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ArribaAbajoCanto X


ArribaAbajo Ya que marchando á toda furia viene
La bella mora con su fuerte hermano,
La pasion tierna que en el pecho tiene
Del casto amor, dulcísimo tirano,
Con poderosa fuerza contraviene  5
Al enojo mortal que en el cristiano
Pide rigurosísima venganza,
Y muere ya por emplear la lanza.
Y no para estorbar esto se opone
El amor al enojo en Lixerea,  10
Porque antes mas la mueve y la dispone
A la fiera venganza que desea:
Para lo que sus fuertes fuerzas pone
Amor, que la gobierna y señorea,
Es para que su blando sentimiento  15
Se vea mas que el vengativo intento.
Y así la bella mora ya rendida
Al fiero mal que el corazon le parte,
Entre la furia airada y encendida
Del iracundo proceder de Marte,  20
Y entre el ronco rumor de la movida
Selva, por donde sigue el estandarte,
Hechos dos rios los hermosos ojos,
Así mueven la lengua sus enojos.
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¿Tanto os parece que durado habia  25
Envidiosa fortuna de mi estado,
El regalo, el contento, y la alegría
De Lixerea con su esposo amado?
¿O tanto os enfadaba y ofendia
Su valor de mil glorias adornado,  30
Que para mi mortal congoja y duelo
Puesto le habeis en tanto desconsuelo?
El pecho ilustre de virtudes lleno,
Para mí tan amable y amoroso,
Que mi alma por él de mi enageno,  35
Y en él le doy dulcísimo reposo;
¿Es posible, querido y dulce Armeno;
Es posible, querido y dulce esposo,
Que está rendido á voluntad agena,
Y atado y puesto en áspera cadena?  40
Y ¿es posible, ay de mí! que la valiente
Y diestra mano, tan acostumbrada
A conseguir victoria eternamente,
Y para mí tan blanda y regalada,
La tiene esa enemiga infame gente  45
Con duro hierro y fuerte lazo atada?
¿Y que quizá en su rostro esos villanos
Ponen, no plega á Dios, sus viles manos?
¿Que Armeno está, que Armeno está cautivo,
Y Lixerea no le libra y venga?  50
¿No venga y libra? aunque el hado esquivo,
Qual vino contra él, contra mí venga,
Haré, si en mi vigor tres horas vivo,
Que el que mi bien cautivo tiene, tenga
Paga cruel, subida de quilate,  55
Por venganza justísima y rescate.
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Así la bella dama dolorida
Sus quejas esparcia por el viento,
Con lastimosa y triste voz salida
Del corazon á fuerza de tormento;  60
Así la viva llama en él prendida
Descubre el amoroso encendimiento,
Mientras con prestos pies la selva espesa
Por lóbregos caminos atraviesa.
Pero ya quando se llegó la hora  65
Que abrió las puertas del dorado oriente,
Y por ellas saltó la bella aurora
Ante el hermoso sol resplandeciente;
La apasionada valerosa mora,
Toda encendida en cólera impaciente,  70
Del bosque ya saliendo al ancho llano,
Gran trecho se adelanta de su hermano.
Ya el sol los dos exércitos mostraba
Muy cerca, y ya la mora arremetia,
Qual acosada tigre ardiente y brava,  75
A nuestro campo que delante via;
Quando Zeylan, que al paso la esperaba,
Con blando ruego en él la detenia,
No permitiendo el temerario hecho,
Quietando un tanto el fuerte y tierno pecho.  80
Qual soberbio lebrel acostumbrado
A pardos y osos, tigres y leones,
Que un bravo toro mira rodeado
De gente con agudos garrochones,
Y en encendida cólera abrasado,  85
Al dueño, y al bozal, y á las prisiones,
Contra su voluntad está obediente,
Aunque fogoso, airado, y impaciente,
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Tal la valiente mora acostumbrada
A emprender famosísimas hazañas,  90
Y á rendir por su lanza y por su espada
Mil fieras gentes bárbaras y extrañas,
Viendo tan cerca aquella gente armada,
Que le tiene al que tiene en las entrañas,
Ardiendo en ira está obediente al ruego,  95
Aunque impaciente, brava, y sin sosiego.
Pero ya quando Abenagonte llega
Al esquadron con su gineta banda,
Las banderas el campo infiel desplega,
Y que marche Zeylan apriesa manda;  100
Que marche á dar principio á la refriega,
Que con ardiente cólera demanda
Del sábio Armeno la valiente esposa,
De sangrienta venganza deseosa:
La qual y el bravo Alí vienen delante  105
Con su hermano y caudillo Abenagonte;
Tras ellos van el grande mago Atlante,
Medoro, Cloridano y Rodomonte,
Abenzoar, Hamida, Zeit y Organte,
Hazen, Hamet, Muley y Telefonte,  110
Getulo, Coraben, Pertan y Audalla,
Y tras estos la bárbara canalla.
Venia Abenagonte en un overo
Rico curiosamente y alheñado,
Revuelto y hollador presto y ligero,  115
De corazon robusto y alentado:
Hermosos son caballo y caballero,
Y fuertes tanto, que al mas alto grado
Parece que ambos llegan de belleza,
De gala, y gallardía, y fortaleza.  120
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Era el jaez de seda roxa y oro,
Con estribos y hebillas de ataugía,
Y como muy galan el fuerte moro
Una marlota carmesí traía,
Que segun su belleza un gran tesoro  125
Con el tocado y capellar valía;
Trae la espada tunecí, y la lanza
Larga quarenta palmos á su usanza.
Un moro de estatura de gigante
Puesto á su estribo le traía una adarga  130
Bordada con mil perlas de Levante,
Ancha en debida proporcion y larga;
En cuyo campo un gran leon rapante
Está pintado, que la garra alarga
Al alto fruto de una fértil palma,  135
Con bravo aspecto en que descubre el alma.
