muy gordos. El otro género se dizen llamas; son muy grandes, los quales cargan como a cavallos o mulas que andan en las recuas, y ay grandíssimos rebaños dellos, que los yndios los crían, y son ellos muy mansos y comen gentilmente mahíz y andan enxaquimados como bestias asnales o mulares. De todos estos cinco géneros de carneros son48 muy buenos de comer, y el sebo dellos paresce manteca de puerco más que sebo de carnero, porque no empalaga, que con ello se guisa de comer y con ello se hazen pasteles y buñuelos y otros manjares de buen comer. Estos carneros y toda su generosidad no tienen hiel, como las palomas, o como los elephantes, según que Aristótiles lo refiere en su libro catorce De animalibus, y Pedro Mexía, coronista de Su Majestad, dice en sus Coloquios que el asno no tiene hiel y que por eso es muy manso y rezio, que sufre mucho la carga que le hechan. La manera de como se cazan los carneros bravos y silvestres que andan por los campos y despoblados, es en esta forma:   —296→   ajúntanse muchos yndios de todos los pueblos comarcanos y traen vnas cuerdas o lazos, de largor de braza y media y de gordor del dedo miñique, hechas de nervios de animales y de pita. A los cabos destas cuerdas tienen vnas pelotillas de oro, o de plata, o de cobre, muy bien encaxadas en ellas, que les hazen vnos agujeros por medio, y tomando del vn cabo de la pelota, rodeando la otra por encima de la cabeza, hondeando al tiempo que la quieren tirar, y como son muchos los yndios, van a los dichos montes y despoblados dando grandes bozes y alaridos que espantan a los carneros. Y como van puestos en paradas, cada vno por su parte, se van ajuntando poco a poco a vn cabo donde ay algún llano desembarazado; allí los yndios, desque veen junto el ganado desembrazan las cuerdas y las tiran reziamente y enlazan los carneros por los pescuezos, que los tienen muy largos, como cigüeñas, y queriendo huyr no pueden, porque están assidos de las cuerdas dos o tres dellos. Y desta manera los toman y cazan y luego los atan con otras cuerdas o jaquimas que traen de respecto, y los yndios les escupen en los ojos, porque si esto no hazen, ellos escupen a los yndios con lo que tienen en el buche, y assí los llevan a sus casas, y los amansan como cavallos para cargallos. También ay por aquí muchos leones pardos, tigres, osos, lobos, puercos monteses, adives muy grandes, liebres, conejos, zorras tan grandes como adives, venados pardos y berrendos, con otra ynfinidad de animales. Ay en esta cordillera, en diversas partes, vnos valles hondos, en donde haze grandíssima calor, como en la marina, que también se cría aquí la coca, con que tratan y contratan los españoles y los yndios con ella, que es la moneda que corre por estas partes, como los almendrones o cacao en la Nueva España. Ay en estas partes vna yerva que paresce propiamente al apio, que tiene la flor amarilla, que sana toda llaga podrida, y si se pone en parte sana come la carne hasta el hueso, de que se haze vno llaga muy grande. De manera que esta yerva es buena para lo malo y malíssima para lo que está sano, y aun dizen muchos que esta yerva es muy buena para sanar las almorranas quando están de fuera. Los yndios   —297→   desta serranía por el gran frío que haze a sus tiempos vsan todos de vnas ropas de lana y algodón, con unas camisetas sin mangas que les llega(n) hasta las rodillas, a manera de costales, y no traen calzones, y cobíjanse con vnas mantas sin atallas, sino que hechan la vna punta al lado izquierdo, como capa. Y traen en las cabezas vnas hondas ceñidas y largas, y son de grandes fuerzas y bien fornidos, y todos biven en buena policía y en razón, que no es poco entre yndios. Las mugeres destos yndios andan galanamente vestidas a su vsanza con ropas de algodón o de lana fina, hasta los pies, las quales se ciñen con unas fajas de tres dedos de ancho y de diez varas en largo. Traen vnas cubijas que se ponen sobre los hombros, que llaman líquidas, que les da hasta las corbas, y las traen prendidas en los pechos con unos alfileres de aro o de plata o de cobre, que llaman «topo», en esta figura <. Estos vestidos vsan en toda esta serranía, y son ellas, por la mayor parte, grandes trabajadoras, y ayudan mucho a sus maridos en sus labranzas y en las guerras quando peleavan. En algunos pueblos destos tenían de costumbre las mugeres labrar los campos, heredades y mahizales que tenían, y cargarse, y ellos se quedavan en sus casas texiendo, hilando y haziendo de comer para sus mugeres para quando viniessen de trabajar y de fuera. Las casas que tienen son de adobes y de piedra, y algunas dellas son de azotea, y en algunas partes las cubren galanamente con mucha paja que terná de gordor de vna braza, que tura más de cinquenta años, a lo que dizen los yndios. Estas sierras tan nombradas, según se afirma por muchos mareantes, dizen que comienzan desde la Nueva Galicia de la Nueva España, hasta dar en Guatimala, y allí se tuercen y van a dar a Panamá y al Nombre de Dios, atravesando por en medio destos dos pueblos marítimos, en donde se haze vna abra por donde passan de vn lugar a otro. Passan aún más adelante estas sierras y atraviessan por las tierras de la governación de Pasqual de Andagoya y por la Gorgona y por las Barbacoas, y corren por el adelantamiento de Sebastián de Benalcázar y atraviesan por los reynos del Perú, que van a dar a la governación de Chile,   —298→   y de allí van a dar hasta el estrecho de Magallanes. De manera que tura su correndilla por muchas provincias y regiones, que es cosa de considerar que serán más de tres mil y doscientas leguas, que la mayor parte dellas están pobladas de yndios ferozes y de guerra que, plaziendo a Dios, yrán los xpianos a visitallos.




ArribaAbajoCapítulo LVIII
En donde se da noticia de los muy grandes ríos que salen destas provincias y regiones del Perú, que van a dar a la mar del Norte, y cuenta quiénes fueron los que descubrieron por aquellas partes, y de la yerva escorzonela que ay


Destas sierras arriba contadas y de las sierras de los Andes, como abaxo diremos, nascen los muy nombrados y poderosos ríos que van a parar a la mar del Norte, que son el río del Darien, el río de Veragua, el río de Cartagena, que descubrió el capitán Alonso de Hojeda, que está en diez grados de la línea equinocial. Más adelante está vn río muy grande, y luego el de Sancta Martha, que descubrió Rodrigo de la Bastida, en el año de mill y quinientos y veinte y quatro años, que está en onze grados de la línea equinocial. Yendo más adelante está otro río muy grande y poderoso que está hazia el poniente, y por aqueste subió el licenciado Xpóbal Ximénez, y después de aver atravesado por las tierras y señorío del gran curaca Bogotá, que era vn yndio muy avisado, passó adelante con los suyos hasta que llegó al cerro de las Esmeraldas, que es vn cerro alto, raso y pelado. El curaca y señor deste cerro se llamava Somodoco, el qual, haziendo pazes con los xpianos se fue de buena gana con   —299→   ellos al dicho cerro y comenzando a cavar en la mina sacaron más de mill y ochocientas esmeraldas grandes y chicas, y muy finas y enteras. Éstas son las que se vieron y se contaron, mas empero uvo muchas hurtadas y avn tragadas por los soldados y escondidas por los yndios de servicio, porque no se las tomasse el capitán Ximénez, que fue esta riqueza vna de las admirables grandezas que a avido en el mundo hasta este tiempo. En esta tierra de Sancta Martha ay vna yerva muy ponzoñoza y pestilincial que llaman la manzanilla, y con el zumo della vntan los yndios las flechas quando van a pelear con sus enemigos, y por pequeña herida que haga la flecha en los hombres, y aun en los animales, los despacha con muerte rabiosa; y esta manzanilla es a manera de vna enzina grande. También se halla aquí la contrayerva, que a ley de creo, es la hipérbaton que halló Alexandro Magno, Rey de Macedonia, con la qual curó a su grande amigo y capitán Tholomeo, que en Cataluña, a lo que dizen, se llama escuerzonela, aunque otros la llaman rosa silvestre, y los latinos la llaman «cinorrodon». La traza y manera desta yerva, o planta, según la refiere el doctor Monardes, es muy linda y hermosa a la vista de todos los que la miran, y la naturaleza la pintó muy galana, como cosa que avía de aprovechar a todo el género humano. Es de altura de vn codo, poco más o menos; tiene la hoja a manera de achicoria cuando está muy adulta, algo más ancha que angosta; es trepada y gruesa, que se esparce y se estiende por el suelo, como se a visto. Assimismo es luenga y aguzada al cabo, y tiene vn nervio que se sigue desde su nascimiento hasta la punta, y su colores verde claro; hecha muchos tallos redondos, delgados, duros y lignosos, en lo alto dellos hecha unos capullos luengos, nerviosos y redondos, con vnas puntas como dientes, que tiran algo a los capullos de las clavellinas. En el mes de mayo salen destos capullos vnas flores muy apretadas, de muchas hojitas, las quales, abiertas del todo, se haze vna flor grande y redonda, y aquellas hojas se hazen como rayos del sol, o como tornasol, que es de muy linda y graciosa vista. En fin del mes de junio se le caen las hojas, y los capullos   —300→   se tornan redondos y hechan de sí muchas aristas muy en redondo, que parescen muy bien, y en el otoño, en los vasitos que quedan, está la simiente, y pasada la simiente se caen las hojas de la punta. La rayz de ella es a manera de zanahoria, carnosa y pesada; acaba en punta y vasse engrosando hazia las hojas, y tiene la corteza delgada, pegada a la misma raya, de color pardo o ceniciento, que tira a negro, algo áspero. Cortada o quebrada hecha de sí vna aguosidad pegajosa como leche; es toda blanca por de dentro y pingüe y dulce, y nasce por la mayor parte en lugares montuosos que tienen humidad, y su complissión es caliente y húmida en el primer grado, de manera que tiene otras muchas virtudes. Tornando a nuestra obra digo que nasce por aquí el río muy nombrado que llaman de la Plata, que atrás hize minción dél, con otros muchos y bien nombrados ríos que todos se ajuntan muy lexos de aquí y van a parar a la mar del Norte, como otras queda dicho. En este Río de la Plata sembró Sebastián Gaboto cinquenta y dos granos de trigo en el mes de setiembre, y cogió cinquenmill granos en trigo por el mes de diziembre. Assimismo nasce en estas partes el río muy nombrado que descubrió Vicente Yañes Pinzón en el año de mill y quinientos y quarenta y dos, llamándolo el Marañón, el qual nace junto a la cibdad de Quito, en el pueblo de Moyobamba, que dizen ser el mayor río que ay en entrambos mundos, y en él ay muchas yslas pobladas. El qual tiene su corriente cassi siempre por debaxo de (la) línea equinocial, como afirman muchos que lo an visto y andado, que corre más de mill y quinientas leguas, y assí dizen que tiene de boca en la entrada de la mar cinquenta leguas de ancho. Pero por las grandes bueltas que va dando por la tierra se ha de entender que no corre tantas leguas, que por camino derecho serán no más de sietecientas leguas, poco más o menos, que con todo es de grande admiración, si es assí como se cuenta49 y por esto le llaman algunos el mar dulce. Otros dizen   —301→   que éste es otro río que descubrió Francisco de Orellana, el nombre del qual se le puso en el año pasado50 de 1543 quando fue con Gonzalo Pizarro a la conquista de la Canela. Cresce la marea51 por aqueste río arriba más de cien leguas, y el52 desembocadero dél está en tres grados de la línea equinocial y entra el agua del río por la mar más de veinte leguas sin rebolverse con el agua salada. Quando Gonzalo Pizarro fue por tierra desde Quito a esta conquista, abaxando por él mucho, riberas de aqueste río, vido los secretos dél, el qual, yendo por sus jornadas contadas llegó a vn pueblo llamado Zumadoco; en esta provincia ay mucha canela, aunque no buena ni fuerte. El árbol es muy grande y tiene la hoja como de laurel y unos capullos como bellotas de alcornoque, y la corteza, hojas, tallos, rayzes y la fruta tienen el olor y sabor de canela, aunque no tiene tanta fuerza y virtud como la que se trae de España. Yendo Gonzalo Pizarro más adelante con doscientos y veinte hombres y con ciento y cinquenta cavallos y con quatro mill yndios amigos y tres mill ovejas y puercos, llegaron al pueblo de Quixos, en donde le salieron muchos yndios de guerra, y arremetiendo a ellos desaparecieron. Estando en este lugar tembló la tierra terriblemente y se hundieron más de sesenta casas y se abrió la tierra por muchas partes y uvo tantos truenos y relámpagos y rayos y cayó tanta agua que tuvieron rezelo de anegarse allí, y assí quedaron todos maravillados; los españoles passaron más aún adelante del dicho pueblo más de cinquenta leguas, siempre el río abaxo, (y) llegaron a vn terrible y espantoso salto que haze este poderoso río por vna canal hecha en peña biva, que terná más de cien estados de hondura, y (es) la canal que llaman Pongo, que quiere dezir puerta; es ancha de quarenta pies por donde se cuela el agua. Y el salto que haze el río hasta abaxo, al parescer de todos los que lo vieron, dizen que terná más de ciento   —302→   y cinquenta estados, que cierto es cosa maravillosa, que en todo el mundo no avrá otro tal salto de río como éste. Gonzalo Pizarro y los suyos passaron de la otra vanda deste río por vna puente de madera que hizieron sobre la espantosa canal, porque los yndios naturales les dixeron que de la otra parte del río era mexor tierra y que allá avía vn gran señor yndio muy rico que la mandava toda. Por tanto, creyendo los españoles todo esto, passaron la canal llevando todos ellos los oydos atapados con trapos, o con algodón, por no ensordecer del ruydo muy grande que haze el agua al tiempo que cae abaxo en el plan del agua. Este grandíssimo ruydo oyeron antes que a él llegassen, más de treynta leguas, y tuvieron entendido siempre que era la resaca y tumbo que hazía la mar en la costa, y que estavan muy cerca della y nunca acabavan de llegar a ella. Pues caminando estos hombres vieron que los yndios les avían mentido, porque la tierra fue peor, que era más poblada y montuosa, porque no vieron al gran señor que les dixeron, sino muchos yndios muy pobres, sin hallar ninguna de la riqueza que buscavan, ni en donde pudiezen hazer alguna habitación para en ella descansar o tener de comer. Pues andando desta suerte les faltó la comida, que no la hallavan en las partes por do passavan, por lo qual, vista la gran necesidad que llevavan, se dieron a pescar en el río para suplir la hambre que tenían, y assí tomaron muchos pescados de diversas maneras, con que se mantuvieron muchos días. Aquí se halló vn pece ancho y ternilloso que llaman tramielga, y este género de pescado es liso y sin escamas, y tiene estraña propiedad, que se esconde entre la arena y desde allí entorpece y pasma a los demás peces que por allí passan, y assí los caza y se los come. La ponzoña del qual es muy grande, que hasiendo o picando en el anzuelo o cebo que tiene, passa por el zedal y va por la caña, hasta dar en el brazo, que los entumece de tal manera que queda el hombro sin sentido y pasmado. Desta manera aconteció con muchos destos soldados con aqueste pescado, mas después sanavan luego y ninguno murió dello, mas con todo esto no dexaron de pescar, por la mucha hambre que tenían, y   —303→   quando sacavan de la tramielga se la comían, que dizen que no les hazía ningún mal. Y con esto caminaron muchas más leguas adelante, descubriendo muchas tierras, en donde hallaron en este paraje algunas poblazones, aunque la gente desnuda, y sin hallar ninguna de la riqueza que buscavan. Por lo qual ivan los soldados muy desesperados y estuvieron muchas vezes a canto de matar a Gonzalo Pizarro porque los llevaba a morir por tierras pobres y no sabidas, sin hallar qué comer, ni mantas de algodón para hazer camisas y de vestir. Como los yndios que llevavan de servicio, juntamente los cavallos, como avían andado tantas leguas cargados del fardaje de los soldados, y como avían sido muy trabajados los unos y los otros, murieron muchos dellos en el camino, por lo cual hizieron una barca bien grande en aquel río, metieron en ella todo el fardaje que tenían y dieron el cargo de la barca al capitán Francisco de Orellana, con sesenta hombres que yvan enfermos, que ya no podían caminar de puro cansados y despeados y bien acallenturados; fueles mandado que llevasen la barca poco a poco riberas del río abaxo, y que cada noche parasse junto al real para tomar lo que uviessen menester los soldados, y assí se hazía, que atavan la barca a vn árbol grande con vnas cuerdas muy rezias que hizieron de los lazos y reatas que llevavan. Caminando más adelante toparon vn otro río muy grande mayor que el primero, en donde su tuvo gran dificultad en lo passar, y como no, lo passaron, dieron todos la buelta con mucho plazer y alegría, aunque con gran pessar de no aver hallado otro pueblo de Caxamalca y vn otro Atagualpa. El capitán Francisco de Orellana, como yva en la barca, llegó a la junta destos dos ríos tan poderosos, la qual passaron con grandíssimo peligro de las vidas por amor de la gran resaca que hazían estos dos ríos al tiempo que se ajuntavan el vno con el otro. Y quando Francisco de Orellana y los suyos yvan navegando por este río vieron en las riberas dél muchos yndios de guerra, y en vna parte dél vieron vna yndia varonil que peleava animosamente con arco y flechas y macana, por la qual el Orellana llamo al río, de las Amazonas. Como el Capitán llevava algunos bastimentos   —304→   y aviendo hecho otra barca bien grande en donde se metieron la mitad dellos, y sin tener lizencia de Gonzalo Pizarro, se fue a España con voluntad de los suyos que le avían de dar fabor y ayuda en su negocio. Y llegado a España pidió a Su Magestad la conducta y merced de la conquista de aquella tierra, atribuyendo a sí mismo los gastos y trabaxos y descubrimiento deste tan poderoso río, al qual llamó de su nombre, aunque otros dizen que lo nombró de las Amazonas. Su Magestad, teniendo entendido ser todo assí lo que Francisco de Orellana le avía ynformado y dicho juntamente con los suyos, le hizo la merced del Adelantamiento y Generalato de aquel río, con tantas leguas en circuyto de distrito y jurisdición, y estando haziendo la gente a costa del Rey y para yr a su conquista, le dio vna muy grande enfermedad de que murió en breves días. De manera que de doscientos y veinte soldados que Gonzalo Pizarro llevó a las tierras de la Canela no bolvieron ciento, y de los yndios de paz que avían llevado de carga y de servicio, cassi todos murieron, y también se les murieron muchos cavallos, de cansados, y dellos se comieron. Los pocos soldados que quedaron se bolvieron a la cibdad de Quito a pie como romeros, desnudos, descalzos y llagadas en las espaldas con mataduras como bestias, por traer acuestas sus comidas, que la ropa que tenían se la avía llevado Francisco de Orellana, y della se les avía podrido y hecho pedazos. De manera que todos estos tristes soldados llegaron a Quito muy lastimados en los pies y piernas, y las manos hinchadas y comidas de mosquitos, que los hay por aquí infinitíssimos; de noche avía de los zancudos, y de día los xexenes o zinifes. Llegaron, pues, a esta cibdad muy destrozados, flacos y desfigurados, y las barbas y cabellos bien crescidos y largos, que a duras penas los conoscían los vezinos que los vieron salir desta cibdad muy soberbios, hinchados y phanfarrones, a cabo de dos años y medio que por allá estuvieron. Aquí es donde se dize por los que fueron en esta jornada, que muchas vezes Gonzalo Pizarro llevava a cuestas a los soldados enfermos que ya no podían andar ni passar adelante, y les dava a comer yervas cozidas y rayzes no   —305→   conoscidas, de que recebían gran alivio y consuelo. De manera que todos estos ríos que van a parar a la mar del Norte son los que nascen en las vertientes de aquella parte, porque los que nascen a las vertientes de acá vienen a parar a esta mar del Sur, y quando llegan a los llanos no vienen tan grandes como los otros por lo que adelante diremos brevemente.




