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ArribaAbajoXVII. Cosmogonía del mal

152, DOLOR. Sabemos que el dolor es inherente a toda forma de vida. Pero también sospechamos que el mal es propio de las creaturas metafísicas. O la idea del Mal. Porque el Mal es la metafísica del dolor y animales metafísicos sólo hay una especie en Gea.

153, ORIGEN. Para muchas mitologías y para el pensamiento científico, el Universo múltiple se originó a partir de la unidad. Es el huevo cósmico de los antiguos egipcios, es el Big-bang de Alexander Friedmann. Lo múltiple existe porque la unidad original fue perturbada por la dualidad. Todo mito sobre la Creación supone el sacrificio de algún dios, la tensión de un par de fuerzas opuestas. Esta perturbación original es, en sí misma, contradictoria, ya que supone una adición ex nihilo a la nada o al Ser primero. Lo cual sólo parece descabellado. (Algo parecido planteó en 1973 un científico, Edward Tryon, cuando expuso la posibilidad de que el Universo haya surgido de la nada, de una fluctuación del vacío.) -Parménides resolvió esta paradoja negando toda creación. Su frase, «lo que no es no puede llegar a ser» fue traducida más de dos mil años después por Lavoisier: «nada se crea ni se destruye; todo se transforma». Una perspectiva creacionista podría resolver el problema a partir del Uno-creador al que nada se le suma. Sin embargo, suponer una duda, una tensión original entre dos elementos o entre pares de opuestos, acaban por refutar en algún momento la Unidad original. Para explicar la existencia del Mal a partir del Bien (Dios), es necesario que al Creador se le oponga un elemento exterior y novedoso. Un elemento venido de una especie de «nada perversa». Un pensamiento semejante y menos abstracto concibieron aquellos gnósticos del siglo II: el mundo sólo puede ser la obra de un espíritu maligno.

154, CONDENA. En un tiempo se amenazó a los infieles con la nada. Hasta que se debió advertir que en un mundo doloroso la idea de cesar de existir por completo no era tan terrible. También se debió tener noticia de que muy al Oriente la misma amenaza era, precisamente, una aspiración. Entonces se resolvió un cambio de estrategia evangelizadora y se optó por una menos abstracta pero más efectiva: la nada se llenó con el fuego del Infierno. Ni siquiera fue necesario inventarlo, porque el Vesubio o los griegos ya lo habían hecho, como siempre. -Claro, después sobrevino la cuestión inevitable: ¿entonces es eterno el Infierno? Para que la amenaza sea coherente y, sobre todo, efectiva, se debe responder que sí. Pero si el Infierno es eterno se abren otras dos posibilidades: 1) Dios ha perdido para siempre el dominio de una parte de Su creación; 2) Dios gobierna también esa parte, y el Mal sería uno de sus atributos. Alguien, en Birmingham, observó que el panteísmo era incompatible con la doctrina cristiana, porque si la creatura metafísica es parte de Dios, el mal de la creatura también estaría en Él. Ante este puzzle, creo que el panteísmo sólo podría ser resuelto con la negación del mal, como lo hizo Heráclito. -Algo más aquí, en 1974, Borges le comentó a Sábato que a su juicio bastaba con un dolor de muelas para negar la existencia de un Dios todopoderoso. Esta observación sería rigurosamente cierta si suponemos que el Todopoderoso es, al mismo tiempo, Todobondadoso. Si Dios permite que ocurra en el mundo un solo gramo de mal es porque quiere que ocurra o no puede evitarlo. Si de verdad existe una lucha del Bien contra el Mal, entonces Dios aún no domina su propia creación. O es, como dice Isaías (45-6): «Fuera de mí no hay ningún otro. Yo modelo la luz y creo la tiniebla. Yo creo la dicha y la desgracia. Yo soy Yahvé, el que hago todo». También Pedro Abelardo, después de justificar la traición de Judas con las propias Escrituras, escribió: «¿quién ignora que el mismo diablo no hace más de lo que Dios le permite? [...] El poder lo recibe de Dios; la voluntad, en cambio, le viene de sí mismo». -La idea de un Dios Todopoderoso y desprovisto de un solo gramo de maldad es imposible para la inteligencia. Lo cual no demuestra Su inexistencia, ya que un ser perfecto debe ser in-inteligible para las creaturas de Gea. Según una creatura lógica, un dios que sea infinitamente bondadoso no puede ser infinitamente poderoso (o viceversa), porque, se mire por donde se mire en Gea, el Mal o el dolor existen. (En realidad, el Mal sería la consecuencia de una debilidad infinitésima del Creador; porque si comparamos el tamaño de Gea con el resto del Universo, habría que disimular un error tan mínimo.) -El panteísmo de los místicos es incompatible con el cristianismo que niega el mal en Dios. (Los primeros cristianos supusieron un infierno provisorio; no eterno como Dios. Fue el Concilio de Constantinopla, en el año 543, que abolió el supuesto fin de los tormentos infernales.) Pero la idea de un Infierno eterno es más persuasiva y del todo contradictoria: un Dios vencedor por demolición no dejaría esa provincia del Universo en manos de su peor enemigo. Tal vez sea esa la razón por la cual muchos clérigos anglicanos se han negado a aceptar la idea de un castigo perpetuo. Ya en el siglo II el alejandrino Origen había advertido que el Infierno no podía ser absoluto porque un Dios absolutamente bondadoso no podía abandonar a ninguna de sus creaturas. Claro que esta afirmación es más sentimental que obvia.

155, LEALTAD. Pero si la inteligencia rechaza la idea de un Dios todopoderoso y desprovisto de maldad, la fe lo confirma. Porque ni Dios ni la fe necesitan ser razonables. Y cuanto más ataques reciba Dios de la lógica y del pensamiento, mayores motivos tendrán los fieles para creer en Él. Porque el presupuesto básico de todo creyente es estar a Su lado en lo peores momentos, no importa a qué precio. Y si algo tan prestigioso como la lógica o la razón lo niegan, o pretenden negarlo, aún mejor: una prueba semejante sólo dejaría en pie a los verdaderos creyentes (además, la Lógica nunca condenará a nadie al Infierno, aunque se la insulte). Imagino que fue en este sentido que Tertuliano formuló la famosa frase atribuida a San Agustín: «Credo quia absurdum (creo porque es absurdo)». Postura intelectual que resulta más honesta y más inteligente que la de aquellos gritones que pretenden demostrar a Dios, razón mediante. Porque si es tan insoportable un científico que cree superar los problemas religiosos usando los métodos de su oficio, también lo es un teólogo tratando de demostrar sus artículos de fe con pruebas científicas, o metafóricamente científicas.

156, OMNISCIENCIA. Una de las más famosas costumbres que se le atribuyen a Dios es la de poner a prueba la fe de las creaturas. Así lo hizo con Abraham, y la anécdota le sirvió a Kierkegaard para hacerse famoso comentándola con arbitrario rigor. Sin embargo, hay que reconocer que la necesidad de poner a prueba a una creatura sólo angustia a las otras creaturas. Sobre todo a aquellas que se ganan la vida en comisarías y juzgados. ¿Qué necesidad tiene un Ser omnisciente de poner a prueba su propio conocimiento? ¿Acaso dudaba Dios de lo que haría el patriarca? Otro argumento se refiere a la intención de Dios de montar una mise en scène que, como en el teatro griego, sirviera de ejemplo moralizante. Bien, pero eso ya es una disgresión sobre la voluntad de probar a la creatura, lo que compromete la omnisciencia anteriormente atribuida al Creador. -Recuerdo un día que, descansando en un restaurancito de la ciudad vieja de Jerusalén, se me ocurrió una historia que espero no publicar nunca. El argumento giraba entorno a la aparente contradicción teológica que existe entre libertad y predestinación. El protagonista, repitiendo mis propios pasos, llegaba a Jerusalén desde Jericó. Después de sortear varios inconvenientes fronterizos se dirigió a la ciudad santa. En cierto momento, el camino se abría en otros dos y K debía elegir uno sin saber cuál era el correcto. En la ciudad vieja, K. reflexionó: «Dos principios irreconciliables: 1) Dios es omnisciente, conoce el futuro; 2) la creatura humana posee libre albedrío (por lo que fue castigado y por lo que es capaz de salvarse)». Por entonces, el descubrimiento de K. me pareció terriblemente claro y me produjo esa tristeza que acompaña a los razonamientos que contradicen nuestras mejores esperanzas. Pero la historia no terminó ahí. Enseguida se hizo presente otro de esos seres imaginarios para contestar al primero. Tal vez por el aparente fatalismo del argumento o porque estaba rodeado de árabes, ese nuevo personaje era un musulmán. K. le cuenta cómo había llegado a la ciudad después de dudar sobre el camino a seguir. Luego recordó varias sentencias coránicas que aseguran que el destino de los hombres ya está escrito (Por mi cuenta, verifiqué que en la sura III-148 se dice: «Aún cuando hubieseis permanecido en vuestras casas, aquellos cuya muerte estaba escrito en lo alto habrían ido a sucumbir a este mismo lugar...») Y sin embargo, Amín, el musulmán, el fatalista, insistía en defender la libertad de las creaturas metafísicas.

-Son ellas las que eligen salvarse o perderse para siempre.

-Si estaba escrito que hoy llegaría a la ciudad -razonó K.-, si Dios ya lo sabía, entonces no fui yo el que decidió tomar el camino correcto en el cruce de Jericó. Pero Amín insistió: -Ahora que me has contado cómo llegaste hasta aquí yo lo sé. Ahora sé que tomaste el camino hacia el Oeste y no el otro que va al Sur. Pero, por conocer tu elección, ¿acaso suprimo algo de la libertad que ejerciste esta tarde?




ArribaAbajoXVIII. Sobre la teología

157, TEÓLOGOS. Imaginemos que la historia conocida haya sido diferente de lo que fue; que la Segunda Guerra nunca ocurrió y que ningún judío fue asesinado entre 1939 y 1945; que la Belle epoque fue sólo un movimiento pictórico; que en 1962 una catástrofe nuclear desbastó Cuba y Estados Unidos y que ahora Washington y Moscú son residuos radioactivos; que seis millones de cristianos perecieron entre 1989 y 1994 a manos de un complot sionista o islámico; que una vacuna milagrosa acabó con el hambre en India y Somalia. Imaginemos cualquier variación sobre el destino de las creaturas en Gea. Levantemos estados ideales o sumerjamos naciones enteras en la catástrofe. No importa cómo hayan ocurrido los acontecimientos históricos o individuales. Los teólogos llegarán a donde querían llegar; claro, siempre a través de la realidad y las Revelaciones.