Viene la dolorida Lixerea
En un caballo blanco mosqueado,
Que con agilidad salta y voltea
Delante al diestro y al siniestro lado,  140
Con un bravo jaez de su librea,
Que es terciopelo azul, todo sembrado
De estrellas de oro fino al propio, quales
Son las claras estrellas celestiales.
Parece así vestida al mismo cielo,  145
Quando forma en la noche un claro dia
La blanca hermana del señor de Delo,
A quien su lindo rostro parecia:
Calmaba el mar, paraba el sol, y el vuelo
El mas furioso viento suspendia  150
Por contemplar su rostro milagroso,
Y condolerse viéndole lloroso.
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Una lanza gineta blandeaba
Con la valiente diestra, y con la izquierda
La rienda y la ancha adarga gobernaba,  155
Sin que de fuerte y diestra un punto pierda:
Un alfange del hombro le colgaba,
Que del famoso capitan se acuerda
Abuelo suyo Cidi Abenchapela,
Que al Mauro dió del Alcorán la escuela.  160
De verde y plata viene Alí su hermano,
En un castaño escuro fuerte y grande,
Estrellado quatralbo y rabicano,
En extremo galan, ó corra, ó ande:
Una asta gruesa y corta trae en la mano,  165
Que no hay quien mejor que él la rija y mande,
Con una adarga cuyo campo es cielo,
Y en medio dél pintado á Mongibelo.
Medoro, que es del capitan sobrino,
Viene vestido de brocado pardo,  170
En un caballo rucio tunecino,
Qual si fuera andaluz lindo y gallardo;
Lanza gineta de ancho hierro y fino,
Y adarga, cuyo campo un suelto pardo
Atado muestra en hierros inhumanos,  175
El fuerte jóven trae en ambas manos.
En un caballo negro como endrina,
Con los ojos ardientes como llama,
De español padre y madre tunecina
Nacido, mas ligero que una gama,  180
Atlante el grande Astrólogo camina,
Y al capitán á grandes voces llama,
Diciendo él: señor, sigue esta suerte
Con ánimo seguro, osado, y fuerte,
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Que mirando en el cielo atentamente,  185
Y alzando una figura judiciaria,
He visto que tu fuerte brazo y gente
Vencerá esta canalla temeraria:
Toda la esfera en tu favor consiente,
No hay cosa en ella que te sea contraria.  190
Vamos, que en fe de lo que digo quiero
Ser en acometerlos yo el primero.
Pone piernas tras esto apriesa, y parte
El rocin ligerísimo volando,
Sin aguardar trompeta ni estandarte,  195
El daño del desorden despreciando,
Y da principio al espantoso Marte,
Que ya sangriento y fiero, amenazando
Saña cruel, venganza horrible y brava,
En ambas partes riguroso estaba.  200
Venia ya tambien baxando en esto
El católico campo al campo llano,
Por el prudente y viejo Ulisio puesto
En forma quadra, en batallon romano;
Y Alberto con espíritu dispuesto  205
A ganar el renombre de africano,
Hecho ya al cielo su debido ruego,
Viene delante con el gran Don Diego.
Y á los amigos dos consigo tiene
El sábio Alberto con Don Diego junto,  210
Dando á los tres el puesto que conviene
A sus quilates de tan alto punto;
Del heroyco valor que en sí contiene
Mostrando en sí y en ellos un trasunto,
Digno de que le guarde por exemplo  215
La eternidad en su famoso templo.
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Venia Alberto con un peto á prueba,
Morrion, gola y espaldar, armado,
Espada y daga, y una gruesa y nueva
Pica de un fresno altísimo tostado:  220
Un page la rodela fuerte lleva,
En cuyo campo de oro está grabado
Un unicornio, que con la alta frente
Mueve las aguas de una dulce fuente.
Por las armas y aspecto venerable,  225
Venerable por canas y presencia,
Se muestra el grande Alberto, y sin que él hable
Persuade con altísima eloqüencia:
Su exemplo de valor raro, admirable,
Visto en heroyca y célebre apariencia,  230
Mueve mas los honrados corazones,
Que pudieran mover mil Cicerones.
Y no menos persuade, y mueve, y fuerza
Al esquadron, que honor ilustre inflama
El Florel valeroso, con la fuerza  235
De exemplos de valor de eterna fama,
Y sus parientes dos; y así se esfuerza
Ardiendo de valor en viva llama
Por estos solos tres, de la manera
Que si en favor mil Césares tuviera.  240
Puesto se habia el castellano fuerte
Un fino coselete de un soldado,
A quien la brava y rigurosa muerte
En la primer batalla lo ha quitado:
La fina espada tunecí, que vierte  245
La sangre de su gente, tiene al lado,
Y á la robusta y fuerte diestra aplica
Una larga, derecha, y gruesa pica.
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Y desta misma suerte armados vienen
Todos los capitanes ya nombrados,  250
Que sus puestos delante en orden tienen
Con los quatro varones señalados:
Las hileras después en sí contienen
Segun sus grados y armas los soldados;
Y en medio, qual su espíritu y aliento,  255
Van las banderas ondeando al viento,
Y las caxas ante ellas, con el fiero
Rumor de Marte que ayre y tierra atruena,
Que infunde aquel espíritu severo
Que á muerte furiosísima condena,  260
Que estremece, que asombra, que el entero
Juicio ofusca, que arma y guerra suena,
Que las iras fortísimas provoca
Del corazon armígero que toca.
Así viene el exército pequeño  265
Del pueblo fiel, á recibir el grande
Del pueblo infiel, que con airado ceño
No hay mal en su intencion que no le mande;
Así viene obediente al sábio dueño,
Sin que del orden nadie se desmande,  270
El cristiano esquadron, así la ofensa
Tener vengada en breve espacio piensa.