ArribaAbajoCapítulo LXIV
De la solenydad que los Yncas hazían quando agujeravan las orejas a sus vasallos, que era como dalles horden de cavaliería, y de las cerimonias que tenían quando salían fuera de sus palacios con su real corte


Parésceme agora que será bien dezir de la manera y forma como estos señores Yngas agujeravan las orejas de sus vasallos, como atrás queda apuntado, porque coma Paulo Ynga, (que) después de bautizado se llamó don Xpóval Ynga, contava muchas vezes, esta53 manera de agujerarsse procedió desde Mango Ynga Zapalla, primer Rey que uvo en la tierra, que las tenía agujeradas. Que como fue hombre valiente y magnánimo y animoso en las guerras que hizo a las tierras que conquistó, a su ymitación y por memoria suya los demás Yngas que le sucedieron hixieron otro tanto, y la solenidad y manera de las agujerar era en esta forma. Los que se armavan y se hazían cavalleros eran hijos legítimos de otros Yngas orejones y grandes curacas de diversos pueblos, los quales   —306→   yvan a donde el gran señor Ynga estava y allí le pedían con gran humilldad que tuviesse por bien hazer cavalleros a aquellos mancebos sus vasallos. Y el Ynga les dezía que sí haría, más que primero hiziessen lo que eran obligados de hazer, y con esta respuesta yvan todos muy contentos a sus casas; las cerimonias que avían de hazer y cumplir eran éstas. Primeramente, los mancebos que se avían de hordenar en cavalleros avían de ayunar treynta días, que era abstenerse de llegar a sus concubinas y aun a sus mugeres legítimas, si alguno dellos era casado, y que no comiessen ninguna sal ni axí, que de las otras cosas bien podían comer en abundancia. En estos días del ayuno trayan todos los electos vestidas vnas camisas largas y muy blancas, de algodón, y en los pechos tenían vna manera de cruz †, y éstas no se las vestían en otro tiempo si no era en éste, y poníanse un calzado de totora, que significava que avían de trabajar mucho en servicio de sus dioses y del gran señor Ynga. A los quinze días del ayuno se ajuntaban en la plaza todos quantos se avían de hazer Yngas, o cavalleros, y de la plaza, si estavan en la ciudad del Cuzco, subían corriendo por vn cerro, en donde en lo alto del estado vna guaca que llamavan Guayna Cauri, que quiere dezir proeva de mancebos, y los que más presto subían y abajavan eran tenidos en mucho. Poníanse en medio de la plaza desde el primer día que ayunavan hasta el postrero, y sentávanse de cuclillas en el suelo, en horden, muy callados, y luego venía allí la parentela de cada vno dellos y ponían a cada mancevo vna lanza de palma en las manos, que las tenían juntas y puestas como quando están rezando. Y luego les dezían los parientes: mirad, hijos, y tened atención en la horden que agora avéis de recebir, que no es para jugar, ni para dormir, sino para trabaxar y pelear valientemente en las guerras en fabor del gran Señor, y no seréis malos, ni traydores, porque seréis semejantes a los demonios. Especialmente seréis muy obedientes a nuestros dioses y a vuestros padres y a vuestros mayores, que son los sacerdotes y viejos, y seréis muy diligentes en todas las cosas que hizierdes, y correréis mucho contra los enemigos y no huyréis dellos. Y quando el gran   —307→   Señor Ynga os embiaré a llamar, luego vernéis a ver lo que os manda, porque a él solo avéis de obedecer en todas las cosas, porque os quiera mucho. Y diziéndoles estas palabras y otras semejantes le davan quatro azotazos con vnas varas de mimbres, en cada brazo vno, que las camisas que trayan no tenían mangas, que eran hechas a manera de vn costal, y en cada pierna otro azotazo, y ellos no avían de hazer ningún movimiento, ni muestra que les dolía, y si alguno dellos lo hazía le tenían en poco. Llegado el postrer día del ayuno, el Ynga yva a la plaza con gran magestad y muy acompañado de todos los principales yndios de su corte y de sus capitanes y de los curacas, y llegado a ella le hazían luego todos la «mocha», que es la devida reverencia que se suele hazer a los Yngas, y luego se assentava en medio de todos ellos en vn assiento muy rico de oro. Y encontinente cercavan toda la plaza con vna cadena de oro fino que, según las gentes dixeron, era muy larga y de gordor de quatro dedos, que cercava toda la plaza, y la ponían sobre muchos horcones de plata que serían de alto como de vn estado de hombre, la qual cadena y horcones trayan muchíssimos yndios de servicio. El Ynga llamava a los mancebas electos para hazer cavalleros, a los quales hazía vna plática larga, amonestándoles a que fuessen buenos y leales a sus dioses y a su patria, y luego les preguntava si le avían de servir lealmente en las guerras y si querían ser Yngas; ellos respondían con humildad que sí. Yten más, les preguntava si avían de ser grandes sufridores de los trabaxos, y si avían de ser valientes hombres contra sus enemigos; ellos respondían a todas las cosas, diziendo que sí, y luego el Ynga les dezía: «pues yo lo quiero ver por experiencia en vosotros». Y assí luego mandava a los maestros de las cerimonias y a los oficiales de agujerar las orejas, que hiziessen sus oficios, los quales los hazían unos mejores que otros, con vnos ponzones de oro ardiendo como brassa, que las callentavan en vnos fuegos que tenían en unos brassericos. Después de agujeradas las orejas, los maestros de las cerimonias les ponían vnos zarcillos de oro, o de plata, si eran hijos de los grandes curacas o señores Yngas, y a   —308→   los demás les ponían los arillos de cobre o de ojo de palma, no pendientes, sino dentro de los agujeros, y les dezían ciertas palabras como que les hechavan algunas bendiciones. Estos arillos que les ponían a los Yngas que eran mancebos quando se armavan cavalleros, eran pequeños, y como andando el tiempo que ellos crecían más en hedad, assí yvan cresciendo y engrandesciéndosse las puntas de las orejas, más y más, y conforme como crescían se ponían los arillos, que los yvan engrandesciendo, y por esto tenían, como digo, las puntas de las orejas largas. Acabada esta gran solenidad, luego toda la parentela de los señalados en Yngas, que eran muy muchos, offrescían ciertos carneros y ovejas muy grandes y gordas, y allí los matavan y sacrifficavan al dios Sol, y los agoreros y hechizeros que allí estavan presentes para este effecto les catavan54 y miravan los corazones, y si estavan tiessos y rezios dezían que avían de ser valientes hombres y para mucho cuyos eran aquellos carneros. Y si no salía tiesso el corazón de cuyo era el carnero, dezían que avía de ser para poco, porque avía de dar en flaco y cobarde y de poco ánimo; mas no por esso lo despedían, antes lo dexavan hasta ver en él cómo aprobava después en esfuerzo y valentía. Después tomavan todos los carneros sacrificados y los hazían pedazos, y luego los cozían en grandes ollas, allá en las casas cercanas de la plaza, y traydos en diversas vasijas se repartía entre todos los que presentes se hallavan. Hecho esto, luego comían y bebían de la chicha o azua, y hazían grandes borracheras, baylaban y cantavan muchas canciones en alabanza de sus falsos dioses y de los Yngas passados, y los hechos buenos que avía hecho el Ynga que estava presente, en las tierras que avía conquistado. Acabadas estas solennes fiestas, los que se avían hordenado en cavalleros Yngas se yvan a sus casas, cada vno con su parentela, y quedávase el Ynga en vna tienda muy rica que se ponía en medio de la plaza, acompañándole las quatro parcialidades que avía en la cibdad, que eran Annan Cuzco, Hurin Cuzco, Tambo Appo y Masca Payta,   —309→   que eran todos cavalleros de su linage. El Ynga y todos los otros Yngas y curacas y señores que se quedavan con él en la plaza tornavan de nuevo a emborracharsse quatro días enteros con sus noches, y después se hazían allí otras muchas fiestas y passatiempos de gran regocijo por otros quatro días, de manera que eran ocho días enteros. Passados estos días de la borrachera se yva el Ynga a sus palacios con gran magestad, assentado en vna litera muy rica, de la manera que avía entrado en la plaza, y luego los yndios de servicio, que eran muchíssimos, que no eran Yngas, tornavan la cadena de oro y los horcones de plata y la llevavan (con) todo al templo del dios Sol para ponella en recaudo en la casa del thesoro. Desta cadena de oro dizen algunos que dieron noticia della a la Magestad del rey don Carlos quinto máximo deste nombre, para que hiziesse contraminar el monasterio del señor Sancto Domingo, donde dizen que estava guardada la dicha cadena, porque los quatro exploradores españoles que entraron primero en el Cuzco la vieron, y que después los yndios la escondieron, porque no paresció más. Su Magestad, como bueno y cathólico xpiano y zelocíssimo del servicio de Dios no lo quiso hazer, antes dixo que él no avía nascido para derribar los templos dedicados a Dios, por cubdicia de vn poco de oro, sino para edificar y levantar otros de nuevo en donde se alabasse y glorificasse su sanctíssimo nombre; palabras fueron estas dichas (dignas) de tal varón y de ánimo xpianíssimo. Todas las vezes que los Yngas salían de la cibdad o de sus casas para yr a los templos para hazer sus sacrifficios, llevavan delante de sí vn guión puesto en vna vara alta, hecho a manera de mitra grande y redonda, que tenía muchas plumas de diversas colores, y con mucho oro fino y esmeraldas que relumbravan mucho. Y la littera en que yva era chapada de oro y esmeraldas y plumajería muy buena de diversas colores, y lo llevavan los más principales yndios que avían en toda su corte, en los hombros, y se tenían por dichosos en llevalle, y por gran señor que fuesse en su corte no podía andar en littera si no era con su licencia.



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ArribaAbajoCapítulo LXV
En donde se cuenta brevemente el número de los meses que tenían los yndios del Perú en cada vn año, y de las cosas que hazían en ellos para el bien y provecho de sus repúblicas, y de otras cosas que ay muy curiosas de saber


Acerca de lo que toca a los meses que esos yndios del Perú tenían digo que eran doze, como nosotros los tenemos; empero no tenían tantos días como los nuestros, y assí tenían treynta días y no más, y comenzaba el año dellos desde primero día de junio, que ellos llamavan Auca Ycuxqui Yquiz, que quiere dezir mes de las holganzas, y assí no trabaxavan estos días a causa que el otro mes venidero avían de trabaxar mucho.

El segundo mes se dezía Chauaxa Yquiz, que quiere dezir mes de trabaxos, que es el mes de jullio; en estos días labravan y barbechavan las tierras todas, quantos yndios, yndias y muchachos avía, que avían de sembrar sus mahizales y otras legumbres. Y en estos días hazían todos ciertas ceremonias a sus falsos dioses, los quales derramavan en los ríos y acequias todos los brevajes y chicha del vino que tenían, para que sus falsos dioses les diessen muchas aguas y pluvias, con muchos fructos y mantenimientos de las cosas que avían de sembrar, y el yndio que más derramava era tenido en mucho.

El tercero se dezía Cituya Yquiz, que es el mes de agosto, que quiere dezir mes de las sembraduras, y en este tiempo sembravan su mahíz y las semillas y legumbres que tenían, y venida la tarde dexavan temprano de trabajar y se holgavan mucho los vnos y los otro y jugavan sus juegos que tenían, y con aquello descansavan.

El quarto se dezía Puzqua Yquiz, que quiere dezir el mes de las texidumbres, que es el de setiembre; en este mes texían, todas quantas mugeres avía de hedad, las mantas y camisetas que podían labrar y hazer, de   —311→   lana y algodón, que a la vista de todos parescían muy galanas y bien polidas, para que se vistiessen sus maridos y ellas en los días de sus fiestas.

El quinto mes, de octubre, llamavan ellos Cantara Yquiz, que quiere dezir mes de los vinos, porque en este mes se ocupavan todas las yndias chicas y grandes de hazer mucha cantidad de chicha o azua, de mahíz y de quinua, y de la fruta de vn árbol llamado molli, que es muy preciado entre ellos, para el mes venidero.

El sexto mes, que es el de noviembre, llamavan los yndios Layme Yquiz, que quiere dezir mes de los regocijos y de grandes fiestas, porque en este mes se ocupavan los Yngas en hazer las ceremonias arriba contenidas. Porque en este mes los Yngas armavan cavalleros a los dichos mancebos, en hazellos Yngas, en donde se gastavan los vinos de la chicha que los días atrás se avían hecho, porque estos días eran de grande plazer y alegría y de grande festividad, que todos los guardavan como fiestas de gran solenidad, que ninguna yva al campo a trabajar, ni a otra parte alguna; solamente (a) ver estas fiestas y grandes ceremonias.

El séptimo mes que es de deziembre, se llamava Cama Yquiz, que quiere dezir el mes de los ensayamientos y representaciones de batalla en la tierra, y en este mes mandavan los señores Yngas a todos sus capitanes y soldados que se enssayassen vnos con otros a manera de batallas y él se ponía en vn alto con toda su corte para vellos muy bien. Poníanse, pues, los vnos a vna parte, y los otros a la otra, tantos a tantos, en sus esquadrones, y luego comenzavan a tirar con las hondas vnas ciertas fructas que eran duras, y con éstas peleavan muy gentilmente, que salían muchos yndios bien descalabrados, y algunos morían de las heridas que les davan; en fin, que para burlas era peligrosa, y para veras era cosa muy liviana, aunque pessada.