158, TESIS. Ninguna Santa Escritura tiene necesidad de respetar lógica o ciencia alguna. Allí se registran, sobre todo, milagros; y los milagros son, por definición, inexplicables, fenómenos que no se limitan a las leyes experimentales. Cualquier hecho, real o surreal, preferentemente imposible, que conste en alguna Escritura sagrada, puede ser reconocido como verdadero. ¿Por qué? Porque sí, porque es verdadero todo lo que se cuenta allí, sin tomar en cuenta ninguna circunstancia, como el hecho de que los Libros sagrados generalmente fueron escritos por muchos hombres y luego seleccionados según el criterio de muchos otros. Ahora, si no es posible demostrar la imposibilidad de que los muros de una ciudad fueron derrumbados por el tronar de unas trompetas, que un gran río o mar se abrió en dos para dejar pasar a un pueblo, que los muertos se levantaron de sus tumbas, entonces, ¿para qué gastar tanto papel tratando de demostrar, científicamente o con sentido común, la verdad contenida en una afirmación canónica. ¿Para qué perder el tiempo tratando de demostrar algo que, por principio sagrado, no debe ser cuestionado? ¿No es, acaso, la intuición metafísica lo más importante de un texto sagrado? ¿No sería más natural, o justificado, profundizar más en ese conocimiento interior que en esa otra afición, especie de epistemología histórica?

159, ESCUSAS. También Martín Lutero insultó a Copérnico, por supuesto. «Este necio -dijo de él- quiere poner al revés toda la ciencia astronómica; pero las Sagradas Escrituras dicen que Josué mandó detener el sol y no la tierra». Después de un estudio cuidadoso sobre las Escrituras, la Inquisición que acusó a Galileo concluyó de esta forma: «La primera proposición, de que el Sol es el centro y no se mueve alrededor de la Tierra es necia, absurda, falsa en teología y herética, porque es precisamente lo contrario a las Sagradas Escrituras. La segunda proposición, de que la Tierra no es el centro sino que se mueve alrededor del Sol es absurda, falsa en filosofía y opuesta a la verdadera fe desde un punto de vista teológico». Bueno, la teología ha tenido representantes más inteligentes y menos insultantes que los que redactaron este comunicado. Con mayor seriedad y sobre los mismos escritos se refutó a Darwin en el siglo XIX y se lo reconoció cien años después. En 1996 el Papa Juan Pablo II, rendido ante el persuasivo inglés, dijo que «si bien el cuerpo del hombre puede descender del mono, no su alma espiritual». Contentos, los darwinianos, después de corregir el Génesis y a un paso de la canonización, ni siquiera se molestaron en sustituir la palabra «mono» por «primate». Si no puedes vencer a tu enemigo (dicen que dicen) únete a él.

160, FIELES. En octubre de 1996, un avión cayó sobre una iglesia en Ecuador y mató a treinta personas. Al igual que otros objetos que no fueron destruidos, tampoco la estatua de la virgen sufrió daños. Así como Voltaire vio la ausencia de Dios en un trágico terremoto, los fieles ecuatorianos vieron en este accidente un signo milagroso. Con lágrimas en los ojos, una mujer dijo que de no ser por la virgen el avión hubiese seguido hasta destruir su casa también. Lo que dicho en otras palabras sonaría muy feo. -Parece que un acontecimiento histórico, como la ocupación alemana de París o la caída del Muro de Berlín, puede cambiar un credo político; pero difícilmente pueda hacer algo con la fe de una creatura. Los cambios vienen desde adentro y los acontecimientos sólo pueden precipitarlos. Pero la fe en Dios o en su ausencia no depende de los hechos. En 1989, el teólogo Hans Jonas se preguntaba qué hacía Dios cuando su pueblo era asesinado en Auschwitz. Creo que la respuesta es: hacía lo mismo que hubiese hecho si en Auschwitz no hubiese muerto nadie. Aunque nunca lo sabremos.

161, ORTOPEDIA. Una de las tareas comunes de la teología consiste en compatibilizar la ética en curso con los Escritos o la Tradición. Para eso se recurre (ya lo observó Galileo Galilei) a la interpretación alegórica. O a la racionalización. Môhan Wijayaranta escribió una vez: «Si el budismo dice que un ser ha nacido pobre porque sus kamma estaban fundados en la avidez y la avaricia, no es para "institucionalizar" la pobreza, sino para ejemplificar cómo pasan las cosas en el sammsara: la pobreza del individuo es el resultado de su propia avaricia». Lo que equivale a decir que si el derecho dice que una creatura está presa porque cometió homicidio, no es para justificar el sistema carcelario sino, simplemente, para ejemplificar cómo pasan las cosas en el derecho penal: la reclusión del individuo es el resultado de su crimen.

162, SEGUNDO. Un inteligente teólogo uruguayo (casi todos los teólogos son inteligentes), Juan Luis Segundo, escribió una vez: «Cuando, por ejemplo, alguien afirma que es Dios quien ha ordenado que los ricos sean ricos y los pobres, está hablando de un ser totalmente diferente a "mi" Dios. Pues éste busca liberar a los pobres de su pobreza inhumana. De nada vale decir que ambos hablamos del mismo ser infinito, creador y gobernador del universo. Porque en un caso la afirmación indicaría que todo el universo está regido por un valor y, en el otro, por el opuesto». Si esto no es verdad, por lo menos es lógico (dejando de lado el referido fracaso divino por combatir la pobreza). Con estas palabras se echa por tierra no solo esa costumbre hinduista de identificar todos los dioses y todas las religiones (maestros de la «no-violencia»...); también se golpea el corazón de casi todos los monoteísmos. Sin mencionarlas, don Segundo pasó por encima de la doctrina de la predestinación y por encima de las otras también. El Dios del cristiano Calvino es otro dios y no el suyo. Bueno, la conclusión teológica es evidente: si hay por lo menos dos dioses y suponemos la monolatría como obligación, ¿cuál de los dos está adorando al dios equivocado, es decir, al Demonio? También queda claro que un razonamiento honesto como el de Segundo es además peligroso; por lo menos en el corazón de espíritus religiosos, como el de Calvino y el de tantos otros.

163, HEREJÍA. Una advertencia faraónica cierra el último libro de la Biblia: «A todos los que escuchan el mensaje profético escrito en este libro les advierto esto: Si alguno añade algo a estas cosas, Dios les añadirá a él las calamidades que en este libro se han descrito. Y si alguno quita algo del mensaje profético escrito en este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que en este libro se han descrito». Claro, queda por saber si «este libro» es el libro original de San Juan o uno corregido por algún hereje. Porque herejes nunca faltaron en la historia de las religiones y, de hecho, los mismos profetas, fundadores y reformadores fueron, en cierto grado, «herejes». -Herejía significa selección, y se sabe que en la Edad Media europea, y después, se quemaba a los que se atrevían a seleccionar alguna parte del Dogma o de las Escrituras. Pero si se mira de cerca, desde entonces toda secta o iglesia moderna debe su existencia a la selección de algún párrafo o alguna frase escrita en la Biblia. Es más, la Iglesia Católica y todas sus derivaciones, son el resultado de una selección de cuatro evangelios entre más de sesenta, según el criterio de unos sacerdotes que se reunieron para discutir en Nicea, en el año 325. Los escritos elegidos, que no eran los más famosos de la época ni los más antiguos, pasaron luego a ser Escritos canónicos, mientras los otros, los ahora apócrifos, fueron censurados con creciente fanatismo. -Para evitar similares alteraciones en el Corán, los islámicos, no sin cierta ingenuidad, contaron palabra por palabra el libro sagrado. Pero este cuidadoso trabajo no impidió que surgieran divisiones dentro del Islam. Divisiones a veces trágicas. Porque, como en las demás religiones, las diferencias no están en las Escrituras sino en las lecturas. Si se repasa la historia del cristianismo, casi todas las sectas y los ismos deben su existencia al arte de la interpretación. Y la interpretación ajena es siempre una forma de herejía, ya que altera el significado propio. -También la teología selecciona, pero además ésta obligara a agregar sus propios comentarios y correcciones. Sabemos que estas dos empresas consisten en negar afirmando; si no las Escrituras por lo menos los comentarios ajenos.

164, INVERSIÓN. Como la ética, la teología es una reflexión sobre principios que no se pretenden cuestionar. Una teología fértil, o por lo menos justificada, debería ocuparse de los corolarios que derivan de su Verdad apriorística. ¿Qué quiere Dios de nosotros? ¿Por qué creó este mundo? ¿Es Gea el centro del sistema Solar, o por lo menos el centro del Universo? ¿Contienen las Escrituras la respuesta a este tipo de preguntas? ¿Es realmente importante o inevitable que existan ese tipo de respuestas en un libro como la Biblia? (En caso afirmativo, ¿cómo se deduce la Teoría de la Relatividad usando la Cábala o algún aparato semejante?) Etcétera. -Pero esa no es la práctica común. Creo que desde el fin de la Edad Media la mayor perversión de la teología ha sido, precisamente, el camino inverso: la pretensión de confirmar la Verdad incuestionable a partir de los nuevos datos de la realidad. Porque también esos nuevos datos (ahora científicos) se presentaron ante los teólogos tan Incuestionables como las Escrituras. Si no más. De ahí que se hayan impuesto una tarea engañosa, obvia, previsible o tautológica: probar algo que a priori es incuestionable.




ArribaAbajoXIX. Los envases del alma

165, EGIPCIOS. En tiempos de Osiris, la suerte del alma descarnada dependía de sus acciones anteriores, las que luego eran clasificadas como buenas o malas. La vida en Gea era una sola y allí se decidía todo. Cada creatura tenía un tiempo limitado dentro del cual cabían todas las oportunidades de salvación. El pueblo egipcio era un pueblo histórico, rodeado de un pasado concreto y obsesionado con la perpetuación del presente. Podía concebir el futuro y aspiraba a la eternidad; pero a una eternidad no del todo liberada de la materia. Obsesivos conservadores, no construyeron las pirámides y la Esfinge para que las arenas del desierto o las lanzas napoleónicas las borrasen con facilidad. Guardaron sus muertos y sus historias particulares a la espera de una especie de ensayo general del Juicio final.

166, SEMITAS. Según Sigmund Freud y otros contemporáneos, la primitiva religión hebrea nació de una reacción contra la antigua religión egipcia, en Tell-el-Amarna, antigua Akhetaton; su verdadero fundador habría sido el faraón Amenofis IV y Moisés uno de sus ministros, su continuador. Esta reacción la habría llevado no solo a un férreo monoteísmo sino también a la negación de una vida más allá de la muerte. Sea porque no pudo resistir a esta última tentación egipcia, o sea porque ninguna religión carece de algún tipo de escatología, los judíos no abandonaron este importante terreno metafísico. -Casi mil quinientos años después, Cristo (contradiciendo algunas sectas judías) volvió a poner el acento en la antigua esperanza de la resurrección y en el no menos antiguo temor al Juicio final. Seiscientos años después, Mahoma, contradiciendo la idolatría y el incontenible espíritu poético de los árabes del desierto, renovó la promesa cristiana de una nueva existencia. Otra vez la eternidad dependía de ese momento confuso y fugaz que es la vida.