Llegaba en esto el indiscreto Atlante
Con su rocin que el suelo apenas toca,
Quando el Florel haciéndose adelante  275
Fuerte opone á aquella furia loca:
A su santo Don Diego, el Nigromante
En alta voz á su profeta invoca;
Y vióse bien la diferencia luego
Del pérfido Mahoma al santo Diego.  280
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El fuerte cuento de la pica asienta
En tierra, y firma la una y otra planta
El español gallardo, y se presenta
Al que tan confiado se adelanta:
Fuera bien que mirára en esta afrenta  285
El moro mago con su ciencia tanta;
Pero qué digo, ya revuelto habia
Toda la judiciaria astrología.
Y habiendo en ella á su sabor hallado
Lo contrario que alli le ha sucedido,  290
Por eso arremetió tan confiado,
Mostrándose valiente y atrevido;
Mas mostróle Don Diego atravesado
En la pica fortísima, y tendido
Gran trecho del caballo, cuya silla  295
Ya ocupa el caballero de Castilla.
No bien habia el sábio judiciario
Visto tan á su costa la experiencia
De lo que daña un hecho temerario,
Y de lo que es incierta aquella ciencia;  300
Quando el bravo español, con su ordinario
Espíritu, y valor, y diligencia,
Y con gallarda ligereza y brio,
Alegre salta en el rocin vacío.
No pudo contenerse el generoso  305
Habiendo visto la veloz carrera,
Y el menudo tropel bravo y furioso,
A no ver del caballo prueba entera;
Y á no mostrar también quan valeroso,
Quan fuerte y diestro caballero él era,  310
Y quan exercitado en la campaña
Con los ginetes pláticos de España.
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Ya en esto llega el esquadron ginete,
Y con grande tropel y alto alarido
Nuestro pequeño exército acomete,  315
De quien es bravamente recibido:
Al gran Don Diego el bravo Ali arremete
Visto lo que de Atlante ha sucedido,
Pensando en él hacer lo que solia
En mil valientes que vencido habia.  320
Mas sucedióle adversa alli la suerte,
Que siempre le fué amiga y favorable,
Aunque en extremo fuese osado y fuerte,
Y en destreza y espíritu notable;
Porque la espada, en quien la brava muerte  325
Airada se mostraba y espantable,
De un tajo brazo y lanza le echa al suelo,
Y la cabeza de un revés en vuelo.
Abenagonte y Lixerea viendo
La miserable suerte del hermano,  330
En ira y rabia, y en dolor ardiendo,
Furiosos arremeten al cristiano:
Fué de los dos el fiero encuentro horrendo,
Tal, que el veloz rocin cayó en el llano;
Pero queda el diestrísimo Don Diego  335
En pié, y ardiendo en vengativo fuego.
A los dos vuelve como tigre fiero,
Y aunque fué el revolver en un instante,
Ya no los halla el bravo caballero,
Que volando pasaron adelante;  340
Y entre ellos y él, un esquadron entero
Así se opuso, que la bella amante,
Y el bravo Abenagonte, aunque quisieron
Volver al español, jamás pudieron.
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Mas pensando acabar de su venganza  345
Lo que quedaba aquel gigante moro,
Que para que la adarga lleve, ó lanza,
La estima Abenagonte en un tesoro;
Con fuerza inmensa, y con bestial pujanza,
Qual acosado grande y bravo toro,  350
A Don Diego se arroja ardiendo en ira,
Y mil golpes bravísimos le tira.
Con la adarga del amo en el siniestro
Robusto brazo el gran gigante vino,
Gobierna el desmedido brazo diestro  355
Un ancho y fuerte alfange damasquino,
Qual con broquel y espada un hombre diestro;
Así se aviene el bravo tunecino
Con el alfange largo de una braza,
Y con la adarga anchísima que embraza.  360
En tanto ya los bravos esquadrones:
A toda furia vienen á las manos,
Los quales muestran bien las intenciones
De fieros enemigos inhumanos:
Batalla de fortísimos leones  365
Contra tigres bravísimos hircanos
No se pudiera ver mas rigurosa,
Mas fiera, mas trabada, y mas furiosa.
Allí caen caballo y caballero
Atravesados de una larga pica,  370
Acullá muere el diestro ballestero
Mientras la xara á la ballesta aplica,
Acá un ginete temerario y fiero
Contra cien contrapuestas picas pica,
Aquí, mientras el otro el arco flecha,  375
Atravesarse siente de una flecha.
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Pero donde el furor mas riguroso
El ronco, airado, y confundido grito
Del bélico rumor, fiero y espantoso,
Levanta en son del infernal Cocíto;  380
Es donde el grande Alberto valeroso
Sustenta igual el desigual conflito,
Puesto con sus infantes coseletes
Al furor de los bárbaros ginetes.
Allí de aquellos capitanes fuertes,  385
Y del valor y honor de sus soldados,
Se vian famosas y gallardas suertes
De varones destrísimos y osados.
Allí la muerte con airadas muertes
A los soberbios moros confiados  390
Les muestra quanto daño trae consigo
El estimar en poco al enemigo.
Allí de los amigos generosos
Cardona y Aragon famosamente
Son llevados los moros sediciosos  395
Por el rigor de la mortal corriente;
Y allí los pasageros valerosos,
A imitacion de la guerrera gente,
Mil vidas quitan, muertes mil desprecian,
Por el honor que en alto punto precian.  400
Bien que donde la brava Lixerea
Con Hazen, con Medoro, y con Audalla,
Con Guido, Olindo, y Telamon pelea,
Diferente de aquí va la batalla;
Que aunque no llega al fin que ella desea,  405
Rompe dichosa la cristiana malla,
Entrando el esquadron á viva fuerza,
Amor la aníma, amor su brazo esfuerza.
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Ni menos donde el fuerte Abenagonte,
Organte, Zeit, Abenzoar, Hamida,  410
Con Anselmo, y Ricardo, y con Oronte
Combaten, van los moros de vencida;
Antes si por Florante, y por Almonte,
No fuera aquella parte socorrida,
Por ella hubiera al campo fiel hallado  415
Dichosa entrada el fuerte moro osado.