El octavo mes, que es el de enero, llamavan Pura Opia Yquiz, que quiere dezir el mes de las venidas y de las correrías, porque en este mes se emborrachavan señores   —312→   y vasallos, chicos y grandes, que era gran lástima de ver quáles andavan. Y después de aver bebido mucho salían los hombres a vn campo llano con vnos tizones grandes ardiendo en las manos, y luego corrían vnos por la vna parte, y los otros por la otra, y el que más corría y el que más pruevas hazía le tenían en mucho.

El noveno mes, que es hebrero, llamavan los yndios Cacma Yquiz, que quiere dezir el mes de las labranzas; en estos días limpiavan las tierras para sembrar adelante el mahíz tremes, y dezían que lo hazían por no estar occiosos y por no trabajar los días que venían, y para esto les ayudavan sus propias mugeres y los hijos.

El dézimo mes, que es el de marzo, se dezía Rura Pauca Yquiz, que quiere dezir el mes de la esperanza; en este mes yvan todos a los templos de sus falsos dioses para hazer ciertas cerimonias diabólicas y péssimas, y después desto no hazían cosa alguna, antes andavan hechos vagamundos, passeándose por la cibdad y por el campo. Y con esto tennían gran esperanza de coger gran abundancia de las sementeras y legumbres y de las otras cosas que avían sembrado, porque ya en este tiempo se van secando todas ellas, y las fructas, flores y yervas del campo se van marchitando. Esto se entiende en las tierras de la serranía, porque en la costa y llanos de la marina son otros los temporales que coren por acá, porque nunca llueve, como atrás queda dicho, de manera que quando en la sierra es invierno, en los llanos de la costa es verano.

El onzeno mes, (que) es el de abril, se llamava Arigua Yquiz, que quiere dezir mes de las cosechas, porque en este mes se cogían todos los mahizales, frisoles, coca y calabazas, con las demás legumbres que avía, y los fructos que producían de los chicos y grandes, de que holgavan mucho y andavan contentos y plazenteros.

El dozeno mes, que es el mes de mayo, llamavan Anday Mura Yquiz, que quiere dezir el mes de los plazeres, y era después que avían cogido todos los fructos y los mahizales que avía; se ponían todos ellos y ellas   —313→   los mejores vestidos que tenían en sus casas, engalanándose mucho, y assí se holgavan, baylavan y cantavan ciertas canciones de gran plazer y regocijo.

Aquí damos fin y remate y hazemos parada en contar más de la descendencia y linage de los Yngas y reyes de la cibdad del Cuzco, y de la calidad y temple de todas estas provincias y regiones tan grandiosas y riquíssimas y abundantíssimas de muchas y diversas cosas. Por lo consiguiente, dexaremos de contar también de los caminos tan soberbios que avía en estas partes, y de los doze meses que tenían en el año estos yndios, porque si de todas las cosas que ay en ellas uviéramos de contar muy en particular, nunca acabáramos, y assí nuestra obra no fuera de las guerras más que civiles que uvo en el Perú, sino de las calidades y temple de la tierra. Mas, en fin, por dar remate y conclussión a estos cuentos, que con ellos avré dado harto fastidio al piadoso lector, diré en vn solo capítulo de ciertos gigantes bravos que aportaron a estas provincias, los quales vinieron de ciertas yslas de la mar del Sur, y con ellos daremos fin a la obra y tercero libro.




ArribaAbajoCapítulo LXVI
De cómo ciertos gigantes aportaron a la provincia de Manta, los quales salieron de vnas yslas de la mar del Sur, y después fueron quemados con fuego celestial, y cuenta de otras cosas que ay en la tierra


Dezían los yndios muy antiguos y viejos que habitavan en Puerto Viejo, que son los de la provincia de   —314→   Manta, de cómo en el tiempo antigo y passado, quando reynava Topa Ynga Yupangue, que estando aquella tierra de paz se alborotó toda ella con la llegada que hizieron mucha cantidad de yndios gigantes, que eran de disforme altura y grandeza. Y que estos tales vinieron en unas barcas o balsas muy grandes, hechas de cañas y madera seca, los quales trayan vnas velas latinas trianguladas, de hazia la parte donde se pone el sol y de hacia las yslas Malucas, o del estrecho de Magallanes, y que entrando éstos por la tierra la comenzaron a tiranizar ganando por allí algunas tierras y matando muchos yndios, y a otros hechándolos fuera de sus pueblos. Los naturales de Puerto Viejo, quando vieron llegar a estos vestiglos con tan grande furia y sobervia, y de cómo las hazían tan mala vezindad, y de cómo no se podían deffender dellos, temieron con gran temor, por lo qual luego a la hora avissaron dello por la posta a Topa Ynga Yupangue, que a la sazón estava en la cibdad del Cuzco. Embiáronle a dezir en su embajada, como a gran señor y Rey poderoso que era de todas aquellas provincias, los remediasse de la endiablada furia y crueldad de aquellos luziferinos monstruos que avían aportado a su tierra, que el Capitán y Governador Ynga que allí estava en guarnición no los avía podido ni era bastante a hechallos fuera della. El Topa Ynga Yupangue, por sustentar su reputación y conservar en Paz a sus vasallos embió al curaca del valle de Chimo y al Governador Ynga55 que tenía en el pueblo de Piura, que eran grandes señores, con otros muchos yndios principales, por embajadores, para que considerando qué gentes eran hablassen con ellos y tratassen de paz si la querían tener con él, y si no que él les daría tanta guerra quanta ellos verían, de que les pesasse. Embiados estos mensajeros embió luego a llamar a sus capitanes y soldados que estavan en diversos pueblos en guarnición, para que si los gigantes no estuviessen en propósito de darse de paz, yr contra ellos y hechallos fuera de toda la tierra, o matallos a todos, pues eran tan pocos en número, aunque muchos   —315→   en ferozidad y braveza. Los embajadores fueron y hablaron con ellos por señas y los apaziguaron buenamente y les dieron tierras en donde biviessen, que era ésta su pretensión, aunque vna parcialidad dellos no quisieron la paz, sino seguir la guerra contra todos aquellos que no se les viniessen a dar por sus vasallos. Y assí partidos los menssajeros de allí, salieron luego a los pueblos comarcanos, en donde comenzaron hazer muchas muertes, crueldades y fuerzas, con otros muchos males y daños, y como eran éstos muy endiablados y ferozes no avía ningún natural yndio, por animoso que fuesse, (que) les osase a resistir, ni menos tomarse con alguno dellos. En esto llegaron otros embajadores de Topa Ynga Yupangue y dixeron a estos ferozíssimos gigantes perturbadores de la paz, como el gran señor Ynga venía ya de camino amenazándolos con guerra, hambre y mortandad. Allende desto, que no avía de quedar ninguno dellos que no fuesse muerto y hecho pedazos con crueldad; en fin, al fin, considerándolo bien estos los gigantes, se apaziguaron todos con buenos medios y partidos que les hizieron, quedando todos ellos por vasallos del Ynga. Dieron cuenta estos gigantes a los naturales desta tierra cómo avían salido de vnas yslas y tierras muy grandes que están en la mar austral hazia el poniente, y que fueron hechados dellas por vn gran señor yndio que allí avía, que eran tamaños y tan grandes de cuerpo como ellos. Y demás desto, que avían navegado por la mar muchos días a remo y vela, y que cierta borrasca y tormenta los avía hechado en aquellas partes, sin saber adónde yvan, sino que fortuna los llevasse a do quisiesse, y que más querían estar subjectos en tierras agenas, que libres en las suyas con continuas guerras como allá avían tenido, y assí dixeron otras cosas. Las armas con que estos tales peleaban eran piedras muy grandes, que arrojavan con las manos, que de cada pedrada matavan vn yndio si le acertaban, y con palos nudosos y porras que ellos hizieron después que llegaron a la tierra, porque ellos no truxeron ningunas armas, porque los sus enemigos se las56   —316→   quitaron por vencimiento y concierto que entre ellos uvo. Éstos dieron gran noticia de las muchas yslas que avían visto por esta mar del Sur, que después las vieron los españoles que han navegado por estas mares del Occéano que se contienen en derecho destas tierras hazia la línea equinocial, o en la misma línea. Estas tierras, o yslas, no se han descubierto desde acá, a causa que se comenzaron por esta parte muy temprano las guerras más que civiles entre los españoles; que la vna dellas descubrió acaso el capitán Ribadeneyra, como ya queda dicho atrás. La tierra que el señor de Chimo y los embajadores del gran señor Ynga señalaron a estos gigantes, en donde hizieron después su habitación, fue en la punta de Tangarara, que después llamaron los españoles la punta de Sancta Elena, y esto hizieron por consejo de los yndios naturales de Manta. En esta punta que les fue señalada no avía agua, ni leña, y dióseles a dos fines: o que allí se muriessen de sed, o que se fuesen a vivir a otras partes más lexos, porque eran vezinos muy peligrosos, por no quebrar con ellos; que viniessen después a matarsse los unos y los otros. Viendo ellos que el señor curaca de Chimo y los demás embajadores, como les avían señalado aquella tierra tan estéril y mala, entendieron bien por qué lo avían hecho, mas ellos lo disimularon lo mejor que pudieron por no tener travacuenta con los naturales y con el gran señor Ynga, que ya sabían de su gran poder, y assí assentaron en la tierra hasta tanto que el tiempo les dixesse lo que avían de hazer. Lo primero que éstos hizieron fue cavar en vnas peñas bivas que allí están, en donde hizieron vnos pozos de grande hondura, de donde sacaron agua muy buena y bien fría, como el día de oy se paresce. Y en el entretanto que socavan el agua y se hazían los pozos, se proveyeron de agua y leña de otra parte, trayéndola toda con sus balsas y vasijas que truxeron de sus tierras, muy grandes, y edifficaron sus casas de paja para su bivienda, y assí hizieron otras cosas para en pro y vtilidad dellos. Ciertamente yo no sé, ni se puede averiguar,   —317→   con qué herramientas pudieron quebrar las peñas tan rezias y bivas de aquel pozo, y con qué cavaron esta profundidad que hizieron, que es yncreíble cosa ver la ondura que tiene, y los navegantes que agora passan por aquí se proveen destos pozos de agua, que aquí ay vn puerto muy bueno y limpio. Andando más el tiempo, ya que tenían sementeras y agua y leña, la qual trayan de muy lexos, y como ya naturales de la tierra, comenzaron de rebolverse con las yndias de allí y de las comarcanas; porque ellos no truxeron mugeres consigo, y como tuviessen por fuerza con ellas mala conversación, dizen que las matavan rompiéndolas. Agraviados los naturales desta gran maldad, tornaron de nuevo a los amenazar con el gran señor Ynga y con sus capitanes y soldados, y ellos por bivir en paz prometieron que de ay adelante no les harían ya ningún mal ni daño, ni les tomarían las mugeres, ni lo que tenían, y que les serían muy buenos y verdaderos amigos. Passadas estas cosas con otras muchas particularidades que dexo de contar, se dieron a la pesca, como los naturales lo hazían, y a caza de venados y liebres y de aves campestres y silvestres, de que se mantenían, de manera que no les faltavan ya carnes, ni pescado, que tomavan y pescavan con redes y fisgas. Viéndose estos endemoniados tanto tiempo sin mugeres, y el demonio, que los traya engañados y ciegos y distraydos de la razón natural, hizieron vna gran borrachera, en donde comenzaron a vsar el pecado nephando, y assí estuvieron en este diabólico vicio muchos años, que ya no tenían vergüenza, ni se les dava nada vssallo públicamente. Los naturales, quando supieron que estos yndios luziferinos vssavan este tan maldito peccado, dezían que aquéllos eran perros y brutos animales, o que eran demonios que avían salido del ynfierno a este mundo en figura de hombres para obstentación del mundo. Para mí tengo creydo que los yndios de Manta que vimos en nuestros días, deprendieron de sus antepassados y de los mayores destos gigantes este diabólico y horrendo vicio, porque el día de oy lo vssan ellos en sus ritos y cerimonias y en sus borracheras. Juan de Olmos, vezino de la villa de Puerto Viejo, quemó gran cantidad   —318→   destos perversos y diabólicos yndios, como Justicia mayor que era allí entonces, aunque el pueblo estava en su encomienda, para que se apartaran deste tan pestíffero y luziferino vicio, y nunca aprovechó cosa alguna, que todavía reyteran en él. Dizen más los naturales, que estando vn día estos gigantes en ciertos sacrifficios péssimos y vsando el pecado nephando, vino vn mancebo muy hermoso, bolando del cielo, con gran resplandor, y que derramó tanto fuego sobre ellos que los quemó a todos bivos, y que escaparon algunos dellos porque estavan dentro en la tierra. Todo esto que los naturales cuentan se tiene entendido aver passado ciertamente assí, porque en donde habitaron estos malditos hombres están oy día aquellos pozos muy hondables en las bivas peñas, y se veen muchos huessos de las canillas dellos que son yncreybles. Assí se parescen oy en día en este lugar que está junto a la marina, que se contiene harto espacio a ella, por los vestigios y señales que en él ay, en donde se halla mucha arena negra y ceniza, como que la tierra aya sido quemada en otro tiempo, y esto se vee, quando alguno cava la tierra, por lo qual se colige que allí devieron ser quemados. Después que el marqués don Francisco Pizarro conquistó estas tierras llegó vna vez a la punta de Sancta Elena, que es en Tangarara, y allí entendió claramente lo destos gigantes, porque vido, no muy lexos de aquí, todo lo arriba contenido, con la ossamenta que allí se mostrava. También vido, no muy lexos de aquí, vnas fuentes manantiales y corrientes que su licor dellas sirve muchas vezes de alquitrán, o de pez muy buena, con que se calaffatean y adoban oy día los navíos que van y vienen del Perú, que muchos vienen a parar a este puerto, sólo a este effecto. Después, andando el tiempo, llegó el marqués Pizarro al pueblo de Chimo, en donde halló otros huessos y calaveras de gran disformidad y vnas muelas de tres dedos de gordor y de cinco dedos de largor, y tenían vn verdugo negro por de fuera. Dizen agora estos yndios del pueblo de Chimo, y lo oyeron de los antiguos y passados, que estuvieron gran tiempo dos gigantes destos con vn gran señor curaca deste valle, los quales bivieron con él ciertos años. Y que   —319→   después el mismo señor los hizo matar porque comían entrambos de vna assentada mucho más que veinte yndios, y porque eran muy sobervios y follones, y assí se acabó la diabólica genealogía destos gigantes. En el pueblo de Quareta se hallaron dos negros finos, esclavos del señor Thoreca, que señalaron aver venido allí en balsas de hazia el poniente por esta mar del Sur, que oy día se llama la Nueva Guinea, que está camino de las yslas Philippinas, junto a la línea equinocial, o en ella. Porque quando van los navíos de la Nueva España a las dichas Philippinas, passan casi cerca de la ysla de los Negros, que descubrió Álvaro de Saavedra, Capitán del Marqués del Valle don Hernando Cortés, aunque otros dizen que el capitán Bernaldo la Torre la descubrió andando por aquellas yslas perdido. En el pueblo de Collique, arriba de la cibdad de Truxillo, ay vna laguna de agua dulce que tiene todo el suelo de sal quaxada y muy blanca, y los yndios sacan mucha cantidad della y la llevan a vender a diversos pueblos donde no la ay, y con ella compran las cosas necesarias que an menester en sus casas. En los Andes, detrás del valle de Jauxa, está vn río muy grande que siendo sal todas las piedras que tiene el57 suelo, es dulce el agua que passa por encima della, y es clara, y muy buena de bever, que no toma nada de la sal. Y en el mismo río de Jauxa y en medio dél nasce vna fuente de agua caliente, y sale el agua con gran ympetu y furia hazia arriba, que sobrepuja encima del agua bien alto, como si saliesse por bitoque de alguna pipa llena, y cae en el mismo río, y a la redonda desta fuente el suelo del río es toda sal. En la costa de hazia la villa de Sant Miguel están dentro de la mar y no muy lexos de la tierra, vnas peñas muy grandes y altas, que son de muy linda sal, que parescen unas ysletas pequeñas, y en ellas combaten las hondas de la mar, y están por encima dellas cubiertas de gran multitud de ovas de pescadas, que muchas veces los marineros se proveen de allí de sal y de ovas. También enfrente del puerto de Guaura está vna ysla grande, en donde toda ella es de sal, y   —320→   muy buena, que quando los navíos llegan a este paraje, los marineros y passageros se proveen della quanta quieren llevar, porque cierto es cosa estraña de ver tanta sal. Sin duda ninguna se podrán todos proveer della y llevarla a toda la Nueva España, y aun a toda Castilla, que aunque se llevasse mucha en cantidad en carracas y navíos no meng(u)aría, porque cresce y multiplica siempre y a la contina mucha en superabundancia. Assimismo dizen los yndios naturales que en todas estas tierras no avía ratones, ni sabían qué cosa era, y algunos de los conquistadores destas provincias y regiones juran y affirman que no los avía, ni los vieron ni sintieron al tiempo que entraron; y que entrando en ellas el visorrey Blasco Núñez Vela remanescieron mucha cantidad dellos, que fue cosa yncreyble y que puso en grande admiración a todos los bivientes. Crecieron y se multiplicaron después estos animalejos en tanta cantidad que destruyeron en muchas y diversas partes todo lo que hallaron sembrado, que no dexaron árboles de Castilla, que ya en este tiempo los avía, y muchos de diversas frutas, ni más ni menos los árboles y frutales de la tierra. Hecharon a perder las cañas de azúcar y las sementeras y legumbres de los yndios y la hortaliza que avía en las huertas de los españoles, y royeron las ropas de Castilla y de la tierra que estavan en las casas y fuera dellas, con otras muchas cosas que sin remedio las destruyeron y talaron todas, de que quedaron todos admirados desto. Después se dixo que fue pronóstico de los males sucedidos que se causaron en estas tierras con la venida del visorrey Blasco Núñez Vela, y más con los levantamientos y extorssiones que hizieron Gonzalo Pizarro y sus capitanes y sequaces, como queda ya dicho atrás muy largamente en esta nuestra obra mal limada y peor entendida.