167, RESURRECCIÓN. Algunas sectas que afirman la resurrección del cuerpo rechazan la cremación y temen la mutilación de los cadáveres, ya que el cuerpo (dicen) deberá levantarse un día para volver a ser asiento o parte inseparable del alma. A ninguna religión se le puede exigir alguna lógica y menos sentido común; pero tampoco a los otros se nos puede prohibir que ejercitemos esas dos banalidades del intelecto. Por ejemplo, se nos da por pensar, un milagro que devuelva la juventud a un montón de huesos agrupados no necesita mucho más para hacer lo mismo con un montón de huesos dispersos. Tampoco sería un milagro mayor hacer lo mismo con un montón de polvo ya que, según el Génesis, eso fue lo primero que hizo Dios cuando pensó en un hombre y lo que temen los budistas e hindúes que vuelva a hacer. Deshacer el proceso del fuego no debería ser más milagroso que revertir la lenta y desagradable descomposición del cuerpo. E imaginar obstáculos para la Voluntad Divina es, en cierta forma, una blasfemia o una nueva contradicción.

168, INDIANOS. Diferente a la tradición egipcio-hebrea, los hindúes concibieron el samsara y procuraron liberarse de él. Después del triunfo de los caballeros arios, para un hindú la única forma de ascender en la escala social era muriéndose primero. Pero su mayor aspiración consistía en disolverse de una buena vez por todas en una especie de nada virtuosa, murti o nirvana. Semejante aspiración fue la de Buda que, además, reconoció dos objetivos válidos: ocuparse de los buenos kamma, para renacer en el cielo; o renunciar a todo kamma, incluso a los buenos, para dejar de renacer. Por supuesto que, según el maestro, esta última elección del budismo nibánico era superior a la primera, porque liquidaba de raíz todo lo que podía ser existencia. Incluso la felicidad. Esta perspectiva, que debió entusiasmar en sus peores momentos a J.L. Borges, es abominable para cualquier religión occidental. Y debió serlo de hecho para aquellos espíritus de la primera Edad Media ya que, por mucho tiempo, la esgrimieron como amenaza.

169, INTERPRETACIONES. Dicen que Buda dijo: «Dondequiera que haya sombra hay luz». Alguien que lo escuchó cruzó la frontera y lo repitió en China, y allí dijeron que ése era el principio con el cual se movía el Universo: el yin y el yang. En Grecia, un discípulo de Heráclito sólo observó que si no existiera uno no existiría el otro opuesto. En un monasterio de Europa un teólogo escribió que el asiático había querido decir que Dios estaba en todas partes y otro, antes de morir en la hoguera, comentó que la frase significaba que el Mal era proyectado por el Bien a través del hombre, ya que el Bien lo había creado todo. Un científico en Francia razonó igual, aunque no sacó dos partes de una: dijo que la sombra era causada por la luz y que este principio no era recíproco. Pero apenas iniciado el siglo XX los físicos demostraron que se equivocaba: el Buda estaba hablando de la «radiación de los cuerpos negros». Hace unos años, una compañera mía de clase copió la frase con letras de computadora y la colgó de una pared, en sustitución de otra que, según ella, decía lo mismo pero no era tan hermosa: «Siempre que llovió paró». Yo no sé bien qué quiso decir el Buda, pero sospecho que cuando lo dijo le dolía la sombra y culpaba a la luz porque la proyectaba.

170, CONTRADICCIONES. Un buen hindú no debe alimentarse de otro animal. Según los jainistas, ni siquiera debe pisar una hormiga. Aunque el cuerpo es la cárcel del alma y al morir queda vacía, está terminantemente prohibido consumir el envase. Tampoco se debe matar una rata que se arrastra entre la basura, aunque posiblemente con ello se le esté haciendo un favor acelerando el proceso de transmigraciones que la llevará un día a ser un buen hindú. Cuando un tigre alcance el estado de mujer y luego ascienda a hindú, concebirá la existencia de forma que le resulte dificultoso el logro final. Porque justo a un pueblo que aspira liberarse de la vida se le ocurre ser los poseedores de innumerables cuerpos que perpetúan la condena. Menos problemático hubiese sido concebir una metafísica de la nada, como la de Sartre. De esa forma no solo conservarían la tradición de abominar de la existencia sino que además el logro, la desaparición, sería inevitable. Claro, si así hubiese sido, el hinduismo no sería una religión y sí una doctrina filosófica. Y esto nos sugiere algo. La aspiración del individuo ha sido siempre vencer a la muerte; su aspiración ha sido anterior a las religiones. Pero la aspiración de toda religión es siempre posterior a su concepción cosmológica. La percepción de la realidad siempre se plantea como problema, el cual la religión pretende resolver.

171, REPRESIÓN. Los pueblos del Ganges poseen uno de los espíritus más vitales y sensuales de los que se tengan noticias en la historia. Para darse cuenta de esto, basta con echar una mirada a su arte plástico, a su mitología y a sus fiestas. Por todos lados aparece lo sensual, lo colorido, el sexo explícito, el tantra, el yoni y la linga, la exuberancia sin freno. Y, por otra parte, el insuperable ascetismo, la condena a la vida del cuerpo como una experiencia eternamente dolorosa. -Pero éstas son sólo contradicciones aparentes, ya que la exuberancia sensual y el ascetismo condenatorio suelen retroalimentarse. San Agustín, por ejemplo, antes de dedicarse al ascetismo fue un libertino. «En la lascivia y la prostitución he gastado mis fuerzas», reconoció alguna vez sobre el papel. Algo similar ocurre en el mundo islámico. La «condena» a la mujer posee una raíz histórica de sensualidad. Lo árabes que precedieron a Mahoma no solo eran idólatras; también eran hedonistas, aficionados a la poesía y a las fiestas. Casi no podría entenderse cómo un pueblo que produjo Las mil y una noches (uno de los más célebres ejercicios de la imaginación), los harenes de bailarinas y poetas ebrios como Omar Khayyam, produjo también El Corán, los afiebrados talibanes, la condena repetida a cualquier tipo de literatura y la momificación de la mujer. Sobre las mismas arenas donde se veneraba el arte de mover las caderas se condenó la exhibición de los labios y de los brazos. Y si no se les prescribieron lentes negros es porque en el siglo VII aún no existían, ya que ninguna parte del cuerpo humano es tan sensual como los ojos que miran. Y es en este arte de mirar donde las mujeres en Medio Oriente ejercen el erotismo y la osadía de seducir.

172, FANTASMAGORÍA. La costumbre del velatorio no tiene, como se dice, una simple utilidad forense (asegurarse que el sospechoso está realmente muerto antes de enterrarlo). Ninguna costumbre relacionada a los acontecimientos críticos de la vida tiene simples utilidades. En una costumbre tan antigua debe subyacer una finalidad simbólica: ver al muerto y exponerlo a los demás familiares para una confirmación colectiva. Esta previsión mágica confirmará la imposibilidad de un retorno del desaparecido en una forma fantasmagórica. No es independiente el hecho de que hasta las creaturas más ateas clamen por sepultar en rito a sus familiares desaparecidos en circunstancias inexplicables.

173, FUNERALES. Herederos renegados del antiguo Egipto, los fieles y los infieles de los tres monoteísmos continúan guardando los cuerpos de sus muertos. Según O. Spengler, «existe una profunda relación entre la manera de interpretar el pasado histórico y la concepción de la muerte que se manifiesta en las formas funerarias. El egipcio niega la corrupción, el [griego] antiguo la reafirma mediante todo el lenguaje de su cultura». Luego recuerda que la costumbre de quemar a los muertos existía en tiempos de Homero, aunque incluso es anterior. El drama antiguo no tolera temas históricos sino mitológicos. Los helenos se oponían al retrato plástico. El mito niega lo que es el objeto de la historia: la existencia común, y lo hace en beneficio de otra ideal o superior. Y en Oriente, porque el renacimiento se considera castigo, no se conservan los cuerpos de los muertos. El cuerpo es la cárcel y, como todas, debe ser destruida. La práctica funeraria es, por lo tanto, la cremación. Con el fuego el cuerpo sólido se convierte en humo inmaterial, y lo que quede de él deberá ser arrojado a las aguas. Esta práctica, además de conveniente en un país sobrepoblado y pobre, realiza un ritual simbólico probable: lo que no es borrado por el fuego es lavado y disperso por las aguas. Agua y fuego son los agentes de la desaparición. Así, como el espíritu de Brahma, la creatura se disuelve para siempre en el infinito Cosmos.




ArribaAbajoXX. Materia y antimateria

174, DECEPCIONADOS. Para los pueblos del Indo y del Ganges, la existencia es una experiencia dolorosa. El hinduismo no tiene fecha de nacimiento ni fundadores personales; fue el resultado de millones de seres y es muy difícil imaginarse las condiciones psicológicas con las cuales surgió. El budismo y el jainismo, en cambio, poseen nacimientos históricos y fundadores concretos. Ambos, Siddharta Gautama y Jina Vardhamana eran príncipes o vivían como tales. Como fue costumbre en la época moderna, los revolucionarios pertenecían a la clase alta o eran cultos y dispuestos a movilizar grandes masas de gente. Como ocurrió con otros hombres célebres, la crisis espiritual les sobrevino alrededor de los treinta años. Príncipes o hijos de comerciantes acomodados, Buda y Jina fueron rodeados desde niños por los placeres materiales de la riqueza. Sí, es cierto que cualquiera de aquellos «príncipes» hoy entrarían por la puerta de servicio de cualquier burgués moderno. Pero no es la calidad del confort del que disponían lo importante, sino el simple hecho de que poseían conciencia de sus privilegios. Y cuando salieron de sus palacios fueron espectadores de las peores desgracias de este mundo, lo que equivale a decir que entonces descubrieron la «realidad». Quien haya recorrido esa parte de Asia podrá imaginárselo, dos mil quinientos años después. La conclusión es previsible: el mundo es mucho peor de lo que ya parecía. Por eso, no es incomprensible de que estos señoritos hayan decidido abandonar sus palacios para dedicarse a la mendicidad y al ascetismo. Siddharta Gautama no pertenecía a la casta religiosa de los Brahmanes y tampoco carecía del marco metafísico de lo que ahora es el hinduismo. El budismo sólo podía haber sido fundado por un hindú de clase alta, libre de las obligaciones y de la férrea tradición de los brahmanes.

175, NATURALEZA. En Oriente la realidad de la materia era menos consistente que en Occidente. El espíritu oriental abomina del mundo material. Pero ni los egipcios ni los hebreos podían despreciar la materia porque, aunque perecedera, también era obra de Dios. Moisés, el fundador de la religión judía, entre otros beneficios materiales, prometió a los fieles un trozo de tierra; no la liberación de la carne o el Paraíso. Será con Cristo y, sobre todo, con los primeros cristianos en donde se advertirá aquella tendencia oriental que toma distancia del mundo material. En los primeros siglos de esta era, los intelectuales se redujeron a estudiar las Escrituras porque en ellas estaba todo lo que había que saber. Lo más importante era el Reino celestial, por lo que se abandonó y se despreció el estudio de la naturaleza y el ejercicio de la razón, dos temas caros al espíritu griego. Fueron los escolásticos del siglo XII los que volvieron su atención al mundo material, a la práctica de la razón. (Hugh de Saint Victor comprendió que nada en la naturaleza es tan superfluo que no merezca ser investigado; entender el mundo físico era necesario para la contemplación mística y religiosa.) Los escolásticos abrieron una caja de Pandora; desencadenaron una revolución intelectual y espiritual en procura de confirmar una fe hasta entonces incuestionable.