Que alli un robusto moro combatia
Con infernal furor, saña y braveza,
Que el fuerte Abdeluzema se decia
Por su maravillosa fortaleza,  420
A quien Almonte el campo defendia
Con singular valor, brio y destreza;
Aunque de Rodomonte y Cloridano
Guardado estaba de una y otra mano.
Y allí el famoso tirador de arco,  425
Robusto, quanto diestro y arrogante,
Cuñado de Zeylan, llamado Zarco,
De nacion turco, en fuerzas un gigante,
Mato al suave músico Aristarco,
Griego en linage de la fértil Zante,  430
Cuya voz, que á la lira concertaba,
Las almas suspendia y encantaba.
Y allí con Benamir español moro,
Que andaba foragido de Valencia,
Su dulce patria, que en contino lloro  435
Vive por ella en su forzosa ausencia,
Y era entre estos tenido en gran decoro
Por su valor, juicio, y experiencia,
Tienen los nuestros resistencia fuerte,
Y puesta la victoria en alta suerte.  440
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Y allí tambien el espantable Alfardo,
En fealdad y en fuerzas monstro fiero,
Mató al valiente alferez Belisardo,
Y á Guido Baldo, noble caballero,
De quien el famosísimo Ricardo,  445
Hermano suyo, y único heredero,
Vengó la injusta muerte dolorida
Privando al feo monstro de la vida;
Y matando tras él al gran Calibio,
Hechicero famoso y herbolario,  450
Y á un bravo capitan de nacion libio,
Primo de Tulipante, dicho Alario;
Y metiendo el sangriento estoque tibio
Por el pecho á Zazinto, gran cosario,
Y matando al bastardo Amirhabena,  455
Hijo del Rey de Fez, y de Aridena,
De Aridena, muger de Sabá, aquella
Que el viejo Rey de Fez á su alcazaba
Se le llevó, mientras el padre della
Por muger gozosísima le daba;  460
Haciendo á un tiempo al padre, á él, y á ella
Agravio tal, y sinrazón tan brava,
Que produxo en Sabá el mas bravo hecho
Que jamás emprendió bárbaro pecho.
Tomó Sabá aquel caso de tal suerte,  465
Y fué tal su congoja y sentimiento,
Que con su corazon soberbio y fuerte,
Y con su temerario pensamiento,
Sin temer el peligro de la muerte,
Ni otro alguno, si le hay, mayor tormento,  470
Determinó con rigurosa furia
Cobrar su dama, y vengar su injuria.
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Para lo qual en una noche escura,
El solo, sin ayuda de su gente,
Hecha una eficacísima mixtura  475
Para dar fuego repentinamente,
Con tan grande artificio y tal ventura
Le puso á la alcazaba del pariente,
Que la furiosa repentina llama
Le abrio el palacio, y le entregó la dama.  480
Perdió el de Fez mugeres, joyas, y oro;
Perdio el castillo rico y admirable;
Fué espanto eterno de su tierra, y lloro,
El no entendido caso memorable;
Y el mozuelo Sabá con el tesoro,  485
A su amoroso pecho inestimable,
Huyo, mudando el nombre, el trato y trage,
Y disfrazando el rostro, y el lenguage.
Lloróse por quemada en Fez la mora
Con las que se quemaron realmente,  490
Y al que causó la llama vengadora
Por quemado lloró tambien la gente;
Y en especial el triste Rey los llora
Con afectos de amante, y de pariente:
Tan fuera de pensar el triste estuvo  495
El engaño bravísimo que hubo.
A Tunez Sabá, vino, y heredando
Hizo claro el engaño al vicio tio,
El qual, la atroz injuria blasfemando
Quiso vengar el loco desvarío;  500
Mas el bravo Sabá fiero, mostrando
Su soberbio valor y ardiente brio,
De modo el caso al tio zahirióle,
Que en perpétuo silencio sepultóle.
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Parió del viejo Rey la moza dama  505
A Amirhabena, aquel que ahora muere,
A quien libró al nacer de ardiente llama,
Donde Sabá que muera al punto quiere.
Allí la madre, que qual madre le ama,
Le dió dos vidas, y á un su fiel requiere  510
Que el niño crie, y él hasta este punto
Aquí le tuvo, donde fué difunto.
Mas el terror furioso que acompaña
Con fiera amarillez á Marte ardiente,
Quando en su punto la sangrienta saña  515
Muestra su bravo espíritu inclemente,
Discurre con Don Diego la campaña
Con tan horrenda y espantable frente,
Que no hay quien no revuelva dél la suya,
Y por no verle á toda furia huya.  520
No espanto tal al marinero triste
El flaco pecho le convierte en yelo,
Quando en la mar el que al gobierno asiste
Con el timon es arrojado en vuelo,
Y la galera sin remedio embiste  525
En peñas levantadas hasta el cielo,
Qual es el miedo que esta gente tiene
De aquel terror que con Don Diego viene.
Habia con la brava resistencia
De aquel gigante tanto acrecentado  530
El enojo, y la saña, y la impaciencia
En el pecho á vencer acostumbrado;
Que no Don Diego, sino la inclemencia,
Entonces era el español airado,
Haciendo pruebas con su brazo fuerte,  535
Quales las hace la espantosa muerte.
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Fué la batalla que con Alimauro
Tuvo (que así llamaban al gigante)
Tal, que el teatro del famoso Escauro
En el tiempo de Roma mas triunfante,  540
A ninguna dió palma, ó roble, ó lauro,
Que ser le pueda igual, ni semejante;
Ni entre las suyas el turbado Xanto
Alguna vió que se extremase tanto.