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ArribaAbajoDiego Fernández llamado «El Palentino»

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ArribaAbajoBiografía de Diego Fernández llamado «El Palentino»

Es éste, sin duda alguna, el menos conocido y estudiado de los historiadores y Cronistas Primitivos de Indias, y ello es lamentable, pues fue testigo de muchos de los hechos por él narrados, ya que estuvo en América como uno de los conquistadores y soldados de España.

Se sabe que nació en Palencia, de donde procede su cognomento de «El Palentino», sin que se haya determinado aún la fecha de su nacimiento. Vivía aún en 1571, y tampoco se ha precisado el año de su muerte. Parece que marchó al Perú hacia el año de 1545 y allí tomó parte en las luchas civiles de los españoles. Contra Francisco Hernández Girón, Capitán español, que se rebeló en el Cuzco el 27 de noviembre de 1553, defendió la causa real en los años de 1553 y 1554, a las órdenes de Alonso de Alvarado, Corregidor y Capitán General. Tras sucesos varios, Hernández Girón, abandonado por los suyos, fue preso en el valle de   —324→   Jauja el 24 de noviembre de 1554 y decapitado en Lima. La calma no se restableció completamente en el Perú hasta la llegada del Marqués de Cañete, Hurtado de Mendoza. El Virrey llamó a su lado a Diego Fernández, en calidad de historiógrafo y comenzó así a escribir su Historia del Perú.

Tenía el Palentino el oficio de Escribano en la ciudad de Lima, y se le persuadió que pasara a España a perfeccionar la obra que estaba escribiendo y la presentara luego al Consejo de Indias. Lo hizo así, vendiendo antes la Escribanía que tenía. En la Península sometió su manuscrito al Presidente del Consejo de Indias, don Francisco Tello de Sandoval, y cediendo a las instancias de éste, acometió la ampliación del mismo con una «primera parte» en que trataba de la rebelión de Gonzalo Pizarro. Terminado el trabajo lo presentó a la Censura, la que fue confiada al licenciado Santillán. Presentó éste sesenta y ocho observaciones a la obra del Palentino y en ellas le acusaba o de omitir la verdad o de alterarla y contrariarla. Respondió el Palentino a todas estas observaciones de modo satisfactorio y entonces se designó al cronista Juan López de Velasco para que revisara la obra. Entre tanto se había ya impreso la Historia del Perú, según licencia que para ello se había dado en los años 1568 y 1569. La obra apareció en Sevilla en 1571, en un tomo in-folio, con el siguiente título: Primera y Segunda parte de la Historia del Perú que se mandó escribir a Diego Fernández, vecino de la ciudad de Palencia. Contiene la Primera lo sucedido en la Nueva España y en el Perú sobre la execución de las Nuevas Leyes y el alzamiento y castigo que hizo el Presidente Gasca de Gonzalo Pizarro y sus secuaces. La Segunda contiene la tiranía y el alzamiento de los Contreras y D. Sebastián de Castilla y de Francisco Hernández Girón, con otros muchos acontecimientos y sucesos.

La obra había comenzado a circular cuando opinó Juan López de Velasco, con fecha 16 de mayo de   —325→   1572, que debían recogerse los ejemplares y que era inconveniente el que la Historia pasara a las Indias. En sustancia decía el parecer del cronista Juan López de Velasco que no era dable dejar que circulara la obra del Palentino sin que antes la vieran personas de confianza y antiguas, de las Audiencias del Perú, para que ellas opinaran si no había peligro en que fuera conocida, pues, agregaba, en las historias de los tiempos presentes hay necesidad de este arbitrio «por el peligro que existe de errar y ofender por la diversidad e incertidumbre de la fama». La dicha Historia, continuaba López de Velasco, «tiene necesidad de mayor averiguación y examen de verdad, antes de publicarse, supuesto que muchos lugares de los reprendidos son en infamia y nota de deslealtad de algunos cabildos, de ciudades y personas públicas y particulares». Terminaba así: «Habiendo de suspender la publicación de la Historia o por no convenir o entretanto se hace averiguación, parece que se debería coger todos los libros impresos porque no pasen algunos a las Indias, y, para esto, tomar cuenta al historiador de los que imprimió, que según ha dicho delante de mí, son mil y quinientas cuerpos».

Como se ha notado con justicia, al Palentino le ocurrió el más terrible suceso que podría pasar a un escritor, esto es que impresos ya, con las debidas licencias, mil quinientos ejemplares de su libro, se ordenara el secuestro de los mismos, con evidente daño del autor, cuyo patrimonio se había comprometido en la empresa editora. Signo es éste de la mentalidad reinante en las autoridades de ese entonces.

Se volvió así rara en extremo la obra del Palentino. Si para la rebelión de Pizarro en el Perú y vida de la Gasca podemos contar con fuentes tan autorizadas como Cieza y Calvete de Estrella, para la de Hernández Girón, «el Palentino es la primera de todas», en frase del R. P. Rubén Vargas Ugarte que sobre él ha discurrido en su magnífico libro Fuentes para la Historia del Perú, cuya primera edición   —326→   se publicó en Lima el año de 1939 y del que se han hecho ya otras más.

Vista la rareza de la obra del Palentino, el capitán Lucas de Torre volvió a editarla en Madrid en los años 1913 y 1914. Dice de Torre en el Prólogo que «la del Palentino es una de las menos conocidas de cuantas se refieren a la conquista y descubrimiento de América». Como Apéndice a la obra publicó el editor de Madrid las contestaciones dadas por Diego Fernández a las observaciones del licenciado Santillán.

Garcilaso de la Vega atacó al Palentino y le tachó de parcial, mas parece que justamente la exactitud con la que narró los acontecimientos es lo que movió al Consejo de Indias a prohibir que en ellas se leyera al Palentino.

Jiménez de la Espada acusó de plagiario a Diego Fernández y le afeó que hubiera hecho suya una relación anónima escrita en vista de los papeles de la Gasca, pero el mismo americanista connotado reconoció el mérito de la Segunda Parte de la Historia del Perú, en la que dice que el autor «escribe con originalidad, aseo en la frase y riqueza de pormenores, cualidades en que pocos le aventajan».

Guillermo Hickling Prescott (1796-1859) en su célebre obra titulada Historia de la Conquista del Perú, con observaciones preliminares sobre la civilización de los Incas, consignó algunas anotaciones sobre Diego Fernández, que las copio tal como ellas constan en la tercera edición española de la misma, hecha en Madrid el año de 1853, pues todo lo que se refiere al Palentino es de importancia en razón de las pocas noticias que de él nos han quedado. Escribe así Prescott:

«Diego Fernández de Palencia, o el Palentino, según comúnmente se le llamaba, pasó al Perú y sirvió como particular en el ejército real levantado para reprimir   —327→   la insurrección que estalló después de la vuelta de Gasca a Castilla. Entre sus ocupaciones militares halló tiempo para recoger materiales para la historia de aquel período, para cuya composición fue instado además por el virrey Mendoza, Marqués de Cañete, que según el mismo autor nos dice, le nombró cronista del Perú. Esta muestra de confianza en su capacidad literaria prueba mayores dotes en Fernández de las que se infieren de la humilde posición que ocupaba. Con el fruto de sus investigaciones el soldado cronista volvió a España, y al cabo de cierto tiempo completó su historia de la insurrección de Girón.

»El Presidente del Consejo de Indias vio el manuscrito y quedó tan complacido con su lectura que excitó al autor a que escribiese de la misma manera la historia de la rebelión de Gonzalo Pizarro y de la administración de Gasca. El historiador fue además estimulado, según dice en su dedicatoria a Felipe II, por la promesa de una recompensa de parte de este monarca cuando terminase sus trabajos; promesa muy conveniente y política, pero que inevitablemente sugiere la idea de una influencia no enteramente favorable a la severa imparcialidad histórica. Esta idea no está en efecto en desacuerdo con la verdad, porque al paso que la narración de Fernández presenta con estudio la causa del Rey bajo el aspecto más favorable, hace muy escasa justicia al opuesto bando. No era posible ciertamente que un escritor pensionado por la corona disculpase la rebelión, pero hay siempre circunstancias atenuantes que, aunque condenemos el crimen, pueden servir para mitigar nuestra indignación contra los criminales; y estas circunstancias no se encuentran en las páginas de Fernández. Es desgracia para el historiador de tales sucesos, que sea tan difícil encontrar un escritor dispuesto a hacer justicia al rebelde vencido. El Inca Garcilaso, sin embargo, no se ha desdeñado de hacerla en el caso de Gonzalo Pizarro, y aun Gómara aunque vivía a la sombra o más bien al sol de la corte, ha   —328→   aventurado algunas veces una protesta generosa en su favor.

»La comisión dada a Fernández le puso en disposición de adquirir los mejores datos, a lo menos por la parte tocante al gobierno, pues, además de la comunicación personal que tuvo con los jefes realistas, pudo leer su correspondencia, diarios y comunicaciones oficiales. Aprovechose bien de esta oportunidad, y su narración, tomando la historia de la rebelión desde su origen, continúa hasta su extinción final y hasta el término de la administración de Gasca. Así la primera parte de su obra vino a terminar en el principio de la segunda, y el todo presentaba un cuadro completo de los disturbios del país hasta que se introdujo un nuevo orden de casas restableciéndose de un modo permanente la tranquilidad.

»La dicción es bastante llana sin aspirar a bellezas retóricas fuera del alcance del autor, ni guardar el carácter sencillo, de crónica. Las sentencias están arregladas con más arte que en la mayor parte de las pesadas composición es de aquel tiempo; y aunque no se advierten pretensiones de erudición ni de filosofía, la corriente de los sucesos sigue su curso de una manera ordenada, bastante prolija, es cierto, pero dejando una impresión clara e inteligible en el ánimo del lector. Ninguna historia de aquella época puede compararse con ésta en la abundancia de pormenores; y a ella han acudido historiadores más modernos como fuente inagotable para llenar sus páginas, circunstancia que es por sí sola bastante testimonio de la general fidelidad y de la copia de detalles de la narración. La Crónica de Fernández así arreglada en dos partes bajo el título de Historia del Perú, fue dada a luz en vida del autor en Sevilla en 1571, en un tomo en folio que era del tamaño del manuscrito».


(Obra citada, página 236.- Madrid, 1853.- Gaspar y Roig, editores)                




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ArribaAbajoPrimera Parte de la Historia del Perú

Por Diego Fernández, vecino de Palencia


II Edición revisada por Lucas de Torre

Biblioteca Hispania

Madrid. 1914

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ArribaAbajoCapítulo LXXIV
Llega el presidente Gasca al puerto de Manta y danle nueva de los pueblos que se han reducido. Dan nueva al Presidente de otros pueblos que se han reducido. Propiedad del pan de maíz. Escribe el Presidente a muchas partes su llegada. Llega mensajero de Guayaquil y da nueva que el pueblo está desamparado. Envía Gasca gente en favor de los de Guayaquil. Escribió Gasca a Pedro de Puelles


Procuró el Presidente cuanto fue posible navegar en la galera la vuelta de Puerto Viejo, mas por causa de no se poder meter en ella a la mar por andar alta y ser la costa de muchas quebrazones y puntas para no poder seguramente navegar en la noche, érales forzado surgir cada tarde, y desta manera iban siguiendo a la galera el navío del Adelantado y otros dos que habían tomado encima de la bahía, los cuales habían llegado casi junto con ella al puerto de Manta, donde supieron la reducción de Trujillo, Piura, Gayaquil y Puerto Viejo, que les dio grandísimo contento. Luego el Presidente despachó a Puerto Viejo, haciendo saber su llegada, de donde con mucha presteza y alegría vinieron la Justicia y Capitán que por Su Majestad habían puesto cuando se redujeron, y con ellos otros muchos, y les llevaron refrescos y mantenimientos, de que tenían harta necesidad. Y éstos más particularmente informaron de la reducción, y de cómo Diego de Mora, Juan de Saavedra, Gómez de Alvarado y Juan Porcel estaban en Cochabamba con golpe de gente aguardándolos para se juntar con ellos.

Luego encargó el Presidente a algunas personas de aquellos que sabían bien la tierra, que fuesen a los Quiximines a ayudar a Juan Pérez de Vergara a traer las bestias a Puerto Viejo, y llevasen maíz para ellas y comida para los que viniesen con ellas. Y asimismo ordenó que fuesen por todos aquellos lugares de indios donde se coge mucho maíz a recogerlo y traerlo, y hacer que se trajese todo el más pan cocido que se pudiese hacer dello.   —332→   Porque aunque en todo el Perú (y comúnmente en todas las partes donde se come maíz) el pan que dello se hace no se puede bien comer sino reciente, el de aquella parte se detiene tanto como el pan de trigo; y en esto pusieron todos mucha diligencia y proveyeron de mucho maíz en grano y cocido y de mucho pescado (que en aquella costa se toma) y aves de las de España y carne de puerco. Porque en aquel tiempo aún no había en aquella comarca vacas, ovejas ni cabras, porque en esta sazón se comenzaban a criar.

De aquí escribió el Presidente su llegada a Guayaquil, Piura, Trujillo, y a los que estaban en Cochabamba, animándolos y diciendo que lo mismo ellos hiciesen a todos los otros pueblos y partes del Perú. Escribió asimismo a Hernán Mexía creyendo ya habrían llegado él y Lorenzo de Aldana y los demás a Lima, y que volverían con el galeón la costa abajo conforme a la instrucción que en Panamá les había dado; encargó este despacho a Esteban Jiménez, vecino de Puerto Viejo, y estando ya aparejando para le enviar al paso de Guayaquil, y que de allí en una balsa pasase treinta leguas de mar a Túmbez, y desde allí fuese por tierra dando cartas, llegó un mensajero que hacían desde Guayaquil a Puerto Viejo diciendo cómo los que en aquel pueblo habían quedado le habían desamparado y pasádose con sus haciendas e mujeres e hijos a la costa que estaba hacia Puerto Viejo, dejando la otra que estaba a la parte de Quito, porque Pedro de Puelles enviaba sobre ellos y pedían socorro a los vecinos de aquel pueblo. Porque es de saber que al tiempo que Lorenzo de Aldana y los otros capitanes llegaron a Trujillo y se alzó bandera en aquel pueblo por Su Majestad, venía un criado de Pedro de Puelles de Lima por Trujillo y vio lo que allí pasaba, cómo Piura estaba por Su Majestad. Y entendiendo cómo los de Guanuco, Chachapoyas y Bracamoros salían a juntarse con Diego de Mora, como fue llegado a Quito díjolo a su amo y aconsejole que pues estaba de todas partes tan cercado, no se quisiese perder, sino que hiciese lo que aquéllos habían hecho. Pedro de Puelles se enojó tanto por lo que le dijo, que estuvo por darle de puñaladas,   —333→   y luego procuraron hacer más gente y crecer della las dos banderas que allí tenían Pedro de Salazar y Diego de Ovando. Y supliolas a cada uno de doscientos hombres con intento de guardar aquello o irse a juntar con Gonzalo Pizarro. Y sabiendo después lo que en Guayaquil y Puerto Viejo se hizo y que habían muerto a los tenientes de Pizarro, envió contra ellos con gente a Lunar, vecino de Quito, y habiendo este mensajero entendido en Puerto Viejo la llegada del Presidente, había llegado a darle la nueva.