176, ENGAÑO. Herederos de la tradición judeo-cristiana, los islámicos tampoco despreciaron el mundo material. Incluso, consideraron su estudio como uno de los tantos caminos que conducen a Dios. Fue, precisamente, este mismo principio ideológico y dogmático el que salvó y reprodujo gran parte de la cultura griega; de la cual no hubiese quedado nada si aquellos islámicos fuesen como los fundamentalistas de ahora. Mil años después, Lutero y Calvino prepararon sus propias paradojas espirituales. Creo que está de más repetir las implicaciones capitalistas del protestantismo, producto teológico ejercido sobre el libro más anticapitalista de Occidente. -Diferente trato recibió la materia en Oriente. Para el hinduismo y sus derivaciones, el mundo material nunca fue una fuente de verdad sino de engaño. La verdad se alcanza, precisamente, suprimiendo el vínculo que une al mundo con las creaturas: los sentidos. Ésta es la base de la milenaria yoga, de la cual Occidente sólo ha conservado el nombre y la mímica. En estas condiciones, es fácil imaginar que en India jamás hubiese tenido lugar algo así como la Revolución Industrial o el marxismo.

177, RECONCILIACIÓN. En Occidente, cuando el mundo dejó de ser imprevisible y se convirtió en un elemento más o menos controlable (si bien no en la práctica por lo menos en la superstición), dejó de ser temible para convertirse en objeto de placer. Ya no era necesario expiar los pecados morales para evitar la caída de un rayo; se podía ser homosexual o incestuoso o criminal si se poseía un buen pararrayos. Y si alguna de estas actividades no es práctica común entre las creaturas de Gea, no es por temor al castigo divino sino porque gran parte de las costumbres morales han sobrevivido a este divorcio. También el dolor físico dejó de ser temible: ya no se amputa piernas con serruchos y medio litro de whisky; ahora existen vacunas y anestesias o, por lo menos, la dulce eutanasia.

178, CUERPOS. Aparte de Egipto e Israel, el otro pilar de la espiritualidad occidental fue Grecia. Recordemos que para los griegos el mundo era cuerpo o no era. El Partenón es una gran escultura. La arquitectura griega sólo considera el volumen en positivo, la piedra que está y no la que falta. Se debe esperar hasta la aparición de la arquitectura romana para ver a un pueblo trabajar los volúmenes vacíos, los grandes espacios interiores como el Panteón. También la matemática griega es la expresión del ser que niega o ignora el no-ser. Su geometría trata de figuras llenas como el círculo; no la circunferencia. En aritmética los griegos desconocieron el cero porque no podían trabajar con algo vacío. Y recordemos, también, que fueron los hindúes los inventores del cero, lo que es por demás significativo. Al cero sólo podía haberlo inventado un pueblo en cuya metafísica ya existía el no-ser como obsesión.

179, ONTOLOGÍA. En la Biblia y en el Corán no existen áridas abstracciones acerca del ser y el no-ser. Incluso las ideas más simples son expresadas por un relato histórico o una metáfora -cuando se expresan ideas y no órdenes. En cambio, las abstracciones de la ontología ya eran ejercitadas con rigor en Oriente; el mismo esfuerzo intelectual que se requiere para comprender a Hegel o a Sartre era también necesario para seguir al Buda o al Ganges.

180, RECAÍDA. Bronislaw Malinowsky, de acuerdo con otros, sostuvo que la fe y el culto surgen de las crisis humanas como el nacimiento, la adolescencia, el matrimonio y la muerte. «Porque has de saber -le dice Céfalo a Sócrates- que cuando un hombre comienza a pensar que va a morir, le entra miedo y preocupación por cosas por las que antes no le entraban, y las fábulas que se cuentan acerca del Hades, sobre la pena que le toca al que ha delinquido, fábulas hasta ahora tomadas a la risa, le transforman el alma con miedo de que sean verdaderas». También a través de la historia el sentimiento religioso disminuye cuando disminuyen las amenazas que vienen del futuro. Desde los escolásticos, la fe incondicional y la autoridad dejaron lugar a la razón primero y a las ciencias después. Con la anestesia o el pararrayos no se demostró la inexistencia de Dios. Sólo que ya no era tan necesario. Hasta que también el optimismo científico entró en crisis y dejó lugar a eso que se llamó posmodernidad. Ese tiempo nuestro, atiborrado de sectas, magos, pastores, payasos, talibanes y suicidas cibernéticos.




ArribaAbajoXXI. El devenir trascendente

181, INFIERNO. Para las sociedades agrícolas de la prehistoria y para las primeras civilizaciones, la vida en Gea importaba más que la otra vida. Lo importante era la salud y el número de descendientes, por lo que se veneraba el sexo y la fertilidad de la tierra y de la mujer. Muchos mitos posteriores hablan de héroes, como Gilgamesh, que procuraron robarle a los dioses el secreto de la juventud eterna. -Cuando el más allá se instaló en la conciencia de la creatura lo hizo con imágenes más bien tenebrosas, sugerida tal vez por el estado de abandono y pudrición de los cuerpos muertos. Para los antiguos sumerios, los espíritus de los muertos debían sobrevivir en un país tenebroso cuyo rey era el dios Nergal y sus ministros algo así como demonios o espíritus perversos. Los pobres espíritus debían errar eternamente, alimentándose de barro y desperdicios. En la Grecia homérica, el destino invariable de los muertos fue el Hades, un país tan sombrío como el de Nergal, donde las almas (o psique o soplo) divagaban como sombras, siempre lamentándose de todo lo perdido. Y lo mismo ocurría para los primeros hebreos del Antiguo Testamento. Todos, virtuosos y pecadores, terminarían un día en el she’ôl, (seol, hades o sepulcro) tierra de sombras y lamentos. Por ello, se podría decir que el Infierno es anterior al Paraíso. En muchos mitos del mundo antiguo, el dios conductor de las almas al más allá era el dios de los infiernos (infernus, inferior). El paraíso, en cambio, por mucho tiempo fue un proyecto o una aspiración terrenal. Lo fue para los babilonios y para los israelitas. Pero un proyecto repetidamente fracasado y en evidencia para una creatura más despierta y desconforme; por lo cual debió refugiarse en un tiempo y en un espacio irrefutable por la experiencia: el futuro en el Cielo.

182, PARAÍSO. Tal vez la primera representación del Paraíso tuvo lugar entre los antiguos egipcios. A diferencia de los mesopotámicos, de los primeros hebreos y de los griegos antiguos y de los japoneses, la conducta moral del individuo era determinante para un fallo favorable de Osiris. Y a diferencia de todas las religiones posteriores, no era tan necesario el (re)conocimiento de la Verdad (la Segunda Tabla aún era más importante que la Primera), tal vez porque no era concebible la Ignorancia. El espíritu de cada egipcio debía enfrentarse, tarde o temprano, ante el gran juez, Osiris. En el juicio era acusado de cuarenta y dos pecados, semejante a los que se leen en el Decálogo, de los cuales debía defenderse, si el corazón no lo traicionaba, con estas palabras: «He dado pan a los hambrientos, he dado de beber a los que tenían sed, he dado vestido a los que estaban desnudos...» Si el fallo le era favorable, el muerto alcanzaba la felicidad eterna en una tierra fantástica, situada al occidente. -Una doctrina inversa razonó Calvino en el siglo XVI. Para el reformador protestante, ninguna acción buena puede salvar a la creatura; porque, si se analiza en profundidad, toda acción humana es condenable. Lo único que importa, entonces, es el reconocimiento de la Verdad (aunque sólo sea accesible al intelecto de los elegidos).

183, MORAL. Sabemos que hubo culturas que no aspiraron al Paraíso; y que en la antigüedad no eran excepciones sino la regla. Sin embargo, ciertas normas morales eran igualmente observadas. La Ley significó orden y prosperidad primero, y favor de los dioses después. Por ello, muchos pueblos pedían a sus dioses felicidad en la tierra, no en el cielo. Más tarde, para aquellas creaturas que pudieron entrever el Paraíso, la moral no fue un camino extraño a los dioses. No matar, no robar, no fornicar no bastan para entrar al Paraíso de las nuevas religiones, como en Egipto. Pero la comisión de cualquiera de esas faltas (además de ignorar la Verdad) podía cerrarles las puertas.

184, TRÁNSITO. Por milenios, las creaturas debieron vagar de un lado para el otro en procura de la sobrevivencia. No hace mucho, apenas unos diez mil años, abandonaron aquella condición de nómadas y se hicieron sedentarios. Pero esta nueva creatura no pudo olvidar completamente su antigua condición: el de estar siempre en tránsito. Sólo que ahora ir hacia alguna parte ya no era un problema físico sino metafísico. ¿Pero hacia adónde? Respuestas monumentales y contradictorias: Osiris, Marduk, las pirámides del Nilo, la liberación del Buda. Es muy significativo que el culto de las sociedades agrícolas haya estado relacionado con las diosas de la tierra, al tiempo que los nómadas veneraban los dioses del cielo. Si para el sedentario la realidad estaba en el suelo, para el nómada estaba en las estrellas que lo acompañaban; no en el camino, mutante y pasajero. Por lo tanto, la casa del nómada estaba en el cielo. -Desde hace tantas lluvias, soles, glaciales y terremotos, la creatura ha sido un animal en tránsito; con una consciencia disimulada de su transitoriedad. Un ser que siempre (siempre) está de paso por todas las cosas. Lo sabe y con frecuencia se interroga sobre ello; niega este mundo pasajero o lo apresa con furia. Es decir, es religioso o es estético.

185, CELO. ¿Por qué Dios necesita (y exige) que ante todo creamos en Él? Según el Decálogo, la sabiduría oriental y toda la historia religiosa de Occidente, desde Jesús a Mahoma, desde Buda al pastor Jiménez, para salvar el alma no basta con ser una buena creatura (Servet pensó que sí y lo quemaron por decir tonterías); no basta con cumplir fielmente los Mandamientos de la segunda tabla: antes es necesario re-conocer la Verdad. En estos casos, tiene mejores posibilidades de recibir el perdón divino un criminal temeroso de Dios que un inofensivo ateo. ¿Por qué? Porque para toda religión lo prioritario es la confirmación de la verdad propuesta, de la aniquilación de la duda existencial. Y, en este sentido, es más peligroso un incrédulo que un asesino arrepentido.

186, VERDAD. Desde hace milenios, las creaturas exigen el cumplimiento de determinados códigos de conducta para la realización de la paz y la felicidad en Gea. Pero por mucho tiempo no pensaron (sumerios, hebreos, griegos, nipones), que la moral determinara la suerte de la creatura en el más allá. Los antiguos egipcios sí; pero sus dioses, o su Dios, Osiris, no desarrolló el celo de colonizar el amor de la creatura hacia una determinada verdad. La verdad como principal urgencia metafísica surgirá más tarde cuando las creaturas se enfrenten con otras realidades espirituales, cuando la seguridad metafísica reconozca la amenaza de la duda y la libertad. La diversidad cultural conduce al escepticismo y al fundamentalismo: dos fenómenos del siglo XX y que poseen la misma raíz. Todas las religiones que exigen fidelidad incondicional, casi siempre bajo amenaza de torturas infernales, surgieron como oposición a una cultura concreta. Recordemos a Amenofis IV, Moisés, Buda, Jesús, Mahoma, Lutero.