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ArribaAbajoCanto XI


ArribaAbajo Como tal vez del cielo airado suele
En seco campo con rigor violento
Fuego caer, que prenda en él, y vuele
Con el furor de algun airado viento,
Sin que al villano mísero, á quien duele  5
Con mortal ansia el fiero encendimiento,
Le dé lugar que mies ó fruto guarde
De la alta llama que lo enciende y arde;
Así Don Diego riguroso, airado,
En colérico fuego convertido,  10
El esquadron mas fuerte donde ha entrado
En vuelo lleva roto ya, y vencido;
Sin que bravo Zeylan, que con cuidado
Mira por él su campo destruido,
Le dé lugar alguno á que provea  15
Cosa que en su reparo y orden sea.
Y así el valiente moro belicoso,
Ya sin remedio ni esperanza alguna,
Blasfemando colérico y furioso
Del cielo, y de Mahoma, y de la luna,  20
Al valiente español, que victorioso
Con su valor seguia su fortuna,
Se arroja airado con intento ardiente
De matalle, ó morir honradamente.
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En tanto los demás con furia horrible  25
Como fuertes varones peleaban,
Y en varias formas con rigor terrible
El fiero espanto bélico mostraban;
Y en su mas alto punto la iracible
Saña del bravo Marte levantaban,  30
Haciendo cosas dignas que la gloria
Haga en el tiempo eterna su memoria.
La brava y hermosísima africana,
Despues de haber el campo discurrido,
Y con grande valor sangre cristiana  35
Dichosamente acá y allá vertido;
La furia airada que con sangre humana
El serpentino crin trae teñido
Con fiero asombro y grima de la tierra,
Cuyo espantable y triste nombre es guerra,  40
Hizo que con el sábio y valeroso
Capitán Filadelfo se topase;
Aquel cuyo valor su amado esposo
Causó que en su poder preso quedase:
El la acomete airado, y envidioso  45
De que tan victoriosa por él pase,
No pensando que fuese tierna dama,
Sino fuerte varon de excelsa fama.
Ella se vuelve á él visto su intento,
Y el caballo cansado, al dar la vuelta,  50
Sin piernas, y sin manos, y sin tiento
Dexa á la dama entre la arena envuelta;
Pero la bella mora en un momento,
En extremo animosa, y fuerte, y suelta,
Con la espada en la mano en pié se halla,  55
Y viene airada á la cruel batalla.
—173→
Su hermano en esto con el grande Alberto,
A pié tambien, y cuerpo á cuerpo, muestra
En un duelo peligroso, incierto,
La brava fuerza de su fuerte diestra;  60
Mas la sagacidad del viejo experto,
Y la grande prudencia que le adiestra,
Resiste aquel furor, mostrando un claro
Exemplo de valor notable y raro.
Aragon y Cardona inseparables,  65
Mil almas de mil cuerpos separando,
Con sangrientas espadas espantables
Hinchen de espanto el enemigo bando;
Invencibles los dos, y incontrastables,
Venciendo á todos van, y contrastando:  70
Con este par, ó fama, no compares
Aquellos tus famosos doce Pares.
Y así como en valor sin par señales
Este par soberano y peregrino,
Mueves tus lenguas mil y tus mil alas  75
En mostrar de amistad su ser divino;
De amistad verdadera, que á tan malas
Penas hallamos huella en su camino,
En este siglo lleno de perfidia,
Donde es reyna cruel la infame envidia.  80
Fueron estos dos fuertes caballeros
En la ley de amistad tan señalados,
Que por ella, entre tantos pasageros
En el escuro olvido sepultados,
Son en esta jornada dos luceros  85
Del claro sol de fama iluminados:
Ante la qual hallar no pueda excusa
La pérfida amistad que el mundo hoy usa.
—174→
Fundaron en razon esta ley santa
De su amistad, y con verdad sincéra  90
Altamente ilustraron la de quanta
Virtud le da su calidad entera;
Virtudes digo, que si ahora espanta
No haber fiel amistad, ni verdadera,
Es porque en vicios mil tiene la mira,  95
Y sin razon se funda, y con mentira.
Mil claras sinrazones, mil mentiras,
De que abundan los hijos de los hombres,
Y mil vicios, ó mundo, en que te aíras,
Quitan de alta amistad claros renombres;  100
Pero tú, ingratitud, que al mundo tiras
Mil monstros del infierno con que asombres;
Tú, de quien todo bien volando huye,
Eres quien mas santa amistad destruye.
Tú, fiera ingratitud, que del ingrato  105
Enemigo comun eres amiga,
Y del divino verdadero trato
De amistad santa pérfida enemiga,
Causas que con infame desacato
Por la misma razon que á ser le obliga  110
Un hombre de otro amigo fiel y justo,
Enemigo le sea infiel y injusto.
Pero donde me lleva y me trasporta
La infame ingratitud con sus dolores,
Por ocasion que da á mi lengua corta  115
La amistad santa destos dos señores;
Cuyo excelso valor á Alberto importa
En los airados bélicos furores
De la batalla en que se ve la vida
De célebre victoria enriquecida.  120
—175→
Aragon de un revés al mauro Lancho,
Capitan valeroso y señalado,
Los dos brazos cortó, que en alto un ancho
Y fino alfange habian levantado;
La rodela dexó el page en el rancho,  125
Adonde estuvo su aduar plantado
Aquella noche, que si la truxera
No poco en este golpe le valiera.
Pero aunque en este golpe aprovechára
Al fuerte capitan el fuerte escudo,  130
De otros mil fieros golpes no escapára
Con que Aragon matar á muchos pudo.
Zarante, nieto de la Reyna Zara,
Se entró rabiando por el hierro agudo,
Que de punta Aragon al pecho fuerte  135
Le ofreció, envuelto en rigurosa muerte.