Sabido, pues, por el Presidente luego a diligencia hizo que Pablo de Meneses con su nao y otras tres que eran llegadas tomase cantidad de la gente de Puerto Viejo y de la armada, que en mejor disposición venía y fuese a favorecer y defender los de Guayaquil, y que fuese con él Esteban Jiménez, para que de allí continuase su viaje a dar las cartas y despachos que con él enviaba. Y que asimismo fuese don Antonio de Garay (grande amigo de Pedro de Puelles) a persuadirle se redujese al servicio de Su Majestad. Y para ello el Presidente escribió a Pedro de Puelles, ofreciéndole no sólo perdón de lo pasado, pero gratificación de lo que hiciese, y así partieron luego para Puerto Viejo, para hacer lo que el Presidente les había mandado, puesto que en este tiempo ya a Pedro de Puelles le habían muerto, como se dirá.



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ArribaAbajoCapítulo LXXV
Tratan de matar a Pedro de Puelles. Muerte de Pedro de Puelles. Redúcese la ciudad de Quito al Rey


Después que Pedro de Puelles despachó la gente contra Guayaquil, considerando Rodrigo de Salazar58, su Capitán, y de quien mucho se fiaba, y otros sus soldados lo que en servicio de Su Majestad habían hecho los otros pueblos, comunicaron entre sí y trataron de matar a Pedro de Puelles. Fueron, pues, en este concierto, Morillo, Tirado y Hermosilla y otros algunos soldados de quien más confianza Salazar tenía; y estando ya todos bien prevenidos, entró el capitán Salazar un domingo muy de mañana a visitar a Pedro de Puelles, el cual aún no era levantado, y entrando el Capitán en su cámara, le dijo Pedro de Puelles: «Qué hay por acá, señor Capitán, tan de mañana?». Salazar respondió que venía para se ir con él a misa, y que Morillo le había rogado le entrase a suplicar le hiciese volver una cierta india que se le había tomado, y que si era servido que él entraría a darle la razón de su demanda. Pedro de Puelles dijo que entrase en buen hora, que con tal tercero no se podía dejar de hacer todo lo que pidiese. Salazar entonces le llamó por su nombre, y él entró muy comedido, con la gorra en la mano, y comenzó a explorar su petición, y en diciendo dos palabras arremetió a él denodadamente y comenzole a dar de puñaladas, y al mismo punto entraron Tirado y Hermosilla y otros, y diéronle de estocadas y matáronle. Luego salieron fuera con las espadas desnudas y arcabuces con mechas encendidas, dando voces y apellidando ¡Viva el Rey y mueran traidores! Y aunque el otro Capitán y su Alférez y otros que con él se hallaron salieron contra el capitán Salazar y sus   —335→   aliados, no fueron parte, antes fueron algunos muertos y el pueblo reducido a la voz de Su Majestad. Luego fue cortada la cabeza a Pedro de Puelles, y se puso en el rollo donde él había puesto la del virrey Blasco Núñez, y porque Lunar, con la gente que llevaba, no hiciese algún daño en Guayaquil despachó el capitán Salazar (a quien el pueblo había hecho su Capitán y Justicia mayor por Su Majestad) un mensajero escribiéndole que volviese luego con la gente que llevaba, sin hacer daño a nadie, y darle la obediencia como a tal Capitán y Justicia, y ansí lo hizo; y este mensajero pasó delante a dar la nueva a Guayaquil de lo sucedido en Quito, y sabido por Pablo de Meneses, que a la sazón aquí llegó, envió este mensajero a Manta a dar la nueva al Presidente, con que él y todos mucho se holgaron así por la parte que era Pedro de Puelles como porque el adelantado Benalcázar y los del Nuevo Reino podían venir a juntarse con el Presidente sin impedimento alguno. Luego escribió el Presidente a Quito al capitán Salazar y a los del pueblo loándoles lo que habían hecho y haciéndoles saber su llegada, y envió a Salazar provisión de Capitán y Justicia mayor por Su Majestad en aquella ciudad, encargándoles que a Benalcázar y su gente y a la del Nuevo Reino (que por allí vendrían) avisasen y les enviasen las cartas que el mensajero llevaba en que les daba cuenta donde quedaba y lo sucedido en Quito y en los otros pueblos, mandando que estuviesen a punto para cuando los enviase a llamar. Escribió también a Pablo de Meneses recogiese todo el maíz que en la Puná y en la comarca se pudiese haber, y con ello y las naos se fuese a Túmbez, donde, con el ayuda de Dios, sería con él muy en breve.



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ArribaAbajoCapítulo LXXVI
Manera de enfermedad de verrugas como mal francés. Razón por que se causa esta enfermedad. Llega el Presidente a Túmbez. Llega Manuel de Carvajal a Gasca y dale la embajada de los de Arequipa. Especialísima gracia del presidente Gasca. Halla el Presidente en Túmbez mensajeros de diversas partes. Lo que hizo y despachó Gasca. Dio Loaysa al Presidente relación de lo sucedido y enviole a Quito


Habiendo el presidente Gasca enviado a la ciudad de Quito la provisión de Capitán y Justicia mayor al capitán Rodrigo de Salazar, y hecho limpiar y dar sebo a los navíos, mandó sacar dellos todos los que venían enfermos (que eran muchos) y que los llevasen a Puerto Viejo para que allí se curasen. Porque allende la dolencia y flaqueza que traían, les dio allí un mal de verrugas tan grandes como una nuez y mayores que nacen en las puntas de las narices y en las cejas y en la barba, de un humor entre negro y bermejo que, al tiempo que se hacen y días después, dan dolores como mal francés; y así, los que las tienen, dan voces y se quejan, y suelen durar tres y cuatro meses hasta que se van marchitando y se resuelven, y quedan los que las han tenido después con buena disposición. Dícese que este mal, y otros que en aquel paraje hay, se causa por estar debajo la línea equinoccial, donde en el cielo debe haber algunas constelaciones que lo causan, que por ventura allí tienen más fuerza que en otras partes.

Habiendo, pues, proveído esto, y recogido el maíz en grano y bizcocho que pudieron y dado orden y encargado a los vecinos de allí que proveyesen de lo necesario a Juan Pérez de Vergara para las bestias que traía y fuesen con ellas al paso de Guayaquil, y estuviesen allí hasta enviar por ellas, en veintitrés de junio se partieron de aquel puerto, y con la buena navegación que tuvieron llegaron en seis días a Túmbez a gran pieza de la   —337→   noche, donde halló el Presidente a Pablo de Meneses, que con sus navíos, y Manuel de Carvajal, mensajero de Arequipa, con su fragata, aquel día habían llegado. Manuel de Carvajal se llegó luego a la galeota y dio al Presidente la embajada que traía de los de Arequipa; y asimismo dio relación de todo en lo de arriba sucedido, y cómo los de Arequipa se iban a juntar con Diego Centeno. El Presidente le hizo alegres recibimientos (que cierto en esto tenía especialísima gracia) agradeciéndole mucho su trabajo y peligro en que se había puesto por venirle a dar tan alegre y buena nueva. Y atento que su vuelta de Arequipa por mar no era segura ni lo era tampoco la ida (si de allí iba a juntarse con sus vecinos) el Presidente mandó que fuese en su compañía por tierra, para que, cuando llegasen en parte segura, pudiesen partir con la respuesta. Y otro día de mañana (dejando quien guardase los navíos y galeota) se desembarcaron en balsas que para aquello allí hay de los indios, porque, a causa de ser de muy gran tumbo el mar de aquel puerto ordinariamente, no se puede desembarcar en él sino de mañana, que anda más manso, y en aquellas balsas que, por ser más anchas, no zozobran como los bateles. Empero, con todo esto, no faltaron muchos de ser bien mojados y aun algunos que corrieron riesgo de ser ahogados.

En llegando el Presidente a Túmbez halló que le estaban esperando mensajeros de diversas partes de Lorenzo de Aldana y Hernán Mexía y de los que Cochabamba, de Diego de Mora, Juan de Saavedra y Mercadillo y de la ciudad de Quito. El Presidente los recibió con mucho amor y dio buen despacho a todos, escribiendo a todas partes la nueva de su llegada a aquel puerto, mandando lo que en cada parte se había de hacer; envió a Guayaquil para que los caballos y bestias se trajesen con brevedad, escribió a Quito para que Pedro de Salazar viniese con la gente a juntarse con él, y también a Benalcázar y licenciado Almendáriz para que se trajesen o enviasen solamente la gente que de su voluntad quisiese venir y que no hiciese falta en las granjerías ni defensa de sus   —338→   gobernaciones, y que fuese de manera como en el camino no hiciese daño ni desorden alguno, y envió a don Antonio de Garay para que viniese con esa gente. Luego, en llegando, dio provisión de Capitán y Justicia mayor de Piura a don Juan de Sandoval y mandó que residiese allí, así para la defensa del pueblo como para tener siempre aviso de Gonzalo Pizarro, por ser aquel pueblo buena comarca para ello.

Halló el Presidente, entre otras personas que allí en Túmbez le esperaban, al padre Baltasar de Loaysa, que le dio entera relación de todo lo de la tierra, y persuadiole para que no mandase venir la gente de Santo Domingo y Nuevo Reino ni de otra parte alguna, dándole muchas razones para ello y afirmando que todos los vecinos que estaban con Gonzalo Pizarro le dejarían luego que viesen su presencia. Y de algunos dellos dio cartas que traía al Presidente, el cual mandó que Loaysa fuese a Quito con una instrucción que le dio para el capitán Salazar, y a él mandó que residiese en Quito y detuviese la gente que viniese de Bogotá y del Nuevo Reino. También llegó en esta sazón a Túmbez el padre Juan Rodríguez, que venía del Cuzco de parte de Diego de Centeno, avisando al Presidente lo que había hecho en el Cuzco, y supo que era ya partido e ido a recoger la gente de Arequipa que traía el capitán Jerónimo de Villegas.







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ArribaAbajoJuan Cristóbal Calvete de Estrella

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ArribaAbajoBiografía de Juan Cristóbal Calvete de Estrella

Es uno de los Cronistas de Indias, designado por la autoridad real. «Cronista mayor de las Indias, después de Gonzalo Fernández de Oviedo», le llama don Antonio Paz y Meliá, en el Prólogo importante que escribió para la Rebelión de Pizarro en el Perú y Vida de D. Pedro Gasca, obra escrita por Calvete de Estrella, según sus palabras, «después de setiembre de 1565, habiéndola terminado a fines de enero de 1567», y que Paz y Meliá editó en Madrid en dos volúmenes el año de 1889, dentro de la Colección de Escritores Castellanos, utilizando para ello un manuscrito del siglo XVI que hoy reposa en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Se basó Calvete de Estrella para su libro en los documentos reunidos por La Gasca, así en lo concerniente a su jornada del Perú, como en lo tocante a los hechos de su vida, anteriores y posteriores a ella. Como Diego Fernández de Palencia, llamado El Palentino,   —342→   ha narrado en su Historia del Perú, compuesta en el mismo tiempo que la de Calvete y Estrella, casi con las mismas palabras que éste los acontecimientos relativos a Gonzalo Pizarro y a La Gasca, ha surgido la duda de si el Palentino no hizo otra cosa que copiar a Calvete, por lo menos en parte. A este propósito escribe Paz y Meliá:

«¿Quién de los dos utilizó el texto del otro? Persona tan competente en estas materias como el señor Jiménez de la Espada afirma que la primera parte de la Historia del Perú del Palentino, está literalmente copiada, con ligeras alteraciones, 'de otra historia o relación que compuso, u ordenó cuando menos, Dn. Pedro Gasca', y prueba el plagio cotejando trozos de aquella obra con otros de dicha relación, de letra de un secretario de Gasca, y que hoy existe en la Biblioteca particular de Su Majestad».


Paz y Meliá insinúa la idea de que tanto el Palentino como Calvete, pudieron haber utilizado los mismos documentos: la relación o relaciones de La Gasca, y añade que habiendo el Consejo de Indias prohibido la circulación de la primera y segunda parte de la Historia del Perú, del Palentino, hizo que la obra se tornara rara, por lo cual la de Calvete llena ampliamente la necesidad de información sobre el período a que se refiere el Palentino.

Prestó muy importante servicio a las letras castellanas don Antonio Paz y Meliá, nacido en 1842 y muerto en 1907, fecundo escritor, arqueólogo, archivero y bibliotecario adscrito a la Nacional de Madrid, cuya gran erudición corría parejas con su ejemplar modestia. Hizo, al editar a Calvete y Estrella, accesibles a todos los documentos que a éste le confiara La Gasca, para que pudiera narrar la vida del sacerdote diplomático que venció a Gonzalo Pizarro, antes que con las armas, con su extraordinaria astucia, acabando así con la rebelión que algunos han pensado fue la primera que surgió en América contra el poder de España, en el anhelo de tener aquí gobierno   —343→   propio, relatando también las peripecias de la guerra civil que ensangrentó una parte del territorio recientemente descubierto.

Paz y Meliá nos dio, al propio tiempo, importantes datos sobre el Cronista autor de la vida de La Gasca y de la rebelión de Pizarro. Sabemos por ellos que Juan Cristóbal Calvete de Estrella nació en Sariñena (Huesca), hacia el año 1525 y que falleció en Salamanca en 1593. En Alcalá de Henares estudió humanidades y lengua griega. Acompañó a Felipe II en Flandes y en Alemania y fue maestro de sus pajes. Sus numerosas obras castellanas y latinas se distinguen por la pureza del estilo, por su elegancia y amenidad. No se ha encontrado hasta hoy los doce libros que contenía su Conquista del Perú, escritos en latín ciceroniano y que se guardaban en la Biblioteca de San Isidro en Madrid.

Hemos escogido para esta selección de Cronistas, unas páginas de los capítulos II y IX del tomo primero de la obra de Calvete, editada por Paz y Meliá, por referirse directamente a acontecimientos ocurridos en nuestra patria durante la rebelión de Pizarro y por contener hechos que dicen relación con el estado de las costumbres en aquellos primeros años de vida de la Colonia.

Para terminar consignamos el siguiente dato interesante: el doctor Raúl Porras Barrenechea en la revista Mercurio Peruano que se publica en Lima, número 289 del mes de abril de 1951, dice lo siguiente:

«Sería interesante que el doctor Rafael Loredo diese a la publicidad la obra inédita del cronista Calvete de Estrella: De Rebus Indis, cuyo hallazgo nos comunicara en Madrid en 1939 y cuya publicación anunció entonces al Instituto Histórico del Perú». Hasta, la fecha no se ha hecho aquella publicación.

Nada mejor que reproducir textualmente lo que ha publicado el mismo feliz investigador doctor Rafael   —344→   Loredo, sobre Calvete y Estrella y su manuscrito por él encontrado, en la misma revista de Lima, Mercurio Peruano, del año 1946, Año XXI, Volumen XXVII, Número 233. Dice así el doctor Loredo:

«Creo conveniente que los pocos lectores peruanos que se interesan por estas publicaciones, sepan que por fin va a ver la luz la no menos importante fuente histórica De Rebus Indis de Juan Cristóbal Calvete de Estrella. Por una curiosa coincidencia, esa historia buscada hace tantos años y sobre la cual daba abundantes datos Paz y Meliá para que algún día 'pudiera encontrarse documento de tamaña importancia', se encontraba también en tres partes, o sea que existían tres copias de ella. Cuando estuve en España en 1939, encontré las tres, y al dar cuenta de este hallazgo a un amigo historiador, me indicó que debía inmediatamente publicarlo, porque era de suma importancia y que así vincularía mi nombre a esa publicación. Recuerdo que le contesté que no tenía interés en realizar el pesado trabajo que eso representaba, y que ésta era labor de otros, si no queríamos ir consumiendo la vida. Le agregué que después de dar cuenta de mi hallazgo, esperaría cinco años, y pasados procuraría encontrar quien realizara ese trabajo. Al volver al Perú en 1940, cumplí con indicar en la Revista Histórica, haber encontrado la obra de Calvete y por supuesto nadie se interesó. Ahora en España tuve otra idea: como la obra de Calvete se encontraba, según repito, en tres partes: en el Monte Sacro de Granada, en la Academia de Historia y en la Biblioteca Real; en esos tres lugares me ocupé de ella haciendo notar su importancia y la ayuda que prestaría su publicación a los investigadores e historiadores americanos. En el Monte Sacro, la mostré al bibliotecario, que se quedó sorprendido, indicándome que varios, sabiendo que ahí debía andar, se la habían pedido 'por carta' y que él había contestado que no estaba. En la Academia de la Historia creían que se había perdido. En realidad faltaba en la Colección   —345→   Muñoz, que ahí estuvo en dos tomos signados con los números 13 y 14, pero olvidaban que la tal colección había sufrido algunas dispersiones y no habían cuidado de buscarla en otro anaquel. Allí reposaba con el número 12-27-3, antigua numeración E. 66; porque lo curioso es que ingresó a la Academia mucho antes de que llegara la Colección Muñoz, de modo que esos dos tomos andaban perdidos -para la colección- cuando ésta se encontraba en otro lugar, pero después ahí se reunieron. En cuanto a la Biblioteca Real, estaba hasta en el catálogo, pero no se habían dado cuenta de identificar bien la obra y creían que se trataba de la parte de la Historia de Calvete ya publicada por Paz y Meliá. Más aún en el Índice habían bautizado a Calvete con el nombre de Gregorio. Ahora y gracias al celo de don Antonio Ballesteros, el conocido historiador español y gran americanista, que por feliz coincidencia es Bibliotecario de la Academia de la Historia y Director del Instituto Fernández de Oviedo, va a ser publicada. La publicación va a realizarla el padre José López Toro, Subdirector de la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid, eximio latinista y que acaba de publicar, por cuenta del Duque de Alva, otra obra de Calvete».