187, SILENCIO. Por razones obvias, las creaturas comúnmente están más preocupadas por mirar a donde pisan que por detenerse un instante y mirar hacia el horizonte. O no quieren mirar o no les interesa, lo cual también es humano. Un médico cubano que vive en la calle San Leonardo 335 de la Habana leyó mi libro H. y me escribió una carta diciéndome: «Para mí el sentido de la existencia cabe en un grano de maíz». Te creo, Javier; te creo.

188, MUERTE. El deseo de no-ser de Oriente y el deseo de ser-eternamente de Occidente expresan, ambos, la angustia de la muerte. Vida eterna significa estar a salvo de la muerte. Obvio; pero también liquidar el ciclo de las reencarnaciones es suprimir la tortuosa y repetida experiencia.

189, RENUNCIA. Con la renuncia se exorciza el temor al devenir. Para la conciencia religiosa, este mundo es transitorio y lo mejor es darlo todo a cambio de algo permanente. Santa Teresa lo formateó así:


Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es perderte a ti
para mejor a Él gozarle?



Por el grado de renuncia se mide el espíritu religioso. Y su patología también. En tiempos antiguos, por ejemplo, los jainistas prescribieron el suicidio para liberarse del cuerpo que los ataba al mundo. Y lo mismo hacen hoy las sectas religiosas del mundo evolucionado. Una variación orgullosa de este tipo de renunciantes suicidas son los mártires voluntarios. Temerosos de lo que está más allá se apresuran a abandonar el más acá. Con la renuncia de uno se paga el acceso al otro.

190, TEMOR. Según el Antiguo Testamento, Dios dio a Abraham el hijo tan deseado en un momento imposible. Luego se lo pidió en sacrificio, para probar su fe. Sin embargo, habrá que suponer que la decisión de Abraham de matar a su hijo se debió a una orden clara y precisa del Supremo. Es decir, que en ningún momento está en juego su fe, como se pretende, sino su obediencia. El patriarca tiene fe, pero obra por temor. Entiendo que por esta afirmación seré crucificado por varios neoinquisidores de pueblo que conozco. Pero recordemos que, en sus orígenes, obrar por temor al Señor significaba la mayor virtud de una creatura. Que ahora se avergüencen de ello en nombre del Amor, ya es otra cosa. Según el Génesis (22-12), el ángel le dice a Abraham: «No lo hagas, porque ya sé que tienes temor de Dios, pues no te negaste a darme tu único hijo». Esta acción que el teólogo danés Soren Kierkegaard llamó una «suspensión ética», en cualquier parte del mundo actual sería condenada como intento de homicidio. Sin importar a qué dios se invoque en la defensa. Sin importar cuán abrahamista sea el juez. El ejemplo de Abraham es claro: aquí es el espíritu religioso el que habla. Con él debía quedar en claro que la Primera tabla está sobre la Segunda. -Ahora ese orden jerárquico se halla invertido. Según este nuevo orden, cualquiera que oyese la orden de Dios para repetir la hazaña de Abraham será condenado por unanimidad. Incluso por aquellos religiosos que ahora alaban el intento del patriarca; tal vez porque la «suspensión ética» ha sido levantada.

191, ACRÍTICA. En ocasiones el temor al Supremo es explícito, como en el Antiguo Testamento o en el Corán. Cada sura está encabezada por una misma expresión, inequívoca e invariable: «En nombre de Dios clemente y misericordioso»; en cada iglesia se repite «Señor, ten piedad de nosotros». Ignorarlo implica, según cada religión, un castigo terrible. En la actualidad ningún religioso piadoso se atrevería a criticar ni uno solo de los crímenes que en la Biblia se cuentan como hazañas, motivada por orden de Dios y no por intereses geopolíticos. Son pocos los religiosos, si los hay, que aceptarían la idea de que la Biblia es imperfecta; o que en su redacción, en algún momento, pudo intervenir la mano insegura de algún hombre. Porque cuestionar una parte sería cuestionarlo todo. (Los musulmanes consideran que el Corán es una parte de Dios, por lo tanto es un texto perfecto e inmutable; lo mismo pensaron los cabalistas: la Torah es perfecta, por lo tanto cada frase, cada palabra, cada letra es significativa e inamovible). -Sabemos que el temor es el más poderoso acrítico. Y que por lo tanto el camino es interpretar: donde dice blanco quiere decir negro.

192, ELEVACIÓN. Al temor a lo Desconocido siguió el temor al Todopoderoso. Ya que no se puede dialogar con un fenómeno inexplicable o sin inteligencia, se lo hace con un Ser capaz de escuchar nuestros ruegos y capaz de interpretar nuestras buenas acciones. Y que, además, es todopoderoso y omnisciente, enigmático depositario de todas las respuestas inaccesibles a las creaturas. Pero si bien en el pasado el vínculo principal fue el temor, a ninguna buena creatura se le puede negar que su relación con Dios esté basada en el amor puro. Al fin y al cabo, las creaturas metafísicas son seres históricos, y por lo tanto mutables o perfeccionables.

193, PROCEDIMIENTOS. Si para las religiones egipcias y mosaicas la salvación era un problema jurídico, para el budismo es un problema psicosomático. Esto mismo ya lo había advertido Nietzsche cuando en Ecce Homo escribió: «su religión, a la que mejor calificaría de higiene, para no mezclarla con casos tan deplorables como el cristianismo, hacía depender su eficacia de la victoria sobre el resentimiento». Y más adelante: «así no habla la moral, así habla la fisiología.» Un observador atento advertirá que ninguna doctrina es más opuesta a la filosofía del alemán que el budismo. Inmerso en una realidad dominada por el ciclo de las reencarnaciones, las experiencias repetidas de enfermedad, vejez y muerte, Buda reaccionó negando la experiencia de ser. Nietzsche, en cambio, desafió esa misma existencia a ser. Más allá del bien y el mal, quiso tomar la alegría de vivir y también el dolor. Buda no; procuró apagar el dolor pero también la felicidad, porque una se alimenta de la otra.

194, EXTERMINADOR. Para el budismo, el dolor es inherente a toda forma de vida. Al final, también el placer y la felicidad significan dolor, porque ligan al ser a la vida material; es decir, al ciclo de las reencarnaciones. Las pasiones y los deseos llevan a la acción, y por esta ocupación la creatura no puede alcanzar la Iluminación. Hace 2500 años, Buda dijo que no había dioses ni había Dios creador, como sostenían los brahmanes, sino un continuo físico-metafísico, eterno e infinito. Este primitivo desencajado creía que el Universo estaba formado por innumerables sistemas solares como el nuestro, llenos de vida. Ahora, si el dolor y la vida pueden repetirse eternamente, y para peor no hay Dios que nos ayude o nos comprenda o nos juzgue, lo mejor es terminar con esa cadena absurda de renacimientos. Y para eso la creatura está sola. Es obvio que, para el espíritu indiano, la muerte por sí sola es incapaz de alcanzar la liberación definitiva. Sólo puede remitirnos a repetir el proceso. (Schopenhauer estuvo de acuerdo: el mundo es ilusorio y la simple muerte no puede acabar con él. Mucho menos un acto apasionado como el suicidio. Porque la voluntad, wille, era a Schopenhauer como el karma era al Buda.) A los animales les está vedado modificar la naturaleza. Sólo la creatura, entonces, puede hacerlo. Y lo hará valiéndose de aquello que, aparentemente, más lo distingue de sus parientes inferiores: el conocimiento de la verdad. Buda no solo rechazó las revelaciones que provenían de la tradición; también se desinteresó de las especulaciones cosmogónicas por significar una distracción del verdadero objetivo. La Iluminación debía ser alcanzada por el conocimiento pero, en última instancia, todo depende del individuo, de su experiencia personal. El dolor y la muerte se encuentran multiplicados por un factor infinito y el objetivo es la anulación cero. Diluirse en el Brahman o en el Nirvana. Occidente, en cambio, ante la muerte reacciona negándola; con cierto optimismo, ya que supone que vidas hay dos pero muerte hay una sola y es ineficaz.

195, PREPARADOS. El judeocristianislámico heredó del antiguo Egipto su escatología. Todo futuro aquí en Gea un día será pasado (y pisado), pero más allá está la eternidad, lo incorruptible. Luego, este momento pasó a ser lo único real de una vida aparente, y lo único que podría importarle a la creatura. Yahvé premiaba y castigaba en efectivo; pero después, ante la indocilidad de sus creaturas decidió enviar a Su Hijo con un mensaje claro: Las cuentas las arreglamos al final. Como en el hinduismo, vivir es prepararse para la muerte. La diferencia radica en que los hindúes le dan innumerables oportunidades de salvación a sus almas. Los judeocristianislámicos, en cambio, hacen depender la eternidad de un único momento, fugaz y confuso; eso que llamamos vida.

196, RENUNCIAS. En un comienzo, los sacrificios consistían en la renuncia de una parte de lo que se quería conservar (un toro, lo mejor de la cosecha; aunque ni todos los toros ni toda la cosecha). Con el tiempo, para asegurarse del goce absoluto de todos los deseos en el más allá, reprimidos en el más acá, el desprendimiento se efectuó en la misma escala: fue total e irrestricto. Se estigmatizó el sexo, el cuerpo, el placer de todo lo sensual y todo lo más preciado por las creaturas primitivas. Pero el acto de la renuncia no es sólo patológico; también puede ser terapéutico además de sabio: El Bhagavad-Gita dice, por ejemplo: «Sólo puede encontrar la verdadera paz la persona que ha renunciado a todos los deseos de complacer los sentidos...» Claro que el psicoanálisis no está de acuerdo.

197, RECOMPENSA. Lo que se pierde en Gea se gana en el Cielo. Según Jesús, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar al Reino de Dios. Desde un punto de vista dinámico, un hombre rico siempre tiene más motivos para temer que uno pobre. Y si de hecho no ocurre así, es porque las sociedades están organizadas para beneficiar al primero y perjudicar al segundo. Pero cualquier cambio o desorden pueden significar para el rico una pérdida. A ningún pobre le costaría adaptarse a las condiciones de vida de un rico, pero sabemos que la inversa es casi intolerable y con frecuencia conducen al suicidio o a la locura. Por lo tanto, una creatura consciente de sus privilegios tiene más motivos para temerle al tiempo o a la entropía. Como Siddharta Gautama. En la renuncia está la base del espíritu religioso y en proporción a ella es la recompensa. -No solo el consejo de Cristo de no pensar nada para mañana ha sido olvidado en beneficio de la ética capitalista. También lo fue la metáfora del camello y la aguja. O casi; en Europa, un millonario cristiano mandó construir una aguja con el ojo lo suficientemente grande como para permitir el paso de un camello que llevó de Medio Oriente. Menos primitivos, los teólogos protestantes demostraron que los ricos no necesitaban entrar al Reino porque ya estaban en él. Esta tranquilizadora idea también se conoce como doctrina de la predestinación y fue deducida de las mismas Escrituras que en principio parecían decir lo contrario.