De otra punta qual esta á Sacripante
Al mismo tiempo allí mató Cardona;
Y de un revés cortó por medio Argante,
Y el un brazo de un tajo á Maratona;  140
Maratona, que era en fuerzas un gigante,
Y un muy pequeño enano en la persona,
Monstruo notable, contrahecho, y feo,
Que afirmaba en blason ser rey pigmeo.
Bravo era el monstruo, y mas lo queda ahora  145
Con el brazo cortado, y encendido
En braveza y en ira vengadora;
Mas poco le ha durado, y le ha valido,
Que la veloz espada matadora,
Cardona reportado y prevenido,  150
Al corazon indómito le apunta,
Y á las espaldas hace ver la punta.
—176→
Aquí tambien Uberto, Olindo, y Danes
Matan á Yarbas, á Selin, y á Zerta,
Que habian sido, qual ellos, capitanes  155
En galeras de Argel, y de Biserta.
Caramamin que al capitan Alfanes
Dexa en un muslo larga llaga abierta,
Queda por él sin la espantosa vida
De insolente ladron, fiero homicida.  160
Telamon, qual aquel bravo de Troya,
Tambien aquí furiosa y bravamente
Peleo con la bárbara Lancroya,
Muger monstruosa, fiera, y insolente,
Tenida entre estos bárbaros por joya  165
Venida desde el último Oriénte
A ser allí qual ellos salteadora,
Furiosa, cruelísima, y traidora.
Matóla el fuerte Telamon, y Guido
A su lado mató al soberbio Zayde,  170
Désta fiera muger falso marido,
Y del gran Caruan traidor alcayde:
Florante aquí fué de Selin herido,
Y él mató en recompensa al Alvenzayde,
Moro galan, en Tunez señalado,  175
Y al Merlin por gran mágico estimado.
Y en este fuerte y riguroso punto
Los españoles pasageros tanto
Mostraron el valor nativo, junto
Al diestro proceder, que fué un espanto:  180
Excelso y sonoroso contrapunto
Fueron al valeroso heroyco canto
De los demás, en la armonía y arte,
De la sublime música de Marte.
—177→
Y por ellos decir solia Alberto,  185
Quando desta batalla se trataba,
Que de cautivo con su gente, o muerto,
Sin duda le libró la gente brava:
Su término, su honor, y su concierto,
Con grande admiracion siempre alababa;  190
Y con obras mostrándose, les hizo
Honor despues que al suyo satisfizo.
Ya dos horas habia que duraba
La batalla bravísima y sangrienta,
Quando en confuso y fiero punto estaba  195
Mas incierta, mas brava, y mas violenta;
Y de la misma suerte se mostraba
Que el alto mar en áspera tormenta,
Quando á veces las ondas tempestuosas
Vencidas van, y vuelven victoriosas.  200
Ya el campo infiel con ímpetu retira
Al católico exército animoso;
Ya el campo fiel revuelve ardiendo en ira
Sobre el bárbaro exército orgulloso;
Y así cada qual dellos fiero aspira  205
Al fin tan deseado victorioso,
En pretension del qual prestos llegaban
A muchos los que menos deseaban.
Hamet, Muley, Pertan, y Telefonte,
Getulo, Coraben, Hazen y Audalla,  210
Hácia la parte donde está en el monte
La chusma fiel, con quien Garin se halla,
Con Anselmo, con Guido, y con Oronte,
Traban rigurosísima batalla,
De mil moros los unos ayudados,  215
Los otros de los míseros forzados.
—178→
Y aquí sin duda todos padecieran
A manos de los bárbaros furiosos,
Si por el sábio Ulisio no tuvieran
Socorro los cristianos valerosos;  220
Y aun en cien otras partes padecieran
Trances infortunados y afrentosos,
Si el campo no tuviera por Sargento
Un varon de tal sangre, y tal talento.
Traxo consigo á Telamon y Alardo,  225
A Alcimedonte, y á Fadrique Danes,
A Uberto, á Sinforoso, y á Ricardo,
Valientes marineros capitanes;
Y él, mas que todos plático y gallardo
En los sangrientos bélicos afanes,  230
El primero acomete el moro bando,
Victoria en alta voz apellidando.
Jamás tan léjos della habia estado
Como entonces lo estaba el campo nuestro;
Mas el prudente y fuerte viejo osado,  235
En aquel menester sábio maestro,
Por ardid toma el nombre mejorado;
Y á tiempo fué tan próspero, y tan diestro,
Que saliendo de allí la voz amada
Por el campo voló luego esforzada.  240
Y adonde con Zeylan está Don Diego
En sangrienta porfia alegre llega,
Y allí, aumentando el encendido fuego,
Las alas ligerísimas desplega;
Y no tomando punto de sosiego,  245
Parte de allí, no ya confusa y ciega,
Sino evidente y clara en tono fuerte
Diciendo de Zeylan la cierta muerte.
—179→
Por diez heridas al furioso moro
Sacó Don Diego el alma rigurosa,  250
Que blasfemando del celeste coro
Huyó al infierno brava y desdeñosa:
Luego en un tono altísimo y sonoro,
Con dulce voz clarísima y famosa,
La gloria, el nombre del Florel en vuelo,  255
Levantó por el ayre alegre al cielo.
Terror, espanto, miedo, pasmo, muerte,
Infunde en el infiel pueblo africano
La alegre voz, que la dichosa suerte
Divulga del exército cristiano,  260
El qual en puro esfuerzo se convierte
Al triste fin del árabe inhumano;
Y así los unos huyen temerosos,
Y los otros los siguen victoriosos.
No puede Abenagonte socorrellos,  265
Que á manos del famoso Alberto muere;
Ni amparo, ayuda, ni favor de aquellos
Valientes caballeros nadie espere,
Que en este punto no hay alguno dellos
Que de la vida ya no desespere:  270
Sola la linda mora en la batalla
Con Filadelfo al paragon se halla.