(Páginas 409 y 410, de la revista citada)                


Desgraciadamente, han transcurrido muchos años ya desde que esto se escribiera y la obra de Calvete y Estrella no se ha publicado todavía.



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ArribaAbajoRebelión de Pizarro en el Perú y Vida de don Pedro Gasca

Escritas por Juan Cristóbal Calvete de Estrella y publicadas por Antonio Paz y Meliá


Tomo I

Madrid

Imprenta y fundición de M. Tello

1889

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ArribaAbajoCapítulo II
Gonzalo Pizarro sienta sus reales junto a los del Virrey. Marcha éste a Quito y resuelve dar batalla a Pizarro. Sale el último a su encuentro y vienen a las manos. Muerte del Virrey. Victoria de Pizarro. Hace su Teniente General del Perú a Benito de Carvajal. El triunfo ensoberbece a Pizarro, que se entrega a la liviandad. Imítanle sus capitanes


No poco se holgó Gonzalo Pizarro con saber que su general Hinojosa tenía en su poder la ciudad de Panamá y del Nombre de Dios, y que Francisco de Carvajal perseguía a Diego Centeno; pero con todo esto no le parecía estar muy seguro mientras el Visorrey fuese vivo, porque sabía que aunque llegó muy destrozado a la ciudad de Popayán, tenía ya más de cuatrocientos hombres de caballo y de pie bien aderezados; y, por deshacerle del todo, determinó de sacarle de allí con algún ardid y engaño.

No podía ya sufrir Gonzalo Pizarro estar tanto tiempo fuera de la ciudad de los Reyes, de donde podía gobernar mejor a su voluntad las provincias del Perú y las costas del mar del Sur. Publicó que se iba a Lima y dejaba en Quito por su Teniente a Pedro de Puelles, e hizo que los vecinos que tenían indios entre Popayán y Quito lo publicasen, y que a cabo de pocas días dijesen que ya era partido con su ejército para Lima. Vinieron estas nuevas al Visorrey y envió desde Popayán otros indios y españoles para saber lo que pasaba; pero no pudieron sacar de los indios otra cosa sino que Gonzalo Pizarro era ido a Lima, y Pedro de Puelles quedaba en Quito, porque es tanta la fidelidad que los indios tienen a sus señores en guardarles sus secretos, aun después de muertos, que antes consentirán que los quemen vivos que descubrirlos. Tomáronle los caminos y pasos, y no dejaban pasar sino solamente aquellos que iban a derramar estas nuevas.

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Teniendo el Visorrey por cierto que era así como lo decían, no quiso aguardar más, aunque fue contra el parecer de sus capitanes, sino partirse para Quito, porque le parecía que con razón Gonzalo Pizarro, por las alteraciones que se movían, dejaba a Quito, que estaba en la frontera, por ir a guardar y gozar de las grandes y ricas provincias del Perú. Vino el Visorrey a Otabalo, y nunca hasta allí supo de Gonzalo Pizarro, aunque él sabía muy bien las jornadas que el Visorrey hacía por los indios que le enviaba Juan Marqués, el cual estaba con algunos soldados en un lugar a veinticuatro leguas de Quito; y como supo que el Visorrey venía cerca, salió con su ejército a buscarle, y asentó su real a la ribera del río que llaman Guaylabamba, en un lugar muy fuerte y tan cerca del campo del Visorrey, que los corredores se hablaban, llamándose los unos a los otros traidores; y aunque el Visorrey venía con determinación de dar la batalla a Pedro de Puelles, que aún no sabía que estaba allí Gonzalo Pizarro, pero reconocido el sitio del real, pareciole mejor irse a Quito, como lo hizo antes de media noche, mandando hacer fuegos a los indios, y dejándolos con los toldos en el campo, fue por la sierra por muy ásperos lugares y sin camino, y entró al medio día en Quito sin resistencia ninguna, y allí supo que Gonzalo Pizarro estaba juntamente con Pedro de Puelles, aunque, según dicen, ya lo supo en Otabalo por Andrés Gómez, su espía, el engaño que le habían hecho. Aconsejábanle el adelantado Benalcázar y el oidor Juan Álvarez, que con algún medio y partido se entregase a Gonzalo Pizarro, o que se fortificase y defendiese en aquella ciudad; pero no lo quiso hacer por no ser preso y porque de ninguna parte esperaba socorro, que antes que saliese de Popayán sabía de la prisión de Vela Núñez, su hermano, y de Rodrigo Mejía, y que Juan de Illanas y Juan de Guzmán, sus capitanes, habían huido de Panamá, y así determinó de aventurarse y ponerlo a riesgo de batalla, porque si la perdiese pudiese salvarse.

Luego a la mañana Gonzalo Pizarro supo por sus corredores la partida del Visorrey, y que iba camino de   —351→   Quito; levantó su campo y caminó con mucha orden hacia Quito, que estaba de allí cuatro leguas. Tenía más de setecientos españoles muy bien armados y ejercitados en la guerra, y que habían vencido muchas batallas en el Perú. Eran los ciento y cuarenta de caballo, y los doscientos arcabuceros y los otros piqueros. Reconoció la orden que el Visorrey traía en su ejército, el cual venía ya de la ciudad marchando contra los enemigos con sus escuadrones hechos. El uno era de toda la infantería que traían los capitanes Juan Cabrera, Sancho Sánchez de Ávila y Francisco Hernández de Cáceres. El otro, que era de la gente de caballo, y el mayor, llevaba el Visorrey, y del otro escuadrón, que también era de gente de caballo, y el menor, venían por capitanes el adelantado don Sebastián de Benalcázar, y Cepeda de Plasencia, y Pedro de Bazán. Gonzalo Pizarro siguió casi la misma orden, pero puso delante los arcabuceros y luego los piqueros, con los cuales cubrió los escuadrones de caballo, que no fue pequeño ardid.

Comenzose a trabar la escaramuza entre los arcabuceros, que andaban sobresalientes; y fuese de tal manera encendiendo, que se juntaron de entrambas partes los escuadrones con gran furia y voces, y recibiéndose con muchos arcabuzazos; pero era grande la ventaja que los arcabuceros de Gonzalo Pizarro tenían a los del Visorrey, así por ser más en número, como por ser tan diestros que mataron a muchos de sus enemigos, y entre ellos a Juan Cabrera y a Sancho Sánchez de Ávila, y al capitán Cepeda de Plasencia y otros. Lo cual turbó a los del escuadrón menor en ver muerto a su Capitán, y se juntaron con el Visorrey, y arremetieron todos juntos contra el escuadrón de los capitanes Benito de Carvajal y Pedro de Puelles y Diego de Urbina, que venían en la retaguardia del lado derecho, y rompiéronlo, aunque recibieron gran daño de una manga de arcabuceros del capitán Juan de Acosta. Cayeron algunos de los caballos, y el Visorrey derribó a Alonso de Montalvo Zamorano.

Venía el Visorrey en un caballo rucio, y traía sobre las armas una camisa india, por no ser conocido en la   —352→   batalla de sus enemigos. El cual, con el encuentro de Alonso de Montalvo, quedó tan torcido en la silla y quebrantado que no se pudo enderezar, porque en aquellas provincias los hombres de caballo traen unas lanzas largas de fresno y muy gruesas, metidas en unas bolsas de cuero, y que cuelgan de unas correas recias del arzón delantero, y vuelven por el pecho del caballo, y llévanlas cuando van camino enarboladas, y cuando han de encontrar en la batalla, ponen la lanza debajo del brazo, afirmándola en la bolsa, y como las correas vienen por el pecho del caballo, es el encuentro fortísimo, porque es con la fuerza del caballero y caballo, y si la lanza ceba, o pasa a su contrario o le derriba, y aun algunas veces a su caballo. Otros caen del gran encuentro caballeros y caballos juntamente; y si la lanza no se rompe y el caballero queda para ello, pelea como jinete, de manera que el encuentro al romper es mucho más recio y peligroso que con lanza de armas puesta en el ristre; y para poder pelear con aquellas lanzas como hombre de armas y jinete, cabalga ni tan largo como el uno ni tan corto como el otro, que es una nueva y aun temeraria manera de pelear.

Estando, pues, el Visorrey desatinado del encuentro, diole Hernando de Torres, vecino de Arequipa, a manteniente con una lanza, o según dicen, con un hacha en la cabeza, y derribole del caballo, sin que bulliese pie ni mano, ni nadie le hubiese hasta entonces conocido, que lo fue por algunos de los que andaban a confesar los heridos, y quieren decir que estaba fuera de juicio, no tanto por la caída, cuanto porque le solía tomar mal de corazón, que entonces le sobrevino; y según el poco sentido tuvo cuando le cortaron la cabeza, así se puede creer; pero lo que más se afirma que estaba así tendido como muerto pensando de librarse a la noche, porque de día era imposible, por no haber en aquel campo donde se pudiese esconder, y también por la furia con que los enemigos perseguían y maltrataban a los suyos.

Peleaban bravamente unos con otros, quebradas las lanzas, con hachas y estoques; pero íbales mal a los de   —353→   Pizarro. El cual arremetió con el escuadrón con tanta presteza por detrás de la infantería del lado izquierdo, que fácilmente, como los tomó de través los desbarató. Comenzaron a huir los del Visorrey, y fuéronlos siguiendo con tanta furia el licenciado Diego de Cepeda y Gómez de Alvarado y Martín de Robles, que pocos se escaparon sino fue Íñigo Cardo, que fue después muerto por el licenciado Polo en las Charcas y otros. Acabose de desbaratar la infantería que aún peleaba y se defendía contra la de Pizarro, viendo al Visorrey caído.

Discurría por la batalla el licenciado Benito de Carvajal, buscando al Visorrey para le matar en venganza de la muerte de su hermano el factor Guillén Joárez de Carvajal, y llegó a la sazón que Pedro de Puelles donde estaba caído el Visorrey. Conocido que fue el Visorrey, queriendo Benito de Carvajal apearse del caballo para le cortar la cabeza, no le dejó Pedro de Puelles, y así él mandó a un negro suyo que se la cortase, y Pedro de Puelles la tomó y la puso en la picota de Quito.

Luego que supo Gonzalo Pizarro que el Visorrey era muerto, mandó tocar las trompetas para recoger la gente que andaba muy derramada siguiendo el alcance.

Pasó esta cruel batalla a veintiséis de enero de mil quinientos cuarenta y seis. Murieron pocos de la gente de Gonzalo Pizarro, y de la del Visorrey muchos, y entre ellos el mismo visorrey Blasco Núñez Vela, y Sancho Sánchez de Ávila, su primo, y los capitanes Juan Cabrera, y Cepeda de Plasencia, y el licenciado Gallego, y el oidor Juan Álvarez, que murió después de las heridas por ponzoña que Gonzalo Pizarro le hizo poner en ellas. Los demás fueron presos y hubo entre ellos muchos heridos, entre los cuales fue el adelantado don Sebastián de Benalcázar a quien Gonzalo Pizarro perdonó por intercesión de muchos caballeros, y por el respeto que a su persona y antigüedad se tenía, le hizo curar de las heridas, y le ayudó con dinero y gente para se volver a su gobernación de Popayán; con que le prometió que le sería amigo, y en ninguna manera iría contra él; aunque   —354→   envió desterrados a don Alonso de Montemayor y a don Rodrigo Núñez de Bonilla, Tesorero de Quito, y a otros a Chile; pero ellos se alzaron con el navío en que iban, y se fueron a la Nueva España.

Hizo llevar Gonzalo Pizarro los cuerpos del Visorrey y de Sancho Sánchez de Ávila y de Juan Cabrera y del capitán Cepeda de Plasencia y del licenciado Gallego a Quito, donde los enterraron con gran solemnidad, y la cabeza estuvo en la picota hasta que el capitán Olea lo afeó a Gonzalo Pizarro, y él la mandó quitar y enterrar con el cuerpo; y el día de las exequias y entierro puso luto, y lo mismo hicieron los caballeros y capitanes del ejército; y por el contentamiento que tenía del licenciado Benito de Carvajal, por haber mandado a su negro cortar la cabeza al Visorrey, le hizo su Teniente General del Perú. Estuvo algún tiempo en Quito, y mandó quedar a algunas personas principales, amigos suyos, con quien se holgaba y más se comunicaba, y despidió la otra gente; dio a los unos indios, y a otros repartimientos, y a otros entradas y descubrimientos de nuevas tierras, y dio licencia a los vecinos de los pueblos para que se fuesen a sus casas, y proveyó tenientes en todas las ciudades e islas del Perú.

Envió al capitán Guevara a la villa de Pasto, y trajo de allí entre otros presos a Castellanos, el cual y Pedro Antón y Pedro Bello y otros nueve hombres de quien Gonzalo Pizarro tenía gran queja, fueron ahorcados. Desterró a muchos, y perdonó a otros, de que después se arrepintió. Así que no se puede decir que la batalla y la victoria fue cruel, pues por ser tirano, usó con muchos de clemencia. Hizo saber su victoria por todas las partes del Perú, porque sus amigos se animasen y se confirmase más su tiranía; y envió al capitán Alarcón con un navío a Panamá para que lo supiese su general Hinojosa, y para que le trajese a su hijo y a Vela Núñez y a Rodrigo Mejía y a los otros presos. Aconsejábanle sus capitanes y letrados que hiciese venir la armada, y corriese toda aquella costa de Nicaragua y de la Nueva España, y tomase y quemase todos los navíos que hallase,   —355→   porque de ninguna parte se pudiese juntar un navío con otro, y después se viniese a residir al puerto de Lima, para que si algún navío viniese de España con despachos del Emperador, no hallando comodidad para pasar seguro al Perú, pudiese él hacer sus partidos con gran ventaja; pero Gonzalo Pizarro no quiso seguir su consejo ni creerlos, así por tenerle la soberbia muy enseñoreado después de aquella victoria, como por la gran confianza que tenía de Pedro Alonso de Hinojosa, su General, y de los otros sus capitanes que con él estaban en Panamá y en el Nombre de Dios, y porque pensaba que ya no había cosa que le pudiese contradecir, y ya que la hubiese, que fácilmente la resistiría. Fue y vino el capitán Alarcón, y cerca de Puerto Viejo ahorcó a Lerma y a Saavedra, dos valientes soldados, y lo mismo hiciera de Rodrigo Mejía, si no fuera por el buen tratamiento que siempre hizo al hijo de Gonzalo Pizarro; y llegados a Quito, Gonzalo Pizarro perdonó a Vela Núñez, amonestándole que se guardase, que la menor sospecha que de él tuviese sería causa de su muerte, y enviole con Lucas Martín Vegaso a Lima. Y como se vio señor de aquellas provincias y mar del Sur, comenzó a tratarse con la mayor reputación que hasta allí había hecho, dando, como Rey, a besar la mano a todos. Y como el ocio sea causa del vicio, no se entendía sino en holguras y regocijos; y vivía Gonzalo Pizarro y los que estaban con él en toda desorden, y no con aquella honestidad que se requería, porque Gonzalo Pizarro tenía conversación con una mujer hermosa, que era hija de un vecino de Quito, que él y su mujer fueron al descubrimiento de la canela con Gonzalo Pizarro, donde se pasaron grandes trabajos y le sirvieron en aquella jornada. Estaba casada aquella mujer con otro vecino de Quito, que se decía Frutos, al cual Gonzalo Pizarro envió a las minas de oro, por poder gozar mejor de su mujer. La cual se hizo preñada, y temiendo que el marido la mataría si así la hallase, mandó Gonzalo Pizarro a un griego, criado suyo, que fuese a las minas y matase a Frutos. Y llegado el griego a las minas, comunicó el negocio con un su amigo que allí estaba, y aquel quitó que no lo hiciese, y avisó a Frutos   —356→   cómo el griego venía a matarle por causa de su mujer, y muy afligido dijo: «¿No basta que me tienen a mi mujer, sino que me maten por ello?». Volviose el griego a Quito por ruego de un su amigo sin matar a Frutos; y aunque él se excusó de no lo haber podido hacer, le riñeron y le mandaron volver con una carta que se viniese y trajese la cuenta del oro que estaba sacado, que Gonzalo Pizarro lo pedía, y que se volviese Frutos, y que en el camino, viéndole seguro, le matase; y así lo hizo el griego como le fue mandado por Gonzalo Pizarro, o, como algunos dicen, por Pedro de Puelles y el padre de la mujer. Como quiera que ello sea, Gonzalo Pizarro dio mil pesos al griego, después que hubo muerto a Frutos, para que fuese a su tierra y porque no le descubriese, y escribió por él a Hinojosa que luego con el primer navío que fuese le enviase a España, y porque después le tornó a escribir que le hiciese matar, pareciéndole que el griego diría alguna cosa de él en España que no estuviese bien a su fama y honra; pero ya era embarcado cuando aquella carta llegó a Hinojosa.