198, PREDESTINACIÓN. La doctrina de la predestinación es antigua como la idea de un Dios Todopoderoso. Pero en tiempos de la Reforma también fue una consecuencia teológica de la navegación. Antes (y después), moros y judíos podían ser infieles y herejes bajo su propia responsabilidad, ya que conocían los Libros. Pero no los salvajes de la lejana periferia. Esos eran responsabilidad de un Dios cruel o por lo menos negligente, ya que no se los podía acusar de rechazar algo que no conocían. -La doctrina de la predestinación contiene los opuestos teológicos: la religión y la irreligiosidad. Después del razonamiento fatalista, la conclusión lógica sería el abandono del rito y la buena acción, ya que nada se puede hacer para cambiar la suerte propia y hasta sería una afrenta intentarlo. Y, sin embargo, la predestinación es una doctrina tan poderosa como antigua. ¿Por qué? Porque si bien nada se puede hacer para cambiar el destino, nunca se sabrá quiénes son los elegidos y cuál será su destino antes de la muerte (aunque los renunciantes siempre se apuntarán al pecho junto con la buena o mala fortuna). Ante esta terrible doctrina, a la creatura le queda siempre la experiencia de la ansiedad religiosa o el desinterés metafísico.

199, CONFIANZA. En oposición a la metáfora cristiana de la aguja y el camello, está la doctrina de la predestinación de Calvino, según la cual la suerte de una creatura en Gea ya ha sido predefinida por el Omnisciente antes de nacer. Por lo tanto, la riqueza y la buena suerte en una creatura sólo pueden demostrarle que pertenece al reducido grupo de los elegidos. El proceso psicológico que lleva de esta doctrina a la acumulación de capital y al trabajo obsesivo ya fue descrito por Erich Fromm. Esta idea o forma de predestinación sirvió para legitimar un nuevo estado de la sociedad europea en el siglo XVI; pero era religiosamente débil, era menos cohesiva. Es comprensible que haya sido en el seno de estas sociedades donde se desarrolló el laicismo primero y el ateísmo después -con sus correspondientes efectos de acción y reacción. Al mismo tiempo que el trabajo, el capital y el humanismo favorecían el «dominio» de la naturaleza, se consolidaba una nueva condición psicológica con respecto al tiempo. Los hombres se volvieron optimistas de más y el temor al dolor y a la escasez se hizo más manuable. (La misma historia de la anestesia es alegórica: cuando se la descubrió para apagar el dolor, ya era usada como hilarante en los circos.) La creatura moderna ha dominado en parte su temor al devenir en Gea y para eso ha desarrollado no solo la medicina sino también los sistemas de Seguridad sociales, pólizas de seguros de todo tipo, previsiones hasta en casos de muerte. En algunos rincones de África, a los viejos enfermos se los abandona al costado de los ríos. Y en no pocos ríos de Asia también. En el mundo moderno, el Sistema los lleva a un hospital que ya está pagado por una cuota mutualista o por el gobierno. El anciano moderno sabe que, en el peor de los casos, le apagarán el dolor con un comprimido. El dolor físico, porque ni el sistema médico ni la cuota del seguro le darán respuesta a sus interrogantes existenciales. Semejante a la anestesia, la alternativa espiritual suele ser el nihilismo.

200, PÉRDIDA. En La decadencia de Occidente, Oswald Spengler hace referencia al terror cósmico: «Sólo el hombre que interiormente ya es cadáver -dice-, el habitante de las grandes urbes postrimeras, la Babilonia de Hammurabi, la Alejandría de los Ptolomeos, la Bagdad del mundo islámico, el París y el Berlín de hoy; sólo el puro sofista intelectual, el sensualista, el darwinista, pierde o niega ese terror, interponiendo entre sí y lo extraño una "concepción científica del mundo" sin arcanos ni misterios». A su tiempo, Albert Einstein escribió: «La más hermosa y profunda emoción que podemos experimentar es el sentido del misterio. En él está el origen de todo arte, de toda verdadera ciencia. Quien no haya jamás probado esta emoción, quien sólo se haya detenido para meditar y quedar cautivo en temerosa admiración, está como muerto». Más recientemente el noruego Jostein Gaarder escribió: «asombrarse ante la existencia no es algo que se aprende; es algo que se olvida».

201, DIOS. Si no existieras, igual serías el principal protagonista de la historia.




ArribaAbajoXXII. El pecado de existir

202, DESPERTAR. El mito, antes que interrogante es respuesta. Al igual que el pensamiento filosófico, no está desprovisto de condicionantes estéticas, como el de unidad. El mito representa una respuesta inconsciente a preguntas como «¿de donde vino esta montaña?, ¿de donde vinimos nosotros?, ¿hacia donde vamos?, ¿a donde irá esta montaña cuando ya no estemos?» A la inversa, la filosofía surge de la actividad consciente (crítica, reflexión). Antes de formular sus respuestas comienza por plantearse las interrogantes, o por lo menos presume de ello. Entre el mito y la filosofía está la tragedia griega. No solo por su momento de aparición; la tragedia interiorizó el mundo en la creatura metafísica. Los antiguos dioses o demonios que guiaban, perturbaban o perdían al héroe se convirtieron en estados del alma primero, y en fenómenos mentales después. Entonces fueron deseo, pasión, amor, angustia, pregunta y misterio. Mito, tragedia y filosofía son productos intelectuales de la creatura conmovida ante la naturaleza primero, y ante sí misma después. -El mito no llega a ser religión porque por sí solo no exige renuncia alguna a la creatura, ni la obligación de no ser cuestionado. Según como sea tomado el mito se convertirá en religión (semita) o en tragedia (griega). La tragedia continúa una tradición pero no la respeta: la cuestiona y la interroga. Su actitud es desafiante, es rebelde. Es propia del espíritu estético del pueblo griego. La tragedia y la pintura de este pueblo demuestran su ilimitada osadía ante el mundo. Es un espíritu adolescente, un pueblo desinhibido capaz de hurgar y expresar sin miedos ni vergüenza toda su naturaleza interior. Tanto como para surtir a la psiquiatría moderna con una colección infinita de símbolos: Edipo Rey, Sirenas, Furias, la mujer fálica, sátiros con penes erectos, ménades e histeria dionisíaca. Los griegos fueron las únicas creaturas capaces de fornicar con los dioses y de no morir en la acción. Por eso, a los hijos de semejante osadía se los llamaba héroes.

203, SER. En El nacimiento de la tragedia Friedrich Nietzsche dice: «el mismo instinto que da vida al arte, como un complemento y una consumación de la existencia destinado a seguir viviendo, fue el que hizo surgir también el mundo olímpico, en el cual la "voluntad" helénica se puso ante un espejo transfigurador». Y más adelante: «... invirtiendo la sabiduría silénica: lo peor de todo es para ellos morir pronto, y lo peor en segundo lugar es llegar a morir alguna vez». Para cualquier religión, lo peor de todo es lo contrario. Para la metafísica del Ganges y para el Himalaya, por supuesto. Y para los cristianos también. Creo que es inequívoca la sentencia de Jesús (según San Juan 12-24): «Les aseguro que si un grano de trigo no cae en la tierra y muere, sigue siendo sólo un grano; pero si muere, da abundante cosecha. El que ama su vida la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna». -Claro que, si no nos gusta, podemos interpretar.

204, ARTE. El espíritu estético posee la voluntad de exaltar el mundo, la necesidad y el valor de experimentar el mundo a través de los sentidos. Pero ese mundo anhelado siempre estará por encima de la realidad común. Lo que casi siempre se traduce en la búsqueda del tiempo perdido, de un tiempo siempre diferente al presente. En la superación del presente radica la magia de la literatura, la imaginación y la evocación de todo arte: el cine, la pintura, la música. Incluso la danza, que tiene por «instrumento» principal al más poderoso agente del tiempo presente: el cuerpo. En toda danza podemos anotar una actitud común: el movimiento de los pies. En todo baile o danza, los pies procuran siempre despegarse del suelo, la ingravidez del cuerpo.

205, RIVALES. En sus momentos más intensos, las religiones siempre condenaron la practica del arte. El judaísmo y el Islam rechazaron la sensualidad de las imágenes. Incluso, los mahometanos llegaron a censurar artes más volátiles como la música y la poesía. El Corán dice (sura XXVI; 224): «Son los poetas a quienes los hombres extraviados siguen a su vez». Como buen revolucionario y reformador, Mahoma procedió por oposición a los elementos fundamentales del orden despreciado; como Moisés, como Lutero. Precisamente, una de las aficiones de aquellos árabes del desierto era la poesía. En Okadh, mercado de Hedjaz, los poetas de toda Arabia se reunían una vez al año para competir en una especie de festival. Los mejores kasidah (poemas) eran escritos con letras de oro en el templo que luego recogió la Caaba. El espíritu beduino, como el griego, amaba la belleza del mundo, la aventura; le importaba más el presente que la vida futura. Y fue contra esta independencia de espíritu que combatió Mahoma a favor de una nueva creatura musulmana, que significa sometida. Cuatro siglos después, el poeta Omar Ibn Ibrahim Kayyam, desafió a Mahoma y a la renuncia del musulmán. Exaltó el mundo, las mujeres, la felicidad y el vino. Tal vez haya un verso que resume todo su escepticismo hedonista y toda la irreligiosidad:


Tan rápidos como el agua del río
o el viento del desierto, nuestros días huyen.
Dos días, sin embargo, me dejan indiferente:
el que partió ayer y el que vendrá mañana.



El único día que le importa al poeta persa es hoy. Pero sus dos primeras líneas revelan que la tragedia del hoy es convertirse en ayer, mientras las dos últimas se revelan contra la conciencia del mañana y la memoria de lo perdido. Es decir, ante la observación existencial, no opta por la renuncia religiosa sino por su contrario: el desafío de la experiencia. -Por su parte, el cristianismo no fue menos severo con espíritus semejantes. Si bien en el Renacimiento la Iglesia católica fomentó el arte plástico como lo hizo, ello se debió a la fuerte helenización en la que estaba inmersa. Nunca antes el clero estuvo más lejos de los dogmas religiosos. Por aquellos tiempos, ni el Papa ni los cardenales condenaron la osadía de Copérnico; estaban tan helenizados que lo dejaron pasar con una sonrisa; tolerancia que los protestantes condenaron como herejía. Y tal vez nunca antes la corrupción había sido tan descarada dentro de la Iglesia. (Recordemos que en tiempos de León X, un asesino o un incestuoso podía comprar el perdón del Papa con unas libras.) Pero no fue sólo por este tipo de corrupción que la Iglesia entró en crisis sino, sobre todo, porque el «factor religioso», la renuncia, se encontraba disminuido por el humanismo de la época. Mil años antes, San Agustín, el padre africano de la Iglesia y el preferido de Martín Lutero, había escrito en sus Confesiones, «Amar a este mundo es adulterio contra ti [Dios]». La reforma de Lutero surge en oposición a la helenización de la Iglesia del renacimiento. Por entonces entran en escena los quemadores de arte como Savanorola. Andres Carlstadt, uno de los seguidores de Lutero, separó en su pensamiento el cuerpo del alma; y consideró al primero y al mundo entero como un impedimento para la salvación. Acto seguido, condenó toda manifestación artística, la plástica y la música, porque distraían al espíritu a través de los sentidos. También en Inglaterra hubo Savanorolas después de la Reforma anglicana, gracias a los cuales se ha perdido para siempre gran parte del arte medieval inglés. -El cristianismo es el único de los tres monoteísmos que maduró en pueblos no semíticos. Es el único de los tres que incluyó en su dogma la adoración de una figura femenina, culto a la Virgen María como la gran diosa Madre; y también la adoración de imágenes. Pero la afición de aquellos primeros papas del Renacimiento por la pintura, la escultura y la música significó una digresión demasiado intolerable para espíritu religioso. Lo cual es humano e impiadoso.