Mas poco mas duraron los valientes,
Dignos de eterna y alta poesía,
Por quien vivan en bocas de las gentes  275
Mientras el sol causare al mundo el dia,
Que ambos vertiendo lastimosas fuentes
Dieron á un punto fin á su porfia,
A la tierra los cuerpos entregando
Sin sangre ya, y sin fuerza agonizando.  280
—180→
Amor, que tanto tiempo habia vivido
En el hermoso pecho de la mora,
Mas regalado y mas entretenido
Que en todo quanto habita y enamora,
Turbado, sin consuelo, y afligido,  285
Apaga el fuego, el arco rompe, y llora
Con sentimiento tan amargo y fuerte,
Que parar hace y suspender la muerte.
El fiero brazo, y el cuchillo alzado
Quedó la feroz muerte suspendida,  290
Oyendo el lamentar desconsolado
Que el amor hace por aquella vida;
Y sin calar el golpe acelerado
Pasó adelante casi enternecida,
Volviendo á Filadelfo el cuerpo en yelo,  295
Y abriendo al alma puerta para el cielo.
En tanto pues que dexa Lixerea
La muerte, de su muerte lastimada,
Y en el vencido exército se emplea
Mas furiosa que nunca, y mas airada;  300
La triste dama en quien amor desea
Alargar su dulcísima morada,
Animada del niño blando y fuerte
Así se queja de la brava muerte:
¡Obras son tuyas, furia aborrecible,  305
Espanto y grima de la humana gente!
¡Hazañas son de tu furor terrible,
Muerte cruel, fierísima, inclemente!
¡Representarte airada y invencible,
Quando tu brava y espantable frente  310
Sea mas horrible, temerosa y fiera,
A quien ni te desea, ni te espera!
—181→
¿Este fin tiene, este suceso alcanza
Aquel gozo de amor que al alma mia
En su gozosa bienaventuranza  315
Largos años de gloria prometia?
¿Aquella sin igual rica esperanza
De juventud, nobleza y gallardía,
Paró en tan pobre y desigual tormento?
¡Ay quantas esperanzas lleva el viento!  320
¿Y desta suerte, dulce esposo mio,
Mas que mi vida y que mi alma amado,
Remedio vuestra lástima, y desvío
El fiero golpe que os señala el hado?
Si este sangriento y encendido rio,  325
Que mana, ay triste! de mi pecho helado,
Os diera libertad á vos, y vida,
Consuelo fuera mi mortal partida.
Mas esto á vuestra amada Lixerea,
Que muriendo os contempla, y os adora,  330
Y mas que nunca os llama, y os desea,
Querido Armeno, en su postrera hora,
Es lo que duele mas, es lo que emplea
Su fuerza mas terrible, y matadora:
Que ella, sin vos, se parte muerta; y vivo,  335
Sin ella, vos quedais triste cautivo.
¡Amargo trago, amargo trance, y fuerte!
¡Aspero y lastimoso apartamiento!
¡Fiero y bravo rigor de adversa suerte!
¡Insufrible dolor, cruel tormento!  340
¡O sangre sin valor, ó vana muerte!
¡O quantas esperanzas lleva el viento!
¡Ni hay de Armeno gozo, ni su vida
Es con mi sangre y muerte socorrida!
—182→
Esto me mata, desto solo muero;  345
Y es mas mortal herida y penetrante
Que asta del brazo de ese caballero,
Que en mi venganza muerto veo delante;
Mas, ay de mí cuitada! que no espero
Que á la una la otra se adelante:  350
Juntas las dos el cuerpo y alma cercan,
Y apriesa la mortal congoja acercan.
Esta postrer palabra apenas fuera
Salió de aquellas perlas orientales,
Rompida de un sollozo que pudiera  355
Enternecer las furias infernales;
Quando la muerte acelerada y fiera,
Con presurosos pasos desiguales,
Por allí vuelta, con veloz corrida
De Lixerea se llevó la vida.  360
En esto á toda furia, á toda priesa
Vuelve la frente ya la gente mora,
Quien á la selva lobrega y espesa,
Y quien á la montaña defensora;
Mas á qual en la fuga se atraviesa  365
Cierta y aguda xara voladora,
Y á qual con mejor suerte, aunque no buena,
Fuertes cordeles, ó áspera cadena.
Quinientos de las manos se escaparon
De la sangrienta muerte encarnizada,  370
De los seis mil ladrones que causaron
La peligrosa y súbita jornada;
Mas todos sin valerles pies quedaron
En manos de la gente bautizada,
Que venció aquella bárbara braveza  375
Con cristiana prudencia y fortaleza.
—183→
De los cristianos no faltaron ciento,
Aunque todos allí sangre vertieron,
Mas atóles las llagas el contento
Que de la gran victoria recibieron;  380
Y alegres del dichoso vencimiento
Repararon su armada, y proveyeron
Del agua y leña, que con sangre y vidas
Se compró de las gentes descreidas.
Hecha la provision, y despojado  385
El miserable y triste campo muerto,
De su pillage cada qual cargado
Alegre vuelve al deseado puerto;
Y del buen Filadelfo mal logrado
No se olvidó su General Alberto,  390
Que le estimaba quanto conocia
Su discrecion, su sangre, y valentía.
Garin tomó á su cargo el sepultarlo
Con la pompa mayor que allí se pudo,
Y Alberto fué el primero á levantarle  395
Ya puesto sobre un ancho y fuerte escudo;
Y qual estaba armado, sin quitarle
Alguna pieza, ni el estoque agudo,
Garin guiando, y veinte capellanes,
Le llevan Guido, Olindo, Oronte, y Danes.  400
Una cruz rica en alto levantada
Lleva el pio Garin, delante puesto
De la fúnebre pompa, encaminada
Hácia la mar, al cabo de un recuesto;
Donde al reposo eterno encomendada  405
El alma, y el sepulcro ya dispuesto,
En una peña junto al mar sagrado
El cuerpo ilustre fué depositado.