Supo luego Gasca cuando vino a la provincia de Tierra Firme lo que el griego hizo, y avisó al Consejo de Indias de la ida del griego a España y de las señas que tenía, y con las diligencias que se puso fue preso en Sevilla, y de allí se huyó a la isla de Santo Domingo, donde otra vez le prendieron y llevaron a Valladolid, donde por sentencia del Consejo de Indias fue ahorcado. Y también los que estaban con Gonzalo Pizarro hacían otras cosas enormes y feas, y entre ellas el licenciado Carvajal, por tener compañía a Gonzalo Pizarro, se envolvió con su huéspeda y quiso matar al marido porque un día los halló juntos, y le amenazó de tal manera, que de miedo se fue a sus indios, y de allí, porque entendió que Carvajal le haría matar, se huyó a Popayán; y porque él fue uno de los principales que engañaron al Visorrey y a Benalcázar para que viniese a Quito, creyendo que Gonzalo Pizarro era ido, Benalcázar lo mandó prender y ahorcar. Y así se cometían otros casos feos, no solamente en Quito, mas aun en otras ciudades, por los amigos y secuaces de Gonzalo Pizarro, y se regocijaban con su   —357→   victoria y muerte del Visorrey, sino eran aquellos que amaban la virtud, paz y sosiego y el bien público, y eran leales vasallos y servidores del Emperador. Y entre los que más se holgaron de aquella victoria fue Francisco de Carvajal, que lo supo por cartas del mismo Gonzalo Pizarro, yendo en seguimiento de Lope de Mendoza; y por animar más sus soldados, les dijo cómo el Visorrey era vencido y muerto en batalla, y porque lo creyesen, les mostró las cartas.




ArribaAbajoCapítulo IX
Arribo del Presidente a Manta, donde prosigue sus prevenciones contra Pizarro. Muerte de Pedro de Puelles a manos de Rodrigo de Salazar. Reducción de Quito. Abnegación de Ovando por los Pizarros. Crueldades ordenadas por Puelles. Nombra Gasca a Salazar Capitán y Justicia mayor de Quito. Comunica a Benalcázar las buenas noticias que va recibiendo. Expedición de Aldana. Traición del indio don Martín. Entra en Trujillo Acosta. Coge dos prisioneros que le aseguran que Gasca no llegaría en aquel año. Envía Pizarro a Acosta en persecución de Mora. Fortifícase éste entre dos ríos. Sabedor Pizarro de la marcha de Gasca y de la reducción de la armada, resuelve salir contra Diego Centeno. Ahorca Acosta a Mejía y a otros soldados. Fuga de Jerónimo de Soria a Trujillo con las cartas de Pizarro. Carvajal manda dar garrote al capitán Lope Martín. Salen Acosta y Pizarro contra Centeno. Reúnese toda la armada con el Presidente en Manta. Promesas de próximo socorro que recibe de Nueva España. Nuevas prevenciones para la guerra. Tumor pestilencial que sufre su gente. Arriba a Túmbez


Pero volvamos a Gasca, que por andar la mar alta, navegaba con su galeota junto a la costa, y por causa de   —358→   las puntas y quebradas que por ella se hacen surgía cada día a la tarde, por el peligro que corría caminando de noche. Y el adelantado Andagoya, con su navío y otros que había tomado, la seguía dando bordes a una parte y a otra, y así llegaron juntos al puerto de Manta.

Súpose allí de los que estaban en aquellas casas del puerto de Trujillo cómo estaban con Diego de Mora en Cajamalca los capitanes Gómez de Alvarado y Juan de Saavedra y Juan Porcel con copia de gente, aguardándole para se juntar con él, y cómo se habían reducido Piura y Túmbez y Guayaquil y la isla Pugna y Puerto Viejo, y que Diego Palomino y Juan Rubio habían tomado en el puerto de Paita el galeón de Calero de Nicaragua, que Villalobos había comprado, y lo enviaba a Gonzalo Pizarro, y metiéndose en él y Carrión con ellos, se habían ido a Panamá en su busca. De lo cual Gasca recibió muy gran contentamiento y alegría.

Vinieron de Puerto Viejo el Capitán y Justicia y otros muchos a visitarle en aquel puerto, y trajeron refrescos y mantenimientos de que tenían gran necesidad. Proveyó estando allí que hombres que supiesen bien la tierra llevasen maíz para las cabalgaduras y comida para el capitán Juan Pérez y los que iban con él, y les ayudasen a traer las caballos y las otras bestias de los Quijimines a Puerto Viejo, y también que fuesen otros a los lugares de indios que están dentro de la tierra y recogiesen todo su maíz y carnes que hallasen, y que del maíz se hiciese gran copia de pan, porque aunque en las otras provincias del Perú y de las otras Indias no pueden comer el pan de maíz sino muy fresco, en aquella comarca se le tiene en tanto como al pan de trigo, en la cual hay gran abundancia de pescados y carnes. Por maravilla se hallaba carne de vaca ni de oveja ni de cabra, porque no había sido alguna para criar. Y con la diligencia que se puso, se trajo mucho pescado, maíz y pan cocido, tocinos y gallinas.

Hizo saber Gasca de su venida a los de Guayaquil, Piura y Trujillo y a Diego de Mora y a los otros capitanes, loándolos lo que habían hecho como buenos y leales   —359→   vasallos del Emperador, y animándoles que estuviesen firmes y que trabajasen de inducir a otros para que hiciesen lo mismo.

Y estando para se partir con aquellas cartas y otras Esteban Jiménez (vecino de Puerto Viejo, que era hombre de cuidado y ánimo, y sabía muy bien los pasos de aquella tierra) que llevaba para Hernán Mejía, porque se creía que ya de Aldana y los otros capitanes habrían llegado al puerto de Lima, y que él sería de vuelta con el galeón conforme a la orden e instrucción que llevaban, llegó un mensajero de Guayaquil cómo le habían desamparado los vecinos y se habían pasado con sus mujeres e hijos y haciendas a la costa que está a la parte de Puerto Viejo, dejando la de Quito, porque Pedro de Puelles quería venir sobre ellos, y venía a los de Puerto Viejo que los socorriesen, porque Pedro de Puelles enviaba sobre ellos al capitán Lunar, vecino de Quito, con un golpe de gente.

Había ya llegado a aquel puerto Pablo de Meneses con tres navíos, y mandole que tomase gente de la de Puerto Viejo, y socorriese a los de Guayaquil, y que con él fuese Esteban Jiménez con el despacho que llevaba para que desde allí se encaminase a Túmbez, Piura, Trujillo y Cajamalca, y diese las cartas que llevaba.

Envió también con aquellos navíos a don Antonio de Garay, que era grande amigo de Pedro de Puelles, para que pasase a Quito y procurase de le reducir al servicio del Emperador y le ofreciese, como también lo hacía Gasca con su carta, que no sólo si lo hiciese le perdonaría lo pasado, más aún le acrecentaría en honra y hacienda y le haría toda merced. Pero no tuvo tanto tiempo para que pudiese reconocerse, que antes que Pablo de Meneses llegase con sus navíos a Guayaquil, comunicando Rodrigo de Salazar, hermano de Juan de Salazar, vecino de Madrid, con algunos soldados de su compañía de quien se fiaba, cómo estaban cercados de todos los pueblos que se habían reducido al servicio del Emperador, y Gasca venía con su armada, y no sabían lo   —360→   que hacía Gonzalo Pizarro, y no era bien aguardar más, sino hacer alguna cosa señalada con que a su Rey sirviesen, y pusiesen aquella ciudad debajo de su real voz, y supiesen que Pedro de Puelles tenía puestos en nómina ante Oña, escribano de aquella ciudad, a Orellana y a él y más de otros treinta de ellos para los mandar matar, porque entendía que eran servidores del Emperador, y para aquello había hecho poner más de veinte palos por los caminos, y mirasen cómo había hecho matar a Ruiz en llegando de Lima, sólo por decirle que venía inducido por el licenciado Cepeda y el capitán Martín de Robles de matar y alzar aquella ciudad por el Emperador, y que ellos matarían a Gonzalo Pizarro, y que también había hecho ahorcar otros cinco soldados por la sospecha que de ellos tenía, y ya no era tiempo de aguardar más; oído esto que dijo Rodrigo de Salazar, se persuadieron todos de matar a Pedro de Puelles.

Y con esta determinación, un domingo de mañana, que eran de guarda, se fueron a su posada y le dieron de estocadas, y con los arcabuces en las manos y mechas encendidas, apellidando a grandes voces: ¡Viva el Rey y mueran traidores!

Acudieron a la voz del Rey muchos vecinos con sus armas, y por otra parte salieron los capitanes Diego de Ovando y Martín de Alarcón y algunos soldados de su compañía en nombre de Gonzalo Pizarro. Trabose entre ellos una brava contienda; pero luego fueron vencidos y muertos algunos de los soldados, y presos los capitanes Ovando y Alarcón, con que cesó la pelea y aquella ciudad fue reducida al Rey, y los vecinos y soldados de ella tomaron por su Capitán y Justicia mayor a Rodrigo de Salazar. El cual hizo poner la cabeza de Pedro de Puelles, que él había muerto, en el rollo, en el mismo lugar donde había estado la del visorrey Blasco Núñez Vela, y los cuartos de él en los palos que él había mandado poner por los caminos.

Mataron también a Oña, escribano, y a cabo de tres días justiciaron a Diego de Ovando, el cual estaba tan   —361→   pertinaz, que cuando le dieron garrote dijo que él había dado su vida a los Pizarros, y así les daba y dedicaba su muerte y holgaba de pasarla por ellos. Fue desterrado Martín de Alarcón, natural de Medellín, con otros, a Popayán.

Despachó luego Rodrigo de Salazar un mensajero al capitán Lunar, que volviese con la gente, sin hacer daño a los de Guayaquil, y viniese a le dar obediencia, como a Capitán y Justicia mayor de aquella ciudad, la cual, por la muerte de Pedro de Puelles, había reducido al servicio del Emperador. Y Lunar así lo hizo, y el mensajero pasó a los de Guayaquil a les dar aquella nueva. Y como la supo Pablo de Meneses, que entonces llegaba a Guayaquil, mandó al mensajero que pasase a Manta, donde hallaría a Gasca. El cual recibió gran contentamiento con aquella nueva, por perder Gonzalo Pizarro tan gran brazo y ayuda como tenía en Pedro de Puelles que, cierto, era la más principal y mayor que en el Perú le quedaba, aunque, según dijo el capitán Diego de Urbina, él estaba determinado de reducirse el día después que le mataron; pero como se tenía por cosa incierta, túvose por mejor haberle dado la muerte, que no era buen indicio para reducirse haber querido matar a su criado Morales cuando se lo persuadía, y hecho gente para ayudar a Gonzalo Pizarro, y enviado a Lunar con parte de ella a destruir los de Guayaquil; cuanto más que lo que el capitán Diego de Urbina decía no llevaba camino, como claramente se conoció por un mandamiento que don Antonio de Garay halló en poder de un clérigo de Tacunga, que es un repartimiento en tierra de Quito, el cual Diego de Ovando había usurpado al tesorero Rodrigo Núñez de Bonilla.

Mandaba Pedro de Puelles por aquel mandamiento a Diego de Ovando, su Capitán y Alguacil mayor de Quito, que matasen a todos los que habían seguido y favorecido al visorrey Blasco Núñez Vela, y lo hiciese so pena de muerte; y que si en Tomebamba estuviesen algunos, enviase persona de confianza que los prendiese y ahorcase. Era hecho aquel mandamiento en Luisa, tierra de Quito,   —362→   a veinticinco de abril, año de MDXLVII, con fe en las espaldas, que Ovando la recibiera a veintiocho de abril. El cual, en cumplimiento de aquel mandamiento, ahorcó a Blasco Vela y a Ulloa, que eran sus criados y le servían desde la muerte del visorrey Blasco Núñez Vela.

Rompió aquel mandamiento Diego de Urbina, por ser tan amigo de Pedro de Puelles; y así se creía, por haber casado tres meses antes a Diego de Urbina, su sobrino, con una hija de Pedro de Puelles. Y aunque los Urbinas, Capitán y sobrino, afirmaban que Pedro de Puelles, un día después que le mataron, quería reducirse y alzar bandera por el Emperador, no es de creer, porque él fue muerto a treinta de mayo, y a los veinticuatro de aquel mes escribió al capitán Alonso de Mercadillo, y a los veinticinco a Diego de Urbina para que se juntasen con él en servicio de Gonzalo Pizarro contra Gasca y Lorenzo de Aldana y los que seguían al estandarte real. Y aquel día que escribió a Diego de Urbina, ahorcó a Isabel Godínez, mujer que fue de Hernando Sarmiento, difunto vecino de Quito, que por seguir al Visorrey fue ahorcado, y hermana de Manuel Estacio.

Hizo también Pedro de Puelles por Marmolejo matar a una hermana de Isabel Godínez, mujer de Juan Márquez, vecino de Quito, que también fue muerto por los de Pizarro. La causa porque Puelles ahorcó las dos hermanas, fue porque teniendo la una el licenciado Carvajal por amiga, y la otra Juan de Silveira, Sargento mayor de Gonzalo Pizarro, y viéndose ellas olvidadas y desamparadas de ellos, hablaban mal de las cosas de Gonzalo Pizarro y de los suyos. Había también mandado Puelles a Marmolejo que matase a Manuel de Estacio, porque no quedase ninguno de ellos para le poder pedir una gran suma de oro que les había tomado, y para les poder tomar lo que les había quedado.

También se decía públicamente por Quito que Puelles había ahorcado a Isabel Godínez por hacer placer a una manceba suya. Estaba Isabel Godínez tan sin sospecha que se tratase de su muerte, que cuando llegó el Alguacil   —363→   a decirle que se confesase, le halló muy descuidada y sin pensamiento de tal cosa.

Como quiera que sea, luego que fue ahorcada, Puelles le tomó toda su hacienda, lo cual no hiciera si no pensara de permanecer en su tiranía y crueldad, y la misma maldad y pertinacia pareció haber en sus capitanes Ovando y Alarcón, que apellidando Rodrigo de Salazar, después de la haber muerto, «¡Viva el Rey!», apellidaban ellos «¡Viva Pizarro!». Pero al cabo llevó Pedro de Puelles el pago que de sus crueldades y traiciones merecía, y con su muerte se quitó el impedimento que había en Quito, estando en poder de Pedro de Puelles con tanta gente, para poder venir seguro el adelantado Benalcázar con los vecinos de su gobernación y del Nuevo Reino de Granada a juntarse con el ejército de Gasca. Y por gratificar Gasca a Rodrigo de Salazar, le envió provisión de Capitán y Justicia mayor de aquella ciudad por el Emperador, y en su real nombre le agradecía por su carta y loaba lo que él y los vecinos de aquella ciudad habían hecho, y cómo había llegado a Manta con su armada, y que recibiesen y encaminasen al adelantado Benalcázar cuando allí viniese con su gente y la del Nueva Reino, y que le enviase con toda diligencia y a recado aquel despacho que para él el mensajero llevaba. Hacíale saber Gasca cómo quedaba en el puerto de Manta con su armada y lo que en Trujillo, Piura, Guayaquil y Quito había sucedido y en el Cuzco, con todo lo demás, que dio gran contentamiento al adelantado Benalcázar y a los que estaban reducidos y deseaban el servicio de su Rey, y confirmó a los dudosos e hizo estar quedos a los desasosegados y que estuviese muy a punto con su gente para venir cuando le llamase. Escribió también a Pablo de Meneses que recogiese todo el maíz y vituallas que hallase en la isla Puna y de aquella comarca, y prosiguiese su camino donde él con el resto de la armada iría. Estaba muy maravillado en parecerle que tardaba mucho Hernán Mejía en dar la vuelta con el galeón; pero como la navegación había sido tan larga y los tiempos recios y contrarios y la falta de las vituallas mucha, no habían podido aún llegar a Lima, que después   —364→   que salieron del puerto de Trujillo, apenas tuvieron mantenimientos hasta llegar al río de Santa, que no hay por tierra sino quince leguas.