206, SENTIDOS. Para Heráclito, los sentidos sólo podían percibir la diversidad y no la unidad; la apariencia, la ilusión y el engaño, pero no la verdad unificada por la razón. Para el hinduismo y sus variantes también; los sentidos no son capaces de percibir la verdadera realidad. Por lo tanto, sólo pueden ser un obstáculo en la procura de alcanzar la Iluminación. No se puede percibir a Krishna si se atiende a los sentidos. Como Sócrates, el budismo prescribe, antes que nada, la eliminación de las pasiones, la indiferencia voluntaria sobre cualquier deseo. Los sentidos sólo pueden captar el mundo material, y es por causa de esta distracción que el hombre se confunde y se pierde. En tiempos de Calvino, una de las medidas terapéuticas para combatir la irreligiosidad de los ginebrinos fue la proscripción de los coloridos vestidos del Renacimiento. Los sacerdotes se visten de negro, marrón o tonos semejantes; las monjas usan exclusivamente el gris y colores más decentes. El objetivo es (siempre) reprimir la sensualidad, porque la sensualidad y los sentidos atan a la creatura al mundo material. En oposición a la renuncia del espíritu religioso está el espíritu estético o primavera. Para la doctrina del Eterno Retorno y para el existencialismo de Sartre, el mundo es la exploración y la apología de todas sus posibilidades. Por ello, el arte es el único que puede justificar plenamente la vida de un espíritu anárquico, rebelde.

207, TRABAJO. El hinduismo prescribe la mendicidad como virtud. Con la metáfora del camello pasando por el ojo de una aguja Cristo hizo (casi) imposible el pasaje de un rico al Paraíso (por lo cual hubiese sido torturado y crucificado dos veces en el siglo XX). Todas las religiones pretenden contener la ambición materialista de los hombres. Por lo general, el camino hacia la verdad suprema está limpio de dinero y de las obsesivas ocupaciones que conducen a él. El Bhagavad-Gita prescribe el olvido casi absoluto de cualquier tarea mundana. Otras religiones, como el Islam, legalizaron el comercio y algunas actividades inferiores, pero eso es sólo tolerancia o necesidad; como la poligamia a consecuencia de la guerra. Pero las Escrituras siempre han advertido del peligroso olvido o distracción que amenaza al trabajador. Con ánimo diferente, lo mismo observó Nietzsche: «¿Habéis reparado que la laboriosidad moderna, escandalosa, avara de su tiempo, satisfecha de sí misma, es algo que educa y que dispone, más que ninguna otra cosa, a la "falta de fe"?» -Según Huizinga, ya en el siglo XIV, en Inglaterra, se comenzó a desconsiderar la pobreza como virtud y a santificar el trabajo (actividad humana no desprovista de renuncia). Más tarde los reformadores anglosajones despenalizaron el oro; pero si alguno de ellos hubiese adivinado las consecuencias, se habría incinerado vivo en la plaza de su pueblo. -La doctrina de la predestinación llevó al trabajo compulsivo y a la austeridad religiosa del ahorro, que en una sola palabra se dice capitalismo. Paradójicamente, el calvinismo acabó por legalizar la ética capitalista cuando, tanto Calvino como Lutero, despreciaban este mundo y mucho más los shoppings centers.




ArribaAbajoXXIII. El desafío al devenir

208, ESTÉTICO. Con la renuncia, el espíritu religioso suprime una parte del mundo; renuncia a tomar todo lo que puede tomar y antepone una realidad trascendente y eterna a la precariedad del cuerpo. Para el espíritu estético, en cambio, el mundo es una obra de arte, magnífica o absurda, la que anhela explorar y experimentar. Su dominio principal es el ser, la experiencia amoral. Allí donde el religioso experimenta éxtasis místico, el artista experimenta éxtasis estético. Ambos reclaman la eternidad, pero mientras el primero niega el mundo material, el segundo lo confirma y lo exalta. Incluso destruyéndolo.

209, HELENOS. El griego no concibió ni necesitó del cero en sus formulaciones matemáticas o arquitectónicas. El cero solo podía originarse entre los hindúes cuya metafísica daba cuenta del no-ser. Una religión estética, si la hubo, fue la griega. El portavoz de los dioses fue Homero, un poeta. En sus poemas no se expresa ni se resalta ninguna Autoridad como Yahvé, sino la belleza de sus dioses y de sus héroes. La doctrina del Eterno Retorno, celebrada por un filósofo alemán amante de Grecia, es una expresión inequívoca de este espíritu. A Zaratustra le hizo decir: Y este claro de luna, y esta araña que sube, y tú y yo, reunidos bajo este pórtico, divagando sobre cosas eternas. ¿No habremos estado ya aquí, necesariamente? ¿No será todo un eterno retorno? -El pagano quiere vivir y por ello no teme tomarlo todo y lanzar su desafío a la vida. La doctrina del Eterno Retorno ya estaba de alguna forma implícita en toda la metafísica oriental: hay infinitos Shiva, infinitos Brahma, infinitos Buda. Cuando el bodhisattva arroja su tazón al río, no arroja uno sino infinitos tazones. Pero Nietzsche y su doctrina se oponen a cualquier religión; se niega a renunciar al mundo y multiplica hasta el infinito sus posibilidades: lo que ahora es, volverá a ser. Es decir, lo que estamos viendo es la eternidad. Nietzsche se opone no solo al cristianismo sino también a la metafísica indiana, porque el ciclo de las repeticiones que perpetúan la vida y la muerte no es abominable. Por el contrario, es motivo de celebración. (Nietzsche odió la renuncia cristiana y no fue un declarado anti-budista porque no nació en India o en Nepal.) El bien y el mal, incluso el dolor, son preferibles a la nada o al Nirvana. El consuelo metafísico (dice analizando la capacidad de sufrimiento del heleno) que deja la verdadera tragedia, es que pese a todos los cambios la vida es indestructible y placentera. El heleno es aquel hombre dotado de sentimientos profundos y de una gran capacidad para el sufrimiento. El heleno ha penetrado con su mirada el sinsentido de la historia y la crueldad de la naturaleza, «y corre peligro de anhelar una negación budista de la voluntad. A ese heleno lo salva el arte, y mediante el arte lo salva para sí -la vida.»

210, FAMA. Decía Jacob Burckhardt que el anhelo de fama fue un rasgo característico y novedoso de la creatura renacentista. Digamos que ahora ya no es novedoso, pero sigue siendo característico. Con la fama, los hombres prolongan y multiplican su propia existencia en el mundo. Si la creatura del renacimiento era «pro-heleno» por vocación, nosotros lo somos porque estábamos distraídos. Para ellos, para los helenos y para nosotros, la fama es una forma de inmortalidad y sólo la alcanzan los héroes o las estrellas. -El anhelo de fama es un remanente infantil del ego. No busca el amor de la madre sino la atención del mundo. Era la gloria del héroe griego, la confirmación de la solitaria creatura del renacimiento. Y, más que ninguno, es la populosa soledad de la creatura moderna o posmoderna.

211, NIETZSCHE. El hecho de que el Che Guevara y Marcel Proust fueran asmáticos no significa que la enfermedad en cada uno fuese un dato irrelevante, que no explique personalidades tan diferentes. Sólo significa que en un proceso histórico una misma causa puede producir sucesos diferentes y hasta opuestos. Pero los produce. -Mientras se lee a Nietzsche, no es fácil olvidar los tormentos que lo perseguían o pensar: una creatura fortalecida por el dolor ya no se angustia por el mañana impredecible. Entiendo que no se puede reducir el pensamiento de una creatura a sus condiciones psicológicas. Eso sería como afirmar que el principio de Arquímedes sólo es válido para los cuerpos sumergidos en una bañera ya que, según la leyenda, fue allí donde lo concibió el griego. Sin embargo, atendiendo a las circunstancias, podemos comprender por qué un pensamiento se da antes en una creatura que en otra. ¿Por qué Nietzsche era un declarado «anti-compasivo»? -Bien, pensemos que las morales consisten en la abolición de las leyes de Darwin, en la censura del más fuerte. (La moral, he dado en pensar, es la conciencia de la especie.) Es un dato estadístico de que en la actualidad no se reproducen más las creaturas más cultas o económicamente exitosas que aquellas otras que están por debajo del límite de pobreza. Las sociedades actuales han operado una inversión en el orden salvaje: las creaturas se reproducen según la ley de selección cultural, la cual consiste en el triunfo sexual o reproductivo del «menos apto». Pero la refutación cultural a Darwin no comienza con la compasión religiosa sino mucho antes; es tan anterior como los últimos cinco Mandamientos. El principio confucionista de no hacer a los demás lo que no se desea para sí mismo es un pacto social muy antiguo. Se puede decir que fue una de las primeras síntesis de los últimos mandamientos, aun sin traducir al positivo como la sugerencia cristiana de amar al prójimo como a uno mismo. Confucio no debió inventarlo, pero procuró que fuese repetido y respetado. Trasladado a la psicología de la creatura primitiva significaba: no hagas con los débiles lo que no quieres que los dioses hagan contigo. Esta fórmula que es simple y básica para cualquier sociedad se llama compasión. Nietzsche, sin dioses y sin temor a más dolor, era un ex profeso anti-compasivo. Traducción filosófica que hubiese restaurado el principio darwiniano en beneficio del Superhombre y en detrimento de la humanidad.

212, TRISTEZA. ¿Por qué existe la tragedia? ¿Por qué las creaturas escuchan música triste y se conmueven? Tal vez porque es de esa forma que la poesía es capaz de revertir una derrota inexorable (la muerte, el abandono) en un triunfo del espíritu. La devastadora soledad de la Inexorable, por la belleza de la devastación; el cuerpo que cae de rodillas y la mirada desafiante contra el viento que empuja. -El arte injustamente llamado depresivo no puede deprimir, sino lo contrario: fortalece. Y es por ello que se llama arte y no masoquismo. La poesía trágica es el reconocimiento estético de la tristeza. Porque no hay verdadera depresión con belleza. No la hay.