—184→
Tambien los demás cuerpos se enterraron,
Que de entre los revueltos africanos  410
Con piedad dolorosa retiraron
Los que eran en milicia sus hermanos:
Hecho lo qual apriesa se embarcaron,
Y con robustas y maestras manos
Fué reparado el daño peligroso  415
Del pasado naufragio riguroso.
Y los heridos asimismo en tanto
Se repararon algo, solamente
Armeno acrecentó con pena y llanto
Su no mortal herida, y su accidente;  420
¡O quanto, amor, tu ardiente llama, ó quanto,
Y en quantas formas tu rigor se siente!
Sin duda Armeno de su mal curára,
Si tanto tu furor no le apretára.
Curára Armeno, si tuviera cura  425
La pasion amorosa, quando llega
A privar la razon y la cordura,
Y al alma triste el uso dellas niega;
Y cristiano, y en próspera ventura,
Léjos de su africana gente ciega,  430
Viviera con el gozo, y el consuelo,
Que tiene acá quien solo aspira al cielo.
A la real galera, donde estaba
Con Armeno Garin, llegó un soldado,
Trayendo de la mora linda y brava  435
El vestido de estrellas adornado;
El alfange del hombro le colgaba,
De los brazos las ropas, y el tocado
(Que á la curiosidad misma excedia)
De las manos, y alegre así decia:  440
—185→
Bien puede haber ganado plata y oro
Otro en esta jornada peligrosa,
O cautivado algun valiente moro,
O habido alguna joya muy preciosa;
Mas cosa que sin serlo, en un tesoro  445
Es digna de estimarse por hermosa,
Yo la he ganado; y si esto no es creido,
Mírese este bellísimo vestido.
Diciendo así, delante del cuitado
Y triste Armeno, en manos de otros pone  450
La almalafa, la aljuba, y el tocado,
Que con diversos lazos se dispone;
Quien de marlota y capellar ornado
Piensa, mientras se mira y se compone
El azul estrellado terciopelo,  455
Que está vestido de un sereno cielo.
Quien el alfange saca, y la fineza,
Haciendo alguna prueba en él, admira;
Quien la labor alaba, la riqueza;
Quien solamente con codicia mira;  460
Quien quisiera comprarle, y la probeza
Con helado despecho le retira;
Y así al fin todos todo lo alababan,
Y al dueño engrandecian y envidiaban.
Tambien Armeno, en yelo convertido,  465
Atónito, confuso, embelesado,
Está mirando el trágico vestido
Qual si estuviera en piedra transformado;
Mas siendo de aquel pasmo comovido
Al triste preguntar de aquel soldado,  470
Que le dice: si sabe cuyo habia
Sido el rico pillage que traía.
—186→
El alma os lo podrá decir (responde
El pobre Armeno con la voz turbada)
Si sale, como yo deseo, de donde  475
Está tan bravamente atormentada;
Si á mi triste deseo corresponde
Fortuna contra mí siempre indinada;
Si ya dolido de mi mal el cielo
Me quiere con la muerte dar consuelo.  480
¡O tristes ropas, quando Dios queria
Alegres á mis ojos lastimados,
Quando con vos, ó bien del alma mia,
Pasaba dulces dias regalados!
¡Ay Lixerea, gloria y alegria,  485
Y dulce fin de todos mis cuidados!
¿Qual inhumana furia, brava y dura,
Os le dió á vos tan lleno de amargura?
Sin duda que á traicion os dió la muerte
Quien os quitó, mi rico bien, la vida,  490
Pues ni el rostro os valió, ni el brazo fuerte,
Contra el traidor, cruel, fiero homicida;
Que vos en él trocárades la suerte,
Si fuérades á vista acometida;
O si él en el hermoso rostro os viera,  495
Antes os adorára que ofendiera.
No, no pudiera ser tan valeroso
Soldado alguno, que de bueno á bueno
Rindiera vuestro brazo poderoso
De mil victorias admirables lleno;  500
Ni hubiera corazon tan escabroso,
Ni tan lleno de cólera y veneno,
Que vuestros ojos no le enternecieran,
Y en dulce mansedumbre le volvieran.
—187→
Muerta al fin sois, y sois sin duda muerta  505
A traicion, mi dulce esposa amada:
Cada qual destas cosas es muy cierta,
Mas de lo que quisiera está probada;
Y así ya solo resta que la abierta
Senda por vos, sea por mí pisada,  510
Que os siga yo, mi Lixerea, en esta
Triste jornada solo ahora resta.
O vos, dueño cruel de ese vestido,
Si sois el que matastes á mi esposa,
Y esto que habeis ahora de mí oido  515
Por mi bien os enciende en ira honrosa;
Dadme la muerte, ya que ha merecido
Mi lengua apasionada y licenciosa;
Dadme la muerte, que es el justo medio
Para vuestra venganza, y mi remedio.  520
Aquí se le quedó súbitamente
La voz á Armeno en la garganta asida,
Y la muerte veloz, fiera, inclemente,
Con el vestido trágico venida,
Desenlazando al mísero doliente  525
El nudo estrecho de la amada vida,
Le dexó el cuerpo convertido en yelo,
Con los ojos y manos hácia el cielo.
Garin, su cuidosísimo enfermero,
Que junto á él estaba, apercibiendo  530
Santas razones con que aquel mal fiero
A fácil cura fuese reduciendo;
La postrera congoja, el postrimero
Trago cruel que la apretaba viendo,
Acude presto, y diligente aplica  535
Al pobre enfermo toda su botica;
—188→
Y fué á tal tiempo, que aunque el cuerpo helado
No pudo ser de muerte defendido,
Antes de ser el nudo desatado,
Fué el espíritu en tanto entretenido;  540
Que el pio Garin con celestial cuidado,
En su perfeto acuerdo y su sentido,
Al alma vida dió con la agua pura,
Despues con llanto al cuerpo sepultura.