Despachó Aldana de aquel puerto el navío que había tomado al licenciado León, con cartas para Gasca, que no habían podido pasar del río Santa hasta aquel día, que eran cuatro de julio, que partían para Lima, y que de allí pasaría con los dos navíos y fragata a Arequipa, y Hernán Mejía se volvería con el galeón la costa abajo, y Francisco de Carvajal y Juan de Acosta iban por la costa para les quitar los mantenimientos, y Acosta había tomado a la boca del río Santa unos marineros que hacían agua, y cómo habían dejado en el puerto de Trujillo a Pedro Díaz con su navío cargado de bastimentos.

Paráronse Aldana y los otros capitanes a hacer agua en aquel río, y de allí acordaron Lorenzo de Aldana y los otros capitanes que fuese fray Pedro de Ulloa, compañero del provincial fray Tomás, y con él D. Martín, indio y lengua antigua de los españoles, a su repartimiento de indios que tenía cerca de Lima, la costa arriba, que llamaba Guarney; y por la voluntad que él mostraba de servir al Emperador, aunque era uno de los que habían preso con el licenciado León, se confiaron de él y le dieron seiscientos castellanos para que comprasen maíz, tocinos y gallinas. Y echándolos en tierra, D. Martín dejó en su casa que tenía en el repartimiento de Guarney, a fray Pedro, y él, como que iba a comprar lo que llevaba a cargo, caminó con gran priesa para Lima, y dijo a Gonzalo Pizarro el engaño que había hecho a Lorenzo de Aldana, y cómo dejaba en su casa a fray Pedro, compañero del provincial fray Tomás.

Luego que esto oyó Gonzalo Pizarro, envió a fray Pedro y a fray Gonzalo, de la Orden de la Merced, los cuales con sus arcabuces que siempre los dos frailes solían traer, y otros con ellos, fueron y le trajeron preso delante de Gonzalo Pizarro. Entregolo a Francisco de Carvajal, y él le tuvo preso y faltó poco que no le diese garrote, lo cual se dejó de hacer por respeto de fray Domingo, que era un religioso de la misma Orden, de gran   —365→   doctrina, santidad y vida, que rogó por él y se le entregó para que lo tuviese en su monasterio, sin que se consintiese que nadie le pudiese ver ni hablar.

Estando los capitanes haciendo agua en Santa, llegó el capitán Acosta con su gente a Trujillo; y como todos los vecinos se hubiesen ido con Diego de Mora a Cajamalca, no halló sino viejos, mujeres y niños; y por no tener orden de Gonzalo Pizarro, no pasó a la Piura, que está de allí setenta leguas; y como vio que no podía coger a Diego de Mora ni a ninguno de los vecinos de Trujillo, para hacer justicia de ellos, fue la costa arriba, por entender lo de aquellos navíos de armada, y por les hacer el daño que pudiese. Y llegando al río de Santa, se huyeron algunos de los que hacían agua para él y le avisaron dónde los otros la hacían. Y dando de súbito sobre ellos, mató dos y prendió otros dos, y los otros se acogieron al barco, y dijeron a Lorenzo de Aldana lo que pasaba, y Acosta se fue con aquellos presos a Lima. De los cuales supo Gonzalo Pizarro la gran falta que de mantenimientos en los navíos había, y la poca gente que tenían por haberse muerto mucha, que cada día echaban enfermos en tierra, y así lo estaban todos, y los arcabuces y las otras armas y pólvora estaba tan perdida por la humedad, que era de poco provecho, y que de Gasca no sabían cosa ninguna, antes tenían por cierto que no vernía aquel año al Perú.

Dio gran contentamiento esto a Gonzalo Pizarro y a los de su consejo, y mandaron que luego se publicase y escribiese a todas las partes del Perú, y que el capitán Acosta se volviese a furia con muchos de a caballo y arcabuceros que le siguiesen la costa abajo para impedir los navíos que no pudiesen bastecerse, ni tomar agua ni leña, ni proveerse de cosa alguna, y que dejando allí parte de la gente, la que le pareciese que bastase para impedir a los navíos, él pasase a Cajamalca a deshacer a Diego de Mora y los que con él estaban.

Salió a la costa de Lima con su gente, y entonces conoció Gonzalo Pizarro cuán mal aconsejado había sido   —366→   en quemar los navíos, porque si él los tuviera en el puerto de Lima, muy fácilmente tomara los de Lorenzo de Aldana, Mejía, Palomino e Illanes, por venir tan maltratados y con tan poca gente y tan enferma, de lo cual recibiera gran daño la armada del Rey e hiciera el negocio muy dificultoso, y no dejaran de seguirse grandes inconvenientes y mudanza de ánimos y voluntades de muchos que estaban determinados de se declarar contra Gonzalo Pizarro y servir a su Rey.

Supo luego Diego de Mora la salida de Acosta y de la gente con que iba y el intento que llevaba por los indios y españoles que tenía en Lima puestos por diversas partes para le dar aviso, lo cual le puso en mucha turbación y a los que con él estaban, que siempre habían estado con temor y recelo que Gonzalo Pizarro no enviase gente sobre ellos, y por la otra parte de Quito no viniese Pedro de Puelles, porque aún no sabían de su muerte, ni de haberse reducido Quito, y así a mucha priesa se mudaron del lugar donde estaban y se pusieron en un fuerte entre dos ríos el uno de los cuales estaba a la parte por do había de venir Acosta y el otro a la parte de Quito. Y por asegurarse más, quebraron los puentes que en los dos ríos había y pasaron dos barcos que estaban a las puentes donde ellos estaban.

Estando muy confusos entendiendo en esto, llegó Esteban Jiménez con las cartas de Gasca y con la nueva de la muerte de Pedro de Puelles, y cómo Quito estaba por el Emperador, de lo cual recibieron grande alegría, y se animaron mucho, por parecerles que tenían las espaldas seguras, que ya que fuesen forzados de se retirar, lo podrían hacer con más facilidad a Quito, que irse a juntar con Gasca, por ser el camino muy largo y áspero de muchas sierras y montañas, y así lo escribieron a Gasca que lo harían, y que de allí se podrían ir donde él estuviese. Y con las cartas que Esteban Jiménez dio en Túmbez y Piura, y por lo que publicó por el camino, y lo que Diego de Mora y los otros escribieron a diversas partes, se derramó por todas las provincias del Perú la venida de Gasca con su armada a aquella tierra, lo cual puso   —367→   grande ánimo a los que deseaban servir al Emperador para que se animasen y estuviesen más firmes y se declarasen contra Gonzalo Pizarro. El cual, pocos días después que enviara a Acosta, tuvo aviso de la muerte de Antonio de Robles, y cómo la ciudad del Cuzco estaba por el Emperador, y que Diego Centeno iba con cuatrocientos hombres a las Charcas, y se había reducido Arequipa y los vecinos de aquella ciudad, llevando por Capitán a Jerónimo de Villegas, y se iban a juntar con él. Puso esta nueva no pequeña turbación en los ánimos de los de Gonzalo Pizarro, y parecioles que era bien ir a deshacer a Diego Centeno antes que pudiese en aquella tierra, que era tan rica y de mucha gente, rehacerse más, y también porque si se disimulaba algún tiempo, le acudirían de las otras partes muchos españoles, y podría hacerse tan poderoso, que con dificultad pudiesen valerse con él. Y así Gonzalo Pizarro envió a mandar al capitán Acosta que se volviese muy apriesa y recogiese de camino toda la gente, armas y municiones que pudiese. El cual, por la sospecha que tuvo de Mejía, caballero de Sevilla, y de otros que se le querían quedar, los ahorcó.

Y aconteció que Jerónimo de Soria y Cardona, que iban delante por corredores, mataran otros dos españoles que también iban con ellos por corredores, por decirles que se volviesen a Acosta, que los llamaba para volverse a Lima; y muertos que los hubieron, se huyeron a Trujillo, y llegando Acosta a Lima, fue preso el capitán Lope Martín por Francisco de Carvajal, porque dio un caballo a Soria conque se huyera de Trujillo, y que por ser amigo del capitán Juan Alonso Palomino, había dado aquel caballo a Jerónimo de Soria para que se huyese a los navíos con las cartas y avisos que llevaba. Y aunque todo esto no era verdad, le hizo confesar y darle garrote. Y habiéndole dado ya una vuelta, llegó D. Antonio de Ribera, que había procurado librarle, por ser su amigo, con un guante de Gonzalo Pizarro para que no le matasen, porque quería informarse de él de ciertas cosas, y así, medio ahogado, le sacó de entre las manos del verdugo.

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Llegado que fue Acosta a Lima, le envió Gonzalo Pizarro con quinientos hombres bien armados por la sierra, y procurase de recoger todos los españoles, caballos y armas que en Guamanga y Cuzco pudiese, y de allí caminase para las Charcas, que él iría con la otra gente por Arequipa, y se juntarían los dos sesenta leguas antes de las Charcas para ir contra Diego Centeno, porque les pareció que era mejor ir a deshacerle que no guardar la costa y quitar los bastimentos a Lorenzo de Aldana y a los navíos que con él venían, porque creían estar seguros que aquel año Gasca no vernía con su armada, y que por esto no había para qué hacer caso de aquellos navíos, por el poco daño que les podían hacer. Y con esto se partió el capitán Acosta con su gente por la sierra, y Gonzalo Pizarro quedó para se aderezar y juntar más gente y dejar de ella la que convenía en guarda de aquella ciudad, e ir para Arequipa a juntarse con Acosta.

Ya en este tiempo habían llegado todos los navíos a Manta, donde Gasca con su galeota les esperaba, después que él enviara los despachos y provisiones de Capitán y Justicia mayor de la ciudad de Quito para Rodrigo de Salazar. Vino entre ellos en un navío García de Arias con cincuenta soldados de Nicaragua que enviaba el presidente Francisco Maldonado a Gasca, y le escribió que luego despacharía otros cuatro navíos tras aquél con gente, armas, caballos y vituallas. Y de las cartas que traía García de Arias de D. Antonio de Mendoza, Visorrey de la Nueva España, se entendía que para el setiembre de aquel año enviaría a D. Francisco de Mendoza, su hijo, con cuatrocientos hombres de a caballo y doscientos arcabuceros y otros tantos piqueros. Y el mismo aviso daba D. Juan de Mendoza, que había ido a la Nueva España a solicitarlo.

Vinieron en aquel navío de García de Arias el contador Juan de Guzmán y Juan Navarro. Y porque venían los navíos de aquella navegación tan tardía y trabajosa, maltratados y sucios, los habían aderezado y limpiado y dado sebo. Partieron con dos navíos de aquellos Diego de Villavicencio y Orellana a la isla de Puna, a cargarlos de vituallas y llevarlas donde estuviese la armada.

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Llegó entonces en una balsa Antón Andero, que era uno de los que el capitán Francisco de Olmos envió a descubrir los navíos de armada, y fue tomado por Lorenzo de Aldana, y desde Trujillo le dio libertad y a los otros, como está dicho. Contó éste como testigo de vista, que después que Diego de Mora salió de Trujillo para Cajamalca, Gonzalo Pizarro había enviado con gente para cobrar aquella ciudad de Trujillo, y que el capitán Juan Alonso Palomino había saltado en tierra con ochenta arcabuceros y metídose en ella, dejando por su Teniente del navío a Juan del Arco, y Lorenzo de Aldana había quedado con el galeón a guardar el puerto, y que Hernán Mejía con su navío y Juan de Illanes con la fragata habían acometido y tomado el navío, que era el en que venía el licenciado García de León, y Palomino con su gente se había vuelto a embarcar y a los XXV de junio aquellos capitanes se partirían para Lima.

Venía el licenciado León a hacer requerimiento por parte de Gonzalo Pizarro a Gasca, que dejase pasar a sus procuradores a España y no viniese al Perú con mano armada. Entendido esto por Aldana, quiso que le hiciese aquel requerimiento y llevase los traslados de los perdones y de lo demás a Gonzalo Pizarro, y él lo aceptó con toda voluntad, como la tenía de servir al Emperador.

Trajo también Antón Andero cartas del padre fray Loaisa, Obispo de Quito, que so color de tomar la posesión de aquel Obispado, venía de Lima para verse con Gasca y quedaba en Túmbez con Villalobos, y de su carta se entendía que Gonzalo Pizarro había enviado a Juan de Silveira, su Sargento mayor, a las Charcas, para que hiciese gente. Llegó también a Manta Martín de Aguirre, que lo enviaba Rodrigo de Salazar a poblar a Guayaquil, y que lo tuviese por él y la isla de Puna. Y así lo certificaba el capitán Francisco de Olmos a Gasca por Hernando de Ribera y Lope de Ayala, que vinieron con él. El cual, encontrando en el camino de Quito a don Antonio de Garay, le dijo cómo era muerto Pedro de Puelles y aquella ciudad reducida, y que oyéndolo, se había partido con los despachos que llevaba.

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Holgó Gasca de oír lo que Aguirre le dijo de Quito y de don Antonio de Garay. Despachole luego con cartas para Rodrigo de Salazar y los otros capitanes, loándoles lo que habían hecho y animándolos que estuviesen firmes en servicio del Emperador, y con la más gente, armas y municiones que pudiesen se viniesen a Túmbez a juntarse con él, porque en breve pudiesen deshacer a Pizarro y reducir todo el Perú, como antes estaba, al servicio del Emperador. Y porque la entrada de mucha gente en el Perú podría ser muy dañosa y causar alborotos y alteraciones más de las que había, envió a mandar a Benalcázar y a Armendáriz y a Tobilla que sobreseyesen en sacar la gente hasta que viesen otra carta suya, y encargó a Aguirre que con diligencia enviase aquellas cartas en llegando a Quito y a Popayán.

Venían muchos enfermos en los navíos, los cuales echaron en aquel puerto de Manta para que los llevasen a Puerto Viejo y los curasen, y enterrasen los que muriesen, que no fueron pocos. Encargose de ellos la justicia de aquel pueblo de Puerto Viejo y los vecinos que no fueron con Gasca. Saliéronles a los enfermos que iban a Puerto Viejo unas verrugas tan grandes y aun mayores que nueces en las narices, cejas y barbas, de un humor pestilencial entre negro y bermejo. Las cuales, cuando les nacían y algunos días después, causaban tan grandes dolores como el mal francés y les hacían dar gritos y voces. Suelen durar cuatro y cinco meses; hasta que comienzan a secarse no cesan de doler, y al cabo vienen a resolverse, y los que las han tenido quedan limpios y sanos. Piensan los de aquella tierra que aquellas verrugas y otras enfermedades que hay se causan por estar aquella región y paraje debajo de la línea equinocial, y que vienen a hacerse por causa de algunas constelaciones que allí hay y tienen más fuerza en aquella región que en otra parte por do pasan.

Hizo recoger Gasca todo el maíz y bizcocho en los navíos que se pudo haber, y dio cargo a algunos vecinos de Puerto Viejo que proveyesen a Juan Pérez de Guevara y a las cabalgaduras que traía de maíz y comida, y   —371→   aguardase con ellas en el puerto de Guayaquil hasta que él le enviase a decir que viniese. Dada la orden de lo que convenía hacerse por Gasca, salió con la armada del puerto de Manta a los XXIII de junio, y con el buen tiempo que le hizo, el último del mismo mes entró con su galeote, ya muy noche, en el puerto de Túmbez, donde halló a Pablo de Meneses con sus navíos y a Diego de Villavicencio y al capitán Meneses y Orellana con el maíz que habían traído de Puna y la fragata de Arequipa, en la cual venía Garci Manuel de Carvajal y Diego García, y de ellos supo todo lo que Diego Centeno había hecho en el Cuzco, y lo que había pasado en Arequipa con Lúcar Martín Vegaso, y cómo al tiempo que él se partió con aquella fragata por mandado del capitán Jerónimo de Villegas y vecinos de aquella ciudad, ellos también se fueron para juntarse con Diego Centeno.

Fue Carvajal con mucha alegría recibido de Gasca por tan buenas nuevas como le traía. Y porque no era seguro volverse con la fragata a llevar la respuesta de su embajada, quedose con Gasca para irse en su compañía por tierra hasta donde le pareciese que podría su salvo tornarse a Arequipa.

Luego el siguiente día, que fue primero de julio del año MDXLVII, dejando en guarda de la galeota y navíos la gente que era necesaria, se desembarcó Gasca y el Arzobispo de Lima y el general Hinojosa y los demás en balsas que tienen allí los indios. Es tan grande el tumbo y furor de aquel mar, que no pueden desembarcarse sino por la mañana, que está más manso. Usan para se desembarcar de aquellas balsas, que por ser muy anchas no se zozobran ni trastornan como los bateles. Pero era tanto el deseo que tenían todos de salir en tierra, que con la priesa que se daban, se mojaron muchos, y algunos corrieron peligro de ahogarse en aquel puerto de Túmbez, al cual con tanto trabajo y peligro, pasando tanta hambre y fortuna, habían arribado.

Fin del Tomo I