213, VALOR. El gremio de los genios depresivos es bien conocido entre los psiquiatras. La lista de casos célebres es larga y está casi toda firmada por artistas. Algunos pretenden explicar este fenómeno como causa o consecuencia de los intelectos mas desarrollados; todo lo que no impide la existencia de otro gremio más justificado de suicidas: los mediocres. Pero entiendo que la visión estética del mundo exige de éste una intensidad que no puede ser sostenida por mucho tiempo. Como la cópula, según Borges. Sin embargo, a estos espíritus les queda su propio antídoto: el desafío de ser, propio del arte. El desafío estético puede ser una actitud existencial, si no es lo mejor del existencialismo. Con él, se plantea una actitud sólida ante la vida. La realidad sigue siendo trágica; no cambia de signo pero cambia de significado.

214, VIDA. Fray Luis de León admiró la poesía de Santa Teresa y la santa escribió versos como éstos:


Lúgubre es la vida
amarga en extremo;
ansiosa de verte
deseo morir.



Tal vez alguien se pregunte, «si la religión condena el suicidio ¿por qué no condena el deseo religioso de morir?» Creo que la respuesta es simple: la condena al suicidio es la condena de la Segunda Tabla, del orden social y psicológico; el deseo de cambiar este mundo por el otro es la aspiración metafísica de la Primera Tabla, de todo centro religioso. -Bien, es cierto que Santa Teresa usó la poesía para expresarse. Pero la usó, no cultivó su naturaleza original (debemos distinguir éxtasis estético y éxtasis místico). Porque la poesía es el dominio de este mundo. Exaltado hasta los cielos, sí; pero exaltado, no volcado para su renuncia sino para su confirmación. Tanto la poesía como su principal instrumento, el lenguaje, están hechos para expresar la vida; no su negación. No fue casualidad que el Buda haya nombrado su más profundo conocimiento con el silencio. (En sánscrito mūni significa, a un tiempo, «sabio» y «silencioso».) No fue por ignorancia o por indecisión que Jesús no respondió a Pilatos cuando éste le preguntó qué era la verdad, después que el Nazareno le había dicho que él la enseñaba. Y tampoco fue azar el hecho de que Santa Teresa recurriera tantas veces al oxímoron: «Vivo sin vivir en mí/ Y tan alta vida espero/ Que muero porque no muero [...] Pues con la vida/ no se puede vivir. [...] ¡Oh, qué cautiverio/ De gran libertad! [...] Sea mi gozo en el llanto,/ Sobresalto mi reposo/ Mi sosiego doloroso/ Y mi bonanza quebranto. [...] Esté en la muerte mi vida [...] En la oscuridad mi luz [...] Es muerte que causa vida.» -El oxímoron viola el lenguaje para expresar algo que el lenguaje no conoce. Porque el lenguaje y la poesía sólo reconocen la vida.

215, MAR. Decía Borges que él prefería la llanura debajo de las patas de los caballos al mar de los poetas. Pero habrá que pensar que el mar es responsable de más de un verso. En Europa o en América, casi todos los poetas le cantaron a


la
cercana tempestad
de las olas
inalcanzable quietud
de sangre y plata
pasión de los hombres
en la arena
serena eternidad
de los cielos;



y por algo Chile tiene tantos buenos poetas como gente mirando al mar. También Ecuador tiene a mi amigo, el poeta Freddy Peñafiel. En cambio Bolivia... ¿Cómo hace un boliviano para ser poeta sin un mar y con un lago llamado «Titicaca»?

216, AMOR. El espíritu religioso elogia el pasado y aspira al futuro, que no es el futuro de este mundo. Por su parte, el arte se realiza en todos los tiempos que no son el Presente, pero son todos los demás tiempos de este mundo. En cambio, el amor profundo, como el hedonismo vulgar, se realiza completamente en el Presente. El amor es el más prestigioso redentor del Presente, porque no pretende negarlo ni cambiarlo. Es el único momento en que el Presente tiene quien lo celebre. Porque el amor es uno de esos pocos estados en que uno es feliz pero además está obligado a reconocerlo.

217, POESÍA. Es comprensible que los fundamentos de toda poesía sean el tiempo y el amor. El amor sensual es de este mundo, por lo cual es celebrado por el arte y maldecido o disimulado por la religión. El espíritu estético ama la intensa experiencia de existir y ve el mundo como una obra de arte. Llora el momento que pasa, porque es una perdida. Y para no pensar que es irreparable, reclama o imagina la eternidad, un eterno retorno que le devuelva todo lo perdido.


You must remember this
A kiss is just a kiss
A sight is such a sight;
As times goes by.






ArribaAbajoXXIV. Un siglo estético

218, DIONISOS. Si el siglo XIX fue cientificista, el XX fue un siglo dominado por el impulso estético. Por estos años, se confirmaron las pretensiones del «arte por el arte»; la tesis más defendida de que el arte no debe tener ninguna otra referencia que sí mismo: debe ser intrascendente. Surge el arte abstracto, según el cual un cuadro es pintura, una escultura es volumen, una música es sonido, una novela es una combinación de técnicas sintácticas, una poesía es, o debe ser, el mero sonido de vocales y consonantes. El nuevo y prestigioso arte es el cine y se desarrolla bajo el más puro impulso estético de la vida por la vida misma. -Ortega y Gasset veía en el arte nuevo de su tiempo y en el ascenso popular del deporte una misma actitud: intrascendencia y corporeidad. Lo mismo deberíamos decir de otros fenómenos de nuestro tiempo: el turismo, el cual representa como ninguno al espíritu estético y su empresa de experimentar el mundo; y el rock’n roll, cuya actitud se caracteriza por la experimentación y la provocación, en ocasiones violenta. La actitud desafiante del rock ante la experiencia del mundo se traduce en desafío y rebelión ante la sociedad, pero su raíz está en el espíritu estético en sus formas más crudas: «sexo, droga y rock’n roll». -También las dos guerras mundiales son expresiones de un impulso estético. Si en los siglos anteriores Dios había sido reemplazado por la razón primero, y por la ciencia después, el siglo XX lo había postergado por la experimentación del mundo.

219, GUERRAS. Las grandes guerras del siglo XX fueron consecuencias de condiciones sociales, políticas y económicas. Bien, pero no nos quedemos sólo con esa famosa trilogía omniexplicativa. No olvidemos otros aspectos no menos importantes; también están los factores religiosos y místicos (como en Hitler) y el espíritu estético que caracterizó al siglo. Modris Eksteins, en Rites of Springs (The Great War and the birth of the Modern Age), mostró o demostró que la guerra, la acción del soldado, la aniquilación de los órdenes sociales y la experimentación del mundo fueron vividos como una realización estética. No solo tenemos los testimonios de los que no fueron a la guerra; también están las confesiones de los combatientes, que son casi tan importantes como la de los otros. Aún rodeados de la muerte, la guerra fue un acontecimiento estético, monumental; como el nazismo. Una puesta en escena inigualable. También en la última Guerra del Golfo se repite la experiencia. La guerra es vivida (por los que no murieron) como un espectáculo plástico, hollywoodense. Los aviadores no distinguen entre la realidad y los vuelos simulados, entre una mancha azul en la pantalla que se suprime y miles de personas que mueren. Por ello un piloto expresó entusiasmado: «Esto es realmente excitante; estoy pronto para repetirlo». El significado trascendente de la acción se ha perdido en la experimentación pura, infantil.

220, PUREZA. Después de una exposición de pinturas que Sábato hizo en Brasil, un crítico escribió acusándolo de contaminar sus telas con «literatura». (Si mal no recuerdo, algo parecido habían dicho de su literatura: sus novelas estaban llenas de ideas y sus ideas contaminadas de pasiones.) Decir que un cuadro está lleno de literatura sería una percepción cierta; pero que se lo descalifique por eso es gracioso y decepcionante, además de una mala costumbre. ¿De qué están llenas las otras pinturas? ¿De óleo pigmentado? -En realidad, no es rara una respuesta afirmativa. Incluso grandes artistas y teóricos del siglo XX afirmaron que una pintura es, antes que nada, manchas planas de color. Porque se sobrevaloró la abstracción; no cualquier tipo de abstracción: sólo aquella que dejaba en pie al color y la forma, sin importar que lo expresado fuese un triángulo o un cadáver crucificado. El paradigma de esta particularidad fueron Kandinsky y Piet Mondrian, y la excepción el surrealismo, el expresionismo y el llamado arte «metafísico» de Chirico. Cierta vez Picasso dijo que con el tiempo un cuadro llegaría a calmar un dolor de muelas. Por su parte, el crítico Wilhelm Worringer, en 1908, no sin entusiasmo comparaba el arte con un buen sillón que servía de reposo al cansado hombre de negocios. Tanta es aún la confianza en ese proyecto de orgasmo ocular que todavía hoy se lo estimula en las escuelas de Bellas Artes. -Entonces, si el arte es sólo forma, ¿qué son las pinturas de Lescaux, del antiguo Egipto o las de Fra Angélico? Acaso artes impuros o imperfectos. Así Delacroix sería un mal pintor porque sus cuadros están llenos de romanticismo y sentimientos patrióticos; Van Gogh es demasiado expresivo; Munch demasiado existencialista; Grosz confunde crítica social con pintura; los muralistas mexicanos deberían limpiar sus paredes de política ¿Qué sería el arte llamado «sacro» si le quitásemos todo lo que no es forma y color? Sería lo que la Biblia es para un ateo: literatura. ¿Dirían entonces que la Biblia es un libro impuro porque incluye un elemento extraliterario como Dios? Imaginemos que alguien proponga la purificación del género policial por la limpieza de toda referencia a los temas comunes de la crónica policial. -Bien, la literatura no es religión, no es política, no es filosofía. Pero ¿qué quedaría si le quitásemos todo eso? Tal vez aquel proyecto de Gertrude Stein, una novela cubista: «Uno es un, uno una...».

221, ESCENARIO. Paradójicamente, a medida que el arte pretende «purificarse», más y más se expande y se contamina con el resto de las actividades humanas. El arte comienza a rebasar sus propios límites tradicionales en el siglo XIX. Tal vez un prototipo sea William Morris; tal vez la gran provocación haya provenido de la máquina industrial que multiplicaba la experiencia de la creatura en el mundo material. Pronto la experimentación estética del mundo se extenderá al resto del hábitat humano. Hasta que se transforme en una forma de vida -desafío, revolución, cambio, amoralidad. El Dadá, el surrealismo, la Bauhaus, el deporte, el pop Art, el rock’n roll. Del mismo hecho de que el arte ocupe toda la vida de una sociedad deriva la idea de su propia muerte. Porque es difícil apreciar lo que está en todas partes, como el aire o la maldad. -Pero veamos, además, que la idea de la «muerte del arte» sólo puede surgir de una concepción superficial del arte. Si consideramos que el arte no es un instrumento (como una diligencia o un telégrafo), sino la expresión de una parte del espíritu que no puede dejar de expresarse, nos daremos cuenta que para que el arte se muera es necesario que antes muera el espíritu de la creatura. Lo cual también es actualmente posible. Pero en ese caso yo no me preocuparía tanto por el arte.



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